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Las Encinas 01020
Por Pedro CAYUQUEO / Periódico Azkintuwe - Tuesday, Oct. 18, 2005 at 10:17 AM
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Estudiantes en Lucha

Las Encinas 01020...
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Doña Carmen vive a metros del Hogar mapuche. Es vecina de los estudiantes y confiesa estar cabreada de sus habituales jornadas de protesta. Don José vive unos metros más allá y se reconoce orgulloso de sus jóvenes vecinos. Si los techos del hogar hablaran, contarían decenas de historias de resistencia. Por estos días, sus miembros acaban de finalizar un nuevo período de movilizaciones, que incluyó marchas, barricadas, ayunos y ocupación de oficinas públicas. También allanamientos, detenciones y brutalidad policial por doquier. Bienvenidos a Las Encinas 01020 (Foto de Wladimir Painemal).


DOÑA CARMEN VIVE hace años en la Avenida Las Encinas, un tranquilo sector del barrio universitario de Temuco. "Tranquilo hasta que llegaron estos jóvenes", me aclara subiendo el tono de sus palabras. Desde hace más de quince años que doña Carmen vive en el sector y dice estar cabreada. Es vecina del hogar universitario y reconoce estar "hasta la coronilla". "Entiendo que reclamen, pero no son las formas, tanta violencia, fíjese usted", me dice, recordando aquellas largas jornadas de protesta y los violentos enfrentamientos con la policía que le ha tocado presenciar en los últimos años. Y a metros de su puerta. "Asi no se puede vivir, no se puede", me dice, enojada. "En algunas ocasiones la cuadra parece un infierno, de piedras, lacrimógenas, bombas, fuego... ni a la calle se puede salir, no queda otra que refugiarse aquí dentro", señala.

Doña Carmen se ve una buena persona. Dice no tener nada personal contra los mapuche. De hecho, uno de sus yernos es "indígena", me confiesa. Trabajador y cumplidor, como son la gente criada en el campo, agrega. Aun así, no entiende la actitud de los estudiantes. "Ellos son universitarios, jóvenes preparados. Imagine, yo soy dueña de casa, no tengo estudios, pero se como debo comportarme. No son maneras el estar quemando neumáticos, peleando todo el día con Carabineros", me dice. Y para demostrar su imparcialidad, remata. "Aunque esos señores tampoco lo hacen nada de mal... si pareciera que disfrutan golpeando a estos chicos. ¿Cuál será la gracia digo yo?... les avivan la cueca, les siguen el juego... Y es que los uniformados acá son harto brutos, que quiere que le diga".

Le comento sobre las demandas de los estudiantes, de las malas condiciones del recinto, de la falta de alimentación que los afecta, los techos que se caen a pedazos. "Oiga.. pero tienen becas, si les dan de todo hoy en día por ser indígenas". Mapuche, son mapuche, le aclaro. "Como sea... indígenas, mapuche... mire usted, yo tengo mis nietos, ya están en la universidad dos de ellos, aquí en la misma UFRO y los dos deben pagar... no tienen becas, hogares, nada y lo más bien que estudian. Son buenos jóvenes. Estudian sin desorden y calladitos. Yo creo que estos cabros se acostumbraron a que les dieran todo... esa es la verdad de las cosas". Intento contraargumentar. La pobreza en las comunidades. La desigualdad existente en el acceso a la educación superior. Inútil tarea. De la deuda histórica mejor ni hablar.

En calle Los Gladiolos vive don José. En estricto rigor no es vecino del hogar, sino de las antiguas dependencias de la Subdirección Sur de la Corporación Nacional de Desarrollo Indígena (CONADI), contiguas al recinto estudiantil. Sin embargo, de barricadas, lacrimógenas, enfrentamientos y desalojos sabe como pocos. Y es que las ex oficinas de CONADI fueron durante años el blanco pedilecto de los estudiantes a la hora de presionar al gobierno. Y Los Gladiolos, la calle predilecta de la policía a la hora de desalojarnos. "Soy un testigo privilegiado", me dice, sin disimular su cuota de orgullo. Y es que don José, un ex profesor exhonerado en dictadura por su activa militancia socialista, disfruta como pocos con las correrías de los jóvenes mapuche. E incluso, desde uno de los balcones de su casa, de vez en cuando hasta los alienta.

"Me recuerdan mis tiempos de juventud, cuando soñabamos con cambiar el mundo y no aguantábamos que nos pasaran a llevar asi como asi", me confiesa. "Soñábamos en grande", comenta con nostalgia. Le pregunto su opinión sobre el hogar. "Yo creo que los cabros están en todo su derecho de reclamar. Mire usted cómo está la educación en este país, todo se compra y se vende... eso es una verguenza, una verguenza del porte de un buque, joven. Y lo peor es que son los socialistas quien están destruyendo nuestro país, este mismo señor Ricardo Lagos, que se cree el papá de todos y nos gritonea cuando quiere, es el principal responsable. El vendió Chile, lo vendió".

-"Sobre el hogar... ¿don José?"-, le insisto. "Si, en eso estaba, para allá iba, déjeme continuar... Me parece bien pues oiga, bien que peleen y que le enseñen a los otros cabros cómo se llevan puestos los pantalones. Si no se trata de pedir favores al estado o pedir limosnas. Son derechos básicos, mi estimado. DE-RE-CHOS!", me dice, enfatizando aquella palabra como solo podría hacerlo un ex profesor de estado. Don José reconoce no saber cuáles son en concreto las demandas de los estudiantes, pero aun así los apoya decidido. "Entiendo que hace años los quieren sacar de allí, echarlos para la calle, una injusticia sin nombre". Y agrega. "Imagine usted que el compañero Allende creó ese hogar para los jóvenes campesinos mapuche. Un centro modelo, en esos años, una gran inversión y ante todo un gran gesto, fíjese usted".

-"¿Un gesto?"-, pregunto intrigado. "Claro pueh, un gesto y muy valioso. Si esta tierra antes era un tremendo fundo, el fundo Trianon que le llamaban, de puros ricos... Allende expropió esta tierra para que volviera a manos mapuche, por eso creó ese recinto, para que los jóvenes campesinos se capacitaran y tuvieran una mejor vida", me cuenta. La memoria de don José es prodigiosa en datos. El lo sabe y continúa. "Yo recuerdo cuando se inauguró ese centro, vino Allende, fue el año 1972, si mal no recuerdo, un suceso, habían muchos mapuche que viajaron desde el campo, en micros, cuando todo esto eran puros caminos de tierra... fue algo muy bonito, mi estimado... lástima que después llegó este delincuente habitual de Pinochet. Lo primero que se le ocurrió fue pasarle el centro a su señora, que lo llenó de viejas pitucas que lo usaban para juntarse a copuchar y tejer. Mire la tontera pa' grande. Ladrón y mandoneado por la mujer, quién lo diría", remata.

*

NOVENTA Y CUATRO SON LOS jóvenes que duermen bajo los techos del hogar mapuche. Correción: bajo los techos que aún quedan en dicho recinto, los cuales han debido soportar hasta la fecha más de 35 crudos inviernos y en los últimos años, pelotones enteros de efectivos policiales corriendo y persiguiendo estudiantes como si se tratara de la vía pública. Si los techos del hogar estudiantil hablaran, faltarían horas de cinta para guardar las entrevistas. Nos contarían innumerables historias de resistencia y, también, por cierto, de derrotas. Historias de lucha, en definitiva, porque bien saben los estudiantes que en toda lucha a veces se gana y otras veces se pierde, pero lo principal -como de seguro piensa don José- es nunca dejar de hacerlo.

Si los maltratados techos de "Las Encinas", como se conoce generalmente a este hogar estudiantil, hablaran, contarían por ejemplo, la historia de Cristobal Cayupán, quien tras el último allanamiento policial realizado el pasado 8 de septiembre, resultaría brutalmente golpeado por efectivos del Grupo de Operaciones Especiales de Carabineros (GOPE), justo sobre los dormitorios del Pabellón Nº1. Jorge, alumno de primer año de Ingenieria Forestal de la Universidad de La Frontera, había participado ratos antes de la ocupación de las oficinas del Instituto de Desarrollo Agropecuario (INDAP), aledañas al recinto. Al producirse el desalojo, Cristobal huyó hacia el hogar, refugiándose en el techo. Sin embargo, no tuvo la menor chance. Menos cuando decenas de policías armados hasta los dientes treparon los muros del viejo recinto tras sus pasos, propinándole de paso una brutal golpiza.

"Yo estaba en el techo cuando me agarraron. Eran tres pacos, dos me agarraron de los brazos y el otro comenzó a golpearme en el rostro, golpes de puño. Me golpearon hasta que me dejaron casi inconsciente. Así me bajaron del techo y me llevaron hasta la micro, donde nos seguían insultando, de manera racista para bajarnos la moral a todos. A algunos de mis compañeros les seguían pegando en la micro. Yo me quede sentado allí, no podía moverme del dolor y veía todo nublado". Cristobal recuerda los hechos con rabia e impotencia. No es para menos. En aquella jornada, más de 100 efectivos policiales irrumpieron en el hogar con la orden de detener a la mayor cantidad posible de estudiantes, en respuesta a la ocupación del INDAP. Los jóvenes buscaban llamar la atención de las autoridades respecto de las malas condiciones de su albergue. Como respuesta, 58 de ellos resultaron golpeados y detenidos (entre ellos, 23 mujeres), la mayoría dentro de los pabellones del propio hogar.

Este fue el caso de Jorge Painemilla Nahuelcoy, alumno de cuarto año de Ingenieria en Ejecución Agrícola de la UFRO, quien fue sacado a patadas desde su pieza por efectivos del GOPE. "Eran tres pacos, quienes volaron a patadas la puerta de mi pieza y entraron para detenerme. Entre todos me golpearon. Después llegaron otros que también se sumaron a patearme y pegarme con palos en el cuerpo. A mi me dejaron más mal que a los otros peñi, con lesiones en las manos, las costillas, incluso una patada en los testículos que me hizo perder el conocimiento... Desperté en la micro, gritando de dolor y con los pacos burlándose. Más tarde, ya detenidos en la Comisaria, nos llevaron a constatar lesiones al Hospital Regional", relata Jorge. La orden de allanamiento había sido ordenada por el Gobernador de la Provincia de Cautín, Isaac Vergara.

"Nosotros solo buscábamos llamar la atención del gobierno, queríamos que la ministra de Mideplan, Yasna Provoste, aceptara dialogar y atender nuestras demandas. Nos acusaron de ser violentos, de causar destrozos, dijeron incluso que teníamos bombas en el hogar ese día. Mentiras, puras mentiras para confundir a la gente y restarnos su apoyo", me dice Jorge. Al final del día, el único diálogo logrado por los estudiantes fue el que sostuvieron con Cristian Crisosto, fiscal del Ministerio Público de La Araucanía. "Creemos que como mapuche requerimos una residencia digna, acogedora, que brinde los servicios básicos, que esté reconocido institucionalmente con el objetivo de que nuestros hijos, hermanos y descendencia nos aboquemos solamente a estudiar y reconstruir nuestra identidad cultural", le señalaron los estudiantes. Crisosto se limitó a leerle a cada uno sus derechos. Estaban todos detenidos.

Jorge recuerda entre risas lo sucedido, pero en aquella jornada los asesinos balines disparados por la policía causaron estragos en varios de sus compañeros. Y como señalamos, 58 de ellos debieron pasar la noche apiñados en una fría celda de la Segunda Comisaría de Temuco. Días más tarde, 26 de ellos -incluidos Cristobal y Jorge- serían formalizados por el Tribunal de Garantía de Temuco, bajo el cargo de "ocupación ilegal de oficina pública”. Y si bien todos quedaron finalmente en libertad, se decretaron contra ellos medidas cautelares consistentes en arraigo nacional, firma mensual y prohibición de acercarse a las oficinas del INDAP. No serían los últimos procesados. Cinco días más tarde, otros seis universitarios serían detenidos y puestos a disposición de los tribunales. Lucía Huenuqueo, Mónica Reuca, Cristián Hormazábal, Roberto Antivil, Tamara Reinao y Cecilia Cona, todos miembros del hogar, se habían encadenado en la reja de acceso a la subdirección sur de la CONADI, en pleno centro de la ciudad. Exigian una vez más ser escuchados por el gobierno y teminaron -al igual que sus compañeros- confinados en un calabozo y posteriormente procesados por la justicia.

*

REBOBINEMOS. LA HISTORIA de Las Encinas es conocida. Un antiguo recinto de capacitación campesina, ocupado "ilegalmente" y transformado luego en residencia estudiantil por jóvenes mapuche de Temuco. Todo ello, en el lluvioso mes de abril de 1997. Una fecha para ellos fundacional e histórica. A partir de entonces, continuas amenazas de desalojo, enfrentamientos con Carabineros y conflictos varios con las autoridades de la CONADI. A la par, fortalecimiento de la organización estudiantil, más de trescientos universitarios beneficiados con albergue y varias generaciones de profesionales egresados en ocho años de historia. Una historia de dulce y agraz, que este segundo semestre volvió al primer plano debido a las malas condiciones de habitabilidad de un recinto que se desploma cada día a pedazos.

Construidas a comienzos de los años 70 por el gobierno de la Unidad Popular como un Centro de Capacitación Indígena y Campesino, las instalaciones del hogar ya no resisten al casi centenar de estudiantes que lo habitan. Hombres y mujeres, en similar proporción, que allí duermen, comen, estudian y sueñan con un futuro mejor, tanto para ellos, como para sus comunidades de origen, la mayoría sumidas en la pobreza y la marginación social. Comunidades top en las cifras rojas de la encuesta CASEN. En Las Encinas, los estudiantes luchan no tan solo por ellos, como presupone doña Carmen, sino también por un mañana mejor para todos. Diez meses al año. Día y noche. Una carga demasiado alta para un viejo edificio fiscal que, en casi 35 años, solo ha sido remodelado en tres míseras ocasiones.

Según consta en registros de los propios estudiantes, su primera remodelación se habría realizado tras el golpe de Estado, al ser traspasado por la Junta Militar a manos de Cema Chile, organismo creado por el dictador para la entretención de su señora, según la particular opinión de don José. La segunda se produciría a comienzos de los 90', esta vez por parte del INDAP, que adquirió el recinto una vez retornada la democracia y que reacondicionó las instalaciones para dictar allí -especialmente en época de verano- cursos de capacitación para pequeños agricultores y ganaderos de la región. Asi funcionó por varios años, permaneciendo la mayor parte del tiempo deshabitado y en total abandono.

Abandonado. Así encontraron precisamente el recinto los estudiantes el año 1997, cuando el por entonces diputado Francisco Huenchumilla, actual alcalde de Temuco, les comentó al pasar en una reunión de su existencia y de su historia. Hasta ese año, los estudiantes universitarios no sobrepasaban el centenar y al alero de la Iglesia Católica o de esfuerzos personales, mantenían a duras penas uno o dos albergues en la capital regional. No más. En su mayoría, se trataba de casas que arrendaban y que de a poco se iban llenando de jóvenes que llegaban dateados solicitando albergue y comida. Uno de estos recintos era el ubicado en calle Claro Solar, esquina Aldunate. Pleno centro. Específicamente, en las ex oficinas de la desaparecida Comi-sión Especial de Pueblos Indígenas (CEPI), antecesora de la actual CONADI.

El hogar "Claro Solar", como aun se lo recuerda y que cobijaba a una treintena de jóvenes, fue la base de operaciones de los estudiantes. La central desde donde se planificó la “recuperación” de Las Encinas. Allí, hacinados, sin alimentación adecuada y compartiendo el reducido espacio con un bullicioso pelotón de ratas con inquietudes interculturales, estos jóvenes comenzaron de a poco a fraguar la histórica movilización. Unos 100 estudiantes podrían vivir en Las Encinas sin problemas, calculaban los dirigentes. Y decidieron organizarse en pos de ese objetivo. La madrugada del 3 de abril fue la fecha elegida. Era una fría noche de invierno, sin embargo, eso no detuvo la determinación de los cuarenta y tantos que se atrevieron con el paso inicial. Se trasladaron con camas y todo, decididos a no dar marcha atrás. No se trataría de una toma simbólica, se repetían. Tampoco de una ocupación. Se trataría de una "recuperación".

Con la convicción de hacer lo correcto, los jóvenes treparon aquella fria madrugada sus muros e ingresaron al recinto. Nadie los recibió. En cambio, muchos los acompañaron, principalmente jóvenes de otras agrupaciones mapuche, como Weche Kimun de la Universidad Católica y We Kintun de la Universidad de La Frontera (UFRO), más una tropa de entusiastas, bulliciosos y bohemios colaboradores chilenos. Alrededor de 80 estudiantes mantuvieron durante varias semanas la ocupación, durmiendo en el suelo, sin alimentación, sin luz, ni agua, ni baños, pero con muchas ideas y energías para transformar las viejas instalaciones en su nueva y flamante residencia académica. Varias veces estuvieron a punto de desalojarlos. Oscar Eltit, a la fecha Intendente Regional, se querelló y amenazó incluso con penas de cárcel a los dirigentes. No hubo caso. Habían llegado para quedarse. Y se quedaron.

*

MENCIONABA QUE EN 35 años, el viejo edificio de Las Encinas solo ha sido remodelado en tres ocasiones. La tercera y última, ocurrió precisamente el año 1997, tras la "recuperación" protagonizada por el batallón del “Claro Solar”. Fue uno de los puntos de la negociación del conflicto. 90 millones le costó al gobierno en aquel entonces transformar el abandonado edificio en un albergue estudiantil, con pabellones, literas, baños, comedor y lavanderías para 80 jóvenes becados. También, un par de salas de clases, habilitadas a petición de los jóvenes para un preuniversitario. Los estudiantes soñaban con poder apoyar a otros en su difícil camino a la educación superior. Principalmente, chicos de enseñanza media provenientes de zonas rurales. Sin embargo, poco duró la idea. Las autoridades no veían con buenos ojos un hogar manejado por los propios estudiantes. Intentaron imponer normas. Los jóvenes las rechazaron. Estalló el conflicto.

Han transcurrido de aquel entonces 8 años. En este tiempo, los han amenazado con expulsarlos del recinto, en promedio, unas dos veces por año, según relatan. El 2002 estuvieron a punto. Tras la inauguración de un moderno hogar en la vecina Padre Las Casas, el gobierno regional se obsesionó con el cierre de Las Encinas, recinto que el propio Intendente Ricardo Celis gustaba identificar como una "cuna" de delincuentes. O terroristas. O subversivos. O todo ello a la vez, dependiendo de su estado de ánimo. Lo cierto es que tras semanas de movilización callejera y una emblemática huelga de hambre en la Catedral de Temuco, los universitarios lograron doblegar la mano del ejecutivo regional y quedarse en el recinto. Solo unos 30 emigraron a Padre Las Casas, los más nuevos. De los antiguos, casi ninguno quiso trasladarse. Nostalgia, dirán algunos. Comodidad, dirán otros. Compromiso, le llamaron ellos.

Jaime Andrade (PS), subsecretario de Mideplan, fue uno de los protagonistas de aquel proceso de lucha. Las masivas movilizaciones pillaron de sorpresa al gobierno central. También a la CONADI, cuyas autoridades eran cotidianamente ninguneadas por los estudiantes. Ellos exigian sentarse a conversar con el ejecutivo, con Mideplan. Cansados de las burocráticas respuestas de CONADI y de una Intendencia Regional dispuesta solo a reprimir y encarcelar, los estudiantes optaron por acortar camino. Hablar con los patrones, no con los empleados. Asi lo señalaban, sin tapujos, a diario ante la prensa local, irritando a un Ricardo Celis que exigia "su" lugar en la mesa de conversaciones. Pocas veces estuvo. Y cuando asi fue, los estudiantes poco y nada lo tomaban en cuenta. Se comenta entre pasillos que el Intendente nunca les perdonó aquel desaire.

El "Chico" Andrade, como fue bautizado a poco andar el diminuto subsecretario, logró calmar los ánimos, garantizando la estabilidad futura del hogar. También visitó las instalaciones y comprometió el apoyo de su ministerio a un millonario proyecto de remodelación, quizás una de las demandas más urgentes de los estudiantes. Meses después, Andrade abandonó el gobierno, el servicio público y regresó a las desérticas planicies de Calama. Codelco, la poderosa empresa minera que lo habia visto nacer como hábil operador de conflictos, reclamaba sus servicios. En su reemplazo, un joven y desconocido arquitecto de nombre Marcelo Carvallo (DC) arribó a La Araucanía el 2003. Estallado el conflicto, prometió a los estudiantes las mismas cosas que Andrade y lo hizo con el respaldo de su amigo Andrés Palma (DC), por entonces ministro de Mideplan. Al poco tiempo, ambos dejarían también el gobierno.

El año 2003, las autoridades no lograron cerrar el hogar. Era el objetivo de Ricardo Celis. Lo había anunciado incluso públicamente. Sin embargo, la intervención del Mideplan desde Santiago echo por tierra sus planes. El 2004 vendría su esperada revancha, cuando unilateralmente canceló el proyecto FNDR de remodelación del recinto conquistado el año anterior por los estudiantes, el mismo que contaba con el apoyo de Mideplan y que el Consejo Regional de La Araucanía (CORE), crítico de la gestión autoritaria de Celis, había aprobado satisfactoriamente. 180 millones de pesos era la cifra original del proyecto, trabajado en conjunto por los dirigentes con el Departamento de Arquitectura del MOP y discutido hasta en sus más ínfimos detalles por espacio de dos años con el Mideplan. Tras una rápida licitación, el inicio de las obras estaba estipulado para el primer trimestre del año 2004. En ese momento los estudiantes no lo sabían, pero el proyecto jamás se llegaría a ejecutar.

Según Celis, la negativa de los jóvenes a abandonar el recinto mientras se ejecutaban las obras, habrían obstaculizado todo el proceso. Una actitud -según el intendente- "infantil, intransigente e incomprensible". Por cierto, toda historia tiene su lado B. Según señalan los estudiantes, es falso que no hayan querido abandonar las dependencias donde se ejecutarían las obras. De hecho, lo hicieron, reacomodando a los residentes en otro sector del recinto. El caso es que Celis quería sacarlos a todos, vaciar Las Encinas y eso no fue aceptado, debido principalmente a la desconfianza que les generaba a todos ellos el polémico intendente. Las posiciones se fueron a los extremos. Al final, los estudiantes propusieron dejar 15 de ellos en Las Encinas y el resto, temporalmente, podría irse a otros hogares. Celis no aceptó. Quería que se fueran todos e implementar becas individuales de residencia, su persistente y secreto objetivo. Los trató de radicalizados, intransigentes y canceló unilateralmente el proyecto. Flor de Nuevo Trato.

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TAL COMO OCURRIÓ EL 2003, finalmente solo una dramática huelga de hambre permitió este año a los estudiantes doblar la mano del gobierno. Se trató por cierto de una medida extrema e impopular. La iniciaron el lunes 30 de septiembre en la sede el Pacto Juntos Podemos Más. Una semana más tarde, se trasladaron con todo hasta la céntrica Catedral de Temuco. Buscaban interpelar tanto al obispo regional, Manuel Camilo Vial, como al conjunto de la comunidad local, en su mayoría católica, apostólica y romana, según lo señalan las estadísticas y el mito popular.

"Lamentablemente hoy nos vemos en la obligación de trasladarnos de espacio, y establecernos en la catedral de Temuco, la cual ofrece mayores garantías de seguridad para nuestros hermanos que están en huelga, porque su actual estado de salud es crítico y nosotros velaremos por preservar el mayor tiempo posible tanto su integridad física como psicológica... Hoy nuestros hermanos cumplen siete días en huelga de hambre, siete días en donde su energía y vida ha disminuido, siete días de dignidad en una medida extrema la cual se efectúa para lograr lo mínimo que como seres humanos nos merecemos, ante una xenofóbica negativa de las autoridades de gobierno con los mapuche, discriminándonos y negándonos el derecho de vivir en condiciones seguras y humanas", señalarían los estudiantes a través de un comunicado.

No exageraban. En los hechos, dos de sus compañeros terminarían internados en el Servicio de Urgencia del Hospital Regional, debido a un peligroso agravamiento de su estado de salud. Transcurría la madrugada del 5 de octubre cuando la conmoción pública provocada por el deterioro físico de los huelguistas, transmitido por los noticieros de televisión, llevó al obispo Vial a desalojarlos de la "casa de Dios". Los encargados de la tarea fueron las fuerzas especiales de Carabineros, quienes procedieron con su brutalidad característica. Sin embargo, no había vuelta atrás. En la catedral o en la calle o en un calabozo policial, la huelga de hambre continuaría hasta las últimas consecuencias. El mensaje era claro y así lo entendieron finalmente en el gobierno. Horas más tarde y por la televisión, los estudiantes escucharon a un humilde Ricardo Celis anunciar el inicio del diálogo. Después de un mes de protestas, marchas y ocupaciones, detenciones, encarcelamientos y golpizas, el gobierno por fin había decidido "diálogar".

"Nosotros nos enteramos por los medios de comunicación que el Intendente nos convocaba a diálogar. En 24 horas nos preparamos e invitamos a otros hermanos dirigentes, como el peñi alcalde Adolfo Millabur, gente de otras organizaciones, para que nos asesoraran en aspectos técnicos. Nosotros queríamos equilibrar la mesa, tener más gente a nuestro favor. Sabíamos que estarían además los consejeros de la CONADI, pero era una incógnita si estarían a nuestro favor o a favor del gobierno. Finalmente, todos ellos nos apoyaron de manera decidida, solo la lamngen Isolde Reuque apoyó la postura de las autoridades. El propio subsecretario Jaime Andrade venía a Temuco con la misión de resolver el conflicto. El único que estaba en contra de nosotros era el Intendente Ricardo Celis, quien incluso intentó en un momento quebrar la mesa de diálogo, al ver que las cosas no estaban saliendo como él esperaba. Sin embargo, Andrade lo llamó a terreno y finalmente no le quedó más que firmar el acuerdo. Lo hizo de mala gana, pero no le quedaba otra", relata Luis Penchuleo, dirigente y vocero del hogar. Penchuleo, quien cursa primer año de Periodismo en la UFRO y es originario de la zona de Lautaro, destacó como uno de los líderes de este proceso. Parte de una nueva generación.

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RECORREMOS JUNTO A LUIS el viejo recinto y una cosa si es clara. El hogar necesita ser remodelado de urgencia. El Servicio de Salud, hace unos meses y tras una inspección en terreno, lo declaró insalubre e inhabitable. Es decir, imposibilitado para albergar personas. Es probable que la techumbre no aguante un nuevo y crudo invierno. Si no vuela por completo, se desploma. Las apuestas van uno a uno y subiendo. Entre los estudiantes, en tanto, se respiran aires de cambio y de unidad. También de feroz autocrítica por los errores cometidos en el pasado, causa de divisiones y conflictos internos que comienzan a quedar atrás. Los estudiantes entienden que el objetivo es "salvar" el espacio en que viven. Y es que no se trata solo de mejoras de "emergencia" como las realizadas en otros años, advierten. Ellos persiguen que el hogar sea remodelado por completo, lo que garantizaría su permanenecia en el tiempo por varios años e incluso décadas. Tal como estaba planificado que ocurriera el año 2003. En definitiva, tal como lo habían soñado aquel puñado de valientes del año 97.

“Las autoridades de gobierno en la región, se comprometen a iniciar el ciclo del Proyecto de remodelación del Hogar Las Encinas”, antes del término del mandato de Gobierno del Presidente Ricardo Lagos, con miras a ser financiado con recursos del año presupuestario 2007 alcanzando la recomendación técnico económica del mismo, durante el año 2005. Por otra parte se compromete la búsqueda de fondos extraordinarios y/o de emergencia, para llevar adelante el proyecto", consigna el acuerdo firmado el pasado 6 de octubre. Incluso, se les reconoce a los jóvenes la necesidad de contar con una Política de Hogares Estudiantiles, a fin de garantizarles "el normal desarrollo de sus actividades académicas y preservar sus prácticas culturales", dejando a un lado -al menos en el texto del acuerdo- el persistente objetivo gubernamental de implementar un sistema de "becas de residencia individuales". Habrá que ver cuánto de ello se cumple finalmente.

Los estudiantes señalan que se mantendrán en alerta. Vigilantes. Unidos. "Muchos me han dicho que está ha sido la movilización más larga desde que se creo el hogar el año 97'. Puede ser. Lo que yo destacaría es la mística, el espíritu de unidad que se logró. La capacidad de reencontrarnos como grupo, de dejar atrás las divisiones, los bandos que se habían creado y trabajar en pos del objetivo final que era defender este espacio. El compromiso de la gente nueva del hogar fue vital. Cerca del 40% llegaron este año, chicos de 18 y 19 años, que en su mayoría estuvieron siempre presentes, dispuestos a luchar y sufrir costos personales como ser detenidos y procesados. Incluso, hubo un grupo al que bautizamos como los "kamikazes", porque siempre estuvieron dispuestos a todo... si había que encadenarse, allí estaban. Si había que ocupar una oficina, saltaban antes que todos. Eso nos tiene esperanzados con el futuro de este hogar", reflexiona Luis. Tarea pendiente es fortalecer la unidad con los otros hogares de Temuco. Hasta el año 2003 mantuvieron con ellos una efectiva coordinación política. Más tarde y por diversas razones, ésta simplemente naufragó. Son parte de los desafíos que vislumbran, de cara al año académico 2006. Aquí, en Las Encinas 01020 / Azkintuwe


* Reportaje publicado en Periódico Azkintuwe Nº16, Octubre de 2005. Pág. 5, 6 y 7.

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