Julio López
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Escrache a la SIDE (y un pibe de dos años)
Por sebastian hacher ((i)) - Saturday, Jun. 26, 2004 at 12:58 AM
sebastian@riseup.net

Escrache a la SIDE. algunas fotos y un pibe de dos años.

Escrache a la SIDE (...
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Es la primera vez que se escracha a la SIDE. Por lo menos desde que este cronista tenga memoria. Desde sus oficinas, el día de la masacre de Puente Pueyrredón partieron llamados al teléfono celular de Franccioti. Nunca, ni el gobierno de Duhalde ni el de Kirchner, quisieron abrir los archivos de la ese organismo inteligencia porque significaría desenmascar la planificación política de la masacre. Ergo, sería mandarse presos a ellos mismos, o por lo menos a gran parte de su entorno

Pasaron dos años de aquella masacre, y se espera que entre hoy y mañana se movilicen miles de personas que todavía siguen exigiendo justicia. La de esta tarde fue la primera de una serie de actividades que terminará mañana con una movilización a Plaza de Mayo desde el Puente Pueyrredón, que mientras se escriben estas líneas está totalmente cortado.

En la puerta de la SIDE hoy se manifetaron alrededor 1500 personas, y un nene de dos años. El pibe marchó en los hombros de su padre, un hombre morochón y de manos gruesas, a quién ya me había encontrado en otro escenario muy diferente.

Cuando los ví, me acerqué y le pregunté, como si él también fuera a recordarlo. ¿Es él?. Sí, es él (y una sonrisa que significa “me acuerdo“). ¿Cuando tiene ahora?. Poco más de dos años (y un suspiro que significa “el tiempo vuela“). Y después una palmada en el hombro (como diciendo “mirá de lo que nos acordamos“) y a seguir marchando, porque ya estábamos por llegar a la puerta de la SIDE, donde un enjambre de de fotógrafos y canales de televisión estaban esperando para jugar a una especie de rugby con cámaras.

La primera vez que lo ví al pibe apenas había nacido. Era una noche de verano; Febrero del 2002. Antes de encontrarnos con él estabamos en medio de una cena, descansando de varias jornadas agitadas, y una llamada telefónica nos obligó a dejar todo y salir corriendo. Parece que van a reprimir, dijo Dario Santillán del otro lado del teléfono.

Salimos corriendo para el barrio: comenzaba una nueva toma de tierras y la policía rondaba la zona. No recuerdo como llegamos, pero sí recuerdo que no pasó nada con la policía; se mantuvieron al margen toda la noche, y después simplemente se fueron. Aquella fue una de las últimas tomas que encabezó Dario en el Barrio La Fe de Monte Chingolo, partido de Lanús.

Esa noche nos quedamos, por seguridad y porque no había forma de irse. Eran las tres de la mañana, era una noche fresca y había un fogón y una ronda de mate acompañada con chicharrón sin pan. Y ahí estaba el pibe, recién nacido, envuelto en una manta blanca, muy blanca. Brillaba como una promesa entre los ranchitos de chapa y nailon recién levantados. Contrastaba como esperanza nueva en ese campo desolado, casi un basural.

Hoy lo volví a ver. Pasaron dos años y algunos meses. No había luz para una foto, o quizás no había ánimo de sacársela; fue simplemente verlo y encender un recuerdo. No sé que significa. Quizás nada; una casualidad entre tantas otras, un detalle que esos que reavivan la memoria.

Frente a la SIDE, un joven encapuchado (casi todo el mundo lo estaba hoy) leyó una parte del documento con el que se convocó a la jornada. Decía algo así: “Ocultos detrás de las vallas y los cordones policiales, ocultos tras los vidrios polarizados, escondidos tras alambres electrificados, metidos en sus fortalezas de lujo y confort, están nuestros asesinos. Los cubre la impunidad y sin embargo no pueden caminar por la calle. Detrás de nuestros pañuelos, el rostro de tantos y tantas, dignos y dignas. El rostro de Darío, el rostro de Maxi. Frente a la SIDE, que se encarga de filmarnos y fotografiarnos, nosotros nos tapamos el rostro. Véanos bien: nosotros sí podemos caminar por la calle”.

Faltó agregar una cosa: en los hombros de uno de esas personas que pueden caminar por la calle iba un pibe de dos años. Marchaba como un símbolo de eso que una compañera de Dario escribió alguna vez en un cartel; nosotros seguimos naciendo.

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