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Pasado diverso y un mismo presente
Por Claudia Araujo / Diario Norte - Monday, Apr. 27, 2009 at 10:45 AM

Imagine que un día despierta y descubre que vive en un país donde muchos lo ignoran, miran con desdén o lo tratan como a alguien rechazable o indeseable. Imagine convivir con personas que conoce desde la infancia pero que siguen viéndolo como alguien ajeno a ellas, foráneo, extranjero. Imagine que quiere inscribir a su hijo con el nombre de su abuelo, nativo de estas tierras, pero no puede hacerlo porque es un nombre no registrado legalmente; luego de pasar por varios trámites consigue se le reconozca ese derecho y sólo después de demostrarlo le conceden lo que para el resto es moneda corriente.

Trate de situarse en la piel de alguien que es tratado diferente sólo porque su apariencia se ve distinto del estándar de una mayoría. Entonces estará cerca de comprender cómo es ser discriminado.
Si usted es pobre, indígena, negro, judío, obeso o incluso solo nació mujer, sabrá de qué se trata.
De acuerdo con recientes relevamientos del Instituto Nacional contra la discriminación y la Xenofobia —Inadi—, en Argentina y en el Chaco las escuelas son el segundo espacio público donde más se discrimina, después de los ámbitos laborales. Los datos, tan nuevos como la existencia misma del ente, evidencian además que ser pobre, indigente, aborigen, boliviano o paraguayo es una de las condiciones humanas más discriminadas.
En la semana que pasó, dos fechas en el calendario pusieron sobre el tapete cuán saludables están todavía hoy intolerancia, discriminación y sus efectos directos: el levantamiento del Gheto de Varsovia y el Día del Aborigen Americano.
Hoy, reflexionar sobre el fenómeno de la discriminación suena más a la enunciación de un principio consagrado en declaraciones internacionales que a una problemática propia de nuestra vida cotidiana. Mientras parece habitual encontrar cada año que más cruces esvásticas aparecen pintadas en paredes públicas. Son tan solo puntas de icebergs, síntomas de un mal social más profundo y difícil de desentrañar como otras tantas características acuñadas en siglos de no-conciencia plena.

Algunos gestos
Entre acontecimientos y reivindicaciones relacionados más cercanos están la reciente elevación de rango al área educativa bilingüe intercultural y la inauguración del primer polimodal aborigen. También el reconocimiento al soldado toba caído en Malvinas y el pedido de perdón a una joven indígena abusada dos veces, primero en 2003 por tres hombres y luego por al menos dos instituciones del Estado que no garantizaron sus derechos.
Hay quienes se preguntan si actos de esa naturaleza son reparadores en algún grado y meros simbolismos de lo políticamente correcto que perdieron sentido después de tanto tiempo de vejámenes y excesos. Sin dudas esas observaciones pueden tener gran parte de razón y son atendibles, pero a pesar de llegar tarde, peor es que no llegaran nunca.
Además, si fueran simplemente para quedar bien con una minoría poco popular, pues enhorabuena es entonces que las autoridades la honraran más tarde o más temprano.
Pero hay algo tristemente cierto en las napas subfluviales de nuestra cultura. Por mucho que se hable del crisol de razas y vertientes en esta parte del mundo, si somos honestos y repasamos gestos cotidianos sabemos que no es tan así. O en todo caso, nos hermanan apegos con comunidades bastante parecidas a nosotros o comunes a nuestras motivaciones o intereses.

Mirada introspectiva
Dos o tres situaciones ejemplifican estas afirmaciones. Una aborigen va casa por casa vendiendo canastos que ella teje artesanalmente y a cambio es frecuente que en lugar de dinero le ofrezcan cambiarlos por ropa o alimentos. Cuando esas mismas personas van de compras al supermercado, ¿se les pasa siquiera por la cabeza proponerle lo mismo al cajero que le extiende el tique?
“A los aborígenes no les gusta trabajar, esperan que el gobierno les dé todo”, “nunca se van a integrar, no les interesa estudiar ni progresar”, “huelen mal, se puede ser pobre y limpio”, son algunas de las frases que en más de una oportunidad escuchamos, y si no, no vivimos en esta parte del planeta.
Pero volvamos al ejercicio del comienzo de esta columna, ¿puede imaginar en qué condiciones llegaría al final de un día sin ese desodorante o perfume acostumbrado, movilizándose a pie, en bicicleta o en colectivo?, ¿se imagina tan pobre, que debe ir a una escuela y puesto sanitario más cercano a su casa porque no tiene ni para pagar un pasaje de colectivo?
¿Sabe lo que es sentir vergüenza por vestir una prenda raída o recibir los medicamentos que hay, lo que otro desecha y haciendo trabajos que nadie quiere hacer?, ¿o cómo será pensar en un futuro para sus hijos ajeno al acceso a ciertos circuitos de información o instrucción? Para comprender al otro no siempre son valederas las concepciones personales.
Hay construcciones culturales que nos son tan ajenas como el universo de conocimiento que habita en una sola persona. Es probable que ponernos el la piel del otro funcione, quizá no. Pero si algo de lo planteado en esta columna despertó incomodidad o movilizó —al menos— en una pequeña medida, significa entonces que lo dicho no fue en vano.
Abrirnos al otro no implica asimilar su sentir y motivaciones, sino tan sólo comprender que el mundo es algo más que los límites de nuestro mundo conocido, y en el proceso estaremos enriqueciéndonos y tal vez podremos evolucionar como humanidad.

La otra lucha Según estimaciones de los mismos integrantes de la coordinación educativa bilingüe intercultural, al menos 14.000 chicos en edad escolar pertenecen a comunidades originarias y de ellos un 70 a un 80 por ciento no completó la primaria o carece de una formación acorde con su lengua y particularidades culturales.
Esa apreciación es una aproximación y no se confirmará hasta obtener resultados en un censo específico. Para atender a semejante matrícula se necesitan más que las 187 escuelas comunes que en la actualidad registran población mixta (indígenas y criollos) y no en todas trabajan maestros bilingües.
Mientras se aguarda a la primera promoción de nuevos profesores con cuatro años de formación, la misma fuente consultada asegura que tampoco hoy alcanzan los 56 maestros bilingües y 60 auxiliares docentes para atender las necesidades de la especialidad. Pero paradójicamente la contienda más difícil no está en el reconocimiento de espacios, recursos, cargos o presupuesto de la cartera educativa, sino en los mismos establecimientos educativos.
“Lo más difícil es planificar y trabajar con otros docentes no indígenas para hacer adecuaciones que respeten la cultura materna del niño”, explica Fabián José, uno de los referentes del equipo constituido hace tan sólo mes y medio. El experto ejemplifica el caso al explicar que antes de enseñar el sistema solar, el cosmos y la Tierra, es necesario saber que para la cosmovisión aborigen el universo está compuesto por tres planos profundamente arraigados a una concepción mística.
“Muy pocos saben en qué consiste la tarea de un docente bilingüe; creen que se trata de un simple traductor”, acota Miguel Masa otro de los jóvenes impulsores de la especialidad en la provincia.
Los referentes también admiten falencias en la formación de muchos de sus pares y un desigual número en las discusiones cuando en muchos casos uno solo debe fundamentar criterios definidos por consenso de todo un plantel. Capítulo aparte merece la valoración que históricamente adeuda el Estado al trabajo de educadores con más de diez años de antigüedad en un área donde predominan los proyectos especiales antes que los cargos titulares.
Sin embargo, todo indica que Chaco comenzó a transitar un sendero que busca reasignar el sitio que les pertenece a quienes pelearon y siguen reclamando por lo que les corresponde. Faltan becas, horas cátedra, nombramientos y recursos que posibiliten igualar el punto de partida y las posibilidades de acceso a la educación, tierras, trabajo y calidad de vida que tienen hoy un niño toba y un blanco.
Pero más allá de lo que resta hacer, cabe entender que hablamos de una empresa de dimensiones tal como la cantidad de años e injusticias cometidas contra los primeros habitantes de estas tierras.

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