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Espionaje argentino en la URSS en 1948 bajo el peronismo
Por Boris - Wednesday, Jan. 07, 2004 at 7:27 AM

Enfrentamiento de Argentina con las URSS por actos de espionaje

AMIGOS DE LA LIBERTAD:

- Las visicitudes del panadero peronista, agregrado gremial en la URSS, que descubrió que el horno no estaba para bollos, ni siquiera de la tercera posición.
- ¡ Qué papelón !





Ambitoweb.com Miércoles 7 de Enero de 2004, Edición N° 1164

Informaciones de la Argentina y el Mundo

Seccion: Internacionales


El caso de espionaje que enfrentó a la Argentina y la URSS



Por: Boris Sopelniak
Columnista de Ambito Financiero



En 1948, un diplomático argentino intentó ayudar a escapar a dos españoles



En el segundo año de gobierno de Juan Perón, la Argentina quedó involucrada en un conflicto con la Unión Soviética de Stalin, cuyos detalles se conocen recién hoy. Todo surgió a raíz de un cinematográfico intento de fuga de dos exiliados españoles, ayudados por un argentino, sindicalista panadero que servía como agregado gremial en la embajada en Moscú. Ambos, junto con otros dos compatriotas, terminaron en un campo de concentración condenados por espionaje en favor de la Argentina. Esta es la asombrosa historia revelada por un historiador ruso.





Moscú- Como se sabe, la idea de la revolución mundial causó desgracias en todo el planeta. La URSS se dispuso a admitir en los brazos de la amistad internacional a pueblos enteros para dirigirlos. En los años '30, en el centro de su atención, apareció España. Pero los abrazos stalinistas se convirtieron en un cepo que rompía los destinos humanos. Tras la guerra civil española, muchos de los marinos, pilotos y pedagogos exiliados expresaron su deseo de salir de la URSS.

No sólo les fue negado, sino que se empezó a hablar de ellos como individuos desprovistos de «moral socialista». Mientras a los españoles buenos se los premiaba con cargos bien remunerados, los españoles malos trabajaban en fábricas, cuando no eran empujados a campos de concentración. Muchos, desilusionados con el comunismo, vivían con la esperanza de que alguien derrocara a Franco y volver a España. Pero a otros les faltó paciencia.

Esta es la historia de cuatro de ellos, reconstruida de manera novelada a partir de documentos hallados en los archivos de la antigua KGB. Una historia que arranca la madrugada del 2 de enero de 1948 en un céntrico hotel moscovita.

Faltaban unas horas para el amanecer, cuando en la entrada del Grand Hotel de Moscú paró un camión en el que cargaron dos enormes maletas. No tardó en llegar un coche, un Opel, cuyo conductor tocó discretamente la bocina. Por la escalera bajaron dos tipos bastante bien vestidos. Uno se llamaba Bazán. El otro, Pedro Conde, era agregado de la embajada argentina en Moscú.

•Contratiempos

Entró directamente al Opel. Bazán, en cambio, se dirigió al camión y verificó con cuidado el estado de las maletas. Eran las 5.45 cuando los dos vehículos marcharon al aeropuerto Vnukovo. En la calle no había un alma y no tardaron en llegar.

En la pista de despegue un viejo Douglas ya calentaba motores. Un grupo de operarios arrojó las maletas del camión al suelo, y Conde, preocupado, trató de acercarse a ellas, pero antes de que llegara lo llamaron desde el mostrador de facturación. En ellas se encontraban escondidos los españoles José Antonio Tuñón Albertos y Pedro Cepeda. Habían hecho gestiones para volar solos hasta Praga, primera escala de un viaje que los llevaría a París y concluiría en Buenos Aires, pero finalmente, y para su disgusto, los iban a acompañar un general de las fuerzas aéreas, su mujer y el rechoncho representante de una empresa maderera checoslovaca.

Un poco contrariado, Conde se dejó caer derrotado en una de las butacas del aeropuerto y sacó del bolsillo una petaca.

Aunque no lo sabía mientras bebía un sorbo de coñac, aquél no iba a ser el último contratiempo para la operación que tan minuciosamente había planeado. La maleta de Bazán pesaba demasiado y no tenían dinero para pagar el suplemento. No podría volar hasta el día 4 de enero.

«Bueno», dijo el diplomático levantándose. «No se apene, Bazán. Lo espero en Praga. ¡Hasta la vista!» Y se encaminó hacia el avión. Minutos después, el maltrecho Douglas se encaramaba en las nubes hinchadas de nieve. Aún sobrevolaban territorio soviético cuando el capitán de la nave, Piotr Mijailov, empezó a escuchar un insistente golpeteo. Llamó al mecánico de a bordo y lo hizo inspeccionar la cabina. Pero el mecánico no detectó nada extraño. Ante la insistencia del toc-toc, se acercó hasta la sección del equipaje. Y allí descubrióque el ruido provenía de la maleta del señor Conde.

¿Una bomba? El capitán envió a una azafata para que viese de qué se podía tratar. La joven volvió a la cabina en menos de un minuto.

«Eso no es un reloj», informó. «Allí hay alguien metido. Puede ser un perro o puede ser un hombre.»

Para entonces, Conde se había puesto a golpear frenéticamente su maleta. Después de lastimarse los puños, había empezado a darle puntapiés hasta destrozar sus zapatos laqueados. Tras informar de la situación, el capitán había recibido órdenes de aterrizar en Lvov, Ucrania.

•Fin del viaje

El desenlace de este insólito episodio aparece recogido en un documento firmado por varios funcionarios y por todos los miembros de la tripulación y los pasajeros del Douglas. «Nosotros, los abajo firmantes, hemos suscrito esta acta acerca de que en el avión GBF (siglas de Flota Aérea Estatal) Nº 1.003 que realiza vuelos según el rumbo Moscú-Kiev-Lvov-Praga, en la maleta que pertenece al agregado de la embajada argentina, señor Pedro Conde, fue encontrado Tuñón Albertos, José Antonio, nacido en 1916, español, no argentino, a quien el señor Pedro Conde trataba de esta manera de trasladar ilegalmente al extranjero.»

Así nació la causa ultrasecreta Nº 837, un proceso que iba a acabar con cuatro españoles condenados por espionaje contra la URSS.

Según el auto de prisión de Tuñón, firmado por el capitán Pankratov, el español había llegado a la URSS en 1938 para los cursos de recapacitación de la escuela de pilotos. Nueve años más tarde, en agosto de 1947, empezó a trabajar en calidad de intérprete del agregado de la embajada argentina, Pedro Conde, quien lo contrató como espía.

De la documentación del KGB se desprende que en el primer interrogatorio Tuñón se declaró culpable de intentar abandonar la URSS ilegalmente, pero no de espionaje.

-Yo quería vivir en México. Todos mis parientes están allá.

-¿Y de dónde surgió el interés hacia su persona por parte de la embajada argentina?

-Ellos tenían problemas con los intérpretes. Yo traducía a Conde y a Bazán artículos de prensa. Después surgió la amistad. Una vez me quejé a Conde por no poder ir a México, y él me propuso trasladarme al extranjero ilegalmente en su maleta.

-Escuche, Tuñón, ¿nos toma por tontos? Que un diplomático arriesgue su carrera metiendo en una maleta a un intérprete cualquiera no se oye ni en chistes. Piense bien sobre su suerte futura. Confiese, y el tribunal tomará en consideración su franqueza.

Es difícil saber qué ocurrió. O Tuñón «lo pensó bien», o ejercieron sobre él otras medidas de persuasión. El caso es que en el siguiente interrogatorio reconoció que recogía información para los argentinos. Y no sólo él; también Pedro Cepeda, Julián Fuster y Francisco Ramos.

Se trataba de información considerada «estratégicamente peligrosa»: las malas condiciones de vida, el descontento de los obreros, la carestía de la vida, la inactividad de los sindicatos... Todo lo que pudiera servir a Conde para, a su regreso a la Argentina, escribir un libro difamatorio sobre la URSS.

-¿Se interesaba por la situación de los emigrantes españoles?

-Por supuesto. Informé con detalle sobre la escisión de los emigrantes españoles y el descontento hacia la dirección del Partido Comunista, sobre el deseo de muchos de volver a su patria y sobre el arresto de algunos españoles que iniciaron una lucha encarnizada contra Dolores Ibárruri («La Pasionaria», máximo símbolo del comunismo español).

Entre los españoles a los que Tuñón citó estaba Pedro Cepeda, quien, según su confesión, había de viajar junto a él a Praga en la fatídica noche del 2 de enero de 1948 en el interior de la maleta de Bazán. Había llegado a Moscú de chico, a la edad de 15 años, en 1937. Vivió en un orfanato y después consiguió un humilde puesto de lubricadorde máquinas textiles. Tras algún otro oficio, empezó a trabajar como intérprete en la embajada argentina.

Las autoridades acusaron a Cepeda de acompañar a los argentinos a las tiendas y comedores de Moscú «tratando de mostrarles sólo la parte negativa de nuestra vida», de fotografiar las colas, los patios llenos de basura y a los mendigos. Aquello se calificó de actividad antisoviética.

Pidieron para él 25 años en un campo de concentración.

Parece excesivo -era el castigo más alto que preveía la ley soviética en 1948- para delitos como tomar fotografías de mendigos o intentar huir del país en un caso como el de Cepeda, cuya tentativa fracasó tras cuatro horas congelado encerrado en el interior de una maleta que no llegó a embarcar. Pero la dureza con que se aplicó la ley a estos españoles queda explicada por un documento escrito en castellano hallado entre los legajos de esta causa. A la luz de ese escrito cabe imaginar que, para las direcciones del Partido Comunista español y del Partido Comunista de la Unión Soviética, tal condena podría resultar incluso leve.

El escrito decía lo siguiente: « Entendiendo que la caída de Franco estaba vinculada con el fracaso de Hitler, muchos españoles abnegadamente lucharon en los frentes en destacamentos de guerrilleros en Bielorrusia, Crimea y el Cáucaso. No pocos españoles, luchando bajo la dirección de jefes soviéticos mediocres, cayeron presos de los alemanes. Comenzó un escándalo, y Dolores Ibárruri dio orden de que a los españoles no se les permitiera ir al frente. Durante mucho tiempo se los mantuvo en Moscú y se los utilizaba para cortar leña. Mientras tanto, sus mujeres e hijos, que vivían en Asia Central, morían de hambre. Solamente en Kokand (antiguo Turkestán) murieron 52 niños.

El 27 de julio de aquel mismo año de 1948 el viceministro de Seguridad Estatal de la URSS, el teniente general Ogoltsov, leyó la acusación por la causa 837, y en agosto se condenó a Tuñón y Cepeda a 25 años; a Fuster, a 20 años; y a Ramos, a 10 años en campos de concentración.

Pasaron siete años. Durante todo ese tiempo los españoles se comportaron ejemplarmente. En agosto de 1955, la comisión central de revisión de las causas admitió sus peticiones y rebajó la medida de castigo hasta un plazo ya cumplido, de manera que fueron liberados. Fuster, Tuñón y Ramos volvieron a su patria, mientras que Cepeda se instaló en la región de Tula y sólo más tarde viajó a España. -

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MI ABUELO
Por Alicia Mabel Conde - Thursday, Feb. 23, 2017 at 12:18 AM
aliciamabelconde@hotmail.com JUJUY

Duele muchísimo cuando se levanta la bandera de una creencia para hablar mentiras de las personas. Eso es lo que se llama "CONVENTILLO" pero es fácil hablar para vender. Mi abuelo fué un hombre ejemplar. Un trabajador, un idealista, un soñador. Quizás para muchos un loco, osado, arriesgado, pero para mí fue un hombre enamorado de su vida, de su mujer de sus hijos de su familia de su situación y por sobre todas las cosas de la libertad. Pasional hasta la médula, hasta la fibra más íntima de su ser y murió joven sin pena ni gloria y hoy me habla al oído. No medía consecuencias a la hora de hacer el bien y ver que dos personas habían sido alejadas de sus familias lo impulsó a esta locura. Pero decir que era espía vende mucho. Igual gracias por hablar de él. Abuelito seguis vivo en el corazón de mucha gente.

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viva la revolucion mundial!!!!
Por BFC - Thursday, Feb. 23, 2017 at 7:39 PM

Aguante el panadero peronista!!!

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