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Manuel Quintín Lame: “todo lo que él quería era la justicia para el indio”
Por Actualidad Etnica - Tuesday, Oct. 23, 2007 at 12:23 AM
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Por: Ismael Paredes

Actualidad Étnica, Bogotá, 10/10/2007. Las huellas de aquellos que lucharon por la defensa de sus derechos, de los derechos de su pueblo, de la justicia y de una vida digna nunca dejaran de ser un emblema y un ejemplo a seguir, muy a pesar que hayan incomodado a los grandes potentados de su tiempo y del tiempo actual. Tal es el caso de Manuel Quintín Lame, un indígena caucano que “todo lo que él quería era la justicia para el indio”[1], como lo recuerdan su paisanos. Hoy 40 años después de su muerte, su legado sigue vivo y muchas de sus enseñanzas son aplicadas a procesos de organización y reivindicación de los pueblos indígenas.

Recordado y apreciado por muchos, odiado por algunos pocos terratenientes, colonos y autoridades de la época, este indio Páez “dedicó toda su vida a organizar a sus hermanos indios para una lucha pacifica en defensa de sus derechos… sus únicas armas fueron los cabildos indígenas y las escuelas”, relata Javier Darío Restrepo un gran cronista colombiano.

Los testimonios de varios indígenas del Cauca coinciden en que su más firme y tal vez el único propósito fue defender de hecho y de derecho las personas y los bienes de la raza indígena. Claro que esto le costo una represión militar, gubernamental y burguesa de gran magnitud; quienes se han dedicado a estudiar su vida y su obra coinciden en que Quintín estuvo preso más de 200 veces en Popayán, Silvia, Pasto, Neiva, Ortega, El Guamo, Ibagué y Bogotá.

“La defensa del territorio es el más grande legado que nos dejó, es él quien inicia ese proceso de recuperación de tierras y no pago de impuesto por terraje (terrazguería); siendo un ejemplo decoroso para los indígenas del Cauca y para todo el movimiento indígena nacional que hoy retomamos su visión para seguir la lucha. Y es un legado que retoma, él, de las luchas que dieron los grandes caciques en su época como la Gaitana”, manifiesta Aida Quilcue, consejera mayor del Consejo Regional Indígena del Cauca, CRIC, quien mira con asombro que hoy después de tantos años de lucha las condiciones de vida para muchos indígenas son paupérrimas y sobre todo que el proceso de adquisición de tierras de los indígenas es demasiado insipiente y que lo poco que se ha conseguido haya sido a consta de luchas, muertes y resistencia.

Efectivamente el general Lame, como lo llamaron nativos de su época que profesaban por él un profundo respeto y admiración tal como ha quedado plasmado en documentos, “fue un indio que asumió la defensa de su gente, en una sociedad en la cual la palabra indio ha sido insultante”[2]. Su padre, Mariano Lame, descendiente de indígenas del pueblo paez, y su madre Dolores Chantre, cuyos ancestros estaban radicados en la región desde tiempo inmemorial, vivían con sus seis hijos en un pequeño fundo que ocupaban en calidad de terrazgueros en la Hacienda La Polindara.

La terrazguería, a la cual se opuso Quintín Lame en todo su ímpetu era una práctica común en el Cauca: el indígena adquiría la obligación de pagar con días de trabajo no remunerado, el derecho a sembrar una parcela en tierras que se consideraban propiedad de una hacienda. El indio paez nació en el Borbollón, Hacienda La Polindara, cercanías de Popayán, el 26 de de 1880 y muere el 7 de octubre de 1967 en Ortega, Tolima.

Las distintas persecuciones y torturas que padeció fueron tantas como sus luchas y sus ansias de que sus hermanos vivieran dignamente en un territorio que siendo suyo les fue arrebatado por los terratenientes del momento en anuencia con las elites políticas. El relato de Restrepo da cuenta de cómo el indio Quintín Lame tuvo acceso al archivo nacional donde “conoció las cédulas reales de los resguardos y otros documentos en los que se basó para alegar la falsedad de los títulos de los terratenientes”, de vuelta a su tierra el general Lame, “sacó las escrituras y le dijo a los indios: aquí están las escrituras, esa tierra es de ustedes”, recuerda un anciano entrevistado por Restrepo.

Pero para desgracia de Quintín Lame y de los indígenas esas tierras ya habían sido ocupadas por grandes hacendados que contaban con sesgos de poder a su favor. Por este motivo el indio más destacado de su tiempo tuvo que organizarse militarmente para empezar el proceso de recuperación de tierras. Sin embargo su objetivo inicial estuvo dirigido a la educación y organización de los indios.

De los testimonios recogidos por Restrepo uno de ellos da cuenta de la incomodidad que esto causó: “él se pobló allá en Llano Grande; ahí hizo casas, escuela, capilla. Su señora doña Saturia Bonilla era la maestra y enseñaba a leer y escribir. El pueblo de ortega no lo quería porque él vino a despertar a los indios de aquí que no entendían. Aquí vivían asustándonos que nos iban a sacar, que nos iban a embargar”. Sin embargo Quintín Lame alentaba su gente para que no se dejaran intimidar y siguieran adelante en su esfuerzo por defender su propio territorio.

Los procesos de recuperación y adquisición de tierras, por parte de los indígenas en el Cauca y en otras regiones del país les han costado a los nativos muchas vidas y muchas luchas para ser escuchados. Recuérdese el caso de l 16 de septiembre de 199. “Cerca de 80 indígenas paeces del Resguardo de Huellas, acudieron a una cita, al parecer convocada por los nuevos propietarios de la Hacienda "El NILO”, corregimiento El Palo, municipio de Caloto- Cauca. A eso de las 9:00 de la noche, hombres fuertemente armados se presentaron en el lugar y luego de reducir al grupo de indígenas a quienes obligaron a acostarse, les dispararon indiscriminadamente, causando la muerte de 20 de ellos, en total estado de indefensión. Según el informe de la Procuraduría General de la Nación, la acción fue coordinada por el Mayor de la Policía Nacional Jorge Enrique Durán Arguelles, comandante del Segundo Distrito de Policía del municipio de Caloto”[3], señala un informe especial del periódico virtual Actualidad Étnica.

Desde el momento en que Quintín fundo el caserío de San José de Indias (antiguo Llano Grande) y estableció allí dos escuelas, la capilla y la sede del Cabildo los hacendados lo cogieron en la mira como un indio indeseado.

Allí Quintín Lame nombró autoridades y organizó a los indios en un núcleo compacto, según lo recuerdan sus paisanos. Paralelo al reinado de Quintín Lame comenzó el ocaso de sus victorias, varias versiones de la historia registran aquel fatídico año de 1931 cuando agredidos por la policía murieron 17 indios, otros 17 resultaron heridos y el nuevo caserío fue consumido por las llamas. El ataque de la tropa fue patrocinado por terratenientes y jefes políticos de Ortega según testigos de la época.

Pero antes el indio Quintín Lame ya había tenido sus primeros enfrentamientos con los colonizadores que en nombre del desarrollo y evocando el respaldo político arremetieron contra los nativos porque vieron en los resguardos indígenas un obstáculo para su propósito colonizador. Un primer enfrentamiento, según varios documentos, fue en la hacienda San Isidro con don Ignacio Muñoz, gran hacendado de la época, quien junto con otros terratenientes y políticos establecieron castigos y torturas para los indios porque según ellos se oponían a una idea de progreso.

En estas circunstancias el líder indígena más representativo de su tiempo opto por no doblegarse ante tales injusticias. Desde entonces, 1910, cuando fue nombrado defensor general y representante de los cabildos de Toribío, Jambaló, Pitayo y otros cabildos del Cauca, asumió una férrea lucha que le ocuparía hasta su muerte.

Con honroso papel Quintín lideró la defensa de sus hermanos indígenas reclamando el derecho ancestral al territorio, en la reconstitución de los resguardos y proclamando la participación activa del indígena en la vida publica; participación política.

El momento mas fulminante de Quintín Lame podría decirse que fue en 1939 cuando se posesionó como gobernador del Resguardo de Ortega y chaparral; logrando una optima organización indígena. Sin embargo las autoridades del Tolima nunca reconocieron el resguardo y emprendieron una dura represión auspiciada por los hacendados, esto que hizo que los indígenas organizados se disgregaran y a la par se esfumara aquel asomo de triunfo que empezaba a florecer para los indígenas.

El general Lame fue un gran estudioso en temas de derecho. Autodidacta por excelencia el indio Quintín dejo un tratado titulado: “Los pensamientos d el indio que s e educo en la selva”. Sus estudios empíricos que inicio con la prestación del servicio militar fueron conocimientos con los cuales asumió la defensa legal de los indígenas y la suya propia.

Las paradojas de la vida se reflejan muy bien en la de Quintín Lame; él que tanto lucho por el territorio indígena no tuvo un lugar sagrado donde pudieran reposar sus restos, él que con tanto decoro lucho por la dignidad de los indígenas la sociedad le negó la oportunidad de vivir y morir y dignamente. Para 1967 Quintín Lame era un hombre solo, “los indígenas a quienes había organizado, le habían abandonado atemorizados por la represión de policías y terratenientes; su mujer, aún joven, y sus dos hijos le habían dejado en su mísero rancho, con la promesa de una pensión de 200 pesos”, escribe le periodista Javier Darío Restrepo.

Sus últimos días en el municipio de Ortega transcurren en la más perpetua soledad y ya ni los niños de la calle le respetaban, contrariamente le injuriaban haciendo mofa de su larga cabellera “moña”, le decían.

Testimonios recogidos por Restrepo dan cuenta de las condiciones inhumanas en que muere el defensor de la soberanía indígena. “Él había vivido de la mendicidad los últimos años y se murió sólo allá en la casita”, dice uno de ellos. Pero lo más ofensivo, quizá, es que para el defensor de la tierra de los indios no había un lugar donde darle sepultura. Cuenta uno de estos testimonios recogidos por el cronista Restrepo que cuando los dolientes fueron donde el cura de la época, este les dijo: “yo no lo dejo enterrar en este cementerio porque Quintín no daba limosnas… El padre cobraba 80.00 pesos para sepultarlo en el cementerio parroquial pero nadie asumió esa cuenta”.

De esa forma la Iglesia Católica que proclama el reino de los cielos rechazaba que un ser humano que hasta los últimos días quiso que reinara la justicia fuera sepultado en el camposanto. Este propósito de Quintín Lame fue considerado bastante loable, pero desafortunadamente inalcanzable en una sociedad demasiado individualista y excluyente. Una sociedad que, también, abona frutos y produce grandes mujeres y hombres que son pilares de la humanidad. Manuel Quintín Lame, se cuenta entre aquellos que perseveran en la justicia, la defensa de los derechos y la dignidad humana. Tal como concluye Restrepo, Quintín Lame fue: “el indio que no se humillo”.

Con estas modestas, pero sentidas letras recordamos al hombre que oso desafiar la avara sociedad capitalista, de su época, y propendió por los derechos de los más vulnerados; el hombre que soñó con un mundo mejor y más equitativo para todos. Rendimos un sencillo homenaje al hombre que soñó con una Colombia para todos; esa Colombia que seguimos soñando muchos y que sin odio de clases ni intereses mezquinos aún la podemos construir.


[1]Javier Darío Restrepo, Con Asombro de Reportero, Debate
[2] Marta herrera Ángel en: http://www.lablaa.org/blaavirtual/biografias/lamemanu.htm
[3] Actualidad Étnica, 12/12/2006, “Los nietos de Manuel Quintín Lame” y la conflictiva histórica de tierras de los indígenas del Cauca

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