Cada 28 de junio, no es una fiesta meramente, sino que se pone en juego la historia de la comunidad LGBTIQ+, luego del acontecimiento que en 1969 desencadenó una red de protestas en New York, debido a una razzia policial contra la comunidad travesti, trans, lesbiana, gay y bi en el emblemático Dance-bar Stonewall de Christopher Street. Fue una verdadera batalla en plena calle, en reclamo de condiciones de vida dignas que el cisheteropatriarcado impedía mediante su aparato de muerte y control policial, aunque también fue el inicio de una lucha hacia el interior del colectivo por la apropiación de un acontecimiento que tuvo en sus filas a cuerpxs trans y travestis, como aquellxs que enfrentaron primero a la policía, pero que luego fueron opacadxs bajo la consigna del “orgullo gay”. El orgullo virtual habilitó la posibilidad de revisar esa historia, pero también el presente y el futuro que ya reverbera.
Por Cristian Molina.
No fue, esta vez, una marcha del orgullo más. En Argentina, el orgullo 2020 se dio en el marco del Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio por la pandemia de Covid 19. Y los colores, los abrazos, las luchas de cada 28 de junio a nivel internacional, aquí se convirtieron en un orgullo virtual. Tuvimos que habitar y agitar desde las redes sociales, en una virtualidad que fue desde la salutación celebrante hasta el reconocimiento a militantes emblemáticxs de la comunidad LGBTIQ+ o la charla y debate en vivo sobre las reivindicaciones, problemas y cuentas aún pendientes en torno de nuestros modos de vida colectivos y singulares.
Por eso, cada 28 de junio, no es una fiesta meramente, sino que se pone en juego la historia de la comunidad LGBTIQ+, luego del acontecimiento que en 1969 desencadenó una red de protestas en New York, debido a una razzia policial contra la comunidad travesti, trans, lesbiana, gay y bi en el emblemático Dance-bar Stonewall de Christopher Street. Se trató de una auténtica politización de los cuerpos que se enfrentaron con la policía coimera y machista que acechaba a la colectividad desde hacía tiempo. Fue una verdadera batalla en plena calle, en reclamo de condiciones de vida dignas que el cisheteropatriarcado impedía mediante su aparato de muerte y control policial, aunque también fue el inicio de una lucha hacia el interior del colectivo por la apropiación de un acontecimiento que tuvo en sus filas a cuerpxs trans y travestis, como aquellxs que enfrentaron primero a la policía, pero que luego fueron opacadxs bajo la consigna del “orgullo gay”. El orgullo virtual habilitó la posibilidad de revisar esa historia, pero también el presente y el futuro que ya reverbera.
Me quiero detener en tres eventos que se dieron en Rosario ese mismo día. Son distintos entre sí porque provienen de historias y espacios, así como de cuerpxs diferentes de la comunidad LGBTIQ+ y de la sociedad. Pero entiendo que nos permiten resituar el orgullo en una pausa para pensarnos antes de volver a las calles. El primero fue un par de actividades que se desarrollaron en y desde la Secretaría de políticas sexogenéricas de la Facultad de Humanidades y Artes, que se tituló “Entre el patio, las aulas y la calle”. Me interesa esa articulación que propone el título porque desarma el lugar común de pensar irresponsablemente a la vapuleada Universidad Pública por las fuerzas privatizadoras del neoliberalismo bajo la idea tan europea de Academia, equiparándola con un espacio cerrado y meramente normativo. Si la Universidad Pública argentina, más allá de sus luchas internas de poder bien concretas y reales, ha demostrado algo a lo largo de la historia es justamente esa articulación entre adentro y afuera, entre aulas y calles, que casi todxs lxs cuerpxs disidentes sexofectivamente que la transitan, promueven en su historia y que nunca lxs dejan meramente en la institucionalidad de un espacio cerrado. La primera actividad consistió en plantar un Ginkgo Biloba como forma de restitución de un árbol removido en obras de recuperación patrimonial recientes, que había sido plantado por militantes gays que pasaron por la Facultad.
La segunda actividad fue una charla entre Gabby De Cicco, Javier Gasparri y Gabriel Giorgi que resulta muy significativa para atender a algunos de los problemas que dieron vuelta en distintas intervenciones del orgullo virtual: “Pensar Stonewall: acontecimiento, proyecciones, actualidad”. Hay varios puntos de esa charla que nos permiten no solo seguir pensándonos como colectivo LGBTIQ+, sino también revisar parte de ese acontecimiento que nos llega y sigue abierto desde 1969.
Javier Gasparri planteó, en este sentido, que se vuelve imperioso situar ese acontecimiento en una discursividad liberacionista más amplia que el hito cultural, en torno de las emergencias militantes y de luchas históricas de la comunidad que se daban a nivel mundial a fines de los años sesenta y principios de los años setenta. En esa temporalidad, también se constituía el Frente Homosexual de Acción Revolucionaria de París, pos mayo del ‘68; y en Argentina el Frente de Liberación Homosexual en 1971.
Gabriel Giorgi agregó que un año antes, en Estados Unidos, se había dado también una serie de marchas en contra de la policía, y que es justamente lo que se tiende a ocultar del relato oficial de Stonewall, que fue un enfrentamiento entre unos cuerpos marginales con el aparato de orden y control policial. Giorgi señala que también suele dejarse fuera el hecho de que Stonewall era un bar muy marginal, donde se realizaba trabajo sexual, era un Dance-bar, y que quienes primero enfrentaron a la policía fueron Marsha P. Johnson, activista trans, afro, drag queen y performer, así como Silvia Rivera, también una activista trans latina. Por ende, como en las actuales revueltas policiales en Estados Unidos, el componente racial -y no solo el de género, aunque también- estaba presente en Stonewall y fue invisibilizado luego bajo la retórica, de todos modos necesaria, del orgullo, del mismo modo que la comunidad travesti y trans fue puesta en segundo lugar u opacada por la reivindicaciones de los derechos “homosexuales”.
Stonewall, entonces, nos obliga a revisar y repensar no solo la historia de enfrentamiento con el cisheteropatriarcado, sino además, los problemas de la racialización y de la disidencia trans opacados dentro del propio colectivo y en tensión, siempre, con el aparato policial. Gabby De Cicco aseguró que las luchas de la comunidad siguen estando abiertas y que hoy, también, donde reverbera Stonewall es en torno de los usos de la lengua y, en particular, del lenguaje inclusivo. Gabby aseguró que no se trata de un gusto, que ese no puede ser el argumento, como si la cuestión fuera meramente esteticista, sino que de lo que se trata es del reconocimiento y de la posibilidad de nombrar a la comunidad no binarie, travesti o trans en el lenguaje, invisibilizada por el binarismo sexogenérico hegemónico en torno de lo masculino/femenino.
Para De Cicco, la posibilidad de nombrar es hacer que se le otorgue lugar a alguien que antes era innombradx o invisibilizadx. En este sentido, también propuso que se vuelve imperioso historizar los usos del lenguaje inclusivo que provienen de una larga historia de los colectivos trans y algunos feminismos que exceden esta aparición y expansión reciente del lenguaje propuesta por los feminismos actuales. Aseguró que la batalla está en reconocer esa historia y en evitar normalizar un lenguaje que tiende a una multiplicidad sexodisidente abierta. Stonewall reapareció en el orgullo virtual, entonces, como un retorno que revisó el lugar de la comunidad trans, travesti y no binarie.
Y eso regresó en el segundo evento que me interesa compartir: la “Marcha virtual ‘Basta de travesticidios”, que se llevó a cabo en La casa de las locas, como un intercambio entre la Comunidad trans Rosario, Varones trans Santa Fe, Red Diversa Positiva y Red Reparar. Lxs representantes fueron Morena García, Karla Ojeda, Jackie Romero, Pamela Rocchi, Fátima Rodríguez Lara, Bartolomeo Zabattero y Mirko Quevedo. En esa discusión, aparecieron varios problemas del colectivo trans y travesti, pero resultó significativo el desarrollo en torno de una de las consignas que se impuso en las marchas del orgullo de los últimos años, como conquista de su militancia: “basta de travesticidios”.
Karla Ojeda indicó que el concepto de travesticidio es social, porque la falta de alimentos (en la pandemia o no) para la comunidad es un travesticidio; la falta de viviendas dignas y propias, con alquileres precarios, que en la pandemia no se pueden pagar, porque no se trabaja en ese marco, es travesticidio; la imposibilidad de acceso a una educación de calidad o a formarse profesionalmente como cualquier ciudadanx argentinx, es travesticidio; la precariedad en la atención de la salud por parte del Estado, específicamente para las problemáticas trans, es travesticidio; la exclusión social del sistema laboral es travesticidio y la persecución policial es travesticidio, una que en democracia continúa.
En este sentido, Morena García señaló que no se pretende volver a la normalidad previa a la pandemia, porque esa normalidad lxs puso en las situaciones de vulnerabilidad en la que están; en este sentido “basta de travesticidios” no es un eslogan menor porque hay un dispositivo social que genera exclusión. Lxs travestis y trans están expulsadxs de la sociedad y eso es un travesticidio y transfemicidio de hecho, que no frena. En esta dirección recordó que esta fecha, el 28 de junio, es el resultado de una lucha que desencadenaron mujeres trans afros y latinas en Stonewall, que luego fueron invisibilizadas en las marchas de los años siguientes, de la misma manera que las identidades transgénero y travestis fueron vulneradas y opacadas dentro del colectivo LGBTIQ+.
Jackie Romero remarcó que las conquistas recientes, ley de identidad de género, matrimonio igualitario y cupo laboral trans tienen repercusiones diferentes y que, muchas veces, sobre todo en el caso del cupo laboral trans, si bien se consiguen algunos ingresos al mercado laboral, no se respeta lo que plantea la ley y, a veces, se termina convirtiendo en una discriminación positiva publicitaria para el entramado político, que le cambia la vida a pocxs. Por eso, indican, se hace necesario cada vez más insistir con políticas públicas que tiendan a la inserción en diferentes espacios, públicos y privados, de la comunidad travesti y trans como trabajadorxs con todos sus derechos garantizados. En esta dirección, Bartolomeo Zabattero sostuvo que es necesario que se avance sobre los dispositivos laborales que precarizan o directamente impiden el acceso al trabajo de la comunidad, y que para eso se hace necesario seguir militando por el cumplimiento del cupo laboral trans donde se haya instituido, pero también exigir al Estado provincial de Santa Fe que lo reglamente.
Fátima Rodíguez Lara insistió, en este sentido, con reclamar a los distintos niveles del Estado por políticas más inclusivas y Pamela Rocchi indicó que las diferencias políticas entre lxs integrantes de la comunidad no les impidieron seguir trabajando con alegría y juntxs para mejorar las condiciones de vida y que eso debe ser un horizonte a seguir, sobre todo luego de la pandemia.
En estas dos intervenciones virtuales del orgullo 2020, lo que se anudó, entiendo, fue el pasado histórico de las luchas del colectivo LGBTIQ+ con su presente, lo que implicó una revisión de la lucha, de lxs cuerpxs invisibilizadxs, así como de los problemas aún irresueltos, urgentes y vulnerables que requieren de la potenciación política de todxs sus integrantes, sin mezquindades identitarias, para hacer posible que todxs podamos tener acceso a formas de vida dignas. Nuestra generación de comunidad depende de la potenciación de los problemas más vulnerados del colectivo, sobre todo de las vidas travestis, trans, intersex y no binaries. Si el cambio cultural no es para todxs, no sirve de nada, es puro banner, como diría Moria Casán. Y no podemos permitir eso.
Al mismo tiempo que avanzábamos en estas discusiones, una tercera intervención concreta y en las calles, generó una noticia colectiva que se expandió en la red, durante el mismo día, para recordarnos que hay resistencias históricas a nuestra lucha, aún activadas, muy potentes y bajo una retórica y praxis del odio desmedido, a veces maquillado de patriotismo. Hubo situaciones bastante diversas en Córdoba y en Rosario. En ambas ciudades, se había dispuesto izar la bandera del orgullo. En Córdoba, de manera permanente en el Parque Sarmiento; en Rosario, en Plaza San Martín. Lo que supimos es que, en las redes virtuales, se convocó a impedir que “se reemplazara la bandera argentina por otra”. Ni siquiera se podía nombrar como bandera de la diversidad.
En Rosario, se presentaron cuatro personas durante el acto de izamiento, al que intentaron impedir, pero no pudieron por la contención de militantes, autoridades y guardia urbana municipal, que tuvo que monitorear durante todo el día que no se presentara ningún incidente. En Córdoba, fueron ex combatientes de Malvinas que, sin plantear su punto de vista ante ninguna autoridad, se presentaron como ciudadanos argentinos para sacar de modo autoritario del mástil principal del parque a la bandera de la diversidad, que había sido elevada en un acto oficial, con descubrimiento de placa en reconocimiento a la lucha de la comunidad LGBTIQ+. El resultado fue un enfrentamiento entre personas de nuestra comunidad, los veteranos que querían pasar por encima de una disposición municipal, la policía que mediaba y debía proteger a la bandera del lugar, la placa homenaje rota y una persona detenida por resistencia a la autoridad.
La imagen del mástil rodeado de policías para evitar que la bandera de la diversidad fuera quitada era impactante, al tiempo que nos obligaba a repensar cómo era posible que esa misma fuerza que de noche persigue a muchxs de lxs cuerpxs de la comunidad, estaba ahí protegiendo nuestra bandera. Una tensión temporal en presente. Porque justo ese día, el del orgullo, se ponía en acto el enfrentamiento de fuerzas, casi iguales a las de Stonewall, en lugares descolocadxs. Ex soldados enfrentados a compañerxs, y una bandera, nuestra, bien nuestra, custodiada por la policía. Si el rol de la policía cambiaba, amparada en disposiciones del orden político, la fuerza de ex soldados, considerados héroes, se trastornaba en los depositarios de un odio teñido de valores patrios. A nosotrxs, como señala el fragmento de un poema de Aldo Oliva, “Ese general Belgrano”, la palabra Patria siempre nos resultó una elección torpe del cisheteropatriarcado que nos dejó bastante afuera. De modo que no es imposible que en pos de la Patria, en el tiempo por venir, intenten bajar nuestras banderas y nuestras luchas. Por suerte, los veteranos de guerra de Rosario sacaron un comunicado para desligarse de esos actos tan atroces. Un llamado de atención, un hecho que reenvía a ese enfrentamiento de cuerpxs que fue Stonewall, pero trastocado, ahora con la policía defendiendo nuestra bandera, aunque sabemos que eso es solo en este caso, porque a la noche volveremos a ser las presas preferidas de sus razzias.
Sin embargo, el tiempo señala que la lucha está no solo abierta, sino que estamos ganando algo en el vaivén de una transformación cultural todavía en marcha. Aunque no podamos salir a las calles y tuvimos que hacer este orgullo virtual, no solo pudimos pensarnos y plantear colectivamente nuestras luchas y problemas a resolver, sino que no dejamos bajar nuestras banderas. No sé cómo lo ven ustedes, pero para mí, no es poco, y auguro, compañerxs, que el futuro será nuestro y no binarie, por prepotencia de luchas, sufrimientos, alegrías y orgullo.
Fuente: https://www.enredando.org.ar/2020/07/01/orgullo-virtual/