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Enseñanza, colonialismo y memoria*
Por (reenvio) Luis Gonzales-Mestre - Sunday, Jul. 19, 2009 at 7:47 PM

Significativamente una ley aprobada por el gobierno francés en el 2005 (no 2005-158) ha salido a frenar los movimientos culturales críticos ante el pasado colonial francés, procurando zanjar salomónicamente la cuestión: hubo aspectos negativos, sí, pero también positivos, qué embromar. Después de su publicación original el debate en Francia sobre esta cuestión fue muy intenso y en 2006 el gobierno desistió de su pretensión de institucionalizar el culto colonialista. ¿Por qué presentamos ahora su versión íntegra en castellano, cuando el objeto inicial del análisis ha caducado al menos formalmente?

En primer lugar, porque la cuestión es de por sí valiosa y trasciende su mero trámite legislativo. En segundo lugar, porque justipreciar los alcances del colonialismo y el racismo franceses en medio de su propia complejidad, autoanálisis, conciencia crítica, nos permite vislumbrar la importancia enorme, atroz y nauseabunda que aquellos rasgos presentan en EE.UU. donde no existe complejidad, ni salomonismo, porque su buena conciencia está a salvo de toda duda. Como bien lo tipifica Donna M. Orange, psicoanalista, “la relación con el poder y con la virtud [de la mitología fundacional de EE.UU.] hace que un sentimiento de vergüenza colectiva sea casi impensable.” (“Buscar el orgullo en la venganza”, Página 12, 5/10/2006).

Perlas educacionales de la “edad de oro”

El racismo, esa cultura natural que usufructuamos
“La abolición de la esclavitud en las colonias, adoptada por la República de 1848, produjo una conmoción terrible. Los negros abandonaron a montones las plantaciones y se abandonaron a su pereza natural.” (À travers nos colonies, Libro de lectura para nivel medio y superior, Librairie Armand Colin, 1905).

Humildemente
“Es cierto que apenas si llegan a constituir un tercio de la humanidad, pero los blancos por el ascendiente de su inteligencia superior, por su moral más elevada, por sus religiones más puras y nobles, por su espíritu de inventiva y por la fuerza de sus armas perfeccionadas, así como de sus máquinas más complejas, son sin duda los reyes del Universo (Yvan Gall, le pupille de la marine, Librairie Classique Paul Delaplane, 1900).

¡Ay! ¡Esos mecanismos proyectivos!
“¿Suprimir las fronteras? De inmediato Francia se cubriría de un amasijo de extranjeros ávidos de mancillar su suelo sagrado, de respirar su aire vivificante, de gozar su clima, sus riquezas, de explotarla en el peor sentido del término. Y cuando todos esos vampiros foráneos la hayan desangrado a fondo, la hayan succionado hasta la médula, la fraternidad de los pueblos se traducirá en abrazos mortales, en luchas temibles, en calamidades que la imaginación no osa concebir. Eso y no otra cosa significa la supresión de las fronteras. (De tout un peu, Lectura corriente para el nivel medio, J.-B Tartière, Librairie Larousse, 1900).

La ley no 2005-158 prescribe especialmente, en reconocimiento de la Nación a favor de los franceses repatriados:
“Art. 4. Que los programas de investigaciones universitarias acuerden a la historia de la presencia francesa en ultramar, especialmente en África del Norte, el lugar que le corresponde.
Los programas escolares reconocen en particular el papel positivo de la presencia francesa en ultramar, especialmente en África del Norte, y conceden a la historia y al sacrificio de los combatientes del ejército francés destacados en tales territorios el lugar eminente que les corresponde (..)”

Lo que François Mitterrand, antiguo testigo de la defensa cuando el proceso a Raoul Salan, 2 había logrado aprobar en 1982, en aras de la “reconciliación”, la necesidad de “dar vuelta la página” y consignas por el estilo, el gobierno Raffarin lo ha “mejorado” 23 años más tarde en nombre de los que se pretenden “valores positivos” del colonialismo. Esos “valores” que Mitterrand compartía, a juzgar por su comportamiento como ministro “de izquierda” durante la Guerra de Argelia. Pero en 1982 no se presentaba el mejor momento para decirlo abiertamente. Al día de hoy, los defensores del colonialismo actúan a cara descubierta y exigen en consecuencia una enseñanza y una investigación universitaria que les sea favorable. Aclaremos que, si “la izquierda” votó en contra de esta ley de febrero de 2005 no lo ha hecho enfrentando tales posiciones sino porque consideró “insuficiente” el texto aprobado. 2
¿Hay que asombrarse de semejante convergencia en el mundo político? La verdad es que durante ciento veinte años el colonialismo ha estado en los cimientos del sistema económico, político y cultural francés y que, “social” o no, la “construcción europea” no es sino la puesta en funciones de un megapoder imperialista que venga a cumplir el papel de heredero de los imperialismos “nacionales”.

El mito de lo “social” bajo el capitalismo

Se habla mucho de una “Europa social”. Pero en relación con los estándares actuales, la Francia de posguerra era mucho más social, y fue durante ese período que libró dos guerras coloniales (Indochina, Argelia). ¿Qué es entonces un “capitalismo social” en la época del imperialismo a escala planetaria y de la mundialización? 3
Los medios progresistas nos envían a veces mensajes contradictorios. Por ejemplo, se oye hablar de multinacionales, de “archiliberalismo” o de “dictadura de los mercados”. Pero las multinacionales tienden a controlar los mercados bajo régimen de oligopolios. En cuanto a los mercados financieros, pretender que funcionan de modo errático e incontrolado sería ignorar el poder real de las oligarquías financieras y la dictadura (ésta sí verdadera) que ejercen sobre todo el planeta.

Incluso la enseñanza estaría en riesgo de privatización por este archiliberalismo. ¿Quiénes sino los grandes conglomerados financieros y en particular la oligarquía anglo-estadounidense que domina el mundo actual manu militari y que nada tiene de liberal, podría hacerse con escuelas, universidades, centros de investigación?
¿De qué libertad de emprendimientos podemos hablar en la época de la dictadura planetaria del capital financiero?
La realidad es que el liberalismo ha muerto hace ya más de un siglo, cuando los círculos financieros optaron por lo que los historiadores denominan imperialismo proteccionista, doctrina de “republicanos oportunistas” franceses que han desplazado a la vez a liberales y conservadores. La corriente “republicana oportunista” llegó a la dirección del estado con la elección a presidente de la República de Jules Grévy (en 1879), quien había presidido la Asamblea Nacional entre 1871 y 1873, sostén de Thiers y del aplastamiento de la Comuna [de París]. Encabezando el Consejo se encontraba el renombrado Jules Ferry […]. Entre 1881 y 1898, considerado el período de esplendor de la expansión colonial francesa, dos figuras, especialmente, se invocan a menudo, Léon Gambetta y Jules Ferry, y testimonio de ello es la cantidad incontable de plazas, calles y avenidas que llevan sus nombres, rindiéndoseles un homenaje permanente.

Cuando Grévy llega a la presidencia de la república, la oligarquía francesa le confía “los negocios de Francia” a una corriente que se pretendía de “centro-izquierda”, “nacionalista progresista”, “esclarecida”, que pretendía superar a los liberales cuyas tesis ya no se adaptaban al lobby colonial, y a los conservadores que, demasiado apegados al universo rural, del cual el norte europeo era un cliente de primer orden, arriesgaban oponerse a una nueva guerra con Alemania que se perfilaba como inevitable dada la expansión colonial. Precisamente, por el bloqueo administrativo, militar y económico de vastas regiones del planeta, el imperialismo proteccionista francés se oponìa directa y violentamente a los intereses capitalistas alemanes. Al mismo tiempo, esta situación de guerra inevitable que terminará por concretarse entre 1914 y 1918, será el motor de cierto número de reformas “interiores” que presentan una fachada impresionante por lo progresista si uno deja fuera de consideración la terrorífica realidad del colonialismo y la de la enorme carnicería que fue toda la guerra 1914-1918. La educación fue uno de los ejes de tales reformas, al punto que hasta el día de hoy se oye en medios sindicales referirse al “bueno de Ferry”, que hay que “defender su herencia” y monsergas por el estilo.

La organización masónica Grand Orient de France, 4 dedicada “a la búsqueda del progreso para el mejoramiento del hombre y la sociedad”, como declara en su sitio-e, evoca púdicamente: “la construcción de la escuela pública gratuita, laica y obligatoria fruto de la acción de Ferry”, pero el Senado francés se sincera un poco más y entre los títulos que dedica a quien fuera uno de sus miembros hay uno, directo: “Jules Ferry. La acción colonial”. 5 La oligarquía no cedió un ápice con las reformas emprendidas por una circular firmada por Ferry en 1883, considerado “un texto fundamental en la historia escolar de la república”, de la que se nos recuerda que fue difundida en plena expansión militar colonialista y concebida, en realidad, al servicio de esa política.

Muchas razones impulsaban a las grandes finanzas y al lobby colonial a emprender tales reformas.
Una razón pragmática: no es posible organizar un ejército y una administración colonialista con analfabetos.
En un momento en que la industria bélica, pero también la industria civil procesaba cambios tecnológicos frenéticamente y muy significativos, y donde la estrategia del lobby colonial debía desembocar tarde o temprano en una guerra con Alemania, la oligarquía necesitaba de una población fiel y de un aparato eficaz, pasible de ser enajenado y chovinizado suficientemente. Hacía falta, pues, por un lado, atender “lo social” y por el otro, desarrollar lo que hipócritamente se ha denominado “estado moderno”.
Por último, si bien la Comuna había sido aplastada podría renacer en cualquier momento y para contrarrestar esa posibilidad y enfrentar las reivindicaciones populares, se estimó cada vez más necesaria una política “social” y de “modernización”, para lo cual había que desarrollar interlocutores reformistas y oportunistas.
Asì nació el “modelo francés” que ha tenido larga vigencia en los medios financieros e imperialistas. Pero el capital puede siempre retomar lo que ha “entregado” por la presión popular o por cálculo.

La verdadera ideología promovida por “nuestras élites educacionales”

Léon Gambetta, presidente del Consejo entre 1881 y 1882 legó una “herencia cultural” a la “civilización europea [que] tendrá que luchar algún día contra la subversión de la raza china…”
“Francia debe conservar su papel de soldado de la civilización. En el choque que tendrá lugar, la civilización latina, a cuyo frente está Francia, debe prepararse para evitar ser aplastada y aniquilada en el Asia central entre la raza anglosajona y la eslava. Será necesario que Francia establezca sus bases en Tonkin, para adueñarse de Annam [región central vietnamita], del reino de Siam [Tailandia] y de Birmania [Unión de Myanmar], y de ese modo tener acceso preferencial a la India y ayudar a la civilización europea contra la raza amarilla.” 6

Es la misma teoría que Jules Ferry invocará en su torvo discurso del 28 de julio de 1885 en la Cámara de Diputados: “Hay expediciones coloniales que son legítimas y aventuras que no hace falta temer de correrlas porque el honor, los intereses, el renombre y el porvenir de Francia se juegan en ellas (...) En cuanto a la guerra (...) que está teniendo lugar en las lejanas riberas de Madagascar, una inmensa mayoría proveniente de todos los partidos y el gobierno a la cabeza, proclaman que verdaderamente es la empresa más nacional de todas aquellas que se han emprendido en los últimos años (...) uno de los reproches de la oposición (...) es el de haber replicado a las impertinencias de los pueblos bárbaros con una demasiado prolongada condescendencia, haber negociado por demasiado tiempo (...) el honor de Francia exige que no se prolonguen tanto las tratativas con pueblos pequeños y bárbaros (…) los desafío a que sostengan hasta el fin vuestras posiciones que descansan sobre la igualdad, la libertad, la independencia de las razas inferiores (...) hay que decir abiertamente que, efectivamente, las razas superiores tienen derechos respecto de las razas inferiores.

Si el honorable señor Maigne tiene razón, si la declaración de los derechos del hombre ha sido escrita para los negros del África Ecuatorial, entonces, ¿con qué derecho les vamos a imponer los intercambios, el tráfico de mercancías (…) Repito que para las razas superiores hay un derecho porque a la vez tienen un deber. Tienen el deber de civilizar a las razas inferiores.
Cuando fuimos a Argelia para destruir la piratería y asegurar la libertad de comercio en el Mediterráneo, ¿acaso somos nosotros los corsarios, los que devastamos? (…)
(Voy a abordar) el costado político de esta cuestión. Si no tenemos que ser más una potencia continental, restrinjamos nuestro poder naval (…) licenciemos nuestras tripulaciones (…) Cesen de una vez de calumniar nuestra política colonial y de meter cizaña, pues es también por nuestra marina que las colonias se han hecho (…) una marina como la nuestra no puede permanecer únicamente en el mar, necesita refugios sólidos, defensas, centros de reaprovisionamiento (…) Díganme si estas etapas en Indochina, 7 Madagascar o Túnez no han sido sino etapas necesarias para la seguridad de nuestra navegación (…) En Europa, tal como está constituida, con semejante competencia entre rivales (…) la política de recogimiento o abstención no constituyen sino el camino hacia la decadencia (…) abdicar (…) descender del primer puesto al tercero o cuarto (…) Nadie, imagino, puede entrever semejante destino para nuestro país (…).”

De este modo estableció Jules Ferry las bases del imperialismo proteccionista justo hasta la actual doctrina “Bush”. Una doctrina que retomarán Joseph Chamberlain y Cecil Rhodes, en Inglaterra, con sus discursos sobre “la raza británica, la mayor de todas las razas”, “las razas conquistadoras”, etcétera, y más tarde Theodor Roosevelt en EE.UU. con su pretendida misión de dominación mundial desde ese estado, precisamente. Los apologistas del colonialismo, y particularmente Rhodes, llegarán incluso a alabar esa política como “solución” para los problemas sociales metropolitanos.

Hay que advertir que Gambetta, Ferry, (…) han dispuesto siempre de plazas, calles, avenidas en la mayor parte de los municipios franceses y navarros. En cuanto a Cecil Rhodes, fundador del apartheid, ha gozado siempre de un lugar en la galería de los “constructores célebres” de la United Grand Lodge of England 8 [Gran Logia masona de Inglaterra, fundada en 1717, n. del tr.], al costado de los reyes ingleses. Los Gambetta y los Ferry nos son casos aislados o circunscritos a su época. Cuando Jules Ferry justifica tan abiertamente el racismo por las “necesidades” del mercado y de la hegemonía mundial, le confiere una significación ajena a todo rasgo transitorio. Antes bien, semejante “análisis” no podía sino devenir una constante de la política del imperialismo. Así, en 1925, cuando Hitler terminaba de escribir su Mein Kampf , Léon Blum declaraba ante la Cámara de Diputados: “Admitimos el derecho e incluso el deber de las razas superiores de atraer hacia sí aquellas otras razas que no han desarrollado el mismo grado del cultura y de convocarlas al progreso alcanzado gracias a los esfuerzos de la ciencia y la industria.” Así refrendaban estos “defensores de los derechos del hombre” el colonialismo.

Dicho de otro modo, en ningún momento las élites europeas, francesas o de otros países, han negado esta ideología archi-chovinista. Y el imperialismo francés fue el primero que sentó las bases de la doctrina del imperialismo “moderno” a escala mundial. Tal es la lógica de la ley archirreaccionaria del 2005 y de quienes, bajo Mitterrand, ya la habían precedido, aunque un poco más disimuladamente.
Por todo ello es que el colonialismo y su apología permanente iban a llegar a desenlaces todavía más devastadores que los de la década del 20. Adolf Hitler reemplazó las teorías raciales “nacionales”, que habían devenido demasiado estrechas en el contexto imperialista, por la doctrina de la pretendida “superioridad de la raza aria”. Una teoría dedicada a unir a todos los reaccionarios del continente y a la cual los “sabios” nazis procuraron nutrir con una “base científica” abrigada por las necesidades de la “causa”.
Los nazis fueron los grandes partidarios de “Europa”. Es evidente que ya en esa época, y a la vista sobre todo de los resultados de la Primera Guerra Mundial, la escala continental se acomodaba mejor a las “necesidades” del imperialismo.

Las poblaciones, mistificadas por el chovinismo imperialista que venía de un siglo atrás, pagaron muy caro esta concesión histórica a “sus” oligarquías, particularmente con dos guerras mundiales con una extraordinaria mortandad. Pero precisamente a causa de estas guerras, hubo una gran inquietud popular y momentos revolucionarios sacudieron el mundo poniendo en entredicho la existencia misma del capitalismo.
Hoy en día, por cierto, ya no se habla de “razas”. Pero púdicamente se nos presenta a Europa como una suerte de “unidad natural e histórica” que, a la vista de la composición del Consejo de la UE del cual forma parte Rusia, constituiría una unidad que se extiende del Atlántico a Vladivostock. Una consigna que cierta extrema derecha europea ya ha retomado.
Si esto no es un proyecto de megapoder imperialista, tendrían que explicárnoslo. Un proyecto sostenido por derecha y por izquierda, que incluye a la mismísima “izquierda de la izquierda”, e incluso, a veces, a “la extrema izquierda”.

Luis Gonzales-Mestre

notas:
* Publicado por N’autre école. Un autre futur, París, otoño (boreal) 2005. Traducción del francés: Luis E. Sabini Fernández. Puntos suspensivos entre corchetes son nuestros; entre paréntesis, del autor.
1 Uno de los generales principales de la etapa final del colonialismo tradicional francés, tanto en los territorios “ultramarinos” de lo que entonces se llamaba Indochina (Vietnam y Laos) como en Argelia. Golpista contra De Gaulle cuando éste finalmente concede el reconocimiento al independentismo argelino comanda desde entonces la triste célebre OAS, una organización armada de extrema derecha, colonialista. Es apresado y condenado a cadena perpetua. De Gaulle, sin embargo, lo absolverá en 1968, durante los disturbios del mayo francés, procurando cicatrizar las heridas que el poder político había infligido a las corporaciones militares [n. del tr.].
2 http://www.assemblee-nationale.fr/12cri2004-2005o146asp
3 En francés es más habitual el término mundialización que globalización [n.del tr.].
4 http://www.godf.org/histo_conception.html
5 http://www.senat.fr/evenement/archives/coloniale.html
6 Carta de 1882, cit. p. Pierre Guillen en “Notre Siècle”, Imprimerie Nationale.
7 Península distribuida hoy entre Tailandia, Malasia, Unión de Myanmar, Laos, Cambodia y Vietnam [n. del tr.]
8 http.//http://www.grandlodge-england.org/masonry/famous-masons.htm

artículo publicado en Revista futuros nº10 / Río de la Plata otoño 2007

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