Introducción
Recientemente, el primer ministro malayo, Mahatir
Mohamed, declaró: "Hoy los judíos gobiernan este mundo por poderes.
Consiguen que otros luchen y mueran por ellos". Esta es una expresión
clara de antisemitismo. Por toda Europa estamos viendo no sólo violencia
verbal antijudía, sino también ataques físicos. Un informe del Comité
Jurídico de Derechos Humanos, publicado el año pasado y titulado Fuego
y cristales rotos, describe los asaltos a judíos y población
presumiblemente judía en Europa. Los atacantes gritaron consignas
racistas, apedrearon a escolares y a fieles y rabinos que asistían a los
servicios religiosos. Casas, escuelas y sinagogas judías fueron
incendiadas. Se rompieron ventanas y se profanaron cementerios. Hubo
ataques con cócteles molotov contra estudiantes, sinagogas, escuelas y
casas judías francesas. En Marsella incendiaron una sinagoga y en París
hubo agresiones a manos de encapuchados. Según la policía, en esta ciudad
hubo diariamente cerca de una docena de incidentes antijudíos durante los
meses que siguieron a la Pascua.
En Ucrania, cabezas rapadas atacaron a trabajadores
judíos y al director de una escuela judía. En Holanda, los manifestantes
portaban esvásticas y fotos de Israel, mientras coreaban "¡Sieg heil!" y
"¡judíos al mar!". En Salónica fue destrozado el monumento en memoria del
Holocausto. En Eslovaquia se arrojaron bombas incendiarias en los
cementerios. En Berlín hubo agresiones a personas y aparecieron esvásticas
en monumentos judíos, y en una sinagoga apareció la siguiente pintada:
"Seis millones no son suficientes".
Todo esto es una terrible expresión del odio a los
judíos, contra el que la clase obrera debe luchar. Demagógicamente, los
defensores de los crímenes cometidos por el Estado israelí contra los
palestinos están presentando la condena de dichos crímenes como la más
peligrosa expresión de antisemitismo. El objetivo de esos nacionalistas
judíos de derechas no es luchar contra el antisemitismo, sino justificar
la opresión de los palestinos en nombre de la lucha "contra el terrorismo
mundial", que otorga al gobierno de EEUU el derecho a ocupar y saquear
cualquier país que él considere que apoya al terrorismo.
Para la clase obrera es importante comprender la
diferencia entre el horrible antisemitismo y la lucha contra el
imperialismo y el colonialismo, incluido el del Estado de Israel. Por esta
razón, una breve historia de los judíos y del antisemitismo, incluido el
papel del movimiento sionista, es importante.
Contrariamente a la creencia común fomentada por los
sacerdotes cristianos y los rabinos judíos, según la cual el antisemitismo
está arraigado en la religión judía, en realidad donde está arraigado es
en las contradicciones de la sociedad de clases, empezando por la sociedad
esclavista. No son las diferentes colecciones de dogmas religiosos las que
han estado luchando entre sí durante miles de años, sino los intereses de
clases sociales contrapuestas.
Dado que la historia de la humanidad está determinada, en
última instancia, por el desarrollo de las fuerzas productivas —las cuales
sustentan la superestructura política, las leyes y las ideas—, estamos
obligados a buscar las raíces del antisemitismo en el lugar que los judíos
han ocupado en las diferentes sociedades, es decir, su papel en los
diferentes modos de producción y en las diferentes etapas de la evolución
de esas sociedades.
¿Cuál es el origen de los judíos?
Una idea bastante común es que la historia de los judíos
comenzó durante la Edad del Bronce Medio (siglo -XVIII), cuando las tribus
nómadas hebreas se asentaron en Canaán. Según la tradición judaica, el
padre de los judíos fue Abraham, que en aquella época emigró desde el
Creciente Fértil, la parte del mundo donde comenzó la civilización humana
hace menos de 10.000 años. El Creciente Fértil abarca desde el Nilo hasta
el Tigris y el Éufrates, pasando por Israel/Palestina. Hace seis o siete
mil años, la sociedad evolucionó desde la caza a la recolección, desde una
sociedad que pasaba todo el día buscando comida a otra capaz de domesticar
animales. Esto permitió la cría de ganado para obtener alimentos y pieles,
y la cosecha de granos.
Cuando esto se produjo, apareció también un excedente de
comida. Fue la primera forma de plusvalía, que provocó el aumento de la
población y la división del trabajo. La sociedad se empezó a dividir entre
los que trabajaban (artesanos, guerreros…) y los que estaban exentos del
trabajo (sabios, sacerdotes…). Esto a su vez llevó al desarrollo de las
ciudades.
El Creciente Fértil es el resultado de tres grandes ríos,
responsables de la fertilidad y del consiguiente atractivo de la región.
El Nilo es el río más grande del mundo. Sin él, Egipto sería un desierto.
En la antigüedad, el 3 por ciento de Egipto era tierra cultivable y el 97
por ciento, desierto. Los ríos Éufrates y Tigris recorren la histórica
región de Mesopotamia, que en griego significa "entre ríos".
Existe cierto debate sobre si la primera civilización
apareció en Egipto o en Sumer (sur de Mesopotamia), pero la mayoría de los
antropólogos creen que la escritura tuvo su origen en el Creciente Fértil.
La escritura fue un tremendo avance social que permitió a
las personas comunicarse mejor y recoger la información necesaria para sus
actividades, es decir, para la supervivencia. Comenzó con la pictografía.
Por ejemplo, un palote significaba "hombre". Más tarde, los dibujos
evolucionaron hacia símbolos más abstractos que representaban sonidos
fonéticos, hasta que finalmente se convirtieron en un sistema de tres
"letras", cada una de las cuales representaba un sonido y que se
combinaban entre sí para formar palabras que expresaban una idea.
En apariencia, la tradición judaica tiene sentido. Pero
realmente no sabemos por qué un grupo de personas abandonan Ur Kasdim (la
Ur de los caldeos), encontrada por los arqueólogos en el actual Iraq. ¿Por
qué abandonan una civilización desarrollada para asentarse en la más
atrasada de Canaán? ¿Por qué se establecen en una zona menos fértil, es
decir, en Canaán o en las montañas centrales? La mayoría sabemos, por
supuesto, que la Biblia no es un libro de historia, sino de teología. Por
esta razón estamos dispuestos a razonar que la Biblia, incluida la
historia de Abraham, es un intento de demostrar la relación mítica entre
los judíos y la Tierra Prometida. Sabemos que, a diferencia de Egipto, que
está protegido por un desierto, Mesopotamia no tenía montañas ni desiertos
que le sirviesen de defensas naturales, y que su fértil tierra era muy
apetecible. Era una gigantesca llanura donde confluían las grandes
corrientes migratorias de todos los pueblos antiguos. Cualquier
conquistador proveniente de Asia o de Europa pasaba por allí. Por esta
razón estamos dispuestos a aceptar la posibilidad de que los hebreos se
convirtieron en nómadas después de escapar de Mesopotamia para salvar sus
vidas.
¿Y si esta epopeya es sólo un mito?
La versión judía de su propia historia nos dice que el
próximo capítulo importante es el éxodo de los esclavos hebreos desde
Egipto.
En el año -1440, Egipto estaba gobernado por el faraón
Amenofis II. La primera mención a los hapiru se encuentra en los
textos egipcios. Algunos consideran que el término se aplicaba a los
hebreos. Sin embargo, la palabra no significa "nómadas", sino
"indeseables", y se usaba para definir a diferentes grupos sociales que no
eran del agrado de los gobernantes egipcios. "Hebreo", como palabra para
describir a gente que vivía en Egipto, no ha aparecido ni siquiera una vez
en los hallazgos arqueológicos.
En -1365 llegó al poder Amenofis IV (Akenatón), que
intentó infructuosamente promover una forma de culto monoteísta, con Ra
(el sol) como dios creador. Si Moisés fuese una figura histórica real, la
Biblia indica que esta época podría ser la de su nacimiento. Pero
nuevamente en los restos arqueológicos no aparece ninguna mención a una
rebelión y huida masiva de esclavos.
¿Es posible, entonces, que un grupo de esclavos cananeos
escapara de Egipto en ese período y se fuera a Canaán? Sabemos que en
Egipto había esclavos cananeos (la palabra egipcia para cananeo también
significaba esclavo) y también que algunos escaparon. Pero, ¿es plausible
que un grupo de esos esclavos huidos fuera el grupo original del "Éxodo" y
que su historia se convirtiera en la historia bíblica?
Un experto en la cuestión ha escrito: "Oscura e incierta
como es la historia hebrea de la época de los patriarcas, no cabe duda de
que la migración desde Egipto aproximadamente en -1250 es el
acontecimiento más importante de la historia hebrea. Más que cualquier
otro hecho histórico, este acontecimiento dio a los hebreos una identidad,
una nación, un fundador y un nombre, utilizados por primera vez en la
primera línea del Éxodo, el relato bíblico de la migración: bene
yisrael ('los hijos de Israel')" (Richard Hooker, World
civilization, web de la Washington State University).
Por supuesto, estos eruditos son conscientes de que no
hay ninguna evidencia de sus afirmaciones. El propio Richard Hooker
escribe unos renglones después: "¿Cómo ocurrió esto? ¿Cómo estos diversos
grupos tribales que adoraban a un dios al que llamaban Dios, de repente
forman un grupo nacional más o menos unificado? ¿Qué ocurrió en Egipto que
no ocurrió con otros extranjeros que vivían allí? Realmente no podemos
responder a esta pregunta porque no tenemos ningún registro de los hebreos
en Egipto, ni siquiera en la historia hebrea. A pesar de la gran
trascendencia que, para los hebreos, tuvieron los acontecimientos de la
migración y la naturaleza dramática de la liberación, incluidas las plagas
y las catástrofes que asolaron Egipto, parece que los egipcios no
repararon en ello e incluso que ni siquiera sabían que vivían en su país.
Disponemos de varios registros egipcios sobre grupos extranjeros durante
el Nuevo Reino, pero son registros de grupos expulsados por los egipcios
por sentirlos como una amenaza o por su excesivo poder. Los hebreos no
aparecen nunca en estos registros, ni ninguno de los acontecimientos
relatados por la historia hebrea" (Richard Hooker, op. cit.).
Según la Biblia, Moisés sacó a los hebreos de Egipto, que
durante cuarenta años deambularon por el desierto hasta que, finalmente,
llegaron a la tierra prometida de Canaán (Palestina). Moisés murió antes
de entrar en ella y Josué se convirtió en el siguiente patriarca, un líder
brillante que derribó las murallas de Jericó. Los registros arqueológicos
nos dicen que en el siglo -XIII, el momento histórico al que se refiere la
Biblia, Jericó no tenía murallas. No sólo esto, sino que muchos documentos
de la Edad del Bronce Tardío (-1550 a -1150) nos proporcionan informes
detallados de que los egipcios, que en ese momento eran muy poderosos,
gobernaban Canaán como una colonia y no permitirían que unos hapiru la
conquistaran sin una lucha importante, y por supuesto nada se ha
encontrado en Egipto sobre tal acontecimiento.
¿Y qué pasa si todo es un mito creado mucho más
tarde?
Es evidente que la historia narrada en la Biblia acerca
de la victoria de los hebreos sobre los cananeos y su posterior
asentamiento en el territorio no es cierta. De hecho, existen pruebas de
que, en realidad, los hebreos vivieron en la región montañosa del centro
del país y en algunos lugares cercanos al valle del río Jordán, intentando
defenderse de los cananeos y de los poderosos filisteos, algunos de los
cuales poseían carros y guerreros pertrechados con armas de hierro, frente
a las cuales poco podían hacer.
La Biblia nos habla de los grandes reyes de la casa de
David. Nos dice que Salomón creó el gobierno central hebreo más rico y
poderoso jamás visto, y que lo hizo a un coste extremadamente alto. La
tierra proporcionaba lo suficiente como para pagar sus extravagancias, y
la población estaba sujeta a trabajos forzados en Tiro, al norte.
Sin embargo, esta historia es imposible. El sur de las
montañas (Judá, donde gobernaron los reyes David y Salomón) estaba mucho
menos desarrollado que el norte, donde se encontraba Shomrón, la capital
del reino de Israel. De haberse unido ambos reinos en el siglo -X, como
nos cuentan, habría sido bajo la égida de Israel, no bajo la de la más
atrasada Judá.
Sabemos que el rey David fue un personaje real. En 1993
se descubrió en Dan una tumba con una lápida en arameo que relata la
historia de un rey arameo que derrotó a los reyes de la casa de David.
Pero aunque hay evidencias de la existencia del rey
David, la historia de su gran reino es claramente un mito. De manera
similar, sabemos que existió el rey Salomón. Sin embargo, él no pudo ser
el constructor de un gran templo para el dios judío. Incluso la Biblia nos
dice algo muy diferente: que Salomón no adoraba sólo a Yahvé, sino a
muchos otros dioses. Así que el monoteísmo no era la ideología común ni
siquiera en los tiempos del rey Salomón. A lo que parece, en esa época
Yahvé era un dios más entre muchos otros:
Empero el rey Salomón amó, además de la hija de Faraón,
muchas mujeres extranjeras: a las de Moab, a las de Ammón, a las de
Idumea, a las de Sidón, y a las Hetheas;
Gentes de las cuales Yahvé había dicho a los hijos de
Israel: No entraréis a ellas, ni ellas entrarán a vosotros; porque
ciertamente harán inclinar vuestros corazones tras sus dioses. A éstas,
pues, se juntó Salomón con amor.
Y tuvo setecientas mujeres reinas, y trescientas
concubinas; y sus mujeres torcieron su corazón.
Y ya que Salomón era viejo, sus mujeres inclinaron su
corazón tras dioses ajenos; y su corazón no era perfecto con Yahvé su
Dios, como el corazón de su padre David.
Porque Salomón siguió a Astaroth, diosa de los sidonios,
y a Milcom, abominación de los ammonitas. (Primer Libro de los Reyes,
11, 1-6).
No sólo esto, también la historia de que los judíos
fueron monoteístas desde el siglo -XIII o incluso el -XVIII no se
sostiene. La Biblia está llena de referencias a que los hebreos adoraban a
otros dioses, como El (Saturno), Júpiter y Astarté (Venus). Mencionaremos
sólo unos cuantos.
La historia de un carnero en el sacrificio de Isaac
señala a Júpiter. El carnero era el animal que representaba a ese planeta.
Debemos tener en cuenta que el nombre del sumo sacerdote de Jerusalén en
la época del patriarca Abraham, Melquisedec, indica que el principal culto
de la ciudad era al planeta Júpiter (Sedek, en hebreo). Melquisedec
significa "Júpiter es mi señor (rey)". Muchos de los salmos reflejan ideas
que se encuentran en la religión astral. Los salmos del Hallel podrían
haber sido adoptados de la adoración "pagana" al lucero del alba (Venus).
Las visiones del Señor atravesando el cielo con rayos saliendo de su
cuerpo, como en el libro del profeta Habacuc, no son monoteístas. Estos
pasajes, como los pasajes de la Torá que nos hablan de los sacrificios a
un Ser Supremo, contradicen la creencia de que los judíos eran
monoteístas.
En realidad, ni el monoteísmo ni el panteísmo (muchos
dioses con un dios central, como creían los griegos) pudieron surgir antes
del período en que el desarrollo de las fuerzas productivas permitió la
aparición de ciudades-estado, reinos e imperios. En el siglo -XIII
encontramos rastros de los hebreos en Canaán, pero no existía un centro o
ciudad para la adoración de Yahvé, al igual que no existía un gobierno
central en forma de reino; cada tribu tenía sus propios dioses. Esto es de
conocimiento general incluso entre los historiadores de esa época:
"Los propios hebreos, sin embargo, no parecen haberse
asentado confortablemente en la religión de Yahvé. Según la historia
hebrea, los hebreos abandonan regularmente la religión de Yahvé por cultos
locales, particularmente los cultos cananeos. La religión cananea se
centraba en el dios Baal, y los hebreos con frecuencia desmantelaban sus
altares a Yahvé y construían altares a Baal. Aquellos hebreos que se
establecieron en las ciudades cananeas desaparecieron literalmente en la
religión cananea; la religión de Yahvé parece haberse mantenido
principalmente entre los grupos nómadas de las montañas del país"
(Ibíd.)
¿Desde dónde y cuándo llegaron los judíos a Canaán?
Los eruditos han debatido durante muchos años esta
cuestión. Sin embargo, no es sólo una pregunta tendenciosa, sino engañosa.
Los arqueólogos que aceptaron la historia de la ocupación
de Canaán por Josué intentaron descubrir restos de la cultura hebrea en
las ruinas de las ciudades de Jericó, Biet El, Lachish y Hatzor.
Encontraron muchas cosas interesantes de ese período, pero nada
relacionado con los primeros israelitas. Esas ciudades están localizadas a
lo largo de la costa y en los ricos valles, lejos de las montañas boscosas
donde ellos residían, entre el valle de Israel y el de Beersheba, un
territorio bajo ocupación israelí desde 1967. Aquí los arqueólogos
encontraron los restos de muchas aldeas.
Estas aldeas son mucho más primitivas que las ciudades
cananeas. No aparecieron palacios ni joyas refinadas, pero sí muestras de
una cerámica muy basta. Estas aldeas indican una etapa del desarrollo
social intermedia entre la cría de ovejas y la agricultura, el inicio de
asentamientos permanentes que pueden volver a la cría de ovejas durante
las malas cosechas.
Estas personas tenían también sus creencias religiosas.
Sin embargo, Yahvé no pudo ser un dios traído por Abraham desde Ur. Según
la historia bíblica, Moisés empezó a adorar a Yahvé en el Sinaí, tras la
huida de Egipto. Tampoco puede haber sido el mismo dios de los últimos
reyes hebreos. Yahvé sólo puede haber sido un dios local, uno entre otros
muchos.
Este dios del siglo -XIII era antimonárquico. Según
cuentan los libros primero y segundo de Samuel, los hebreos se acercaron a
Samuel, el "juez" de Israel, y le exigieron un rey. El relato deja claro
que tanto Samuel como Yahvé consideraron el deseo de un rey como un acto
de desobediencia a Yahvé; el pueblo hebreo, según Samuel, sufriría
enormemente por esa desobediencia. El conflicto entre Yahvé y los monarcas
hebreos nos trae a la mente otro acontecimiento similar que tuvo lugar en
Egipto, el del faraón Akenatón, que inició el culto a Ra como dios
principal y fue por ello asesinado por los sacerdotes.
¿De dónde tomaron los hebreos su mitología?
Los elementos mitológicos que encontramos en la Biblia
son parte de la mitología de toda la región. Además, debemos señalar otro
descubrimiento interesante. La oleada de nómadas que se hicieron
sedentarios en el siglo -XIII no fue la primera ola de este tipo, sino la
tercera.
La primera fue en la Edad del Bronce Antiguo (-3500 a
-2200 ) y terminó en torno al año -2100, cuando los colonos reanudaron la
vida nómada. La segunda tuvo lugar durante la Edad del Bronce Medio (-2000
a -1550) y terminó después de una crisis en la Edad del Bronce Tardío
(-1550 a -1150). Esta pauta, contrariamente a lo que relata la Biblia (que
intenta dar la impresión de que los hebreos destruyeron las ciudades
cananeas), indica que los colonos hebreos dependían de dichas ciudades,
por lo que durante la crisis de éstas volvieron a convertirse en nómadas.
Es posible que la última oleada de colonos cananeos, que acabaría por
convertirse en los hebreos, tomara sus mitos de las dos oleadas
anteriores.
Yahvé se convierte en el único soberano
Este conflicto, que finalmente llevó a la victoria de los
reyes sobre la casta sacerdotal, formaría la base de un gran cambio en la
naturaleza de la religión hebrea.
Más tarde, en los siglos -VIII y -VII, los últimos reyes
de ambos reinos hebreos —Israel y Judá— se dieron cuenta de que el
desarrollo histórico de los grandes imperios iba en contra de la
independencia de los pequeños estados. La sociedad esclavista, como otras
sociedades de la historia, sufría una importante contradicción. La
economía se expandía y se convertía en una economía regional, pero la
existencia de pequeños estados bloqueaba esa expansión. Cada imperio
intentaba controlar toda la economía conocida. Para poder llevar a cabo
esta tarea, los pequeños estados tenían que ser convertidos en colonias.
Este proceso no alcanzaría su punto culminante hasta el Imperio Romano,
que no sólo sería la etapa superior del modo de producción esclavista,
sino también su etapa final.
En -722, el reino de Israel fue derrotado por Asiria, y
muchos de sus habitantes fueron obligados a trasladarse a otras partes de
su imperio. Al mismo tiempo, repoblaron con asirios el territorio
conquistado. Los nuevos pobladores fueron los samaritanos. Esta nueva
población de Samaria se adaptó a las condiciones locales. La prueba de
ello es que, al principio, adoraban a Yahvé y a otros dioses, pero en un
par de siglos se convertirían en adoradores exclusivamente de Yahvé. Esto
causó un gran cisma en la religión de Yahvé entre los samaritanos y los
judíos, que cambiaron algunos aspectos de sus creencias religiosas.
Los israelitas expatriados desaparecieron permanentemente
de la historia y son conocidos como "las diez tribus perdidas de Israel".
La razón no es difícil de entender. Los asirios no los trasladaron a un
solo lugar, sino que los desperdigaron en pequeños grupos por todo el
Oriente Medio. Eran campesinos que se integraron fácilmente en otras
culturas.
La advertencia estaba clara para los gobernantes de Judá:
la falta de un estado centralizado fuerte había ayudado a que los asirios
conquistasen el reino israelita con sus muchos dioses.
Yahvé cambiaría su perspectiva política. El dios
antimonárquico de la época de Samuel se tendría que convertir en el dios
de una monarquía fuerte. Sin embargo, contrariamente a lo que relata la
Biblia, esto no ocurrió bajo David o Salomón, sino trescientos años
después. Fue quinientos años más tarde de que Dios supuestamente hablara a
Moisés, al escribirse la Biblia en el siglo -VII, cuando Yahvé se
convirtió en el jefe y dios único de los hebreos de Judá. La Biblia
también se reelaboró en esa época para explicar la mitología judía desde
el punto de vista ideológico de los sacerdotes monárquicos de Judá. Estos
sacerdotes pretendían que había existido un reino unido de la casa de
David, para así justificar un intento de organizar tal reino.
En -701, el rey asirio Senaquerib le arrebató territorios
a Judá, y los judaítas habrían sufrido el destino de los israelitas de no
haber sido porque en -625 los babilonios, bajo Nabopolassar, reafirmaron
su control de Mesopotamia, creándose un vacío de poder. Josías, el rey
judaíta, intentó extender su territorio aprovechando ese vacío, y en su
intento de crear un poder central fuerte se armó con la ideología del
único y supremo Dios, lo que condujo al monoteísmo y al tema fundamental
de la Biblia: o adoráis a un solo Dios, o seréis castigados y exiliados.
La Biblia nos dice que Josías redescubrió el libro de las
leyes de Moisés y destruyó los demás cultos. Así, hizo lo correcto a los
ojos de Dios:
Y a los dieciocho años del rey Josías, fue que envió el
rey a Saphán hijo de Azalía, hijo de Mesullam, escriba, a la casa de
Yahvé, diciendo:
(…)
Entonces dijo el sumo sacerdote Hilcías a Saphán escriba:
El libro de la ley he hallado en la casa de Yahvé. E Hilcías dio el libro
a Saphán, y leyólo.
Viniendo luego Saphán escriba al rey, dio al rey la
respuesta, y dijo: Tus siervos han juntado el dinero que se halló en el
templo, y lo han entregado en poder de los que hacen la obra, que tienen
cargo de la casa de Yahvé.
Asimismo Saphán escriba declaró al rey, diciendo: Hilcías
el sacerdote me ha dado un libro. Y leyólo Saphán delante del rey.
Y cuando el rey hubo oído las palabras del libro de la
ley, rasgó sus vestidos.
Luego mandó el rey a Hilcías el sacerdote, y a Ahicam
hijo de Saphán, y a Achbor hijo de Michaía, y a Saphán escriba, y a Asaía
siervo del rey, diciendo:
Id, y preguntad a Yahvé por mí, y por el pueblo, y por
todo Judá, acerca de las palabras de este libro que se ha hallado: porque
grande ira de Yahvé es la que ha sido encendida contra nosotros, por
cuanto nuestros padres no escucharon las palabras de este libro, para
hacer conforme a todo lo que nos fue escrito. (Segundo Libro de los
Reyes, 22, 3, 8-13).
Entonces el rey envió, y juntaron a él todos los ancianos
de Judá y de Jerusalén.
Y subió el rey a la casa de Yahvé con todos los varones
de Judá, y con todos los moradores de Jerusalén, con los sacerdotes y
profetas y con todo el pueblo, desde el más pequeño hasta el más viejo; y
leyó, oyéndolo ellos, todas las palabras del libro del pacto que había
sido hallado en la casa de Yahvé.
Y poniéndose el rey en pie junto a la columna, hizo
alianza delante de Yahvé, de que irían en pos de Yahvé, y guardarían sus
mandamientos, y sus testimonios, y sus estatutos, con todo el corazón y
con toda el alma, y que cumplirían las palabras de la alianza que estaban
escritas en aquel libro. Y todo el pueblo confirmó el pacto.
Entonces mandó el rey al sumo sacerdote Hilcías, y a los
sacerdotes de segundo orden, y a los guardianes de la puerta, que sacasen
del templo de Yahvé todos los vasos que habían sido hechos para Baal, y
para el bosque, y para todo el ejército del cielo; y quemólos fuera de
Jerusalén en el campo de Cedrón, e hizo llevar las cenizas de ellos a
Beth-el.
Y quitó á los camoreos, que habían puesto los reyes de
Judá para que quemasen perfumes en los altos en las ciudades de Judá, y en
los alrededores de Jerusalén; y asimismo a los que quemaban perfumes a
Baal, al sol y a la luna, y a los signos, y a todo el ejército del cielo.
Hizo también sacar el bosque fuera de la casa de Yahvé,
fuera de ejército, al torrente de Cedrón, y quemólo en el torrente de
Cedrón, y tornólo en polvo, y echó el polvo de él sobre los sepulcros de
los hijos del pueblo.
Además derribó las casas de los sodomitas que estaban en
la casa de Yahvé, en las cuales tejían las mujeres pabellones para el
bosque.
E hizo venir todos los sacerdotes de las ciudades de
Judá, y profanó los altos donde los sacerdotes quemaban perfumes, desde
Gabaa hasta Beersheba; y derribó los altares de las puertas que estaban a
la entrada de la puerta de Josué, gobernador de la ciudad, que estaban a
la mano izquierda, a la puerta de la ciudad. (Segundo Libro de los
Reyes, 23, 1-8).
Vemos cómo, según los sacerdotes de Yahvé, el rey hizo lo
correcto. Pero también descubrió, para su asombro, que hacer lo correcto a
los ojos del dios supremo no significa hacer lo correcto a los ojos de la
historia.
El rey Josías declaró la guerra a Egipto y fue derrotado.
Los sueños de grandeza de este rey eran sólo eso: grandes ilusiones. Es
verdad, por supuesto, que cuando una clase progresista se atiene a las
leyes de la historia es probable que eso la lleve a la victoria. Sin
embargo, Josías no era el líder de una clase progresista ni tampoco se
atuvo a las leyes de la historia. Actuó contra estas leyes, y fue
derrotado.
Judá pronto cayó víctima de las luchas de poder entre
asirios, babilonios y egipcios. Cuando el hijo de Josías, Joacaz, se
convirtió en rey (puesto en el trono por los asirios), el faraón Necao
atacó Judá y lo derrocó. Judá se convirtió entonces en un estado
tributario de Egipto.
Después de que los babilonios derrotaran a los egipcios
en -605, Judá se convirtió en un estado tributario de Babilonia. Pero
cuando en -601 los babilonios fueron a su vez derrotados, el entonces rey
de Judá, Joaquín, se puso del lado de los egipcios. Por esta razón, el rey
babilónico Nabucodonosor ocupó Judá en -597. Joaquín le entregó Jerusalén
y Nabucodonosor nombró un nuevo rey, Sedecías. Siguiendo la práctica
mesopotámica, Nabucodonosor deportó a unos 10.000 judíos —elegidos entre
los profesionales, los artesanos y los ricos; la gente corriente pudo
quedarse en Judá— a su capital en Babilonia. Esta deportación fue el
principio del exilio. Este período, que comenzó en -597 (aunque
tradicionalmente se data en -586) y es conocido en la historia judía como
la Diáspora, terminó cuando los persas conquistaron Babilonia en -538.
En el destierro, los judíos ricos establecieron
comunidades separadas y desarrollaron un comercio internacional. Al mismo
tiempo, desarrollaron su religión conforme a la nueva situación. El
destierro era inexplicable para la teología hebrea porque ésta se basaba
en la promesa de Yahvé de proteger a los hebreos y utilizarlos como el
instrumento de sus propósitos para la historia humana. La pérdida de la
tierra prometida por Yahvé hizo pensar a los judíos que toda la fe
depositada en su promesa era inmerecida.
El nuevo dios judío ya no sería más un dios local de las
guerras tribales por la tierra. La nueva religión judía del período
posterior al exilio en Babilonia incluiría elementos de la nueva religión
persa.
Esta religión, llamada zoroastrismo, era dualista y se
basaba en que el universo estaba formado por dos partes distintas. Una era
dios y la luz; la otra, el mal y la oscuridad. La historia cósmica era
simplemente la batalla épica entre estas dos fuerzas divinas. Al final de
los tiempos, una batalla culminante decidiría, de una vez y para siempre,
cuál de ambas fuerzas dominaría el universo. Los seres humanos, en todo lo
que hacían, participaban en esta lucha. Todos los dioses y religiones
también eran parte de esta épica, casi eterna batalla. Si te viene a la
mente El señor de los anillos, no es de extrañar. Este dualismo fue
integrado en la nueva religión judía.
Los primeros hebreos creían que sólo Yahvé dominaba el
universo. Después del exilio, los nuevos sacerdotes judíos adoptaron la
idea persa de que el universo estaba formado por dos fuerzas
diametralmente opuestas: una buena y otra mala. Ahora existía una fuerza
maligna, Satán, que se oponía a Yahvé, como recoge la historia de Job.
Otro nuevo aspecto adoptado fue la creencia en una vida
eterna dual. Antes del exilio, los hebreos creían que después de la muerte
el alma era enviada a un lugar de polvo llamado sheol, donde
morarían por un tiempo breve antes de que su existencia se apagase para
siempre. Esta creencia era idéntica a todas las otras versiones semíticas
de la vida después de la muerte. Los persas, sin embargo, creían que las
almas buenas se reunirían con el principio de la bondad en la dicha
eterna, y las almas malas se reunirían con el principio del mal para
sufrir hasta la derrota final del mal. Esta visión de la vida después de
la muerte explica el sufrimiento en la vida terrenal, como la diáspora; la
justicia cósmica se hace evidente solamente tras la muerte del individuo,
no durante su vida.
Antes del destierro, Judá e Israel eran reinos; ahora
Judá se había convertido en un estado teológico y, al mismo tiempo, en una
colonia persa. Yahvé había encontrado finalmente su lugar en este mundo.
Se convirtió en el Ser Supremo y Creador de todo y, al mismo tiempo, en un
criado al servicio del imperio persa. El templo fue reconstruido bajo la
dirección de Zerobabel y, más tarde, de Ezra. La nueva sociedad hebrea
perseguía y expulsaba a los no judíos, especialmente a quienes profesaban
religiones extranjeras. Durante el período persa y posteriormente, Judá
fue el estado donde se adoraba a Yahvé y solamente a él.
Durante los doscientos años de dominación persa de todo
el Oriente Medio y Egipto, Palestina fue un estado tributario de Persia.
Tras la conquista de ésta por Alejandro Magno (-332), pasó a ser una
colonia griega. El imperio griego no duraría mucho más que la breve vida
de Alejandro, cuyos generales se lo repartieron a su muerte. Antígono, y
más tarde Tolomeo, heredaron Egipto; Seleuco se hizo con el Oriente Medio
y Mesopotamia. Después de dos siglos de paz con los persas, el estado
judío se encontró de nuevo en medio de una lucha de poder entre dos
grandes imperios: al norte, el estado seléucida, con capital en Siria; al
sur, el estado lágida, con capital en Egipto. Una vez más, Judea fue
conquistada, primero por uno y después por el otro, pasando de ser un
estado vasallo seléucida a ser un estado vasallo ptolemaico. Entre -319 y
-302, Jerusalén cambió siete veces de manos.
En -168, una revuelta judía, encabezada por los macabeos
como apoyo a Roma en su guerra contra los griegos, derrotó a los
seléucidas. Durante un breve período, Judea se convirtió en un estado
semi-independiente y, finalmente, en colonia romana.
Durante este período, los judíos vivieron en varias
regiones, incluyendo Judea, Mesopotamia y otras partes del Oriente Medio,
y también en Asia y Egipto y zonas del norte de África. La diáspora judía
comenzó con el destierro en Babilonia. Grandes y poderosos grupos de
judíos vivían por todo el imperio persa, y más tarde en los reinos
helenísticos y el Imperio Romano.
Dado que bajo los griegos era posible que los extranjeros
se convirtieran en ciudadanos de las polis, también fue posible que por
todo el Oriente Medio los judíos se convirtieran en ciudadanos de otros
estados, además de Judea. Esto es vital para comprender la dispersión
judía. Los derechos de ciudadanía (o casi ciudadanía, llamados
polituemata) permitieron a los judíos permanecer y prosperar fuera
de Judea.
El estado judío desapareció en -70, cuando los romanos
aplastaron las rebeliones judías. En -63, Judea se convirtió en un
protectorado de Roma. Sin embargo, la diáspora había comenzado mucho
antes, al menos desde que los asirios conquistaron Israel en -722 y
Nabucodonosor deportó a Babilonia a los habitantes de Judá en los años
-597 y -586. Otro grupo de habitantes de Judá huyó a Egipto, donde se
estableció en el delta del Nilo. Desde -597 hubo tres grupos distintos de
judíos: el de Babilonia y otras regiones de Oriente Medio, el de Judá y el
de Egipto. Un gran número de los judíos egipcios se convirtieron en
mercenarios en la isla Elefantina, situada en el curso alto del Nilo.
Desde ese momento, la historia de los judíos es la historia de la diáspora
y del papel cambiante de Yahvé.
SEGUNDA PARTE: EL SURGIMIENTO DEL ANTISEMITISMO
Desde los primeros tiempos, los judíos estaban
alfabetizados, lo que unido al idioma común que compartían los diferentes
grupos resultó muy útil para el comercio internacional. La alfabetización
no sólo condujo a la adquisición de conocimientos, sino que también tuvo
beneficios materiales.
Ser el "pueblo del libro" dio a los comerciantes judíos
grandes ventajas. A través del tiempo, la participación de los judíos en
la evolución del comercio fue proporcionalmente mucho mayor que su número.
Los judíos se convirtieron en parte integral de la
actividad mercantil internacional de los países en los que se asentaron o
a los que fueron arrojados. Esto no significa que todos los judíos se
dedicaran al comercio o las finanzas; muchos eran pescadores, artesanos e
incluso esclavos.
Antes del surgimiento del feudalismo
Según la información recogida en la web de la Hebrew
History Federation, la historia marítima judaica comienza con la
asociación de los judaítas con los fenicios, en los puertos de Tiro, Sidón
y Cartago.
Los cananeos desaparecieron de la actividad marítima
después de que los romanos derrotaran a los cartagineses y conquistaran el
Levante. Los judíos, sin embargo, continuaron siendo un factor
significativo en el comercio mediterráneo. No sólo poseían barcos y
financiaban viajes comerciales, también eran marineros. Filo refiere que
una de las cuatro principales ocupaciones de los judíos de Alejandría era
la actividad marítima en todas sus formas. El líder eclesiástico Origen
(185-254), que era alejandrino, escribió que no sólo los carpinteros,
albañiles y otros trabajadores judíos de la ciudad descansaban en el
sabbath, sino que también lo hacían los marineros judíos. Sinesios
(375-413), obispo de Ptolemaida, informó que, en su viaje desde
Alejandría, el capitán y más de la mitad de la tripulación eran judíos.
Durante la ocupación romana de Egipto, los empresarios
judíos de Alejandría se involucraron cada vez más en el comercio marítimo.
Sus barcos navegaban por el Mar Rojo, el Golfo de Adén y a través del
Océano Índico.
Los dominadores romanos no eran comerciantes que viajasen
por las rutas, a los que tenían en muy baja consideración, sino potentados
que obtenían sus riquezas de la actividad de los comerciantes. Los romanos
recaudaban impuestos en los campamentos militares establecidos para
"proteger" las caravanas a lo largo de la ruta africana, impuestos que en
ocasiones equivalían al 25 por ciento del valor de las mercancías.
Desde el siglo -VIII, cuando el gobernante asirio
Tiglath-Pileser deportó, según él mismo, a más de 10.000 israelitas a
Persia, los judíos han estado en primera línea del comercio internacional.
El posterior destierro babilónico añadió muchas miles de familias judaítas
al entorno persa-babilónico. Persia se convirtió en el centro del comercio
entre Oriente y Occidente, y los judíos eran el puente entre ambos mundos.
Los banqueros judíos participaron en el desarrollo de la
industria persa e iniciaron un sistema de crédito. Entre los documentos
más relevantes del período persa hallados, se cuentan los registros de dos
bancas judías: "Murashu e Hijos" y "Egibi e Hijos".
Tel Aviv es uno de los veintiocho asentamientos judíos de
la zona de Nippur que aparecen en los textos de Murashu.
La mayoría de los judíos aludidos en los documentos de
Murashu eran de las clases bajas, algunos esclavos. Dos de estos esclavos,
uno con un claro nombre judaico, fueron contratados por el cabeza de
familia de los Murashu para reparar el dique del canal de riego que
atravesaba su finca. El contrato estipulaba que los daños serían asumidos
por éstos si no cumplían lo acordado, ¡de lo que se deduce que los
"esclavos" tenían propiedades con las que hacer frente a los pagos!
Existen varias referencias a ingenieros judíos que se
ganaban la vida como expertos en irrigación. Los catorce directores de
canales cuyos nombres constan en estos documentos eran todos judíos. Estos
administradores tenían unas responsabilidades técnicas decisivas para la
economía de la región.
Desde el siglo -V, los comerciantes judíos recorrieron
las rutas terrestres a China, estableciendo colonias en puntos
estratégicos de dichas rutas.
Los abalorios de cristal parecen estar entre los primeros
bienes del intercambio comercial entre Babilonia y China. En tumbas de
Loyang, la capital china en el período final de la dinastía Zhou, se
encontraron, entre otros objetos, las omnipresentes cuentas de collar con
forma de ojo, de la misma técnica, diseño y composición que las fabricadas
en Judá y exportadas desde Tiro y Sidón a todo el Mediterráneo.
La misma ruta sirvió para intercambiar byssus
judío (un tejido de lino) por seda, por lo que recibió el nombre de Ruta
de la Seda.
Los chinos soñaban con el lino al igual que los
occidentales lo hacían con la seda. El lino era tan apreciado en China
como la seda en Occidente. El tejido del lino y la fabricación del cristal
eran las principales ocupaciones de los judíos de Alejandría. Los
artesanos judíos dominaban la industria textil y del tinte. Como
comerciantes, controlaban el mercado de fibras y telas. Los tejedores
judíos de Beth-shean tenían fama en todo el mundo por sus delicados
tejidos. El Talmud de Jerusalén dice que "las más finas vestimentas
litúrgicas de lino proceden de Beth-shean".
La calidad de las telas y ropas fabricadas por los judíos
de Beth-shean fue reseñada por Diocleciano en su edicto de precios
máximos: "Los productos textiles se dividen en tres calidades: primera,
segunda y tercera. En cada grupo, los productos de Scythopolis
[Beth-shean] aparecen en la primera clase".
Otra de las mercancías importantes provenientes de China
eran las especias.
Los chinos pagaban el lino y el vidrio no sólo con seda,
también con canela, casia (de cuya corteza se extrae un tipo de canela),
jade, alcanfor y gran variedad de otros productos.
Tanto India como China eran fuentes de especias exóticas
de gran valor, tanto por enriquecer el sabor de la comida como por ayudar
a su conservación dos mil años antes de la aparición de la refrigeración.
Las especias también eran muy valoradas por sus propiedades medicinales.
La producción y el uso de tintes era un secreto
industrial de los comerciantes y artesanos judíos. La púrpura real
(argaman) y el azul ritual (tekhelet) eran dos colores
particularmente importantes en la cultura del antiguo Israel.
En la antigüedad, sólo los mesopotámicos usaban jabón.
Egipcios, griegos y romanos lo desconocían. En la Biblia encontramos que
los judaítas conocían tanto su fabricación como su uso: "Aunque te
laves con lejía y amontones jabón sobre ti, tu pecado está sellado ante
mí, dijo el Señor Yahvé" (Jeremías 2, 22).
Los comerciantes judíos anteriores a la Edad Media
hablaban árabe, persa, franco, andalusí y eslavo. Viajaron de Oriente a
Occidente y viceversa, tanto por tierra como por mar. De Occidente traían
esclavos adultos, chicos y chicas, brocados, pieles de castor y otros
animales, cueros, sables y espadas. Navegaban desde la tierra de los
francos, en el Mediterráneo occidental, hasta a-Faruma, un puerto en el
extremo oriental del delta del Nilo. Desde aquí transportaban sus
mercancías a lomos de animales hasta Al-Qulzum, en el mar Rojo, a varias
parasangas de distancia. Desde Al-Qulzum navegaban a Al-Jar (Medina) y
Yedda (el actual puerto de La Meca), desde donde se dirigían al Sind (el
valle del río Indo), a la India y a China, desde donde retornaban a
Al-Qulzum con almizcle, madera de aloe, alcanfor, canela y otros
productos.
Pero la seda y las especias no fueron los únicos bienes
venidos de Oriente; también vinieron conocimientos.
Los comerciantes judíos conocieron el sistema decimal
indio (que incluía el uso fundamental del cero) y en los siglos
posteriores a la caída de Roma tradujeron al árabe las matemáticas indias
e introdujeron su sistema decimal en el norte islámico de África, que más
tarde sería conocido como sistema numérico arábigo, llamado así en
Occidente no porque lo inventaran los árabes, sino porque los europeos lo
tomaron de éstos.
La mayoría de los estudiosos de la Biblia coinciden en
que la aceptación por los judíos, en el siglo -VI, de un monoteísmo
abstracto estuvo de alguna forma ligada a la pérdida nacional del reino de
Judá y del templo de Jerusalén, y al destierro en Babilonia. (John Bright,
La historia de Israel; Gerhard von Rad, Teología del Antiguo
Testamento; David Aberbach, Imperialismo y profecía bíblica 750-500
aC).
Ha habido muchos intentos de explicar por qué los judíos,
que antes de la primera diáspora no eran menos politeístas que los
cananeos, desarrollaron el concepto de un dios abstracto. Según el libro
de Freud Moisés y la religión monoteísta, Moisés fue asesinado por
los hebreos porque quería imponer una religión que para ellos era
demasiado espiritual. Desde un punto de vista materialista, es decir,
científico, la razón de la aparición de un dios abstracto fue la
inexistencia, por culpa de la diáspora, de un estado judío que actuase
como centro del comercio internacional.
Los judíos en la Edad Media
Tras la destrucción de Roma, la vida de la mayoría de los
europeos fue muy miserable. Sin embargo, cuando la inestabilidad y el caos
de la Baja Edad Media retrocedieron y las invasiones bárbaras pararon, la
economía medieval se recuperó y prosperó. Aparecieron nuevos aperos
agrícolas, como un arado más pesado, la herradura y el arnés. Los
campesinos, que producían los alimentos básicos, fueron capaces de
cultivar la tierra, triplicándose la extensión cultivada. Los campesinos
eran el corazón de la sociedad medieval: la mayoría de la población
europea vivía en aldeas de entre diez y varios centenares de familias.
Estas aldeas estaban localizadas en feudos gobernadas por un señor o por
un monasterio o convento cercano. Los feudos eran generalmente unidades
económicas autárquicas que proporcionaban a los señores y a sus campesinos
vasallos todo lo necesario. Las aldeas eran grupos de chozas en medio de
los campos de labor. Cada familia tenía asignado el cultivo de varias
parcelas, a menudo separadas entre sí y de las que obtenían suficiente
comida para alimentarse, entregando el excedente como diezmo a la Iglesia
y como impuestos al señor feudal. Cerca de la aldea normalmente había
prados comunales donde pastaban los animales de tiro, los cerdos y el
ganado. Existía también una zona arbolada donde el campesino recogía la
leña para calentarse y cocinar. Las aldeas no tenían escuela, ni hospital
ni edificios públicos, aunque en las ciudades ya empezaban a surgir. La
iglesia era el centro cultural de la aldea; en ella se celebraban las
fiestas religiosas, los bautizos y las bodas, y el tiempo se medía con sus
campanadas.
El comercio europeo se expandió enormemente entre los
siglos X y XIV. En la Baja Edad Media, el comercio fue fundamentalmente
local, un intercambio a corta distancia de productos perecederos. Pero en
el siglo XI comenzó a reactivarse el comercio a larga distancia. El
Occidente medieval reanimó las relaciones con el Imperio Bizantino y el
mundo islámico, intercambiado mercancías por plata islámica y oro
bizantino, lo que ayudó a que en Occidente se restableciese una economía
basada en la moneda.
A finales del siglo XII, los comerciantes de Europa
occidental se movían continuamente por los ríos navegables y caminos
europeos, de modo que el comercio fue desplazando a la agricultura como
fuerza más dinámica de la economía europea. El boom comercial provocó el
crecimiento de las ciudades y la industria. Este crecimiento se vio
interrumpido temporalmente en la Alta Edad Media por la peste negra (siglo
XIV) y también por una serie de guerras, pero la importancia creciente del
comercio llevó al desarrollo de las ciudades y, finalmente, fue uno de los
principales factores que puso fin al período medieval y a su sistema
agrícola feudal. La manufactura europea se desarrolló más lentamente que
el comercio. Los productos manufacturados medievales eran normalmente
fabricados por los artesanos en sus propios talleres y vendidos
directamente al público. Las distintas industrias se agrupaban en gremios,
organizaciones profesionales que controlaban el funcionamiento de cada
ramo industrial y protegían los intereses de sus miembros frente a los
forasteros. Aseguraban a cada miembro una cuota del negocio, a través de
la regulación de precios y la competencia, limitando el número de personas
que podían comerciar. Los gremios también funcionaban como entidades
sociales, organizaban banquetes y fiestas religiosas, cuidaban a las
viudas y los huérfanos de sus miembros y garantizaban un entierro
adecuado.
La expansión de la actividad económica provocó el
crecimiento de la vida urbana. La palabra alemana burg, en
sus distintas formas, se empezó a usar para las ciudades, cuyos habitantes
eran conocidos como burghers. Las ciudades eran mucho más
heterogéneas y volátiles que el campo, y contenían una mezcla de plebeyos
y miembros de la aristocracia, estudiantes y profesores, así como siervos
fugitivos y campesinos. Las ciudades y villas medievales eran
relativamente pequeñas. En el siglo XI, la ciudad tipo tenía unos 5.000
habitantes, pero las ciudades crecieron con la expansión del comercio. En
vísperas de la peste negra de 1347, muchas ciudades italianas superaban
los 100.000 habitantes. Las ciudades eran el centro de la creciente
herejía y una expresión temprana de antifeudalismo.
La Santa Inquisición se fundó como herramienta formidable
para asentar el dominio papal. En el siglo XII, los papas ordenaron a los
obispos acabar con la herejía en sus diócesis. A los acusados se les
negaba el derecho al asesoramiento legal, se les torturaba y se les exigía
que demostrasen su arrepentimiento delatando a sus cómplices. La Iglesia
no necesitaba derramar la sangre de los "culpables" porque normalmente
eran entregados a las autoridades civiles. Ser quemado vivo era un método
común de ejecución de herejes. La Inquisición sólo iba dirigida contra los
católicos heréticos, pero también persiguió a los conversos, tanto
musulmanes como judíos.
Entre los años 900 y 1300, algunos reyes europeos
consiguieron sustituir el orden político enormemente descentralizado de
los siglos IX-X por estructuras políticas más organizadas: las monarquías
feudales. La condición de monarca fue considerada sagrada por la Iglesia,
para así darle legitimidad. El principal deber del rey era garantizar la
paz interior del reino y administrar la justicia, así como organizar y
dirigir los ejércitos nacionales contra los enemigos exteriores.
Los monarcas feudales eran los jefes supremos de la
estructura feudal, pero no tenían autoridad directa sobre sus súbditos
porque se interponían varias capas de vasallos menores con quienes el rey
compartía el poder. En la estructura feudal, los reyes tenían
fundamentalmente contacto con sus vasallos principales y los súbditos de
los dominios reales; asimismo, tenían derecho a apoderarse del territorio
de un vasallo desleal. Los reyes gobernaban a través de una serie de
relaciones y sólo poseían medios económicos para proporcionarles a sus
reinos los servicios básicos. En el siglo XII, Inglaterra era la monarquía
feudal mejor organizada y gobernada. La monarquía feudal francesa se
desarrolló más lentamente, pero en el siglo XIV se había convertido en un
modelo para los demás estados. En Alemania e Italia no hubo monarquías
feudales fuertes, un factor que influiría en su desarrollo posterior.
Los judíos de la Europa feudal, dominada por la ideología
cristiana, tenían unas condiciones de existencia más duras que los que
vivían en estados islámicos. Se les excluía de la mayor parte de los
oficios, excepto del comercio y el préstamo de dinero; se alimentaba el
antisemitismo entre los plebeyos, que creían todo tipo de estupideces
sobre los judíos; se consideraba a los judíos colectivamente responsables
de la muerte de Jesús porque los fariseos habían animado a los romanos a
ejecutarlo; se extendían rumores, como que los judíos practicaban
sacrificios humanos en sus ceremonias religiosas, asesinaban niños
cristianos, envenenaban pozos y propagaban las enfermedades. Los judíos
sufrieron ataques masivos durante las Cruzadas y durante la peste negra,
cuando la población europea se volvió completamente histérica.
Durante los siglos IX y X, la reconquista cristiana de
España provocó una gran migración judía porque los gobernantes españoles
expulsaban de sus nuevos territorios tanto a los judíos como a los
musulmanes. Muchos acabaron en territorios franceses y alemanes, así como
en el norte de África y en Turquía. Dado que las persecuciones continuaban
en Europa occidental, muchos judíos acabaron por trasladarse a Polonia y
Lituania, donde formaron importantes comunidades.
En 1179, el Tercer Concilio Laterano prohibió que los
judíos viviesen entre los cristianos y los confinó en guetos, barrios
amurallados de la ciudad que los mantenían apartados del resto de la
comunidad. Los gobernantes también daban periódicamente rienda suelta al
sentimiento popular, asesinando o expulsando a prestamistas judíos y
apoderándose de sus propiedades.
En el siglo XII se extendió una forma popular de devoción
cristiana, el culto a la Virgen María, caracterizado por los relatos de
santos populares y las historias de mártires, que mostraba a María jugando
un papel prominente en la salvación de las personas, especialmente los
niños. En estas piezas, que eran representadas en las iglesias y repetidas
en las lecciones del dogma católico, los judíos aparecían a menudo como
malvados. Se les pintaba conspirando permanentemente para raptar y
asesinar a niños cristianos o atacar a la comunidad. Los judíos
personificaban toda la incertidumbre y temor de la población, eran los
cabezas de turco a quienes culpar de cualquier ruptura en el sentimiento
medieval de seguridad.
La clave para comprender los orígenes del antisemitismo
en aquella época es el hecho de que la Iglesia, como institución de la
sociedad feudal, quería desalentar el crecimiento de las ciudades. El
rasgo común a los judíos desde su destierro a Babilonia era su modo de
vida urbano.
Desde ese destierro, las comunidades judías raramente se
establecieron en las zonas de interior. Los judíos han vivido en los
puertos, a lo largo de las rutas comerciales o en los centros
administrativos e industriales, más que en el campo. La sociedad feudal
era esencialmente una sociedad de castas y lo deseable era que cada cual
"permaneciera en su lugar". Para un burgués era extremadamente difícil,
sino imposible, entrar en la nobleza, de la misma forma que el noble no se
rebajaba a practicar el comercio o sentía desdén por los negocios. A los
campesinos se les impedía escapar a las ciudades, y para ellos los judíos
eran parte de la peligrosa ciudad.
La Iglesia, que obligó a los judíos a dedicarse a la
usura, más tarde utilizó ésta para justificar su persecución.
Desgraciadamente, la idea de que la raíz del antisemitismo medieval fue
consecuencia del papel de los judíos en la usura ha penetrado incluso en
la izquierda.
La falsa interpretación de los orígenes del antisemitismo
en la Edad Media
En 1942, poco antes de ser asesinado por los nazis,
Abraham León escribió un libro muy conocido titulado La cuestión
judía, en el que desarrolla su tesis de los judíos como un
pueblo-clase, un pueblo comerciante al que la diáspora transformó en una
clase financiera precapitalista: los usureros. Con el surgimiento del
capitalismo, esta ocupación dejó de estar de moda y se convirtió en un
obstáculo para un nuevo desarrollo de las fuerzas productivas. Como
resultado, los judíos fueron empujados al este europeo, a regiones más
atrasadas. Estos son algunos extractos del libro:
"Consecuentemente, fue el desarrollo económico de
Occidente lo que destruyó la función comercial de los judíos, basada en un
estado de producción atrasado. El monopolio comercial de los judíos
declinó a medida que se desarrollaban los pueblos cuya explotación lo
había alimentado.
"Al principio, la transformación económica sólo llegó a
ciertos centros urbanos importantes. Los dominios señoriales se ven muy
poco afectados por este cambio y el sistema feudal continúa floreciendo
allí. Consecuentemente, la carrera de la riqueza judía todavía no está
terminada. Los dominios señoriales todavía ofrecen un campo de acción
importante para los judíos. Pero ahora el capital judío, principalmente
comercial en el período precedente, se convierte casi exclusivamente en
usurero (…) Si, durante el período precedente, ‘judío’ era sinónimo de
‘comerciante’, ahora cada vez más comenzaba a serlo de ‘usurero’.
"A partir del siglo XIII crece la importancia de las
ciudades alemanas. Como en todas partes y por las mismas razones, los
judíos son eliminados del comercio y se vuelven hacia el negocio bancario.
El centro de gravedad de la usura judía se concentra en la nobleza. (…)
Pero este estado de cosas no podía continuar indefinidamente. Lentamente,
la usura destruyó el régimen feudal, arruinó a todas las clases de la
población sin introducir una nueva economía en sustitución de la antigua.
"Por toda Europa occidental, y en parte de Centroeuropa,
los siglos XII, XIII y XIV son la época del desarrollo de la usura judía.
Pero la evolución económica trae consigo su rápido declive. La expulsión
definitiva de los judíos tuvo lugar a finales del siglo XIII en
Inglaterra, a finales del XIV en Francia y a finales del XV en España.
Estas fechas reflejan la diferente velocidad del desarrollo económico en
esos países. (…) El feudalismo deja paso progresivamente a un régimen de
intercambio. Como consecuencia, el campo de actividad de la usura judía se
contrae constantemente. Se convierte cada vez más en algo insoportable
porque cada vez es menos necesario.
"La transformación de todas las clases de la sociedad en
productores de valores de cambio, en propietarios de dinero, las alza
unánimemente contra la usura judía, cuyo carácter arcaico enfatiza su
rapacidad. La lucha contra los judíos se torna cada vez más violenta. La
realeza, tradicional protectora de los judíos, tiene que ceder a las
repetidas exigencias de la nobleza y la burguesía.
"De esta forma, los judíos son expulsados progresivamente
de todos los países occidentales. Fue un éxodo desde los países más
desarrollados hacia los más atrasados de la Europa oriental. Polonia,
enfangada en el caos feudal, se convirtió en el principal refugio de los
judíos expulsados de los otros lugares".
La tesis está clara, aunque es de gran interés para los
historiadores marxistas que León no analizase las condiciones de los
judíos en la España musulmana. Se limitó simplemente a escribir: "La
posición económica y social de los judíos en la España musulmana no se
conoce con certeza. Sin embargo, no hay ninguna duda de que pertenecían a
las clases privilegiadas de la población".
Es una pena que León no estuviese familiarizado con la
situación de los judíos en Al-Ándalus. Se habría ahorrado una tesis
interesante pero equivocada.
Los judíos en España
Nadie que conozca la historia de los judíos en la España
musulmana puede decir que los judíos son una clase o, más exactamente, un
pueblo-clase dedicado a la usura.
Por supuesto, León tiene razón al evidenciar la estupidez
del argumento idealista de los sionistas, que dicen que hay algo único en
la supervivencia de los judíos que sólo puede explicarse por sus creencias
religiosas. El hecho de que los judíos no hayan sido asimilados durante
tantos siglos debe tener una explicación materialista basada en su papel
en la producción. Nathan Weinstock, que en su libro El sionismo, un
falso Mesías defiende la tesis de León de los judíos como un
pueblo-clase, por supuesto tiene razón cuando escribe: "En realidad, la
historia judía ofrece el ejemplo más notable del proceso por el cual las
minorías étnicas que cumplen un papel socioeconómico distinto en una
sociedad dada preservan su propia identidad y no son asimiladas por la
población circundante. El mismo fenómeno se puede encontrar, de forma
menos acabada, en el caso de los gitanos, los armenios expulsados de
Turquía, los coptos, los mercaderes chinos del Sudeste Asiático, los
comerciantes musulmanes de las ciudades chinas, los usureros hindúes de
Birmania y, hasta la Segunda Guerra Mundial, las minorías alemanas en los
países eslavos".
Sin embargo, esto no cambia el hecho de que Weinstock y
León están equivocados cuando insisten en que los judíos eran simplemente
un grupo de gente basado en una función económica precapitalista. Además,
mientras que León no aborda la cuestión en la España musulmana, Weinstock
nos da una información falsa cuando escribe lo siguiente: "Tras la caída
de Roma, [los judíos] se transformaron poco a poco en una clase mercantil,
a través de un proceso de selección que eliminó a los más pobres. Los
campesinos judíos cristianizados se mezclaron con el resto de la
población. Los únicos que preservaron sus características étnicas,
culturales y religiosas judías, y originalmente por virtud de su función
social, fueron los comerciantes y los cambistas y, sobre todo en los
países de Europa oriental y en la España morisca, la clase artesana".
Y cita a Shelomo Dov Goitein, que describe "[la
aceleración del] proceso por el cual los judíos pasaron de ser un pueblo
dedicado principalmente a los oficios manuales, a otro cuya ocupación más
característica era el comercio". Durante los primeros siglos del Islam,
los judíos del mundo musulmán abandonaron la agricultura y comenzaron a
dedicarse a las ocupaciones, y solamente a ellas, con las que
tradicionalmente han sido asociados desde entonces: comerciantes,
mercaderes de especias, financieros, orfebres, joyeros, artesanos, etc.
Esto simplemente no es verdad. Los judíos de la España
musulmana estaban mucho más integrados en la sociedad española. Destacaron
en política, economía y cultura, y se convirtieron en médicos, astrónomos,
tesoreros y recaudadores de impuestos. Samuel Hanagid (993-1056) llegó a
ser el jefe de los ejércitos del gobernante musulmán de Granada, al tiempo
que escribía poesía y estudiaba filosofía.
Haim Hillel Ben Sasson, en su monumental obra Historia
del pueblo judío, resume cómo se ganaban la vida los judíos de los
países islámicos:
"Las distintas ramas de la artesanía y el comercio eran
la principal ocupación de los judíos urbanos. Al mismo tiempo, en las
zonas fronterizas del califato y en África había otros judíos que
continuaron durante mucho tiempo dedicándose a la agricultura.
"En las ciudades abundaban los artesanos judíos, que eran
una gran parte de la población judía. De hecho, parece que esta clase
económica existía ya a finales del período clásico. Un escritor musulmán
hostil llegó incluso a decir que ‘entre los judíos sólo se encuentran
tintoreros, curtidores, barberos, cirujanos, carniceros y reparadores de
odres’. Sin embargo, sólo hizo referencia a aquellas ocupaciones hacia las
que quería llamar la atención [por ser las más degradantes]. Fuentes más
objetivas mencionan también a herreros, orfebres del oro y la plata,
fabricantes de arneses y zapateros, algunos de los cuales eran artesanos
ambulantes que trabajaban en las aldeas musulmanas" (A History of the
Jewish People, p. 395, Harvard University Press, 1976).
Juiciosamente, los otomanos dieron la bienvenida a los
judíos que huían de las garras de la Inquisición. A cambio, éstos
construyeron en el Bósforo las fábricas que suministraron las municiones y
la artillería que permitió a los otomanos crear un gran imperio.
En 1791, William Lempriere describe la situación de los
judíos en el libro de su viaje por Marruecos: "En todas las partes del
imperio abundan más o menos los judíos, que originariamente fueron
expulsados de España y Portugal, y que huyeron a la Berbería en busca de
refugio. Estas personas no están confinadas a las ciudades, sino que se
extienden por todo el país. El propio monte Atlas no es una excepción (…)
Todo el país depende de su industria e ingenio, y a duras penas podría
subsistir como nación sin su ayuda. Son los únicos mecánicos en esta parte
del mundo a los que se les puede confiar el acuñamiento de moneda, como yo
mismo he presenciado" (A Tour from Gibraltar to Tangier, Salee,
Mogodore, Santa Cruz, Tarudent, and thence over Mount Atlas to
Morocco..., pp. 188-92).
Según el libro de Abraham A. Neuman Los judíos en
España (VI): un estudio político-económico:
"En la Alta Edad Media, la mayoría de los judíos
españoles vivían en las aljamas [juderías] urbanas y sus trabajos estaban
en la ciudad, aunque algunos dirigían haciendas en el campo.
"En Barcelona, bajo dominio cristiano, los judíos
desarrollaban amplias operaciones comerciales. Poseían campos y viñedos en
propiedad o en arriendo. Cuando negociaban tierras con los obispos u otros
funcionarios eclesiásticos, las escrituras de transferencia se escribían
en hebreo o al menos tenían una firma hebrea.
"Sus profesiones por toda la península incluían las
siguientes:
"Altos funcionarios del gobierno: diplomáticos,
alguaciles, ministros de finanzas, recaudadores de impuestos y
concesionarios reales de molinos y salinas.
"Eruditos: médicos, abogados, maestros, rabinos, jueces,
predicadores, notarios, amanuenses, cantores, empleados urbanos y
mensajeros.
"Oficios financieros: cambistas, comerciantes de plata,
prestamistas de dinero y mercaderes internacionales.
"Comerciantes de: pieles, pellejos, cuero, lana, seda,
madera, especias, petróleo, carruajes, ganado, caballos, mulas, avena,
trigo y otros granos.
"Tenderos: panaderos, carniceros y mercaderías en
general.
"Además: mineros; criadores de ovejas; productores de
lino; manufactureros de guantes y productos de cuero; fabricantes de jabón
y velas; peleteros; fabricantes de armaduras; fabricantes de anclas;
acuñadores de moneda; fundidores; latoneros; joyeros; fabricantes de
relojes; marineros; armadores; zapateros; carpinteros; sastres;
cerrajeros; herreros; vendimiadores; tejedores; tintoreros; doradores;
fabricantes de pergaminos; encuadernadores; cordeleros; fabricantes de
espadas; tapiceros; pañeros; ¡jugadores profesionales y domadores de
leones!" (Jews in Spain VI: A Political-Economic Study, 1942).
A finales del siglo XIX, Mordechai Hacohen, en su obra
Hanaghid Mordechai, documentaba que prácticamente todos los oficios
y el comercio del norte de África estaban en manos judías:
"Los judíos aparecen como un grupo, especializado en el
comercio y los oficios, ritual y socialmente separado de los musulmanes,
que están especializados en la agricultura (…) Los judíos no son guerreros
porque no se les permite portar armas. Pero en su papel de herreros son
los responsables de fabricar y reparar las mismas.
"Los herreros [judíos] atizan los fuegos de carbón
vegetal y crean herramientas útiles: martillos, hachas, guadañas, arados y
todas las demás herramientas necesarias para la población de la región.
También reparan las armas. Tienen sus negocios artesanales en
las puertas de sus casas. El bereber que necesita alguna
herramienta llevará el metal y el carbón a casa del judío".
La tesis de Abraham León justifica el antisemitismo. Si
el judío era un obstáculo al desarrollo histórico, entonces la historia
debía desembarazarse de él. Sin embargo, desde un punto de vista
científico esta tesis es unilateral y, por tanto, falsa. No sólo porque a
muchos judíos se les obligó a dedicarse al préstamo de dinero, sino porque
los lombardos, que cobraban un tipo de interés del 250 por ciento, no eran
perseguidos. Es más, al capitalismo ascendente le interesaba eliminar los
obstáculos del camino hacia la completa integración de los judíos.
Contrariamente a la tesis de León, el antisemitismo no expresa las
necesidades de las fuerzas productivas, sino la decadencia feudal y, más
adelante, la decadencia del sistema capitalista. Es un reflejo de que la
historia ha dejado para el socialismo la tarea de la plena integración de
los judíos.
La tesis de Abraham León es contraria a la postura de
Lenin y Trotsky, e incluso a la de Karl Kautsky, que antes de la traición
histórica de la II Internacional fue un destacado teórico marxista. Sus
ideas sobre esta cuestión, como veremos, influyeron en Lenin y en su lucha
contra todas las formas de racismo, incluido el antisemitismo.
Las tesis de Kautsky fueron publicadas por primera vez en
1912, con el título ¿Son los judíos una raza? A diferencia de
Abraham León, que definió a los judíos como un pueblo-clase, Kautsky los
define como una casta urbana medieval evolucionando en dirección a
convertirse en una parte de la clase obrera de los países capitalistas
desarrollados de Europa occidental y de EEUU, una idea correcta en el
momento de publicación de su obra. Comenzaba con la siguiente explicación:
"… la gran masa de judíos ha constituido durante dos mil
años una casta hereditaria y exclusiva de comerciantes urbanos,
financieros, intelectuales, incluidos algunos artesanos, y ha
desarrollado, a través de la práctica y la acumulación de generación en
generación, cada vez más rasgos peculiares a todos estos estratos, frente
a las masas campesinas del resto de la población.
"Los judíos siempre se han distinguido de éstas desde la
desaparición del estado judío; al resto de la población siempre le han
parecido extraños, factor alentado durante la Edad Media por el hecho de
que cada confesión estaba siempre concentrada en un barrio determinado de
la ciudad. Si en el barrio había varias razas, cada una tenía su sección
específica. Además, en el caso de los judíos, también tenemos la
peculiaridad de que su religión y sus ritos no tienen nada que ver con los
rasgos raciales. Pero aunque los judíos pueden haber sido vistos siempre
como extranjeros, no siempre fueron tratados como enemigos. Que a los
judíos se les considerara favorablemente o no, dependió totalmente de las
necesidades y las condiciones del país en que vivían. La hostilidad, que
con frecuencia se achaca a una hostilidad racial natural, estaba
determinada por circunstancias económicas muy cambiables".
A diferencia de la tesis de León sobre los caducos
oficios judíos, Kautsky argumentaba lo siguiente:
"Dondequiera que se necesitaban comerciantes o
financieros, o intelectuales en general, y dondequiera que la oferta
nativa era insuficiente, los judíos eran bienvenidos.
"Con los judíos de la cristiandad ocurría algo similar a
los alemanes de Bohemia. En la medida que eran necesarios para desarrollar
e impulsar el crecimiento de las ciudades y para vigorizar el comercio,
eran bienvenidos. Cuando las ciudades comenzaron a desarrollar una clase
de financieros, comerciantes y artesanos nativos, los extranjeros, aunque
ya asentados, dejaban de ser considerados como una ayuda bienvenida y
pasaban a ser una competencia indeseable, unos ‘foráneos indeseables’ (…)
Mientras que hasta el siglo XIII Europa occidental buscó judíos, a partir
de entonces se les hizo la vida imposible: perdieron derechos, fueron
maltratados, saqueados y expulsados, cuando no asesinados. Dondequiera que
todavía pueden llevar una existencia desdichada, su actividad está
restringida de todas las formas posibles. Se les impide participar en
empresas comerciales a gran escala, se les prohíbe poseer tierras o
practicar el comercio. Sólo les dejan la usura y la venta al por menor. El
judío regateador como prototipo de la ‘raza’ judía es un producto de la
caridad cristiana.
"Podíamos mencionar ¾
simplemente como curiosidad¾ que fue durante este
período de mayor intensidad de la persecución contra los judíos cuando se
les prohibió visitar los prostíbulos. La reina Juana I [de Nápoles]
publicó esta prohibición en el año 1347 para la ciudad de Avignon. Esta
pía y virtuosa potentada reservó a los cristianos el privilegio de visitar
los burdeles. Dado que la restricción llegó hasta el siglo XVI, este
privilegio se transformó, para los cristianos, en el gran privilegio de
contraer la sífilis. Quizá como una medida de justicia compensatoria, a
los cristianos se les prohibió recibir tratamiento de médicos judíos.
"El lector observará que la salud de los cristianos no
mejoró con la persecución de los judíos".
La diferencia crucial entre la tesis de Kautsky y la de
León es que éste ve el modo de existencia judío como un obstáculo para el
desarrollo del capitalismo, mientras que Kautsky opina lo contrario.
"Hasta que no se fortaleció el capital industrial, la
situación general no se volvió más favorable para los judíos.
"El capital industrial no sólo surge en oposición al
latifundismo feudal, los gremios y el capital financiero. El ánimo de éste
es obtener privilegios del estado, mientras que el capital industrial
busca mantener la libre competencia dentro de sus filas. Cuanta más
competencia haya entre los comerciantes y los detentadores del poder de
conceder créditos, más florecerá la industria. A la industria le
interesaba permitir a los comerciantes y financieros judíos competir con
los cristianos, eliminar las barreras que excluían a aquéllos. Esta
actitud estaba completamente de acuerdo con la tendencia general a abolir
las instituciones medievales. El gueto era una corporación medieval. Tenía
que desaparecer, en interés de una rápida evolución del capitalismo;
aunque en algunas ciudades sobrevivió hasta la era moderna, su destino
estaba sellado. (…)
"Para el nuevo y ascendente modo de producción, se hizo
absolutamente necesario liberar a la intelectualidad judía y acabar con el
baño de sangre permanente practicado por la Iglesia —particularmente la
católica, con su precepto del celibato— contra la intelectualidad no
judía. (…)
"Sólo derrocando a esta autoridad se podría limpiar la
senda para una evolución más rápida del nuevo modo de producción. En este
proceso, el capitalismo industrial solamente encontró aliados en las
clases bajas, el proletariado y el campesinado, así como en la capa de la
pequeña burguesía y la intelectualidad que no pertenecía a las clases
privilegiadas y que sólo podría avanzar con la supresión de todos los
privilegios. Así surgió la democracia moderna, con su declaración de
igualdad entre todos los seres humanos. La consecuencia natural fue
un esfuerzo para emancipar a los judíos, y también ¾ por otro lado¾ una alianza
entre los elementos judíos más enérgicos y la revolución. Sólo a través de
la revolución podían los judíos ser liberados.
"La emancipación de los judíos se llevó a cabo en la gran
Revolución Francesa y en sus sucesoras menores. Fue anunciada, a comienzos
del siglo XVII, por una creciente tolerancia hacia los judíos en los
países capitalistas más desarrollados —primero en Holanda, después en
Inglaterra—, cambio que atrajo a muchos capitalistas judíos o
pseudocristianos españoles y portugueses. Finalmente, los judíos
obtuvieron los mismos derechos que el resto de los ciudadanos. Acto
seguido comenzaron a ascender rápidamente en la sociedad capitalista, a
cuyas necesidades habían conseguido adaptarse perfectamente, en el
comercio, la banca, el periodismo, la medicina, la jurisprudencia. Pero
simultáneamente también empezó la adaptación del judío a la sociedad no
judía, su asimilación".
Es evidente que hay una diferencia muy importante entre
ambas tesis. Para León, el antisemitismo es el resultado de la necesidad
del progreso histórico; para Kautsky, un reflejo de la crisis de la
pequeña burguesía en el capitalismo decadente.
"La oposición al liberalismo asume, como es bien
conocido, una forma bastante diferente entre el proletariado y entre la
pequeña burguesía. Ambos encuentran intolerable su posición social en la
sociedad capitalista. Pero en el caso del proletariado, las conquistas de
la democracia y de la economía capitalista son supuestos de su propia
liberación. El proletariado no busca neutralizar estas conquistas de la
democracia, sino más bien anexionarlas, utilizarlas para su propia lucha.
(…)
"Sectores considerables de la pequeña burguesía que
abandonan el liberalismo no buscan su salvación en la superación de éste,
sino más bien se sienten obligados a volver sobre sus pasos, a convertirse
política y económicamente en reaccionarios, proceso en el cual encuentran
aliados en los poderes que han sido derrotados por el liberalismo.
"Impotentes para combatir el capitalismo como sistema, no
tienen más recurso que luchar contra las manifestaciones individuales,
parciales, del capitalismo, de forma que se unen a la reacción política,
de la que también esperan, evidentemente en vano, una reacción económica.
"En esta situación, las tendencias antisemitas encuentran
un suelo abonado para su renacimiento. La batalla contra el capital en su
conjunto parece perdida. Pero el conflicto con los judíos, con el capital
judío, que tan desagradablemente sienten muchos capitalistas no judíos,
parece proporcionar mejores perspectivas de éxito.
"Así, desde la década de los setenta del siglo XIX, de
nuevo encontramos movimientos en sectores bastante amplios de la población
de Alemania, Austria, Francia, etc. que favorecen la privación de los
derechos políticos y una restricción legal, o al menos un boicot social,
de los judíos. Estas aspiraciones conectan con el odio antijudío de los
estrechos de miras y el desprecio de la arrogancia feudal, y confieren a
ambos aspectos nuevos bríos".
La explicación de Kautsky sobre la situación de los
judíos en Rusia y Polonia es muy diferente a la de León. Kautsky sostiene
que el atraso de la Europa oriental, incapaz de superar esta limitación
impuesta por la parte occidental, fue precisamente la causa de que los
judíos no fueran capaces de desarrollar el modo de producción capitalista
y tuvieran que vivir de oficios pobres, en lugar de la industria.
"La situación empeoró muchísimo con la entrada del
capital occidental tras la guerra de Crimea (…) De un solo golpe, la
economía natural del campesino se transformó en una economía mercantil
que, dadas las circunstancias, no mejoró el rendimiento de su granja, sino
que más bien la arruinó al intensificar el robo del suelo. Una proporción
cada vez mayor de la población rural se trasladó a las ciudades (…) Pero
en las ciudades estas personas no encontraban rápidamente la industria que
podría haberles absorbido, ni los depauperados campesinos representaban un
mercado adecuado para tal industria. La competencia entre los artesanos y
los vendedores ambulantes se intensificó. Los judíos estaban ahora cada
vez más oprimidos; su situación ¾ nunca muy
brillante— era cada vez más desesperada. Pero la población no judía
también sufrió; el marco de la producción era demasiado pequeño para
acomodar a todos".
TERCERA PARTE: ANTISEMITISMO Y SIONISMO
La ley del desarrollo desigual y combinado
Contrariamente a la tesis de Abraham León, los judíos
fueron bienvenidos en las sociedades en desarrollo y oprimidos en las
sociedades en decadencia. Si la historia fuera simplemente un proceso
mecánico y la Europa oriental hubiera sido capaz, a finales del siglo XIX,
de repetir el proceso de la occidental, la historia de los judíos habría
sido bastante diferente. Sin embargo, la historia, como Lenin y Trotsky
dijeron en muchas ocasiones, es un proceso de desarrollo desigual y
combinado. Cuando el capitalismo llegó a Europa oriental, el sistema
capitalista mundial ya estaba en decadencia. El capitalismo no pudo
desarrollarse plenamente en Rusia. Para que se produjera un nuevo
desarrollo de las fuerzas productivas se necesitaba la revolución
socialista. Así, en el siglo XIX la situación de Europa oriental empeoraba
continuamente. La aristocracia sometió a los artesanos y la pequeña
burguesía judíos a la feroz competencia de los nacientes pequeños
capitalistas locales. Esta rivalidad nacional, combinada con el rápido
desarrollo de la gran industria, minó las bases de la antigua economía
agraria del campesinado y los artesanos, e imposibilitó que los judíos
jugaran el papel de los capitalistas. Desde su primera aparición, el
capitalismo europeo oriental llevó la marca de la degeneración. La crisis
económica era permanente y el paro, endémico. En estas condiciones, el
nacionalismo económico de la pequeña burguesía nativa se intensificó y
adoptó la forma de un antisemitismo virulento. A finales del siglo XIX
existía un proletariado judío bastante importante, pero su estructura de
clase era bastante diferente de la estructura de la clase obrera en
general. La mayoría de los asalariados judíos eran en realidad
artesanos que trabajaban para pequeños empresarios judíos en
talleres o pequeñas industrias de consumo. No es que la posición
específica de los judíos en la sociedad feudal —la de agentes únicos de la
economía monetaria— fuera minada por el desarrollo económico, ni de que
ésa fuera la base para el moderno antisemitismo, como defienden León y
otros. Es el declive del capitalismo mundial desde finales del siglo XIX
lo que ha provocado esta horrible forma de racismo, el "socialismo de los
tontos", como correctamente lo denominó Bebel.
Así, desde finales del XIX el antisemitismo creció en
paralelo en el occidente y el oriente europeos. Fue un reflejo de la
crisis histórica y general del sistema capitalista mundial. En la Europa
oriental, el antisemitismo adoptó la forma de leyes discriminatorias y
pogromos. En cuanto a la occidental, tras el crash de 1873 el
antisemitismo creció en fuerza y la ideología antisemita (Treitschke,
Marr, Dühring) se extendió. Francia sufrió una evolución similar (Drumont,
caso Dreyfuss). El proceso fue alimentado por la creciente inmigración
judía desde la Europa oriental.
El antisemitismo contemporáneo, como las demás formas de
racismo, es una expresión ideológica de las contradicciones de los
diversos imperialismos, que pugnan entre sí por un nuevo reparto del
mercado mundial a la par que hay una falta de mercados internos para la
pequeña burguesía. El fascismo se aprovechó del antisemitismo fomentado
por la feroz competencia nacional de la pequeña burguesía, utilizándolo
para desviar los confusos sentimientos anticapitalistas de las masas hacia
el pantano del antisemitismo.
La consecuencia del antisemitismo de los nazis es bien
conocida: seis millones de judíos exterminados en los crematorios.
Si hasta 1880 la emigración judía desde la Europa
oriental fue principalmente a la parte occidental del continente, más
tarde cambió de rumbo, dirigiéndose sobre todo a Estados Unidos y,
posteriormente, a Israel. Esta tendencia se desarrolló considerablemente
con los decretos reaccionarios de 1882 y con el aumento de los pogromos a
partir de 1881.
Sólo entre 1881 y 1898 emigraron a Estados Unidos 533.000
personas. Y entre 1900 y 1914, 1.200.000. Así, la comunidad judía
estadounidense, que en 1880 era de 230.000 personas, alcanzó en 1904 el
millón y medio. Cuando en este país se impusieron duras restricciones a la
inmigración, los judíos de la Europa oriental se dirigieron a la Europa
occidental y central, Canadá, Argentina, Austria y otros países. En estos
países se integraron mucho más y terminaron su existencia como miembros de
una casta.
El sionismo
Los sionistas sostienen que ellos son la expresión del
sueño histórico de los judíos de regresar a la Tierra Prometida. En
realidad, cada vez que las bases de la vida social judía han estado en
serio peligro, una parte de la población ha creado una forma de misticismo
mesiánico.
Sin embargo, el nacionalismo judío, particularmente en su
versión sionista, fue una nueva concepción nacida del contexto
sociopolítico de Europa oriental en el siglo XIX. Víctimas del
nacionalismo agresivo de la ascendente burguesía de los países europeos
orientales, la clase media judía adoptó, a su vez, la ideología
nacionalista de sus vecinos.
El dogma sionista ha incorporado muchos elementos de las
doctrinas antisemitas, empezando por la idea de la incompatibilidad entre
judíos y no judíos a través de la llamada a una migración masiva a
Palestina con el ánimo de establecer un estado judío. El primer defensor
del ideario sionista no fue Theodor Herzl, sino Moses Hess, que en su
juventud fue colega de Marx y Engels. En 1860 escribió Roma y
Jerusalén, obra donde llamaba al pueblo judío a retornar a su patria
ancestral y que se convirtió en un manifiesto sionista. Sin embargo, esta
idea ya se encuentra en un panfleto de 1860 escrito por Ernest Laharanne,
el secretario personal de Napoleón III, que sugiere utilizar a los judíos
para la ocupación francesa de Siria. De hecho, fue precisamente la misma
idea que lord Palmerston había sugerido en 1840, cuando Gran Bretaña
estableció un consulado en Jerusalén y propuso fundar una colonia judía
europea para "preservar los importantes intereses del Imperio Británico"
(Ralph Schoenman, Historia oculta del sionismo, capítulo 2).
Esta misma idea se expresa en Roma y Jerusalén,
donde se defiende que los colonos judíos deberían iniciar la preparación
militar para luchar contra la resistencia de los beduinos.
Pero el principal ideólogo del sionismo fue Theodor
Herzl, quien publicó, como reacción al caso Dreyfuss, un panfleto titulado
El Estado judío. En él, Herzl defiende que la única manera de
acabar con el antisemitismo es concentrando a los judíos en un centro
autónomo. Este centro, en opinión de Herzl, no tenía que ser
necesariamente Palestina, sino un estado formado con el apoyo de las
potencias coloniales a cambio de los servicios prestados por los
sionistas: "Allí deberíamos ser un trozo de la muralla europea contra
Asia, un puesto avanzado de la civilización frente a la barbarie" (Theodor
Herzl, A Jewish State, p. 29, Londres, 1896).
Herzl apelaba al káiser Guillermo, al sultán Abdul Hamid
II (en aquel entonces Palestina era una provincia de la Siria otomana), a
Plehve, ministro del Interior ruso y uno de los principales organizadores
de los pogromos, a Witte, otro ministro del zar y también rabioso
antisemita, al Papa, al rey italiano Víctor Manuel III y al secretario de
Estado británico para las colonias, Chamberlain. Herzl fracasó en esta
misión, pero su sucesor, Haim Weitzman, que se convertiría en el primer
presidente de Israel, sí fue capaz de conseguir la carta conocida como la
Declaración Balfour (1917). El sionismo fue capaz de construir un estado,
pero sólo dentro del marco de la expansión colonial occidental, en
particular la británica.
El objetivo del sionismo nunca ha sido colonizar
Palestina para explotar a la población nativa, como era el objetivo de los
movimientos coloniales e imperiales de los siglos XIX y XX, sino
establecer un estado judío, lo que no se podía hacer sin dispersar y
desposeer a la población local. Desde el principio, los sionistas
aparentaron que el país estaba vacío y esperando a que los dispersos
judíos regresaran a su patria ancestral. En esencia, era la misma actitud
de todos los colonialistas, que arguyen la doctrina del "descubrimiento"
de tierras "vacías". Los sionistas tenían para los palestinos la misma
solución que los europeos para los indios, a quienes veían como un
obstáculo salvaje.
Pero a finales del XIX Palestina no estaba vacía, sino
que había miles de aldeas. Jerusalén, Haifa, Gaza, Nablús, Acre, Jericó,
Ramla, Hebrón o Nazaret eran ciudades florecientes. En vísperas de la
ocupación británica, más de medio millón de palestinos vivían en el país.
Los británicos dictaron la declaración Balfour no sólo
como pago a los años de apoyo de los dirigentes sionistas en la guerra
contra la Alemania imperial, sino también como un instrumento para
colonizar Palestina y controlar políticamente a sus pobladores: "El
sionismo, tenga razón o esté equivocado, sea bueno o malo, está enraizado
en las necesidades del presente y en las esperanzas del futuro, cuya
trascendencia es más profunda que los deseos de los más de 700.000 árabes
que ahora habitan esa antigua tierra" (Citado por Harry N. Howard, The
King Comission: An American Inquiry in the Middle East, Beirut, 1963).
No es una ninguna sorpresa descubrir que, durante la I
Guerra Mundial, el futuro primer ministro de Sudáfrica, el general Jam
Smuts, en su calidad de delegado de su país en el gabinete de guerra
británico, ayudó a garantizar el éxito de la declaración Balfour. En los
albores del siglo XX, un gran número de judíos, fundamentalmente
procedentes de Lituania, se habían asentado en Sudáfrica. Debido a su
propio estatus de colonos en este país, los líderes sionistas los
consideraron como seguidores potenciales de las ideas sionistas. Sin
embargo, esto no significa que Israel y Sudáfrica sean idénticos.
Sudáfrica se basa en la explotación de la clase obrera negra, mientras que
Israel es una nueva sociedad de clases basada principalmente en la
explotación de los trabajadores judíos.
En 1923, Zeev Jabotinsky, el padre del sionismo de
derechas, escribió un sincero artículo titulado El muro de hierro,
donde explicaba las premisas esenciales del sionismo, ya esbozadas
anteriormente por Theodor Herzl aunque no de forma tan elocuente:
"No está en discusión la reconciliación voluntaria entre
nosotros y los árabes, ni ahora ni en un futuro previsible. Todas las
personas de buena voluntad, a excepción de los ciegos de nacimiento,
comprendieron hace mucho tiempo la total imposibilidad de llegar a un
acuerdo voluntario con los árabes de Palestina para la transformación de
Palestina, de un país árabe en un país con mayoría judía. Cada uno de
vosotros tiene una comprensión general de la historia de la colonización.
Intentad encontrar un solo ejemplo en que la colonización de un país
tuviera lugar con el acuerdo de la población nativa y veréis que nunca ha
ocurrido tal cosa.
"Ya sea a través de la declaración Balfour o del mandato,
la fuerza externa es necesaria para establecer en el país las condiciones
de gobierno y defensa que priven, administrativa o físicamente, a la
población local de la posibilidad de impedir nuestra colonización,
independientemente de cuál sea su deseo. La fuerza debe jugar su papel,
con contundencia y sin indulgencia. En esto no hay diferencias
significativas entre nuestros militaristas y nuestros vegetarianos. Unos
prefieren un muro de hierro de bayonetas israelíes; los otros, un muro de
hierro de bayonetas inglesas".
Los crímenes del movimiento sionista contra los
palestinos están muy bien documentados. Pero el alcance de los crímenes de
los dirigentes de este movimiento burgués contra las propias masas judías
es mucho menos conocido. Para empezar, los sionistas comparten con los
antisemitas la visión del judío como un extranjero en los países donde los
judíos han vivido durante generaciones.
El propio Herzl escribió lo siguiente: "Conseguí una
actitud más libre hacia el antisemitismo, ahora comienzo a comprenderlo
históricamente y a perdonarlo. Sobre todo, reconocí la vacuidad y la
futilidad de intentar ‘combatir’ el antisemitismo" (Marvin Lowenthal,
The Diaries of Theodor Herzl, p. 6. Citado por Lenni Brenner,
Zionism in the Age of the Dictators, p. 6, Westport, Conn.;
Lawrence Hill, 1983).
"El pueblo judío —escribió Jabotinsky en la misma tónica—
es perverso; sus vecinos le odian, y con razón (…) su única salvación
reside en la emigración general a la tierra de Israel" (Brenner, The
Iron Wall: Zionist Revisionism from Jabotinsky to Shamir).
Los fundadores del sionismo no sólo no creían en la lucha
contra el antisemitismo, sino que se veían a sí mismos como aliados de los
antisemitas más reaccionarios en la batalla contra el movimiento
revolucionario. En su reunión con el conde von Plehve, el organizador del
peor pogromo de Rusia, el de Kishinev, Theodor Herzl le ofreció lo
siguiente: "Ayúdeme a alcanzar la tierra [Palestina] cuanto antes y la
rebelión [contra el poder zarista] acabará" (Ibíd., p. 14). Herzl
también ofreció ayuda para librar a Rusia de esos "nocivos y subversivos
judíos anarco-bolcheviques".
Plehve estuvo de acuerdo y comenzó a financiar el
movimiento sionista. Más tarde se quejó a Herzl: "Los judíos se han unido
a los partidos revolucionarios. Simpatizábamos con vuestro movimiento
sionista en la medida que impulsaba la emigración. No tenéis que
justificar el movimiento [sionista] ante mí. Estáis predicando a un
converso".
Jabotinsky negoció una alianza con Simón Petilura,
proponiéndole a éste que una fuerza policial judía acompañase a sus
fuerzas en su lucha contrarrevolucionaria contra el Ejército Rojo y la
Revolución Bolchevique. Petilura fue un fascista ucraniano que dirigió
personalmente cientos de pogromos en los que murieron asesinadas un total
de 28.000 personas.
Tras la llegada al poder de los nazis, hubo muchos
intentos de cambiar las leyes de inmigración de EEUU y Europa occidental,
para proporcionar refugio a los judíos perseguidos. Los sionistas
intentaron activamente detener esos esfuerzos. Para ellos, los únicos
judíos que contaban eran los que emigraban a Palestina. En una reunión de
sionistas laboristas celebrada en Gran Bretaña en 1938, Ben Gurión dijo lo
siguiente: "Si supiera que sería posible salvar a todos los niños en
Alemania trayéndoles a Inglaterra y sólo a la mitad si los enviamos a la
tierra de Israel, yo optaría por la segunda alternativa" (Brenner,
Zionism in the Age of the Dictators, p. 48).
Tan tarde como en 1943, mientras los judíos europeos eran
exterminados por millones, el Congreso de EEUU propuso la formación de una
comisión para "estudiar" el problema. El rabino Stephen Wise, el principal
portavoz estadounidense del sionismo, fue a Washington para testificar
contra el rescate porque eso desviaría la atención de la colonización de
Palestina.
Este es el mismo rabino Wise que en 1938 escribió una
carta, como líder del Congreso Judío Norteamericano, en la que se oponía a
cualquier cambio de las leyes de inmigración estadounidenses que
permitiera a los judíos encontrar refugio. Expuso lo siguiente: "Podría
ser de su interés saber que, hace unas semanas, los representantes de
todas las organizaciones judías importantes celebraron una conferencia.
(…) Se decidió que, en este momento, ninguna organización judía apoyaría
ningún proyecto de ley que altere las leyes de inmigración" (Ibíd.,
p. 149).
Chaim Weizmann, el líder sionista que había preparado la
declaración Balfour y que más tarde se convirtió en el primer presidente
de Israel, planteó muy explícitamente esta política sionista: "Las
esperanzas de seis millones de judíos europeos se centran en la
emigración. Me preguntaron: ‘¿Puedes llevar a seis millones de judíos a
Palestina?’. Respondí: ‘No’ (…) Desde lo más profundo de la tragedia
quiero salvar (…) a los jóvenes [para Palestina]. Los viejos pasarán.
Soportarán su destino o no. Son polvo, un polvo moral y económico en un
mundo cruel. (…) Sólo la gente joven sobrevivirá. Tienen que aceptarlo"
(Informe de Chaim Weizmann al congreso sionista de 1937 sobre su
testimonio ante la Comisión Peel, en julio de 1937 en Londres. Citado
en Yahya, p. 55).
Esta política de salvar a los judíos solamente para el
proyecto sionista en Palestina condujo a los pactos entre el movimiento
sionista y la Alemania nazi, que empezaron a salir a la luz en 1953. El
doctor Rudolph Kastner, del Comité de Rescate de la Agencia Judía en
Budapest, firmó un acuerdo secreto con Adolf Eichmann para "solucionar la
cuestión judía en Hungría". Este pacto se firmó en 1944 y selló el destino
de 800.000 judíos. Más tarde se revelaría que Kastner actuó bajo la
dirección de los dirigentes sionistas en el extranjero. El acuerdo recogía
la salvación de seiscientos destacados judíos a cambio de mantener
silencio sobre la suerte de los judíos húngaros.
Sin embargo, el pacto salió a la luz en Israel gracias a
un superviviente, Malchiel Greenwald, que denunció que Kastner había
colaborado con los nazis y que sus actuaciones en Budapest costaron la
vida a cientos de miles de judíos. Greenwald fue demandado por el gobierno
israelí, o sea, por los mismos líderes que habían preparado los términos
del pacto de Kastner.
El tribunal israelí llegó a la siguiente conclusión: "El
sacrificio de la mayoría de los judíos, para así rescatar a los más
prominentes, fue el elemento básico del acuerdo entre Kastner y los nazis.
Este acuerdo fijó la división de la nación en dos campos desiguales: por
un lado, un pequeño grupo de notables, que los nazis prometieron a Kastner
salvar, y, por otro lado, la gran mayoría de los judíos húngaros,
condenados por los nazis a morir" (Sentencia del 22 de junio de
1955. Protocolo de la causa criminal 124/53 en el tribunal de Jerusalén.
Ibíd., p. 58).
El tribunal declaró que la condición imperativa de ese
pacto fue que ni Kastner ni los líderes sionistas interferirían en la
actuación de los nazis contra los judíos. Estos líderes no sólo no
interfirieron, sino que además estuvieron de acuerdo en que ellos, en
palabras del tribunal israelí, "no dificultarían el exterminio". La
colaboración entre el Comité de Rescate de la Agencia Judía y los
exterminadores de los judíos se cimentó en Budapest y en Viena.
Más tarde se supo que Kastner intervino para evitar que
el general de las SS Kurt Becher fuese juzgado por crímenes de guerra.
Becher fue uno de los principales negociadores del acuerdo con los
sionistas de 1944 y comandante de las SS en Polonia. Heinrich Himmler lo
nombró comisario de todos los campos de concentración nazis.
El estudio de la auténtica historia del movimiento
sionista conduce a una conclusión clara: es un movimiento nacionalista que
sirve a los intereses de la élite. Como marxistas, condenamos todos los
crímenes cometidos contra los árabes o contra los judíos. Sin embargo, a
diferencia de aquellos que piensan que el movimiento sionista no es igual
al resto de movimientos nacionalistas que apoyan el decadente orden
capitalista, para nosotros el sionismo posee la misma naturaleza de clase
que los movimientos nacionalistas que pretenden que los otros
nacionalismos son malos y el suyo es el único bueno. Nos oponemos a los
intentos de los intelectuales de izquierdas, desde la guerra de 1967, de
describir a los sionistas como un inusual grupo nacionalista monstruoso.
Todos los nacionalistas sirven a este orden capitalista podrido que
provoca enormes sufrimientos a las masas. El sionismo es igual de negativo
que el resto de los nacionalismos.
Por supuesto, la mayoría de los sionistas intentan negar
esta verdad obvia diciendo que el sionismo ha sido muy diferente de
cualquier otro movimiento colonialista conocido porque protege los
intereses de las masas judías. Según ellos, es un movimiento para la
autorredención y el regreso a la tierra de sus orígenes de un pueblo
desplazado. Todos los demás (griegos, asirios, romanos, turcos, ingleses…)
fueron conquistadores. Los judíos que regresaron a Israel reclamaron la
tierra y la recuperaron después de dos mil años de abandono. A pesar de
las enormes dificultades y peligros, prosperaron. A medida que recuperaban
la tierra y cada vez llegaban más judíos, también los árabes acudieron a
esa nueva prosperidad.
La ideología sionista guarda una asombrosa similitud con
la ideología del apartheid del movimiento afrikáner sudafricano, que
también cree en la elección divina. Se consideran el "pueblo elegido", y
Sudáfrica era su "tierra prometida".
Los holandeses arribaron a África en 1652, cuando la
Compañía Holandesa de las Indias Orientales estableció un puesto avanzado.
Poco después, la compañía empezó a llevar colonos desde Holanda, a los que
se conocería como bóers ("granjeros") o afrikáners.
En 1836, sintiéndose perseguidos por los británicos, los
afrikáners abandonaron la región de El Cabo y se dirigieron al Transvaal,
en el norte, con el fin de establecer allí su propia república. Esta
migración es conocida como la Gran Marcha y, en sus esquemas, es la
"prueba épica nacional de que Dios eligió al pueblo afrikáner y de Su
destino especial para él". Según su punto de vista, al emprender la marcha
con sus carretas "fueron seguidos por el ejército británico, como el del
faraón, y por todas partes estaban rodeados de ‘cananeos’ negros no
creyentes. Dado que el pueblo de Dios actuaba según Su voluntad, Él les
libró de las manos de sus enemigos y les dio su libertad en la Tierra
Prometida" (Apartheid and the Promised Land: Afrikaners and the ‘Great
Trek’).
Muchos afrikáners murieron durante la Gran Marcha. Otros
cayeron en batallas con los africanos. La batalla decisiva fue la del Río
Sangriento, el 16 de diciembre de 1838. Diez mil guerreros zulúes atacaron
a los expedicionarios. Murieron más de 3.000 zulúes, pero no hubo bajas
entre los afrikáners, que atribuyeron su victoria a la intervención
divina. Dijeron que Dios había hecho un pacto con ellos. Establecieron su
propia república, pero continuaron en conflicto con los británicos por la
tierra y los minerales. Los afrikáners derrotaron a los británicos en la
primera guerra anglo-bóer (1880-1881), pero en la segunda (1899-1902)
sufrieron la derrota definitiva.
Esta amarga experiencia histórica fue percibida como la
"saga sagrada de los afrikáners". Los relatos del Antiguo Testamento,
especialmente del Éxodo, y las tradiciones de la Tierra Prometida
fueron prominentes y una guía para comprender su suerte. Un poeta
afrikáner lo expresó así:
¡Pero mirad!, el mundo se vuelve más salvaje;
las alimañas son más fieras,
hordas de negros completamente desnudos
que siguen a tiranos.
Cómo sufre el puñado de expedicionarios,
los que van en pos de la libertad, creadores de un
Pueblo.
Como otro Israel,
rodeados de enemigos, perdidos en el veld,
pero elegidos para otro Canaán,
guiados por el plan de Dios.
Los afrikáners eran el Pueblo del Pacto. La tierra fue
decisiva en esta visión. La columna vertebral de la historia afrikáner (no
menos que el sentido histórico de las escrituras hebreas en las que se
basaba) implica arrebatarle la "Tierra" al extraño, a las fuerzas del mal
en realidad. Había que recuperar la tierra. Estas fuerzas extrañas y
malignas incluían a los británicos, pero especialmente a los indígenas
africanos, a los que consideraban seres inferiores. Eran los cananeos
destinados a ser sirvientes de los afrikáners. Con los años, los negros
fueron expulsados de sus granjas y tierras de pasto, así que muy pocos
pudieron seguir viviendo en las zonas rurales como propietarios de
tierras.
Como ya hemos dicho, a pesar de la similitud de sus
ideologías hay una diferencia fundamental entre la situación en Israel y
el apartheid. Los sionistas expulsaron a la mayor parte de la población
nativa y crearon en Israel una nueva nación y una nueva clase obrera. Es
una lástima que las masas judías llegaran a Palestina y expulsaran a los
palestinos, en vez de intentar resolver la cuestión nacional judía dentro
del marco de la federación socialista de la Unión Soviética, pero esto fue
imposible debido al surgimiento del estalinismo, como veremos más
adelante. Es importante comprender la diferencia entre Israel y el
apartheid, dado que los sectarios que insisten en que ambos son
esencialmente iguales defienden una solución que niega el derecho de
autodeterminación de los israelíes en la forma de una autonomía socialista
dentro de un estado socialista federal, como parte de una Federación
Socialista del Oriente Medio. A algunas de las sectas que se reclaman
trotskistas les gusta basarse en la posición de los trotskistas sobre
Sudáfrica cuando Trotsky aún vivía.
En junio de 1939, Tony Cliff, conocido en aquel entonces
por el seudónimo de L. Rock, escribió Políticas de clase en
Palestina, en donde respondía a un artículo de los compañeros
sudafricanos publicado en el Spark: "Los marxistas revolucionarios
tienen el deber de apoyar el movimiento de liberación nacional con todas
sus fuerzas incluso si la burguesía o los feudalistas están
momentáneamente al frente. Sin embargo, al mismo tiempo deben preservar su
independencia mostrando el camino proletario a la emancipación nacional,
porque sólo la hegemonía proletaria y la diferenciación de clase en el
movimiento nacional pueden garantizar la emancipación total y estable del
pueblo colonial".
Por esta razón, Rock defendía que había que oponerse al
sionismo por ser un movimiento reaccionario. Sin embargo, esto no debería
llevar a negar los derechos de las masas judías:
"A la negación del sionismo no debe seguir la negación
del derecho de existencia y extensión de la población judía en Palestina.
Esto sólo se justificaría si existiera una identidad objetivamente
necesaria entre esta población y el sionismo, y si la población judía
fuese necesariamente un puesto avanzado del imperialismo británico, y nada
más. Son los feudalistas árabes, los dirigentes judíos sionistas y los
imperialistas ingleses quienes consideran a la población judía y al
sionismo como idénticos. Los feudalistas árabes necesitan esta concepción
para reclutar a las masas árabes para la lucha antijudía chovinista,
diciendo: ‘¡Aplastad a los judíos porque son conquistadores sionistas!’.
Los líderes judíos afirman que esta identidad existe para anclar la
ideología sionista entre las masas judías, y dicen: ‘¡Sois judíos, por lo
tanto también debéis ser necesariamente sionistas!’. El imperialismo
británico utiliza estos argumentos porque ofrecen una magnífica base para
los antagonismos nacionales. Deseamos, por tanto, examinar si el campo
judío es realmente parte integral del campo imperialista y si la lucha
antiimperialista también exige la lucha contra esta población, o si, por
el contrario, podemos y debemos ganar a la mayoría de ella, es decir, a
las masas oprimidas judías, para la lucha antiimperialista.
"Los estalinistas de Palestina consideran a la población
judía como una parte integral del campo imperialista, y así llegan a
consignas como éstas: ‘¡Bloqueo a la inmigración judía! ¡Prohibir la venta
de tierras a los judíos! ¡Expropiar la tierra de los judíos y armar a los
árabes!’. El Partido Comunista de Palestina se pavonea ante la población
árabe con actos terroristas antijudíos. Estas consignas estalinistas se
basan en su idea del papel objetivamente pro-imperialista de la población
y los inmigrantes judíos. Para justificar estos esquemas, a menudo hacen
una analogía simple entre la posición de los oprimidos judíos y la
posición de los blancos en Sudáfrica. Es especialmente peligroso que esta
analogía perversa eche raíces entre los marxistas sudafricanos.
Desgraciadamente, en el artículo del Spark había varios errores
basados en esta analogía. Los dirigentes reformistas del movimiento obrero
judío en Palestina también han comparado la posición de los judíos en el
país con la de los blancos en Sudáfrica. Esta analogía se hace para
demostrar que el trabajador judío no debe unirse con el árabe, como
argumento contra la organización internacional de los trabajadores en
Palestina. Por supuesto, el PCP hizo suya la analogía, para así poder
demostrar el ‘carácter imperialista’ de los judíos en Palestina. Deseamos
someter a examen esta analogía para demostrar claramente que el trabajador
judío en Palestina no forma parte del campo imperialista y que sus
intereses objetivos le llevarán a unirse con el trabajador árabe.
"En primer lugar, hay que reseñar que los trabajadores
judíos son más de la mitad del total de la clase obrera, mientras que en
Sudáfrica (según las cifras de 1922-25) los trabajadores blancos eran sólo
una quinta parte de la clase obrera. Los trabajadores blancos sudafricanos
son en su mayor parte artesanos, y los negros hacen los trabajos más
duros. En Palestina hay trabajadores de todas las categorías, tanto entre
la clase obrera árabe como entre la judía. A una gran parte de los
trabajadores blancos en Sudáfrica se les echan algunas migajas sobrantes
de la mesa de la gran burguesía inglesa que explota al trabajador negro.
El resultado es que el salario del trabajador blanco es entre cinco y seis
veces superior al del trabajador negro. Es decir, los trabajadores blancos
sudafricanos representan una fina capa aristocrática. En Palestina, los
trabajadores judíos no son una capa, sino una clase en la que, aunque hay
aristócratas obreros, hay más que son simples obreros. Los blancos
sudafricanos tienen amplios derechos políticos (leyes democráticas,
legislación laboral avanzada, etc.), mientras que los negros son esclavos
coloniales oprimidos. En Palestina, tanto los judíos como los árabes son
oprimidos por la potencia extranjera y no tienen ningún derecho
democrático".
La similitud entre los sionistas y la ideología de los
bóers es conocida por muchas personas politizadas. Pero también es
importante darse cuenta de la similitud de Herzl y el sionismo con otros
movimientos políticos, por ejemplo con Marcus Garvey y la Asociación
Universal para la Mejora del Negro (UNIA).
La UNIA fue probablemente el mayor movimiento de masas de
la población negra en toda la historia de Estados Unidos. Con un mensaje
nacionalista negro de retorno a África, a principios de la década de 1920
Garvey y la UNIA establecieron 700 delegaciones de su movimiento en
treinta y ocho estados. Más tarde, grupos como el Father Divine's
Universal Peace Mission Movement y la Nación del Islam obtuvieron adeptos
y se inspiraron en Garvey, cuya filosofía y organización tenían un gran
componente religioso, que él mezcló con aspectos económicos y políticos.
Garvey decía que su Declaración de los Derechos de los Pueblos Negros del
Mundo, junto con la Biblia, eran "las Sagradas Escrituras de nuestra raza
negra". El llamamiento de la UNIA y su influencia no sólo se dejaron
sentir en EEUU, sino también en Canadá, el Caribe y el continente
africano.
Garvey nació en 1887 en St. Anne's Bay (Jamaica). En 1912
viajó a Inglaterra, donde permaneció dos años. En esa época entró en
contacto con las ideas de los nacionalistas irlandeses. También accedió a
la autobiografía de Booker T. Washington, titulada De la esclavitud a
la libertad. Washington creía que los afroamericanos necesitaban, en
primer lugar, mejorarse a sí mismos, demostrando a los estadounidenses
blancos que merecían los mismos derechos. Washington rechazó
reiteradamente la acción política de masas. Decía que no sería el
activismo político lo que beneficiase a los afroamericanos, sino la
formación profesional práctica. Garvey abrazó las ideas de Washington y
regresó a Jamaica en 1914 para fundar la UNIA bajo el lema "¡Un Dios! ¡Un
objetivo! ¡Un destino!". Se trasladó a EEUU y descubrió la menguante
esperanza, entre los afroamericanos, de conseguir disfrutar algún día de
los mismos derechos que el ciudadano blanco estadounidense. Estaban
perdiendo la esperanza de llegar a integrarse algún día en la sociedad
estadounidense. Los afroamericanos habían participado en gran número en la
guerra mundial, y muchos esperaban alguna clase de reconocimiento de que
también eran ciudadanos con plenos derechos. Sin embargo, a la par que los
soldados negros regresaban de la guerra y más y más afroamericanos se
trasladaban a las zonas urbanas, crecían las tensiones raciales. Entre
1917 y 1919 estallaron disturbios raciales en St. Louis, Chicago, Tulsa y
otras ciudades, demostrando que los gobernantes blancos pretendían seguir
tratando a los afroamericanos de la misma manera que antes de la guerra.
Garvey, como Herzl, estaba convencido de que nunca habría
integración. En 1917 estableció en Nueva York el cuartel general de la
UNIA y comenzó a propagar el mensaje del nacionalismo negro y el retorno a
África de toda la población de ascendencia africana. La ideología de
Garvey llegó a defender que dicha población podría crear una gran nación
independiente en su antigua patria africana. Como Herzl, adoptó el mensaje
de Washington y optó por no luchar contra la clase dominante, convirtiendo
así la lucha de clases en un sueño nacionalista.
En 1919, Garvey compró un auditorio en Harlem y lo
bautizó como Liberty Hall (Sala Libertad). Celebraba reuniones nocturnas
para lanzar su mensaje, a veces ante audiencias de seis mil personas. En
1918 comenzó a editar el periódico Negro World (Mundo Negro), que
en 1920 tenía una circulación de entre 50.000 y 200.000 ejemplares. La
afiliación a la UNIA es difícil de calcular. En un momento dado, Garvey
afirmó que tenía seis millones de miembros. Esta cifra es probablemente
muy exagerada. Sin embargo, sí es verdad que mucha gente, incluso
millones, se involucró.
Garvey insistió en la idea del orgullo racial, celebrando
su pasado africano y animando a los afroamericanos a estar orgullosos de
su herencia y de su aspecto. Garvey proclamó el black is
beautiful ("lo negro es hermoso") mucho antes de que la frase se
hiciera célebre en la década de 1960. Quería que los afroamericanos se
vieran a sí mismos como miembros de una raza poderosa: "Debemos canonizar
a nuestros propios santos, crear nuestros propios mártires y elevar a un
lugar de fama y honor a hombres y mujeres negros que han hecho distintas
contribuciones a nuestra historia racial".
Garvey creó una Legión Africana que vestía prendas de
estilo militar, bandas de desfile uniformadas y otros grupos auxiliares,
como las Enfermeras de la Cruz Negra.
En 1922, Marcus Garvey y otros dirigentes de la UNIA,
como Gabriel M. Johnson, de Liberia, y G. O. Marke, de Sierra Leona,
presidieron el desfile de apertura de la conferencia de la UNIA en Nueva
York.
Aunque que el orgullo y la unidad racial jugaban un papel
importante en el nacionalismo negro, Garvey reverenciaba al capitalismo
como la herramienta que establecería a los afroamericanos como un grupo
independiente. Su mensaje fue llamado el "evangelio del éxito negro"
porque él creía que el éxito económico era la vía más rápida y eficaz a la
independencia. En 1919 formó la Negro Factories Corporation y ofreció la
compra de acciones a los afroamericanos. Quería producir todo lo que una
nación necesitaba, para que así los afroamericanos pudiesen basarse
totalmente en sus propios esfuerzos. En un momento dado, la corporación
gestionó tres tiendas de comestibles, dos restaurantes, una imprenta y una
lavandería, además de poseer varios edificios y camiones, solamente en la
ciudad de Nueva York. Su aventura económica más famosa fue la naviera
Black Star Line, réplica de otra de propiedad blanca llamada White Star
Line. Su actividad empezó en 1919, para promover el comercio y transportar
pasajeros a África, en particular a Liberia. Creía que también podría
servir como signo tangible del éxito negro. Sin embargo, la empresa
finalmente fracasó debido a los excesivos gastos de mantenimiento, la mala
gestión y la corrupción.
Con todo su discurso sobre una raza poderosa que un día
gobernaría África, como los sionistas, Garvey comprendió el importante
papel de la religión en el control de las personas. El cristianismo jugó
ese papel entre la comunidad afroamericana.
Los ritos y el lenguaje religiosos abundaban en las
reuniones de la UNIA en el Liberty Hall, como Randall Burkett señala en su
libro Redención negra: Los clérigos hablan para el movimiento de
Garvey.
Garvey mezclaba bastante dramáticamente su nacionalismo
negro, basado en intereses capitalistas, con su actitud cristiana.
Planteaba que los afroamericanos deberían ver a Dios "a través de sus
propios ojos". Si los blancos podían ver a un Dios blanco, entonces los
negros podían ver a un Dios negro.
En 1922 su retórica dio un giro desde la postura de
confrontación con la América blanca racista a otra de separatismo
combinado con la suficiente cooperación. Al igual que Herzl, que se reunió
con los pogromistas rusos, Garvey aplaudió a los blancos que promovían la
idea de enviar a los afroamericanos de vuelta a África. Ese año incluso se
reunió en Atlanta con un destacado dirigente del Ku Klux Klan, para
discutir sus ideas sobre el mestizaje y la igualdad social.
El mensaje de Garvey encontró una considerable
resistencia entre otros dirigentes afroamericanos más inclinados a la
izquierda, como W.E.B. DuBois, que en 1924 dijo que "Marcus Garvey es el
enemigo más peligroso de la raza negra en EEUU y en el mundo". Philip
Randolph y Chandler Owen, cuyo periódico veía la cuestión racial como una
cuestión de clase y no del color de la piel, llamaban a Garvey el "chico
de los recados del Ku Klux Klan" y el "supremo burro jamaicano negro", a
la par que etiquetaba a la UNIA como la "Asociación Infame de Negros
Desinformados".
El sionismo nació como expresión de la crisis y la
incapacidad de la clase media judía de integrarse con la clase
dominante europea y, al mismo tiempo, como rechazo a la alternativa
proletaria frente a la opresión de los judíos. Al igual que Garvey se
reunió con el líder del KKK, Herzl se reunió con Plehve, el ministro ruso
del Interior, el fundador de las Centurias Negras y el hombre al que los
judíos consideraban, no sin razón, responsable del pogromo de Kishinev.
Pero Herzl se daba cuenta de que ambos compartían un mismo interés:
mantener el orden político capitalista.
Es verdad que el sionismo nunca ha estado formado por un
solo grupo social. En el flanco izquierdo del movimiento sionista hubo
muchas personas que honestamente se consideraban socialistas.
Contrariamente a los socialistas judíos, activos en los partidos obreros
no judíos o en el Bund, los sionistas de izquierdas perdieron la esperanza
en la solidaridad de la clase obrera y desertaron de la lucha de clases.
Los sionistas de izquierdas abrazaron el dogma reformista de la revolución
en dos etapas, para así poder ser sionistas y, al mismo tiempo, declararse
socialistas. De esta forma pudieron renunciar a la lucha por el socialismo
en el presente y dejarla para más adelante, en una futura Palestina judía
cuya estructura social se hubiese "normalizado".
El ala obrera del sionismo estaba representada por el
partido Poale Zion (Trabajadores de Sión) y su principal teórico fue Ber
Borochov (1881-1917). Sin duda, muchos de ellos aspiraban a ser sionistas
y revolucionarios. Durante la I Guerra Mundial, el Poale Zion ruso
mantuvo una postura antiimperialista. Durante la guerra civil rusa, el
Regimiento Borochov luchó al lado del Ejército Rojo.
Borochov se reunió con Lenin y le preguntó qué pensaba él
de su teoría. Lenin le dijo que debía de ser muy difícil sentarse entre
dos sillas. El análisis de Borochov parte de la idea de que los judíos
eran económicamente Luftmenschen (literalmente, "hombres
suspendidos en el aire"), una observación que conecta con la famosa
observación de Marx acerca de que los judíos polacos vivían "en los poros"
de la sociedad. Para Lenin, la clase obrera judía estaba en desventaja por
culpa de la anormal estructura social del pueblo judío. Los trabajadores
judíos, predominantemente artesanos arruinados y asalariados de las
pequeñas industrias manufactureras, eran particularmente vulnerables a la
más leve recesión económica. Además, la tendencia del capitalismo es a
eliminar a las empresas más pequeñas del comercio minorista, lo que dejaba
a los trabajadores judíos expuestos a una despiadada competencia nacional.
En estas condiciones, dada la ausencia de una adecuada "base estratégica",
ni el proletariado judío pudo librar una lucha de clase ni las masas de la
pequeña burguesía se proletarizaron. Por tanto, era necesario "normalizar"
la estructura social judía, y en este punto el sionismo apareció una
necesidad histórica.
La formación de un proletariado judío en la agricultura y
la industria básica solamente sería posible a través de una "autonomía
político-territorial" judía. Esto no se podía llevar a cabo en la Rusia
revolucionaria, sino en un país subdesarrollado, un país semiagrario donde
el pequeño capital y el trabajo judíos pudieran ser utilizados. En tal
país de bajo desarrollo cultural y político no habría temor a la
competencia.
Pero, ¿por qué precisamente Palestina? Borochov no da una
respuesta clara a esta pregunta, y la razón es simple: sus esquemas
teóricos son realmente una racionalización y un intento de armonizar el
socialismo y el nacionalismo.
En Clase y nación, Borochov extiende la noción de
la competencia nacional a todas las clases, resolviendo la cuestión
nacional a través de la "solidaridad entre los intereses nacionales", que
asegurará al proletariado una base normal para su trabajo y combate de
clase. Una vez más, clase y nación parecen estar en armonía para él, y no
concibe el desarrollo de la lucha nacional de un proletariado oprimido
como parte de la lucha general de la clase obrera por la emancipación
social. Esta postura estaba en contradicción con la de la larga lista de
dirigentes socialistas de origen judío (Rosa Luxemburgo, Áxelrod, Mártov,
Trotsky, Zinóviev, Kámenev…).
Borochov destacó el problema de la relación de las masas
judías con los sectores productivos de la economía. Pero lejos de ser un
"problema judío", esto implica una cuestión mucho más decisiva: la
necesidad de que los trabajadores de las naciones oprimidas formen parte
del movimiento internacional de la clase obrera. Además, sólo cuando este
movimiento proletario unido tome el poder podrán empezar a resolverse los
problemas creados por el sistema capitalista. Irónicamente, los mismos
problemas que Borochov señaló en sus escritos sobre la cuestión judía
existen hoy para la clase obrera palestina.
Israel y el antisemitismo
Estamos asistiendo a una nueva oleada de antisemitismo.
Como en el pasado, hunde sus raíces en la crisis económica e histórica del
capitalismo. Al mismo tiempo, las acciones criminales de la clase
dominante israelí contra los palestinos están contribuyendo al ascenso del
antisemitismo. Contrariamente a las previsiones de los marxistas, se creó
un estado israelí. Sin embargo, el éxito sionista no es sólo el resultado
del antisemitismo europeo que culminó en el Holocausto. No se puede
olvidar el ascenso del estalinismo, que, junto con el nazismo, echó a los
judíos en brazos de los sionistas. Israel ha sido la principal herramienta
de dominación imperialista en Oriente Medio. El auge económico posterior a
la II Guerra Mundial atrajo a muchos judíos, que en Israel encontraban una
sociedad segura. Mucha gente identifica a Israel con los intereses del
imperialismo estadounidense y el apoyo a EEUU en Iraq. En la mente de
muchas personas, el odio a la clase dominante estadounidense está ligado
al odio antijudío. Es el "socialismo de los tontos", como correctamente
denominó Bebel al odio a los judíos, a quienes se identificaba con la
clase dominante. Pero mientras los judíos continúen identificándose con
los crímenes de EEUU y del estado israelí, será difícil luchar con éxito
contra las difamaciones racistas de los antisemitas. Sin embargo, ahora
vivimos en una situación diferente. La clase dominante israelí está al
frente de un sistema atrapado en una crisis económica, social y política
muy profunda. La clase obrera israelí está sufriendo ataques y, tarde o
temprano, empezará a luchar, a pesar de la dirección derechista en la
confederación sindical Histadrut. Esa lucha abrirá la posibilidad de que
muchos judíos se separen de la clase dominante estadounidense e israelí,
lo que les permitirá identificarse con el internacionalismo proletario.
Esta es la única manera de luchar contra el antisemitismo.
CUARTA PARTE: LA REVOLUCIÓN RUSA. BOLCHEVISMO, BUND Y
ESTALINISMO
En 1898 se fundó el Partido Obrero Social-Demócrata de
Rusia (POSDR). Desde el principio, muchos de sus dirigentes fueron judíos.
Las dos alas del partido (los mencheviques reformistas y los bolcheviques
revolucionarios) se opusieron tanto a la idea de que los judíos eran una
nación como a todas las manifestaciones de antisemitismo. La postura
bolchevique era que la lucha contra todas las formas de chovinismo
requería la unidad de todos los trabajadores en un solo partido. Por esta
razón, Lenin se enfrentó al Bund, un partido formado un año antes que el
POSDR. En aquel entonces, el Bund tenía más apoyo entre la clase obrera
que cualquier otra organización socialdemócrata rusa.
La Unión General de los Trabajadores Judíos de Lituania,
Polonia y Rusia, conocida habitualmente como Bund, se fundó en Vilna y
unió a diferentes grupos de trabajadores judíos. Al principio, el Bund
utilizaba el ruso en sus actividades, pero a partir de 1910 reconoció
oficialmente el yiddish como la lengua nacional judía.
Aunque opuesto al sionismo y a la emigración a Palestina,
el Bund fue poco a poco deslizándose hacia posiciones cada vez más
nacionalistas. En su tercera conferencia, celebrada en Kovno en 1899, el
Bund aún rechazaba firmemente cualquier reivindicación nacionalista,
enfatizando que ese tipo de agitación acarreaba el riesgo de desviar a los
trabajadores de la lucha de clases y romper la solidaridad obrera. Pero
esto ocurriría en el congreso de Bialystok (1901). La mayoría, utilizando
la doctrina de la autonomía cultural-nacional de Otto Bauer y los
austro-marxistas, declaró que el concepto de nacionalidad era de
aplicación al pueblo judío, aunque todavía no llegó a plantear la
organización por separado de los trabajadores judíos, paso que se daría en
1903. Este año, después de que en el segundo congreso del POSDR la mayoría
bolchevique y menchevique se negara a reconocer al Bund como el único
representante de la clase obrera judía, los bundistas se escindieron.
Lenin era muy consciente de la terrible opresión de los
judíos, que sufrían una discriminación sistemática, estaban sometidos a
pogromos sangrientos y eran obligados a vivir en la "zona de asentamiento"
(la monarquía zarista estableció una serie de leyes que determinaban dónde
podían vivir los judíos, región conocida por esta denominación y que
incluía fundamentalmente a Ucrania y la antigua Polonia). Pero para Lenin,
ésta no era razón suficiente para dividir a la clase obrera según su
origen nacional. Realmente, el tema era el contrario. La lucha contra
todas las formas de opresión exigía la unidad de todos los trabajadores,
los de las naciones oprimidas y los de la nación opresora, los rusos.
Cuando el Bund invocó la idea de una nación judía, Lenin escribió lo
siguiente: "Desgraciadamente, esta idea sionista es absolutamente falsa y,
en esencia, reaccionaria".
Karl Kautsky, uno de los más destacados teóricos
marxistas de la época, dijo: "Los judíos han dejado de ser una nación
porque una nación sin territorio es impensable" (Iskra, nº 42). Al
examinar el problema de las nacionalidades en Austria, Kautsky se esforzó
en dar una definición científica del concepto de nacionalidad,
estableciendo dos criterios principales: idioma y territorio (Neue
Zeit, nº 2, 1903). Un judío francés, el radical Alfred Naquet, dice
prácticamente lo mismo, palabra por palabra, en su controversia con los
antisemitas y los sionistas: "Si a Bernard Lazare le complació —escribe
del bien conocido sionista— considerarse un ciudadano de una nación
separada, ése es su problema; pero yo digo que, aunque nací judío (…) no
reconozco la nacionalidad judía (…) No pertenezco a más nación que la
francesa (…) ¿Son los judíos una nación? Aunque lo fueran en un pasado
lejano, mi respuesta es un categórico no. El concepto de nación implica
ciertas condiciones que no existen en este caso. Una nación debe tener un
territorio sobre el que desarrollarse y, en nuestra época al menos, hasta
que una confederación mundial haya ensanchado esta base, una nación debe
tener un idioma común. Y los judíos ya no tienen ni un territorio ni una
lengua común (…) Al igual que yo, Bernard Lazare probablemente no sabía
una palabra de hebreo, y no le habría resultado fácil, si el sionismo
hubiera conseguido sus propósitos, conseguir entenderse con sus congéneres
de otras partes del mundo" (La Petite République,
24/9/1903).
Además, en el Iskra encontramos lo siguiente: "Los
judíos alemanes y franceses son bastante diferentes a los judíos polacos y
rusos. Los rasgos característicos de los judíos no incluyen nada que lleve
la marca de la nacionalidad. Si se pudiese reconocer a los judíos como una
nación, como hace Drumont, sería una nación artificial. El judío moderno
es un producto de la selección antinatural a la que sus antepasados fueron
sometidos durante casi dieciocho siglos. Todo lo que queda, para los
bundistas, es desarrollar la teoría de una nación judeo-rusa separada,
cuya lengua es el yiddish y su territorio, la ‘zona de asentamiento’."
(La posición del Bund en el partido, en Iskra, nº 51,
22/10/1903).
Claramente, Lenin estaba de acuerdo con Kautsky en
definir a los judíos de Europa oriental no como una nación, sino como
una casta urbana oprimida especial:
"Lo mismo podemos decir de la nación judía, la más
oprimida y perseguida. La cultura nacional judía es una consigna de los
rabinos y de los burgueses, es una consigna de nuestros enemigos. Pero en
la cultura judía y en toda la historia del pueblo judío hay también otros
elementos. De los diez millones y medio de judíos que existen en el mundo,
poco más de la mitad vive en Galitzia [Polonia] y Rusia, países atrasados
y semisalvajes, donde los judíos son mantenidos por la fuerza en
una situación de casta. La otra mitad vive en el mundo civilizado, donde
los judíos no están aislados como casta. Allí se han manifestado con toda
evidencia los grandes rasgos progresistas, de significación mundial, de la
cultura judía: su internacionalismo y su capacidad de hacerse eco de los
movimientos avanzados de la época (el tanto por ciento de judíos que
participan en los movimientos democráticos y proletarios es, en todas
partes, superior a su porcentaje general en la población)". (Lenin,
Notas críticas sobre la cuestión nacional (1913), en Problemas
de política nacional e internacionalismo proletario, p. 19, Ed.
Progreso, Moscú).
Tras la Revolución de Octubre, los bolcheviques
ofrecieron la autodeterminación a los judíos, garantizándoles Birobiyán
como una patria a la que emigrar si así lo deseaban. Esto estaba en línea
con su política hacia todos los grupos étnicos, incluso aquellos que no
habían llegado a convertirse en una nación. Sin embargo, el proyecto de
Birobiyán fracasó debido a tres factores principales. Primero, los judíos
estaban urbanizados y, por tanto, era poco probable que se trasladasen
desde los centros urbanos a una región agraria. Segundo, el ascenso del
estalinismo resucitó, entre otras cosas, el viejo antisemitismo. Y
tercero, hubo una gran presión sionista contra el proyecto. La combinación
de todos estos factores lo hizo fracasar.
Trotsky escribió lo siguiente sobre esta cuestión:
"Los Amigos de la URSS están satisfechos con la creación
de Birobiyán. No me detendré, en este momento, a considerar la solidez de
sus cimientos ni el tipo de régimen que allí existe. (Birobiyán no puede
evitar reflejar todos los vicios del despotismo burocrático). Pero ninguna
persona progresista y pensante objetará que la URSS haya designado un
territorio especial para aquellos de sus ciudadanos que se sienten judíos,
que usan preferentemente la lengua judía y que desean vivir como una masa
compacta. ¿Es o no es esto un gueto? Durante el período de la democracia
soviética, de migraciones completamente voluntarias, no se podía hablar de
guetos. Pero la cuestión judía, por la propia forma en que se dio el
asentamiento de los judíos, adquiere una faceta internacional. ¿Estamos
equivocados si decimos que una federación socialista mundial tendría que
hacer posible la creación de un ‘Birobiyán’ para aquellos judíos que
deseasen tener su propia república autónoma como palestra de su cultura?
Podemos presumir que una democracia socialista no recurrirá a la
asimilación forzosa. Podría muy bien ser que, en dos o tres generaciones,
las fronteras de una república judía independiente, al igual que las de
otras entidades nacionales, se borrarán. No tengo ni tiempo ni ganas de
pensar en ello. Nuestros descendientes sabrán mejor que nosotros qué
hacer. Yo tengo en mente un período histórico transitorio durante el cual
la cuestión judía como tal sea todavía aguda y demande medidas adecuadas
de una federación mundial de estados obreros. Exactamente los mismos
métodos para resolver la cuestión judía que bajo el capitalismo decadente
tienen un carácter utópico y reaccionario (sionismo), tendrán, bajo el
régimen de una federación socialista, un significado verdadero y
saludable. Esto era lo que yo quería señalar. ¿Cómo un marxista, o incluso
un demócrata coherente, puede poner objeciones a esto?" (Termidor y antisemitismo, 22/2/1937).
Este enfoque es muy relevante para la solución de la
cuestión nacional palestino-israelí. Para aquellos que, debido a los
crímenes de la clase dominante israelí, se oponen a la idea de que los
israelíes puedan ejercer el derecho de autodeterminación dentro de un
estado socialista federal, la política de Lenin —garantizarles a los
judíos una patria aunque no los consideraba una nación— debe de ser
chocante. Como Alan Woods escribió en El marxismo y la cuestión
nacional: "Aunque los judíos carecían de los atributos que
caracterizan a una nación, y Lenin no los consideraba como tal, sin
embargo, después de la Revolución de Octubre, los bolcheviques ofrecieron
la autodeterminación a los judíos, garantizándoles una patria a la que
podrían emigrar si lo deseaban (Birobiyán), aunque pocos eligieron esta
posibilidad. Esto era infinitamente preferible a la creación de un estado
judío en Palestina, una tierra que ocupaban los árabes desde hacía miles
de años, y que fue el origen de interminables y sangrientas guerras en
Oriente Medio. La creación del estado de Israel fue un acto reaccionario
al que se opusieron en su momento los marxistas. Trotsky advirtió de que
sería una trampa cruel para el pueblo judío. Y la historia del último
medio siglo ha demostrado que era verdad. No obstante, ahora Israel existe
como estado, y no se puede dar marchar atrás al reloj de la historia.
Israel es una nación y no debemos pedir su desaparición. La solución al
problema nacional palestino (…) sólo se puede conseguir con la creación de
una Federación Socialista de Oriente Medio en la que árabes e israelíes
puedan coexistir con sus propias patrias autónomas y con total respeto por
todos los derechos nacionales".
En 1934, Trotsky concedió una entrevista sobre el
problema judío, donde habla del conflicto en Palestina. Para aquellos que
ponen objeciones al derecho de autodeterminación de los judíos que viven
en Israel, la postura de Trotsky debe de ser un enigma:
"Tanto el Estado fascista en Alemania como la lucha
árabe-judía suscitan nuevas y muy claras verificaciones de que la cuestión
judía no se puede resolver en el marco del capitalismo. No sé si los judíos se constituirán de nuevo en
nación. Pero no cabe ninguna duda de que las condiciones materiales para
la existencia de los judíos como nación independiente sólo podrán ser
creadas por la revolución proletaria. En
nuestro planeta no cabe la idea de que unos tienen más derecho a la tierra
que otros.
"El establecimiento, en Palestina o en cualquier otro
país, de una base territorial para los judíos sólo es concebible con la
migración de grandes masas humanas. Sólo un socialismo victorioso puede
encargarse de tal tarea. Se puede prever que podría tener lugar gracias a
una comprensión mutua o con la ayuda de una especie de tribunal proletario
internacional que consideraría y resolvería esta cuestión.
"Los callejones sin salida en que se encuentran tanto los
judíos alemanes como el sionismo están inseparablemente unidos al callejón
sin salida del capitalismo mundial en su conjunto.
Solamente cuando los trabajadores judíos vean claramente esta
interrelación podrán precaverse contra el pesimismo y la desesperación"
(Respuesta a una pregunta sobre Birobiyán, febrero 1934).
Estalinismo y antisemitismo
Lenin y los bolcheviques combatieron el antisemitismo
tanto antes como después de Octubre. Con Lenin al frente, el gobierno
soviético derogó todas las leyes que discriminaban a los judíos y
convirtió el antisemitismo en un crimen. Pero bajo Stalin, el viejo
antisemitismo volvió a levantar su fea cabeza. Fue otro aspecto más de la
reaccionaria contrarrevolución política. En su lucha contra la Oposición
de Izquierdas, Stalin explotó las tendencias antisemitas que había en el
país.
En Termidor y antisemitismo, escrito en 1938,
Trotsky explicó las raíces del antisemitismo en la antigua URSS:
"La Revolución de Octubre abolió el estatus de proscritos
de los judíos. Sin embargo, esto no significa en absoluto que el
antisemitismo pueda ser barrido de un solo golpe. Una lucha larga y
persistente contra la religión no ha evitado que, incluso hoy en día, los
suplicantes llenen miles y miles de iglesias, mezquitas y sinagogas. La
misma situación prevalece en la esfera de los prejuicios nacionales. La
legislación por sí sola no cambia a la gente. Sus pensamientos, emociones
y actitudes dependen de la tradición, las condiciones materiales de vida,
el nivel cultural, etc. El régimen soviético todavía no cumplió veinte
años. La mitad más vieja de la población se educó bajo el zarismo. La
mitad más joven ha heredado muchas cosas de los mayores. Estas condiciones
históricas generales bastan para que cualquier persona pensante se dé
cuenta de que, a pesar de la legislación modélica de la Revolución de
Octubre, es imposible que los prejuicios nacionales y chovinistas, en
particular el antisemitismo, no hayan persistido fuertemente entre las
capas atrasadas de la población.
"Pero esto no es todo ni mucho menos. En realidad, el
régimen soviético inició una serie de nuevos fenómenos que, por causa de
la pobreza y el bajo nivel cultural de la población, eran capaces de
generar nuevamente —y de hecho lo generaron— un clima antisemita. Los judíos son una población típicamente
urbana. Constituyen un porcentaje considerable
de la población urbana en Ucrania, la Rusia Blanca y hasta en la Gran
Rusia. El régimen soviético, más que cualquier
otro del mundo, necesita un gran número de funcionarios públicos. Los funcionarios públicos son reclutados entre la
población urbana más culta. Los judíos ocuparon
de forma natural una porción desproporcionadamente grande de la
burocracia, principalmente en sus niveles medio y bajo. Por supuesto,
podemos cerrar los ojos a este hecho y limitarnos a vagas generalidades
sobre la igualdad y hermandad entre todas las razas. Pero la política del
avestruz no nos hará avanzar ni un solo paso. El odio de los campesinos
y trabajadores a la burocracia es un hecho fundamental de la vida
soviética. El despotismo del régimen, la
persecución de toda crítica, la atrofia de todo pensamiento vivo y,
finalmente, las farsas judiciales son un mero reflejo de este hecho
básico. Incluso a través de un razonamiento
apriorístico, es imposible no llegar a la conclusión de que el odio a la
burocracia asumiría unos tintes antisemitas, al menos en aquellos lugares
donde los funcionarios judíos constituyen un porcentaje significativo de
la población y son puestos frente a frente de una amplia capa de masas
campesinas".
Los prejuicios chovinistas y nacionales, particularmente
el antisemitismo, continuaron existiendo tras la revolución. Pero además,
bajo la burocracia estalinista, el antisemitismo de las masas una vez más
volvió a basarse, por un lado, en la caracterización particular de la
población judía y, por otro, en la actitud de la capa privilegiada de la
burocracia hacia los judíos. El odio de los campesinos y los trabajadores
a la burocracia se centró en aquellos burócratas con los que se
enfrentaban cotidianamente, muchos de los cuales eran judíos. Para
protegerse, la capa más elevada de la burocracia, celosa de sus
privilegios, explotó los prejuicios más arraigados entre las masas. Y por
si esto no fuera suficiente, tras la II Guerra Mundial el régimen de
Stalin comenzó una serie de farsas judiciales contra los judíos. La vida
soviética se caracterizaba por el abuso burocrático, similar al
sufrimiento de los palestinos de los territorios ocupados que necesitan
los servicios de la administración israelí. El soborno, la corrupción, la
malversación, la violación de mujeres, etcétera son hechos cotidianos. De
vez en cuando, la élite de la burocracia sentía la necesidad de protegerse
desviando la indignación de la clase obrera con la burocracia hacia
procesos judiciales ejemplares. En el caso de la URSS, un porcentaje
significativo de los encausados fueron judíos.
En la lucha contra la Oposición de Izquierdas, los altos
burócratas utilizaron cualquier arma a su disposición. No sólo se acusó a
Sergei Sedov, hijo de Trotsky, de un envenenamiento masivo de la
población, sino que el propio Trotsky fue acusado de estar detrás de todos
los crímenes cometidos en la URSS. La maquinaria propagandística de Stalin
alimentó los prejuicios y el antisemitismo de las masas contra los judíos
"cosmopolitas" que estaban en el campo de Trotsky y su hijo, que eran
judíos. El fomento del antisemitismo de las masas atrasadas comenzó
después de que Zinóviev y Kámenev se unieran a la Oposición de Izquierdas.
Los estalinistas, sin ningún reparo, hablaban de los tres "intelectuales
judíos insatisfechos". Para reforzar la cuestión, los judíos fueron
separados de sus cargos. La consigna "golpear a la Oposición" a menudo
adquiría el tono de la vieja consigna "golpear a los judíos y salvar
Rusia". El propio Stalin sacó una declaración que decía: "Luchamos contra
Trotsky, Zinóviev y Kámenev no porque sean judíos, sino porque pertenecen
a la Oposición". Para cualquier persona inteligente, es claro que, aunque
formalmente Stalin hablaba contra los excesos del antisemitismo, el
mensaje era que los oposicionistas eran judíos.
Tras el asesinato de Trotsky por un agente estalinista,
el antisemitismo continuó en la antigua Unión Soviética. Hubo dos famosos
juicios contra los judíos. El primero tuvo lugar entre 1948 y 1952, y se
vio acelerado por la creciente paranoia de Stalin a los judíos soviéticos.
Todas las víctimas eran miembros del Comité Antifascista Judío, creado con
la aprobación de Stalin durante la II Guerra Mundial, para recoger apoyo
financiero, principalmente de norteamericanos ricos, para el esfuerzo de
guerra soviético. Stalin sintió la necesidad de reprimir a los judíos
porque él mismo fomentó el nacionalismo judío en la antigua URSS al apoyar
la partición de Palestina.
Con el nacimiento del estado de Israel y el inicio de la
Guerra Fría, consideró que ya no podía confiar en la lealtad de los
ciudadanos judíos. Creía que eran leales tanto al estado que él controlaba
como al estado que él había ayudado a crear. Un viaje a EEUU en 1943, con
autorización del Estado, de los miembros de dicho comité fue presentado en
el juicio como espionaje porque el envío de propaganda a Occidente era
considerado una divulgación de información clasificada. Una petición para
reasentar a los supervivientes del Holocausto en la península de Crimea
fue etiquetada de complot siniestro para que la región proclamase su
independencia de la URSS.
En 1953, Stalin alegó la existencia del llamado "complot
de los médicos", organizado por judíos, para envenenar a los máximos
dirigentes soviéticos. Stalin murió antes de que se celebrase el juicio,
pero había estado planificando la deportación forzosa a Siberia de dos
millones de judíos. Es posible que lo envenenasen sus ayudantes no judíos
que temían por su vida. Las ejecuciones por "crímenes económicos" de
principios de los años sesenta afectaron en gran parte a judíos.
De este modo se cerró el círculo. La revolución
socialista de 1917 había puesto las bases para la erradicación del
antisemitismo y las demás formas de discriminación. De haberse extendido
la revolución a otros países, podría haberse producido un movimiento
armonioso hacia el auténtico socialismo. Gracias a la economía
planificada, todo el mundo habría tenido garantizado un empleo, una
vivienda digna, una sanidad y una educación de calidad, etc. A largo
plazo, el racismo y todas las otras formas de discriminación sólo pueden
ser erradicadas si se eliminan las condiciones económicas que las
producen.
Al quedarse aislada en un país atrasado, la revolución
degeneró. Una burocracia usurpó el poder político, convirtiéndose en un
freno para el desarrollo de la Unión Soviética. Ante los problemas
sociales crecientes, la burocracia recurrió a los viejos métodos sucios
del antiguo régimen zarista, incluido el antisemitismo.
Sin embargo, el breve período (principios de los años
veinte) en que en la URSS existió un estado obrero relativamente sano dejó
ver el potencial del verdadero socialismo. El antisemitismo y las demás
formas de discriminación todavía existen. Nuestra tarea hoy es continuar
la lucha de los bolcheviques. Una vez que el socialismo se convierta en un
sistema mundial, se establecerán las condiciones materiales para erradicar
de una vez para siempre todas las formas de racismo y discriminación.
|