Bolivia, Huanuni: las mineras del momento justo : Argentina Indymedia (( i ))

versión para imprimir - envía este articulo por e-mail

Bolivia, Huanuni: las mineras del momento justo
Por sebastian hacher ((i)) - Saturday, Nov. 08, 2003 at 11:52 PM
sebastian@riseup.net

Las mineras (y los mineros) del instante preciso en el que cayó Sanchez de Losada

1boltult_141.jpghanfnt.jpg, image/jpeg, 640x480

"Estoy lavando piedrita nomás todavía. Recién de ahí poquito vamos a sacar. Siempre almorzamos un platito y salimos. Tarde volvemos recién. ¿No ve? Yo tengo 60, 70 años. Estoy cansada ya. ¿Qué voy a hacer, quién nos va a dar para comprar si no? Trabajamos y no hay, no trabajamos y no hay también. ¿No ve? Que vamos a hacer, mujer sola soy, hace tiempo ha muerto mi marido. Arriba trabajo, muchos años, no me acuerdo cuantos. Que vamos a hacer. ¿No ve?".

El rostro de Carmen es un mapa del trabajo informal en Bolivia. Todos los días camina cuesta arriba, algunos cientos de metros más alto de donde llega su vista ahora, y con las manos remueve la tierra que la mina desechó; se las llama palieri, algo así como recolectora, y forma parte de un ejército de 600 mujeres cooperativistas que en las laderas del cerro o en las orillas del río rescatan los últimos resquicios de estaño que la mina desechó. Lo grueso está en el cerro, bien adentro; dos kilómetros a pie, 240 metros para abajo hasta los socavones. Allí, los mineros estatales sacan piedras enteras, encajonadas en pedazos de tierra que los ingenios procesan y descartan. Recién sobre esa resaca comienza su trabajo de relojeras minerales, recogiendo lo que la tecnología y el trabajo no ven.

Doña Isidora, bastante mas joven que ella, es su compañeras de desmonte, el sector donde desde hace 10 años comparte con ella la tarea de peinar la tierra. Nos explica que esa parte del trabajo consiste básicamente en juntar el mineral que queda en las laderas del cerro y, sobre todo, en "estar peleando con las piedras. En un día recogemos poquito, en un mes juntamos unos 20 sacos para poder sacar unos 20 o 30 kilos. A veces sacamos 200 bolivianos, a veces 150 por mes (U$S 20). Poco nos ganamos. Las que rescatan desperdicios en el río se saca hasta un quintal, con un trabajo sacrificado, sin descanso. Ahí a veces sacan unos 300 bolivianos (U$S 40). Acá hay cuatro cooperativas, somos unos 3000 que trabajamos."

En el río las mujeres se calzan pantalones de nylon, y con la mano o un pedazo de loza van echando sobre una lona el agua amarilla que sale de la planta industrial de la mina formando un río irregular. Así separan la tierra que baja con un poco de mineral; lo mas pesado quedará sobre el lienzo, y lo que está limpio seguirá su curso natural. De cada bolsa de tierra sale -con suerte- un puñado de estaño, que juntarán como si fuera oro en polvo hasta llenar una bolsa, luego de semanas enteras sin abandonar la vera del río. Descansan poco y nada; todo el día en el agua, y generalmente se duerme ahí mismo, en refugios que se levantan con las mismas bolsas de tierra. Con los años, el reuma termina doblegando las manos, convirtiéndolas en cuñas deformes dominadas por los dolores.

La mayoría de las que trabajan en estos sectores son madres solteras o viudas de mineros. Isidora señala que "Ellas son papá y mamá. Hacen un triple trabajo las compañeras palieris. Y también tenemos que salir para pelear buscando las reivindicaciones".

-Los otros mineros.

Arriba, bien arriba en la montaña, está la mina de los cooperativistas. Ya al entrar se siente la diferencia con la mina del estado. Si esta última el paso obligado es el departamento de seguridad para ponerse el uniforme de minero, las botas, el cinturón de seguridad, el casco, la lámpara y la máscara antigas, en la mina de los cooperativistas entramos en zapatillas y con la sola protección de un casco. Es un constante ir y venir de gente de todas las edades y, a diferencia de las minas tradicionales, aquí las mujeres, aunque pocas, trabajan en interior mina.

Lo más parecido a un uniforme es una bolsa de tela que todo el mundo lleva en la espalda, y la ropa manchada de polvo. Lo demás, es pura creatividad, y esfuerzo porque, nos explica Roberto de 25 años de edad y 10 en la mina que "Hacemos la producción con nuestra fuerza, no tenemos tecnología, ni implementos de trabajo". Si el símbolo del minero asalariado es el taladro y el fusil, el del cooperativista es el primitivo pico, el instrumento que usaban los mitayos para arrancar, casi con las manos, el oro de Potosí.

El camino hasta el socavón es irregular; en muchos tramos hay que agacharse y esquivar pozos al mismo tiempo, para llegar a una escalera que lleva a 20 metros de profundidad, el lugar donde explosiones incontroladas de cachorros de dinamita arrancan el material que rápidamente se comerciará a través de alguna de las cooperativas.

Como en el río y en las laderas, la única forma de cobrar es producir; lo que se saque individualmente y se venda, sea lo que sea, va a ser el salario de cada trabajador. Por eso, cada uno trata de estar en la mina lo más que se pueda. "Hay veces -explica Roberto- en que el paraje es incomodo, y hay veces que no nos permite salir de interior mina, y uno se queda 24 o 48 horas trabajando sin dormir, solamente con coca, chaia y cigarro. Esa es la tradición en la mina. Hay muchos accidentes, porque no está bien estructurado el trabajo, no hay equipos profesionales. No hay un ingeniero que mensure, cuando trabajas como cooperativista no sabes de profesión".

La chaia es la ofrenda que se la hace a El Tío, el guardián de estas y todas las minas. Aquí, misteriosamente, está escondido de la vista; todos los cooperativistas dejan al entrar un poco de coca, alcohol o cigarros para tener una buena jornada, pero ni siquiera eso alcanza; en las peores épocas, la mina se cobra hasta cuatro vidas por mes.

-Como tirar a un presidente.

No hay grandes reconstrucciones de los hechos todavía. Algunos dicen que mientras los mineros estatales de Huanuni eran masacrados en Ventilla el 8 de Octubre, los dirigentes de los cooperativistas firmaban, sin consultar a los trabajadores, un acuerdo con Sánchez de Losada. Hay fotos del ex-presidente con hombres de casco en ese día, y hay también versiones que hablan de una corrida que, al salir del palacio de gobierno, sufrieron esos mismos dirigentes.

La cuestión es que los cooperativistas decidieron en asamblea seguir el camino de los estatales y marchar, también ellos, a La Paz para unirse al resto del pueblo. La mina quedó vacía, las veras de la montaña y el río abandonadas; 2500 hombres y mujeres marcharon, a paso lento y llegaron hasta Patacamaya, a una de hora en coche desde La Paz, junto con gremiales, campesinos y estudiantes que se fueron sumando en el camino.

"Las cuatro cooperativas nos hemos movilizado, buscando nuestras estrategias para llegar hasta Patacamaya, y allí hemos sido reprimidos", cuenta Doña Isidora. "En Patacamaya hemos estado dos días. Estábamos sin dormir, sin desayunar, todo un día hemos estado caminando. Cuando se han bajado los compañeros de los volquetes para comprarse un pan, un tecito, de golpe nos han reprimido".

El primer resultado de la represión fueron dos muertos y varios heridos y detenidos. Pero la resistencia no menguó. "Las compañeras son decididas -continúa Isidora. En todos los momentos estamos toditos juntos. Hemos ido decididos a ir, porque lo hablamos en una asamblea, estábamos decididos para cualquier enfrentamiento. Hemos correteado grave. Montones estaban heridos. Y hemos ido a buscar a los heridos, pero en vano hemos corrido entre las balas, porque el compañero Zenon Arias estaba muerto. Otro compañero tenía su pie totalmente volado. Hemos resistido, nos hemos puesto fuertes; los mineros somos así. Como mujer cooperativista estoy orgullosa de eso."

Varios medios dieron cuenta de la noticia, que pasará a la historia como el momento exacto en que la balanza se torció para el lado de los humildes. Durante los enfrentamientos un minero se acercó a decirle al comandante del ejército que por más que maten a cien de ellos, iban a pasar igual, porque habían decidido hacerlo. Casi nadie sabe quién fue ese anónimo compañero, pero todos recordarán por mucho tiempo el efecto de sus palabras; el comandante se quebró, y con un abrazo con su interlocutor selló el instante preciso de la victoria; los mineros y mineras, los campesinos y estudiantes rompieron el cerco y llegaron a La Paz justo en el momento en que la renuncia del Goni se terminaba de confirmar.

-Detrás de las normalidades.

Como para que no queden dudas de que tipo de distrito es Huanuni, en el pueblo hay un monumento al minero cargando su fusil, y otro a la madre minera. Pero sobre todo, hay cientos de hombres de casco y lámpara en la cintura que van y vienen todo el tiempo, esperando un camión que los lleve hasta la mina, comiendo en la esquina o comprando un cincel en la feria. Alejándose un poco por la orilla del río, las mujeres ya están instaladas trabajando; varias de ellas están levantando un murallón para contener una futura crecida. Se van pasando entre ellas piedra por piedra, como si estuvieran construyendo una pirámide egipcia.

Mas adelante, en silencio y con la vista clavada en sus manos las palieri tuercen el cuerpo contra el río, y acarician el agua para detectar un poco de mineral; el mismo yugo de siempre, que sólo se cortará cuando las nubes cumplan su amenaza de desplomarse contra la tierra. La lluvia es amiga y enemiga al mismo tiempo; descansamos, pero cuando no trabajamos no hay, y si no hay no se come.

Parece una normalidad apabullante, pero no lo es. Cuando nos acercamos a ellas, en un susurro nos cuentan que Filomena, palieri y madre de seis hijos nunca volverá a caminar; una bala del ejército le atravesó el cuerpo destrozando su columna.
"Para nosotros -nos explica Roberto- fue una experiencia emocionante y la vez traumante, porque muchos fueron con el destino de no volver a casa. Y estamos aquí siguiendo, pero esto no termina ahí, porque siempre vamos a estar con el arma empuñada."

Y parece entonces que es cierto eso que dicen; que los pueblos escriben la historia con la tinta ardiente de su sangre.

Sebastian Hacher
sebastian@riseup.net

Noviembre del 2003
Bolivia y Argentina (camino hacia alguna parte)