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Diez años de mision con Wichis y Chorotes en Santa Victoria
Por Terra - Tuesday, Dec. 21, 2010 at 12:39 PM

Un programa de asistencia médica para educación y prevención de enfermedades como parasitosis intestinales, tuberculosis, diarreas y sarna cumple una década en poblaciones de pueblos originarios wichis, chorotes, chulupíes y tobas de la localidad salteña de Santa Victoria Este.

Nos sentimos necesarios porque nos esperan, y uno de los mayores méritos es no haber dejado de ir durante diez años, y hacer dos o tres viajes anuales, dijo a Télam el médico Geoffrey Earsman, líder de la misión Thomas Elkins.

La zona sufrió mucho el cólera y presenta parasitosis y tuberculosis que muchas veces motivan la derivación a Tartagal, distante unos 170 kilómetros de la misión a través de caminos de tierra, contó el médico.

El proyecto de responsabilidad social está organizado por el Hospital Británico pero es abierto a estudiantes, médicos y enfermeros de otras instituciones, como el Hospital Escuela de la Universidad Austral.

El Proyecto de Asistencia Médica Thomas Elkins está inspirado en el cirujano norteamericano de ese nombre, quien asistió en 1998 a una demostración quirúrgica en el Hospital Británico y conoció a Alejandro Nolazco, al que le relató su trabajo humanitario en Africa.

Fue el inspirador de la misión, murió joven a los 48 años de un infarto de miocardio, siendo Jefe de Cirugía Reconstructiva del Hospital Johns Hopkins de Baltimore, contó Earsman.

Desde el comienzo del programa, la misión médica realizó 20 viajes a Santa Victoria Este -en el noreste salteño a orillas del Río Pilcomayo, cerca del Hito Esmeralda, punto tripartito entre Argentina, Bolivia y Paraguay-, con un promedio de 15 enfermeras y médicos clínicos, ginecólogos, pediatras, oftalmólogos, odontólogos, traumatólogos y urólogos.

La misión procuró que dos de las comunidades más grandes que rodean la localidad tuvieran una bomba para acceder al suministro de agua potable, clave para evitar la reinfección a causa de las pobres condiciones higiénicas.

En cada viaje se realizan Papanicolau a las mujeres que voluntariamente acceden al análisis, a quienes se informa el resultado en la próxima visita de no existir un caso grave, que sería reportado al Hospital de Santa Victoria.

El equipamiento con que atienden a unos 3 mil habitantes de la zona, la mayoría criollos, proviene de la estructura edilicia básica del hospital, lo que implica una logística importante porque nuestros consultorios son un tronco y la tierra, e incluye un ecógrafo portátil.

La ecografía es un método diagnóstico extraordinario y hay un médico clínico para control de embarazo, porque hay chicas de 14 años que ya tienen tres chiquitos, relató el médico.

Los médicos divulgan folletería con fotos para mostrar `boca sana, boca enferma` y el uso del cepillo de dientes.

A partir de septiembre, cuando las temperaturas son mayores a 40 grados centígrados, aparece el temible peligro de deshidratación.

Los pueblos wichís viven en zonas más alejadas, hasta 50 kilómetros de la localidad base, y accedemos al lugar gracias a camionetas que nos facilitan.

Entre las tareas sanitarias, el equipo realiza prevención de cáncer de cuello de útero con el método de Papanicolau (PAP).

Las mujeres que inicialmente no se querían acercar, entendieron que hacer el PAP no era una violación a su cuerpo sino un modo de prevenir lesiones graves, lo que significó un vuelco importantísimo y nos hizo sentir un progreso, celebró Earsman.

No es el único progreso verificado desde los primeros dos viajes, cuando un médico inglés y su esposa que hablaban idioma local acompañaban a los misioneros para facilitar la comunicación.

Ahora contamos con las lugareñas Graciela Gutiérrez y Lucy, que estudió en Tartagal y se perfecciona en Buenos Aires con el objetivo de volver a sus pagos, reivindicó Earsman.

La persistencia de la misión sanitaria contabiliza más de 100 médicos que han brindado servicios y capitalizado trato humano.

La realidad es que cada médico genera una situación de muchísimo compañerismo con el otro colega, porque es como si pudiera practicar la medicina en su máxima esencia, y nos pone con los pies sobre la tierra al punto que, al regresar, nos cuesta reinsertarnos, confesó Earsman.

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