Contra la ocupaciòn yanky de Afganistàn
Por EL MILITANTE -
Wednesday, May. 25, 2005 at 10:22 PM
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AFGANISTÁN: SE AGRAVA LA MISERIA BAJO LA
OCUPACIÓN IMPERIALISTA |
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Autor : Lal Khan Fecha : (
25-Mayo-2005 ) Categoria : Asia
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ahore,
mayo de 2005. Después de tres años y medio de ocupación
estadounidense, la paz, la estabilidad y la libertad se restringen
al enclave presidencial oculto tras grandes muros en Kabul. Ahí es
donde reside Karzai. Los mercenarios estadounidenses lo protegen,
asesoran o mandan, da igual como se lo quiera denominar, lo apoyan
diplomáticos norteamericanos y sigue las instrucciones del
Departamento de Estado en Washington.
De vez en
cuando, ministros, funcionarios, senadores, congresistas y
diplomáticos estadounidenses visitan Kabul para inspeccionar el
trabajo que han asignado a su títere. Esta casta de nuevos
dirigentes afganos está intentando desangrar los ya reducidos
recursos del país después de décadas de devastación y guerra. Antes
de la invasión estadounidense de Afganistán en 2001, el imperialismo
norteamericano llevaba décadas, a través de acciones encubiertas,
intentando desestabilizar y destruir este trágico país.
Después del 27 de abril de 1978, con la revolución
Saur (primavera) en Afganistán, el feudalismo, el oscurantismo, el
tráfico de mujeres y la despiadada explotación por parte de la
minúscula elite capitalista estaban amenazados. El nuevo régimen del
PDPA, encabezado por Mohamed Tarakai, empezó a llevar a cabo una
reforma agraria drástica, prohibió la usura y el comercio humano, e
intentó derrocar el corrompido sistema semifeudal y semicapitalista
de Afganistán. Estos demonios eran la piedra angular del dominio
imperialista norteamericano en Afganistán. Por esa razón la CIA
inició la mayor operación encubierta de la historia moderna para
derrocar un régimen de izquierda y desestabilizar Afganistán.
Utilizó el sabotaje e intentó destruir la ya débil y desestabilizada
infraestructura del país.
Entrenaron y crearon grupos
terroristas en el noroeste de Pakistán y en las zonas tribales
fronterizas de Afganistán. Estos fanáticos islámicos fueron enviados
a Afganistán para llevar a cabo actos de terrorismo, para provocar
el caos y la destrucción. Se gastaron enormes cantidades de dinero y
armas para alimentar la insurgencia reaccionaria. Para financiar
toda esta operación se utilizaron también los ingresos petroleros
saudíes. Uno de los saudíes reclutados por la CIA para esta yihad
afgana fue Osama Bin Laden.
Como en todas las demás
operaciones, la CIA utilizó el tráfico de drogas y otros métodos
criminales para financiar esta yihad. Los medios de comunicación
occidentales atribuyeron la destrucción de Afganistán en los años
ochenta a los gobiernos del PDPA, pero esto no sólo es una mentira
descarada sino que fue exactamente lo contrario. Mientras que el
régimen afgano de izquierda intentaba construir el país, los
estadounidenses y las fuerzas reaccionarias del fundamentalismo
islámico desatadas por los imperialistas intentaban devastar el
país.
Un país soberano fue atacado y culparon a su
gobierno de la guerra y la devastación. Esta es la realidad de la
sacrosanta “libertad de prensa” de los intelectuales occidentales.
Pero incluso después de la caída del gobierno Najibullah en 1992, la
intervención estadounidense aumentó su apoyo a una de las fracciones
frente a las demás para intentar mantener el control y la hegemonía.
También es verdad que los talibán, ahora tan
ridiculizados por los medios de comunicación occidentales y
demonizados para aterrorizar a los trabajadores, especialmente de
los países capitalistas desarrollados, en realidad fueron apoyados y
financiados por los estadounidenses y sus empresas multinacionales,
sobre todo el gigante petrolero UNOCAL.
Las
condiciones de las masas afganas, después del derrocamiento de los
talibán y la invasión estadounidense, se han deteriorado aún más.
Las historias melodramáticas de la prensa occidental sobre el trato
atroz de las mujeres bajo los talibán puede que se hayan apagado
pero el sufrimiento de la gran mayoría de las mujeres continúa
siendo insoportable. Para la mayoría, el velo (el burka) no ha
desaparecido y todavía están sometidas a atrocidades terribles. El
23 de abril en la provincia de Badakshan una mujer de 29 años,
Amina, fue sacada a rastras de su casa y apedreada hasta la muerte
por un supuesto adulterio.
La pobreza, la privación,
el hambre, la enfermedad y la miseria acechan el país. Hay
constantes noticias de hambre y muertes debido al frío. La imagen
presentada por las ONG es engañosa, la mayoría de la población
todavía no tiene acceso al agua potable, la sanidad, los hospitales,
los dispensarios y las escuelas.
La invasión
estadounidense ha devastado Afganistán mucho más que las dos décadas
anteriores de guerra civil. El bombardeo despiadado ha asesinado a
miles de personas, incluidos mujeres, niños y ancianos. Han inundado
el país con bombas y munición valoradas en 10.000 millones de
dólares mientras que apenas han llegado 1.000 millones para la
“reconstrucción” de Afganistán. Los escasos fondos de desarrollo que
han llegado se han destinado a la “seguridad”. Según pasa el tiempo
la resistencia, no sólo de los talibán, aumenta. Los asesinatos, los
enfrentamientos y los helicópteros derribados son algo normal en el
Afganistán actual. La mayor parte de la economía afgana está
dedicada al comercio de heroína y adormidera.
Con el
gobierno de los talibán 4.613 acres de tierra se dedicaban al
cultivo de adormidera. Con el general John Abizaid se están
utilizando 510.766 acres (las dos cifras proceden de la Oficina de
la Casa Blanca para el Control Estatal de Drogas). Los talibán
producían 40 toneladas métricas de opio, el equivalente a cinco
toneladas métricas de heroína. Con el comandante en jefe del Mando
Central estadounidense, Afganistán produce 5.000 toneladas métricas
de opio o el equivalente a 600 toneladas métricas de heroína.
En 2001 todas las existencias de heroína en
Afganistán tenían un valor de 600 millones de dólares en las calles
de Frankfurt y Rotterdam. El año pasado su valor podía ascender a
los 50.000 millones de dólares en las mismas calles. Esto representa
dos tercios del PIB anual de Pakistán. Afganistán tiene seis
vecinos, Pakistán, Tayikistán, Irán, Turkmenistán, Uzbekistán y
China. De los seis, la frontera afgano-pakistaní, de 2.430
kilómetros, es la más larga y porosa. Según el general Nadeem Ahmed,
director general de la Fuerza Antinarcótica de Pakistán (FAP),
aproximadamente el “70 por ciento de los narcóticos fabricados en
Afganistán son comerciados o transportados a través de Pakistán”.
La adormidera se cultiva al otro lado de la frontera,
en Afganistán, pero la mayoría de los laboratorios están en
territorio pakistaní. El “camino rápido del opio” tiene tres
corredores: el corredor sur de la “luna creciente dorada” recorre
las ciudades pakistaníes de Islamabad, Sialkot, Sukkar, Karachi y
llega al Mar de Arabia (hay una bifurcación que lleva a India). El
corredor occidental tiene su ruta entre Teherán, Esfahan y llega a
occidente a través de Turquía y de ahí a Europa. El corredor del
norte pasa por Turkmenistán y atraviesa el Mar Caspio.
Después de la invasión estadounidense el general
Tommy Franks, predecesor de Abizaid, reclutó a todos los señores de
la guerra que pudo llegándoles a pagar un millón de dólares al mes.
Los señores de la guerra tomaron los dólares de Tommy, compraron más
armas, aumentaron sus seguidores y consiguieron más territorio bajo
su control. Tomaron los dólares, lucharon contra los talibán y
después consiguieron mucho más dinero cultivando adormidera en el
territorio que tenían bajo su control. La mayoría de los activos
humanos de la CIA en Afganistán también se dedicaron a la empresa de
sembrar semillas para financiar la “guerra contra el terrorismo” de
EEUU.
La heroína de Afganistán es la más pura y es su
moneda alternativa. Los señores de la guerra, los campesinos y los
comerciantes acumulan heroína de la misma manera que en el resto del
planeta acumulan dinero en los bancos. Hamid Karzai puede que sea el
gobernante de Kabul, pero los barones de la droga, aliados estrechos
de las fuerzas estadounidenses, son los verdaderos gobernantes del
país. La Oficina de la Casa Blanca para la Política Nacional de
Drogas (una parte de la oficina ejecutiva del presidente) dice lo
siguiente: “poca heroína afgana ha terminado en las calles de EEUU,
la mayoría de la heroína afgana se comercializa en los países
vecinos y en Europa”. Como ocurrió durante la guerra reaccionaria
encubierta contra el gobierno del PDPA, la CIA tiene ahora el
control del comercio de heroína en la “luna creciente dorada”.
En estas condiciones apenas existen posibilidades de
estabilidad y desarrollo. La llamada “loya jirga”, la congregación
medieval de los tiempos prefeudales, está lejos de ser un ejemplo de
democracia. Incluye a los señores de la guerra, los terratenientes
feudales, los jefes tribales, los barones de la droga, los mulás,
los remanentes de la monarquía y por supuesto, los empresarios
formados en occidente que ahora defienden los intereses de las
multinacionales imperialistas. La mayoría de estos empresarios han
llegado a Afganistán en la nómina de estas empresas y sus familias
residen en Europa y EEUU.
Aquellos que defendieron un
Afganistán estable bajo los auspicios de la ONU después de la
invasión imperialistas han demostrado estar totalmente equivocados.
Lejos de ser una sociedad liberal y democrática estable, hay una
continua escalada de violencia. Existen conflictos entre los
diferentes señores de la guerra, los barones de la droga y los
talibán. Estos últimos, lejos de estar eliminados, el 19 de abril
comenzaron a emitir por radio. El mulá Omar y Bin Laden todavía
están presentes y los estadounidenses están intentando negociar con
algunos sectores de los talibán.
Karzai tiene poca
capacidad de mando o ninguna más allá de Kabul. No es casualidad que
haya solicitado un tratado de seguridad a largo plazo con los
estadounidenses. Según el acuerdo propuesto, el gobierno de Karzai
pediría a las fuerzas norteamericanas que se quedaran en Afganistán
durante décadas. Los europeos no están muy entusiasmados con esa
posibilidad, ni tampoco los estadounidenses. Pero, como en Iraq,
están atrapados en Afganistán. Las bajas estadounidenses son algo
normal en este país. Una retirada norteamericana significaría el
colapso inmediato del régimen títere de Kabul y Karazi debería huir
con las tropas norteamericanas.
Lo que sí se ha
demostrado categóricamente durante los últimos tres años y medio es
que la ocupación imperialista ha llevado más muerte y destrucción a
Afganistán, en lugar de la democracia y la estabilidad que habían
prometido. Las elecciones celebradas a principios de este año fueron
un engaño total. Iban más dirigidas a las pantallas de la CNN que al
interior. En los campos de refugiados en Pakistán e Irán la mayoría
de los votos fueron fantasmas. El primitivismo de Afganistán no
permite el surgimiento de una burguesía democrática. La naturaleza
combinada y desigual de su desarrollo ha exasperado aún más las
contradicciones entre su primitivismo y la modernidad selectiva que
intentan imponer los imperialistas.
Por esa razón,
debido al actual capitalismo paralítico, la economía de la droga y
el tribalismo premedieval, las perspectivas para Afganistán sólo
pronostican más derramamiento de sangre y caos. Existe un odio
latente contra la ocupación imperialista y eso agrava aún más la
situación de la seguridad.
La revolución de abril de
1978 fue una reivindicación tácita del hecho de que la democracia no
se puede sostener ni florecer en el primitivismo de la sociedad
afgana, con unas formas económicas semifeudales y semicapitalistas.
Pero los dirigentes del PDPA tenían una posición nacionalista, en
lugar de tener una postura marxista e internacionalista. La
intervención soviética complicó aún más las cosas para los
estalinistas afganos y la crisis interna del régimen fue un factor
importante que llevó a su colapso.
Un par de meses
después de la revolución afgana el compañero Ted Grant, discutiendo
la política y la estrategia del gobierno del “partido comunista”,
escribió lo siguiente en el verano de 1978:
“Los
miembros de las tribus se verán influenciados por el proceso que se
está desarrollando entre sus hermanos al otro lado de la frontera.
En la frontera noroeste de Pakistán y entre los baluchis, ya existe
una rebelión endémica y en ebullición, estás personas están mirando
a la unidad con sus hermanos de Afganistán. El efecto sería como el
de las ondas en el agua, la repercusión llegaría a Irán e incluso a
la India. Este es el camino que debería emprender el ‘Partido
Comunista’ si quiere mantenerse en el poder con los oficiales
radicales. La oposición a la vieja fuerza en Afganistán, como en
Etiopía, con toda probabilidad empujará en esta dirección.
Si lo retrasan, posiblemente por la influencia del
embajador y el régimen rusos, prepararán el camino para una feroz
contrarrevolución basada en la amenazada nobleza y los mulás. Si
triunfa, la contrarrevolución restaurará el viejo régimen sobre los
huesos de cientos de miles de campesinos, masacrará a los oficiales
radicales y exterminará a la elite culta. Por el momento -hasta que
exista un movimiento de la única clase avanzada que puede conseguir
la transición al socialismo en los países industrialmente
desarrollados- el desarrollo más progresista en Afganistán parece
ser actualmente la instauración del bonapartismo proletario.
Mientras no cierren los ojos a las nuevas
contradicciones que eso implicará, sobre la base de una economía
transicional de un estado obrero, sin democracia obrera, los
marxistas, de una manera sobria, apoyaremos el surgimiento de este
estado y un nuevo debilitamiento del imperialismo y el capitalismo,
y de los regímenes basados en las remanentes del feudalismo en los
países más atrasados”.
¡De qué forma los trágicos
acontecimientos posteriores demostraron la corrección de esta
perspectiva! Si el régimen del PDPA hubiera hecho un llamamiento de
clase a los trabajadores de Pakistán, Irán y otras partes para que
apoyaran la revolución, la CIA y sus seguidores se habrían
enfrentado a una feroz resistencia por parte del movimiento de
masas, sobre todo en Pakistán desde donde se inició la
contrarrevolución.
Hoy, la horrorosa experiencia de
las masas afganas continúa. No sólo los estadounidenses, también los
gobernantes indios, pakistaníes, rusos, franceses, iraníes e incluso
los chinos, están jugando a nuevos grandes juegos, como si fueran
buitres sobre el cuerpo herido de Afganistán. La única salida a los
siglos de largo sufrimiento de las masas afganas es una solución
revolucionaria.
Sin embargo, esta revolución está
intrínsecamente unida a las perspectivas revolucionarias en los
países vecinos, sobre todo Irán y Pakistán. Está creciendo una nueva
generación de jóvenes. Han visto los horrores del régimen talib, la
guerra civil y las brutalidades de la invasión norteamericana. Ahora
están buscando una salida.
Históricamente, Afganistán
tenía un fuerte movimiento de izquierda. No es causalidad que sin
información, y en contra de la voluntad de la burocracia estalinista
de Moscú, en Afganistán hubiera una revolución en abril de 1978. Sin
embargo, la revolución fue distorsionada, sus reformas y otros pasos
contra el capitalismo y el oscurantismo han dejado su marca en la
memoria de las generaciones posteriores.
Los jóvenes
ansían un cambio y una insurrección revolucionaria de la juventud en
el “bárbaro” Afganistán puede sorprender a muchos. Este movimiento
no sólo obligaría a los ocupantes imperialistas a abdicar de
Afganistán sino que además podría vincularse con el movimiento
revolucionario de las masas en Irán y Pakistán, con quienes tienen
lazos históricos, sociales y culturales.
De la misma
manera, una insurrección revolucionaria y que los marxistas consigan
una base de masas en Pakistán e Irán, podría influir en los procesos
de Afganistán e impulsar una insurrección revolucionaria allí. Sin
una revolución socialita no se podrá resolver ni uno solo de los
problemas, ni se podrá sacar a Afganistán de la edad media y el
primitivismo, una situación en la que se encuentra esta tierra y su
población en los inicios del siglo XXI.
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