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Morales informo las conclusiones de UNASUR y captura de Leopoldo Fernández
Por CMI Sucre - Tuesday, Sep. 16, 2008 at 10:25 PM

Enviado por CMI Sucre el Mar, 16/09/2008 - 12:42.

* Internacional
* Noticia

La Paz 16 Sep. (CMI Sucre).- El presidente Juan Evo Morales Ayma en conferencia de prensa informo sobre las conclusiones de la reunión de UNASUR, las cuales fueron “un contundente respaldo al estado de derecho y al gobierno legalmente elegido de Bolivia, rechazo a cualquier golpe civil o ruptura del orden institucional, exigencia de la devolución de instituciones asaltadas para iniciar el dialogo, de condena a las acciones de violencia, la investigación de la masacre de Pando y que no se quede en la impunidad, de defensa firme a la unidad e integridad de la unidad de Bolivia”.

Por otra parte se ha conformado comisiones las cuales estarían dirigidas a: el acompañamiento del dialogo, investigación imparcial de la masacre de Pando y la ultima la de apoyo y asistencia al gobierno de Bolivia en todo lo que requiera a nivel de suministros, trasporte, energía, recursos humanos; para poder enfrentar estas acciones de conspiración.

También h izo referencia a la detención de Leopoldo Fernández prefecto de Pando, el cual esta acusado por el delito de Genocidio en su forma de Masacre Sangrienta, tipificado por el Art. 138 párrafo II del Código Penal, Morales informó que la detención “obedece a una acción legal y constitucional, las FF.AA de la Nación están cumpliendo con su rol constitucional en marco del estado de sitio”, también saludo las iniciativas de las diferentes organizaciones de Tarija quienes habrían presionado al Prefecto de ese departamento para poder iniciar y entablar el dialogo, por otra parte convocó a las organizaciones para poder revisar el documento avanzado de los acuerdos y de esta forma garantizar el cumplimiento de dichos acuerdos.

Mencionó que el tema de las autonomías departamentales, regionales están garantizadas por su gobierno pero el tema de sus competencias serán discutidas en una nueva ley de autonomías, después de ser aprobada la Nueva Constitución Política del Estado “el tema del IDH y los recursos económicos dispuestos a debatir no solamente con los prefectos sino con otras instituciones del Estado, que mejor con las fuerzas sociales que lucharon para cambiar la ley de hidrocarburos, para cambiar las políticas económicas, nacionalizándolo las hidrocarburos y tiene todo el derecho de participar y ser trasparentes con el pueblo”.

Al finalizar ratificó que la detención de Leopoldo Fernández es legal en el marco del estado de sitio legal y constitucional y nadie debiera oponerse cuando se trata de defender la vida, el patrimonio del pueblo boliviano.

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El respaldo a Bolivia
Por La Nación - Wednesday, Sep. 17, 2008 at 10:24 AM

Respaldo no significa cheque en blanco. Así deberían interpretar Evo Morales y, por extensión, Hugo Chávez el resultado de la reunión extraordinaria de nueve presidentes de la región, incluidos ellos, en Santiago de Chile, a raíz de la difícil situación que atraviesa Bolivia.

La cumbre de la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur) concluyó con éxito. Lo tenía asegurado, en realidad, antes de la firma de la llamada Declaración de la Moneda. Eso se debió, en especial, a la condición que puso el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, para asistir: que las partes en conflicto en Bolivia depusieran su actitud beligerante. Lo logró.

No todo ha sido mérito de Lula, desde luego, pero la cumbre no hubiera tenido el mismo impacto sin su presencia. Asimismo, otra condición impulsada por Brasil y respetada por los otros gobiernos ha sido la no injerencia externa en Bolivia, más allá de que el principal aliado de Morales, Chávez, haya sido el primero en incumplir con ese requisito desde que se solidarizó con él a través de un recurso tan absurdo como expulsar al embajador norteamericano en Caracas, después de celebrar idéntica decisión adoptada en La Paz, para demostrar cuán firmes son los lazos atados en los Andes.

Si el drama de Bolivia fuera consecuencia de conspiraciones del FBI, acaso como el escándalo de la valija desatado en la Argentina, todo sería más fácil. No sólo nueve, sino todos los presidentes podrían suscribir una protesta por intromisión. Chávez y Morales, sin embargo, no tuvieron eco con sus sospechas ni, por suerte, imitadores.

Poco ayudaron, antes de la cumbre, los exabruptos de Chávez contra su par George W. Bush, en particular, y los norteamericanos, en general, llamados despectivamente "pitiyanquis" (desprecio usual en Venezuela que deriva del francés petit , pequeño). Tampoco ayudó el contexto, convulsionado por la debacle financiera mundial.

El ámbito adecuado para dirimir la situación de Bolivia debió ser la Organización de Estados Americanos (OEA), sobre todo después de haber resuelto la crisis entre Colombia, Ecuador y Venezuela, declarada en marzo último a raíz del ataque militar colombiano contra las FARC en territorio ecuatoriano.

Esta vez, los nueve presidentes que asistieron, con la llamativa ausencia del peruano Alan García, prefirieron usar el paraguas de la Unasur por una razón poco convincente: evitar más enfrentamientos con los Estados Unidos, miembros de la OEA. Zanjaron la cuestión, por lo menos en forma momentánea, pero sentaron un precedente que en nada ayuda a preservar las instituciones establecidas y los canales habituales de negociación en caso de diferencias entre sus miembros o problemas internos en alguno de ellos.

Por la condición puesta por Lula, más que por la inminencia de la cumbre convocada por la presidenta de Chile, Michelle Bachelet, Morales se avino a convocar al diálogo con los prefectos (gobernadores) de los departamentos no oficialistas de Bolivia. Lo no negociable, advirtió, era la matanza de 15 campesinos en Pando. De hecho, el prefecto de ese departamento, Leopoldo Fernández, quedó detenido ayer bajo el cargo de haber incitado a la violencia y la sospecha de haber contratado a sicarios brasileños y peruanos para cometer los crímenes por los cuales, además de los muertos, hubo 37 heridos y más de 100 desaparecidos.

En Pando, al igual que en Santa Cruz, Tarija y Beni, los departamentos de la rica Media Luna andina, se han desatado en las tres últimas semanas violentas protestas contra el plan de Morales de consultar a la población sobre la nueva Constitución, de corte socialista e indigenista, y por su renuencia de devolver los fondos recaudados con el impuesto a los hidrocarburos, creado en forma reciente. La Unasur ha aconsejado a las partes en pugna que se concentren en hallar una solución y, sin mencionarlo, desestimó las consignas antiimperialistas y setentistas de Chávez y su ladero Morales por considerarlas inadmisibles. Lo son, en verdad.

Inadmisible debieron considerar los presidentes, también, las licencias que se ha tomado Chávez para permitir que América latina intervenga en forma indirecta en la disputa entre los Estados Unidos y Rusia por la región del Cáucaso, a raíz del conflicto de Georgia, y el escudo antimisiles, por la aprobación para su instalación en países de la ex órbita soviética como la República Checa y Polinia. De eso, sin embargo, nadie emitió juicio porque se lo consideró erróneamente un asunto interno de Venezuela. No lo es, en realidad, como tampoco es un asunto interno de la Argentina el escándalo de la valija, revelado por entregas, como un culebrón venezolano, desde Miami. No por nada la invitación de Chávez al primer ministro ruso, Vladimir Putin, coincide con la reposición de la IV Flota del Comando Sur.

Más allá de esa decisión poco oportuna, sobre todo por los pocos amigos que ha cosechado el gobierno de Bush, no es casual el desencanto norteamericano en estas circunstancias. Ha sido positivo que los otros presidentes de la Unasur convinieran no cargar tintas con teorías conspirativas y que, en el documento firmado, se abocaran a apoyar con respeto a las autoridades elegidas en forma democrática en Bolivia. Ese respaldo, empero, no debe ser interpretado por Morales ni menos aún por Chávez como un cheque en blanco, sino como un capital que el presidente de Bolivia, no su par bolivariano, deberá invertir en el diálogo y la concordia después de varios años signados por gobiernos truncos y enfrentamientos por razones políticas, económicas y étnicas.

Morales ya no es el aymara de la "chompa" (suéter) multicolor que cumplió con un sueño, sino el presidente de un país soberano que votó en forma masiva por él y lo ratificó, sin que ello implique que se aparte de la democracia deseable, ésa que se hace por consenso, y pretenda imponer en forma caprichosa una Constitución, un impuesto o una ley con más anuencia externa que interna.

Esa anuencia externa suele resumirse en Chávez. Y, si antes podía ser graciosa, hoy resulta perniciosa. En su caso, por afinidad y conveniencia. En otros, como el argentino, sólo por conveniencia.

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El respaldo a Bolivia
Por La Nación - Wednesday, Sep. 17, 2008 at 10:26 AM

Respaldo no significa cheque en blanco. Así deberían interpretar Evo Morales y, por extensión, Hugo Chávez el resultado de la reunión extraordinaria de nueve presidentes de la región, incluidos ellos, en Santiago de Chile, a raíz de la difícil situación que atraviesa Bolivia.

La cumbre de la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur) concluyó con éxito. Lo tenía asegurado, en realidad, antes de la firma de la llamada Declaración de la Moneda. Eso se debió, en especial, a la condición que puso el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, para asistir: que las partes en conflicto en Bolivia depusieran su actitud beligerante. Lo logró.

No todo ha sido mérito de Lula, desde luego, pero la cumbre no hubiera tenido el mismo impacto sin su presencia. Asimismo, otra condición impulsada por Brasil y respetada por los otros gobiernos ha sido la no injerencia externa en Bolivia, más allá de que el principal aliado de Morales, Chávez, haya sido el primero en incumplir con ese requisito desde que se solidarizó con él a través de un recurso tan absurdo como expulsar al embajador norteamericano en Caracas, después de celebrar idéntica decisión adoptada en La Paz, para demostrar cuán firmes son los lazos atados en los Andes.

Si el drama de Bolivia fuera consecuencia de conspiraciones del FBI, acaso como el escándalo de la valija desatado en la Argentina, todo sería más fácil. No sólo nueve, sino todos los presidentes podrían suscribir una protesta por intromisión. Chávez y Morales, sin embargo, no tuvieron eco con sus sospechas ni, por suerte, imitadores.

Poco ayudaron, antes de la cumbre, los exabruptos de Chávez contra su par George W. Bush, en particular, y los norteamericanos, en general, llamados despectivamente "pitiyanquis" (desprecio usual en Venezuela que deriva del francés petit , pequeño). Tampoco ayudó el contexto, convulsionado por la debacle financiera mundial.

El ámbito adecuado para dirimir la situación de Bolivia debió ser la Organización de Estados Americanos (OEA), sobre todo después de haber resuelto la crisis entre Colombia, Ecuador y Venezuela, declarada en marzo último a raíz del ataque militar colombiano contra las FARC en territorio ecuatoriano.

Esta vez, los nueve presidentes que asistieron, con la llamativa ausencia del peruano Alan García, prefirieron usar el paraguas de la Unasur por una razón poco convincente: evitar más enfrentamientos con los Estados Unidos, miembros de la OEA. Zanjaron la cuestión, por lo menos en forma momentánea, pero sentaron un precedente que en nada ayuda a preservar las instituciones establecidas y los canales habituales de negociación en caso de diferencias entre sus miembros o problemas internos en alguno de ellos.

Por la condición puesta por Lula, más que por la inminencia de la cumbre convocada por la presidenta de Chile, Michelle Bachelet, Morales se avino a convocar al diálogo con los prefectos (gobernadores) de los departamentos no oficialistas de Bolivia. Lo no negociable, advirtió, era la matanza de 15 campesinos en Pando. De hecho, el prefecto de ese departamento, Leopoldo Fernández, quedó detenido ayer bajo el cargo de haber incitado a la violencia y la sospecha de haber contratado a sicarios brasileños y peruanos para cometer los crímenes por los cuales, además de los muertos, hubo 37 heridos y más de 100 desaparecidos.

En Pando, al igual que en Santa Cruz, Tarija y Beni, los departamentos de la rica Media Luna andina, se han desatado en las tres últimas semanas violentas protestas contra el plan de Morales de consultar a la población sobre la nueva Constitución, de corte socialista e indigenista, y por su renuencia de devolver los fondos recaudados con el impuesto a los hidrocarburos, creado en forma reciente. La Unasur ha aconsejado a las partes en pugna que se concentren en hallar una solución y, sin mencionarlo, desestimó las consignas antiimperialistas y setentistas de Chávez y su ladero Morales por considerarlas inadmisibles. Lo son, en verdad.

Inadmisible debieron considerar los presidentes, también, las licencias que se ha tomado Chávez para permitir que América latina intervenga en forma indirecta en la disputa entre los Estados Unidos y Rusia por la región del Cáucaso, a raíz del conflicto de Georgia, y el escudo antimisiles, por la aprobación para su instalación en países de la ex órbita soviética como la República Checa y Polinia. De eso, sin embargo, nadie emitió juicio porque se lo consideró erróneamente un asunto interno de Venezuela. No lo es, en realidad, como tampoco es un asunto interno de la Argentina el escándalo de la valija, revelado por entregas, como un culebrón venezolano, desde Miami. No por nada la invitación de Chávez al primer ministro ruso, Vladimir Putin, coincide con la reposición de la IV Flota del Comando Sur.

Más allá de esa decisión poco oportuna, sobre todo por los pocos amigos que ha cosechado el gobierno de Bush, no es casual el desencanto norteamericano en estas circunstancias. Ha sido positivo que los otros presidentes de la Unasur convinieran no cargar tintas con teorías conspirativas y que, en el documento firmado, se abocaran a apoyar con respeto a las autoridades elegidas en forma democrática en Bolivia. Ese respaldo, empero, no debe ser interpretado por Morales ni menos aún por Chávez como un cheque en blanco, sino como un capital que el presidente de Bolivia, no su par bolivariano, deberá invertir en el diálogo y la concordia después de varios años signados por gobiernos truncos y enfrentamientos por razones políticas, económicas y étnicas.

Morales ya no es el aymara de la "chompa" (suéter) multicolor que cumplió con un sueño, sino el presidente de un país soberano que votó en forma masiva por él y lo ratificó, sin que ello implique que se aparte de la democracia deseable, ésa que se hace por consenso, y pretenda imponer en forma caprichosa una Constitución, un impuesto o una ley con más anuencia externa que interna.

Esa anuencia externa suele resumirse en Chávez. Y, si antes podía ser graciosa, hoy resulta perniciosa. En su caso, por afinidad y conveniencia. En otros, como el argentino, sólo por conveniencia.

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El respaldo a Bolivia
Por La Nación - Wednesday, Sep. 17, 2008 at 10:27 AM

Respaldo no significa cheque en blanco. Así deberían interpretar Evo Morales y, por extensión, Hugo Chávez el resultado de la reunión extraordinaria de nueve presidentes de la región, incluidos ellos, en Santiago de Chile, a raíz de la difícil situación que atraviesa Bolivia.

La cumbre de la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur) concluyó con éxito. Lo tenía asegurado, en realidad, antes de la firma de la llamada Declaración de la Moneda. Eso se debió, en especial, a la condición que puso el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, para asistir: que las partes en conflicto en Bolivia depusieran su actitud beligerante. Lo logró.

No todo ha sido mérito de Lula, desde luego, pero la cumbre no hubiera tenido el mismo impacto sin su presencia. Asimismo, otra condición impulsada por Brasil y respetada por los otros gobiernos ha sido la no injerencia externa en Bolivia, más allá de que el principal aliado de Morales, Chávez, haya sido el primero en incumplir con ese requisito desde que se solidarizó con él a través de un recurso tan absurdo como expulsar al embajador norteamericano en Caracas, después de celebrar idéntica decisión adoptada en La Paz, para demostrar cuán firmes son los lazos atados en los Andes.

Si el drama de Bolivia fuera consecuencia de conspiraciones del FBI, acaso como el escándalo de la valija desatado en la Argentina, todo sería más fácil. No sólo nueve, sino todos los presidentes podrían suscribir una protesta por intromisión. Chávez y Morales, sin embargo, no tuvieron eco con sus sospechas ni, por suerte, imitadores.

Poco ayudaron, antes de la cumbre, los exabruptos de Chávez contra su par George W. Bush, en particular, y los norteamericanos, en general, llamados despectivamente "pitiyanquis" (desprecio usual en Venezuela que deriva del francés petit , pequeño). Tampoco ayudó el contexto, convulsionado por la debacle financiera mundial.

El ámbito adecuado para dirimir la situación de Bolivia debió ser la Organización de Estados Americanos (OEA), sobre todo después de haber resuelto la crisis entre Colombia, Ecuador y Venezuela, declarada en marzo último a raíz del ataque militar colombiano contra las FARC en territorio ecuatoriano.

Esta vez, los nueve presidentes que asistieron, con la llamativa ausencia del peruano Alan García, prefirieron usar el paraguas de la Unasur por una razón poco convincente: evitar más enfrentamientos con los Estados Unidos, miembros de la OEA. Zanjaron la cuestión, por lo menos en forma momentánea, pero sentaron un precedente que en nada ayuda a preservar las instituciones establecidas y los canales habituales de negociación en caso de diferencias entre sus miembros o problemas internos en alguno de ellos.

Por la condición puesta por Lula, más que por la inminencia de la cumbre convocada por la presidenta de Chile, Michelle Bachelet, Morales se avino a convocar al diálogo con los prefectos (gobernadores) de los departamentos no oficialistas de Bolivia. Lo no negociable, advirtió, era la matanza de 15 campesinos en Pando. De hecho, el prefecto de ese departamento, Leopoldo Fernández, quedó detenido ayer bajo el cargo de haber incitado a la violencia y la sospecha de haber contratado a sicarios brasileños y peruanos para cometer los crímenes por los cuales, además de los muertos, hubo 37 heridos y más de 100 desaparecidos.

En Pando, al igual que en Santa Cruz, Tarija y Beni, los departamentos de la rica Media Luna andina, se han desatado en las tres últimas semanas violentas protestas contra el plan de Morales de consultar a la población sobre la nueva Constitución, de corte socialista e indigenista, y por su renuencia de devolver los fondos recaudados con el impuesto a los hidrocarburos, creado en forma reciente. La Unasur ha aconsejado a las partes en pugna que se concentren en hallar una solución y, sin mencionarlo, desestimó las consignas antiimperialistas y setentistas de Chávez y su ladero Morales por considerarlas inadmisibles. Lo son, en verdad.

Inadmisible debieron considerar los presidentes, también, las licencias que se ha tomado Chávez para permitir que América latina intervenga en forma indirecta en la disputa entre los Estados Unidos y Rusia por la región del Cáucaso, a raíz del conflicto de Georgia, y el escudo antimisiles, por la aprobación para su instalación en países de la ex órbita soviética como la República Checa y Polinia. De eso, sin embargo, nadie emitió juicio porque se lo consideró erróneamente un asunto interno de Venezuela. No lo es, en realidad, como tampoco es un asunto interno de la Argentina el escándalo de la valija, revelado por entregas, como un culebrón venezolano, desde Miami. No por nada la invitación de Chávez al primer ministro ruso, Vladimir Putin, coincide con la reposición de la IV Flota del Comando Sur.

Más allá de esa decisión poco oportuna, sobre todo por los pocos amigos que ha cosechado el gobierno de Bush, no es casual el desencanto norteamericano en estas circunstancias. Ha sido positivo que los otros presidentes de la Unasur convinieran no cargar tintas con teorías conspirativas y que, en el documento firmado, se abocaran a apoyar con respeto a las autoridades elegidas en forma democrática en Bolivia. Ese respaldo, empero, no debe ser interpretado por Morales ni menos aún por Chávez como un cheque en blanco, sino como un capital que el presidente de Bolivia, no su par bolivariano, deberá invertir en el diálogo y la concordia después de varios años signados por gobiernos truncos y enfrentamientos por razones políticas, económicas y étnicas.

Morales ya no es el aymara de la "chompa" (suéter) multicolor que cumplió con un sueño, sino el presidente de un país soberano que votó en forma masiva por él y lo ratificó, sin que ello implique que se aparte de la democracia deseable, ésa que se hace por consenso, y pretenda imponer en forma caprichosa una Constitución, un impuesto o una ley con más anuencia externa que interna.

Esa anuencia externa suele resumirse en Chávez. Y, si antes podía ser graciosa, hoy resulta perniciosa. En su caso, por afinidad y conveniencia. En otros, como el argentino, sólo por conveniencia.

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El respaldo a Bolivia
Por La Nación - Wednesday, Sep. 17, 2008 at 10:47 AM

Respaldo no significa cheque en blanco. Así deberían interpretar Evo Morales y, por extensión, Hugo Chávez el resultado de la reunión extraordinaria de nueve presidentes de la región, incluidos ellos, en Santiago de Chile, a raíz de la difícil situación que atraviesa Bolivia.

La cumbre de la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur) concluyó con éxito. Lo tenía asegurado, en realidad, antes de la firma de la llamada Declaración de la Moneda. Eso se debió, en especial, a la condición que puso el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, para asistir: que las partes en conflicto en Bolivia depusieran su actitud beligerante. Lo logró.

No todo ha sido mérito de Lula, desde luego, pero la cumbre no hubiera tenido el mismo impacto sin su presencia. Asimismo, otra condición impulsada por Brasil y respetada por los otros gobiernos ha sido la no injerencia externa en Bolivia, más allá de que el principal aliado de Morales, Chávez, haya sido el primero en incumplir con ese requisito desde que se solidarizó con él a través de un recurso tan absurdo como expulsar al embajador norteamericano en Caracas, después de celebrar idéntica decisión adoptada en La Paz, para demostrar cuán firmes son los lazos atados en los Andes.

Si el drama de Bolivia fuera consecuencia de conspiraciones del FBI, acaso como el escándalo de la valija desatado en la Argentina, todo sería más fácil. No sólo nueve, sino todos los presidentes podrían suscribir una protesta por intromisión. Chávez y Morales, sin embargo, no tuvieron eco con sus sospechas ni, por suerte, imitadores.

Poco ayudaron, antes de la cumbre, los exabruptos de Chávez contra su par George W. Bush, en particular, y los norteamericanos, en general, llamados despectivamente "pitiyanquis" (desprecio usual en Venezuela que deriva del francés petit , pequeño). Tampoco ayudó el contexto, convulsionado por la debacle financiera mundial.

El ámbito adecuado para dirimir la situación de Bolivia debió ser la Organización de Estados Americanos (OEA), sobre todo después de haber resuelto la crisis entre Colombia, Ecuador y Venezuela, declarada en marzo último a raíz del ataque militar colombiano contra las FARC en territorio ecuatoriano.

Esta vez, los nueve presidentes que asistieron, con la llamativa ausencia del peruano Alan García, prefirieron usar el paraguas de la Unasur por una razón poco convincente: evitar más enfrentamientos con los Estados Unidos, miembros de la OEA. Zanjaron la cuestión, por lo menos en forma momentánea, pero sentaron un precedente que en nada ayuda a preservar las instituciones establecidas y los canales habituales de negociación en caso de diferencias entre sus miembros o problemas internos en alguno de ellos.

Por la condición puesta por Lula, más que por la inminencia de la cumbre convocada por la presidenta de Chile, Michelle Bachelet, Morales se avino a convocar al diálogo con los prefectos (gobernadores) de los departamentos no oficialistas de Bolivia. Lo no negociable, advirtió, era la matanza de 15 campesinos en Pando. De hecho, el prefecto de ese departamento, Leopoldo Fernández, quedó detenido ayer bajo el cargo de haber incitado a la violencia y la sospecha de haber contratado a sicarios brasileños y peruanos para cometer los crímenes por los cuales, además de los muertos, hubo 37 heridos y más de 100 desaparecidos.

En Pando, al igual que en Santa Cruz, Tarija y Beni, los departamentos de la rica Media Luna andina, se han desatado en las tres últimas semanas violentas protestas contra el plan de Morales de consultar a la población sobre la nueva Constitución, de corte socialista e indigenista, y por su renuencia de devolver los fondos recaudados con el impuesto a los hidrocarburos, creado en forma reciente. La Unasur ha aconsejado a las partes en pugna que se concentren en hallar una solución y, sin mencionarlo, desestimó las consignas antiimperialistas y setentistas de Chávez y su ladero Morales por considerarlas inadmisibles. Lo son, en verdad.

Inadmisible debieron considerar los presidentes, también, las licencias que se ha tomado Chávez para permitir que América latina intervenga en forma indirecta en la disputa entre los Estados Unidos y Rusia por la región del Cáucaso, a raíz del conflicto de Georgia, y el escudo antimisiles, por la aprobación para su instalación en países de la ex órbita soviética como la República Checa y Polinia. De eso, sin embargo, nadie emitió juicio porque se lo consideró erróneamente un asunto interno de Venezuela. No lo es, en realidad, como tampoco es un asunto interno de la Argentina el escándalo de la valija, revelado por entregas, como un culebrón venezolano, desde Miami. No por nada la invitación de Chávez al primer ministro ruso, Vladimir Putin, coincide con la reposición de la IV Flota del Comando Sur.

Más allá de esa decisión poco oportuna, sobre todo por los pocos amigos que ha cosechado el gobierno de Bush, no es casual el desencanto norteamericano en estas circunstancias. Ha sido positivo que los otros presidentes de la Unasur convinieran no cargar tintas con teorías conspirativas y que, en el documento firmado, se abocaran a apoyar con respeto a las autoridades elegidas en forma democrática en Bolivia. Ese respaldo, empero, no debe ser interpretado por Morales ni menos aún por Chávez como un cheque en blanco, sino como un capital que el presidente de Bolivia, no su par bolivariano, deberá invertir en el diálogo y la concordia después de varios años signados por gobiernos truncos y enfrentamientos por razones políticas, económicas y étnicas.

Morales ya no es el aymara de la "chompa" (suéter) multicolor que cumplió con un sueño, sino el presidente de un país soberano que votó en forma masiva por él y lo ratificó, sin que ello implique que se aparte de la democracia deseable, ésa que se hace por consenso, y pretenda imponer en forma caprichosa una Constitución, un impuesto o una ley con más anuencia externa que interna.

Esa anuencia externa suele resumirse en Chávez. Y, si antes podía ser graciosa, hoy resulta perniciosa. En su caso, por afinidad y conveniencia. En otros, como el argentino, sólo por conveniencia.

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El respaldo a Bolivia
Por La Nación - Wednesday, Sep. 17, 2008 at 10:58 AM

Respaldo no significa cheque en blanco. Así deberían interpretar Evo Morales y, por extensión, Hugo Chávez el resultado de la reunión extraordinaria de nueve presidentes de la región, incluidos ellos, en Santiago de Chile, a raíz de la difícil situación que atraviesa Bolivia.

La cumbre de la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur) concluyó con éxito. Lo tenía asegurado, en realidad, antes de la firma de la llamada Declaración de la Moneda. Eso se debió, en especial, a la condición que puso el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, para asistir: que las partes en conflicto en Bolivia depusieran su actitud beligerante. Lo logró.

No todo ha sido mérito de Lula, desde luego, pero la cumbre no hubiera tenido el mismo impacto sin su presencia. Asimismo, otra condición impulsada por Brasil y respetada por los otros gobiernos ha sido la no injerencia externa en Bolivia, más allá de que el principal aliado de Morales, Chávez, haya sido el primero en incumplir con ese requisito desde que se solidarizó con él a través de un recurso tan absurdo como expulsar al embajador norteamericano en Caracas, después de celebrar idéntica decisión adoptada en La Paz, para demostrar cuán firmes son los lazos atados en los Andes.

Si el drama de Bolivia fuera consecuencia de conspiraciones del FBI, acaso como el escándalo de la valija desatado en la Argentina, todo sería más fácil. No sólo nueve, sino todos los presidentes podrían suscribir una protesta por intromisión. Chávez y Morales, sin embargo, no tuvieron eco con sus sospechas ni, por suerte, imitadores.

Poco ayudaron, antes de la cumbre, los exabruptos de Chávez contra su par George W. Bush, en particular, y los norteamericanos, en general, llamados despectivamente "pitiyanquis" (desprecio usual en Venezuela que deriva del francés petit , pequeño). Tampoco ayudó el contexto, convulsionado por la debacle financiera mundial.

El ámbito adecuado para dirimir la situación de Bolivia debió ser la Organización de Estados Americanos (OEA), sobre todo después de haber resuelto la crisis entre Colombia, Ecuador y Venezuela, declarada en marzo último a raíz del ataque militar colombiano contra las FARC en territorio ecuatoriano.

Esta vez, los nueve presidentes que asistieron, con la llamativa ausencia del peruano Alan García, prefirieron usar el paraguas de la Unasur por una razón poco convincente: evitar más enfrentamientos con los Estados Unidos, miembros de la OEA. Zanjaron la cuestión, por lo menos en forma momentánea, pero sentaron un precedente que en nada ayuda a preservar las instituciones establecidas y los canales habituales de negociación en caso de diferencias entre sus miembros o problemas internos en alguno de ellos.

Por la condición puesta por Lula, más que por la inminencia de la cumbre convocada por la presidenta de Chile, Michelle Bachelet, Morales se avino a convocar al diálogo con los prefectos (gobernadores) de los departamentos no oficialistas de Bolivia. Lo no negociable, advirtió, era la matanza de 15 campesinos en Pando. De hecho, el prefecto de ese departamento, Leopoldo Fernández, quedó detenido ayer bajo el cargo de haber incitado a la violencia y la sospecha de haber contratado a sicarios brasileños y peruanos para cometer los crímenes por los cuales, además de los muertos, hubo 37 heridos y más de 100 desaparecidos.

En Pando, al igual que en Santa Cruz, Tarija y Beni, los departamentos de la rica Media Luna andina, se han desatado en las tres últimas semanas violentas protestas contra el plan de Morales de consultar a la población sobre la nueva Constitución, de corte socialista e indigenista, y por su renuencia de devolver los fondos recaudados con el impuesto a los hidrocarburos, creado en forma reciente. La Unasur ha aconsejado a las partes en pugna que se concentren en hallar una solución y, sin mencionarlo, desestimó las consignas antiimperialistas y setentistas de Chávez y su ladero Morales por considerarlas inadmisibles. Lo son, en verdad.

Inadmisible debieron considerar los presidentes, también, las licencias que se ha tomado Chávez para permitir que América latina intervenga en forma indirecta en la disputa entre los Estados Unidos y Rusia por la región del Cáucaso, a raíz del conflicto de Georgia, y el escudo antimisiles, por la aprobación para su instalación en países de la ex órbita soviética como la República Checa y Polinia. De eso, sin embargo, nadie emitió juicio porque se lo consideró erróneamente un asunto interno de Venezuela. No lo es, en realidad, como tampoco es un asunto interno de la Argentina el escándalo de la valija, revelado por entregas, como un culebrón venezolano, desde Miami. No por nada la invitación de Chávez al primer ministro ruso, Vladimir Putin, coincide con la reposición de la IV Flota del Comando Sur.

Más allá de esa decisión poco oportuna, sobre todo por los pocos amigos que ha cosechado el gobierno de Bush, no es casual el desencanto norteamericano en estas circunstancias. Ha sido positivo que los otros presidentes de la Unasur convinieran no cargar tintas con teorías conspirativas y que, en el documento firmado, se abocaran a apoyar con respeto a las autoridades elegidas en forma democrática en Bolivia. Ese respaldo, empero, no debe ser interpretado por Morales ni menos aún por Chávez como un cheque en blanco, sino como un capital que el presidente de Bolivia, no su par bolivariano, deberá invertir en el diálogo y la concordia después de varios años signados por gobiernos truncos y enfrentamientos por razones políticas, económicas y étnicas.

Morales ya no es el aymara de la "chompa" (suéter) multicolor que cumplió con un sueño, sino el presidente de un país soberano que votó en forma masiva por él y lo ratificó, sin que ello implique que se aparte de la democracia deseable, ésa que se hace por consenso, y pretenda imponer en forma caprichosa una Constitución, un impuesto o una ley con más anuencia externa que interna.

Esa anuencia externa suele resumirse en Chávez. Y, si antes podía ser graciosa, hoy resulta perniciosa. En su caso, por afinidad y conveniencia. En otros, como el argentino, sólo por conveniencia.

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