Julio López
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El Entorno: La trama íntima del aparato duhaldista y sus punteros
Por derechos - Sunday, May. 18, 2003 at 8:40 PM

Capítulo Cuatro. La caja recaudadora

La policía tiene un rol esencial en toda estructura de poder. La provincia de Buenos Aires no es la excepción. Por el contrario, tiene uno de sus mejores ejemplos.

Su papel histórico como aliada de la autoridad de gobierno en las tareas de control social, ya sea por derecha o por izquierda, se alteró a medida que la actividad política necesitó incrementar sus recursos en efectivo. Y se asoció, con total impunidad, al delito.

En esta concepción política de acceso, concentración y consolidación del poder, la policía bonaerense cumplió tres misiones centrales: brindar la imagen de un organismo de seguridad que protege a la sociedad, no reprimer conductas delictivas originadas desde el poder político y, la más novedosa y perversa, poner al servicio del delito, con fines económico-políticos, su propia estructura de seguridad, represión e inteligencia.

Es el crimen perfecto: cuenta con el paraguas de la obediencia debida al poder político y, en caso de problemas, es la misma Policía la que tiene la facultad de instruir las causas judiciales y aportar las pruebas a un Poder Judicial atado de pies y manos -en muchos casos por su propia voluntad-. Esa atribución, también, otorgada por el poder político.

Para un reconocido jurista platense que integró durante cuatro décadas el Poder Judicial, la provincia de Buenos Aires es la que tiene más atraso procesal. La policía es la que reúne las pruebas - agregó- y ese es un brutal ejercicio de autoridad. El juez interviene cuando la investigación ha terminado. Son dueños de hacer y deshacer lo que quieren... |1|

- En la relación entre la política y la policía, ¿cuáles son las formas de corrupción?, preguntó ésta investigación a un oficial superior de la bonaerense.

- La que quieras. Por ejemplo, no reprimir alguna de las actividades ilegales que a los estados municipales, provinciales o nacionales le puede interesar llevar adelante: narcotráfico, juego clandestino, prostitución, etc.. Da los mismo la contravención o el delito elegido. Pero como no conviene que lo reprima a los fines de los intereses del gobernante de turno, se corrompe.

En una época fueron los guerrilleros. En la época del gobernador Victorio Calabró era famoso el tema del juego clandestino. Esta es una sucesión histórica de oleadas de corrupción.

Las modalidades y los instrumentos delictivos que nutren de fondos a la actividad política son dinámicos. Y están sujetos a innovaciones permanentes.

A las clásicas fuentes de recursos ilegales de la policía, como las coimas en operativos ruteros, el pago de llaves para la explotación del juego clandestino o tráfico de drogas en pequeña escala, la desaparición de expedientes, la extorsión o protección a ladrones, piratas del asfalto y reducidores de autos, se le ha sumado en los últimos tiempos el negocio derivado del contrabando y del narcotráfico en gran escala.

Se trata, en todos los casos, de cifras escalofriantes.

Un negocio chico como la prostitución en la provincia de Buenos Aires, donde se estima en 30 mil el número de sus practicantes, permite una recaudación policial que se cuenta en millones de dólares anuales.

La policía le cobra a cada putita 170 pesos por semana, para trabajar a como sea.

Un polvo sale 25 pesos y un completo sale 30, la mina saca unos 200 pesos por día. Pero hay de todo: el pete -una chupadita- son diez pesos. Te la chupan, te patean y fueron tres minutos. Y a boca de jarro. Y donde venga: en lo yuyos, arriba de un camión o donde sea.

Pagan y tienen vía libre.

Hay prosti que la ponen. 170 pesos por semana.

Ahora qué pasa: hay cincuenta prosti y hay cuarenta que no arreglan. Porque nunca arreglaron. Porque se rigen por otros códigos: el de la puta y no el de la necesitada.

La puta es como el malandra, nunca tuvieron transa con la yuta. Ni la va a tener. Y para mí es más respetable la puta y el malandra que el presidente del Banco Nación, me refiero a nivel humano.

Por lo menos yo si tuviera un millón de dólares adentro de un bolsón y se lo tendría que dar a alguien para que me lo guarde, se lo daría a una prostituta o a un malandra. Sé que se me van a quedar con la mitad, pero me la van a gastar para comprar la garrafa, comer todos los días y seguro que me van a avisar. El presidente del banco se va a tomar el palo y me va a dejar muy envenenado.

Qué pasa: "Las fuerzas policiales sacen la calle a toda la protitución", dice el noticiero.

Qué barbaro. Esa se la come el salame que mira televisión. Lo que están sacando de la calle son a las que no arreglan.

Es el código. Salen a la cancha a jugar al gato y al ratón. La puta es puta.

Uno se prostituye por necesidad. Pero después lo hace con dignidad, sin arreglar con la yuta. Te digo más, hasta sin coger con la yuta.

La necesitada también llega un momento en que se prostituye y no arregla más con la yuta. La necesitada sale a la jungla y en algún momento se tiene que topar con un malandra.

Primero la coge el puntero que la quiere usar y tal vez no le paga, y después la coge el malandra que la aviva. Y ahí se acabó la necesitada. Ahí talla la puta.

El malandra le dice cómo tiene que caminar y los códigos que tiene que tener. Por ley no se puede tener transa con la yuta. Y como el tipo le está batiendo la verdad la mina lo entiende.

No es que le cree, lo entiende.

Y la mina aprende, y lo hace mucho más rápido que como por inercia aprendió a abrirse de piernas.

Eso ya es una arte. Eludir es una arte. Y ahí es donde te ganás el respeto de la calle.

La que arregla se lleva 200 por día. La que no arregla, como tiene que cuidarse, se lleva unos cien. Tal vez le convedría arreglar, pero como talla el código prefiere perder.

Porque el ser humano es así, no hay otra cosa. El ser humano es así.

Y menos mal que es así. Si no el jefe de calle no saldría más a buscar ladrones. Haría la recorrida de los viernes, juntando 170 pesos por cada necesitada, y se acabó la canción... |2|

Fuentes políticas bonaerenses afirmaron que el negocio de cobrar por la protección o vista gorda frente al tráfico de drogas sería de 12 millones de dólares mensuales. Unos tres millones se repartiría entre las regionales y un monto menor, aproximadamente unos 500 mil dólares, por las comisarías |3|.

Esa estimación genera dos interrogantes: ¿a dónde va la diferencia entre los 3,5 que se reparten y 12 millones que se recaudan? y, además, ¿a cuánto asciende la recaudación y cómo se reparte cuando es la misma policía la que comercializa la droga mejicaneada?

Esta investigación tuvo acceso al pensamiento íntimo de Pedro Anastacio Klodzyck. Sus revelaciones, como se verá, se asemejan a una confesión. El hombre condujo a la Policía bonaerense durante cinco años, con el respaldo inquebrantable -y casi sin explicación-, del gobernador.

Al resumir los roles de un oficial de la bonaerense, el ex Jefe ejemplificó con sus recuerdos de estudiante. Cuando hice el curso de subcomisario -sostuvo Klodzyck- un profesor me dijo: 'usted piense que el comisario es el hombre que más poder reúne. Tiene personal, logística, armamento, comunicaciones, áreas de responsabilidad, instructor de sumario y detenidos' |4|.

Dicho con palabras de quien no perteneció a la fuerza, se escuchó el mismo concepto, pero con más realismo.

- En la provincia de Buenos Aires un comisario es casi como un virrey, tiene que recurrir a él todo el mundo. Por esto o por el otro, tienen el control de los sumarios. Es un panorama gravísimo. Terminamos con el problema militar pero tenemos el problema de estas bandas, dijo un ex funcionario de área de seguridad bonaerense, y agregó:

- Estamos prisioneros de un gran ejército policial dispuesto a venderse a lo que sea. De las comisarías, y ahora también de las cárceles, están saliendo los presos a robar. Y este es un proceso que se inició hace ya unos años. En la época de la dictadura militar, los que trabajaban para Ramón Camps eran los grupos operativos de las Brigadas de Investigaciones, y si analizamos quienes estaban allí, vemos que son los comisarios de hoy con cuantiosas fortunas amasadas en los días del botín de guerra. Todos estos tipos que andan por los cincuenta años en aquellos días andaban pateando puertas, y yo creo que han forzado cambios de escrituras, extorsiones, y secuestros que no los vamos a conocer nunca |5|.

Las fuentes consultadas -oficiales superiores de la bonarense y ex funcionarios del área-, y la información obtenida por ésta investigación coincide en la explicación del fenómeno y en los nombres de sus responsables.

En todos los casos se mira hacia la secretaría de Seguridad provincial, escalón previo al gobernador. Está en el centro de las responsabilidades políticas. Por allí pasaron Eduardo Pettigiani, Alberto Piotti y Eduardo De Lázzari, todos ellos con experiencia judicial. El último funcionario en ocupar el cargo fue Carlos Brown, ex intendente de San Martín y cuyo mejor atributo para acceder al cargo fue su experiencia política-. Los hechos:

- El rol que cumplió Piotti como secretario de Seguridad bonaerense fue como gerente de un grupo de comisarios. El, junto a su secretario, Alejandro Pérez Cárrega, fueron los cajeros. ¿En qué consistió? Muy fácil: les liberó una zona, les dijo: 'trabajen muchachos', afirmó el ex funcionario de seguridad provincial, y agregó:

- La Policía es una fuente de recaudación. No es una situación eventual. De ningún modo: se baja la plata hacia la política. Y esto fue tradicional, también lo hizo el gobernador Calabró -en los '70- con el juego clandestino y la prostitución, sobre todo. La Policía es una gran caja de recaudación del poder político, ya no es sólo influencias. No tengo la menor duda que son recaudadores.

El oficial bonaerense, por su parte, aportó su interpretación desde el interior del monstruo:

- ¿Quién es el responsable de la corrupción policial?

- La responsabilidad del político es total. Las policías no hacen otra que cosa que aplicar las políticas que les dan. Si uno quiere corromper a una policía no tiene que esforzarse mucho. Se corrompe sola. Pero en una sociedad abierta, llena de corrupción por todos lados, le dejan las manos libres para poder hacer también negocios sucios de todo tipo.

Una policía con altísimos niveles de corrupción es más fácil de manipular. Y para eso es necesario que existan todos estos enriquecidos que hoy se conocen.

- Esos enriquecidos, ¿'robaron para la corona'?

- Siempre se roba para la corona. Esto es fundamental, de lo contario la corona tendría puesto un estúpido. Ningún tipo que sabe que bajo su sombra y su amparo se está robando, va a decir: 'roben nomás, que yo miro para otro lado'.

Se deja robar pero a cambio de un pedazo del botín. Y sino que me expliquen cuál puede ser la otra razón. Si yo no agarro nada, ¿porqué voy a dejar robar? Si partimos del principio bíblico que dice que robar está mal, porqué voy a dejar robar si yo no agarro nada.

Se roba para la corona o se corrompió para la corona, en alguna de todas sus formas.

- ¿Qué rol tuvieron los secretarios de Seguridad durante éstos años?

- Definieron las políticas de la policía. Marcaron los tiempos y las conductas. Cuando se destapa una pudrición como la actual no se puede mirar para otro lado que no sea para el sector político. No pueden decir que no saben lo que pasaba. No se lo cree nadie. Lo pueden decir únicamente porque nadie tiene la obligación de declarar contra sí mismo.

Ellos sabían todo lo que pasaba. Pedro Klodzyck obedecía a una conducta marcada e impuesta por ellos. Nadie puede decir que no sabía, ni siquiera viviendo adentro de un placard.

No lo puede creer nadie y menos de la policía, que se supone que tiene que saber todo.

Si la policía quiere saber obtiene información hasta del Papa. Entonces, cómo no va a conocer cosas internas de la propia institución.

Por favor..., no hay policía mogólica.

Notas:
1.Mario Wainfield, Página/12. Entrevista a Leopoldo Schiffrin, miembro de la Cámara Federal de La Plata, 9-2-97. Volver
2.Testimonio de un malandra. Volver
3.Daniel Juri, Clarín, 2-2-97. Volver
4.Las declaraciones de Pedro Klodzyck pertenecen a la versión taquigráfica de su testimonio ante la Comisión Investigadora de la Aduana de la Cámara de Diputados de la Nación, del 14 de febrero de 1997. El ex jefe de Policía bonaerense fue convocado en torno a las investigaciones del Caso Gutiérrez. Dos semanas después trascendió a la prensa parte de su contenido. Apenas se conocieron 30 fojas de sus cuatro horas de declaración. Las 483 fojas que lo componen tienen la característica de una confesión. Volver
5. El testimonio pertenece a un ex subsecretario de Seguridad de la provincia de Buenos Aires. Entrevista del autor. Volver

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Verdún: un botón de muestra
Desde el 1 mayo de 1968 hasta el 25 de julio de 1969 Rodolfo Walsh dirigió el semanario de la CGT de los Argentinos. La fracción disidente de la central obrera era orientada por Raimundo Ongaro, dirigente del gremio gráfico. Walsh y Ongaro se conocieron en Madrid. El nexo entre ambos fue Juan Perón.

En el semanario de la CGT disidente Rodolfo Walsh publicó, sin su firma, sus investigaciones sobre La secta del gatillo alegre y La logia de los dedos en la lata: eufemismos con que se refería a la Policía bonaerense.

En sus notas, Walsh reveló desde la metodología hasta el lenguaje de la patota. Romper la casa, un concepto que inició la bonaerense en la década del sesenta -pero que la llevó al éxtasis en los setenta-, era el clásico ingreso de las fuerzas del orden rompiendo puertas y ventanas a patadas y culatazos. Actividad que se llevó a cabo sin orden de un juez y en horas de la madrugada. Al detenido -secuestrado, en realidad- que sería sometido a una sesión de torturas le decían que iba a hablar con René. René era la picana, un invento argentino.

Secuestros de madrugada, testimonios arrancados sobre la mesa de torturas y ausencia de un juez. Esos fueron los pilares que sustentaron al coronel Ramón Camps al frente de la bonarense, a partir de 1976. Por las filas de esa fuerza pasaron asesinos, ladrones, secuestradores, traficantes y toda clase de malandras, rescatados para integrar las patotas.

Pero también hubo testigos:

- Ramón Camps en un momento fue un prócer nacional. Luego pasó a ser un monstruo y una bestia abominable. El se nos presentó como un adalid, duro e intransigente, en la lucha contra la corrupción. Pero Camps cambiaba el cadáver de un terrorista por el botín de ese terrorista. Lo que tenía que hacer la Policía de la Provincia era matar al terrorista y entregarle el cadáver a Camps. Eso era lo que a él le interesaba. Las cosas de la casa reventada quedaban para la Policía, con autorización. El cambio era botín de guerra por muerto.

Es como cuando las tropas de un ejército invadían una ciudad y durante una semana se les permitía violar a las mujeres como un premio para los soldados. Esto fue lo mismo. Lo hacía Camps, señaló un comisario inspector, hoy retirado, que conoce como testigo presencial todo lo ocurrido en la bonarense desde mediados de la década del sesenta a la fecha.

Esas patotas se nutrieron con funcionarios policiales con extensas fojas de servicio. Ramón Camps es apenas un buen recuerdo en las filas de la bonaerense, pero la mayor parte de esa mano de obra -lejos de estar desocupada- permanece siempre en actividad, dentro o fuera de la Policía. Los hechos:

En 1968 el comisario Ernesto Verdún tenía 40 años. Cargaba con tres procesos: extorsión, cohecho y privación ilegítima de la libertad. Ocho años después el coronel Ramón Camps requeriría de los servicios de ese hombre morocho, bajo y con tendencia a la gordura.

Verdún desconocía el futuro. Y el presente lo invertia en ascender dentro de la fuerza por la vía rápida. Walsh lo relató así:

- ¿Conocés la picana?, le preguntaron a Carlos Romero mientras lo subían desnudo a "la mesa".

- No.

- Ahora la vas a conocer.

La conoció. Cuando se la pasaron por la boca, empezó a sangrar. Una radio funcionaba muy alto para que no se oyeran sus gritos. Romero se hizo autor de una cadena de asaltos a estaciones de servicio.

- ¿Y la florería también?

- Si, la florería también.

Con René la bonarense esclarecía delitos en los sesenta. En los setenta la usó para obtener las confesiones de los enemigos del ser nacional. Los encargados de ese interrogatorio eran hombres de Verdún, por ese entonces jefe de la Brigada de Investigaciones de Avellaneda. A René la tenían en una casa prefabricada de dos piezas, cocina y baño, forrada en hardboard, con dos pilares de color blanco al frente.

El 16 de octubre de 1968 fue allanada por el juez Ozafraín. Los diarios de la época la ubican en la esquina de La Coloradita y Burzaco, en la localidad de Monte Grande. La casa tenía un cartel con el nombre con que la había bautizado la patota: El destino.

Se trata de uno de los primeros antecedentes de los Centros Clandestinos de Detención que vendrían años después. Y Verdún estaría allí para dar una mano. Aunque sus antecedentes, descubiertos por Walsh, se remontaban en realidad a la década del cincuenta.

En 1957 llegó como oficial principal a la Comisaría 1º de San Justo. De inspector ascendió rápidamente a oficial principal, en enero de ese año. En esos días daba los últimos toques a su preparación como jefe de la oficina judicial de la comisaría de San Justo. Con esos conocimientos estuvo a punto de quedarse con los 16.500 pesos que le sacó a una detenida. La mujer, con la ayuda de su esposo y la del senador provincial Miguel Barbarito, que operó ante el comisario, recuperó la libertad y la plata.

Verdún recién se estaba haciendo en la profesión. Apenas tenía 27 años y todo un futuro por conquistar. Del incidente no quedó huella en su foja personal. Como se verá más adelante, un sumario sin sanción, no es tampoco un impedimento para ascender en la Policía bonaerense. Muy por el contrario.

- A la fosa que había la llamaban capacha, y en otros campos pude ver otras similares. Eran pozos rectangulares de dos metros de largo por sesenta centímetros de profundidad. Allí ponían los cuerpos, los rociaban con gas oil y los quemaban, relató Juan Carlos Urquiza |6|, chofer de Ernesto Verdún en los años de Camps, con quien recorrió los Centros Clandestinos de Detención. El hombre había llegado a comisario general. Por su responsabilidad como Jefe de la Dirección General de Investigaciones de la Jefatura de la Policía bonaerense, a Verdún se lo encontró penalmente responsable en el accionar delictivo del personal policial y de los Centros Clandestinos que de él dependieron.

Más viejo, más gordo y con papada, Ernesto Verdún está suelto. Y es apenas un botón de muestra.

Nota:
6.Legajo Nº 719, CONADEP, Nunca Más. Eudeba. Volver

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