Julio López
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United desalojos of Benetton
Por ((ivpress)) - Wednesday, Apr. 23, 2003 at 1:23 PM

Fue en esos mismos campos. El grueso de la Campaña al Desierto se había perpetrado y la derrota mapuche ya era un hecho. Pero varios lonko, entre ellos Inakayal, Foyel, Sayweke, Kumilao y otros habían acordado “no entregarse ninguno a las fuerzas del gobierno” y “pelear hasta morir”. Corría 1883 y los kona todavía gambeteaban a las tropas de línea que el general argentino Vintter había despachado en su búsqueda.

Por entonces, el antiguo territorio de los pewenche era un hervidero de fortines: Chos Malal, Junín de los Andes, Chacabuco, Pulmarí, Huechulafquen, Loncopué, Pino Hachado, Covunco... Nadie recogía ya los piñones del pewen y las manzanas maduras tapizaban los potreros vacíos. Los mapuche llevaban consigo sus toldos y animales. Ancianos, jóvenes, mujeres y chicos buscaban en las tierras del sur la libertad que el winka quería cercenar.


Fue en esos mismos campos. Amenazados por el norte y por el este, los kona apenas si abandonaban sus ruka para bolear guanacos y choike. Sabían lo que sucedía cuando los destacamentos de soldados encontraban sin defensa a sus zomo y pichikeche. No había alambrados por entonces, la estepa era del viento y los kawej. Las ovejas no habían llegado todavía, este rincón de la Patagonia representaba la transición entre mapuche y gününa küna. Los primeros vivieron para contarlo, los segundos...


Unos años antes, hacia 1869, un inglés había acompañado a un grupo de tewelche (patagones decía él) que venía desde muy lejos a comerciar a la ruka de Sayweke. Escribió el viajero que el gran lonko levantaba su bandera cerca de donde hoy está San Martín de los Andes. Durante la prolongada travesía, al norte de Esquel (Esgel kaik) la columna tewelche se econtró con la gente de lonko mapuche Kintuwal. Juntos avanzaron hasta Cushamen, allí mismo donde hoy (marzo de 2003) la Justicia intenta desalojar a una familia mapuche, en el paraje Vuelta del Río.


En cercanías de Chenqueniyen o de Las Bayas, aquella partida se topó con la gente del lonko Foyel, que aguardaba para seguir hacia el norte del río Limay. La Ruta Nacional 40 que corre paralela a la cordillera de los Andes, se construyó en buena parte de su traza sobre la ancestral vereda que mapuche y tewelche utilizaron durante siglos para intercambiar mercancías, guerrear o practicar acuerdos políticos.


En aquella ocasión, las mujeres mapuche entonaron tayül de bienvenida para sus vecinos. Los jinetes de ambos pueblos se homenajearon recíprocamente, los waiki de los mapuche horadaron el cielo para auyentar a los wekufe y los rifles de los tewelche tronaron sobre la escena. Todavía faltaban 10 años para que el gobierno de Buenos Aires decidiera emprender su Campaña al Desierto.


A esos mismos campos que durante milenios albergaron entreveros, boleadas, kamarikün, encuentros entre pueblos diferentes, nacimientos, intercambios mercantiles y muertes, llegaron a fines del siglo XX los Benetton, con la prepotencia de su dinero. Los de los “colores unidos” y la publicidad multirracial, los mismos que propiciaron el desalojo en septiembre de 2002 de los Curiñanco Nahuelquir, una familia mapuche que se había instalado en el cuadro Santa Rosa, Leleque, provincia de Chubut.


No permitieron que los desalojados retornaran a su mapu. Son Luciano, Giuliana, Gilberto y Carlo: Benetton Hnos. Gracias al imperio del neoliberalismo, se habían quedado con la antigua Compañía de Tierras del Sud Argentino, una bicoca de 750.000 hectáreas que se distribuyen entre Río Negro y Chubut. Sólo la estancia El Maitén tiene 100.000 hectáreas. Los hermanitos poseen aquí 250.000 ovejas que producen 1.200.000 kilos de lana. Esa materia prima abastece el 10 por ciento de las fábricas textiles del grupo, ninguna de las cuales está instalada en la Argentina.


Precisamente, Rosa Nahuelquir era una obrera textil que quedó desocupada cuando el establecimiento fabril que durante décadas funcionó en Esquel, cerró sus puertas. Con la indemnización que le dieron compró plantines, animales de granja e instrumentos de labranza. Nada respetaron los policías de Chubut cuando procedieron a desalojarla, aprovechando que los hombres estaban trabajando en el campo. United desalojos of Benetton.


El grupo itálico considera suyo al cuadro Santa Rosa. Los europeos ejercen la propiedad privada de las tierras que antaño galoparon Sayweke, Foyel, Inakayal en su postrer resistencia. No pueden permitir que los mapuche recuperen aunque sea un mínimo de su territorio ancestral. Necesitan que trabajen en sus establecimientos como peones por 150 o 200 pesos al mes. No pueden permitir que nada amenace la vigencia de las reglas capitalistas, menos aún un emprendimiento de espíritu autogestivo.


Por eso la Sociedad Rural de Esquel puso el grito en el cielo. ¡Un atentado a la propiedad privada! La Compañía de Tierras del Sud Argentino jamás mensuró esos cuadros y por eso es discutible –inclusive desde la perspectiva winka- que el campo en litigio sea efectivamente patrimonio de los Benetton. Pero en realidad, ese hecho es una anécdota. ¿Qué sucedería si una cantidad apreciable de los mapuche que se apiñan en los barrios más castigados de las ciudades patagónicas regresaran al campo? Que no cunda el ejemplo, doctor... Faltaba más, señor administrador...


Cuando la Policía desalojó por la fuerza a los Curiñanco Nahuelquir el asunto dejó de limitarse a un litigio entre particulares para convertirse en un conflicto entre el Estado, el Grupo Benetton y todo el pueblo mapuche. La conquista, el capital, el lucro, la corrupción, la hipocresía, la explotación y la violencia se esconden del alambrado para allá. La resistencia, la igualdad, el respeto a la naturaleza, la solidaridad y la dignidad se paran del alambrado para acá. Curiosamente, poco más de un siglo después, la pelea se sigue dirimiendo allí, en esos mismos campos.

A.M.

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