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El Papa, la “Operación Panqueque” y un poco menos de Nunca Menos
Por Octavio Crivaro - Tuesday, Mar. 26, 2013 at 12:00 AM

Marzo 23, 2013 | Para Cristina la asunción de Bergoglio fue la ocasión ideal para consumar un trecho clave de su giro a derecha. Para el “progresismo” kirchnerista, el viaje (y el acuerdo implícito, o respaldo mutuo) de Cristina con el nuevo Papa, selló su “claudicación final”. El aparato sindical, intelectual y periodístico oficialista, sumó un lamentable ítem a su curriculum de silencios o justificaciones imposibles, que se agrega a sus bochornosas capitulaciones cada vez que el kirchnerismo muestra el “hardware” de su política, con su correlato represivo, de ataque a los docentes, etc.

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El volantazo que pegaron los defensores de la agenda “progresista” del kirchnerismo, podría pasar a los anales de la historia política reciente como la Operación Panqueque. Se sabe que desde el 2003, y fundamentalmente desde el conflicto agrario del 2008 y desde la ruptura con Clarín, estos sectores han usado como excusa la amenaza de una derecha (que asumen, obvio, que está fuera del gobierno) para justificar una agenda K igualmente derechista, llamando a “cerrar filas”, con el consiguiente acriticismo frente a una Presidencia que antes no quería ser corrida por izquierda (“a la izquierda del kirchnerismo está la pared”) y ahora no le gusta que la aguijoneen por derecha.

Santa campaña electoral: Cristina alla Magnetto o ¿cómo sciolizar al cristinismo?

No se puede admitir que haya habido sorpresa, porque el giro a derecha de Cristina viene con preavisos varios. Sí hubo un momento en que la respuesta provinciana y tribunera a la asunción de Bergoglio desde Tecnópolis ilusionó a “los pibes de la liberación”. Y pegue, Crsitina, pegue. Pero el paso 2 fue “pegar” un vuelo y rajar al Vaticano. El acuerdo fue mutuo y de mutuo beneficio: Bergoglio asume la dirección de una Iglesia en crisis. Mostrar rispideces con la Jefa de Estado de su país de origen era inconveniente para asentar su autoridad, y contradictorio con su “misión” de maquillar la Iglesia con “color pueblo”. Si el kirchnerismo como movimiento político emerge con el objetivo de consolidar las instituciones mancilladas en 2001, y en ese sentido su “misión en la tierra” es la restauración del orden y la autoridad estatal, el cristinismo es la etapa final donde el saco cruzado deja lugar a las carteras italianas, y la “cris-pasión” deja lugar a la Cristina componedora, dialoguista y, ahora, amiga del Vaticano. Para Cristina, fue una enorme oportunidad para arremeter el tramo final de su “restauración dentro de la restauración”. Recordemos: estamos en campaña electoral. Antes de las últimas elecciones Cristina se mandó una dura represión a los docentes de Santa Cruz frente al Ministerio de Trabajo, al mero efecto de disputarle base a Mauricio. Ahora directamente se trata de hacer un promedio entre el kirchnerismo “progre” y la agenda clarinista, a la que el gobierno maldice mientras la lee de reojo y la aplica sin chistar. Cristina llamó a Magdalena Ruiz Guiñazú, a la que antes había acusado de ser parte de la enorme tropa de periodistas colaboradores con la dictadura, y a Graciela Fernández Meijide, para que participen del acto el 24 de marzo. Todo eso es parte de una política para “deschavizar” al kirchnerismo o, más precisamente, sciolizarlo un poco. Menos juicios, menos “molestar” a los milicos (como decía Carrió), más agenda institucionalista. Todo bendecido por el nuevo amigo oficial Bergoglio, y en medio de alertas amarillas de la economía argentina.

Consecuentemente con esto, para el kirchnerismo “electoral”, la agenda es “desrossizar” (sacarle la impronta de Rossi) al peronismo santafesino para no perder con un humorista, negociar listas con los feligreses Massa y Scioli (al que facilita un acercamiento, más allá de los roces en las paritarias), y recostarse más que nunca en la nomenclatura peronista paladar negro, como se vio en el reciente encuentro con Gioja, Uribarri y Urtubey, osea tratar de salir fuerte de las elecciones apoyándose en el PJ viejo y peludo, el “giro ecuménico” es previsible y no solamente coyuntural. Amén.

Acólitos y ecuménicos: conversos todoterreno

En este baile, todo el ala “progre” quedó haciendo pogo mientras sonaban valses austriacos Es verdad que la cosa da para el chiste. En el paroxismo de la indignidad política y la falta de talento literario, llega el poema de Barone. Decíamos que la cosa se presta para el chiste, y efectivamente es así: la poesía de Barone no merece más atención que los aforismos de Belén Francese. Tampoco las peripecias twitteras de Luis D´Elía, que de conversiones e incondicionalismos sabe, y mucho. No tuvo ningún problema de pasar de comparar a Francesco con JP II, y de considerarlo un sepulturero de los gobiernos progresistas, a escribir en la módica extensión de 120 caracteres, que es la esperanza para tener una Iglesia popular. Descarado. También hay referentes que fueron dilapidando una trayectoria destacada, como Hebe de Bonafini que desde el 25 de mayo de 2003 fue bombardeando concienzudamente su prestigio combativo mezclándose en escándalos de corrupción, atacando a la comunidad boliviana, manchando el nombre de Julio López y, ahora, “bendiciendo al papa”. Luego de maldecir al Papa, sacó una carta, notablemente a pedido de la Corona, donde silencia toda crítica a la Iglesia, su rol en la dictadura, a las denuncias que pesan sobre Bergoglio, y declara tiernamente que “no conocía la labor pastoral” de Francisco. Demos gracias al Señor.

Un poco menos de Nunca Menos

Algo une a todo este grupo que une impresentables históricos con referentes con trayectoria política destacable. Todos tienen una tarea que de tan incómoda y difícil, se vuelve prácticamente imposible: defender a un gobierno como si fuera “progresista y transformador”, en momentos en que se extingue la agenda progresista, justamente. El encuentro de Cristina con Francesco fue, digamos, la extremaunción de toda expectativa “transformadora”. Un poco menos en el Nunca Menos. La patética movida de Unidos y Organizados para impedir la llegada a la Plaza y silenciar a Memoria, Verdad y Justicia este 24 de marzo, rubrica el momento donde eso de “enfrentar a la derecha” muere hasta reconocer que el único enemigo que ve la mentada “izquierda kirchnerista” es la izquierda y los sectores combativos. Y en esa gran maniobra de política burguesa hasta los tuétanos, aparecen el Chino Navarro, D´Elia, JP Feinmann vestidos como angelicales monaguillos, bien parecidos al beato Binner y a los feligreses sojeros. De hecho, oficialismo y oposición parecen “dos monedas de la misma cara”: todos se corren por derecha. Deberían lanzar unidos y beatificados. Binner saluda al Papa y votaría a Capriles, con la CTA degennrista engullendo nuevos batracios. El referente del kirchnerismo “popular”, Maduro, opositor a Capriles, también festeja a Francesco. El Proyecto Sur de Pino Solanas aparece llevando su Cirio Pascual, encabezados por Sor Elisa. ¿Y el MST? En el medio, mastica sus contradicciones y evalúa cómo salir de este pantano bendito, pero nunca salirse de la estrategia que lo llevó a ver en la Mesa de Enlace Rural un sector combativo, y en Pino Solanas un referente de la izquierda antigubernamental.

El Viejo en disputa, el Papa en disputa, la razón de JP Feinmann en disputa

La insólita teoría de que el Papa (el Vaticano!) está en disputa es uno de los puntos más bajos de todas las declaraciones de Feinmann en la era K. Históricamente el “progresismo” fue opositor a la jerarquía eclesiástica y a la mera existencia de un Estado Teocrático como es el Vaticano. Pero JP Feinmann, para no alejar su vuelo intelectual de la altura del sillón presidencial, apela a una frondosa creatividad. Se sabe que la Juventud Peronista tenía una concepción de que Perón estaba en disputa con la derecha sindical, para lo que había que colaborar con acciones decididas que tuerzan el rumbo de la nación (y de Perón, que era el líder) hacia la izquierda. Esta estrategia era reformista y estaba plagada de ingenuidades ya que Perón había venido a Argentina a encauzar la nación capitalista, no a construir la Patria Socialista. La táctica, acciones guerrilleras, no dejaba de ser incorrecta, sin embargo era expresión de una generación militante y valerosa. Feinmann retoma la peor parte de esas teorías, con el objetivo táctico de justificar una orientación gubernamental de derecha.

Los y las que quedan en el medio.

La política de ciertas organizaciones, en particular agrupaciones de mujeres o colectivos LGTTBI, que han dedicado mucha de su energía y mucho de su tiempo al pasilleo parlamentario o el lobby sobre legisladores oficialistas para lograr justos derechos democráticos y civiles, se encuentra en un atolladero. Las concesiones que dio el kirchnerismo, luego de años de lucha de estos agrupamientos y de sectores de la izquierda, fueron en determinados contextos y con determinada finalidad de legitimación del Estado en crisis, haciendo base en sectores populares. Pero “el matrimonio igualitario” fue el techo, no el punto de partida. El derecho al aborto libre y gratuito, frente al aborto clandestino que causa la muerte de miles de mujeres, solamente se puede reclamar contra, y no de la mano de, un gobierno que festeja a la institución que es enemiga histórica de las mujeres y los y las homosexuales. ¿Se va a persistir en una lógica de presionar a un Gobierno, justificando las dilaciones que tienden hasta el infinito, o se va a luchar los derechos democráticos, civiles y por el derecho al aborto lanzando un gran movimiento independiente del Estado y de los partidos patronales?

La izquierda (no puede ser) dependiente

La misma reflexión aflora con respecto a la izquierda independiente. En un atículo en La Verdad Obrera, nosotros llamamos sabbatellismo tardío a Marea Popular. La política mendicante frente al Estado, los slogans y frases, y la lógica política de “pedir por lo que falta” (lo cual parte de reconocer que el gobierno dio conquistas importantes), emparentan a esta agrupación con el Sabbatella de los orígenes y con la miríada de figuras y organizaciones ex PC que se ubica(ba)n como kirchneristas críticos o como semikirchneristas. Marea Popular tiene el demérito de hacer un giro hacia el kirchnerismo en el momento de manos vacías del gobierno. Es un sector que no percibe el lento alejamiento de sectores obreros y populares desde la izquierda, porque no conciben que las “mareas políticas” no puedan alejarse mucho de las estrechas bahías del Estado. El FPDS Corriente Nacional comparte estos límites y estos “deseos”.

Quedaba la duda de qué orientación asumiría el otro sector en que se partió el FPDS, compuesto mayoritariamente por el sector territorial, por compañeros con los que en Neuquén compartimos numerosas luchas, por los compañeros con los que en Rosario nos pusimos codo a codo en la lucha por justicia en el Triple Crimen, y por los compañeros de Maxi y Darío, con los que compartimos la exigencia de justicia por la masacre de Avellaneda. Muy lamentablemente, la respuesta a nuestras dudas llegó malamente: este sector viene de realizar un acuerdo en Rosario con la agrupación semikirchnerista Giros, con los que lanzaron el Frente por la Ciudad Futura en un acto en el que uno de los oradores centrales fue Daniel Couselo, Delegado Departamental de AMSAFE Rosario, que rompió con la conducción opositora a la burocracia provincial, para convertirse en el “caballo de Troya” de Yasky y el kirchnerismo entre los docentes rosarinos. Esto, claro, le valió el amplio repudio del activismo que sostiene a este sindicato. Un mal, un horrible paso. Como éstas son las premisas, es lógico que frente a una marcha como la del 24M marchen atrás del kirchnerismo rosarino, en lugar de construir el bloque independiente de los dos gobiernos, que el PTS conforma con otras organizaciones. Estos sectores comparten que el kirchnerismo es insuperable por izquierda.

Una izquierda de los trabajadores

La posibilidad de que el 20N y los múltiples fenómenos de lucha, organización entre trabajadores y sectores estudiantiles, hablan de un (muy) inicial espíritu de separación del kirchnerismo, que hay que apostar a desarrollar con una política clasista y de independencia política, pero nunca con una política subordinada al estrecho “estatismo” K. La posibilidad de construir una “izquierda de los trabajadores”, en las principales organizaciones obreras y estudiantiles, y en las calles, es el gran objetivo para que el agotamiento notable del kirchnerismo, no de a luz solamente a un rejunte de salidas por derecha, sino a una política para que la crisis la paguen los grandes empresarios, imponiendo el programa para la resolución de las demandas de los trabajadores y el pueblo pobre.

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