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DE COLONIZACIONES Y BARBARIES
por Guillermo Dillon •
Tuesday, Oct. 14, 2003 at 5:20 PM
gdillon@dillondesign.net
Ironías de la colonización
"Hubo un tiempo en el que todo era bueno. Un tiempo feliz en el que nuestros dioses velaban por nosotros. No había enfermedad entonces. No había dolores de huesos. No había fiebres. No había viruela. No había ardor de pechos. No había enflaquecimiento. Sanos vivíamos. Nuestros cuerpos estaban entonces rectamente erguidos. Pero ese tiempo acabó, desde que ellos llegaron con su odio pestilente y su nuevo dios y sus horrorosos perros cazadores, sus sanguinarios perros de guerra de ojos extrañamente amarillos, sus perros asesinos.
"Bajaron de sus barcos de hierro: sus cuerpos envueltos por todas partes y sus caras blancas y el cabello amarillo y la ambición y el engaño y la traición, y nuestro dolor de siglos reflejado en sus ojos inquietos. Nada quedó en pie. Todo lo arrasaron, todo lo quemaron, lo aplastaron, lo torturaron, lo mataron. Cincuenta y seis millones de los nuestros, cincuenta y seis millones de hermanos indios esperan desde su oscura muerte, desde su espantoso genocidio, que la pequeña luz que aún arde como ejemplo de lo que fueron algunas de las más grandes culturas del mundo se propague y arda como una llama enorme y alumbre por fin nuestra verdadera identidad y, de ser así, que se sepa la verdad, la terrible verdad de cómo mataron y esclavizaron a un continente entero para saquear la plata y el oro y la tierra. De cómo nos quitaron hasta las lenguas, el idioma, y cambiaron nuestros dioses atemorizándonos con horribles castigos, como si pudiera haber castigo mayor que el haberlos confundido con nuestros propios dioses y dejado que entraran en nuestra casa y templos y valles y montañas.
Pero no nos han vencido. Hoy, al igual que ayer, todavía peleamos por nuestra libertad."
De "Plática de los sabios y ancianos" (Nahuaxl - Huahatlacolli).
Con sorpresa, hace tiempo, leí por primera vez este texto de "Plática de los sabios y ancianos" (Nahuaxl - Huahatlacolli).
Con sorpresa, no porque no conociera los hechos o no tuviera ya una opinión formada al respecto, con sorpresa simplemente porque a veces las similitudes, a pesar de intentar estar alerta, me toman desprevenido.
Y en el texto de "Plática de los sabios y ancianos" encontre muy a mi pesar un relato demasiado parecido a la realidad de esta Argentina de estos últimos años y de alguna forma me sentí más que identificado con la mayor parte de ese texto y las consecuencias que se describen.
Lo irónico es que hoy mi ascendencia, y la de la mayoría de nuestra Argentina, me pone más cerca de aquellos que "bajaron de sus barcos de hierro: sus cuerpos envueltos por todas partes y sus caras blancas y el cabello amarillo y la ambición y el engaño y la traición" que de los "cincuenta y seis millones de hermanos indios" muertos.
Y es irónico que esos mismos de quienes descendemos hoy continúen haciendo lo mismo: "quitaron hasta las lenguas, el idioma, y cambiaron nuestros dioses atemorizándonos con horribles castigos, como si pudiera haber castigo mayor que el haberlos confundido con nuestros propios dioses y dejado que entraran en nuestra casa y templos y valles y montañas".
A veces la historia se toma sus revanchas. Hasta parece que en ocasiones la historia es justa en si misma, aunque la justicia no llegue en el tiempo esperado y el castigo finalmente recaiga en hijos, nietos o bisnietos de quienes provocaron los hechos.
A veces la historia no parece justa... pero si intentamos reflexionar un poco quizá veamos que la respuesta es más sencilla de lo que parece: la historia, el tiempo en si mismo, finalmente nos juzga, nos condena y ejerce su castigo, aunque ya no formemos parte de esta vida.
Hoy no hay reparación para aquellos "cincuenta y seis millones de hermanos indios" muertos, pero como una ironía los descendientes de los responsables de esas muertes estamos recibiendo, día a día, a los que bajan "de sus barcos de hierro" (...) "... y la ambición y el engaño y la traición", aunque ahora bajen de aviones y vistan ropas de Armani y se hospeden en el Sheraton.
¿No estaremos pagando lo que hicieron nuestros antepasados por una extraña ironía de la historia?
¿Una paradoja temporal o el castigo tardío merecido?
Sé que no es justo lo que digo, también sé que parece un absurdo... pero dudo y pienso entonces, a partir de esa duda, en las consecuencias posibles a futuro si esta extraña paradoja absurda que se me acaba de ocurrir se convierte en realidad: ¿qué castigo tendrán nuestros hijos, nietos y bisnietos por nuestras acciones de hoy?
Y así, en un ejercicio de la imaginación, se me ocurre que quizás en el futuro otros, iguales que los de ayer, que nosotros y que los de mañana, bajen de otros transportes con otras ropas y se hospeden en otros lugares acompañados por "la ambición y el engaño y la traición", como decía el texto de "Plática de los sabios y ancianos"... y la historia vuelva a repetirse como si de un castigo demorado en el tiempo se tratase.
Guillermo Dillon
gdillon@dillondesign.net
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