Julio López
está desaparecido
hace 6430 días
versión para imprimir - envía este articulo por e-mail

Desaparecidos de la Colectividad Japonesa durante la dictadura militar del 76-83
Por Diego Ardouin - Tuesday, Nov. 30, 2010 at 3:19 PM
diego.ae@dispatchesinternational.org (Casilla de correo válida)

Reseña sobre los desaparecidos de la colectividad japonesa en Argentina durante la dictadura, sobre su lucha contra la Embajada de Japón, y el descubrimiento de un desaparecido que no se sabía que era nikkei (descendiente de Japoneses); Juan Alberto Cardozo Higa, conocido como "El Chino", militante legendario del OCPO (Organización Comunista Poder Obrero).

DSCN7115

El 10 de noviembre de 1976, alrededor de las 2:30 de la madrugada, alguien tocó a la puerta. María Takara preguntó quién llamaba. Unos hombres le dijeron que tenían una persona herida con ellos y que necesitaban ayuda. Su hermano había salido poco antes, así que pensó que había estado en algún accidente y de inmediato abrió la puerta.

En un abrir y cerrar de ojos, cinco hombres armados con rifles entraron en su casa. Los hombres pusieron contra la pared a María y a su esposo Shinsuke, quien se había levantado también. Uno de los hombres se quedó con la pareja, mientras que otros dos fueron a un galpón y dos mas subieron por la escalera hacia los dormitorios. Los hombres abrieron el dormitorio de José Luis y Juan, hijos de María y Shinsuke, encendieron la luz, miraron a su alrededor, y luego la apagaron, sin decir una palabra.

Fueron entonces a otra habitación, donde Jorge y Silvia estaban durmiendo. Encendieron las luces, apuntando con sus rifles a Jorge y le ordenaron que se vistiera. Se lo llevaron abajo, donde sus padres estaban de pie contra la pared. No les permitieron hablarse, Jorge sólo alcanzó a agarrar sus documentos, y se lo llevaron. La familia no volvió a verlo.

Todo se hizo rápidamente y en silencio. Sus padres recuerdan que los secuestradores ni siquiera se hablaban entre sí. Fueron tan silenciosos que José Luis y Juan, de 17 y 16 años respectivamente, ni siquiera se despertaron.

Eran días oscuros en la Argentina. El 24 de marzo de 1976, una junta militar encabezada por el general Jorge Rafael Videla, el almirante Emilio Eduardo Massera y el brigadier Ramón Agosti, derrocó al gobierno democrático de la presidenta Isabel Martínez de Perón. La junta lo denominó "Proceso de Reorganización Nacional" y trató de purgar el país de izquierdistas.

Previendo que Videla y sus secuaces tendrían que acabar con la política disidente en Argentina, el en esos tiempos secretario de Estado adjunto de los Estados Unidos para América Latina William Rogers declararía: "Creo que tenemos que esperar una buena cantidad de represión, probablemente una buena cantidad de sangre, en la Argentina en poco tiempo. Creo que van a tener que ir muy duro, no sólo contra los terroristas, sino también contra los disidentes de los sindicatos y sus partidos". Este derramamiento de sangre - que se había puesto en marcha clandestinamente durante el gobierno de Martínez de Perón a través de la Alianza Anticomunista Argentina, la Triple A- se intensificó luego del golpe militar y dio lugar a la Guerra Sucia, que condujo a la muerte y desaparición de más de 30.000 argentinos.

Durante este período tumultuoso, por lo menos 16 miembros de la comunidad japonesa en Argentina fueron secuestrados y raptados del mundo de los vivos y lanzado al mundo amorfo de los desaparecidos. Recientemente este número se ha reformulado a 13 desaparecidos, dos asesinados y un identificado. Todos los confirmados asesinados eran menores 25 años, una de ellas, Norma Inés Matsuyama, tenía 19 años y ocho meses de embarazo. A través de investigaciones y entrevistas realizadas para este artículo, Dispatches International fue capaz de añadir un nombre a la lista: Juan Alberto Cardozo Higa.

Durante décadas, las familias de los desaparecidos trabajaron juntos para saber qué pasó con sus 16 desaparecidos. Este artículo es cuenta parte de la historia de su lucha por información y justicia.

"Lo primero que hizo mi papá fue ir a la comisaría", dice Elsa Oshiro, una de las hermanas de Jorge Oshiro, en los días siguientes a la noche del secuestro de su hermano a principios de noviembre de 1976. Jorge era un estudiante de secundario de 18 años de edad. "Más tarde, viene un primo y nos dice ‘¿Por qué no van a la embajada [japonesa]? Y a mí no se había ocurrido… le dije no. ¿Para qué?”

"Pero después, en mayo del ‘77, se llevan a Juan Carlos Higa y la hermana [María Antonia] enseguida fue a la Embajada", dice Oshiro. "Ella empezó a saber de otros casos de la colectividad y comenzó a visitar las casas de los desaparecidos de la colectividad. Y también se sumó a ella la esposa de Oscar Oshiro [Eduviges Bresolín], que también fue secuestrado.”

Juntas, María Antonia Higa y Eduviges Bresolín, “Mary” y “Beba”, comenzaron a dar forma a una organización informal de los familiares de los miembros de la colectividad japonesa que fueron secuestrados y asesinados durante la dictadura militar que sufrió la Argentina entre 1976 y 1983. Su organización se llama Familiares de Desaparecidos de la Comunidad Japonesa (FDCJ). La Familia de Jorge Oshiro fue una de las primeras familias en unirse a esta organización, buscando la verdad y justicia, en 1978.

“Cuando sabíamos que venía algún funcionario del gobierno japonés acá, se le entregaba una carta en mano porque estábamos en la época de la dictadura, no podíamos mandar cartas“, explica. “O si sabíamos que alguien viajaba, le pasábamos el sobre y le pedíamos que lo pusiera en un buzón. No le pedíamos que lo lleve en mano al gobierno, sino solamente que lo pusiera en un buzón y que la carta se fuera.”

De alguna forma, María Antonia se enteró de cada caso de desaparecidos en la colectividad japonesa, y visitó a cada familia para saber sobre su situación y ofrecerles ayuda. " Yo no sé como hacía Mary… era una base de datos”, recuerda Elsa. “Venía algún funcionario y ella ya sabía. (…) Ella me decía hay que firmar, y yo firmaba con los ojos cerrados.”

Juan Carlos Higa, hermano de María Antonia, fue periodista del diario más importante de la comunidad japonesa en Argentina, La Plata Hochi, que se edita en español y en japonés. También trabajó en otro periódico llamado Akoku Nippo. Juan Carlos fue llevado en 1977 por ocho soldados, cuando volvía a casa del trabajo.

"Un día fuimos al Diario Akoku Nippo para pedir que nos sacaran una nota…” cuenta Oshiro. Pero el periódico se negó a imprimir cualquier material que revelara la desaparición de personas. "Beba se enojó mucho, dijo, ‘¿¡Pero cómo!? ¡A ustedes les llevaron un compañero! ¿¡Cómo hacen esto!?’”, recuerda Elsa. “Por el miedo, había mucho miedo…”

Mary falleció en 2001. Después de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final que se aplicaron en 1987, donde se impidió el enjuiciamiento de los funcionarios culpables de asesinar a los disidentes durante la dictadura, Beba se trasladó a Italia. Regresó a la Argentina en 2003, cuando esas leyes fueron revocadas por el gobierno de Néstor Kirchner, pero ya estaba muy enferma y murió poco después. Desde entonces, la FDCJ ha seguido estos casos en función del tiempo de sus miembros, disponibilidad, y la proximidad al lugar de dónde tal evento se lleve a cabo.

Lento pero seguro, el apoyo al movimiento para exigir justicia para los desaparecidos va en aumento. Alberto Onaha, Presidente de la Asociación Japonesa de la Argentina, dice que se enteró de los Nikkei Desaparecidos a través de un periódico de la comunidad y comenzó a colaborar con los familiares desde entonces. "Es un tema presente, pero no muy presente", explica Onaha. "Cada año que pasa más gente se entera, aunque no todo el mundo lo acepta todavía."

"El año pasado tuvimos alrededor de 20 personas, pero en la actualidad debe haber unos 50 o 60 personas", dice, refiriéndose al número de personas que acompañan a los familiares durante su marcha anual el 24 de Marzo, el día de la Memoria. "La comunidad japonesa podría y debería haber hecho mucho más para ayudar a los familiares de los desaparecidos. La Embajada de Japón podría presentarse como querellante en algunas causas, pero son muy cuidadosos en ese aspecto.”

El 22 de marzo de 2010, Elsa Oshiro fue a hablar a un público reunido en el Centro Cultural de la Embajada de Japón. Fue un día histórico para los familiares de los desaparecidos “Nikkei". Por primera vez, el gobierno japonés acogió y patrocinó un evento en relación a los desaparecidos, cuyo nombre fue "No desaparece quien deja huella" y era inaugurado ese día.

"En los primeros tiempos debemos decir que encontramos resistencia en el gobierno japonés para interceder ante las autoridades de facto con el argumento de que ellos eran argentinos, o que no podían inmiscuirse en problemas internos”, dice Elsa durante su discurso en el salón principal del Centro Cultural en Buenos Aires. Las paredes del salón tienen fotografías gigantes de cada uno de los 16 desaparecidos, con pequeñas historias de vida de cada uno, fotografías de la infancia, recuerdos de sus familiares y amigos.

"Estos son los miembros de nuestras familias que nos faltan.", dice Oshiro, señalando sus retratos. "No los olvidamos, y porque dejaron huellas profundas en nuestras vidas, queremos hacerles este homenaje, que no consiste en la exteriorización nostálgica de esa ausencia, sino en la reivindicación de sus vidas y sus ideales."

"No son 16 casos aislados", declara Oshiro. "Sino que forman parte de una generación que apostaba a una sociedad distinta.”

Escuchan el discurso de Oshiro parientes de los desaparecidos, autoridades de la Embajada de Japón, miembros de la prensa y docenas de otras personas que se han reunido para la exposición.

"El gobierno japonés presta mucha atención al tema de los Desaparecidos, no sólo porque las víctimas son de la colectividad japonesa sino también porque entendemos que se trata de un tema humanitario importante la sociedad en general", dice Tsuyoshi Yamamoto, embajador de Japón en la Argentina, quien habla después de Oshiro.

"Todos nosotros pertenecemos a una familia. Somos hijos de alguien, o hermanos de alguien, o padres de alguien. Nacemos y crecemos como miembros queridos dentro de una familia. Es por ello que podemos comprender bien y compartir el gran dolor e indignación que los familiares de los Desaparecidos han debido sufrir por tan largo tiempo, desde el momento que su querido familiar desapareció para siempre de manera tan dramática y repentina."

"Por eso se trata de una demanda totalmente justa y natural a través de la cual estos familiares que desean conocer la verdad del destino de cada Desaparecido, y reclamar, al mismo tiempo, que los responsables de estas desapariciones sean castigados debidamente", dice el embajador de Japón. "El Gobierno Japonés, con el fin de atender estos deseos de los familiares, viene solicitando al Gobierno Argentino que lleve adelante las investigaciones necesarias que conduzcan al esclarecimiento de la verdad y nos facilite todo tipo de información que esté disponible."

Familiares de casi todos los desaparecidos están presentes, entre los ausentes están los de Carlos Ishikawa, que no tiene más familia viviendo en Argentina, y los de Emilio Yoshimiya; su familia ha evitado cualquier contacto con los familiares de los desaparecidos durante décadas.

La mayor parte de los familiares de los desaparecidos tiene poca información sobre la suerte de sus familiares. Casi nada se sabe sobre la desaparición de Julio Eduardo Gushiken, por ejemplo. "No sabemos cómo desaparece", dice su hermano Hugo Gushiken. "Ni siquiera el día en que sucedió."

Julio era miembro del PCML, Partido Comunista Marxista-Leninista. Su familia no está segura de cuando empezó a militar. "Calculo que Julio empezó a militar estando en el secundario, en el Instituto Santa Lucía, porque ahí también otro compañero de él, del mismo curso, está desaparecido”, dice Hugo. "Él no daba mucha información de lo que hacía…"

Julio era dos años mayor que Hugo, y después que se mudó de casa, iba a visitar a su familia cada fin de semana. Las visitas se hicieron menos y menos frecuentes, especialmente en la medida que el clima político se volvió más hostil a los militantes de izquierda y el pueblo en general. "Unos días antes de que le festejáramos el cumpleaños de 15 a mi hermana menor, él vino y… bue, venía antes porque el día de la fiesta él no podía venir. Y esa fue la última vez que fue a mi casa…”

Eso fue en noviembre de 1977. Después de esa visita, su otra hermana y Julio se reunían brevemente de forma esporádica. Pero en febrero de 1978, se perdió el contacto. Ellos no saben dónde fue secuestrado, dónde fue llevado; nada. "Hace algunos años, personas me dijeron que puede ser que él haya muerto en un enfrentamiento acá cerca… En Florencio Varela”, dice Hugo. "Pero no son datos concretos".

Julio Eduardo Gushiken fue a la misma escuela que Carlos Horacio Gushiken, cuyo cuerpo fue identificado en 2004, después de haber sido enterrado en una tumba sin nombre tras recibir un disparo en febrero de 1978. "De ese colegio son 10 los desaparecidos ", dice el hermano de Julio refiriéndose al Instituto Santa Lucía. "Visto la relación que había entre el rector del Colegio con la junta militar, calculamos que alguna relación tiene que haber.", concluye.

Hugo podría tener razón. El caso del Instituto Santa Lucía ha sido bastante polémico. Después del golpe de Estado, el director, Modesto Evaristo Tino Rodríguez, justificó la junta militar frente a sus alumnos y profesores, entre otros acontecimientos ignominiosos. Un documental lanzado en 2009, Los Pibes del Santa, se centró en los acontecimientos en la escuela desde finales de los años ‘70 hasta los ‘90.

Ejemplos del actuar pérfido del Instituto abundan. El Santa Lucía mantiene una lista del mejor estudiante de cada año. Durante cinco años consecutivos, Ángel Iula, desaparecido, fue el estudiante con las más altas calificaciones. Pero esos cinco años eran hasta hace muy poco omitidos en la lista. La compañera de clase y novia de Ángel, Silvia Schand, está también desaparecida. Al momento de su secuestro estaba embarazada, y el hijo de ambos es uno de los muchos buscados por las Abuelas de Plaza de Mayo, organización que busca identificar a los bebés robados a sus madres que dieron a luz en centros de detención clandestinos, los que fueron entregados a diferentes familias de militares o civiles que los criaron como propios y con nuevas identidades falsas.

Cuando el director del Instituto Santa Lucía cambió hace unos años, a los familiares de los desaparecidos se les permitió poner un mural en el Instituto para recordar a sus diez estudiantes que faltan.

Cuando Julio Eduardo Gushiken desapareció, sus padres fueron a ver a un abogado para presenta una recurso de hábeas corpus. "Pero este abogado les aconsejó de no hacer el hábeas corpus porque decía que podía ser un arma de doble filo.”, cuenta Hugo. “La verdad que no sabíamos nada de Julio… No sabíamos si estaba detenido, si se había escapado…”

El abogado le aconsejó Hugo y su familia no recurrir a la demanda de hábeas corpus para que su nombre no apareciera alguna lista de personas buscadas. "Si él no estaba en la lista de desaparecidos, era como que no había razón para que él sea detenido." Cuando visitaron la Embajada del Japón, se enfrentaron a los mismos obstáculos que frustraban a Beba y Mary. "Eran bastante evasivos,” cuenta. “Decían que no se podían inmiscuir en asuntos internos de otro país. Ellos consideran a los Nikkei como extranjeros.”

El padre de Hugo y Julio había llegado desde Japón antes de la Segunda Guerra Mundial, cuando tenía 16 años. Su madre es argentina hija de japoneses. Ellos no eligieron darles la nacionalidad japonesa a sus hijos, pero como muchos Argentinos de ascendencia Japonesa, son japoneses por los dos lados. La inmigración japonesa en Argentina comenzó hace más de 100 años, y hoy en día la colectividad japonesa en Argentina es el octavo mayor grupo de la diáspora japonesa en el mundo.

La comunidad japonesa en Argentina se puede dividir en dos grupos: los de Okinawa, y los de la isla grande. De los desaparecidos, 13 son de Okinawa y los otros tres de la isla principal. La mayoría de los inmigrantes de Okinawa se instalaron en Buenos Aires, donde muchos iniciaron las primeras empresas de tintorerías en seco del país. Los japoneses de la isla principal se radicaron principalmente en el campo, donde se dedican al cultivo de flores y hortalizas. Hoy en día, existen alrededor de 10.000 personas con nacionalidad japonesa en la Argentina, y las personas con ascendencia japonesa superan los cientos de miles.

Al igual que Hugo Gushiken, el padre de Elsa Oshiro nació en Japón, mientras que su madre es argentina con ambos padres japoneses, pero ni ella ni su desaparecido hermano Jorge tenían la ciudadanía japonesa. Oshiro explica que cuando fueron a la Embajada de Japón, los funcionarios no tomaron su caso, ya que no eran ciudadanos japoneses. Pero esa excusa se deslegitimó rápidamente.

"Cacho era la prueba de que no servía esa excusa ", dice Oshiro, refiriéndose a Katsuya "Cacho" Higa. Nació en Kitanakagusuku, Okinawa, emigró a la Argentina cuando tenía 2 años de edad. Era sociólogo, y tenía sólo 26 años cuando fue secuestrado el 22 de agosto de 1976. Pero no sólo Cacho tenía doble ciudadanía: Juan Carlos Higa y Oscar Oshiro también eran japoneses y argentinos.

"Pero eso no importaba. Cuando la excusa de que no eran japoneses cayó, la excusa era que ellos no se metían porque era un problema interno… Ellos no se pueden meter en problemas internos de otro país", dice Oshiro, en sintonía con la experiencia de Hugo.

La esposa de Oscar Oshiro, Eduviges Bresolín, era italiana. Durante la dictadura, los funcionarios italianos le habían dicho que si su marido aparecía, le darían un pasaporte italiano y asilo en Italia. "Eso también le echábamos en cara al gobierno japonés", se lamenta Oshiro. "Que no hiciera lo imposible por sacarlos, porque todavía había posibilidades de encontrarlos con vida durante la dictadura. "

Incluso Cuba y la Unión Soviética, ideológicamente contrarias a la de derecha dictadura argentina, mantuvieron relaciones comerciales con Argentina e hicieron nada por ayudar a los perseguidos. De hecho, ningún país rompió relaciones con la Argentina; el sistema económico neoliberal implantado por la dictadura favoreció la instalación de grandes empresas extranjeras, por lo que habría sido inconveniente para ellos romper las relaciones económicas.

El comportamiento de las embajadas fue heterogéneo y variado entre los países. Algunos países, como Francia, facilitaron la huida de muchos disidentes. Otros, como la Embajada de los Estados Unidos, no hicieron mucho, ni siquiera para sus propios ciudadanos que estaban desaparecidos.

Hay muchos ejemplos que muestran que la presión de las embajadas salvó la vida de las personas. Elizabeth Käsemann, Alemana, y Diana Houston, británica, fueron detenidas juntas. El gobierno británico pidió inmediatamente la liberación de Houston, y Diana fue trasladada en avión a Gran Bretaña a los pocos días. El gobierno alemán tardo semanas en siquiera enviar alguna carta en pos de Käsemann. Elizabeth Käsemann fue asesinada.

Pero la Embajada de Alemania sí ayudó a Ernst Käsemann, padre de Elizabeth y famoso teólogo alemán; lo pusieron en contacto con una autoridad militar, el Mayor Peirano, a quien tuvo que pagar $ 26,000.00 USD para recuperar el cuerpo de su hija y enterrarla en Alemania.

El caso de Klaus Zieschank es otro ejemplo del trato diferencial de las Embajadas, ya sea de protección o indiferencia frente a sus ciudadanos. Zieschank, alemán, fue detenido y recluido en una celda junto con Anita Lorea de Jaroslawsky, ciudadana francesa. Anita fue puesta en libertad una semana después de las fuertes demandas que hizo llegar la Embajada de Francia. Klaus, sin embargo, fue arrojado de un avión al Río de la Plata con los brazos y las piernas atadas con alambre, su cuerpo fue encontrado en las costas de la ciudad de Magdalena. Al igual que en el caso Käsemann, las demandas de la Embajada de Alemania fueron tímidas y tardías.

Pero lo que los familiares de los desaparecidos de la colectividad japonesa reconocen acerca de la actitud de los países europeos es lo que estos han hecho tras el fin de la guerra sucia. De 1986 a 2003, la leyes de Punto Final y Obediencia Debida detuvieron todos los juicios contra los militares y civiles por delitos cometidos durante el régimen militar. En 1989, el presidente Carlos Menem dio amnistía a todos los implicados en las detenciones ilegales, torturas, asesinatos y desapariciones de las 30.000 víctimas de la dictadura.

Las víctimas y sus familiares tuvieron que hacer frente a la impunidad de estos delincuentes muchos años, durante los cuales sólo los tribunales de España, Italia, Francia y Alemania celebraron juicios contra los implicados en las desapariciones, sobre todo en los casos en que las víctimas o sus familiares tenían nacionalidad de esos países.

Una excepción notable fue la decisión del juez español Baltasar Garzón, que en 1997 solicitó la detención y extradición de 46 militares acusados de "genocidio y terrorismo de Estado". Entre otros casos, pidió la detención y extradición de Jorge Rafael Videla, Presidente de facto de Argentina, por la desaparición de Klaus Zieschank.

"A veces presentamos a la Embajada demandas que nos dicen que no están a su alcance, como por ejemplo, ser querellantes en los juicios, como ya lo son algunos gobiernos,” dice Elsa Oshiro. "Pero no perdemos las esperanzas. ¿Quién hubiese pensado hace unos años que esta muestra podría llevarse a cabo?”

En este momento existen dos juicios de Desaparecidos Nikkei, los casos de Juan Carlos Higa y Jorge Oshiro. El caso del hermano de Elsa Oshiro es parte de un juicio mayor contra funcionarios de Campo de Mayo, uno de los centros de detención más conocidos de la dictadura, donde los implicados están siendo acusados de dirigir un campo de concentración.

Sin embargo, los juicios son muy lentos, y el tiempo es enemigo de la justicia. "Hasta los mismos milicos se aburren de ir siempre” dice Oshiro. Gran parte de los responsables de los asesinatos y los crímenes de la dictadura son de avanzada edad, la mayoría de ellos sobre los 80 años. Muchos argumentan tener demencia senil, como ocurrió con uno de los funcionarios acusados en el caso de Jorge Oshiro, Fernando Verplaetsen, ex general a cargo de la inteligencia en Campo de Mayo.

"Supuestamente estaba muy senil y no se acordaba de nada… Para dar lástima”, cuenta Elsa. “Cuando van a juicio uno de los abogados empieza a hablar de él, y había decidido no hacerle preguntas, porque para qué se le pregunta algo a un vegetal. Y el tipo [Verplaetsen] dice ‘Aquí estoy hijo de puta’, entonces el abogado dice ‘Veo que el señor está mejor de lo que pensaba, así que le voy a hacer preguntas’”, recuerda Oshiro. Ella cree que el juicio no concluirá hasta recién después del 2011.

Los familiares de los Desaparecidos pueden actuar como querellantes contra los presuntos asesinos de sus seres queridos, pero sólo si tienen cierta información sobre su desaparición, como en qué lugar estuvo detenido. Pero en muchos casos, como en el de Julio Gushiken, la familia no tiene ninguna pista. Lo mismo le sucede a Norma Nakamura, hermana de Jorge Nakamura, quien desapareció en 1978.

"Mis padres habían hablado con él [Jorge Nakamura] el viernes en la noche, para encontrarse a almorzar el domingo en un determinado lugar. Fueron y él no fue ", explica Norma sobre el día que su hermano desapareció. "En la pensión le dijeron que él había salido el sábado a la tarde” cuenta Norma.

Jorge Nakamura había dejado algo de ropa en remojo, por lo que supusieron que planeaba regresar pronto. "La denuncia la hicieron mis padres. Yo no me inmiscuí porque tenía mucho miedo por mis chicos", dice Norma. Jorge era el más joven de cinco hermanos, tenía 21 años cuando desapareció, mientras que Norma tenía 31 y ya estaba casada y con hijos.

Jorge había estudiado ingeniería pero abandonó la carrera para trabajar en una fábrica. "Para obtener mejoras para los obreros, empezó a trabajar en defensa de los empleados", dice Norma. Jorge era militante de la Juventud Peronista.

"Mi cuñado hizo averiguaciones a través de un conocido militar, pero a vuelta de correr le dijeron ‘No revuelvas más, porque si no puede pasar algo, pueden pasarla mal tus suegros’”, recuerda Norma. Para ese momento ya habían presentado un recurso de hábeas corpus, hecho gestiones ante el episcopado y la Embajada de Japón, pero después de las amenazas se suspendió la búsqueda de información.

"Mis padres nunca quisieron hablar de él, nunca, nunca," cuenta Norma. "Mi hermanito desapareció el 5 de mayo. Mi padre falleció a los cinco años justo el mismo día. Y supongo que deber haber sido el convencimiento de que no iba a aparecer."

Pero en la familia, el 5 de mayo sólo se recuerda a Hohei Nakamura, el padre de Norma y Jorge. “Tal es así que mis hermanos nunca… no quieren saber nada”, cuenta Norma. "Ninguno de mis hermanos…”, titubea Norma con la voz quebrada, “mis dos hermanos mayores ya me dijeron; ‘Fue hace tiempo, dejalo…’. Yo hago lo que puedo… Si no quieren, no participen, no los voy a involucrar”, cuenta con tristeza.

Norma, junto a otros familiares de desaparecidos, fue la encargada de organizar la exposición en la Embajada de Japón. Unas semanas antes envió un correo electrónico a sus hermanos, sus sobrinos, otros familiares y amigos, invitándolos a asistir en honor de su hermano Jorge. "Cuando yo envíe el mail contando de la exposición, poniendo algo más de lo que era mi hermanito, un solo sobrino fue el que me agradeció…” dice entre lágrimas, lamentándose tanto por su hermano ausente, como por el hecho de que nadie quiera recordar. Norma tiene 11 sobrinos, y sospecha que muchos de ellos ni siquiera saben que su tío Jorge es un Desaparecido.

"Durante muchos años, conocidos de mis padres no sabían que mi hermanito había desaparecido de esa forma”, dice Norma. "Me acuerdo en algún momento haber hablado con ellos, y ahí enterarse que mi hermanito había desaparecido.”

Según Norma, todo este hermetismo está muy relacionado con la cultura japonesa. "El carácter del japonés es de perfil muy bajo, muy remiso a conversar cosas que todavía pueden considerar que fueron incorrectas, hay gente que calló y eso lo van inculcando a los hijos", dice."Hay que entender un poco también, que allá en Japón es una cosa ancestral la obediencia a la autoridad (…), si el gobierno decía tal cosa, aunque uno tuviera otra idea; no, lo que dice el gobierno está bien. Entonces ese tema de la decisión de la autoridad era una cosa sin opción de duda, por algo tiene que ser."

Cabe mencionar que la familia Nakamura fue prominente entre los miembros de la diáspora japonesa. Después de la Segunda Guerra Mundial, el Emperador de Japón condecoró a Shigeru Takaichi, el abuelo de Jorge Nakamura, con la Orden del Sol Naciente de Quinta Clase, una de las condecoraciones más prestigiosas del Japón. Takaichi fue distinguido por sus servicios en ayuda de los japoneses que huyendo del caos de la posguerra y el hambre en Japón emigraron a la Argentina. Una de las pocas fotos que Norma conserva de su hermano muestra en el salón de su casa a un pequeño Jorge Nakamura junto a la Princesa Michiko, en ocasión de la visita a la Argentina en 1967 del entonces príncipe heredero Akihito junto a su esposa.

Estos hechos no fueron de relevancia para los funcionarios de la Embajada de Japón cuando Norma Nakamura y su familia exigieron justicia tras el fin de la dictadura. "Mis padres enviaron una carta a la embajada solicitando una ayuda para ver de qué forma podían colaborar en la búsqueda de mi hermanito", dice Norma. "La embajada contestó que el gobierno japonés consideró que no correspondía entrar en problemas de otros países."

"Los japoneses, especialmente en el interior que hay menos contacto, menos integración social, se mantiene mucho más arraigado todo lo que es tradición que la gente en la ciudad, yo estimo que ese debe haber el motivo por el cual habrán supuesto que si se los llevaron las autoridades, por algo es, algo hizo. "

Esta opinión de Norma sobre la apatía de muchos japoneses-argentinos en torno a los Desaparecidos es compartida por Diana Higa: "Los japoneses tienen esa mentalidad de; 'No hagas algo que avergüence a la familia’."

Diana Higa estudió en una de las escuelas más conocidas de Buenos Aires, la Escuela Superior de Comercio Carlos Pellegrini. Al igual que en todas las escuelas públicas argentinas, la política es muy importantes para los estudiantes desde temprana edad. El tema de los desaparecidos se recuerda constantemente y los toca de cerca; en el Pellegrini hay 34 estudiantes y dos profesores desaparecidos. Otras escuelas, como el Colegio Nacional de Buenos Aires, tienen más de 100 estudiantes desaparecidos, entre ellos Jorge Nakamura y Norma Matsuyama.

"En la secundaria, siempre íbamos a las marchas, y en un momento revisando libros en mi casa me encontré con un ‘Nunca Más’", dice Diana. El Nunca Más fue un libro publicado en 1984 por la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas tras una intensa investigación, que incluye numerosos testimonios de víctimas, información sobre las torturas y los métodos de matanza, los casos de desaparición y mucho más; todo relacionado con los crímenes cometidos durante los siete años de la dictadura militar en Argentina.

"Cuando chica mi mamá me había dicho que mi tía desapareció, y eso me quedó, no me había dicho que tenía que ver con militares ni nada… Después yo pensé; qué raro, ¿no? Muchas personas desaparecidas, tengo un Nunca Más en mi casa, capaz puede ser una de esas personas…” dice Higa. "Y bueno, empecé a leer el Nunca Más, pero no lo pude terminar de leer porque justo había un caso de una chica de mi colegio, y no lo pude seguir, ya era demasiado.”

Ana Amelia Higa, la tía de Diana Higa, fue secuestrada la mañana del 16 de mayo de 1977. Su novio, Jorge Name, había desaparecido antes de la dictadura, en 1975. En 1977, ella estaba escondida en Lomas de Zamora en la casa del matrimonio de Horacio y Mabel Kofman, y desaparece junto a ellos. "Después nos enteramos que la estaban protegiendo. Conocimos un hermano de [Horacio] Kofman, y él no la conocía porque no la dejaban ver a nadie, no querían que nadie la reconozca” dice Graciela Arakaki, prima de Ana Amelia Higa.

"Ya estaba por ahí dando vuelta la policía en el barrio y haciendo preguntas, y entre esas preguntas era si había una chica… no decían de rasgos japoneses, sino burlescamente se estiraban los ojos”, haciendo alusión a los ojos asiáticos. Amelia Ana era apodada "La Japo" por sus amigos cercanos. De la misma manera que la policía y los militares buscaban a los japoneses por sus rasgos, a través de éstos familiares de las víctimas tratan de investigar sobre sus seres queridos a partir de lo que recuerdan sobrevivientes de los campos de concentración. Algunos testimonios de víctimas mencionarían que vieron a alguien de ascendencia japonesa, y de esa forma muchos familiares pudieron empezar a reconstruir la historia de sus seres queridos; dónde fueron detenidos, cuándo, y cómo estaban. Tal ha sido el caso de Jorge Oshiro, Carlos Ishikawa, y Ricardo Dakuyaku, entre otros.

Pero en el caso de Ana Amelia sus ojos no ayudaron a identificar dónde estuvo detenida. Nunca los abrió.

Testigos aseguran haberla visto en el Vesubio, otro infame centro de detención durante la dictadura. “En esa época tenía el pelo muy largo(…), ella siempre había sufrido de las piernas; que se le hinchaban, várices o algo así, le dolían bastante”, empieza a contar Graciela. “En junio o julio del ’77, ella estaba muy mal, una inyección que le colocaron la dejó con una septicemia. Nunca la vio lúcida, nunca la vio con los ojos abiertos, siempre la vio quejándose, y esta señora [la testigo], ella dijo que no se va a olvidar más de los quejidos de ella, que eran muy fuertes; eran quejidos de una enfermedad, no de una tortura; de dolor”, cuenta pausadamente Graciela Arakaki.

Cuando Graciela recibió la carta de la señora que estuvo detenida con Ana Amelia, quedó absorta. Le dio vívidos detalles y decía que estaba 99% segura que la chica que vio era Ana Amelia Higa. “Me costó mucho, cuando leí esa carta, frente a la computadora, fue bravo…”, recuerda Graciela. “La forma en que la vio, que la arrastraban…”. Pero al menos el testimonio sirvió para saber dónde estuvo detenida Ana, y ahora figura como una de las tantas víctimas del Vesubio.

"Al principio no sabíamos qué estaba pasando", dice Kenya Uno, Jefe del Departamento Político y Primer Secretario de la Embajada del Japón en la Argentina. Él está a cargo del tema de los japoneses- argentinos desaparecidos.

"Algunos japoneses llegaron a la embajada pidiéndonos solicitudes pero no sabíamos que hubo 14 desaparecidos nikkeis. (…)Después que nos enteramos de lo que estaba pasando, nosotros tomamos la política de insistir sobre la verdad ante el gobierno argentino, a través de encuentros bilaterales”, dice Kenya Uno.

"Yo entiendo que muchos nikkei tienen frustraciones con respecto a la actuación de esta embajada en esa época, pero en realidad el gobierno de Japón siempre hablaba este tema con autoridades argentina, aun durante el golpe.”

"Hay una percepción por parte de la comunidad japonesa, la respetamos, a lo mejor ellos tienen esa frustración porque el gobierno de Japón mantuvo una relación formal con el régimen militar de Argentina”, explica Uno. "Pero que no hayamos trabajado en ese asunto, no es cierto, sí tuvimos un interés, (…) siempre hubo ese intento de averiguar la verdad de lo que pasó con ellos.”

Los familiares de los desaparecidos no fueron recibidos en forma conjunta hasta recién en 1982, cuando las Madres de Plaza de Mayo organizaron una reunión con las autoridades japonesas. Esa fue la primera vez que se convocó a los parientes a hablar con funcionarios de la Embajada de Japón en un contexto formal.

"A medida que aumentaba la represión, y éramos más madres en la Plaza, empezamos a organizarnos por grupo para ir a los comandos, a las cárceles, iglesias, sinagogas, etc. Empezamos a repartirnos esas tareas; de ir a denunciar y pedir y buscar” explica Nora Cortiñas, una de las fundadoras de Madres de Plaza de Mayo.

"Un día, después de que ya había pasado más de un año, empezamos a hacer las denuncias en las embajadas, porque empezamos a ver que había desaparecidos de varias nacionalidades. Fuimos a la Embajada de España, Italia, Francia, y otros países", dice Cortiñas. "Yo sabía del caso de María Antonia, así que decidí ir a la embajada de Japón con ella. Me sorprende que 30 años después, la embajada decida tomar este tema. De lo cual nos alegramos, aunque sea tarde, pero será muy tarde, pero nos costó tanto.”

"Nuestro sistema legal no sostiene universalismo. No podemos aplicar nuestras leyes domésticas en otros países. Por ejemplo el juicio del juez Baltazar Garzón de España contra el régimen militar, ese tipo de intento no podemos hacerlo ", dice Kenya Uno, el primer secretario de la Embajada de Japón. Señala la distinción entre los desaparecidos en la década de 1970 y el secuestro de ciudadanos japoneses por Corea del Norte: "Ese hecho de abducción ocurrió en territorio japonés. Dentro de nuestro sistema legal. Entonces sí hay posibilidad de que nuestro sistema judicial se involucre en ese proceso. En el caso de ciudadanos japoneses en Argentina, ese hecho ocurrió acá, en tierra extranjera, entonces hay diferencias entre ambos casos. "

Uno está convencido de que Japón no tenía derecho a intervenir en nombre de los desaparecidos en la década de 1970. "No creo que a los argentinos quieran que investigadores japoneses trabajaran en su lugar para resolver un caso, eso tiene que ser trabajo del gobierno Argentino”, dice. “Cambiar esta ley implicaría que otros países vengan a Japón a hacer investigación como quieran, y seguramente no vamos a permitir que hicieran eso. Como gobierno de Japón vamos a exigir para que se respete el sistema de leyes de nuestro país”, explica Uno.

"El gobierno argentino es la única entidad que tiene esa responsabilidad de llevar a cabo las investigaciones, y básicamente todos los países lo que pueden hacer es exigir para que se investiguen bien esos casos, y para que los responsables sean llevados a juicio”, comenta el Primer Secretario Uno. "No creo que en término real haya una diferencia grande entre lo que hacen otros países y lo que hacemos nosotros.”

Hace algún tiempo, en la Embajada del Japón figuran 15 casos de Nikkei Desaparecidos. De ellos, 14 estaban desaparecidos y uno había sido asesinado. Hace unos años, se enteraron del caso de Carlos Aníbal Nakandakare, de Bahía Blanca, que también fue asesinado. Pero los familiares de los desaparecidos sospechan que podría haber más casos no públicos, sobre todo en el interior."Hay muchos que no están declarados", dice Norma Nakamura. "Incluso de familias enteras, y nadie hizo la denuncia."

En lugares como la provincia de Misiones, o Mendoza, donde muchos emigrantes japoneses se asentaron, puede haber muchos casos de desapariciones no declaradas. Familias japonesas-argentino de campo pueden haber perdido familiares, pero no han denunciado nada a sus amigos ni a las autoridades. En Escobar, por ejemplo, Emilio Yoshimiya desapareció en 1976, pero no hay información sobre él porque su familia no ha querido nunca hablar de ello. La única razón por la que los familiares de los desaparecidos saben de su desaparición es porque su nombre aparece en el informe de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas.

También hay sospechas de casos no denunciados en la ciudad de Buenos Aires. En la preparación de este artículo, tuve la oportunidad de contribuir a las investigaciones en curso de dos presuntos desaparecidos. A través de investigaciones y entrevistas con personas familiarizadas con los Nikkei Desaparecidos, Dispatches International descubrió el nombre y la historia personal de una persona desaparecida no declarada en la ciudad de Buenos Aires, miembro de una prominente familia japonesa. Por razones éticas y por respeto a la familia, el nombre lo mantenemos en reserva.

Además, mediante la revisión de documentos anteriores y consultas con los familiares de otros japoneses desaparecidos-argentinos, Dispatches International fue capaz de presentar pruebas sustanciales para empezar a investigar sobre el destino de Juan Alberto Cardozo Higa. Elsa Oshiro y Graciela Arakaki habían sospechado que era un desaparecido, pero su nombre no figuraba en las listas. "Del caso de Cardozo Higa, no tenemos información cierta o confirmación", comentaba Oshiro.

Dispatches International encontró y revisó una subrepticia lista, creada por una efímera y ahora inexistente organización gubernamental, que recopiló los nombres de algunos desaparecidos, y en algunos casos los lugares donde fueron secuestrados o asesinados. Dispatches visitó la casa donde Juan Alberto Cardozo Higa fue asesinado el 21 de octubre de 1976, y habló con la persona que vivía allí al momento de la desaparición, Victorio d.C.

Victorio tenía 21 años y fue testigo del asesinato; un gran operativo que incluyó un helicóptero y más de 50 efectivos militares. Higa fue baleado en el techo de la casa en el barrio de Barracas, Buenos Aires. Dispatches International pudo determinar que Higa tenía 32 años, trabajaba en un laboratorio, y era miembro de la Organización Comunista Poder Obrero Dispatches International encontró pruebas que Higa pertenecía a esta organización política mediante consultas a un ex militante de la OCPO. Como en muchas organizaciones clandestinas, los miembros se conocían sólo por sus apodos. Juan Alberto Cardozo Higa era "El Chino". Sus amigos no sabían que era de ascendencia japonesa, pero sus rasgos asiáticos eran evidentes.

Con esta información, Dispatches Internationals y la Comunidad de familiares de los desaparecidos japoneses están trabajando juntos en la búsqueda de parientes de Cardozo Higa para de a poco ir armando su historia.

Conocer el destino de un hombre como Juan Alberto Cardozo Higa es muy valioso para una familia. Es un paso importante para ir cerrando la herida. "A medida que pasa el tiempo te vas haciendo la idea de que ya seguramente lo habrían asesinado, entonces al encontrar los restos como que podés cerrar una parte de lo que es todo este proceso", dice Hugo Gushiken, cuyo hermano desapareció en 1977. "Podés hacer duelo definitivo, en eso sí es una tranquilidad. Más en las costumbres japonesas, tener los restos, siempre se les brinda un homenaje, un respeto. Pero si están desaparecidos no los podés hacer.”

Los 16 desaparecidos nikkei son Juan Carlos Asato, 28 al momento de su desaparición, Ricardo Dakuyaku, 23, Carlos Horacio Gushiken, 21, Julio Eduardo Gushiken, 21, Ana Amelia Higa, 29, Katsuya “Cacho” Higa, 26, Juan Carlos Higa, 29, Carlos Eduardo Ishikawa, 26, Luis Esteban Matsuyama, 23, Norma Inés Matsuyama, 10, Jorge Nakamura, 21, Carlos Aníbal Nakandakare, 20, Óscar Takeshi Oshiro, 36, Jorge Eduardo Oshiro, 18, Juan Takara, 33, y Emilio Yoshimiya, 29. Ahora se agregará a Juan Alberto Cardozo Higa, y se anhela encontrar una fotografía de él, para incluirla en la emblemática bandera de los Desaparecidos Nikkei, haciendo 17 los casos de desaparecidos de la colectividad japonesa, agregando un nuevo y antes de este artículo desconocido caso de una víctima nikkei de la represión ilegal.

agrega un comentario