FARSA ELECTORAL EN IRAK.
Por EL MILITANTE. -
Tuesday, Jan. 11, 2005 at 2:54 PM
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Elecciones en Iraq: un engaño cínico
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Autor : Alan Woods Fecha :
( 11-Enero-2005 ) Categoria : Iraq
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ientras
que todo el mundo lamenta el destino de los miles de muertos y lo
que se han quedado sin hogar por el desastre natural en Asia, otro
desastre provocado por el hombre continúa extendiendo la muerte, la
destrucción y la miseria en un país antiguo en las riveras de los
ríos Eufrates y Tigris. Bush, Blair y Powell derraman lágrimas
de cocodrilo por las víctimas del tsunami y agitan las manos en
público. Envían unos cuantos millones en “ayuda” para demostrar su
“humanidad”, pero gastan decenas de miles de millones en su guerra
criminal de ocupación de Iraq. Mucho tiempo después de que
supuestamente terminara la guerra, todavía inundan ese infeliz país
con más armas, tropas y armas de destrucción masiva. El número de
soldados estadounidenses en Iraq ahora es al menos de 150.000 y
sigue aumentando. Han asolado ciudades y devastado comunidades
enteras. Faluya es un montón de ruinas en llamas, un Guernica
moderno. Han muerto al menos cien mil personas, innumerables han
sido mutilados, se han quedado sin hogar y están hambrientos. Los
perpetradores de todas esta miseria se presentan ante las cámaras de
televisión como grandes humanitarios, libertadores y representantes
de la civilización. Cada guerra se caracteriza por las mentiras
y la propaganda que busca convertir al agresor en víctima y a la
víctima en agresor. Eso no es nada nuevo. Pero la hipocresía de los
agresores en este caso ha adquirido un nivel insuperable en los
sórdidos anales de la historia de la diplomacia. Los
imperialistas se quejan en voz alga de una “campaña sangrienta para
desbaratar las próximas elecciones parlamentarias en Iraq”. Pero
olvidan convenientemente que estas “elecciones” se celebran en un
país que está ocupado a la fuerza por ejércitos extranjeros. El
poder real en Iraq no es la administración títere actual de Allawi
ni cualquier gobierno hipotético que pudiera surgir de estas
“elecciones”. El poder está en manos del ejército estadounidense y
sus maestros en Washington. Mientras Iraq sigue bajo la bota
norteamericana todo lo que se hable de democracia y elecciones
seguirá siendo un fraude y una vergüenza. La población de Iraq
continúa luchando para liberarse de este odiado dominio extranjero.
Hace unos días los insurgentes asesinaron al gobernador de Bagdad.
Esto demuestra que tienen capacidad para golpear al corazón del
régimen títere incluso ante las narices de las fuerzas ocupantes.
The Economist comentaba lo siguiente: “Con el asesinato el
martes 4 de enero de Alí al-Haidri, gobernador de la provincia de
Bagdad, los insurgentes de Iraq han demostrado una vez más su
capacidad de golpear en el corazón de la dirección del país. El
gobernador y un guardaespaldas fueron asesinados cuando hombres
armados abrieron fuego contra su coche, en el oeste de la capital.
Un portavoz aparentemente de un grupo dirigido por Abu Musab
al-Zarqawi, un aliado de al Qaeda, dijo que el gobernador fue
asesinado por ser un agente ‘estadounidense’. Horas antes un
atentado suicida con coche bomba terminó con la vida de ocho
policías y tres civiles iraquíes en un puesto de control cerca de la
Zona Verde de alta seguridad, donde se encuentran las casas del
gobierno interino y las embajadas extranjeras. El lunes un coche
bomba con un suicida asesinó a dos personas mientras intentaba
atacar un puesto de bloqueo de carretera cerca de la sede del
Acuerdo Nacional Iraquí el partido del primer ministro interino
Allawi poco después de que el partido anunciara su lista de
candidatos para las elecciones parlamentarias del 30 de enero”.
Todo esto indica que a pesar de la extrema violencia demostrada
por las fuerzas estadounidenses en Faluya y otras zonas de Iraq, la
resistencia continúa y se ha intensificado. Las acciones arriba
mencionadas fueron sólo las últimas de una serie de ataques audaces
que tenían como objetivo demostrar que la resistencia todavía está
muy viva y dispuesta a desbaratar las planificadas “elecciones” de
los imperialistas. Esto ha provocado en los imperialistas un nuevo
ataque de indignación justificada. “¡Los insurgentes están contra la
democracia! ¡Quieren conseguir que el país sea ingobernable e
impedir el regreso a la normalidad!” Lo que quieren los
luchadores de la resistencia iraquí es hacer imposible la
consolidación de una ocupación ilegal y criminal de su país por
medio de unas elecciones fraudulentas. Las fuerzas ocupantes quieren
llevar un tipo de “normalidad” donde ellas puedan disfrutar los
frutos de su victoria sobre el pueblo de Iraq. Las grandes empresas
petroleras norteamericanas quieren “normalidad” para explotar las
enormes reservas petroleras de Iraq. Las grandes constructoras
norteamericanas quieren “normalidad” para llenar sus arcas con los
miles de millones extraídos de la población iraquí con los proyectos
rentables de reconstrucción, y así sucesivamente. Para conseguir
este tipo de “normalidad” necesitan un gobierno democrático
“normal”, formado por títeres iraquíes obedientes dispuestos a
colaborar gustosamente con los ocupantes de su país, entregando con
entusiasmo los miles de millones deseados. Washington dictará
democráticamente por teléfono la política a sus ministros en Bagdad.
Estos últimos gustosamente se harán cargo del trabajo sucio de
aplastar a los insurgentes que actualmente están haciendo las tropas
norteamericanas y británicas. A cambio, podrán obtener una parte del
botín obtenido con el saqueo de la riqueza petrolera de Iraq.
Este es el escenario agradable que sus amos del otro lado del
Atlántico preparan para Iraq. El guión ha sido redactado y bien
ensayado. Todo está preparado. Pero en el último minuto algunos de
los actores se olvidarán de sus líneas. Esta semana el jefe de
inteligencia de Allawi, Mohamed Abdullah Shahwani, declaró a French
News Agency (AFP) que reconocía que quizá había unos 200.000
insurgentes (incluidos aquellos que proporcionan logística y refugio
a los combatientes), fácilmente superan en número a las tropas
norteamericanas presentes en Iraq. Estas noticias llegan en un
momento inadecuado para Bush, Rumsfeld y Blair. La maquinaria
propagandística de Bush intenta minimizar la fuerza de los
insurgentes, los presentan como unos pocos cientos de fanáticos
extranjeros y unos miles de baaathistas intransigentes. Pero el
responsable de inteligencia de Bush confirmó que realmente había más
insurgentes que nunca unos 200.000, conjeturaba que de éstos unos
40.000 formarían el “núcleo duro”, funcionando en Iraq. Estas
cifras, a pesar de su carácter aproximado, ha demolido
comprensivamente las mentiras de la maquinaria propagandística de
Washington. Sin duda subestiman la verdadera situación. Por cada
combatiente activo participando en el movimiento de resistencia hay
diez, veinte o cien iraquíes más que simpatizan con los insurgentes
y odian a los estadounidenses. Esta es la razón del empeño de la
insurgencia, su capacidad de atacar incluso en las zonas muy
defendidas, y mantiene su fuerza de lucha contra un ejército de
150.000 equipados con el armamento más moderno y apoyado por la
mayor superpotencia del mundo. En su ansia de minimizar el nivel
de apoyo de los insurgentes, la propaganda imperialista ha intentado
exagerar las divisiones religiosas-sectarias en Iraq. Dicen que las
fuerzas rebeldes están formadas principalmente por los árabes
musulmanes sunnitas de Iraq, que sólo forman una quinta parte de los
26 millones de habitantes del país, pero que han gobernado el país
durante mucho tiempo, durante el régimen de Sadam Hussein y antes.
Dicen que los sunnitas se oponen a la votación democrática porque
eso llevaría a un gobierno dominado por la mayoría musulmana chiíta
del país. Uno de los efectos más perniciosos de la violación de
Iraq por parte de los imperialistas, es precisamente que ha servido
para atizar las llamas de las divisiones religiosas, nacionales y
sectarias en Iraq. Los imperialistas están acostumbrados a utilizar
la antigua táctica de “divide y vencerás” para debilitar en todas
partes los movimientos de liberación nacional de los pueblos
oprimidos. Iraq no es una excepción a la regla. Desde el
principio los imperialistas norteamericanos han utilizado
cínicamente a los kurdos y chiítas de Iraq para sus propios
objetivos. Utilizaron la opresión nacional que sin duda estos
pueblos sufrieron bajo la dictadura brutal de Sadam Hussein,
presentándose hipócritamente como sus “libertadores”. Esto era
una flagrante mentira. Desde el principio los imperialistas
demostraron la más absoluta indiferencia hacia el sufrimiento de los
chiítas y los kurdos de Iraq. Como siempre utilizan el destino de
los pueblos oprimidos y pequeñas naciones como una pequeña moneda de
cambio en sus maniobras e intrigas diplomáticas. Cuando Sadam
Hussein utilizó gas para bombardear a los kurdos, Washington guardó
silencio. Seguían vendiendo armas incluidas armas químicas a Sadam
Hussein, a quien en esa época veían como un aliado contra Irán.
Durante la última Guerra del Golfo, obra del padre de George
Bush, los norteamericanos incitaron cínicamente a la población
chiíta del sur de Iraq para que se levantaran contra Sadam Hussein,
después cruzaron los brazos y miraron como les aplastaban. ¡No!
El imperialismo norteamericano no es amigo de los kurdos ni de los
chiítas! Sólo está utilizando las incipientes divisiones religiosas
y nacionales en Iraq como una herramienta para maniobrar entre los
diferentes grupos religiosos y lingüísticos para dividir a la
población iraquí y fortalecer su propia posición. Esta es una
política criminal y en el futuro puede tener consecuencias
espantosas para toda la población de Iraq. Si existe el peligro de
que Iraq degenere en conflictos sectarios y étnicos la
responsabilidad es exclusiva del imperialismo. Los marxistas se
oponen implacablemente al desmembramiento de Iraq. Este hecho iría
en contra de los intereses de toda la población iraquí. Debilitaría
seriamente la lucha de liberación nacional contra el imperialismo.
Afortunadamente, después de generaciones de lucha contra el
imperialismo se ha forjado una conciencia nacional iraquí, que no se
destruirá fácilmente. La mayoría de los iraquíes se sienten
iraquíes, independientemente de las diferencias religiosas,
lingüísticas y culturales. Esto se pudo ver en la larga guerra entre
Irán e Iraq, donde mucho pocos iraquíes chiítas apoyaron a Irán,
donde los chiítas iraníes constituyen la aplastante mayoría. A
pesar de todos los esfuerzos de los imperialistas de sembrar
división en las filas del movimiento de liberación nacional, tanto
chiítas como sunnitas han participado en la insurrección contra el
invasor extranjero. Ambas comunidades han derramado su sangre y
odian a las fuerzas ocupantes y desean liberar a su país de ellas.
La verdadera razón por la que los insurgentes se oponen a las
“elecciones” es porque son una mentira cínica y un engaño al pueblo
iraquí y la opinión pública mundial. No tienen la intención de
introducir una verdadera democracia. ¿Cómo puede ninguna persona ser
libre con una bota extranjera en el cuello? El objetivo real de las
“elecciones” es bastante claro: legitimar la invasión de Iraq
encabezada por EEUU y disfrazar la cruel realidad de la ocupación
extranjera bajo la fachada de una administración títere. ¿Cuál
sería el principal objetivo de este gobierno? En primer lugar
mantener buenas relaciones con EEUU y pedir a sus tropas que se
quedaran. Los traidores iraquíes no son suficientemente fuertes para
sobrevivir sin la presencia del ejército estadounidense. No durarían
una semana si se retiraran las fuerzas estadounidenses. Pero pedir a
las tropas norteamericanas que se queden sería proporcionan una
coartada a Bush y Blair. Ellos dirían a sus críticos: “No
pretendemos quedarnos en Iraq mucho más tiempo del necesario. Pero
debemos respetar los deseos de la población de Iraq, expresada a
través de un gobierno elegido democráticamente que pide que nos
quedemos”. La situación es más o menos como sigue: un bandido
irrumpe en una casa en medio de la noche. Da una patada a la puerta
principal, dispara al dueño de la casa e intimida a toda la familia.
Rompe todos los muebles, rompe las tazas y los platos, se come toda
la comida. Después se pone cómodo, pone sus botas llenas de barro
sobre la mesa y anuncia que ha llegado para proteger a la familia y
que realmente le gustaría una invitación para quedarse unas semanas,
o meses. ¿Quién va a llevarle la contraria? La familia ansiosamente
está de acuerdo en sus reivindicaciones y él inmediatamente les dice
que todo el vecindario le ama y que la familia le ha pedido que se
quede todo el tiempo que quiera, por su propio bien naturalmente.
La excusa de los invasores como el bandolero de nuestra
historia es que han llegado a “defender” a la población de Iraq
contra enemigos terribles, que les infligirá un sufrimiento terrible
si pudieran. Pero envista de que ya han muerto por lo menos 100.000
iraquíes, ciudades enteras arrasadas y un país antes relativamente
desarrollado y culto reducido a un nivel próximo a la barbarie, la
pregunta que se debería hacer es si el daño infligido por estos
otros enemigos podría ser aún peor. Washington y sus apologistas
han intentado trazar un vínculo entre la resistencia iraquí y Osama
bin Laden. Pero ya está fuera de toda duda que al Qaeda no tenía
base en Iraq hasta que la invasión estadounidense le abrió la
puerta. Osama bin Laden tiene que agradecer esa base a George W.
Bush. No es la primera vez que el terrorismo y el imperialismo se
alimentan mutuamente. En cualquier movimiento de liberación
nacional hay todo tipo de tendencias diferentes e incluso
contradictorias, tanto reaccionarias como progresistas. No se puede
negar que hay reaccionarios fundamentalistas islámicos luchando
contra los estadounidense así como verdaderos luchadores por la
libertad iraquí. De la misma forma, en la resistencia contra la
ocupación alemana en Europa había tanto monárquicos reaccionarios
como comunistas. Este hecho de ninguna manera puede poner en duda el
carácter progresista del movimiento de liberación nacional. En
cualquier caso, es un derecho inalienable de la población de Iraq
decidir bajo qué tipo de gobierno quiere vivir. Esa decisión no la
pueden tomar por ellos los “demócratas” imperialistas en Washington
y Londres. La población iraquí será capaz de decidir su propio
futuro sólo cuando a estos “amigos” extranjeros se les enseñe la
puerta. Allawi encabeza la “lista iraquí”, una alianza
encabezada por chiítas que incluye el partido del primer ministro
interino y algunos sunnitas “moderados”. Promete “ley y orden”. Está
desafiado por la Alianza de la Unidad Iraquí, una coalición chiíta
cuyos líderes incluyen a Abdelaziz al-Hakim, un clérigo próximo a
Sistani, y Ahmed Chalabi, un político secular que contaba con el
apoyo de Washington pero que ha roto con sus antiguos compinches del
Pentágono. Sin embargo, no hay acuerdo sobre la conveniencia de
convocar las elecciones en enero incluso entre aquellos individuos y
partidos que se supone tienen que participar en ellas. El gran
ayatolá chiíta Alí al-Sistani, está presionando para que las
elecciones sigan adelante según lo previsto, pero algunos sunnitas
“moderados”, incluso algunos líderes chiítas, están pidiendo un
retraso. El 27 de diciembre el Partido Islámico Iraquí, un grupo
sunnita grande y “moderado”, se convirtió en el último en
desmarcarse de las elecciones y pedir su aplazamiento, mientras
continúe la violencia, que se concentra en las zonas de mayoría
sunnita, es imposible hacer unas elecciones justas. Otros grupos
sunnitas, como el Consejo de Sabios Musulmanes, se ha mantenido
firme en que no participará en unas elecciones mientras las fuerzas
estadounidenses continúen ocupando el país. Las vacilaciones de
los “moderados” (es decir, colaboradores) son incomprensibles. Si
participan se enfrentan al asesinato. Por otro lado, si boicotean
las elecciones, quedarán excluidos del acceso al “poder” (es decir,
al saqueo). En pocas palabras, están contra la espada y la pared.
Los planes de los norteamericanos según pasan los días parecen
más inciertos. Los insurgentes están incrementando su ofensiva, los
candidatos se están retirando, ha habido peticiones de aplazamiento
incluso entre miembros de la administración interina de Allawi. El
lunes, el ministro de defensa, Hazim al-Shaalan un chiíta secular
dijo mientras visitaba El Cairo que estaba pidiendo a Egipto que
intentara persuadir a los sunnitas iraquíes para que participaran en
las elecciones pero que si continuaban con el boicot entonces la
votación debería retrasarse. En declaraciones a la agencia
Reuters el martes, el presidente interino de Iraq, Ghazi al-Yawar,
un sunnita, pidió a las Naciones Unidas que consideraran la
posibilidad de aplazar las elecciones. Al día siguiente, cuando
continuó el asesinato de al menos 15 personas en una academia de
policía iraquí, Allawi insistió de nuevo, no habrá ningún
aplazamiento. En esto cuenta con el firme apoyo de EEUU y Sistani.
A pesar de todo, Washington está insistiendo en que las
elecciones deben seguir adelante como estaba planificado, incluso si
una gran parte de la población no tiene posibilidad de participar en
ellas. Ellos dicen: “unas elecciones imperfectas son mejores que
ningunas elecciones”. Pero la verdad es que las elecciones son sólo
para las apariencias, para las relaciones públicas en casa y en el
extranjero. Ellos necesitan un sello para la ocupación. Por lo
tanto, si acatan o no el criterio democrático más básico no tiene la
más mínima importancia. Por lo tanto lo más probable es que se
celebren las elecciones el 30 de enero en la mayor parte del país.
EEUU y sus aliados esperan repetir las elecciones de Afganistán,
donde las amenazas de un desbaratamiento extendido por parte de los
militantes islamistas no se materializó y el presidente interino
apoyado por EEUU, Hamid Karzai, “ganó” la mayoría. Sin embargo, este
resultado está lejos de estar garantizado en Iraq e incluso en
Afganistán y de ninguna manera significa la estabilidad. El gobierno
de Karzai no gobierna más allá de los márgenes de Kabul. Como
Allawi, se sostiene precariamente sobre las bayonetas
norteamericanas. Como se quejaba The Economist: “En ambos
países, los grupos militantes están lejos de estar acabados y las
reformadas fuerzas de seguridad iraquíes y afganas todavía son
débiles, mal entrenadas y llena de deserciones e infiltraciones. El
recién elegido presidente de Afganistán y el parlamento que Iraq
debe tener en breve, seguirán siendo vulnerables durante algún
tiempo a aquellos completamente decididos a atacarles a ellos y al
mismo concepto de la democracia”. La palabra “democracia” es
soberbia. Los derechos democráticos de la clase trabajadora en Gran
Bretaña, EEUU y en los demás países fueron conquistados por la clase
obrera durante generaciones de lucha, contra los ricos y los
poderosos, que se resistieron a ello. No es una palabra fácil en los
labios de personas como George Bush, que fueron “elegidos”
presidentes a través del fraude. Ese otro gran “demócrata” de
occidente, Tony Blair, ha demostrado reiteradamente su desprecio por
la democracia, cuando con su amigo de la Casa Blanca, inició una
guerra criminal en Iraq contra los deseos de la aplastante mayoría
de la población británica. No se puede hablar de democracia sin
autodeterminación. Esa verdad elemental estaba clara para la
población de EEUU incluso cuando expulsaron por la fuerza de su
suelo al ejército británico en el siglo XVIII. ¿Si fue bueno
entonces para la población norteamericana por qué no es bueno ahora
para la población iraquí? La farsa “electoral” en un Iraq
ocupado es un engaño cínico que debe ser denunciado por el
movimiento obrero de todos los países. Aquellos que quieren defender
la libertad y los derechos democráticos del pueblo iraquí deben
exigir la retirada inmediata e incondicional de todas las tropas
extranjeras del suelo iraquí. ¡La población iraquí es la que debe
decidir!
Posdata:
Los
estadounidenses dicen “no” a la guerra en Iraq
Según una encuesta publicada por Washington
Post-ABC News a finales de diciembre, el 70% de los estadounidenses
piensan que la guerra en Iraq ha tenido un coste en bajas
inaceptable. El cincuenta y seis por ciento decía que “no
merecía la pena luchar” la guerra, se trata de un aumento de ocho
puntos comparado con el verano pasado. Resulta significativo que es
la primera vez que una mayoría decisiva de la población
estadounidense ha llegado a esa conclusión. A la pregunta de si
Iraq está preparado para las elecciones de finales de este mes, el
58% cree que el país no está preparado. El 60% quieren que las
elecciones sigan adelante según lo previsto, incluso aunque el 54%
muy correctamente no espera unos resultados honestos con un
“recuento justo y exacto”. La principal baza de Bush la
confianza de la opinión pública en su liderazgo en la “guerra contra
el terrorismo” sigue bajando comparados con los resultados del año
pasado. El cincuenta y tres por ciento aprueba su gestión del
terrorismo, mientras que el 43% no lo hace. Hace un año las cifras
eran un 70% y un 28%. De manera similar, una encuesta de AP a
principios de enero confirma que la mayoría de la población
norteamericana tiene una baja opinión de la forma de llevar la
guerra, el 44% lo apoya y el 54% lo desaprueba, según una encuesta
realizada entre 1.001 adultos. En la política exterior de Bush la
población está aún más dividida, el 50% la aprueba y el 48% la
desaprueba. Independientemente de las cifras, la tendencia es
clara: los halcones de la Casa Blanca pierden apoyo y tarde o
temprano el boomerang de las protestas estallará en sus caras.
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