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Los libros de la buena memoria: la Biblioteca Vigil cumple 55 años
Por Mariano D’Arrigo -
Tuesday, Nov. 18, 2014 at 4:21 PM
18 noviembre 2014 | Entre la década de 1960 y 1970, se desarrolló en Rosario un proyecto educativo popular sin antecedentes en la ciudad y el país. La Biblioteca Vigil creó su propio jardín de infantes, escuela primaria, secundaria y una universidad popular. La dictadura militar la intervino y buscó destruirla, pero sobrevivió. Recién a fines del año pasado la provincia cedió los bienes de la biblioteca a sus socios, que intentan reactualizar la propuesta pedagógica de la Vigil a este contexto social y político.
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“La intención de la dictadura fue no sólo destruir a la Vigil sino hacerla desaparecer de la memoria colectiva. No pudieron”. Así lo asegura Roberto Frutos, actual tesorero de este proyecto de educación popular rosarino en proceso de reconstrucción. Durante su época de máximo desarrollo, entre la década del ’60 y principios de la del ’70, la Vigil tuvo 20 mil socios, 600 empleados y tres mil alumnos, entre el jardín de infantes, la escuela primaria y secundaria y la llamada universidad popular, basada en talleres de oficios. La intervención y saqueo de la biblioteca empezó en 1977 y finalizó recién en 2004, año en que se constituyó la Asamblea por la Recuperación de la Vigil. Después de una larga batalla política y legal, en diciembre de 2013 los socios pudieron disponer de vuelta de los edificios ubicados en Alem y Gaboto.
La Biblioteca Vigil nació a comienzos de la década de 1950 en Tablada, un barrio obrero y portuario del sureste rosarino. Surgió primero como una subcomisión de la vecinal de la zona y en 1959 se convirtió en una institución independiente. Los vecinos y vecinas que la fundaron la llamaron así en homenaje a Constancio C. Vigil, un escritor de literatura infantil que era muy popular por entonces.
Ninguno de los jóvenes del grupo fundador tenía una militancia previa o estaba vinculado a partidos u organizaciones políticas. Sin embargo, estaban unidos “por la necesidad de un barrio y un claro proyecto de educación popular”, señala Roberto Frutos. Era un barrio marcado por la experiencia del primer peronismo y la resistencia al golpe. Cerca de donde está la biblioteca se hizo la conocida pintada “Los rusos y los yanquis reconocen a la Libertadora. Villa Manuelita no”.
Empezaron como una biblioteca popular y luego sumaron actividades artísticas y sociales, como charlas y bailes. “Era todo hecho a pulmón, con el laburo colectivo y solidario de todos los que participaban. Vigil nunca tuvo un peso del Estado ni ninguna patronal” destaca Frutos.
A principios de la década de 1960 se les ocurrió crear una rifa anual con premios semanales, mensuales y anuales. Ese fue el gran sustento económico de la biblioteca hasta su intervención por la dictadura, en 1977. En cierto momento se vendían 20 mil bonos por mes, que costarían hoy entre 300 y 500 pesos. En fábricas como Acindar o Swift, por ejemplo, vendían alrededor de 300 rifas entre los empleados. El incentivo era doble: se apoyaba un proyecto educativo transformador, pero también había premios atractivos. “Llegó a sortearse un auto por semana”, indica Frutos.
Con esa gran cantidad de recursos –“con un proyecto definido y una administración clara de esa plata”, resalta Frutos- la Biblioteca Vigil comenzó a expandirse. Compraron distintas propiedades de la manzana y crearon su propia escuela primaria, secundaria y una universidad popular. Constituyeron una asociación mutual, tenían sus propios talleres de metalúrgica, herrería y carpintería. Incluso, tuvieron un observatorio astronómico.
Un proyecto peligroso
Después del Rodrigazo, la Vigil tuvo problemas económicos para pagar los premios de las rifas. Ese fue el argumento de la dictadura para intervenir la biblioteca el 25 de febrero de 1977.
Salvo la escuela primaria y secundaria, estatizadas luego por la provincia, la dictadura cerró el resto de las actividades. El depósito tenía 20 toneladas de libros, unos 80 mil volúmenes, y desapareció por completo. Del catálogo de la biblioteca todavía faltan 20 mil libros.
Ocho miembros de la comisión directiva estuvieron desaparecidos entre el 10 de mayo y el 12 de julio de 1977. Estuvieron detenidos y fueron torturados en el centro clandestino de detención que funcionó en la ex jefatura de policía de Rosario. Luego continuaron detenidos como presos políticos y a fin de ese año fueron liberados. Hasta hoy, 25 socios de la Vigil continúan desaparecidos.
“La Vigil es un caso paradigmático de lo que fue la represión”, asegura Frutos. Intervino primero la Marina, luego el Ejército y la llamada “patota de Feced”, nombrada así por el comandante de Gendarmería Agustín Feced, a cargo de la policía santafesina. También hubo connivencia de civiles: contadores, escribanos, abogados y grandes empresas; “por ejemplo, algunas de las propiedades de Vigil terminaron en manos de Paladini e Ingenio Ledesma”, agrega Frutos.
La dictadura terminó, pero la intervención continuó hasta 2004. Incluso hasta ese año “seguían liquidando bienes de la biblioteca, lo que da cuenta de la magnitud que tuvo ese negocio”, subraya.
Los delitos de la dictadura en la Vigil se tratarán en la llamada causa Feced III. Ya han declarado en los tribunales federales unas cien personas vinculadas a la institución, entre trabajadores, socios y alumnos de aquellos años. Han hecho presentaciones bajo la figura de genocidio cultural y delitos de lesa humanidad con fines económicos, que asemeja estos hechos a los tratados en las causas Papel Prensa e Ingenio Ledesma.
Volver a empezar
Para Frutos, el planteo era insostenible. El pasivo de la Vigil era ínfimo (se calcula un 10%) en relación a los activos que tenía. Los motivos eran más profundos. La dictadura consideraba peligrosa a la Vigil porque “mostraba que era posible organizarse y hacer un proyecto transformador más allá del Estado”, sostiene. El objetivo fue “no sólo destruirla, sino hacerla desaparecer de la memoria colectiva”.
En 2003, se conformó una asamblea por la recuperación de la Vigil, integrada por ex socios y ex estudiantes, pero también por personas más jóvenes, que no habían participado de aquella experiencia. Para muchas de ellas, es también una lucha personal y familiar. Roberto Frutos es hijo de Raúl, histórico vicepresidente de la Vigil, fallecido el 21 de noviembre de 2012.
Hace dos años la provincia devolvió los bienes de la Vigil a sus socios. La figura legal de donación parecía un chiste de mal gusto: el Estado les donaba lo que les había robado 35 años antes. Sin embargo, priorizaron recuperar el edificio y descartaron lo que sería un largo y sinuoso camino judicial. La ley se efectivizó en diciembre de 2013, después de que normalizaran la situación institucional y designaran una nueva comisión directiva.
Desde entonces funciona la biblioteca, el teatro y distintos talleres artísticos como folklore, tela, literatura. Buscan atraer a los jóvenes entre 15 y 30 años, un sector social complejo, “expuesto al fuego cruzado del estado y los grupos narco”, señala Frutos. Para ellos están armando talleres de oficios, coordinados por la Secretaría de Juventud de la Municipalidad.
Hoy tienen 1700 socias y socios. Todavía están lejos de los veinte mil de la época de oro. Sin embargo, Frutos se muestra realista, pero a la vez optimista: “Sabemos lo que nos falta, pero hemos dado bastantes pasos. Estamos poniendo en pie este monstruo que estuvo parado y destruido”.
Mariano D’Arrigo, desde Rosario – @mdarrigo
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