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Pactos incumplidos, estados alterados y el intrincado camino de vuelta al mundo
Por Alejandro Bercovich - Saturday, Jan. 09, 2016 at 1:34 PM

Vie, ene 8 2016

—Queremos que nos acompañes de gira para atraer inversiones. ¿Te sumás? Ahora viene Davos y es un lugar ideal para que nos vean juntos, para mostrar consenso…
—Ningún problema. Si es bueno para la Argentina, yo voy a estar.

La charla del 11 de diciembre entre Mauricio Macri y Daniel Scioli terminó enterrada por la coyuntura menos de un mes después. Aquella fue la última vez que hablaron el Presidente y quien quedó a 678 mil votos de serlo, que dedicó los primeros días de enero a recorrer la costa con el objetivo de disputar un lugar en la reorganización del peronismo que comenzará en pocas semanas. El convidado a subirse al Tango 01 para ir a Suiza fue finalmente Sergio Massa, junto a quien Macri no podrá exhibir ante el mundo un frente interno cerrado con la oposición sino apenas una coalición informal con un joven diputado que tampoco oculta su impaciencia por sucederlo.

La de Davos será una parada importante para el Gobierno, al cual las inundaciones del Litoral, la disparatada fuga de General Alvear y la zozobra del Presupuesto bonaerense distrajeron de su tarea de tomar en los primeros 100 días las medidas que prometían mayor resistencia social. Con siete reuniones bilaterales ya pactadas y una agenda que promete también un par de CEOs globales, Macri confía para brillar allí en los contactos de su canciller Susana Malcorra y en la experiencia de su sherpa Fulvio Pompeo, quien viajó a las tres últimas ediciones del Foro Económico Mundial y conoce la villa alpina como ningún otro funcionario. Lo acompañarán también Federico Sturzenegger, Alfonso Prat-Gay, Marcos Peña y Esteban Bullrich.

Lo que llevó al macrismo a desinvitar a Scioli fue la imposibilidad de desmembrar al Frente para la Victoria tan rápido como esperaba hacerlo tras su colapso electoral. Para convertirse en el primer gobierno no peronista en casi un siglo que alcance a concluir su mandato, el de Macri necesita construir rápido una identidad propia, mostrar resultados en variables clave como el empleo y la actividad y obturar el surgimiento de una alternativa consistente que empiece a esmerilarlo en las legislativas del año próximo. Y a diferencia de lo que parecía sugerir su primera semana en el poder, con aquellas reuniones con los presidenciables y luego con todos los gobernadores (incluida Alicia Kirchner), el camino que eligió desde antes de Navidad para alcanzar la primera de esas metas fue la confrontación y no el consenso.

La desestalinización de Kruschev en los 50 es el modelo ideal de los halcones de Cambiemos. No fue casual que los despidos de empleados estatales comenzaran por el Centro Cultural Kirchner, el Senado de Amado Boudou o Tecnópolis. Todos son símbolos, como los cientos de edificios públicos bautizados con el nombre del extinto exmandatario. Cerca de Macri algunos calculan que la deskirchnerización puede resultarle tan rentable políticamente al Presidente como lo fue la demonización del menemismo durante el mandato de Néstor Kirchner. Uno de los que disiente es Rogelio Frigerio, más proclive a pactar con el peronismo un esquema de gobernabilidad que le permita salir de la encerrona de los decretos y retomar el discurso institucionalista de la campaña.

Propios y extraños

El nuevo mapa territorial del poder y los avatares de la gestión acentúan esa tendencia natural al internismo. La fuga de los presos por el triple crimen narco de General Rodríguez gatilló una pulseada explosiva entre Patricia Bullrich y Eugenio Burzaco, un Pro puro que quedó bajo la órbita de la sugerida por Elisa Carrió para conducir las fuerzas de seguridad. Pero en el área económica tampoco es sencilla de ocultar la tensión siempre latente entre Prat-Gay y Carlos Melconian, quien se siente como un goleador en el banco aguardando su turno de reemplazar al lesionado. La convivencia por ahora es forzosamente cordial, con Melconian interviniendo desde el Nación para que el Central pueda seguir mostrándose prescindente en el mercado de cambios.

Al ministro de Hacienda y Finanzas le fallaron las diez grandes cerealeras que acopian y despachan el 40% de las exportaciones del país, que le habían prometido una rápida liquidación de sus granos después de la baja de retenciones y la devaluación, que les garantizó no menos de $100.000 millones en ingresos adicionales durante la próxima campaña. Eso también llevó reproches esta semana hacia el Ministerio de Agroindustria, desde donde Ricardo Buryaile prometió un pronto cumplimiento del pacto. El problema es la señal que envió el Central al dejar subir el dólar 80 centavos esta semana: el que evitó liquidar a $13,40 y ahora lo haga a $14,20 ganó un 6% en pocos días. La misma apuesta ganadora que la del 99,94% de los jugadores del mercado de futuros que mantuvo abiertos sus contratos tras el salto de la divisa. ¿Y si ahora optan por esperar un poco más?

El límite es delicado porque el repo de u$s 8.000 millones de los grandes bancos de Wall Street que el Palacio de Hacienda dice tener ya cerrado a cambio del nuevo megacanje de letras intransferibles por bonos negociables que se terminó de formalizar anteayer en el Boletín Oficial depende de que lleve a buen puerto la negociación con los fondos buitre, a quienes solo es capaz de disciplinar el Tesoro estadounidense. A eso apunta el road show de Macri en Davos: mostrar una agenda “imperturbablemente pro-norteamericana”, como se autodefinió en su momento el propio Boudou en la Embassy según Wikileaks. La promesa es que en materia de inversiones extranjeras habrá más Estados Unidos y menos Europa, tal como dejó entrever el retoque por decreto de la Ley de Medios que fustigaron a través del diario El País los voceros de Telefónica, furiosos por cómo la reforma benefició al grupo Clarín y perjudicó a la empresa ibérica.

Índice PPP

“Estuve actualizando mi lista de precios y yo mismo me asusté mientras tipeaba los números”. El metalúrgico santafesino Guillermo Moretti se lo confesó esta semana a un colega de la Unión Industrial Argentina (UIA), donde quedó en franca minoría luego de la asunción de un jefe de Estado que simpatiza a textiles como Teddy Karagozian (TN Platex) y a siderúrgicos como Paolo Rocca (Techint), por citar a un poderoso mercadointernista y a un todavía más poderoso exportador. Campechano, Moretti le contó a su colega que muchos de los incrementos aguas arriba de su fábrica que lo obligaron a remarcar su lista siguieron “el índice PPP que se estudia en Harvard”. Ante la desorientación de su interlocutor, el industrial se rió: “¿No lo conocés? ¡El índice ‘Por lo que Putas Pudiera’!”.

Con el dólar todavía movedizo y alcista, los precios no terminan de estabilizarse. Lo saben los que operan en mercados de bienes importados, como los técnicos electrónicos, que vieron aparecer y desaparecer en pocos días las ofertas de sus proveedores. Lo expusieron también todas las consultoras que empezaron a medir la inflación a partir del descrédito del INDEC: en todos los casos, el aumento anualizado de los precios del último bimestre supera el 40%. ¿Cómo convencerán a un Hugo Moyano cada vez más hostil de firmar el 26% en las paritarias de marzo?

Moyano no solo volvió a gruñir esta semana ante los miles de despidos anunciados informalmente a los empleados que el kirchnerismo había incorporado bajo contratos precarios. También salió a protestar por la suba del gasoil la Federación del Transporte de Cargas (FADEEAC), una entidad empresaria que el camionero ayudó a prosperar durante las últimas dos décadas como espejo de su propio crecimiento político y económico. Con inusual dureza, los transportistas advirtieron que el 6% de aumento de los combustibles le pone un piso del 2% al incremento del costo logístico. En un país donde el 95% de la mercadería viaja en camión, el mensaje es claro: más inflación.

La carrera de precios y salarios no puede desbocarse si el macrismo quiere cumplir con el segundo de sus objetivos para afirmarse en el poder: volver a crecer sin generar una crisis. Pero el tarifazo inminente de luz y gas le pone a la vez un piso a la inflación del segundo trimestre, cuando impactarán de lleno las paritarias.

La pregunta es qué inserción internacional imagina Cambiemos para la economía local en el largo plazo. Al presentarse ante los secretarios, subsecretarios y directores nacionales de su área, Francisco Cabrera dijo un par de semanas atrás que de ninguna manera Argentina puede ofrecerse al mundo como un país de salarios bajos debido a su baja densidad de población y a la alta calificación de su mano de obra. Las propias apuestas como empresarios de dos de sus colegas del gabinete dan testimonio de esa misma convicción mercadointernista: tras haberse asociado en la fallida cadena de minimercados Eki con Gustavo Lopetegui, su actual coequiper en la Jefatura de Gabinete, Mario Quintana administró Farmacity, Musimundo, Aroma y Freddo desde el fondo Pegasus. Todas empresas que colapsarían si se derrumbara todavía más el poder adquisitivo del salario.

La devaluación, por tanto, no puede dar mucho más de sí. Para que el costo salarial industrial por hora en Argentina sea similar al de Brasil, por ejemplo, el dólar debería trepar hasta $35, según calculó esta semana el economista Mariano Kestelboim. Con el dólar en $14 y paritarias en el 30%, el salario fabril horario criollo será de 17 dólares. Menos que los 20 dólares de 2013, pero todavía más del doble que en San Pablo.

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