La estructura de la represión

En la 11va audiencia del juicio unificado “Pozo de Banfield”, “Pozo de Quilmes” e “Infierno” se escucharon los testimonios de la ingeniera de la UTN Adriana García, que comentó sobre un relevamiento técnico realizado en el edificio del CCD “El Infierno”, y de Julieta Sahade, integrante del área de archivo de la Comisión Provincial por la Memoria que desarrolló sobre la estructura de inteligencia de La Bonaerense en dictadura a través del accionar de la DIPPBA.

Radiografía del Infierno

La primera audiencia de 2021 en el juicio por las Brigadas de Investigaciones de Banfield, Quilmes y Lanús (Avellaneda) comenzó con la exposición de ADRIANA GARCÍA, ingeniera y docente de la UTN Avellaneda, especialista en tecnología de hormigón, que fue parte del grupo que en 2016 realizó un estudio e informe sobre el edificio de la Brigada de Investigaciones de Lanús con sede en Avellaneda, CCD conocido como “El Infierno”.

García comenzó explicando que el trabajo consistió en un relevamiento del estado de conservación del edificio con ensayos no destructivos, ya que está afectado a este proceso judicial, y que se realizaron aportes al municipio de Avellaneda para un plan de restauración del predio en vías de su transformación en museo de la Memoria en el lugar donde hasta 2016 funcionó la DDI Lomas de Zamora.

Así relató que la tarea intentó comparar el contexto histórico del predio con la situación actual en la posibilidad de realizar hallazgos de utilidad para la causa judicial y la conservación del lugar. Básicamente se realizaron registros de imágenes de las distintas zonas de la dependencia si alterar los materiales, análisis de esos registros en la determinación de alteraciones ocurridas con el paso del tiempo y, usando como base los documentos de la obra del lugar se hicieron estudios de termografía infrarroja y de esclerometría para determinar el estado general de conservación.

En principio, y en coincidencia con los planos municipales originales, el edificio es de 1937 y se emplaza en un terreno trapezoidal de 16 metros de frente por 37 de largo y 22 metros de fondo. La fachada, ubicada en calle 12 de octubre n° 234 entre Zeballos y Estrada, tiene un muro antiguo de 45 cmts, una puerta de ingreso en el centro del frente y 9 ventanas a la calle, con modificaciones en el revestimiento realizadas en su momento por autoridad policial y otros más recientes de implante de cartelería realizados por el municipio. La planta original presentaba locales seccionados hacia el fondo en todo el lateral izquierdo y no se declararon construcciones en el lateral derecho.

La ingeniera detalló que hubo un proyecto de ampliación entre los años ’68 y ’71 realizados por la cooperadora de la Brigada. En lo esencial se determinó que en esos años se agregaron dos escaleras en la planta, una al frente y otra en la zona media sobre la galería semicubierta, que comunicaban planta baja con primer piso de todo el edificio y frente a esta segunda escalera se colocó en el lateral derecho de la planta alta la zona de calabozos y baños. En la planta baja estaban la sala de espera, las oficinas y dos puertas hacia la cochera. La especialista agregó que el plano final de obra es de mayo del ’78. Tengamos en cuenta que el lugar funcionó como CCD por lo menos entre julio del ’76, con el ingreso de Nicolás Barrionuevo, secuestrado en abril de ese año, y el 11 de noviembre del ’78 con el egreso del sobreviviente Luis Ortiz, secuestrado y llevado allí 4 días antes.

La testigo detalló pormenorizadamente cada una de las habitaciones de interés para la causa, en un predio sobre el cual se realizaron “varias modificaciones no muy prolijas” sobre todo en la zona de alojamiento de detenidos. Recordemos que en el espacio se hicieron dos inspecciones oculares en la instrucción de la causa, una en septiembre de 2007 por el TOF 1 platense y otra en junio de 2010 por el juez Arnaldo Corazza. El sobreviviente Adolfo Paz, que estuvo recluido en “El Infierno” entre diciembre del ’76 y febrero del ’77, dijo que “el lugar a donde me llevaron, lo puedo reconocer, no porque lo haya visto, lo puedo reconocer porque yo nací a dos cuadras de ahí, nací, me crié, cada ruido de ese barrio era cosa de haberlas vivido”. También las sobrevivientes Claudia y Silvia Gorban, recluidas en el CCD entre noviembre y diciembre del ’76, afirmaron que en este lugar se podía escuchar el tren.

Según informe de la CONADEP la Brigada contaba con un acceso principal subiendo cuatro escalones. Los detenidos y las detenidas ingresaban por un garaje con portón metálico. Silvia Gorban, describió que “el portón era un portón con dos pilotes a los costados pintados de amarillo y negro que parecía ser la parte de abajo o al lado de una Comisaría o del lugar de Avellaneda”. El sobreviviente Juan Antonio Díaz, que estuvo secuestrado en la Brigada por un día el 4 de febrero del ’77, declaró en Juicio por la Verdad que “nos llevaron a un lugar atrás y yo creo que era como un garaje, porque posteriormente me subí un poco la venda y se veían ruedas y gomas de coches y estaba bastante sucio ese local… Hay gritos de gente que gritaba y puteaba adentro, no puedo precisar con exactitud dónde, pero calculo que había algún tipo de local porque se escuchaba mucho barullo de gente detenida o para interrogatorio”.

A su vez el sobreviviente Alejandro Iaccarino, secuestrado en el lugar con sus dos hermanos entre julio del ’77 y enero del ’78, declaró que cuando ingresaron originariamente, los entraban y sacaban tabicados, pero aun así se daban cuenta que entraban a un garage. Al momento de la inspección pudo darse cuenta donde estaba cerrado con material de construcción la puerta donde los ingresaban. Como seguían tabicados, desde allí los llevaban del brazo generalmente golpeándolos hasta las celdas. Su hermano Carlos dijo que entraron tabicados por un portón, y que lo infiere a partir de lo que escuchaba”. Además varios sobrevivientes constataron que a la derecha de un pasillo de unos dos metros de ancho se ubicaba una sala de torturas relativamente amplia. Claudia Gorban dijo que “yo escuchaba como que se estaba torturando a otra gente…”.

Los sobrevivientes también confirmaron que había un patio con un cerramiento de barrotes a la altura del techo, y que al fondo de la planta alta se encontraban cinco celdas con puerta ciega y a la izquierda tres baños. Nilda Eloy, recluida en este lugar entre octubre y diciembre del ’76, refirió que “había seis calabozos con puerta ciega, con mirilla, los calabozos eran relativamente chicos, de dos metros por uno, uno y medio…totalmente cerrado, o sea, más que la mirilla no había otro tipo de ventilación ni nada. Estos daban todos como si fueran a un patio cerrado, con piso de baldosas, enfrente, estaban todos sobre la misma pared. El patio, enfrente, había una pileta, como un piletón de esos grandes de lavar ropa y sobre el costado, dos baños con inodoro, chicos…”.

El ex detenido Oscar Ernesto Solis dijo en la instrucción de la causa que “nos tenían en

celdas muy pequeñas, que debían ser para dos o tres personas como mucho, y en la que me toca, debían ser como seis o siete u ocho, no recuerdo, un lugar que prácticamente no tenía ventilación, era una puerta hendija, y también había únicamente un mirador que siempre estaba cerrado normalmente. Las veces que hemos podido ver, y lo que sí veíamos, que en los techos se veían rejas con lo cual yo decía, esto es una Comisaría o un lugar, digamos, una dependencia Policial”.

Gerardo Manuel Carrizo, secuestrado en el lugar entre noviembre del ’76 y enero del ’77, declaró que “estábamos en un lugar que creo que en la jerga de los presos le llaman ‘buzón’ y había cuatro o cinco, no recuerdo bien, buzones uno junto al otro. Y en el buzón, que tendría dos metros por uno, éramos cinco o seis o siete a veces, todos vendados y con las manos atadas. Nos sacaban a comer, que nos daban de comer en la boca, en un patio, cuando volvíamos al buzón, no volvíamos las mismas personas, quizás nos cambiaban. Del buzón, del lugar donde estaba el patio, y esas entradas de esas celdas,

había dos o tres letrinas, no me acuerdo exactamente si eran dos o tres letrinas y una pileta en el fondo donde tomábamos agua; o sea, donde nos acercaban y tomábamos agua, y hay cosas que en esas circunstancias uno no se olvida, en la pileta la canilla estaba dada vuelta para arriba”.

También según los testigos se pudo saber que arriba de las celdas-buzón había una pasarela para la guardia y probablemente otras dependencias. Carlos Iaccarino describió que “estaba todo cerrado con alambre artístico arriba y uno veía cuando la gente caminaba por arriba, estaba todo cerrado”.

La Brigada de Lanús fue el primer lugar al que trasladaron a la mayoría de las víctimas que pasaron por ese sitio, y, por lo tanto, se trató del sitio en el que eran registradas. Finalmente, el destino de los detenidos que pasaron por este CCD no fue siempre el mismo. Algunos fueron liberados desde ese mismo lugar, otros fueron traslados a otros centros clandestinos de detención y otros aún permanecen desaparecidos.

Ya en las inspecciones oculares realizadas por la justicia con los sobrevivientes hace una década se constató que en un sector del patio que linda con los calabozos se pusieron baldosas nuevas y que las rejas verdes de ingreso a ese sector también eran nuevas. A su vez el piletón frente a los baños que se encontró no era el original, de cemento y más grande que el actual. Y en el enrejado de esa zona se agregaron viguetas y una de las oficinas que funciono como sala de torturas era más grande, y fue dividida con una pared. Tras eso se había dictado una medida de no innovar sobre el lugar donde se confinaba a los detenidos.

Información para reprimir

A continuación se escuchó el testimonio de JULIETA SAHADE,  directora del programa de Gestión y Preservación de Archivos de la Comisión Provincial por la Memoria (CPM) que expuso un análisis de los archivos de la Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires (DIPPBA).

El área de Inteligencia de La Bonaerense tiene larga data en la fuerza. Nació en 1912 dentro de la Comisaría de Investigaciones como Gabinete de Orden Social y Leyes Especiales y se dedicaba a la persecución de transhumantes y anarquistas. Luego en 1923 mutó hacia la Sección de Orden Social y Público, en 1937 se especializó como Sección Movimiento Político y recababa informaciones sobre reuniones públicas y en 1946, durante el primer peronismo se recategorizó como División de Orden Público para espiar todas las actividades políticas, especialmente de socialistas, comunistas y anarquistas, en coordinación con organismos similares de otras fuerzas. Durante la fusiladora se creó un Servicio de Informaciones al poco tiempo devenido en Central de Inteligencia, y en 1962 se formaliza el Servicio de Informaciones Policiales (SIPBA), desarrollando modernas técnicas de búsqueda, calificación, clasificación, archivo y distribución de información con revista directa hacia la Jefatura de la fuerza. Durante el tercer gobierno peronista se dicta la Ley Orgánica N° 8268 que establecía que la Dirección de Informaciones operaba como mecanismo de inteligencia inherente a la policía de seguridad y en 1975 al reglamentarse la Ley orgánica. Es así que recién en octubre de 1978, mediante resolución N° 30.056 la Dirección General de Informaciones pasa a denominarse Dirección General de Inteligencia (DIPPBA).

Sahade comenzó aclarando que el programa que ella coordina trabaja con el fondo documental de la DIPPBA y explicó que allí se realiza un abordaje de triple para que los archivos cumplan la función de ser memoria de la institución que los produjo, ser fuente de investigación y a la vez ser garantía de derecho de la información que contienen. Para ello se hace una tarea de preservación física, conservación y digitalización del material, a la par de una puesta en contexto de la producción de la información para otorgar sentido al documento y finalmente una protocolización en el acceso y difusión de esa información.

Conteniendo archivos de inteligencia policial de las décadas del ’30 al ’90, expresados en más de 200 mil fichas personales, 43 mil fichas temáticas y casi 4 millones de folios de legajos de acumulación de información, el fondo DIPPBA fue descubierto en 1998, momento en que se decide la disolución de la Dirección y la puesta a resguardo de su archivo por una ley provincial, a la vez que se dispone la custodia por la justicia federal platense en el tramo ‘76-’83, de interés para la investigación judicial en las causas de lesa humanidad.

La testigo señaló la existencia de una continuidad en la política de creación de un “enemigo interno” en todas las versiones de la dependencia de inteligencia de La Bonaerense a través del siglo XX, con las particularidades epocales de la burocracia policial de cada tiempo, pero con una linealidad de la persecución política al opositor al régimen y la generación de información en los ámbitos educativo, gremial, religioso, social y otros, denominados todos ellos “factores” en la jerga y estructura de la propia fuerza. El quiebre lo marca la profesionalización y especificación de la tarea represiva a partir de la puesta en práctica de la Doctrina de Seguridad Nacional desde la década del ’50. A partir de allí el fichaje… Sahade ejemplificó el espíritu de esa tarea de inteligencia para la represión en 3 frases de 3 legajos de la Mesa de Doctrina de la DIPPBA que ilustran certeramente las directivas con que se actuaba: “saber quién es quién, es decir, tener registrados a los buenos para saber quiénes son cuando dejen de serlo”, “todo gasto que la marcha de este servicio demande al Estado quedará compensado las más de las veces”, y “no se debe actuar por reacción sino asumir la iniciativa de acción, inicialmente con actividades de inteligencia sin las cuales no se podrán ejecutar operaciones”. En ese sentido de quiebre en profesionalización de la tarea de inteligencia la archivista destacó la creación en 1956 de la Secretaría de Inteligencia del Estado, la famosa SIDE, que a partir de allí coordinó la conformación de la llamada “Comunidad Informativa” (CI) integrada por las dependencias de inteligencia de las fuerzas policiales provinciales y federales, así como de las fuerzas armadas y otros servicios civiles del Estado. Esa centralización y jerarquización de la información sensible jugó un papel central en la denominada “lucha contra la subversión” ya desde antes del golpe de Estado de marzo del ’76, y a partir de la Directiva 404 del año ’75 su definitiva puesta en cabeza del Ejército como elemento conductor de todas las tareas represivas y la subordinación de toda la estructura policial a ese mando.

En lo que hace a la estructura de inteligencia de La Bonaerense de Ramón Camps y Ovidio Ricchieri contaba con 10 delegaciones en el área metropolitana, Incluidas La Plata, Quilmes, Lanús, La Matanza, Morón y Capital, más representantes ante el Ministerio del Interior y llegada directa a presidencia a través del llamado Grupo de Reunión Olivos. A su vez en el interior de la provincia contaba con 4 delegaciones en zona norte, desde Junín hasta Mercedes, y otras 4 en zona sur de Chascomús a Bahía Blanca pasando por Mar Del Plata. Sahade remarcó que todas esas delegaciones realizaban tareas sistemáticas de acopio y análisis de datos de inteligencia y enviaban informes a pedido de la delegación central, con sede en La Plata, a su vez rendido directamente a la jefatura policial. Las dos áreas centrales de esas delegaciones eran “búsqueda”, que realizaba acopio de información de la actividad social según factores, y “enlace”, que realizaba las tareas de contacto y coordinación con las dependencias de inteligencia de otras fuerzas integrantes de la CI para establecer lo que denominaban “blancos” y realizar operativos propios o conjuntos.

Si bien la centralidad del foco de la estructura represiva en este debate está puesto en la acción de 3 dependencias de la Dirección General de Investigaciones de La Bonaerense conducida por Etchecolatz como son las Brigada de Banfield, Quilmes y Lanús-Avellaneda, a su vez dependientes de la Dirección de Investigaciones Zona Metropolitana, el testimonio alumbró a la comprensión de la importancia de la tarea del área de Inteligencia de la fuerza, ya que en sentido estricto la tarea operativa era llevada adelante por Investigaciones y Seguridad, no se podría haber llevado a cabo sin la intervención del área de Inteligencia, que centralizaba, acopiaba y distribuía la información básica para el accionar represivo. En ello va la diferencia táctica entre el canal operacional y el canal técnico de la represión, que podrá ser ampliado por otra testigo del área de Archivo de la CPM en el debate.

Sobre el final de la exposición de la testigo Sahade el juez Rodríguez Eggers realizó una pregunta referida a la posibilidad de la existencia de otros archivos o documentación referida a la Inteligencia para la represión durante el Terrorismo de Estado. La testigo respondió que casos como el de la provincia de Santa Fe, donde continúan apareciendo archivos, alienta la posibilidad de nuevos materiales, y que depende de la forma de cada institución generadora de información.

En septiembre pasado se halló material de la SIDE consistente en un libro con más de 500 imágenes y fichas de perseguidos políticos durante la dictadura en un placard de la Agencia Federal de Inteligencia, curiosamente nunca relevado en 37 años de democracia y en 5 de existencia de la AFI. En este sentido espacios como el Encuentro Memoria, Verdad y Justicia de Caba y varios organismos de DDHH independientes del Estado y los gobiernos redoblamos en 2020 el reclamo por la apertura total de los archivos de la represión con una campaña nacional en ese sentido que no ha tenido la debida trascendencia. En todo caso el hallazgo realizado en 2020 en la AFI abre la posibilidad cierta de que aún pese a que la propia dictadura ordenó la destrucción de muchos acervos documentales al final de su gestión, y de que el Estado democrático completó la tarea con la desidia sobre esos materiales, existan en los sótanos de la democracia valiosos documentos. El problema central es que llevamos 44 años de lucha contra la impunidad y 14 de juicios orales en todo el país y la apertura total de los archivos no puede demorar más tiempo.

El juicio durante todo enero y febrero de 2021, pues no habrá receso de verano excepto en carnaval. Se puede seguir en vivo todos los martes por la mañana por los canales youtube del CIJ y del Tribunal Oral Federal 1 de La Plata.

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