Brasil se descompone y el ultraderechista presidente Jair Bolsonaro no acierta a capear el temporal. El mandatario obligó a renunciar al ministro de Justicia Sergio Moro, su adalid para llegar a la presidencia, al echar al jefe de la Policía Federal, que investigaba a sus hijos. Hoy, los militares toman distancia de su gobierno e impulsan un plan Marshall de crecimiento opuesto al de su ministro de Economía.
Moro, el juez que aceptó gustoso ser ministro de Justicia del mandatario luego que sin causa encarcelara al expresidente Luiz Inacio Lula da Silva para impedir que compitiera en las elecciones, dejó el cargo luego de que el propio Bolsonaro echara al jefe de la Policía Federal. La medida era resistida por Moro desde hace un año y tiene como objetivo salvar a los hijos presidenciales.
En una guerra de micrófonos y redes sociales, Moro relató la injerencia política de Bolsonaro, y cómo fue desplazado el superintendente de la Policía Federal de Rio de Janeiro para obstruir una causa contra el senador Flavio Bolsonaro, envuelto en lavado de dinero sumado a a sus relaciones con las milicias paramilitares actuantes en las favelas. También reveló el interés del presidente en recibir de primera mano los informes de inteligencia de la Policía Federal.
La defensa de Bolsonaro fue que Moro era un traidor y que él lo había defendido cuando el portal The Intercept comenzó a difundir los chats con los fiscales que perseguían a Lula en los que se revelaba la utilización de un procedimiento ajeno a las reglas institucionales para detener al líder metalúrgico y dos veces presidente.
Hay dos fuertes razones para querer en la jefatura de la Policía Federal a alguien de confianza y ambas tienen el nombre de dos de sus hijos, Carlos y Flavio. Uno, porque la investigación por un coordinado ataque de fake news contra al Supremo Tribunal Federal lo hace responsable de una granja de trolls conocida como Gabinete del odio.
El otro, por sus estrechos vínculos con una banda de milicias parapoliciales y sicarios que, entre otros delitos, está relacionada con el asesinato de la concejala Marielle Franco y su chofer en una favela carioca.
Bolsonaro estaba preocupado con las investigaciones en curso en el Supremo Tribunal Federal. La última, abierta el miércoles 22 a raíz de la manifestación realizada frente al Comando General del Ejército el 19 de abril, durante la cual se reivindicó la instalación de un régimen militar, el cierre del Congreso y del Supremo Tribunal, además del levantamiento de la cuarentena contra el Covid-19.
Otra causa que lo inquieta son las usinas de fake news surgidas en las elecciones de 2018 bajo el mando del “clan” (también conocido como “el Ministerio del odio”) que integran sus tres hijos: Flavio, Carlos y Eduardo, que dispararon millones de noticias falsas.
La Policía Federal brasileña es un órgano auxiliar de la justicia. Es el equivalente del FBI en EEUU. Moro puso al frente a Mauricio Valeixo, un abogado que fue hombre clave en el caso Lava Jato, que terminó en condena para dirigentes políticos y fue determinante de la prisión de Lula. Al igual que Moro, Valeixo pasó por Washington, en su caso, como agregado policial, mientras que el exjuez hizo cursos de combate al lavado de dinero.
Muchos analistas sostienen que Moro vio la oportunidad de salirse de un gobierno que viene en picada con una alta imagen que le permitiría postularse en las futuras elecciones. La dimisión del ministro de Salud, Luiz Henrique Mandetta, también tenía esta lectura: el médico militar estaba en alza por su postura para el combate del coronavirus, totalmente contraria al dejar hacer y negacionismo del mandatario.
Más allá de esta crisis queda al descubierto el desbande de la derecha que participó en el golpe contra Dilma Rousseff y la prisión y proscripción de Lula en los comicios de 2018. Y reavivó a la oposición que ahora defiende con más convicción el impeachment, el juicio político al presidente. Y hasta el ultraderechista Partido Social Liberal, otrora bolsonarista, prometió impulsarlo.
Es cada vez más claro que Bolsonaro ya es una molestia para los mismos que contribuyeron a su ascenso. Los militares que conforman áreas claves en su gabinete ya habían puesto al general Walter Braga Netto como jefe de la Casa Civil y virtual comandante de operaciones.
Se dijo que era por el Covid-19, pero esta semana presentó el llamado Programa Pro-Brasil, un plan Marshall para salir de la crisis económica pero, básicamente, un proyecto más cercano al keynesianismo que a la Escuela de Chicago. Tal vez por eso en la presentación no estuvo presente Paulo Guedes, el ultraneoliberal ministro de Economía, ex funcionario del dictador chileno Augusto Pinochet. ¿La próxima víctima de esta crisis?
Moro se fue del ministerio de Justicia y su jugada parece ser jugar como ficha de recambio de la experiencia autoritaria y ultraderechista que comenzó con Bolsonaro, sin mayor éxito. Manejando los tiempos, dio a conocer mensajes intercambiados a través de WhatsApp con Bolsonaro donde queda manifiesta la intención del gobernante de obstruir una investigación de la Corte.
La revelación fue en el noticiero Jornal Nacional de la TV Globo, que también dejó de ser bolsonarista. Una columnista económica de ese grupo mediático comparó al Bolsonaro de 2020 con el Richard Nixon de 1974, y a esta guerra en ciernes con la antesala del Watergate. Aún las interrogantes siguen en las columnas de opinión: ¿Quién gobierna? ¿Hay, hubo o habrá un golpe? ¿Destituirán a Bolsonaro?
Hay una atmósfera pesada en el Palacio del Planalto, donde se asegura que el próximo que dejará el gobierno será el ministro de Economía Paulo Guedes, exfuncionario del dictador chileno Augusto Pinochet, un neoliberal de pura cepa. Según altos militares citados por el Estado de Sao Paulo, que Bolsonaro se comporta como un “zombi” atacando a aliados en medio de la pandemia del coronavirus que avanza de manera desenfrenada.
También João Doria, el derechista gobernador del estado de Sao Paulo, criticó duramente la gestión del presidente ante la pandemia global del covid-19: “Estamos luchando contra el coronavirus y el ‘Bolsonarovirus’”, comentó, tras denunciar que Bolsonaro mantiene “posiciones incorrectas e irresponsables”, pero que “pese a las instrucciones negativas que recibe la gente del presidente, la mitad de la ciudadanía ha respetado la cuarentena”.
Tras haber sido aliado de Bolsonaro en el pasado, ahora Doria se muestra como uno de sus principales críticos y se posiciona como un posible rival de cara a las presidenciales del 2022. “La confrontación no es conmigo. Es una confrontación con la ciencia y la medicina de todo el mundo”, insistió.
Las alianzas
La renuncia de Moro, y sus denuncias (seguramente documentadas sobre delitos cometidos por el presidente y su entorno íntimo) marcan el fin del esquema de alianzas político-militares que gobernó en Brasil desde principios de 2019 y que colapsó debido a una crisis capaz de acarrear consecuencias imprevisibles.
El mandatario quizá olvidó que Moro, festejado por banqueros y el Departamento de Justicia estadounidense por sus servicios para destruir a Lula y el partido de los Trabajadores, era uno de sus fiadores ante el poder real.
Todo indica que desde su arribo al palacio de Justicia, Moro montó un esquema de espionaje para beneficio propio comparable al empleado en Lava Jato cuando se invadieron ilegalmente los teléfonos de los abogados de Lula y hasta las llamadas de la entonces presidenta Dilma Rousseff.
Gleisi Hoffmann, presidenta del Partido de los Trabajadores, opinó que los dichos de Moro fueron una “delación premiada” contra Bolsonaro por delitos como corrupción, obstrucción de la justicia y prevaricato, “él es el principal testigo de crímenes de responsabilidad, no hay otro camino que no sea el impechment”.
El propio Lula declaró el jueves que ante la virtual acefalía reinante la consigna del momento es “Fuera Bolsonaro”, para lo cual, dijo, es necesario construir un frente amplio con fuerzas incluso de la derecha democrática a la par que se construye una coalición electoral con partidos populares y de izquierda para los comicios municipales de octubre y las presidenciales de 2022.
Los medios señalan que la decisión de cesar al director de la Policía federal irritó a los cuatro militares de alto rango, ministros que despachan desde el palacio presidencial, quienes también se sintieron traicionados por Bolsonaro, ya que a su pedido habían pasado todo el día tratando de convencer a Moro.
Bolsonaro, por su parte, contó que Moro le pidió que esperase hasta noviembre, cuando se abre una plaza en el Supremo Tribunal Federal. Pero conviene recordar que Moro es un hábil manipulador, que ha sido un juez parcial y de una deshonestidad a toda prueba al actuar de manera decisiva para meter preso a Lula e impedirle disputar las elecciones de 2018. Así facilitó la elección del desequilibrado ultraderechista Jair Bolsonaro, y alcanzó, como premio, el ministerio de Justicia, con fuerte apoyo de Washington.
Juraima Almeida es una investigadora brasileña, analista asociada al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
Fuente: http://estrategia.la/2020/04/26/desbande-en-la-coalicion-gobernante-brasilena-y-ahora-que/