¿Y si volvemos a los tranvías?
Por Rubén Bocasucia (((i))) - Wednesday, Jul. 28, 2004 at 8:01 PM
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¿Y si volvemos a los tranvías?

Tengo un recuerdo muy marcado de cuando era pequeño: a finales de los ‘60, un día mi mamá me llevó de la mano a conocer lo que era un tranvía ya que en La Plata, en pocos días más, iban a dejar de funcionar. No tengo presente el número del tranvía al que nos subimos, pero sí más o menos el recorrido que hizo: iba por diagonal 73, bordeaba plaza Rocha y retomaba la diagonal hasta plaza Moreno. Era de madera y se sacudía para todos lados, tenía grandes y luminosas ventanas, se accedía a él por una escalerita lateral, se desplazaba por rieles de acero incrustados en los adoquines y tenía un par de «antenitas» que tocaban los cables encargados de abastecer de electricidad al móvil. A veces, estas antenitas hacían grandes chispas y todo. Debo reconocer que el viaje me gustó, sobre todo por la sociabilidad que el tranvía fomentaba. Iban a dejar de funcionar para dar paso al «progreso», es decir, a los micros, que ya habían empezado a ganar espacio en las calles de la ciudad y se iban a quedar con todo.
Treinta y pico de años más tarde, en pleno «progreso», no pude pasar por alto una pregunta que me hizo mi hija Suyai (de casi tres años) cuando la llevaba en la sillita de la bici por calle 63 hasta el jardín maternal:
-¿Quéeeseshhho, papi?.
Un micro verde con una gran leyenda en su frente que decía «Sur», pasaba por calle 13 completamente vacío.
-Es el progreso, Suyai- le respondí. Y ahí comenzé a pensar esta nota.
En esta semana, el problema del transporte público en la ciudad explotó. Parece que, debido a que la Nación dejó de pagar un subsidio al gasoil, los empresarios del sector decidieron disminuir las frecuencias de los recorridos y amenazan con suspender personal. Estó significó miles de problemas a miles de personas que ya vienen sufriendo hace años el boleto de micro más caro del país ($1,20) y el peor servicio de todos. Así es como a partir del lunes empezaron a hacerse más cotiadianas estas postales: chicos haciendo dedo en el Centenario para volver de la escuela, trabajadores viajando amontonados en improvisados remises, pequeñas multitudes en cada parada esperando el próximo bondi, bicicleteros abarrotados en facultades y ministerios, etc. Justo a fin de mes, cuando la plata para un taxi es lo que menos abunda en los bolsillos populares.
Y el corrupto del intendente Alak (que ya con sus 13 años al frente de la intendencia pinta para competidor de monarquías feudales como la de los Juárez o la de los Rodríguez Saa) se desentiende inocentemente del problema. ¿No fue él el que prometió el SUT, el nuevo sistema de transporte que todo lo solucionaría? ¿Qué pasó con los rondines, los micros con la trompa pintada de gris que circularon unos meses y desaparecieron? ¿Dónde quedaron los nuevos recorridos que permitirían conectar los distintos barrios sin necesidad de pasar por el centro de la ciudad? ¿Y el transbordo de micros con el mismo boleto? Bueno, todo fue parte de las mentiras electorales que necesitó Alak para generar las expectativas necesarias que hicieran, que ese prolijo bigote de comisario, siguiera perturbando nuestras vidas como un fantasma maldito, por otros cuatro años más.
Algo que debería ser un servicio público donde los usuarios pudieran transportarse, convertido en un sucio negocio entre empresarios y funcionarios, que degrada aún más nuestros sueldos y nuestras vidas.
Y nosotros, además de estar como rehenes en el medio de todo este manejo mafioso... ¿qué hacemos? ¿Nos quedamos a vivir en la calle? ¿Volvemos a los tranvías? ¿Nos compramos todos un bicicleta? ¿Echamos al intendente?
-¿Falta mucho?
-No ya llegamos, Suyai.
Otro jornada empieza tempranito. Ella al jardín y yo al trabajo. Algún día la pienso llevar, de la mano, a pasear en un micro como si fuera todo un acontecimiento, como hace treinta y pico de años. Mientras tanto, hay que seguir pedaleando.

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