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Ceferino levantó fuerte polémica
Por LA ARENA / Argenpress - Tuesday, Nov. 20, 2007 at 11:08 PM

Fecha publicación: 14/11/2007

La beatificación de Ceferino Namuncurá volvió a abrir un debate que se ha intensificado en los últimos tiempos sobre la llamada 'conquista del desierto' y sus consecuencias históricas, sociales y culturales. En esta polémica no están ausentes referencias al papel que desempeñaron el Ejército, la Iglesia, la aristocracia porteña como los sufrimientos inenarrables que padecieron los pueblos aborígenes.

El vigor de ese debate lo certifica su fuerte presencia en los medios de comunicación que informaron sobre la imponente ceremonia que tuvo lugar en la localidad rionegrina de Chimpay, adonde se congregó una multitud estimada en unas cien mil personas, según las agencias informativas. Sin embargo la pompa de la liturgia eclesiástica no pudo acallar las voces que impugnaron la beatificación del aborigen que falleció en Roma a la edad de 18 años.

A la Iglesia Católica, este acto la coloca a caballo de un culto que arraigó con fuerza en los sectores populares. Para no perder el tren frente a sus competidores, los credos evangélicos especialmente y las creencias que abrevan en las cosmogonías aborígenes, la bimilenaria institución romana acaba de dar un paso que estima decisivo a fin de no ceder rating.

Pero no pocas agrupaciones indígenas replicaron hablando de la apropiación y transculturización de Ceferino, otra víctima de la acción militar que sojuzgó a su gente, le arrebató las tierras y la arrojó ya vencida a remotos confines. La Iglesia fue el soporte espiritual de una conquista militar que tuvo un marcado objetivo material: apropiarse de la tierra y expandir las fronteras del Estado nacional. El término mismo 'conquista del desierto' lleva implícita la ideología confiscatoria de la avanzada guerrerista. Si a un territorio se lo designa 'desierto' es porque se acepta que en ese espacio no hay habitantes, no hay nadie; entonces su ocupación pasa a ser un acto de legítima soberanía. Por eso los aborígenes fueron tratados como 'nadies', y su expulsión del 'desierto' y su evangelización para 'rescatarlos' de sus creencias bárbaras fueron consideradas actos de piedad.

Por lo mismo no es paradójico, sino absolutamente esperable, que Ceferino haya muerto de tuberculosis, una enfermedad 'huinca' transmitida a los indígenas por la soldadesca invasora. Un periodista escribió, con admirable síntesis: Ceferino nació hijo de caciques y murió como aspirante a cura. Esa trayectoria que desde la Iglesia se presenta como ejemplar, no puede causar otra cosa que indignación entre los descendientes de aquellos aborígenes diezmados por el Ejército que se empeñan en defender la dignidad de su pertenencia étnica y cultural.

A la humillación de la derrota militar se añade la apropiación de sus figuras simbólicas -el representante de un linaje de renombre- para hacer de él un 'santo' del culto opresor (todavía no lo es pero transita firme el camino de serlo).

Un hombre de la Iglesia se permitió decir que la evangelización fue respetuosa de las culturas aborígenes y que no avasalló a los vencidos. Sólo la euforia contagiada por la gigantesca ceremonia de Chimpay pudo provocar semejante juicio. La historia americana dice otra cosa.

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