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CALSA: Enseñanzas de un conflicto que desenmascaró a la burocracia
Por Periódico El Roble - Tuesday, Jul. 22, 2014 at 2:21 PM

22/07/2014 | Tras 50 días de acampe, el conflicto de CALSA que se iniciara en realidad en enero, se resolvió con casi 20 despedidos, aunque con el pago de los días caídos. Sería un análisis simplista hablar de una derrota total, ya que el proceso resultó un aprendizaje para todos los compañeros de CALSA, los que siguen y los que quedaron afuera. Quedaron expuestas las distintas patas del poder de la clase patronal: gerentes y empresarios, gobierno y burocracia sindical.

CALSA: Enseñanzas de...
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Como un compañero analizó en el último Roble, la multinacional CALSA, a través de su personal de gerencia, desplegó su estrategia para derrotar al activismo que le impide agrandar sus márgenes de ganancia.

Por su parte, el gobierno, en una primera lectura, poco presente en el conflicto (apenas si Berni le dedicara el calificativo de delincuentes a los compañeros), estuvo sin embargo permanentemente presionando, desde su personal del Ministerio de Trabajo, para que el conflicto se resolviera a favor de CALSA.

Por último, el Sindicato de Trabajadores de la Industria de la Alimentación (STIA) puso en práctica una de las tantas estrategias de las que dispone la burocracia sindical, y mientras el SMATA en Gestamp, avalado por Cristina, fue directamente fuerza de choque contra los trabajadores, en este caso fueron muchos más sutiles.

El sindicato, gran simulador

En este conflicto que fuera impulsado en asamblea por compañeros convencidos, el STIA aprovechó la inexperiencia para boicotear desde adentro. Con un discurso de que esta lucha “no debía politizarse” y aparentando ser combativo, restringió su estrategia a un apoyo económico limitado, que le permitía imponer serias limitaciones a la iniciativa de los que presentían que con paralizar la fábrica no alcanzaba. Recién luego de un mes de acampe, de constantes choques y sin grandes repercusiones mediáticas, los compañeros lograron llevar el conflicto hacia el Puente Pueyrredón, acompañados de la izquierda combativa y sin la presencia del sindicato.

Pero donde más expuesta quedó la burocracia es en el manejo por arriba del conflicto. El punto álgido de CALSA se dio justo cuando los trabajadores de la industria de la alimentación a nivel nacional se encontraban en pie de guerra: las paritarias. Morán, como secretario general tanto del STIAPBA como de la federación, no hizo el menor intento de aunar las luchas para fortalecer la de la fábrica, aún cuando aquellos directivos que negociaron la expulsión son punta de lanza de la patronal en la negociación paritaria.

La Federación en esta negociación logró obtener un gran aumento, un 35 %, con 2hs por turno de paro, firmando justamente el mismo día en que el desgaste empujó al levantamiento del acampe. Que influencia tuvo la heroica lucha de los compañeros de CALSA, y como hubiera resultado su conflicto de habérselo incluido como consigna paritaria, son interrogantes que quedan para el análisis.

Queda en claro que la dirección hegemónica del STIA cercenó las posibilidades de victoria. Un plenario de delegados habría tenido el potencial de convocar una lucha de dimensiones colosales que lograra las reincorporaciones, sirviendo de ejemplo para futuros intentos de despidos en un momento donde el ajuste, a nivel nacional, se profundiza. Este proceso hubiera sido un aprendizaje que motorizara el desarrollo de la conciencia de toda la base. Pero esto también hubiera significado un peligro real para aquellos que están atornillados a los sillones del sindicato y sus negociados, lo cual claramente es una política. Ellos pidieron “que esto no se politice”, para que sea su propia política la que impere.

Corresponsal de EL Roble en Calsa.

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