Desde muy pequeñas las niñas y adolescentes travestis y trans han sido sistemáticamente expulsadas de sus hogares por sus propias familias. El rechazo a sus identidades por la desinformación, los prejuicios, o por no responder al mandato establecido, son algunas de las excusas. O por salirse del “camino del señor”, entre otras violencias que terminan arrojándolas a la calle y al abandono.
Por Gabriela Mansilla, fundadora y presidenta de la organización Infancias Libres.
Muchas veces la expulsión tenía que ver con no soportar vivir así, obligadas a ser quienes no son, soportando correctivos y represión, y eran ellas las que se marchaban sin que nadie de su familia fuera a buscarlas. A esto se le suma la migración de las compañeras desde las provincias del interior del país hacia Buenos Aires, y la pobreza estructural que encuadra estas vivencias. El Estado nacional ha estado ausente para ellas durante décadas.
Lo más triste es que el abandono de estas niñas y adolescentes no es cosa del pasado. En esta realidad viven muchas de nuestras hijas trans y travestis.
La estadística del libro “La Revolución de las mariposas”, publicado en 2017 por el Ministerio Público de la Defensa de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, arroja unos números terribles y alarmantes.
Edad en que se iniciaron en el sistema prostituyente quienes hoy son adultas:
29,6% entre los 11 y 13 años
46,1% entre los 14 y 18 años.
24,3% 19 años y más.
Esto significa que el 75.7% que sobrevive de la prostitución lo hace desde una edad inferior o igual a los 18 años.
El ingreso al sistema prostituyente también guarda relación con el nivel educativo alcanzado. Cuanto mayor es éste, el inicio es más tardío.
Mi pregunta es: ¿Dónde estaban las familias de estas niñas? ¿Qué hizo el Estado?¿Por qué nadie registró que no estaban escolarizadas?¿Qué hicimos como sociedad para que esto suceda?¿Por qué sigue pasando? ¿Cómo poder evitarlo?
¿Qué podemos hacer hoy en día las familias que tenemos una hija trans travesti para que no se repita una y otra vez esta historia?
“Si hay una niña trans en la calle, toda la sociedad es responsable”
Nos falta reflexionar mucho, falta darnos cuenta de que si hay una travita o niña trans en la calle es porque no está en su casa ni en la escuela. Está allí porque nadie se ha dado vuelta a mirarla. Socialmente es un lugar destinado, un lugar que deben ocupar por ser trans y travestis y ya no podemos seguir así.
Toda la sociedad es responsable, todes somos quienes las hemos puesto ahí. Nadie las ha ido a sacar de ese lugar. Qué nos ha pasado como sociedad que no hemos podido ver el peligro que esas niñas y adolescentes sufren. ¿Cómo podemos arrojarlas a que padezcan tantas violencias y vejaciones siendo niñas? ¿Que nos está pasando como humanidad?
Deberíamos unificar las luchas. Así como desde varios espacios feministas gritamos “niñas, no madres”, deberíamos gritar “niñas trans travestis no prostituidas”, porque son simplemente niñas.
¿Podemos pensar que la prostitucion no es un trabajo para las adolescentes? ¿Podemos reconocer que una menor de edad debe estar protegida?
Hablemos de lo que siempre se ha tapado, ¿Por qué el escudo del patriarcado sigue protegiendo a los prostituyentes? No se habla de los varones cis pedófilos. No tienen repudio social, no hay persecución ni denuncias. Los vecinos y vecinas parecen no ver al varón que va en busca de una niña travesti trans. La sociedad que encubre históricamente este delito es cómplice al igual que el Estado.
Cómo dice nuestra compañera travesti Florencia Guimaraes: ¿quiénes son esos varones prostituyentes? Porque parecen ser fantasmas, y no lo son, viven a nuestro lado, esos hombres que se van de “putas” suelen ser nuestros padres, nuestros amigos, los hermanos, nuestras parejas, compañeros de trabajo, son ellos mismos quienes consumen a una niña travesti/trans.
Debe ser inmediatamente borrada la idea de “trabajo sexual” cuando hablamos de menores de edad. Debe ser enérgico el reclamo de protección desde el Estado. Nos urge que el grito sea lo suficientemente potente para que se escuche la necesidad y el pedido de auxilio. Porque las familias de estas niñas no queremos más este destino para ellas.
“Lo hacen porque les gusta”, dicen. ¿En serio? ¿Les parece que les gusta estar ahí ?¿Creen que una niña está de acuerdo que abusen sexualmente de ella varones adultos? ¿Qué mente perversa puede albergar ese pensamiento al hablar de niñas? Realmente creen que una adolescente de 13 años, o a veces menos, “elige” ser prostituida? A ellas les han robado todo. Porque han sido despojadas del amor, del abrazo, de su inocencia y hasta de sus juegos, han sido arrojadas a la prostitución con violencia sin una gota de humanidad, mucho menos de amor y responsabilidad.
Hay tantas cosas que debemos revisar, tantos discursos que desenmascarar, tanto negocio que denunciar.
Sin ir más lejos, hay un sistema armado para que las niñas y adolescentes travestis y trans no estén paradas en las aulas de las escuelas, porque sus cuerpos le sirven más siendo explotados sexualmente en las esquinas. Las travitas en las aulas molestan, incomodan, ponen de manifiesto con su sola presencia la falta de derechos y denuncian un perverso adoctrinamiento.
El sistema educativo al expulsar a las niñas y adolescentes travestis y trans se convierten en cómplices para que estas terminen en el sistema prostituyente.
La acumulación de tantas violencias lleva a estas niñas a tener una expectativa de vida menor a 40 años.
“Empecemos por abrazarlas en cada hogar”
La realidad que vive el colectivo travesti/trans desde la infancia es cruel, hasta ignorado por la mayoría de la sociedad pero hoy hay una posibilidad de cambiarlo. Se puede cambiar cuando cuando la familia se hace responsable, abraza y acompaña; cuando se le exige al sistema educativo que respete las leyes que el colectivo travesti trans consiguió; cuando el Estado escucha el reclamo de sus ciudadanes, y se pone en agenda lo que nunca antes se contempló. Ahí se puede tener una esperanza.
¿Cómo vamos a hacer para sacar a las niñas y adolescentes trans y travestis del sistema prostituyente? Empecemos por abrazarlas en cada hogar, que sus familias las amen, que las escuelas las abracen y les respeten. Formemos y eduquemos a los varones cis, para que no crean que pueden hacer de sus cuerpos lo que ellos quieren, educando a una sociedad para la igualdad de derechos.
Hacer fuertes a nuestras hijas es obligarlas a resistir el odio de esta sociedad. Ellas no están a salvo, el odio opaca a cada instante toda nuestra esperanza, y la rabia nos alimenta la lucha, porque no vamos a negociar la vida de nuestras hijas jamás. Intentaremos torcer el brazo al sistema. Basta de niñas pasando hambre, sintiendo frío, humilladas, despojadas de todo, manejadas por un mundo adulto y pedófilo que les hace creer que eso es lo que merecen. Y lo peor es obligarlas a que se resignen, que terminen creyendo que no hay nada que las salve.
La falta de valoración de la vida de las travestis y trans. Esto es parte del travesticidio y transfemicidio social. No hay intención de cambiarlo, pero aquí estamos sus familias. Ya no son “las sin nombre”, las que nadie reclama, las olvidadas desde niñas. Las que no quieren ver y respetar.
No vamos a permitir que les sigan robando la inocencia, la libertad y la vida a nuestras hijas trans travestis.
Es obligación de todos, todas y todes hacer algo ya, porque es urgente. Podemos hacerlo en este mismo momento. ¿Qué estamos esperando? No seas cómplice.