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Se agrava el drama de la desnutrición en la Argentina
Por El Diario de Paraná / Entre Ríos - Sunday, Jul. 19, 2009 at 6:03 PM

Nacionales: INDIGENCIA . Miles de argentinos viven a diario sumergidos entre la pobreza extrema, el abandono y la exclusión

Casi cuatro argentinos murieron por día en 2007, cifra que aumentó 8 % respecto de 2006. Este flagelo sigue haciendo estragos, sobre todo en el norte del país, aunque no se lo nombra, ni se lo escucha seguido, pero se sabe.

De acuerdo con las últimas estadísticas oficiales, provistas a la agencia Noticias Argentina por el Ministerio de Salud, al menos 1.311 personas perdieron la vida en 2007 por problemas de nutrición deficiente o anemia.
En 2006, habían sido 1.202 los argentinos víctimas de esta problemática, aunque el pico más alto sucedió en 2003 con 1.910 casos.
Desde 2004 las cifras comenzaron a descender hasta 2007 cuando por primera vez en cuatro años de fuertes retrocesos de los indicadores, la Argentina volvió a engrosar la lista de fallecimientos por desnutrición.

SUBDIAGNÓSTICO. Así y todo, los especialistas que abordan diariamente el flagelo del hambre advirtieron que, en rigor, hay un subdiagnóstico de la problemática, la cual sería mucho más grave.
“Por el total de casos oficiales de personas con desnutrición, se calcula que habría un 40 ó 45 % más porque no todos llegan a los hospitales, por consiguiente no todos los chicos reciben la leche fortificada”, explicó Rolando Núñez, coordinador del Centro de Estudios Nelson Mandela, una institución dedicada a la investigación y lucha contra este mal en Chaco.
A modo de ejemplo, precisó que si durante 2007 el total de niños de hasta 5 años desnutridos, detectados o denunciados como tales, eran 9.822, quedan como cifras negras, o sea, no registradas, unos 4.100 niños más, por lo que el total real de chicos desnutridos que estimó el Centro para ese año fue de 13.922.

ADVERTENCIA. Chaco acaparó las planas de los periódicos locales, nacionales e internacionales en 2007 a raíz del alto número de niños y adultos, sobre todo de comunidades aborígenes del Impenetrable, que fallecieron tras sufrir desnutrición severa, y fue justamente el Centro Mandela el que alertó sobre esos casos. Dos años después, la situación “se agravó”, confió su coordinador en diálogo con Noticias Argentinas.
Los números del Ministerio de Salud de Chaco revelan que el porcentaje de niños desnutridos en 2008 fue más alto que el de 2004, 2005, 2006 y 2007. Si se analiza la tabla del Plan Materno Infantil de Chaco, se puede ver que el año pasado de los 19.496 bebés menores de un año bajo control médico, el 6,2 % tenía algún tipo de desnutrición.
En número reales, 1.040 con grado uno, el más leve; 154 con grado dos; y 24 en el estadio más grave.
Comparativamente, 4,8 había sido el porcentaje para este grupo etario en 2007; 4,6 en 2006; 4,3 en 2005; y 5,4 en 2004.
Cuando se avanza de edad y a medida que las madres dejan de amamantar a sus niños, las estadísticas muestran claramente cómo el índice de desnutrición trepa sin piedad.

MÁS CIFRAS. Sobre una base de 20.233 chicos de un año en control médico, el 19,6 % presentaba algún déficit nutricional, es decir, 3.956 niños, el triple de los valores del grupo anterior para el mismo año.
Similar es el panorama de los chaqueños de entre 2 y 5 años:
17,5 % en condiciones de malnutrición.
“Las tasas anuales de desnutrición infantil en Chaco son de las más altas de la Argentina. Es relevante profundizar el análisis de sus causas, generadoras y emergentes, porque la desnutrición infantil es uno de los indicadores soberanos y más determinante para revelar o poner en evidencia la pobreza y la exclusión social en un tiempo y un lugar determinado”, sostuvo Núñez.
Aproximadamente 137 mil son los niños de hasta cinco años que habitan en Chaco, según estimaciones oficiales de 2009, de los cuales sólo 85.900 están bajo control médico.
“Esto debería ser una política de Estado. Gobierne quien gobierne pero, sin embargo, hasta ahora no le ha importado a ningún mandatario”, sentencia el médico mendocino Abel Albino, quien conoce como pocos el cruento sufrimiento de los argentinos que viven a diario sumergidos entre la pobreza extrema, el abandono y la exclusión.
Albino es el presidente de la Fundación Conin, una ONG pionera en abordar la desnutrición infantil a trevés de la puesta en marcha de centros de prevención integral y de tratamiento.
Sólo en la ciudad de Mendoza, el centro de prevención atiende actualmente a 350 chicos con grados uno y dos de desnutrición, mientras que en tratamiento por cuadros agudos hay otros 25 chicos.
En todo el país suman 20 los Centros Conin que replican la metodología, y también los hay en Chile y Uruguay. En el último año aumentó significativamente la demanda en todos las sedes las cuales están funcionando al tope de sus capacidades, aseguró Albino.
Además, ejemplificó: “Cada vez nos piden desde más localidades abrir un espacio por la difícil situación que está atravesando al menos el 40 % de la población argentina, que vive bajo la línea de la pobreza. De eso, lamentablemente, no tenemos dudas”.
En cuando al subregistro que alertó Núñez, Albino compartió el mismo criterio y aportó otro dato: “La desnutrición está subdiagnosticada porque aunque el parte formal dijera que un chico falleció por una meningitis, por gastroenteritis o neumonía, en realidad muchas veces la causa del cuadro infeccioso que provoca la muerte es el serio déficit nutricional, el cual no se contabiliza como tal”, explicó.


Denuncian complicidades

Los flagelos sanitarios, entre los que se encuentra la desnutrición, contarían con una red de complicidades para esconder sus verdaderos flagelos, según lo advirtieron especialistas.
“Nuestra percepción es que existe todo un esquema y una estructura de complicidades múltiples organizadas para esconder los verdaderos alcances de los flagelos sanitarios, en particular la desnutrición, en un país que se presenta como productor de alimentos”, opinó Rolando Núñez, coordinador del Centro de Estudios Nelson Mandela.
El titular de esta institución, que se dedica a la investigación y lucha contra este mal en Chaco, aseguró que tiene “sobrados argumentos” para desconfiar.
“Cuando nosotros efectuamos en 2007 el seguimiento de fallecimientos en las comunidades indígenas de una zona de El Impenetrable, muy pequeña tomándose la superficie total de esta región, detectamos algunas muertes (al menos 13) vinculadas con la deficiencia alimentaria; sin embargo, en las partidas de defunciones aparecían otras causas de los fallecimientos”, dijo Núñez.
Concretamente, continuó, “existe una orden silenciosa en el sistema sanitario para que no se consigne la desnutrición como causa directa de la muerte”.
Por lo tanto, el titular del Centro de Estudios Nelson Mandela citó como ejemplo que, tratándose de niños, “en el verano las autoridades colocan e el parte diarrea seguida de deshidratación; en invierno, caratulan neumonía”.
Para los adultos, contabilizan la última patología, ocultándose la desnutrición “que es el cuadro de base y determinante que genera la imunodeficiencia y que permite contraer la enfermedad final”.
“En resumen, la causa generadora muchas veces es la desnutrición, que se oculta; mientras que la causa emergente (disparadora) de la muerte es la última enfermedad, que es la que se nota para las estadísticas sanitarias”, añadió.


El hambre, un problema que debería conmover

“Lo que el hambre hizo en Diego Romero no es sólo doloroso. Es infame. Tiene cinco años y pesa siete kilos. No mide más de 60 centímetros y apenas puede tenerse en pie. Diego es otra víctima de la pobreza cruel, indigna. Forma parte de un ejército de chicos hambreados en una provincia (Chaco) en la que el 69,5 % de ellos son pobres y el 41 % son indigentes”.
Cacho (12), Ramona (8) y Ramón (3) Gómez viven en Machagai, una localidad ubicada a 45 kilómetros de Resistencia.
“Los chicos tenían hambre. Estaban desesperados. Lo único que había en la casa para repartir entre los siete hermanos era un puñado de azúcar. Y se les ocurrió mezclarla con algo para agrandar las raciones. A su alrededor sólo había tierra, hicieron una ensalada y se la comieron. Terminaron internados en el hospital de Quitilipi”.
Hace siete años, los medios de comunicación narraban y describían de esa forma las historias de decenas de “Dieguitos” o los “Juanitos” como llamaría el pintor rosarino Antonio Berne, que viven en minúsculas casillas de madera junto con sus familias y un integrante del cual no pueden desprenderse: el hambre.
Ése que los obliga a cuidar como oro lo poco que tienen y cuyos pesares inundaron los diarios durante un buen tiempo, hasta que las estadísticas empezaron a descender. No se habló más del tema.
Pero el flagelo no desapareció. Siempre siguió latente y en algunos casos resurgió y en otros empeoró luego de que el crecimiento del Producto Bruto Interno (PBI) no tuviera su correlato en mejoras para los sectores más postergados del país.
Para algunos esa situación comenzó en 2007. Según un estudio del último Barómetro de la Deuda Social de la Infancia, elaborado por investigadores de la Universidad Católica Argentina (UCA) junto con la Fundación Arcor, el año pasado dos de cada diez chicos menores de 5 años (20 %) que habitan en las principales urbes del país experimentaron episodios de hambre por cuestiones económicas.
El año anterior habían sufrido esa coyuntura el 8,4 % de los niños de hasta 5 años; al 9,8 % de los que tenían entre 6 y 12 años; y el 7,5 por ciento de los adolescentes.
El problema de la privación alimentaria —sostiene el estudio de 2009— se presentó en mayor medida en las ciudades del interior que en el conurbano bonaerense, con una prevalencia significativa en el Gran Córdoba en comparación con otras ciudades del país.
Dicho déficit se profundiza a medida que desciende el estrato socioeconómico de los hogares, registrando una propensión a la privación alimentaria de un 42 % en el estrato muy bajo (indigentes) y 23 % en el estrato bajo (pobres).

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