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Miriam Alvarez, profesora mapuche de teatro
Por ((ivpress)) - Friday, Aug. 01, 2003 at 6:38 PM
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“TENEMOS LA POSIBILIDAD DE CREAR UN LENGUAJE ARTÍSTICO PROPIO”

A los 14 años Miriam Alvarez comenzó ha hacer teatro en su ciudad natal, Bariloche, y a los 18 partió rumbo a La Plata para estudiar Formación Actoral y cursar en magisterio y el profesorado en la Escuela de Teatro. La lejanía le ayudó a encontrar sus raíces mapuche. En el 2000 trabajó con pobladores del paraje Trompul, de la comunidad mapuche Curruhuinca (Neuquén), en la representación del mito de Kai Kai y Tren Ten. Actualmente coordina dos grupos de teatro integrados por jóvenes y niños mapuche en Bariloche y El Bolsón, respectivamente. En esta entrevista habla sobre esas experiencias y el desafío que asumió: crear un lenguaje teatral mapuche.

“Al principio la relación con el teatro no fue muy comprometida – relata Alvarez –, si bien estudiaba y quería que me vaya bien, como en todo lo que emprendía, no veía claramente qué podía hacer. El hecho de estar lejos, tal vez, hizo que empezara a mirar para este lado y cada vez que venía le preguntaba cosas a mi vieja, que es de la comunidad de Cushamen (Chubut). Empiezo a tomar un compromiso con la cuestión mapuche y a ver que puedo hacer algo desde el teatro. Realmente ahí me empieza a cerrar todo: mi identidad como mapuche y mi relación con el teatro.

Estudiando el magisterio me conecté con una organización mapuche de Neuquén, Newentuayiñ, y cuando se enteraron que soy maestra de teatro me contaron que habían empezado a hacer teatro con un grupo de nenes y me propusieron que me acerques. La idea me interesó y en el verano (del 2001) viajo a Neuquén a trabajar con un grupo de nenes y probar.

Ese verano también fui a una comunidad en Zapala (Neuquén), y la gente del campo tiene otros códigos, se mueve de otra manera. En Buenos Aires si uno no ocupa un lugar te aplastan y más en la Escuela de Teatro, siempre tenías que poner las luces enfocada a vos. Y el viaje me hizo ver que si ibas a otro lugar tenías que respetar esos códigos e incluso cambiar la postura en el cuerpo. También cosas simples que para mí eran sumamente valiosas, por ejemplo: el mate siempre empieza por la derecha y siempre te lo doy en la mano.”

Eso te llevó a investigar.

MA: Más que nada la cuestión corporal, los gestos, porque veía ese contraste. Volví a Buenos Aires, y fui a vivir a Capital, donde vez caminar a alguien te das cuenta que es porteño y ese otro no. Las maneras de caminar, de mover las manos, los tonos de voz. Lo mismo pasa con nosotros, los mapuche, así seamos del campo o de la ciudad.

Después pude explorar más porque obtuve una beca del Fondo Nacional de las Artes para hacer un taller de teatro en la escuela del paraje Trompul, en la comunidad Curruhuinca. Lo que era, no sé si llamarlo paradójico, es que cuando nos poníamos a conversar, les decía: “Yo soy mapuche, siempre viví en la ciudad, pero que estoy en la búsqueda de mi identidad...” y ellos ni siquiera utilizaban el “Mari mari” (saludo). Fue complejo en ese aspecto, porque no es que la gente en la comunidad no era consciente de que son mapuche pero tampoco tienen que andar todo el tiempo diciendo que son mapuche, es una realidad distinta a la del que vive en la ciudad. Entonces sirvió para que nos empezáramos a cuestionar ¿qué es esto de ser mapuche? Ahí se me clarificó que es posible que el teatro sirva como herramienta para la reconstrucción de nuestra identidad.

¿El Pueblo Mapuche tenía alguna tradición teatral?

MA: La idea del teatro en los mapuche no está, nunca me han contado algo así. Lo más cercano que me contaron son los kollones, que son dos personas que se ponen máscaras de madera. En las ceremonias los kollones representan espíritus – pilli – que les hablan a los che – personas –. Por lo que me cuentan es bastante dramatizada la cosa, la gente está en un círculo o en un semicírculo y los kollones le hablan retándolos. Si uno lo ve de afuera es como que los están retando por las cosas que uno no está haciendo como che.

También hay una tradición de relatos.

MA: Que también es válido. Pero tampoco me interesa encontrar si es que existía el teatro como lo entiendo desde lo que estudié sino que lo que estudié me sirva, y si lo tenemos que transformar, lo transformamos. De ahí sale lo de mapuchizar las cosas winkas.

En los relatos orales las abuelas o los abuelos cuando te lo cuentan cambian las voces, hay como una representación, si uno quiere tomar eso. Las formas de contar son muy importantes en nosotros y se crea todo un clima.

Hay una puesta en escena.

MA: Claro, si uno quisiera podría decir eso, hay toda una puesta en escena con los epew (cuento).

¿Conoces otras experiencias de teatro similares mapuche?

MA: Los guluche (gente del oeste, actual Chile) que vinieron para al Wefkvletuyiñ (1º Encuentro de Arte y Pensamiento Mapuche, realizado en Bariloche en febrero 2002) trajeron dos obras de teatro. Ellos son del grupo teatro Folil Kan, pero es distinto a lo que quiero hacer. Me pareció sumamente interesante lo que hicieron, porque rescata el idioma y cuenta historias de lo que son nuestros lamuen (hermanos) en el campo. Tal vez lo que influye es que los chicos les interesó utilizar como herramienta tanto el teatro como la música, porque además tienen el grupo de música Kinkache. En cambio más que utilizar el teatro como herramienta busco la posibilidad de crear un lenguaje teatral propio.

Es un desafío mucho mayor.

MA: El objetivo es que uno vea una obra de teatro nuestra y entienda que es mapuche por nuestros signos, por nuestros códigos, no porque cuente una historia mapuche.

¿Cómo es la dinámica de trabajo en los grupos que coordinas?

MA: Trato de trabajar mucho desde lo que la gente va proponiendo, porque en el teatro nuestro instrumento es el cuerpo, siempre se machaca mucho en esa parte y nosotros, a la mirada del occidental, no tenemos tantos gestos. Supuestamente no somos muy gestuales y expresivos y todo eso. Pero que son otros gestos.

El silencio por ejemplo.

MA: Creo que en ese silencio se cuenta muchísimo. De hecho, nuestras posturas y maneras de relacionarnos con el mundo en la cuestión gestual uno puede ver el sometimiento que hemos tenido.

Trato que los mismos lamuen puedan ir haciendo gestos que tengan que ver con nosotros. En vez de ir ordenando y disciplinando el cuerpo dejamos que vayan saliendo las cosas que tenemos y entre todos prestar atención y registrarlas.

¿Sabes de otros Pueblos Originarios que hayan hecho este tipo de exploración?

MA: Sí, algunas cosas he leído, pero no lo hacen desde el lugar del que te digo sino desde una forma más didáctica. En México hay una experiencia, no me acuerdo el nombre del pueblo. No lo descarto, entiendo que sirve y que es útil, pero me parece que tenemos una posibilidad de crear un lenguaje artístico propio.

Hernán Scandizzo

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