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Crónica de Robert Fisk desde Bagdad. 9-4
Por R.fisk - Wednesday, Apr. 09, 2003 at 2:12 PM

Doble ataque estadunidense a periodistas; tres mueren Amplias zonas de Bagdad, bajo control iraquí La sede de Al Jazeera y un hotel con corresponsales, los blancos; había francotiradores: Pentágono



Robert FISK Enviado especial en Irak

Bagdad, 8 de abril. El día 20 de la guerra estadunidense por la liberación de Irak fue también de fuego, dolor y muerte. Comenzó con el ataque de dos aviones de combate A-10 que surcaron los aires como acróbatas uniendo casi las puntas de sus alas. Los aparatos se enfilaron rociando azufre ardiente en el cielo para volverse indetectables a los cohetes sensibles al calor antes de apuntar su carga hacia el Ministerio de Gobierno y saturarlo de uranio empobrecido.

El día concluyó en los corredores de un hospital manchado de sangre, con tres corresponsales extranjeros muertos y otros cinco heridos.

Los A-10 pasaron por la ventana de mi habitación; tan cerca que pude ver el cristal cóncavo que cubre la cabina y lo que parecía un rastro de estrellas dejado por sus alas. Era una actuación mágica y peligrosa, digna de cualquier exhibición aérea, de no ser por su intención infernal.

Pero cuando dispararon las municiones de uranio empobrecido fabricadas para emplearse exclusivamente contra armamentos pesados sobre el ya destruido Ministerio de Planeación iraquí, el efecto fue sorprendente. Los disparos de los A-10 suenan como si alguien arrojara muebles muy pesados de madera en un cuarto vacío, una especie de rugido final, antes de que las municiones impacten en el blanco.

Cuando esto ocurrió, el ministerio pintado de rojo -un adusto y siniestro edificio ubicado al lado del puente Jamouriya, sobre el río Tigris, que sospecho era un cuartel de la inteligencia iraquí- se encendió entre puntos de luz roja y anaranjada. Del edificio salió una enorme y densa nube de humo blanco, formada en gran parte por los gases pulverizados del uranio empobrecido a los que muchos médicos y veteranos de guerra atribuyen numerosos tipos de cáncer. Después, una formación de jets F-18 sobrevoló Bagdad tan bajo que uno podía sentir la seguridad de sus pilotos. Un solo misil antiaéreo surcó el cielo gris, una brillante luz roja moviéndose a velocidad inusitada, pero mucho más lenta que los jets estadunidenses.

Fue entonces cuando noté los tanques sobre el puente Jamouriya. Eran dos M1A1 Abrams, uno en el centro del puente y otro estacionado en el primer montante del mismo. Se trataba de otra pequeña operación de reconocimiento, según nos anunciaron los estadunidenses, pero parecía mucho más. Dado que la tercera división de la infantería estadunidense está concentrándose en la ocupación de la zona suroeste de la capital, del lado occidental del río Tigris, inevitablemente debe trasladarse hacia el este, cruzando el puente Jamouriya y también, sin duda, el puente Rashid en el norte, y después el río Ahrar.

Llegué al extremo este del puente Jamouriya hora y media más tarde; una ancha y desierta carretera de cuatro carriles que se extendía a través del río, cuya curvatura ocultaba los tanques estadunidenses que estaban del otro lado. La escena tenía una semejanza triste con la película épica A un puente de distancia, de Attenborough, que relata el desastre de Arnhem. En ella, un oficial británico cruza lentamente llevando un paraguas para tratar de divisar a los alemanes al otro lado. Pero yo sabía que los estadunidenses estaban del otro lado, por lo que crucé el puente a toda velocidad hasta llegar al otro extremo.

Esto me llevó a una revelación notable. Mientras los bombarderos estadunidenses surcaban el cielo, mientras la tierra retumbaba con las explosiones, mientras tanques estadunidenses se apostaban sobre el río Tigris, amplias áreas de Bagdad -lo cual es sorprendente considerando que los estadunidenses afirman estar "en el corazón" de la ciudad- permanecen bajo control de Saddam. Atravesé el puente Bab Al Moadam a través de Waziriya y bajé por la calle Magreb hasta la plaza Antar para llegar al distrito de Mansour, donde los familiares de 11 civiles iraquíes caídos en la matanza del lunes seguían tratando de desenterrar de entre los escombros al mayor número de parientes. El lunes, los estadunidenses usaron cuatro bombas de 900 kilos con las que desmembraron, sobre todo, a familias cristianas, en un vano intento por matar a Saddam.

También había gente en las calles: vendedores de cigarros, hombres y mujeres formados para la distribución de pan y combustible, incluso un autobús de la ruta 55. Y en cada esquina había soldados, policías armados y guardias milicianos llevando el uniforme negro que caracteriza a los fedayines de Saddam. Había armas de fuego amontonadas bajo los pasos a desnivel; demasiadas armas debajo de demasiados pasos a desnivel, y camiones militares que yo trataba de evitar o rebasar a gran velocidad. En total conduje 24 kilómetros por Bagdad e incluso crucé el río Tigris hacia el oeste de la ciudad. Y cuando llegué al punto en que se suponía que vería el primer puesto de control estadunidense en Mansour, no había estadunidenses por ningún lado.

De regreso, al pasar por el puente Ahrar, me topé con una multitud de curiosos que estaban sobre un parapeto mirando entre divertidos y temerosos los tanques estadunidenses. ¿Qué no saben lo que le está pasando a su ciudad? O bien (y esta es una idea que me ha perseguido en los últimos días) ¿será que a los pobres de Bagdad se les tiene sumidos en una ignorancia tal de los hechos que no se han percatado de que los estadunidenses están a punto de ocupar su ciudad? ¿Es posible que los vendedores de cigarros y los que hacen fila para el pan y los conductores de autobús no sepan lo que hay río abajo, sobre la ribera del Tigris?

Regresé al hotel Palestina angustiado y a alta velocidad. El extremo oeste del puente Jamouriya estaba custodiado por un solo policía, y cuando llegué al hotel vi el humo de la bomba que los estadunidenses acababan de disparar contra la oficina de Reuters. El proyectil se robó la vida de dos personas, además del camarógrafo de Al Jazeera que murió horas antes, cuando los estadunidenses atacaron su oficina.

Pese a que en dos ocasiones distintas el gobierno estadunidense aseguró que no atacaría a la televisora, la base de operaciones de Al Jazeera quedó destruida. Apenas una hora después, uno de los tanques sobre el puente Jamouriya disparó. Hay información de que 18 civiles, entre ellos 15 mujeres, estaban todavía la noche del martes escondidos en un sótano cerca de aquí, a la espera de ser rescatados.

El Comité Internacional de la Cruz Roja ha tratado de sacar de Bagdad un convoy de ayuda, pero se informó que los estadunidenses, de manera inexplicable, han prohibido que estos vehículos atraviesen la ciudad. En un momento dado, los trabajadores de la Cruz Roja esperaban poder llevarse a un reportero de la televisión española gravemente herido -su pierna quedó destrozada por un proyectil lanzado desde el tanque que explotó en el hotel, justo debajo de su oficina-, pero murió por la tarde.

El comandante de la división de infantería a la que pertenecen los tanques emitió una declaración en la que sugirió que los camarógrafos de Reuters estaban actuando como francotiradores y dispararon contra el tanque estadunidense, aseveración tan extraordinaria y falsa que ha provocado protestas de periodistas en todo el mundo.

Al atardecer, los jets regresaron. Dos F-18 volaron repetidamente a lo largo del tigris para bombardear y volver a bombardear la muy golpeada torre de la central de telecomunicaciones de Bagdad, que lleva mucho de haber sido destruida. Tal vez pretenden hacer que la estructura se derrumbe completamente. Cuando cesaron momentáneamente los ataques aéreos el humo de las explosiones y de los depósitos de petróleo en llamas volvió a cubrir Bagdad. Se oía una voz grabada y emitida desde un altavoz circular por la calle Saddun. "Dios es grande", "Dios es grande", "Sólo hay un Dios, y Dios tiene un profeta, Mahoma." Luego los perros empezaron a ladrar.

No sé que tienen los perros callejeros de Bagdad, pero siempre saben cuando van a volver los bombarderos. ¿Serán cambios en la presión del aire, o algún decibel inaudible para los humanos? Los perros tenían razón. Siempre que aúllan uno sabe que los bombarderos están por regresar. Aullaron y ladraron mientras caía la noche. Quince minutos más tarde incluso nosotros, los seres humanos superiores, pudimos oír el ruido de las explosiones provenientes del sur de Bagdad.

©The Independent

Traducción: Gabriela Fonseca

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