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Wisconsin y la eutanasia de la clase media en América del Norte y en Europa
Por Fuente: Sin Permiso - Wednesday, Mar. 16, 2011 at 2:46 AM

Michael Hudson · Jeffrey Sommers · · · · 13/03/11

Wisconsin y la eutan...
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El pasado miércoles, de atardecida, en lo que iba a constituir una verdadera noche de los cuchillos largos, la integridad de Wisconsin fue brutalmente violada en el Capitolio del estado de Wisconsin. El 9 de marzo, la integridad y la confianza construidas durante un siglo fueron arrasadas cuando los senadores del estado de Wisconsin se apresuraron a invertir el rumbo y sajaron por la mitad su "ley presupuestaria de reparación" del déficit presupuestario. Los asuntos financieros requieren un cuorum; de modo que la negociación colectiva se sacó de esa ley presupuestaria de reparación del déficit, a fin de permitir su votación inmediata por separado. Aun así, se violaba la Ley estatal de reuniones abiertas, que exige un plazo de 24 horas para asegurar la transparencia. Los senadores republicanos del estado de Wisconsin sacaron adelante la nueva legislación sin previo aviso en plazo; se pusieron manos a la obra, dejando a un solo y estupefacto legislador demócrata –Peter Barca— predicar en el desierto leyendo en alto la Ley de reuniones abiertas para evitar que los senadores se aprestaran a votar. Pero el Senado votó, haciendo cas omiso a sus objeciones.

El estilo de Wisconsin siempre se ha centrado en la integridad. Y en efecto, esa es la única ventaja comparativa que ese estado federado podía revindicar. Ya no. Abolida la negociación colectiva, una muchedumbre de asuntos de enorme importancia queda fuera del control de los trabajadores. La privatización de activos públicos está ahora en la agenda política con la ley presupuestaria de reparaciones aún por votar.

Wisconsin es un estado que inventó la Era Progresista dominada por el Partido Republicano en el siglo XIX y comienzos del XX, bajo la égida de populistas progresistas como Robert LaFollette. Bajo su mandato, la búsqueda de rentas privadas extraídas del dominio público y análogas corruptelas dimanantes de información interna ventajista fueron combatidas y frenadas por un robusto sector público anclado en la integridad. La larga historia de ese estado federado en materia de reformas fue el suelo nutricio de una próspera clase media, y convirtió a su territorio en un modelo de gobierno limpio, sólidas infraestructuras, sindicalismo organizado e industria de alto valor añadido gestionada por socialistas y progresistas del tipo de LaFollette.

Tan distintos de Scott Walker hoy. Representante de una nueva cepa inasimilable a los republicanos de antaño en Wisconsin, Walker busca el renacimiento del latrocinio de activos que caracterizó a la Era de la Codicia [la época de los "barones ladrones" y las grandes fortunas especulativas, entre otros, con el negocio de los ferrocarriles en la posguerra civil norteamericana; T.]. Una plaga de buscadores de renta busca ganancias rápidas por la vía de privatizar el sector público y erigir por doquiera rentables peajes de acceso a las carreteras, a las plantas de energía y a otras infraestructuras básicas.

Los manuales de economía y los telediarios de la cadena Fox [de extrema derecha], de consuno con agresivos locutores radiofónicos, propagan el mito de que se ganan fortunas productivamente invirtiendo en equipo de capital y empleando trabajo para producir bienes y servicios que la gente quiere comprar. Puede que sea así cómo prosperan las economías, pero no es así cómo se hacen fortunas del modo más fácil. Basta leer al novelista decimonónico Balzac para saber que detrás de cada fortuna familiar hay un gran robo, a menudo olvidado desde hace mucho o aun sin descubrir.

¿Pero a quién se roba? El grueso de las riquezas registradas en la historia fueron adquiridas, o bien mediante la conquista armada de tierras, o bien a través de la información política ventajista interna, como fue el caso en los obsequios de terreno público para la construcción de los ferrocarriles en los EEUU del siglo XIX. Las grandes fortunas norteamericanas se fundaron en el despojo al dominio público de tierras, empresas y derechos de monopolio: porque en el dominio publico es dónde se hallaban los activos.

A lo largo de la historia, las economías más exitosas han sido las que han logrado frenar este tipo de acumulación primitiva. La economía norteamericana de nuestros días trastabilla en muy buena medida porque sus tradicionales barreras protectoras frente a los buscadores de renta se han quebrado.

En ningún lugar se puede ver esto en marcha de manera más perturbadora que en Wisconsin. Hoy, Milwaukee –la mayor ciudad de Wisconsin, y otrora la más rica de los EEUU— se halla entre las cuatro grandes ciudades más pobres de los EEUU. Wisconsin es sólo el caso más reciente de un rimero de grandes atracos. "Etapa final" de la doctrina neoliberal, el propio gobierno de los EEUU y sus agencias regulatorias están siendo privatizados.

Basta un somero vistazo a la llamada "Ley presupuestaria de reparación" del Gobernador Walker para descubrir un verdadero muestrario de horrores, que son todo lo contrario de una verdadera "reparación" del déficit. Entre los puntos enumerados por la ley hasta el miércoles por la noche había privatizaciones liquidadoras de plantas públicas de generación de energía, en contratos sin subastas, obviamente favorecedores del ventajismo con información política interna.

Las 37 plantas que Walker pretende vender por liquidación producen calefacción y refrigeración a bajo coste a las universidades y a las cáceles del estado. La ley presupuestaria de reparación las liquida a bajo precio, presumiblemente a favor de contribuyetes a su campaña electoral, como las industrias Koch, y luego carga a perpetuidad la factura de producir esa energía a mayores precios a los contribuyentes de Wisconsin. ¡Y todo eso se vende como un plan de "alivio al contribuyente"! Inexorablemente, eso dará paso a una ulterior legislación, una vez que se desvíe la atención respecto de la disputa actual.

La ley presupuestaria planea también la demolición del Sistema de Jubilación de Wisconsin (WRS, por sus siglas en inglés). Esto no es Nueva Jersey, en donde una sucesión de gobiernos corruptos ha terminado en la subfinanciación (léase: robo) del sistema estatal de pensiones, a fin de desplazar recursos para cubrir los agujeros presupuestarios en la recaudación general causados por los recortes fiscales a favor de los ricos. No; el WRS es uno de los sistemas públicos de pensiones más estables, mejor financiados y mejor gestionados de la nación. Aunque Wisconsin no es un gran estado, el WRS ha llegado a atesorar 75 mil millones de dólares en reservas, y paga puntualmente generosas pensiones a sus funcionarios retirados, sin necesidad de subsidios públicos. La ley de Walker está redactada con un lenguaje a propósito para demoler este sistema, asaltando sus activos para pagar ulteriores recortes fiscales para los ricos (especialmente los propietarios) y arrojando, luego, a los tiburones de Wall Street buena carnaza, a medida que los empleados públicos pasarán a los planes 401k [sistemas privados de ahorro para la jubilación; T.] manejados por gestores de dinero que trabajan a comisión.

En una propuesta separada, el Gobernador Walker empezaría el proceso de privatización de los dos campus estrella, subvencionadores de doctorados, de la Universidad de Wisconsin. Irónicamente, las universidades estatales a las que el Estado federal concedió [en el último tercio del XIX] terrenos federales para su construcción –entre las que la de Wisconsin descolló— fueron creadas por los republicanos proteccionistas del siglo XIX para promover visiones alternativas a la doctrina británica del libre mercado, que dominaba en las prestigiosas y muy anglófilas universidades de la Ivy League [las ocho grandes universidades privadas del noroeste de los EEUU, encabezadas por Harvard; T.]. Esas universidades estatales públicas establecidas en terrenos federales cedidos a los estados, como sus semejantes en Alemania, enseñaban una nueva política económica de gestión estatal y empresa pública que formó la base del subsiguiente desarrollo norteamericano y alemán.

Walker pretende liquidar esa tradición y ofrecer la producción intelectual al mejor postor.

Otras propuestas sugieren la venta de los bosques septentrionales públicos de Wisconsin, rebosantes de minerales y riqueza maderera. Y se dice que en preparación hay mucho más.

De modo que la de Walker no es sólo una guerra contra los Demócratas y los trabajadores; es una guerra también contra las instituciones de la Era Progresista de Wisconsin. Su política amenaza con la pauperización del estado y amaga con un golpe de gracia a las instituciones de la Era Progresista y, por lo mismo, con la proletarización de las clases medias de ese estado. Contra la gentil sugerencia de John Maynard Keynes de proceder a la "eutanasia del rentista", a quien se quiere eutanasizar ahora, en toda la América del Norte y en toda Europa, es a la clase media.

Michael Hudson trabajó como economista en Wall Street y actualmente es Distinguished Professor en la University of Misoury, Kansas City, y presidente del Institute for the Study of Long-Term Economic Trends (ISLET). Su dedicación a los problemas de las economías postsoviéticas, y especialmente la letona, le ha llevado a ser comisionado recientemente, por parte de la coalición de izquierda letona Centro de la Armonía, como economista jefe de la Reform Task Force Latvia, un think tank encargado de elaborar una política económica alternativa para ese país báltico. Es autor de varios libros, entre los que destacan: Super Imperialism: The Economic Strategy of American Empire (nueva ed., Pluto Press, 2003) y Trade, Development and Foreign Debt: How Trade and Development Concentrate Economic Power in the Hands of Dominant Nations (ISLET, 2009). Jeffrey Sommers es profesor visitante en la Escuela de Economía de Estocolmo en Riga. Sus opiniones son personales y no intentan representar a las de sus colegas.



Traducción para http://www.sinpermiso.info: Mínima Estrella

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¿El final del sindicalismo organizado en los Estados Unidos?
Por Fuente: Sin Permiso - Wednesday, Mar. 16, 2011 at 3:10 AM

John Logan · · · · ·

13/03/11

Hay dos pronósticos posibles: o el Partido demócrata hace de adalid de los derechos sindicales por primera vez en muchas décadas o los sindicatos quedarán anulados.

Tratándose de alguien que creció en la Gran Bretaña de Margaret Thatcher, no soy de los que caen fácilmente en el optimismo y el colectivismo. Por mucho que me identifique como "socialdemócrata europeo", lo único que espero son derrotas y desilusiones cuando se trata del movimiento sindical norteamericano.

Y durante mi breve carrera académica en los EE. UU., rara vez me he visto decepcionado. Año tras año, ha seguido cayendo la sindicación del sector privado (actualmente en un 6.9%); el sindicalismo organizado ha fracasado de nuevo a la hora de conseguir una reforma de las leyes laborales federales, después incluso de haber hecho tanto por elegir al presidente Obama; y ahora uno de los escasos terrenos prometedores, el sector público, se enfrenta a un peligro que amenaza su propia existencia en estado claves como Wisconsin, Ohio y otros en los que se está librando la batalla.

El año pasado, por vez primera en la historia norteamericana, los afiliados sindicales del sector público sobrepasaron a sus compañeros del sector privado, y los sindicatos del sector público fueron contribuyentes esenciales en apoyos y dinero para los candidatos demócratas en 2010. Pero su futuro está en entredicho en varios estados importantes. El miércoles pasado por la tarde [9 de marzo], los legisladores republicanos, que parecen tener de modo consistente una claridad mayor en sus fines respecto a cuestiones sindicales de la que demuestran sus colegas demócratas, recurrieron a una maniobra legislativa por sorpresa a fin de aprobar en Wisconsin su proyecto de ley contrario a la negociación colectiva, después de tres semanas en punto muerto. Parece ahora seguro que el proyecto se convierta en ley.

En contraste con el punto de vista mayoritario de la blogosfera progresista liberal – dominada por gente que ansía revivir los dorados días de los años 60 y 70 – creo en lo más hondo que, pese a manifestaciones que impresionan por sus dimensiones, es probable que estos ataques últimos señalen el inicio de otro negro capítulo en la historia de los sindicatos norteamericanos. Se venía venir durante mucho tiempo, pero puede que hoy estemos contando el futuro del movimiento sindical norteamericano en años en lugar de hacerlo en décadas.

Claro que hay otro modo de considerar este conflicto. Aunque presente una amenaza existencial a los sindicatos, la legislación antisindical que arrasa en la actualidad el Medio Oeste puede darle una oportunidad al movimiento sindical. Esto no sucede porque el GOP [Grand Old Party, apodo del Partido Republicano] se arriesgue a verse caracterizado como el "partido inmundo" ["nasty party"], algo que nunca le ha hecho daño a la marca. Tampoco se debe a que Scott Walker y los gobernadores republicanos antisindicales "hayan ido demasiado lejos", como esperan algunos, a juzgar por las encuestas a escala nacional que muestran una oposición de dos a uno a estos proyectos de ley, lo que puede que sea también cierto. Antes bien, han llegado a conseguir algo que el movimiento sindical nunca podría haber logrado por sí solo: por vez primera desde la Ley Taft-Hartley [1] de 1947, los republicanos han suscitado como mínimo el principio de un debate nacional sobre los derechos laborales.

Uno de los obstáculos más insuperables a los que se enfrentan quienes quieren revitalizar el movimiento sindical se cifra en que la cuestión de los derechos laborales constituye un "problema infrapolítico" en los Estados Unidos; en su mayor parte, existe fuera del debate político. El derecho laboral se ha anquilosado, y no hay una historia pública que explique por qué la protección que se reserva a la negociación colectiva es la más débil de todas las economías de mercado avanzadas. En Europa, Australia y algunas provincias canadienses, los derechos laborales constituyen una cuestión sobresaliente, y cuando un nuevo gobierno, de izquierda o de derecha, alcanza o pierde el poder, fortalece o debilita las leyes en este campo. No es el caso en Norteamérica, por lo menos, no lo es desde la década de 1940.

Pero ahora, en Wisconsin, Ohio e Indiana, los republicanos han vuelto a poner los derechos laborales en el orden del día, desde luego por lo que respecta a los trabajadores del sector público. Aunque se aprueben estos proyectos de ley, lo que parece probable en la mayoría de los casos, él problema no va a desaparecer. En Wisconsin – con su centenaria tradición política progresista, que no se va a esfumar de la noche a la mañana – se puede revocar la ley si los demócratas recuperan el control de la cámara legislativa del estado en 2012.

Las cuestiones aparecen hoy nítidamente delineadas; no se trata primordialmente de recobrar la salud fiscal: los sindicatos del sector público han ofrecido concesiones significativas encaminadas a ayudar a conseguirlo. En el fondo, a falta de un término más elegante, se trata de reventar los sindicatos y de una lucha pura y dura por el poder. El verdadero reto al que se enfrenta el movimiento sindical estriba en crear esa misma nitidez en torno a la cuestión de los derechos laborales en el sector privado, y conseguir que la administración Obama adopte los derechos en el puesto de trabajo como parte importante de su programa en 2012.

No es tarea fácil, ni está claro que el actual movimiento sindical vaya a estar a la altura del empeño. Puede que el ataque contra los sindicatos del sector público aún no haya provocado un crujir de dientes en la Cámara de Comercio norteamericana, pero la derecha todavía puede acabar lamentando el día en que el gobernador de Wisconsin se convierta en un nombre en boca de todos.

Nota del t. [1] La Ley Taft-Hartley, así conocida por sus impulsores, el senador Robert Taft y el representante Fred Hartley, se aprobó en 1947 con el nombre de Labor-Management Relations Act (Ley de Relaciones entre Patronal y Trabajo) y la finalidad de desactivar el pujante movimiento sindical de postguerra en el creciente clima de Guerra Fría con disposiciones regresivas y prohibitivas de diversas modalidades de huelgas y piquetes.

John Logan es director y profesor de estudios laborales en la San Francisco State University, e investigador asociado en el Labour Centre de la Universidad de California en Berkeley.

Traducción para http://www.sinpermiso.info: Lucas Antón

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