Julio López
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RESPUESTA DE FERNANDO ESTECHE A SERGIO ORTIZ
Por reenvio - Sunday, Oct. 24, 2004 at 10:11 PM

Lo que sigue es la respuesta de Fernando Esteche a la nota de Sergio Ortiz titulada "Reflexiones ante opiniones derrotistas de Fernando Esteche", nota referida al artículo de Esteche titulado "La misma historia, la misma derrota, la misma esperanza". Ambos artículos también se reproducen, luego de la nota que sigue.

No soy de los hombres que gustan de la polémica académica ni me siento en condiciones de darles lecciones de vida o de política a nadie. Pero también tengo bastantes reservas de orgullo y justipreciación de mis actos como para permitir que inspirado por mi ausencia se lance cualquiera a decir cualquier boludeo sobre mi pensamiento.
En este caso no se trata de un ataque artero porque los sé compañeros, pero no comprendo de dónde nutren su inspiración para acometer semejantes yerros, resistiéndome a creer que hay malicia en la lectura maniquea que han hecho de una de mis notas.
Los compañeros del PL, en la persona de su Sec. Gral., aprecian mis declaraciones como derrotistas. Y disparan sus reflexiones caracterizando mi situación como producida por “la persecución política del juzgado de Juan José Galeano”.

Yo dejaría pasar semejante apreciación si no fuera que sé que estos compañeros son sumamente estrictos en el uso de las caracterizaciones. Entonces debemos marcar que para nosotros y para todo el abanico político, salvo para ellos, lo que se está produciendo es una represión al Movimiento Popular, instrumentada a veces mediante juzgados federales, correccionales o provinciales y con la acción directa de los cuerpos policiales o cuasi-militares como Gendarmería y Prefectura. Quien nos persigue no es el juzgado del mencionado juez sino como engranaje o aparato de coacción del estado.

Claramente lo desarrolló Engels en “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado” cuando define al aparato jurídico y al edificio judicial como órganos de administración y reproducción del Estado. Y entiendo que los marxistas leninistas y que cualquier argentino incluso un “nacional y popular” -de acuerdo a la caracterización que hace Ortiz sobre Quebracho- comprende que la justicia es parte de este Estado que tiene un claro signo de clase y una clara misión histórica. Lenín ha desarrollado conocidamente la teoría del Estado donde puede notarse a éste como maquinaria de dominación, como necesario para reproducir esa dominación, como herramienta de clase.

Tal vez Ortiz no pueda recordar nuestras conversaciones o no haya reparado en los editoriales de la prensa nacional de Quebracho, en los cuales contundentemente se ha señalado una y otra vez la dimensión de la crisis abierta a partir de diciembre del 2001; probablemente no recuerde que en noviembre del 2001 la consigna central de nuestra fuerza expresada en la tapa de nuestra prensa fue “El momento de la Rebelión”. Pero aún así resulta incomprensible su apreciación de que asumo como propia “una supuesta derrota del campo popular”, es evidente que hay maniqueísmo.

Jamás en esas líneas se habla de derrota del campo popular, se habla en primera persona del plural y en todo caso reconoce la derrota parcial frente a los embates del kirchnerismo, no del campo popular como entidad histórica, sino de la militancia popular como sujeto político. Pero a pesar de ello se coronan estas apreciaciones con la convicción de la victoria del Pueblo, párrafos que curiosamente el autor de la crítica omite en todo su escrito.

Hemos caracterizado que la situación abierta a partir del Argentinazo no se resolvía con facilidad para las clases dominantes, y que había altibajos, y que, como señalamos en nuestro IV Encuentro Nacional, ya no podrán gobernar como venían gobernando. Pero esto de ninguna manera quita que podamos advertir que en la maniobra del 26 de junio del 2002, de las elecciones anticipadas y de la elección de Kirchner han avanzado y nos han propinado duros reveses. Que en la maniobra de desprestigio y en la operatoria de separar a las capas medias de los sectores más desposeídos, en su doble pinzamiento con la inseguridad y el antipiqueterismo, han tenido bastante efectividad. ¡Si hasta lo que Ellos dicen se lo terminan creyendo algunos dirigentes piqueteros que se preocupan más en las señales a la clase media que en la efectividad de una medida de lucha!
No se entiende entonces por qué necesita echar mano nada menos que del Jefe de Gabinete de este gobierno para reafirmar que en nuestro país hay una “crisis”.

Después en una aparente intención de explicarnos de qué se trata, nos dice que “una situación política no se define sólo por la combatividad de las masas sino también por lo que ocurre en el campamento de las clases dominantes. Y allí persisten confusión, cismas, internas, falta de credibilidad de la gente...” No nos queda más que decir “chocolate”.

Aunque se ha quedado corto en cuanto a los elementos que definen una situación política, y realmente me resulta un tanto exagerado plantear que en la Argentina de hoy existe respecto del gobierno “falta de credibilidad de la gente”.
No podemos ni se debe hacer gravitar más un elemento que otro, todos deben evaluarse concurrentemente, de manera dialéctica además, como tendrían que saber hacerlo los marxistas telúricos. Pero además no hace falta enrostrar enciclopedismo marxleninista (que a la postre no es otra cosa que anquilosamiento pseudo-revolucionario) para comprender que el elemento subjetivo, los sectores que conducen, también componen un elemento a considerar para categorizar una situación.
En ese sentido sí he sido claro, no metafórico, respecto de las terribles debilidades y esclerosis que padece nuestro Pueblo respecto de sus direcciones o pretendidas direcciones. Y si bien es claro que es dialéctica la relación entre la dirección y el Pueblo, también existe una importante cuota de autonomía relativa en los arrogados “sujetos revolucionarios” que hasta aquí no han parido más que lo que todos conocemos.

“Para que estalle la revolución no basta con que los de abajo no quieran seguir viviendo como antes. Hace falta, además, que los de arriba no puedan seguir administrando y gobernando como hasta entonces.” Así definía Lenín una situación revolucionaria. La Argentina es contundente en cuanto a estos elementos, nadie lo puede dudar. Lenín también nos señalaba que el poder de los que dominan no se cae sino lo tiran.

Lo que me parece desubicado, para usar el término que utilizó Ortiz, de mal gusto e irrespetuoso, es aquel párrafo donde me endilga que sus apreciaciones me parecerán “demasiado leninistas” porque estoy “embarcado” en una “argentinidad al palo”. ¿Te habrás querido hacer el simpático Sergio?
Lo cierto es que resulta insultante y eso sí no lo esperaba. De todos modos creo que quedan claras las apreciaciones de Quebracho y las mías propias.
Lo mío no es una sesgada mirada desde el punto de vista manipulador. Veo la historia como es y como solo puede verse, porque ahí está como hecho objetivo que en todo caso los que dominan la “re-escriben” para justificarse a sí mismos.

De las derrotas también se aprende señaló Ortiz citando a Mao, como para darle más fuerza a esta noción tan sencilla. Y por eso hay que estudiarlas, intentar comprenderlas. Pero eso no tiene nada que ver con las intenciones de mi nota ni la utilización de las figuras de San martín, Artigas, Dorrego, Alberdi, la generación del 70 o cualquiera de las figuras que asoman en el escrito de marras.

Temo ser poco marxista en la consideración de Ortiz si cito a Antonio Gramsci cuando dice que “un buen libro de historia es aquel que ayuda a que las fuerzas productivas en desarrollo profundicen su contradicción con los modos de producción”.

La historia no es para Quebracho “inspiración” como dice el crítico, sino escuela para comprender por qué estamos cómo estamos, cuáles fueron las conductas de los Pueblos, cómo asimilaron y absorbieron las distintas situaciones, cómo las enfrentaron y cómo las transformaron.

Pero es inexacto caracterizar la gesta de mayo de 1810 como “anticolonialista” tal como lo hace Ortiz en su nota, porque ahí evidencia ahistoricismo o manipulación, aunque lo haga con la buena intención de “inspirar” a las masas.

Lo que para Ortiz es el programa histórico del peronismo, para nosotros son los anhelos más contundentes de nuestro Pueblo, es el programa del Pueblo consagrado en tantos y tantos congresos de los trabajadores y de los luchadores. Y entonces el comentarista no comprende por qué no se mencionó al peronismo. Ahí debo disculparme por el abuso de la figura metafórica, pero mientras digo esto no puedo quitarme de la cabeza a marxistas como Neruda abusando de la “metáfora” o al mismo Mao citado por el censor. Cuando todo un parágrafo de mi nota habla de “décadas enteras en que estuvo prohibida la palabra Pueblo, pero nunca pudieran evitar que se la silbe, que se la susurre, y cuando los pulmones estuvieron suficientemente cargados, que se la grite. Y ahí de nuevo el Pueblo...” me refiero a la Resistencia contra la Fusiladora, que para nosotros es mucho más extensa que el peronismo. Lo que se silbaba, se susurraba y se terminó gritando era la marchita.

Termina la crítica con una esperanza, dice “seria lindo” que revisara (yo) estos puntos de vista: que no tenga dudas que todo mi sistema de ideas está sometido diariamente a la crítica y autocrítica y no le temo a las correcciones, me embarco en ellas con alegría por saber que podré mejorar.

Simplemente no puedo comprender por qué omitió párrafos donde claramente dan cuenta de lo contrario a lo que este singular crítico pretende. Textualmente declara mi nota que “el imperio está en decadencia y por eso se vuelve más bestial” y que “ el régimen está debilitado”. Incontrastablemente declaramos que “(sus) muecas de fuerza son sus debilidades no las nuestras”.

Y terminamos afirmando que llegará la hora en que el Pueblo ponga las cosas en su lugar.

Desde algún lugar de ésta, mi Patria, Fernando Esteche.

A continuación la nota de Ortiz publicitada vía e-mail por el P.L. el 15 de octubre de 2004 como "Pedido de publicación en Resumen Latinoamericano, en respuesta a lo publicado allí por Fernando Esteche" y publicada en el diario de urgencia nº 506 de Resumen el día 18 de octubre de 2004.
REFLEXIONES ANTE OPINIONES DERROTISTAS DE FERNANDO ESTECHE


El dirigente de Quebracho, Fernando Esteche, está prófugo ante la persecución política del juzgado de Juan José Galeano tras el acto de repudio a Rodrigo Rato. El Partido de la Liberación participó de ese acto y fue reprimido por la policía junto al resto de los manifestantes. Desde ese mismo día, 31 de agosto, hemos sido solidarios con todos los compañeros detenidos y golpeados, con quienes fueron procesados y con el propio Esteche.

A su vez queremos responder a algunas opiniones de ese dirigente, expresadas en "La misma historia, la misma derrota, la misma esperanza" (Resumen Latinoamericano, 29/9). Allí el autor asume como propia una supuesta derrota del campo popular y plantea: "No podemos negar esta derrota. En todo caso no nos queda más remedio que asumirla y refrendarla. Después de todo resulta lógico que en este orden de cosas nosotros seamos parte de la horda de derrotados mientras los crápulas descorchan sus pálidas victorias".

Nosotros creemos que la situación política, con su carga de huelgas, cortes de ruta, asambleas y manifestaciones, indica que el pueblo no está derrotado. No se ha cerrado el ciclo revolucionario con altibajos abierto en el Argentinazo. Hasta el gobierno y los partidos del capitalismo dependiente siguen temerosos de nuevos estallidos sociales. Como reconoció el jefe de Gabinete en el Senado: "con 50 por ciento de pobreza no se puede decir que no hay crisis".

Una situación política no se define solo por la combatividad de las masas sino también por lo que ocurre en el campamento de las clases dominantes. Y allí persisten confusión, cismas, internas, falta de credibilidad de la gente, etc. ¿Alguien cree que el barco del PJ navega en un mar calmo con una férrea unidad de mando en su almirantazgo?.

Los marxista-leninistas argentinos calificamos como "situación revolucionaria" a lo surgido con el Argentinazo. Es posible que tal apreciación le parezca a Esteche como desubicada y demasiado "leninista", embarcado como está en la pragmática "argentinidad" al palo.

El compañero sostiene: "Es evidente que estamos derrotados". A partir de una derrota inexistente, bucea en la historia argentina en rescate de otras derrotas. Así evoca el fusilamiento de Manuel Dorrego y las derrotas de José Gervasio de Artigas, entre otros traspies del siglo XIX.

Discrepamos con esta sesgada mirada histórica. Los trabajadores y el pueblo argentino están dando hoy importantes batallas para impedir que se cierre el ciclo abierto en diciembre de 2001. Y en consecuencia necesitan aprender de la historia para tomar impulso e inspiración. Esto no excluye mirar de frente a las derrotas, que también enseñan, como bien teorizó Mao Tsé tung. Pero en un momento de confusión y dudas creadas por las persecuciones desatadas por el gobierno de Kirchner, habría sido mejor otra óptica de clase. Por ejemplo, recuperar la victoria anticolonialista del 25 de mayo de 1810, del 9 de julio de 1816, de las armas sanmartinianas en Chacabuco y Maipú, de los triunfos bolivarianos en Boyacá y Ayacucho, etc. A la historia hay que mirarla sin derrotismo y al servicio de las luchas actuales.

En el cierre de su nota, Esteche reivindica como programa las clásicas tres banderas del peronismo: "que podamos gozar en este pedacito de Patria que llamamos Argentina de una democracia real, Justicia Social, Independencia Económica y Soberanía Política". No se entiende entonces por qué en su revisión no se detuvo en la pueblada del 17 de octubre de 1945 y la resistencia peronista a la Fusiladora de 1955.

Nosotros sí lo hacemos, sin dejar de señalar los límites de la dirección nacionalista burguesa del coronel y posterior general Juan Domingo Perón. ¿Mera disquisición marxista-leninista la nuestra o necesidad imperiosa de orientarnos en la lucha de clases?. Obviamente esto último. Por eso, porque no tuvo esa marca de la burguesía nacional sino una impronta obrera, puestos a escoger tramos de nuestra historia, hubiéramos subrayado la importancia del Cordobazo de 1969, que abrió un ciclo revolucionario con nueva izquierda, peronismo revolucionario, clasismo, guerrilla, curas del Tercermundo, etc.

Partiendo nosotros del marxismo y Quebracho del nacionalismo popular, al que respetamos mucho, no siempre llegamos a conclusiones parecidas. En este caso, donde ellos ven derrota, nosotros vemos una crisis política abierta. Ellos enfatizan en las derrotas del siglo XIX y nosotros –sin negarlas- rescatamos las victorias populares parciales del siglo XX y XXI.

Sería lindo que el compañero Esteche revisara esos puntos de vista. Es que a veces, detrás del derrotismo, se pueden incubar desviaciones de desesperación y voluntarismo. Y allí sí suelen surgir derrotas en serio, no eventuales.

SERGIO ORTIZ

Secretario General del Partido de la Liberación


Lo que sigue es la nota de Fernando Esteche publicada en el diario de urgencia nº 499 el 29 de septiembre de 2004 y en la revista Enfoques Alternativos del mes de Octubre de 2004.

LA MISMA HISTORIA, LA MISMA DERROTA, LA MISMA ESPERANZA

No podemos negar esta derrota.

En todo caso no nos queda más remedio que asumirla y refrendarla.
Después de todo resulta lógico que en este orden de cosas nosotros seamos parte de la horda de derrotados mientras los crápulas descorchan sus pálidas victorias.

Y es cierto que todas las cosas tienen su explicación, tienen su razón.

El mismo Gral. San Martín no pudo contenerse en su humanidad y reto a duelo a ese bandido Rivadavia que tanto empeño puso en convertir el Sueño de Mayo en una pesadilla. Tanta integridad resultaba una molestia para quienes “organizaron” y “ordenaron” este pedacito de Patria que llaman país.

Queda claro que por “organizar” y “ordenar” entendemos, en nuestra preciosa ignorancia; aniquilar, frustrar, asesinar; entendemos imponer, sojuzgar, dominar y explotar.
Podríamos hablar de Artigas y sus insolentes utopías de pretender que indios, zambos, mulatos y criollos detenten los mismos derechos, los mismos respetos. Y reseñar las innumerables defraudaciones, traiciones, defecciones a las que fue sometido. Podríamos contar todas las veces que los respetables señores que gobiernan en nombre y por mandato de las gentes decentes lo han declarado traidor a la Patria.

¿Por qué no? Podríamos invocar al Coronel Dorrego, aquel legendario peleador que con su humor ácido y atrevido combatió bajo las órdenes de Belgrano y San Martín. También a él los señores que gobiernan en nombre de las gentes decentes lo desterraron una y otra vez. Primero lo arrojaron a la bodega de un barco que debía amarrar en Santo Domingo, entonces en manos de los absolutistas. Luego lo echaron a su peculiar noción de extranjería, nada menos que a la Banda Oriental.

Pero volvió como convencional constituyente a escupir en la cara de la gente decente; a rescatar del fondo del mar el Sueño de Mayo. A volver a plantear, con la voz ronca de los que luchan, que Ellos, las gentes decentes, pretendían instaurar “la aristocracia del dinero” y que Democracia era darle voto y respeto a los hombres del Pueblo, los asalariados, la chusma…Y Dorrego pagó con su vida.

Con “esas cartas que se leen y se rompen” toda la gente decente le encomendó a Lavalle que fusile al Coronel.

Las gentes decentes han sido desde siempre despiadados. Como recomendaba Sarmiento, no economizaron sangre de gauchos. Si hasta excomulgan a los hombres que, desde la intelectualidad, comprendieron y ofrecieron Bases para la Organización Nacional. Nunca le perdonaron a Alberdi la osadía de reivindicar a los caudillos, a las masas y las lanzas, como forma de democracia popular en oposición a las formas de dominación política de la gente decente a la que llamó claramente por su nombre: Oligarquía.

Pero para espantar la posibilidad de que alguna mente cautiva nos contemple pretenciosos frente a las comparaciones históricas, no vamos a abundar en estas reseñas, aunque nos cueste escaparnos de esa atracción gravitacional de encontrarnos e identificarnos en los derrotados de esta tierra, de reconocerlos como antecedentes directos de nuestra lucha.
Nosotros somos hombres simples y por eso a veces nos cuesta poder ver nuestro destino en términos históricos. Cuesta asumirnos como un simple jalón en el derrotero de nuestro Pueblo. Nos cuesta y hasta humanamente nos molesta, sabernos un peldaño, asumirnos eslabones.
Ahí, en esa despiadada comprensión irremediablemente nos despojamos de cualquier rasgo de soberbia y quedamos instalados para siempre en la más inevitable humildad. Cabalmente comprendemos aquello que consignará José Martí a cerca de que “toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz”.

Por eso no nos resulta tortuoso asumir esta derrota. Porque desde la derrota lo único que nos resta es conquistar una victoria. Y a Ellos, los que se enseñorean en el poder, las gentes decentes de hoy, desde su victoria no tienen más destino posible que su derrota. Como Ellos saben eso no han ahorrado ni “sangre de gauchos” ni mentiras o difamaciones para despedazar a quienes los amenazan.

Y una vez se les ocurrió prohibir las palabras, hacer la Lucha y la Esperanza innominables, a ver si así se esfumaba su existencia. Hubo décadas enteras en que estuvo prohibida la palabra Pueblo, pero nunca pudieron evitar que se la silbe, que se la susurre, y cuando los pulmones estuvieron suficientemente cargados, que se la grite. Y ahí de nuevo el Pueblo, que no es que no existía porque no se lo nombraba; Ellos lo ignoraban, tenían esa capacidad. Pero ya no pudieron ignorarlo porque su presencia aturdía.

Le dan mucha importancia a la palabra y prestan atención de llamar a las cosas por el nombre que a Ellos les conviene. Así frente a la fundación de un orden económico antipopular, frente a la resistencia por su supervivencia de los pueblos, acuñaron el concepto de Barbarie. Sarmiento le enseñaba a Mitre a tratar a los patriotas como a simples bandidos y hacerles una “guerra de policía”, despojándolos de toda entidad política. La misma fórmula utilizaron Isabel, Videla y la Dictadura para combatir a las organizaciones populares. Las llamaban “bandas de delincuentes” y pretendían apartidas a los patriotas.

Hoy nuevamente desde el Régimen combaten a los piqueteros con el Código Penal, los “judicializan”. ¡Como si semejante conflicto social y las formas que éste adopta pudieran encorsetarse en los rígidos límites que impone el mamotreto pergeñado por Carlos Tejedor.

Ellos en tanto seguirán siendo los que cuentan el pasado según su conveniencia; relatan el presente según sus intereses; y auguran el futuro de acuerdo con sus planes.

Es evidente que estamos derrotados. Pero somos necios y porfiados. Además somos fatalmente conscientes que depende de nosotros, el Pueblo, no convertir estos reveses en definitivos. Quisiéramos poder declarar aquí que estamos en mejores condiciones. Pero lo real es que creemos que todavía abundan debilidades.

Nos hacen falta dirigentes probados, agudos, genuinos. Falta coraje y consecuencia. Falta asumir que el enfrentamiento es a Patria o Muerte.

Falta humildad, grandeza, capacidad para eludir sus trampas. Pero todo eso que falta son virtudes que alberga nuestro Pueblo, que en su sabia y justa noción histórica, sabrá cómo y cuándo ir ofreciéndolo.

Así irá pariendo cuadros, organización, política efectiva.

El Imperio está en decadencia y por ello se vuelve más bestial.

El Régimen está debilitado y por ello recorta las libertadas conquistadas.

Esas muecas de fuerza son sus debilidades no las nuestras. Así nos explicamos que estos títeres progresistas sean los que ejecutan las políticas más represivas, los que cuentan más presos políticos y persiguen más luchadores.

Ya llegará la hora en que el Pueblo ponga las cosas en su lugar, rescate el Sueño de Mayo, y podamos gozar en este pedacito de Patria que llamamos Argentina de una democracia real, Justicia Social, Independencia Económica y Soberanía Política.



Fernando Esteche

MPR QUEBRACHO
quebracho@quebracho.org.ar

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