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510 años en el corralito: Los Argentinos que no bajaron de los barcos
Por CECILIA GONZALEZ (La Jornada - Masiosare) - Thursday, Nov. 14, 2002 at 11:27 AM

El chiste es viejo: los mexicanos descienden de los aztecas; los peruanos, de los incas; ¿y los argentinos? De los barcos. Hasta 1994, la Constitución argentina ordenaba a los poderes del Estado “mantener un trato pacífico con los indios y promover su conversión al catolicismo”. Hoy, las cosas han cambiado en el papel, pero la realidad sigue terca: ni siquiera en tiempos de campaña electoral los indios forman parte de la agenda de los políticos. Algunos piensan que el empobrecimiento del país permite, paradójicamente, que los argentinos reconozcan que el chiste del barco no es del todo cierto

BUENOS AIRES, ARGENTINA.– Nació hace 43 años en la norteña provincia de El Chaco y responde al nombre de Felipe Cerón. Se identifica como indio toba, uno de los 20 pueblos originarios que aún habitan la Argentina, y presume que acaba de ser padre por séptima vez. Paradojas de la vida, su hijo nació el 12 de octubre, justo en el 510 aniversario del inicio de la conquista española.

“Le voy a poner Cristóbal”, bromea este hombre moreno, bajito y de hablar pausado, en tanto acomoda unas sillas a la puerta de su casa en el barrio Presidente Derqui, a una hora y media del centro de Buenos Aires.

No le pondrá Cristóbal al niño, pero tampoco podrá bautizarlo como Doiqui, nombre toba que significa “milagroso”, porque hasta hoy el Estado argentino impide a los indígenas usar sus nombres originales. “Dicen que no se entienden, que son nombres de cosas, y no los registran”.

Ni a utilizar sus nombres tienen derecho, pues, los cerca de un millón de indígenas argentinos, dispersos en comunidades en 21 de las 23 provincias ven pasar la historia de su país sin formar parte de las prioridades de la agenda política nacional. “La lucha va tomando forma, no se puede esconder más a los aborígenes de la Argentina”, confía Felipe, instalado en esta comunidad de 32 familias tobas que hace seis años lograron que el Arzobispado les donara el terreno en donde desde entonces intentan recuperar el sentido de convivencia y trabajo conjunto de sus antepasados.

Pareciera que se han tenido logros.

En el mismo año en que el Ejército Zapatista de Liberación Nacional apareció en México, la lucha indígena argentina se adelantó y los pueblos consiguieron que el Estado les reconociera una serie de derechos, por lo menos en el papel.

Y es que hasta el 10 de agosto de 1994, la letra de la Constitución argentina en la materia no tenía desperdicio: mandataba al Congreso a “mantener un trato pacífico con los indios y promover su conversión al catolicismo”.

La redacción cambió durante el gobierno menemista para reconocer la preexistencia de los pueblos indígenas argentinos, garantizar el respeto a su identidad y el derecho a una educación bilingüe e intercultural, reconocer su personalidad jurídica para darles posesión de las tierras que tradicionalmente ocupan y regular la entrega de otras aptas y suficientes para su desarrollo.

Sólo que, en la práctica, esos derechos no se ven.

“Este es un Estado que sistemáticamente ha negado la presencia indígena y a pesar de haber actualizado el marco legal para incluir derechos especiales no los ha llevado a la práctica”, explica la investigadora Morita Carrasco, integrante del Grupo de Estudios en Aboriginalidad. “Nos siguen quitando los territorios”, completa el indio kolla Mario Barrio, “porque cuando encuentran una riqueza que sirve, nos desplazan”.

Por eso, los mapuches instalados en Neuquén no han podido ganar la batalla que mantienen desde hace una década con la empresa española Repsol YPF para evitar que siga contaminando el agua y el suelo de sus territorios con la explotación de hidrocarburos. Por eso, los guaranís de Misiones no han conseguido que la empresa argentina El Moconá deje de talar árboles mientras se resuelve la disputa judicial que se mantiene para definir el uso y explotación de los recursos naturales. Con la Constitución en la mano, los indios deberían tener ganadas éstas y otras muchas batallas de antemano pero, insiste Barrio, todo se queda en el papel.

Puro desierto

Suena a broma. Los huarpe de la provincia de Mendoza ya formaban parte de la historia, eran una más de las naciones indígenas extinguidas.

Pero de pronto “reaparecieron”.

Hace cinco años, un sacerdote italiano revisó los registros de boda de una de las regiones vitivinícolas de Mendoza, y encontró que los apellidos de quienes se habían casado hace tres siglos, y que se identificaban como indios, correspondían con los apellidos actuales de una comunidad que vivía en una laguna.

Eran los huarpes, quienes practicaban los mismos rituales de supervivencia que sus ancestros, a partir de la pesca y la siembra de trigo, y que desde entonces iniciaron un proceso de recuperación cultural.

Exigieron su reconocimiento jurídico como comunidad, la provincia hizo un decreto de ley para expropiar las tierras, comprarlas y devolverlas a los indígenas. Parece un final feliz, pero no lo es tanto, explica Tomás Natiello, miembro del Equipo Nacional de Pastoral Aborigen. “¿Por qué no hubo problemas para darles la tierra? Porque es puro desierto, ninguna empresa tenía intereses ahí”.

“No tenemos los mismos
derechos”

Además de territorio, los indígenas argentinos exigen respeto y trato igualitario, pero el camino aún parece largo. Un caso reciente: en la madrugada del pasado 17 de agosto, un centenar de policías invadió la comunidad indígena Toba Nam Qom, en la provincia de Formosa, ubicada en el norte de la Argentina.

Vestidos de civil, catearon casas, golpearon a la gente, detuvieron a una treintena de personas, entre ellas una mujer embarazada a la que luego de los hechos se le adelantó el parto dos meses. Todo, sin orden de aprehensión.

Luego se supo que los guardias entraron para buscar a los supuestos asesinos del policía Juan de la Cruz, cuyo cuerpo había sido encontrado un día antes en las cercanías de la comunidad Toba. Acusaron, sin pruebas y en un proceso judicial que sigue su marcha, a ocho indígenas.

La historia está consignada de manera parcial en los diarios y la reconstruye Timoteo Francia. Piel oscura, ojos rasgados, con un largo perfil que lo haría pasar sin problemas por un descendiente directo de los aztecas, este aborigen explica que los detenidos han sido torturados, en tanto la comunidad permanece vigilada por la policía. Las autoridades no reconocen la violación de los derechos humanos cometida en contra de los indígenas, en un caso que ya ha sido denunciado por organizaciones locales e internacionales.

“Si hubo presuntas implicancias de abuso policial, no habrán sido exageradas”, explicó el ministro de Gobierno de Formosa, Elvio Borrini, al diario local El Comercial el 1 de septiembre. “El ataque a nuestra comunidad demuestra que no tenemos los mismos derechos que los no indígenas”, dice Francia.

“Mi país no tiene identidad”

Un viejo chiste recorre la Argentina: los mexicanos descienden de los aztecas; los peruanos, de los incas; ¿y los argentinos? De los barcos. Este intento de resumir la historia argentina a partir de la llegada masiva de españoles e italianos lo único que evidencia es un problema de identidad, alerta Tomás Natiello, periodista que desde el Equipo Nacional de Pastoral Aborigen realiza proyectos de comunicación con las comunidades. “El problema de identidad tiene que ver con la idea que de nosotros se forma desde la escuela, desde el discurso oficial: somos los blancos de Latinoamérica, casi europeos, construimos una ciudad con iglesias góticas, edificios públicos neoclásicos. Mi país no tiene identidad.

“Por eso si le preguntas a un argentino qué piensa de su país te va a decir que no lo quiere; eso no le pasa, por ejemplo, a los mexicanos. Crecimos de espaldas a nuestra historia, creyendo que todo empezó cuando la Independencia, en 1810, y no 11 mil años antes de Cristo, y hasta que todos los argentinos no reconozcan esto, el país está jodido.

“Para poder ponerte de pie debés tener un respaldo histórico, por eso para mí es importante que la Argentina se funde en una historia mucho más rica que aquella de que bajamos de los barcos. Aparte, si lo hicimos, fue porque nos echaron a patadas de Europa, eso también hay que recordarlo”, dice este joven descendiente de italianos.

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El 510 aniversario, de la llegada de los españoles a América sirvió para que las organizaciones sociales, ya fueran de derechos humanos, trabajadores o indígenas, alzaran una vez más la voz.

En la Universidad de las Madres de la Plaza de Mayo, su dirigente, Hebe de Bonafini, describió la Campaña del Desierto que en 1879 llevó a cabo el presidente Julio Argentino Roca para extinguir a los aborígenes de la Patagonia.

Justo un siglo después, y entretenido entonces en otro tipo de desapariciones, el dictador Jorge Rafael Videla recordó y aplaudió “la gesta”.

Dolor compartido

La “Europa de América” está en crisis y no sabe cómo salir de ella.

Hace un año su moneda estaba uno a uno con el dólar, hoy vale casi cuatro veces menos, y muchos argentinos aún se preguntan qué pasó.

Los indígenas no tienen este tipo de preocupaciones. Es más, hasta ven la crisis económica con optimismo.

“Es evidente que esta situación nos acerca con los no indígenas”, asegura el dirigente mapuche Miguel Leudan. Se pone didáctico: “Parece que cuando a uno le duele algo y le dice al otro, el otro no lo entiende hasta que también le está doliendo. Nosotros hemos sufrido cientos de años, y ahora los no indígenas están igual. Ya les duele lo mismo que a nosotros nos ha dolido durante siglos: la dignidad”.

Vienen las elecciones presidenciales. Están programadas para el 30 de marzo del próximo año, aunque todo puede pasar en un país que vive una estable inestabilidad desde diciembre del año pasado.

Los indígenas no aparecen en los discursos de los candidatos, pero eso tampoco parece importarles tanto. “No le compramos a nadie los espejitos de colores de las ofertas políticas, ni nos vamos a sumar a nadie”, dice el dirigente mapuche. “No creemos en la dádiva del peronismo ni en la mentira del radicalismo”, añade Marisia Alma, una indígena kolla con una permanente sonrisa en la mirada.

La crisis, tema central en la Argentina, ni sorprende ni asusta a Jorge Nan, de la Asociación de Comunidades Indígenas Mapuches. “Pero tampoco podemos quedarnos callados, porque cuando los intereses internacionales aprietan a los gobernantes argentinos está bien, ¡ah!, pero que no hablemos nosotros de soberanía y autodeterminación porque dicen que violamos las leyes del Estado”.

Juan Bautista Aramallo, presidente del Centro Kolla, es aún más contundente: “¿Pero qué nos va a asustar la crisis si nosotros hace 510 años que estamos en el corralito?”, se cuestiona, “a nosotros no nos van a venir a contar qué es el desarraigo, el hambre, el sufrimiento. Nosotros hace 510 años que vivimos los efectos de la globalización, el sometimiento y la esclavitud”.

Los indios coinciden en que si la crisis no los afecta de manera particular, se debe a que ninguna de las 20 naciones aborígenes argentinas se plantean dentro de su cosmovisión la acumulación de riqueza, eje del pensamiento occidental.

“Nosotros nunca hemos tenido plata (dinero) en el banco, la filosofía nuestra no es acumular riqueza, sino vivir en armonía con la madre naturaleza”, dice el kolla Mario Barrio. “Los aborígenes no nacieron con empresas, no tienen bancos, no tienen nada”, advierte el toba Felipe Cerón, “los que sufren son los que viven para acumular. Aquí ya pasó Perón, los golpes militares, la dictadura, (Carlos) Menem, y nosotros seguimos con nuestra vida”. El kolla Enrique Mamaní, no es tan optimista. “Muchos decimos que no importa, que hace 510 años que estamos luchando, y que ésta es una etapa más, pero en la profundidad de la crisis mueren más hermanos porque si antes los gobernantes podían resolver la situación social de sus similares blancos, ahora ya no pueden hacer ni eso y entonces menos van a resolver nuestros reclamos, nos quedamos otra vez en la cola”.

Una ventaja sustancial sí la ve el periodista Tomás Natiello: “Como la Argentina ahora es tan pobre como cualquier otro país de América Latina, es más fácil meter en la cabeza que también tiene indígenas. Hace 10 años, nadie te lo hubiera creído. Ni aquí.”

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excelente foto mapue Friday, Nov. 15, 2002 at 2:45 AM