Julio López
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RECORDANDO LA REVOLUCIÓN ALEMANA DE 1918.
Por EL MILITANTE - Wednesday, Dec. 28, 2005 at 8:01 AM
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Fundación Federico Engels ..

Cuadernos de Formación Marxista Nº 3


DE NOVIEMBRE A ENERO
LA REVOLUCIÓN ALEMANA DE 1918

 

I. INTRODUCCIÓN


El siglo XX está jalonado de numerosos intentos revolucionarios por transformar la sociedad. En el período de decadencia del capitalismo, cuando el desarrollo de las fuerzas productivas se encuentra obstaculizado por la camisa de fuerza del estado nacional y de la propiedad privada de los medios e instrumentos de producción, las condiciones objetivas para la revolución se han prolongado durante décadas.

La 1 y la II Guerra Mundial fueron la salida que la burguesía ofreció a la crisis económica y política del sistema capitalista. Ambas guerras imperialistas abrieron períodos revolucionarios de enorme trascendencia para el futuro del movimiento obrero.

En el caso de finales de los años 40 y principios de los 50, en Francia, Italia, Grecia, países donde las organizaciones comunistas dominadas por el estalinismo tenían una influencia de masas, la situación revolucionaria se resolvió a favor de la burguesía. Asistimos a un proceso de contrarrevolución que adoptó las formas de la democracia parlamentaria, al mismo tiempo que el poder del estalinismo se afirmaba con la constitución de nuevos estados de bonapartismo proletario en el este europeo tras el avance del Ejercito Rojo.

La recomposición del poder de la burguesía en los países antes citados se logró gracias a la colaboración inestimable de los partidos obreros y del estalinismo. Nunca en ninguna otra etapa de la historia, la correlación de fuerzas había sido tan favorable a los trabajadores, que dominaban por completo la situación, contaban con sus propios órganos de poder, y de forma sobresaliente con sus propios organismos militares, la resistencia, los partisanos o el ejército nacional de liberación. Tras la huida y derrota de los ejércitos nazis y de las fuerzas fascistas, el poder estaba en manos de la clase obrera, y de nuevo, como se ha repetido en numerosas ocasiones a lo largo del siglo XX, la ausencia del factor subjetivo, un partido marxista con influencia de masas, impidió aprovechar con éxito la situación.

En contraste con la experiencia de los años 40, la 1 Guerra Mundial provoco una oleada revolucionaria en toda Europa que si terminó con el triunfo del proletariado al menos en un país.

La Revolución de Octubre fue el producto de la participación activa de las masas en política. Fue la conclusión de la experiencia colectiva de años y de un proceso extraordinario en la toma de conciencia, que abarcó meses, y que permitió que la fracción mas avanzada del proletariado y campesinado ruso, los bolcheviques, llevasen a la masa de explotados a conquistar el poder político.

Hoy, una corriente histórica reaccionaria trata de jugar al escondite con los hechos y presenta la Revolución Rusa como un simple pustch, el golpe de un puñado de aventureros que interrumpió el desarrollo pacífico de Rusia. El motivo de este trabajo no es contestar esta tergiversación interesada de la historia. Sin embargo es necesario resaltar una idea fundamental. Si la Revolución Rusa no hubiese concluido con éxito, no habríamos asistido al establecimiento de una democracia parlamentaria en suelo ruso. El escenario hubiera sido el triunfo de la contrarrevolución en sus formas más violentas, imponiendo un régimen militar dictatorial sobre la base de un capitalismo débil y dependiente. Un régimen de horror y represión mas sangriento si cabe que el zarista y al mantenimiento de Rusia como un país semicolonial, similar a India.

La economía planificada, la conquista fundamental de la revolución, demostró, a pesar de la distorsión temprana que supuso el control del estado por parte de la burocracia, una enorme superioridad frente a la economía capitalista. Tan sólo en 2 décadas la URSS experimentó un desarrollo colosal con crecimientos que superaban el 10% en los años 30, mientras la economía capitalista se hundía en la depresión. Precisamente la existencia durante décadas de una formación histórica transitoria profundamente reaccionaria como el Estalinismo, hundía sus raíces en las ventajas de la economía planificada. Pero la economía planificada necesita del auténtico control obrero, como el cuerpo humano necesita del oxígeno. Sin participación consciente de las masas en todas las esferas de la producción y en la vida política y social las ventajas de la economía planificada son inevitablemente asfixiadas y liquidadas.

La burocracia expropió a la clase obrera del control sobre la sociedad. Durante un periodo jugó un papel de freno relativo en el desarrollo de las fuerzas productivas que avanzaban a un coste muy elevado, pero finalmente se transformo en un obstáculo absoluto para su desarrollo arruinando todas las ventajas de la economía planificada.

Este hecho no desmerece en absoluto la enorme trascendencia de la Revolución Rusa. El estalinismo no fue la consecuencia del bolchevismo sino por el contrario, su negación. La burocracia representaba el Thermidor que como fenómeno contrarrevolucionario, no es un hecho original en la historia de las revoluciones.

Precisamente el factor decisivo que alimentó el proceso por el que la burocracia llegó a liquidar la democracia obrera que alumbró octubre, fue el aislamiento de la revolución.

Rusia era un país eminentemente campesino, con una propiedad de la tierra vinculada a formas precapitalistas. A su lado existía una industria avanzada, moderna dominada por el capital extranjero que concentró al proletariado y lo localizó en pocas ciudades. El capitalismo ruso estuvo marcado desde el principio por un desarrollo desigual y combinado que asumía formas atrasadas con otras enormemente avanzadas, y alumbró un proletariado joven y lleno de vigor. La burguesía rusa había llegado tarde a la llamada de la historia. Débil económica y políticamente, se comprometió con la aristocracia zarista para formar parte de la clase dominante. Su carácter rentista y parasitario limitaba totalmente sus deseos revolucionarios de cambio. Igual que en el Estado Español, la burguesía rusa fue incapaz de llevar a cabo las tareas de la revolución democrático-burguesas.

Rusia no era un país avanzado. Sin embargo, la cadena se rompió por el eslabón más débil.

La Revolución Rusa fue el producto de una combinación de factores aparentemente contradictorios pero que se combinaban dialécticamente: la guerra campesina, propia de sociedades preindustriales y la insurrección proletaria.

El carácter de la Revolución Rusa fue proletario: no había plazos para la revolución burguesa en Rusia. Sólo el proletariado agrupando a otras clases expropiadas y oprimidas por el capitalismo podía lleva a cabo las tareas de la revolución democrática y ligarlas a la construcción de las bases para la transformación socialista de la sociedad.

Las tareas democráticas sólo podrían llevarse a cabo con el proletariado en el poder. Este carácter de la revolución fue el que identificó políticamente a Lenin y Trotsky.

No obstante esto no modificaba la testaruda realidad. Rusia seguía siendo un país de campesinos y por tanto la posibilidad de establecer el socialismo sobre esa base siempre fue rechazada tajantemente por Lenin y los bolcheviques.

Rusia constituía el primer eslabón de la revolución mundial. Pero la tarea sólo podría ser completada con el triunfo del proletariado en algún país avanzado con una fuerte base industrial.

Con la ayuda de la industria avanzada de Alemania, Francia, o Gran Bretaña si se podría llevar a cabo un desarrollo socialista de la agricultura a través de la colectivización de la tierra introduciendo la maquinaria y los avances técnicos que permitirían una revolución en la productividad del trabajo agrícola. De la misma forma esto supondría un desarrollo industrial sin precedentes en la Rusia Soviética, y permitiría una explotación fabulosa de las ricas materias primas minerales de que disponía el territorio.

Gracias a un avance permanente de las fuerzas productivas, las viejas relaciones sociales de producción se transformarían radicalmente abriendo paso al socialismo.

Para los bolcheviques la perspectiva internacional de la Revolución Rusa no era una cuestión de romanticismo, era una necesidad material, una cuestión de vida o muerte para la revolución. Integrando el desarrollo técnico e industrial de las naciones avanzadas con el potencial demográfico, y la agricultura y materias primas rusas, la conquista del socialismo seria una realidad en pocas generaciones.

No podía ser de otra manera. Por eso si analizamos la influencia de los acontecimientos de la lucha de clases mundial sobre los obreros rusos, ningún otro hecho cautivó con más fuerza su imaginación que la Revolución Alemana de 1.918. La revolución de noviembre de 1.918 provocó el entusiasmo del proletariado soviético que veía como sus sacrificios no habían sido en vano. Radek delegado bolchevique en Berlín, escribiría más tarde, sobre estos hechos y su influencia en Moscú:

"Decenas de millares de obreros, estallaron en vivas salvajes. Yo no había visto nada igual. Luego por la tarde, obreros y soldados rojos desfilaban aún. La revolución Mundial había llegado. Nuestro aislamiento había terminado."

La Revolución alemana de 1.918 pudo haber cambiado el desarrollo de la historia. Ya no se trataba de un país atrasado sino de una potencia capitalista, con el proletariado más fuerte numéricamente y mejor organizado del mundo.

La revolución alemana se desarrolla de una forma mucho más rápida y brusca que la rusa. La conciencia del proletariado alemán adormecida por la influencia de la propaganda chovinista sufrió cambios rápidos con los acontecimientos de la guerra y su propia experiencia. El modelo era muy similar al ruso. Los trabajadores alemanes demostraron una capacidad de sacrificio y una entrega sin igual y dieron dirigentes de talla como Karl Liebknecht o Rosa Luxemburgo.

Como en 1.871 durante la comuna de París, los obreros y soldados alemanes parecían que podían tomar el cielo por asalto. Constituyeron un poder a través de los consejos obreros y de soldados, pero a diferencia de los soviets, este poder no se impuso al de la burguesía en el transcurso de la lucha. Al igual que en Rusia la burguesía aceptó los consejos como una imposición temporal y los utilizó para acabar con ellos.

La diferencia esencial entre el éxito de la Revolución Rusa y el fracaso en Alemania no estaba en la mayor calidad del proletariado ruso frente al alemán, fue la ausencia de un partido marxista fuertemente implantado entre la clase obrera lo que permitió a la burguesía alemana derrotar el movimiento de los trabajadores.

Un partido revolucionario no se puede improvisar. Durante la revolución el proletariado no puede sacar todas las conclusiones de sus errores y de las vacilaciones de los dirigentes. El tiempo es enormemente limitado y las decisiones a tomar exigen de una gran educación previa en táctica y estrategia. El partido es imprescindible para ganar pacientemente la confianza de la clase en las ideas, las consignas y los métodos revolucionarios. Sin un núcleo previo, con cuadros sólidos y con raíces en el movimiento, es imposible elaborar las consignas adecuadas al momento y combatir las presiones de todo tipo que alimenta una situación revolucionaria.

En esencia el fracaso de la revolución alemana está ligada directamente a la incapacidad de los dirigentes revolucionarios, especialmente de los líderes espartaquistas, de crear un partido marxista de manera que ganase el apoyo consciente de la clase obrera en el transcurso de la revolución; este hecho nace de una concepción particular del papel del partido y de los métodos para ganar al proletariado a las ideas del marxismo revolucionario.

Las discusiones teóricas entre Rosa Luxemburgo y Lenin que aparecían frecuentemente ante los ojos de muchos militantes como peleas secundarias, en las jornadas revolucionarias se evidenciaron como fundamentales.

Fue la existencia del bolchevismo el factor que transformó exitosamente las magníficas condiciones para la Revolución Socialista que existían en Rusia. El factor subjetivo existió en Alemania, pero muy débilmente y los errores de la dirección permitieron a la socialdemocracia recomponer su influencia entre las masas de la clase obrera asegurando el triunfo de la burguesía.

La Revolución Alemana no terminó en Enero del 19 con el asesinato de Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo, los mejores líderes que jamás ha tenido el proletariado alemán, continuó durante los años 20. Pero las enseñanzas del 18/19 son de una importancia extraordinaria, también en 1.993, para todos los que combatimos conscientemente por transformar este viejo orden capitalista, en una nueva sociedad de hombres libres e iguales.

 


II. ANTECEDENTES PARA UNA REVOLUCIÓN


II. I. El Desarrollo económico de Alemania.

La revolución de los consejos de obreros y soldados alemanes de 1918 constituye un auténtico terremoto en el escenario europeo. La oleada revolucionaria que provocó la 1 guerra Mundial, estuvo muy cerca de acabar definitivamente con el orden imperialista. La burguesía europea que se había lanzado a la guerra para conquistar nuevos mercados, se encontró durante un período prolongado con lo contrario de lo que había perseguido. Los millones de muertos, la miseria y el hambre, la escasez, los mutilados, junto con la especulación, las reparaciones de guerra gravaran con fuego la conciencia de cientos de miles de trabajadores. La conciencia actúa como un peso profundamente conservador en circunstancias normales; solo a través de grandes acontecimientos que ponen en cuestión principios aparentemente sagrados, que trastornan profundamente la rutina cotidiana y ponen a las masas en el límite, asistimos a cambios bruscos en la conciencia.

Es precisamente en esos momentos, por lo general muy limitados en la historia, cuando la clase trabajadora decide participar activamente en los asuntos políticos, tomar con las dos manos su propio futuro.

Alemania fue un ejemplo maravilloso de ese cambio brusco y fundamental en la conciencia de la población. Y también una demostración de como los trabajadores se orientan cuando deciden participar activamente en los acontecimientos hacia sus organizaciones tradicionales.

Alemania había asistido a profundas transformaciones durante los últimos años del XIX y principios del XX. En un plazo corto de tiempo se convirtió en una potencia industrial:

En 1913 la producción de hulla superaba los 190 millones de Tm, y de hierro los 27 millones, era el segundo productor de hulla y el primero de hierro. Su desarrollo de la industria carbonífera le permitió situarse como líder mundial de la producción química.

Pero no sólo en el desarrollo de las grandes industrias Alemania ostentaba un papel de primer orden. En 1914 se encontraba a la cabeza de aparatos eléctricos en Europa y era el país que más había desarrollado la investigación científica vinculada a las aplicaciones industriales.

No obstante el carácter tardío de este desarrollo la colocó en una situación desventajosa a la hora de la conquista de territorios coloniales. A pesar de que en 1913 su comercio exterior era de 22.500.000 marcos, el doble que Francia y el 85% de Gran Bretaña, Alemania careció de un Imperio colonial.

El Ejército prusiano fue un factor fundamental en la unificación del territorio. Pero sobre todo el desarrollo de un potente movimiento obrero, fue el elemento decisivo que inclinó a la burguesía alemana a mantener las estructuras monárquicas. El miedo al proletariado definió el carácter profundamente reaccionario de las estructuras políticas del Reich.

El nuevo estado era una construcción federal, donde cada uno de los estados conservaba su constitución y el gobierno imperial tenía competencias en asuntos comunes fundamentales:

relaciones exteriores, comercio, ejército, correos y telégrafos, comunicaciones.

El poder legislativo lo componían el Bundesrat, formado por delegados de los estados y el Reichstag, Asamblea Nacional elegida por sufragio universal.

Para impedir que el peso del proletariado industrial influyese en los resultados electorales, las circunscripciones electorales favorecían descaradamente a los distritos rurales.

Prusia dominaba el gobierno imperial, y la aristocracia guerrera de los JUNKERS ponía el sello a todas las decisiones.

Marx insistía en que Alemania presentaba las características más favorables para el triunfo de la revolución socialista. El peso específico del proletariado, su concentración, la superación del predominio del medio rural sobre el urbano eran aspectos decisivos. En 1910 dos terceras partes de la población vivían en ciudades; las grandes explotaciones agrícolas del centro y sur de Alemania, mantenían una población flotante de más de tres millones de obreros agrícolas.

Por otra parte, el proceso de concentración monopolista de la economía se desarrolló vigorosamente. La industria minera, química, instrumentos eléctricos, compañías marítimas y muchas más estaban dominadas por monopolios. La gran banca dominaba la actividad industrial y económica. Todos estos hechos constituyen un cuadro evidente de los limites que había alcanzado el desarrollo del capitalismo en Alemania. De nuevo el techo impuesto al desarrollo de las fuerzas productivas por parte del estado nacional y de la propiedad privada de los medios de producción aumentó colosalmente las contradicciones interimperialistas. 1914 vendría a resolver por las armas lo que la política y la diplomacia habían sido incapaces de resolver.

II. II. El movimiento obrero organizado.

En ningún otro país de Europa el proletariado había conseguido desarrollar un movimiento mejor organizado y cohesionado como en Alemania. Si las formas organizativas obreras, primero los sindicatos, después los partidos obreros que reflejan ya un avance cualitativo en la conciencia, constituyen los elementos del nuevo orden socialista en el seno de la vieja sociedad capitalista, la socialdemocracia alemana constituía un auténtico poder, un estado dentro del estado.

En 1.914 el SPD contaba con 1.085.905 afiliados, sus candidatos a las elecciones legislativas de 1.912 obtuvieron 4.250.000 votos. Los sindicatos que crearon encuadraban más de 2 millones de miembros. Sus arcas ingresaban más de 88 millones de marcos de oro al año.

El desarrollo del SPD coincide con el periodo de auge capitalista de fin de siglo (1.876-1.914), el más importante que el capitalismo conoció hasta el de 1.948-1.973. Este hechotendrá una significación notable. El partido surgió de la fusión en 1.875 durante el Congreso de Gotha entre el Partido Obrero socialdemócrata marxista de Bebel yLiebknecht y de la Asociación General de los Trabajadores Alemanes fundad por Lasalle.

Si se hojea la correspondencia entre Marx y Engels es evidente los profundos temores que a Marx le inspiró esta fusión, especialmente por las importantes concesiones hechas por Bebel a los seguidores de Lasalle. Este último no había asimilado el contenido de la teoría marxista y se dejaba guiar en cuestiones de principio por una peligrosa actitud oportunista. Sus concepciones acerca del estado nunca asumieron las posiciones de Marx, y Engels criticó duramente consignas como la del Estado popular libre, que fueron popularizadas por los socialdemócratas y que confundían políticamente a la clase obrera.

El periodo de desarrollo de la II Internacional coincidió con el del SPD. Ya no se trataba de una Internacional heterogénea como fue la 1ª, más que otra cosa una federación de grupos sindicalistas. La II Internacional nació sobre una base muy superior. La experiencia de las revoluciones de mitad del siglo XIX, la lucha contra el socialismo pequeño burgués y el anarquismo, el fracaso de la comuna de Paris.

La nueva Internacional adoptó el programa del marxismo y al calor de las luchas políticas y económicas del período construyó una base de masas entre el proletariado.

Sin embargo el desarrollo económico, el ciclo alcista del capitalismo también influyó en el desarrollo de la socialdemocracia alemana y de toda la internacional. Durante décadas los partidos socialistas se construyeron obteniendo mejoras sustanciales para la masa obrera, a consecuencia del auge económico y consiguiendo paralelamente privilegios materiales para la capa mejor situada de la clase.

El propio desarrollo de un potente aparato contribuyó a que el partido, y especialmente los funcionarios desarrollaran intereses propios fundados en privilegios materiales que los alejaban rápidamente de las condiciones de vida del proletariado.

Pierre Broue, explica en su libro "La Revolución Alemana"t, que una verdadera batalla se desarrollaba de forma silenciosa en el aparato del partido y los sindicatos.

En el caso del SPD, el comité ejecutivo estaba controlado por funcionarios que habían escapado al control político de la organización. El ejecutivo designaba y retribuía a los secretarios locales y regionales, y dominaba toda la jerarquía de cuadros.

Para Broue las diferencias con el Partido Bolchevique eran claras, en el partido de Lenin los revolucionarios profesionales habían desarrollado su trabajo en condiciones de ilegalidad y represión, y esto no les daba casi la posibilidad ni la tentación de adaptarse o integrarse en la sociedad zarista. A esta conclusión de Broue se podría añadir que el marco general del desarrollo del movimiento socialdemócrata en Alemania fue muy diferente en Rusia.

En Alemania la socialdemocracia no encontró rival desde el principio. Por el contrario en Rusia el movimiento marxista en sus inicios fue minoritario en comparación con anarquistas y socialistas pequeñoburgueses; además el marxismo libró una batalla sin cuartel contra el terrorismo individual, pero también contra los liberales y su actitud ante la revolución. Posteriormente el partido se vio afectado por una lucha fraccional que se desarrollo hasta la revolución. En ese contexto el papel de Lenin y otros dirigentes fue fundamental en la educación de los cuadros profesionales. En el caso del SPD la mayoría del aparato se construyó entre 1.906/1.909 el período de mayor crecimiento económico y sobre una base muy diferente a la del bolchevismo. Para la dirección del SPD el objetivo era la búsqueda de una buena posición electoral, en un periodo de relativa calma social y reflujo obrero.

Es de las filas de la aristocracia obrera donde se recluta al personal permanente, y este aparato cada vez acumula más funciones; disfrutan además de una escala de promociones y en ese ambiente el desarrollo del clientelismo político está totalmente abonado. Estos elementos vinculan sus privilegios materiales al mantenimiento de la paz social. Saben perfectamente que su tranquilidad proviene de sus buenas relaciones con el estado. Esta forma de educar la conciencia de los profesionales del partido determinará decisivamente su actitud en los momentos cruciales, cuando esos vínculos materiales estén amenazados.

Lo mismo que el estado prusiano, los dirigentes socialdemócratas primaban en la composición de los órganos de gobierno y en los congresos nacionales del partido la presencia de representantes provenientes del mundo rural donde el predominio del aparato estaba garantizado y las tendencias más conservadoras eran mayores. Así por ejemplo en el Congreso Nacional de 1.911, el 52% de los militantes localizados en distritos con más de 8.000 miembros sólo son representados por el 27%, y la representación oscila de un delegado por 57 miembros en las pequeñas organizaciones del partido a 1 por 5700 en las grandes ciudades industriales.

Junto a este proceso de consolidación del aparato, asistimos a un intento de revisión del marxismo por parte de uno de sus más destacados dirigentes, E.Bernstein. El socialismo gradualista fue combatido tanto por Kautsky como por R.Luxemburgo; esta última realizó una extraordinaria aportación con su obra "Reforma o Revolución". No obstante estos hechos no pueden ocultar que el marxismo oficial del partido era ante todo oficial, y se reservaba para las celebraciones anuales, los grandes mítines, las conmemoraciones. También desde la dirección se desató una lucha implacable, aunque no pública, contra los elementos genuinamente marxistas, que ocupaban posiciones destacadas en la organización.

En 1913 aparecen los primeros síntomas de un intento de agrupar la oposición marxista del partido con la publicación del n0 1 de "Correspondencia Socialdemócrata" editado por Julián Marchlewskri, Franz Mehring y Rosa Luxemburgo.

La izquierda del partido socialdemócrata contaba con líderes de reconocido prestigio, Karl Liebknecht, Leo Joguiches, Franz Mehring, Carla Zetnik y muchos otros estaban a la altura de los mejores dirigentes bolcheviques del momento. Pero de entre ellos sobresalía Rosa Luxemburgo, teórica y profusa escritora que había desarrollado una intensa actividad política en el seno del partido socialdemócrata polaco y posteriormente en el SPD.

Rosa Luxemburgo mantuvo numerosas polémicas con Kautsky al que conocía bien. Sabía perfectamente lo que estaba ocurriendo en el partido, el proceso de degeneración del aparato, el desarrollo de la burocracia privilegiada.

Este hecho constituyó una base para las polémicas entre ella y Lenin. Lenin siempre había tomado a la socialdemocracia alemana como un ejemplo; se consideraba como Kautskysta en el seno de la Internacional y había rechazado las acusaciones de Rosa Luxemburgo contra el veterano dirigente. Cuando Rosa Luxemburgo rompe con Kautsky 1910 y lo acusa de abrir la puerta a un nuevo revisionismo, no fue apoyada por ningún socialdemócrata ruso.

Las discrepancias fundamentales entre Rosa Luxemburgo y Lenin antes de la revolución de Octubre de 1917 se centraban en el modelo del partido. El rechazo a la centralización, a la profesionalización que en manos de la burocracia reformista del SPD estaba sustituyendo la política revolucionaria por el reformismo más descarado, llevó a Rosa Luxemburgo a profundizar en el papel del partido. En este punto sus desencuentros con Lenin fueron grandes.

Lenin cometió un error a nuestro parecer en su libro "¿Qué hacer?". Cuando planteó que sólo por medio del partido los trabajadores podrán desarrollar una conciencia clasista. Por tanto el elemento fundamental en el proceso de toma de conciencia es externo a toda la experiencia que las masas puedan adquirir en el trascurso de las luchas políticas y económicas. Esta conclusión de Lenin era de todo punto exagerada y ultraizquierdista.

Las masas aprenden de su propia experiencia, los acontecimientos ayudan inestimablemente a forjar la conciencia de clase de los trabajadores. Ahora bien, si la conciencia se desarrollase al mismo ritmo que las fuerzas productivas o la vida social, no haría falta organización. El partido es absolutamente necesario puesto que permite generalizar toda la experiencia práctica de las masas y concretarla en un programa, unos métodos, consignas para combatir eficazmente a la burguesía.

Rosa Luxemburgo se daba cuenta del punto exagerado del razonamiento de Lenin; sin embargo no comprendía el enorme valor que tenía para la victoria del proletariado la concepción de partido de Lenin. Lenin rectificó sus exageraciones, pero Rosa Luxemburgo no sacó las conclusiones necesarias para organizar una fuerte facción marxista en el seno de la socialdemocracia alemana. Para Rosa "... el ejército proletario sólo puede reclutar sus tropas en el curso de la lucha y sólo realiza en la lucha la naturaleza real de su objetivo final, organización, educación y lucha no constituyen elementos mecánicamente separados, ni fases distintas, como en un movimiento blanquista, sino al contrario, los aspectos diversos de un mismo proceso

Los radicales de izquierda alemanes veían en la centralización el principal obstáculo a la radicalización de las masas y en consecuencia al desarrollo de una acción revolucionaria.

Sin embargo sus conclusiones no sirvieron para combatir más eficazmente al aparato socialdemócrata. El espontaneismo de las masas, no puede ser eficazmente aprovechado sin la existencia previa de una sólida organización de cuadros, con un alto nivel político y educados en los métodos del marxismo.

Rosa Luxemburgo cometió un error al poner un énfasis exagerado en el espontaneismo de las masas y relegar al partido a un papel secundario. El factor subjetivo, la existencia previa del partido es una condición imprescindible para el éxito de la revolución. Con el factor subjetivo las condiciones objetivas pueden ser transformadas favorablemente para el proletariado y los momentos decisivos aprovechados con eficacia. El papel de la dirección es imprescindible, pero la dirección revolucionaria es una ciencia y como tal hay que aproximarse a ella. Las masas no pueden improvisar en el transcurso del vendaval revolucionario. No hay duda que las masas pueden retener el poder temporalmente, como fue el caso de la comuna de París o de Asturias 1934, pero sólo retener, para triunfar, es decir llevar a la clase obrera al poder político y comenzar el proceso de transformación de la sociedad no sólo es necesario apropiarse del aparato del estado, es necesario destruirlo. Sin partido la experiencia histórica ha demostrado que eso no es posible; hace falta cuando menos un núcleo cohesionado que aproveche las circunstancias favorables del periodo revolucionario para ganar el apoyo consciente de las masas a las tareas revolucionarias. Esta fue la esencia de lo que ocurrió en Rusia en 1917 y lo que faltó en la Alemania de 1918.

II. III. ESTALLA LA GUERRA

El estallido de la guerra marcaba el profundo impass del capitalismo europeo. Las contradicciones interimperialistas no pudieron salvarse por medio de la política oficial y la diplomacia dejó paso a las cañoneras en la tarea de repartir el mundo que los imperialistas se habían impuesto.

La guerra puso en su sitio a todas las organizaciones y también a las clases.

La II Internacional colapso en la primera prueba seria a la que fue sometida. Las declaraciones de los congresos internacionales quedaron reducidas a cenizas. La lucha contra la guerra imperialista, tarea que la II Internacional se había impuesto como objetivo prioritario dejó paso en el momento decisivo a la defensa patriótica de cada burguesía nacional. El social patriotismo, la defensa de la patria, envuelta en fraseología socialista, sustituyó a la solidaridad internacionalista proletaria. La II Internacional colapsó como instrumento para la revolución.

La actitud más extrema en el camino del patrioterismo la adoptaron los jefes del SPD. La mayoría parlamentaria del Partido Alemán con Ebert y Schedeimann a la cabeza forzó el apoyo a los créditos de guerra; la oposición a este apoyo fue muy débil, incluso los que encabezaban esta postura como Liebknecht, Haase o Ledebour aceptan la disciplina del partido.

En la Internacional sólo Lenin y los bolcheviques y un reducido grupo de militantes holandeses (agrupados en de tribune dirigido por pannekoek), los izquierdistas de Bremen y algunos más, mantuvieron una postura internacionalista.

El partido de Bebel y Kautsky del que Lenin se consideraba seguidor había colapsado políticamente; pero fue precisamente Lenin el primero en sacar todas las lecciones de las causas de la degeneración:

"El oportunismo ha sido engendrado durante decenas de años por las particularidades de la época de desarrollo capitalista, donde la existencia relativamente pacífica y desahogada de una capa de obreros privilegiados, los "aburguesaba", les daba las migajas del beneficio del capital, les ahorraba la dureza, los sufrimientos y les apartaba de las tendencias de la masa condenada a la ruina y a la miseria. La guerra Imperialista es la prolongación directa y la coronación de este estado de cosas, porque es una guerra por los privilegios de las naciones imperialistas..."

En su política de colaboración con el estado Alemán los dirigentes socialdemócratas prolongaron el estado de sitio existente a la sociedad al interior de su partido, permitiendo la movilización a filas de Liebknecht; también aceptaron la detención de Rosa Luxemburgo y reprimieron con dureza todo intento de oposición interna a la línea oficial del partido.

La influencia política de las organizaciones tradicionales se dejo sentir en la actitud de las masas Europeas; no hubo reacciones serias contra la guerra, es mas, encontramos manifestaciones chovinistas alimentadas por la propia socialdemocracia no sólo en Alemania también en Gran Bretaña, Francia y otros países, que reflejaban el estado de ánimo en la sociedad.

II. IV. EL CRECIENTE DIVORCIO ENTRE LAS MASAS Y EL SPD

La guerra a medida que se desarrollaba con su saldo de muertos, heridos y mutilados y su política de restricciones alimentaba el descontento social.

Los sindicatos y el SPD se esforzaron en apuntarlas su alianza con la burguesía imperialista. Se aprobaron leyes como la Milfsdienstgesetz por la que todo hombre no movilizado entre 17 y 60 años debía presentarse a las autoridades con un certificado de empleo, o un certificado de empresario precedente; en este segundo caso se le destinaba en un plazo de quince días a una empresa, pero si no aceptaba podía ser condenado a un año de cárcel.

Dentro del SPD la oposición se empieza a organizar tímidamente. Rosa Luxemburgo junto con Karl Liebknecht, Leo Jogiches, Mehring y otros, después de varios intentos fallidos deciden editar una revista que se constituirá en portavoz de la oposición "DIE INTERNATIONALE". A partir de ese momento al grupo se le conoce como grupo Internacional, el núcleo de lo que sería la Liga Espartaquista.

También tiene un efecto positivo entre los emigrados alemanes el trabajo de los exiliados bolcheviques en Suiza, donde se dan los primeros pasos para reagrupar a los internacionalistas. Pero lo más importante es que a medida que la guerra avanzaba el movimiento obrero empieza a despertar de su letargo; en noviembre de 1.915 estallan incidentes en Stuttgart y las mujeres se manifiestan contra la carestía de la vida en Leipzig. En enero de 1.916 el grupo Internacional aprueba como programa de acción el texto de Rosa Luxemburgo sobre la "crisis de la socialdemocracia". El 19 de marzo se celebra una conferencia clandestina en Berlín del grupo, que marca los inicios de SPARTACUS BUND, (liga Spartaquista) nombre que se adopta en honor del legendario esclavo romano.

Durante este período Lenin mantiene una postura intransigente de derrotismo revolucionario "el mejor resultado es el triunfo de la burguesía enemiga", y propugna la transformación de la guerra imperialista en guerra civil. Para Lenin se trataba sobre todo de educar a los cuadros en el espíritu internacionalista, rompiendo con toda la política de colaboración con la burguesía. En este contexto se enmarcó la polémica mantenida con Rosa Luxemburgo a raíz de que ésta publicara su folleto JUNIUS que Lenin criticaba porque Rosa fijaba su objetivo en la paz y no en la guerra civil.

El 1 de mayo del grupo Internacionalista llamará a una manifestación contra la guerra Imperialista donde Karl Liebknecht se dirige a miles de obreros y jóvenes; es detenido pero el día de su juicio 55.000 obreros de las fábricas de guerra se declaran en huelga en Berlin. En junio hay también movilizaciones de los mineros en la cuenca del Rhur.

La popularidad de los dirigentes espartaquistas es enorme; sin embargo, y éste será el principal problema para el triunfo de la revolución, esta popularidad no se traduce en términos organizativos, a través de la creación de una sólida fracción revolucionaria.

Pero la oposición no se limita al partido. En los sindicatos surge una corriente opositora a través de los llamados delegados revolucionarios que actúan como una fracción organizada y mantienen una sólida ligazón con las fábricas.

Existía pues un campo inmejorable para el trabajo de los spartaquistas.

En la polémica que mantuvieron Lenin y Rosa Luxemburgo sobre la necesidad o no de romper con la vieja socialdemocracia, los grupos sectarios y ultraizquierdistas acusan a Rosa Luxemburgo de no haber aceptado los consejos de Lenin de romper con el viejo partido y construir una organización independiente. En esencia esta idea tergiversa la concepción de Lenin sobre el partido y oculta las verdaderas carencias de la posición de Rosa Luxemburgo.

Rosa Luxemburgo se oponía a la escisión mecánica inmediata del partido, su posición era clara: "... siempre es posible salir de pequeñas sectas, o cenáculos, y sí no se quiere permanecer en ellos ponerse a construir nuevas sectas o nuevos cenáculos. Pero son sueños irresponsables querer liberar toda la masa del grupo más pesado y peligroso de la burguesía, mediante una simple salida..."

Para los espartaquistas se trataba de conquistar el partido por sus miembros, de ganar la mayoría política permaneciendo en su seno a través de la propaganda.

No hay nada rechazable por nuestra parte en esta actitud de Rosa Luxemburgo y sus camaradas. Como luego se demostró en el transcurso de noviembre a enero de 1918, las grandes masas de la clase obrera, la juventud y los soldados alemanes participaron en la acción dirigiéndose en primer lugar al partido que siempre habían visto como representante tradicional de sus intereses, el SPD.

La solución no radicaba con romper orgánicamente con la socialdemocracia, algo que tampoco Lenin planteó. Se trataba y aquí residió la carencia de los spartaquistas, de organizarse dentro del partido, de los sindicatos, del ejército como una corriente independiente, con su programa propio, y educar a la nueva generación de activistas que entraban en la lucha. De esta manera en circunstancias más favorables, como era previsible que se dieran, una organización sólida, disciplinada, centralizada con un programa claro y con perspectivas definidas podía ganar el apoyo decisivo de las masas. Esto no tenía que suponer romper orgánicamente con la socialdemocracia, por lo menos por voluntad propia, hasta que la organización marxista tuviese un apoyo masivo entre la clase obrera.

En cualquier caso dentro o fuera de la socialdemocracia la tarea fundamental era dar cuerpo a una organización de cuadros, con raíces en las fábricas, los sindicatos y el partido que pudiese transformarse en una organización mas amplia y de ahí a una con influencia de masas. Esta fue a pesar de todo el heroísmo y entrega por parte de los espartaquistas su gran tarea irrealizada.


III. SURGIMIENTO DEL CENTRISMO. NACIMIENTO DEL USPD


III. I. LA SOCIALDEMOCRACIA SE ROMPE

Rasa Luxemburgo y sus camaradas lucharon por frenar los intentos de escisión que provenían de un sector de los radicales. Sin embargo la escisión se produjo por el sitio que los internacionalistas no habían previsto: el aparato del partido.

Es casi una ley histórica que el centrismo aparece en los períodos de tensiones revolucionarias. Por si mismo, el centrismo que podemos definir como una tendencia en movimiento, temporal, que oscila entre el reformismo y el marxismo, anuncia los primeros momentos del proceso. revolucionario. Nunca existe un centrismo en estado puro; como Trotsky definió el centrismo conoce todos los colores del arco iris; lo importante para una tendencia revolucionaria que quiere ganar para sus posiciones a las masas que siguen a los dirigentes centristas, es saber determinar el rumbo de su dirección, si se dirigen desde la derecha a la izquierda, o viceversa.

Los viejos parlamentarios que se habían opuesto a los créditos de guerra pero que habían aceptado la disciplina del partido, se sentían cada vez más presionados por los acontecimientos.

Los dirigentes del SPD capitulaban constantemente a las presiones de la burguesía, no sólo aceptaban su política de anexiones además defendían los atentados a los derechos democráticos, la represión policial, la legislación antiobrera. Los centristas van endureciendo sus críticas a medida que perciben el descontento existente en la base del partido y en las fábricas.

La oposición de estos diputados es bastante tímida; no se oponen a la guerra como hace Liebknecht que ya vota abiertamente contra los créditos lo que le vale la expulsión del grupo parlamentario. Primero abandonaron la sala en el momento de la votación de los créditos; luego votaron en contra de la renovación del estado de sitio; todas estas acciones que son acompañadas con la movilización del partido por parte de los centristas, decide a la dirección que finalmente les excluye del grupo parlamentario; los centristas se organizaron como colectivo de trabajo socialdemócrata en el parlamento. El capítulo final de la expulsión vendrá a raíz de la discusión en el parlamento de la ley de movilización de mano de obra. Esta ley profundamente reaccionaria enfrenta con mayor crudeza a las dos alas.

En enero de 1.917 una conferencia reúne a todas las oposiciones con un resultado modesto: se redacta un manifiesto en el que se decide mantener contactos entre la oposición para defender los derechos de los militantes contra las expulsiones. La dirección aprovecha este hecho y acusa a la oposición de actividad fraccional y los expulsa de la organización, la represión interna lleva el sello de Ebert: 99 organizaciones locales quedan excluidas, entre ellas las de Berlín, Leipzig, Bremen, Brunswick. La oposición responde constituyéndose en una nueva conferencia en Gotha como partido socialdemócrata independiente (U.S.P.D.). Con el viejo SPD quedaron 170.000 militantes, mientras que el USPD arrastró 120.000.

En el seno de los espartaquistas se vuelve a desatar la polémica. Karl Radek defiende las tesis de construir un partido revolucionario rompiendo con los centristas. También es este el parecer de Paul Leví, dirigente espartaquista ganado para el bolchevismo en Suiza.

Finalmente, los dirigentes spartaquistas deciden adherirse al USPD; se trataba ante todo de preservar al grupo de la degeneración sectaria. Como contrapeso, Bernstein y Kantsky se afilian al nuevo partido. De todas formas la opción tomada por los dirigentes spartaquistas no era en modo alguna equivocada. Los espartaquistas carecían de organización; por el contrario el USPD contaba con miles de los mejores militantes de las fábricas; los delegados revolucionarios se adhirieron también al partido, aunque conservarán su estructura fraccional, el sector mas radicalizado del partido, susceptible de ser ganado a las ideas del marxismo revolucionario se encontraba en el nuevo partido centrista.

Sin embargo los espartaquistas trasladaron al nuevo partido sus viejos esquemas sobre la organización. Rechazaron todo tipo de centralización, incluso llegando a reclamar plena autonomía para las organizaciones locales y provinciales. Defendían que las masas encontrarían espontáneamente las formas adecuadas de organización en el curso de la acaón, y el papel del partido se limitaba a estimularlas para la acción. Era envitable que en este punto las diferencias fueran profundas con los bolcheviques.

La postura de los dirigentes espartaquistas provocó grandes fricciones con otros grupos de oposición, en especial con los radicales de Bremen y Hamburgo que abogaban por la ruptura con la socialdemocracia. En agosto se celebra una conferencia en Berlín y nacen los socialistas internacionalistas, que adoptaron una postura ultraizquierdista en muchos aspectos, abogando por la organización de la clase obrera en Uniones Obreras. Otto Ruhie todavía diputado se suma a esta pequeña organización.

III. II. NUEVAS OFENSJVAS DE LA CLASE OBRERA

La guerra continuó arrojando un saldo de horror y devastación: de febrero a diciembre 240.000 soldados cayeron en Verdum. En la retaguardia la escasez de alimentos atraía el descontento. Las cosechas de patatas de 1.916 fue sólo de 23 millones de toneladas, por 46 de media antes de la guerra, y el mercado negro Junto a los especuladores es una realidad sangrante.

Como sen ala Pierre Broue, el descontento campesino se expresa en las oscilaciones del centro Católico hacia las actitudes de la oposición centrista en el Reichstag. A pesar de todo el movimiento obrero recibe un gran impulso con el triunfo de la revolución de febrero en Rusia y coincidiendo con la Asamblea General del Metal se decide convocar una huelga por la mejora de los abastecimientos.

En Leipzig durante la huelga se adopta una plataforma de reivindicaciones claramente políticas que transcienden los objetivos de la huelga:

    • Declaración del gobierno a favor de la paz sin anexiones

    • Supresión de la censura y levantamiento del estado de sitio

    • Abolición de la ley de movilización del trabajo

    • Liberación de los presos políticos

    • Introducción del sufragio universal en elecciones a todos los niveles.

La huelga en Leipzig se prolonga después del 15. En Berlín, diputados socialdemócratas independientes toman la palabra en muchas fábricas y llaman a seguir la lucha sobre el programa de Leipzig. En la mayoría de las Asambleas de fábrica que se celebran ese día se lanza la consigna de elección de consejos obreros.

Finalmente el movimiento durará pocos días y es derrotado. La experiencia de la huelga del 15 y sobre todo el movimiento de Leipzig anuncia sobre que bases se moverá el proletariado alemán.

La agitación no se limita a los trabajadores. También entre los marinos donde predominan los metalúrgicos y los obreros cualificados, la radicalización de las masas encontrará una viva expresión; desde principios del 17, los intentos de formar organizaciones revolucionarias de marinos se suceden uno tras otros hasta el punto de que enjulio de 1.917 mas de 5.000 marinos están bajo la dirección de una central clandestina de marinos socialdemócratas.

Este proceso de ascenso en la lucha de masas, pronto recibirá el impacto del triunfo de la revolución de octubre que al tiempo dividirá profundamente a los dirigentes socialdemócratas independientes.

III. III. EL TRIUNFO DEL BOLCHEVISMO Y LA REVOLUCION ALEMANA

La Revolución Rusa constituyó el hecho más importante de la I Guerra Mundial. Para los bolcheviques, desde febrero, las condiciones objetivas para la toma del poder estaban madurando de forma acelerada. Al igual que la alemana, la Revolución Rusa sometió a una dura prueba a los revolucionarios; en las filas del bolchevismo, la tendencia mas revolucionaria y mejor organizada que ha tenido el proletariado, no todo fueron unanimidades, las discrepancias se mantuvieron en el seno del partido incluso durante el transcurso del asalto al poder. Pero por encima de las posiciones minoritarias la mayoría del partido con Lenin y Trotsky a la cabeza supieron trazar una táctica que ganó a las masas para el socialismo. Desde abril, Lenin había elaborado un programa acabado para la revolución que fue asumido mayoritariamente por el partido. Durante julio, agosto y septiembre del 17 la dirección bolchevique dio un ejemplo de comprensión de la táctica y del estado de ánimo, la conciencia y la psicología de las masas. La tarea de ganar a la clase obrera a través de la explicación paciente de la línea revolucionaria tuvo sus resultados.

Para los bolcheviques la Revolución Rusa constituía una etapa de la Revolución Mundial. Eran absolutamente conscientes de que sólo el triunfo de la revolución en un país avanzado, especialmente Alemania podría asegurar el mantenimiento de octubre y el inicio de la transformación socialista de Rusia e internacionalmente, en consecuencia el primer decreto del gobierno soviético a todos los pueblos del mundo era a favor de un armisticio inmediato y de una paz democrática basada en la autodeterminación y la renuncia a las anexiones; los bolcheviques publicaron los acuerdos secretos del gobierno Kerenski con los aliados y repudiaron los territorios que habían sido prometidos a Rusia.

Esto tuvo un efecto poderoso en la clase obrera mundial. En 1.917 un motín masivo afectó a 54 divisiones del ejército francés, y en diciembre empezó una oleada de huelgas que culminó en el mes de mayo con una marcha de 250.000 trabajadores en Paris; las huelgas en Gran Bretaña durante 1.918 afectaron a más de un millón de trabajadores, en enero de 1.918 700.000 obreros de Austria-Hungría participaron en una huelga general a favor de las propuestas de paz de los bolcheviques; en febrero los marineros austro-húngaros se unieron a las protestas tomando por un tiempo el control de la flota de guerra.

Con las negociaciones de Brest-Litovsk los bolcheviques emprendieron una campaña sistemática dirigida a los trabajadores y soldados alemanes. Karl Radek organizó la distribución de millares de panfletos con la llamada de paz del gobierno soviético, por las trincheras. Además de inició la edición de DIE FACKEL (LA ANTORCHA) con medio millón de tirada, que exponía las posturas bolcheviques, y se distribuyó profusamente en todo el frente de guerra.

Los bolcheviques estimularon la organización de los prisioneros de guerra alemanes (había mas de 165.000 soldados y 2.000 oficiales), y muchos de ellos fueron ganados al comunismo.

Para los bolcheviques y Lenin en particular, la revolución de octubre despertaba grandes esperanzas para obligar a los líderes espartaquistas a romper políticamente con los socialdemócratas y construir una organización revolucionaria. La Revolución Rusa influenció decisivamente a muchos líderes que como Franz Merhing abogaban por construir un partido revolucionario. Todos los líderes espartaquistas simpatizaban y se reclamaban solidarios con la Revolución Rusa, pero seguían sin adoptar resoluciones serias en el terreno de la construcción de una organización.

Rosa Luxemburgo por su parte polemizó con los bolcheviques sobre asuntos de gran importancia, como la política agraria bolchevique, la persecución de las tendencias socialistas, o la política exterior de paz que para Rosa retrasaba el final de la guerra y la explosión de la revolución alemana. A pesar de todo Rosa Luxemburgo aceptó seriamente la ayuda de los bolcheviques incluso más tarde llegaría a converger con posturas que Lenin había defendido ardientemente frente a las suyas.

Paralelamente la combatividad de los obreros alemanes iba en aumento. En enero del 18 se reunieron representantes de los delegados revolucionarios, la dirección del USPD y los diputados de este partido en el Landstag y en el Reichstag; aunque finalmente se acordó una resolución llamando a la huelga general, las vacilaciones de los diputados centristas hace que la convocatoria de huelga desaparezca dos días más tarde del texto. Esto no impidió que la huelga siga siendo preparada, especialmente por los delegados revolucionarios de fábricas.

En este contexto se celebra la Asamblea de torneros de Berlín, que decide desencadenar la huelga el 28 de enero. Ese día 400.000 trabajadores se encuentran en huelga y eligen delegados (414) la mayoría revolucionarios y torneros. El programa que adopta la Asamblea de delegados es muy similar al de los huelguistas de Leipzig en 1.917:

    • Paz sin anexiones ni indemnizaciones

    • Representación de los trabajadores en las conversaciones de Paz

    • Mejora del avituallamiento

    • Derogación del estado

    • Reestablecimiento de la libertad de expresión y de reunión

    • Leyes para proteger el trabajo de mujeres y niños

    • Libertad detenidos políticos

    • Sufragio universal a los veinte años.

La Asamblea Berlinesa elegirá un comité de acción de 11 miembros, todos miembros de los delegados revolucionarios que a su vez deciden invitar al USPD a enviar 3 representantes, invitación que se hace extensible al SPD. Por parte del USPD asistirán Haase, Ledebour y Dittman y del SPD Ebert, Scheidemann y Braun.

La participación de los dirigentes del SPD tiene un objetivo claro: boicotear la huelga y desactivar el movimiento. Ebert reclama inmediatamente paridad entre representantes de los partidos y de los huelguistas, y se posiciona en contra de muchas de las reivindicaciones aprobadas en la Asamblea. A lo largo del tiempo que duró la huelga se produjeron enfrentamientos entre la policía y los huelguistas; los mayoritarios del SPD intentaron reventar el movimiento proponiendo negociaciones con el gobierno pero sólo a través de los dirigentes sindicales que el canciller está dispuesto a recibir.

Las vacilaciones de los dirigentes izquierdistas en el comité de acción fueron fundamentales en la desorientación del movimiento. Sin consignas claras, sin una táctica definida, los huelguistas se aislaron en Berlin, mientras los soldados se mantuvieron cohesionados y disciplinados bajo el mando de los oficiales. Finalmente el movimiento acaba siendo derrotado.

Este desenlace se repetirá un ano después, cuando el enfrentamiento entre el proletariado berlinés y la burguesía alcance su punto más decisivo; las vacilaciones, la indecisión de la dirección revolucionaria será el factor decisivo para la derrota de la clase obrera.

E sen cualquier caso muy ilustrativo conocer cual era la opinión de Ebert, máximo líder del SPD, sobre la huelga y su participación en la misma:

".....Yo entré a la dirección de la huelga con la intención bien determinada de ponerle fin lo más deprisa y evitar así al país una catástrofe...".

De esta manera los dirigentes reformistas habían cumplido a la perfección su tarea; aparecían como gente razonable a los ojos de las masas sin abandonar su fraseología socializante.

Este es un punto esencial para comprender el desarrollo de la revolución alemana. Los dirigentes derechistas de la socialdemocracia, actuaron coherentemente como los mejores y más decididos servidores de la burguesía; no encontraremos vacilación ni sentimentalismos en su forma de actuar; por el contrario siempre se guiaron por una táctica muy flexible al servicio de sus objetivos estratégicos fundamentales, abortar la revolución y restituir el poder a la burguesía garantía del mantenimiento de sus privilegios materiales y prestigio social.

La ausencia de una organización seria por parte de los espartaquistas, les impide aprovecharse de las ventajas de la situación. A lo largo de 1.918 los marxistas alemanes podrían haber construido un partido de masas. Pero ni siquiera toda la ayuda financiera y técnica de los bolcheviques, que enviaron a Joffe como embajador en Berlin, les permitió explotar toda la efervescencia revolucionaria. De hecho no sólo se estaba produciendo un proceso de radicalización entre los obreros, la juventud socialdemócrata estaba girando con rapidez hacia las posiciones mas izquierdistas.

Con el estallido de la revolución, los espartaquistas constituirán una minoría conocida pero sin organización, con pocos cuadros y muy desconexos de las fábricas y los sindicatos.



Continuación


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