Las relaciones con el FMI son más gravosas de lo que creía el gobierno. De los EE.UU. vienen propuestas que rememoran tiempos peores. La fuga de capitales no se detiene mientras que dólar e inflación se realimentan mutuamente. ¿A dónde iremos a parar?
Un programa radial que presume de récords de audiencia suele preguntarse cada mañana ¿Cómo está la calle? Y lo cierto es que la incertidumbre que se arrastra desde hace ya cuatro meses ha trocado en nerviosismo y decepción, que se acrecientan con los vaivenes del dólar, los índices de inflación, los mensajes contradictorios y ahora con el debate sobre la recordada y nefasta convertibilidad.
Nosotros podríamos preguntarnos ¿Qué piensa la calle? Frente a la espiralización del tipo de cambio y los índices de precios puede preguntarse con lógica memoriosa ¿No iremos a otra hiperinflación? Frente a la fuga de capitales y a la decisión del Fondo de postergar el desembolso de 3000 millones de dólares que debiera haber hecho este lunes ¿Iremos a un nuevo default?
Con amigos así…
La calle percibe que un gobierno amigo de los mercados no logra controlarlos, o como dicen algunos periodistas el gobierno más pro-mercado que hayamos tenido nunca está siendo jaqueado por esos mismos mercados.
Se percibe también que desde el momento mismo que asumiera el gobierno declaró que volvía al mundo pero este no lo gratificó con la esperada lluvia de inversiones. En esta crisis iniciada en abril pasado los principales funcionarios gubernamentales y los medios de comunicación se cansaron de afirmar que los grandes países y los organismos internacionales apoyaban al país.
Así fue que con el decidido apoyo de la directora del FMI, Christine Lagarde, y el aval del presidente Donald Trump, se firmó una cuerdo de préstamo que por su monto, 50.000 millones de dólares, y su extensión, 36 meses, es excepcional. El acuerdo incluía un rápido desembolso de 15.000 millones y luego cuotas trimestrales de 3.000 hasta finalizar el 2019, quedaban 17.000 para los años 2020 y 2021. Todo a cambio de una ajuste de 300.000 millones de pesos que llevaría a 1.3 punto del PBI el déficit fiscal pata el año entrante.
Sin embargo los mercados no se dieron por enterados. El tipo de cambio siguió su trepada, la inflación se espiralizó y el riesgo país se mantuvo en torno a los 700 puntos básicos. Ocurrió que se dieron cuenta que los montos involucrados no cubrían la reconversión de las Lebacs y los vencimientos de las Letes, el supuesto de la Secretaría de Hacienda era que los tenedores de estas últimas las renovarían en su totalidad, cosa que hasta ahora no ha ocurrido. Por lo tanto la deuda no parece sustentable
El callejón de los acuerdos
El acuerdo firmado el 20 de junio aumentó la vulnerabilidad de nuestra economía y en poco tiempo se transformó en letra muerta. Un nuevo acuerdo comenzó a trabajarse, consistente en que el Fondo adelante los desembolsos correspondientes a 2020 y 2021 y tal vez un refuerzo, en contrapartida el ajuste sería de 500.000 millones llevando el déficit del 2019 a cero. Aquí es donde juega un papel central la discusión sobre el presupuesto para el año que viene.
Pero todo está un poco empastado. A comienzos de la semana pasada Lagarde declaró en el Financial Times que la política monetaria debía tener “claridad, transparencia e información para los mercados” y luego completó que se estaba “…reexaminando el acuerdo” y que el adelanto de los desembolsos dependía de “…si el gobierno Macri incluye reformas serias en su plan”. Un apriete al BCRA y una advertencia al presidente.
A mediados de semana se conoció por boca de la canciller Angela Merkel, que Alemania (5% de las acciones del FMI) no apoyaba el pedido de Argentina; el jueves se viralizó un video en el que el director del Consejo Económico de EEUU, Larry Kudlow, afirmaba que la salida para el país era una “nueva convertibilidad” y que el Tesoro de EEUU estaba “comprometido en el tema”. Dos días antes una reconocida columnista del Wall Street Journal afirmaba “Argentina necesita dolarizar”, agregando que el problema era que “…todavía tiene un Banco Central”. Todo ha sido desmentido desde aquí, pero cuando el río suena…
La calle percibe que hay un debate entre el FMI y la Administración Trump acerca de qué hacer en Argentina. Mientras que el Fondo quiere equilibrar las cuentas, dejar libre la flotación del dólar, garantizar el pago de los servicios de la deuda y avanzar en las reformas, el gobierno de EEUU agrega una mirada geopolítica: busca blindar la economía del país frente a la avanzada de China en la región.
La calle se pregunta: ¿Será que las decisiones económicas se están decidiendo en Washington sin la participación de nuestro país? ¿Si hay nuevas “ayudas”, qué pedirán a cambio? ¿Si se adelantan los fondos, cómo se financiará la deuda después del 2019? ¿Vamos a un nuevo default? La combinación de los Gloriagate y el derrumbe de las acciones de empresas argentinas en Wall Strett ¿no terminará abriendo el camino a las grandes corporaciones norteamericanas en una nueva oleada desnacionalizadora?
Dos años de recesión
Según el proyecto de presupuesto presentado en el parlamento, supervisado por el FMI, este año la economía caerá 2.7% y el entrante -0.5, dos años consecutivos de recesión. La deuda será a fin de este año del 87% del PBI y los intereses el 18% del gasto público, mientras que Salud, Cultura, Educación y Ciencia y Técnica sufren un fuerte recorte. Caída de salarios reales, creciente desocupación, más pobreza, lo promete el presupuesto.
Según rumores el FMI estimaba una caída del 1% para el 2019 mientras que Economía decía que sería neutro. Finalmente acordaron dibujar un -0.5. ¿Será cierto?
¿Adónde iremos a parar?