Hace una semana los elogios de la titular del FMI fueron para el Ministro de Economía Sergio Massa , claro, con la confirmación argentina del cumplimiento de los acuerdos suscriptos con el FMI.
El turno de los elogios de Kristalina Georgieva llegaron ahora para Alberto Fernández, de visita en EEUU para participar de la Asamblea de la ONU. La felicitación es por el “acuerdo entre los técnicos del FMI y el gobierno argentino” anunciado en la fecha en el sitio oficial del Fondo.
Se trata de un acuerdo respecto de la segunda revisión de las cuentas macroeconómicas, las auditorías trimestrales a que se somete el gobierno argentino por el acuerdo de marzo pasado. Argentina cumple con el ajuste.
Ese acuerdo es el resultado de la segunda auditoría trimestral, y claro, aún resta la aprobación por el Directorio del FMI, lo que ocurriría el próximo 7 de octubre.
Aún restan 8 auditorías trimestrales, lo que augura un largo periodo de ajuste a los compromisos derivados de una deuda odiosa e impagable, que hipoteca por décadas al país.
Mientras tanto apruebe el Directorio del fondo, el país deberá cancelar el vencimiento de estos días con el FMI, para lo cual se dispusieron varias medidas para colectar divisas y acrecentar las reservas internacionales, las que venían en baja ante las corridas cambiarias.
Es el caso del “dólar soja”, diversas restricciones a la disposición de moneda extranjera para importaciones de insumos productivos, y otros mecanismos para obstaculizar las negociaciones con divisas.
La información del BCRA indica que en las dos últimas semanas las reservas internacionales crecieron en unos 1.300 millones de dólares, todo para cancelar al FMI, y que este libere esos mismos recursos para sostener una deuda comprometida hasta el 2034.
Esos elogios se materializan en un proyecto de “Presupuesto 2023” de ajuste, pero que se acompaña con una “política económica” que ofrece negocios a inversores transnacionales para profundizar el modelo productivo y de desarrollo de dependencia y extranjerización de la economía local. Remitimos al agro-negocio de exportación, no solo del complejo sojero; a la minería, a los hidrocarburos y especialmente a la novedad demandada de litio.
EEUU y el poder global
Quién manda en el FMI es el gobierno de EEUU, en su calidad de socio hegemónico, único con capacidad de veto en el organismo.
En ese marco no sorprenden los elogios hacia los gobernantes del país, ya que no solo se cubren en sus acreencias, cuantiosas, por cierto, sino que aseguran un rumbo de política económica de la Argentina en sintonía con las necesidades del capital concentrado y las premisas de política exterior del imperialismo estadounidense.
Ocurre en un momento en donde está amenazada la omnipotencia de EEUU, por lo que desde Washington se agilizan acuerdos con gobiernos que en la región recogen consenso critico a las políticas liberalizadoras, casos de los cambios de gobierno recientes en Perú, Chile o Colombia, las previsibles mutaciones en Brasil y especialmente la revuelta popular de Haití.
Desde EEUU necesitan adecuar su política exterior en la región para asegurar lo que consideran su patio trasero. Si no logran consenso electoral con gobiernos afines, buscan condicionar aquellos que remiten a consensos críticos al orden liberalizador.
No es solo una cuestión política o diplomática, sino y sobre todo de intereses materiales, de asegurar la provisión de materias primas y bienes comunes para la lógica de explotación y saqueo en tiempo de tendencias decrecientes de las tasas de ganancia y de productividad, base material del deterioro relativo de la hegemonía estadounidense en el capitalismo mundial.
El capitalismo está en crisis, lo que se visibiliza en las tendencias a la desaceleración económica, con baja producción y por ende una enorme disputa por el excedente económico mundial, lo que eleva los precios, especialmente de alimentos y energía.
Remitimos a la inflación como fenómeno global. Es un fenómeno que agrega especificidades nacionales, caso de la Argentina, con una tasa de inflación en torno a los tres dígitos.
Allí deben buscarse los puntos para pensar la encrucijada local en contra del ajuste y la profundización de la regresiva reestructuración económica y social con antecedentes desde 1975, muy especialmente en los 90 del siglo pasado y durante la gestión Macri entre 2015 y 2019.
Por un lado, es una lucha por la independencia del poder mundial, de las transnacionales y especialmente de EEUU; pero también en contra de la disputa del poder concentrado local por la apropiación del excedente, el plusvalor socialmente generado.
Se trata de una lucha a dos puntas, contra el poder local y su entramado con el global; proceso necesario para encarar una dinámica con eje en un plan productivo orientado a satisfacer las necesidades sociales, antes que la actual subordinada a la demanda de ganancias y acumulación del poder, de acá y de allá.
Es claro que se trata de una decisión política a resolver desde el movimiento popular, gestando un nuevo ciclo de construcción de identidad por la liberación y la independencia del poder global.
Buenos Aires, 19 de septiembre de 2022