Julio López
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HIJOS 10 AÑOS: ESCRACHE AL GENOCIDA VITÓN
Por jtm ((i)) - Friday, May. 20, 2005 at 3:52 AM
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HIJOS CONMEMORÓ SUS 10 AÑOS DE LUCHA REALIZANDO UN ESCRACHE A UNO DE LOS TANTOS GENOCIDAS QUE ANDA SUELTO EN ESTE PAÍS: LUIS VITÓN

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Murgueros
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Murgueros...
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Antes escrachar a Luis Vitón, la agrupación Hijos convocó en el Centro Cultural Islas Malvinas a una "Jornada de lucha y alegría" en la que participó una gran cantidad de gente (muchos no pudieron entrar a la sala porque estaba colmada). Actuaron murgas, cantó Actitud María Marta, se leyó un documento y se representó una obra de teatro ideada y protagonizada por HIJOS: Bla, bla, bla.

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doc.
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Además se estrenó un video que cuenta la historia de Hijos La Plata, desde las jornadas de Recurdo, memoria y Compromiso que se realizaron en las facultades de Arquitectura y Humanidades (donde comenzaron a juntarse para luego formar la agrupación) hasta la lucha actual contra la impunidad, pasando por represiones, escraches, actos y movilizaciones.

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Marchando
Por jtm ((i)) - Friday, May. 20, 2005 at 3:52 AM
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"Diez años de vida como organismo de derechos humanos, construyendo la memoria histórica de los procesos políticos argentinos. Diez años exigiendo juicio y castigo para los responables de los crímenes cometidos por la última dictadura militar. Diez años denunciando la represión policial e institucional en democracia, la continuidad del aparato represivo y la implementación del modelo económico de hambre y exclusión que padecemos."
Hjos La Plata

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Pintando
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Luís Vitón fue uno de los jefes del campo de concentración "La Escuelita", responsable de la desaparición de 32 personas y de medio centenar de privaciones ilegítimas de la libertad.
Vitón además de estar en libertad, también ha sido beneficiado primero, con un cargo público (fue nombrado subsecretario de Control Urbano en el gobierno municipal de Alak, denunciado por HIJOS en 1998) y actualmente, como adjudicatario del servicio de limpieza y seguridad de varios hospitales, municipalidades y ministerios del gobierno de la provincia.

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escrachando
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"La impunidad de ayer y de hoy no sólo permite que los asesinos caminen entre nosotros, sino también, que tengan poder. Vitón representa los resabios de la dictadura en democracia y el pueblo, escrachándolo, simboliza la lucha por un país distinto.
Porque hay continuidad de modelo, hay continuidad de lucha.
HIJOS LA PLATA. 10 Años de LUCHA"

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¡presentes!!!
Por jtm ((i)) - Friday, May. 20, 2005 at 3:52 AM
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Vitón asesino
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Calle 60 nº 1410 (23 y 24)
Por jtm ((i)) - Friday, May. 20, 2005 at 3:52 AM
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pintada
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Antes del escrache...
Por jtm ((i)) - Friday, May. 20, 2005 at 3:52 AM
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Antes del escrache.....
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Después del escrache
Por jtm ((i)) - Friday, May. 20, 2005 at 3:52 AM
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LOS HIJOS, DIEZ AÑOS CRECIENDO ENTRE HERMANOS
Por LA PULSEADA - Friday, May. 20, 2005 at 11:34 AM

Muchos son huérfanos por la dictadura y se criaron diciendo que sus padres habían muerto en accidentes de tránsito. Cuando se unieron, siendo adolescentes, la necesidad de reencontrarse con la historia de sus viejos fue lo más fuerte. “Más que amigos éramos un grupo de hermanos” recuerda una hija al evocar los primeros encuentros, en los que la política se mezclaba con las emociones. Los HIJOS aportaron juventud a la lucha por los derechos humanos e inventaron los escraches: una búsqueda alternativa de justicia ante la posibilidad de encontrarse con torturadores y asesinos en cualquier verdulería de barrio.

“Fue la primera vez que la palabra hijo tuvo sentido para nosotros. Nunca nos habían nombrado de esa manera”, reconoce Sofía Caravelos, al recordar los encuentros iniciales de HIJOS La Plata. Ella tenía 6 años en mayo 1978, cuando secuestraron a sus padres, que estuvieron dos meses en el campo de concentración La Cacha, hasta que fueron asesinados.
Abogada y madre de Teo, de dos años y medio, hoy cuenta con orgullo quiénes eran sus viejos, pero reconoce: “lo puedo decir por HIJOS. Yo encontré a mis viejos ahí”.
Antes de que los hijos de desaparecidos y asesinados se agruparan, muchos de ellos ocultaban su identidad: “hablábamos de que nuestros papás habían muerto en un accidente de tránsito”, recuerda Caravelos, que tuvo que ir a la escuela durante la dictadura y “sentía que las explicaciones las tenía que dar yo...”.
Pablo Balut, a quien el Estado terrorista le arrebató su papá y su tío, agrega que “con la vuelta de la democracia tampoco podías andar diciendo por ahí que eras hijo de desaparecido: no daba, tenías miedo, no era explicable... Siempre eras visto como el hijo de los subversivos”.
La organización Hijos por la Identidad y la Justicia, contra el Olvido y el Silencio (HIJOS) nació en abril de 1995 como una explosión inevitable: los chicos habían crecido y ya no podían más ser anónimos. Necesitaban encontrarse: entre ellos y con sus historias. Y cuando ciertos eventos llevaron a que se juntaran en un mismo lugar, se hermanaron. “A partir de ahí nadie nos calló y todo el tiempo salimos a gritar que nuestros viejos eran desaparecidos”, rememora Caravelos.
Hacia adentro, fue un espacio de contención. De cara a la sociedad, HIJOS renovó el movimiento por los derechos humanos: le aportó juventud, le dio inserción estudiantil y cuestionó la rigidez y la “tristeza” de las luchas. Caravelos piensa un antes y un después: “las marchas de antes eran muy apagadas... HIJOS le puso alegría y color”. Junto con HIJOS, y no por casualidad, llegaron las murgas.
Para la titular de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela Carlotto, “HIJOS constituye la voz de las víctimas más sufrientes, que fueron los huérfanos de la dictadura, que con todo derecho se levantan para buscar la verdad y la justicia. Tenemos que celebrarlo: ellos van a ser nuestro reemplazo el día que no estemos”.

El rito del homenaje
La figura del desaparecido tiene un resultado atroz: hace muy difícil procesar un duelo sin saber qué pasó, sin tener un cuerpo para despedir y llorar.
Otra Sofía de HIJOS La Plata, que pidió no publicar su apellido, cree que los homenajes a los desaparecidos “son como un ritual que no hemos tenido, que es el entierro. Ahí se habla del caído, y al compañero se le cae la ficha que el viejo está muerto”.
En los ´90 esos eventos comenzaron a organizarse en las universidades. En La Plata, ex alumnos de Arquitectura convocaron para el 3 de noviembre de 1994 a un homenaje a los muertos y desaparecidos de esa facultad. El acto reunió a muchos familiares y empujó a la formación de una comisión en la Facultad de Humanidades para imitar la experiencia.
El jueves 20 de abril de 1995 se concretó la Jornada de Memoria, Recuerdo y Compromiso de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Los HIJOS platenses suelen reconocer a esa fecha como la del nacimiento de la organización: “fue un acto muy grande, muy conmovedor”, recuerda Caravelos: “y esa noche, cuando terminó, por primera vez nos encontramos todos los hijos”. El domingo siguiente, cuando volvieron a juntarse para un asado, tuvieron noticias de sus compañeros cordobeses.
En verdad, muchos hijos ya se conocían. En La Plata algunos habían participado del Taller de la Amistad, que funcionó desde comienzos de los ochenta, cuando los victimarios aún gobernaban el país. Era un espacio organizado por adultos para contener a los pibes que tenían a sus papás presos o desaparecidos, y también a chicos de los barrios, con otras problemáticas sociales. Otra experiencia que unió a los hijos de las víctimas de la dictadura fue el Taller Julio Cortázar, en Córdoba. Corrían los años ochenta y la mayoría eran niños.
Unos días antes de la jornada de Humanidades de La Plata, los cordobeses reeditaron el Taller Cortázar con un encuentro en el que surgió por primera vez la sigla H.I.J.O.S.
Así es como las regionales de Córdoba y La Plata se disputan haber fundado la organización. Se trata de una discusión menor: lo interesante es que, con escasos días de diferencia, en abril de 1995 varios hijos del país comenzaron a encontrarse y reencontrarse.
Ese mismo mes, la confesión del oficial de marina Adolfo Scilingo, reconociendo la existencia de “vuelos de la muerte” durante la dictadura, puso en el centro de la atención pública las atrocidades cometidas y la impunidad de sus responsables.
La coincidencia entre las provincias se plasmó en octubre de ese año, cuando más de 300 hijos se juntaron en Cabalango, Córdoba, y formaron la Red Nacional de H.I.J.O.S. Estuvieron acompañados por el músico León Gieco y el poeta Juan Gelman, que estaba escribiendo con la psicoanalista Mara La Madrid un libro sobre los hijos de desaparecidos: Ni el flaco perdón de Dios (Planeta, 1997).
Ya habían HIJOS en casi toda la Argentina. Más tarde los habría en otros países de América Latina y Europa.

Un encuentro de hermanos
Los padres de Emiliano Hueravilo Alonso fueron secuestrados el 19 de mayo de 1977. Su mamá, Mirta Mónica, lo llevaba en su panza: estaba embarazada de seis meses. En agosto lo parió en la Escuela de Mecánica de la Armada. Es uno de los pocos chicos nacidos en cautiverio que no fue apropiado, y quizá sea porque al nacer su madre le hizo una marca en la oreja izquierda y lo comunicó a otras detenidas. A los cuatro meses de vida llegó a manos de sus abuelos paternos, que lo criaron.
Emiliano se sumó a HIJOS Capital en diciembre de 1995 y no necesitó “explicar quién era”. “No me olvido nunca que un momento en que éramos como 50 o 60 personas y nos quedamos callados: no necesitábamos decir qué habíamos pasado en esos últimos años. Porque no éramos hermanos de sangre pero éramos hermanos de lucha. Con una mirada o con una sonrisa nos entendíamos”.
Los primeros encuentros estaban cargados de emociones difíciles de controlar. Muchos militantes de HIJOS cuentan que les costaba la decisión de asistir a las reuniones: “a mí me asustó un montón. Estuve en el primer encuentro y durante un mes y medio no fui. Recién en junio empecé a participar militantemente”, cuenta Caravelos: “HIJOS La Plata era un revuelo. Iba mucha gente y todo era muy pasional”. Las asambleas reunían entre cincuenta y ochenta hijos que intentaban encontrarse a sí mismos al mismo tiempo que construían una organización política horizontal, sin autoridades, que sólo aceptaría el consenso.
HIJOS también fue el modo de conectarse con los padres desaparecidos: saber de sus sueños, sus pasiones, sus aciertos y sus errores. Pablo Balut, que se integró a la agrupación en 1999, admite que le permitió “reconstruir una parte de mi historia y reconocer una parte de mi vida que siempre había tenido que tener muy guardada, muy oculta, aún después de la dictadura. Me permitió también acercarme a mi viejo, a mi tío, a los desaparecidos, y empezar a entender qué fue lo que había pasado en el país”.
Entre los “puntos básicos” que definieron desde los primeros encuentros, la reivindicación de la lucha de la generación de sus padres ocupó un lugar central, equivalente al pedido de castigo “a los genocidas, sus cómplices, beneficiados e instigadores”.

Construir a los viejos
En 1995 el problema de los desaparecidos era conocido. Pero la ardua labor de los organismos de derechos humanos para difundir esa realidad, la había instalado enfatizando la magnitud del genocidio. Los HIJOS demandaron darles identidad: “para construir a nuestros viejos, necesitábamos hablar de ellos con nombre y apellido, y además reconocer a la organización a la cual pertenecían, sin que nos diera miedo, ni pudor, ni nada por el estilo, sino todo lo contrario: orgullo”, explica Caravelos.
Algo similar pasó con los victimarios: “llegamos al milico con cuerpo y domicilio. Porque la impunidad no era algo abstracto: era esa posibilidad concreta de toparte enfrente de tu casa con el que torturó a tu vieja...”
A poco de unirse, los hijos platenses escribieron e interpretaron una obra teatral titulada “Bla, bla, bla”. Contaba la historia de un represor que iba a una verdulería y cada fruta que tocaba la manchaba de sangre. Los integrantes de la comunidad lo iban rodeando hasta que construían una suerte de prisión. Caravelos recuerda: “terminábamos la obra diciendo que lo que queríamos era eso: que el país sea su cárcel. Que el verdulero no lo atienda, que el taxista no lo lleve, que el diarero no le venda el diario”. De algún modo, los hijos ya pensaban en el escrache.

La otra justicia
Si algo hizo que los HIJOS se juntaran fue la impunidad. “No sé si estaríamos juntos si después del juicio a las juntas la historia hubiera sido otra. Pero ese ensayo de juicio, hacernos querer creer que iban a ir presos y después sacarlos a todos, nos mostró un camino...”, reflexiona Sofía A.
Tenían razones para considerar que la justicia institucional estaba agotada; Caravelos remarca que cuando llegaron a la agrupación, “si bien éramos adolescentes, teníamos una historia de militancia: llevábamos diez o quince años de recorrer pasillos de la mano de nuestras abuelas”.
Es difícil puntualizar el momento en que surge la idea del escrache. En La Plata, una de las primeras acciones de HIJOS fue pedir que le quitaran la matrícula a Jorge Bergés, un médico que había atendido partos clandestinos y fue cómplice de delitos de apropiación de bebés. También denunciaron donde vivía. Luego, cuando se pensó en la movilización colectiva, el primer intento fracasó: quisieron repudiar a un colaborador de la represión que daba clases en la Facultad de Económicas, y los propios alumnos les pidieron que se retiraran.
El método fue evolucionando. Hoy el escrache es un proceso de investigación constante y concientización en los barrios, que dura meses. La marcha para señalizar la vivienda de un represor es su culminación. Y tiene un fuerte sentido estético: participan murgas y se arrojan bombitas de pintura roja para poner en evidencia los crímenes. “Son ratas crueles escondidas”, define Sofía A.: “finalmente encontrás al represor, le sacás el antifaz y lo mostrás tal cual es. Es una satisfacción”.
Con el tiempo, los escraches fueron imitados por ahorristas, asambleas barriales y otros sectores que los dirigieron a políticos y banqueros. Sofía Caravelos relativiza esa apropiación social del escrache. Aclara que escrachar o “funar” (como lo llaman los hijos chilenos) tiene dos sentidos: la denuncia y la condena social. “Si bien los escraches nuestros aparecen un día determinado, nosotros trabajamos meses en el barrio, y eso también es el escrache. Entonces, parcializarlo en cuanto a que es denuncia, está bueno, pero para mí le falta la otra pata, que es la construcción de la condena social. Una parte que es difícil de hacer: legitimar tu lucha”

Las puertas abiertas
No todos los hijos de las víctimas directas de la represión de Estado están en HIJOS. En ese sentido, en Ni el flaco perdón de Dios, el testimonio de una hija cordobesa advierte: “quienes participan en HIJOS son hijos de estudiantes o militantes de organizaciones y muy pocos son hijos de obreros. ¿Qué pasó con esos chicos que el padre era delegado de fábrica y que su mujer no era la compañera sino que era la esposa? Es otra realidad social, en la que de pronto la esposa se queda sin su esposo y está sola. Esos chicos a lo mejor tienen otra visión que la nuestra sobre la desaparición...”
Y así como no todos están en HIJOS, tampoco todos los militantes de HIJOS son hijos de desaparecidos. De un tiempo a esta parte, HIJOS tiene una “población abierta”, tal como llaman al criterio de cuya adopción la Regional Rosario fue pionera y la platense, la más rezagada.
Nacida en democracia, Rocío “Saraca” Tagliabue es una de los “no hijos” que militan en la regional La Plata de la agrupación. Empezó hace dos años y medio, cuando estaba por terminar el secundario en el Colegio Nacional. El centro de estudiantes que ella integraba invitó a HIJOS a dar una charla: “contaron un poco qué era la agrupación, y una de las cosas que plantearon era que la historia reciente de nuestro país nos pertenecía a todos”. Un tiempo más tarde los llamó para sumarse. “De mis compañeros de agrupación he aprendido muchísimas cosas. Estar con ellos, con familiares de detenidos-desaparecidos y con ex detenidos me ayudó a cerrar un montón de cosas que son fundamentales para poder entender dónde estamos”.

No perder la juventud
A diez años, los HIJOS no se achican al contabilizar los logros: la consolidación del escrache, el hallazgo de chicos apropiados, la anulación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final y la recuperación del predio de la ESMA son algunos que se agregan al hecho de haberse juntado, que vale por sí solo. Tampoco son escasas las cuentas pendientes ni las dificultades para organizarse.
“Estamos llegando a la edad donde todos empiezan a tener familias”, explica Sofía. Y no es fácil asumir el rol de padres sin un modelo a imitar.
Pablo Balut siente que, al menos en lo personal, HIJOS “está cumpliendo un ciclo” y es tiempo de buscar otros espacios de militancia: “hubo momentos en que pensé que HIJOS tenía que mantenerse eternamente. Ahora dudo. Por ahí HIJOS representa una etapa en la vida de los jóvenes que fuimos víctimas en su momento de la represión, o de otros jóvenes que se incorporaron. No podemos tener sesenta años y seguir siendo hijos...”. Pablo identifica a la organización como “una cosa bien adolescente” y por eso admite que “HIJOS puede servir para que se incorporen otros pibes y encuentren reivindicaciones de la juventud”. Así es que, con sus 20 años, Saraca define hoy a la agrupación como “mi lugar, en el que sé que puedo canalizar las cosas que para mí son importantes”
Sin duda, la inserción en juventud fue uno de los aportes de la agrupación. Sofía Caravelos resume el desafío en pocas palabras: “HIJOS debe mantener esa frescura permanente...” (D.B.)

Publicado en Revista La Pulseada, Año 4, Nº 29, abril de 2005

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Compañeros
Por Luc - Monday, May. 23, 2005 at 1:12 PM

Compañeros, lamentablemente soy vecino del genocida Vitón, y ví como al otro dia nos "limpiaban" lo escrachado, inlcuso como taparon las pintadas del barrio con aerosoles escondiendo lo que no puede esconderse ya más.
Para ellos, ni olvido ni perdón.

Nosotros somos la lucha, el futuro.

Un abrazo especial

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hijos foto editorial
Por indylp - Tuesday, May. 24, 2005 at 1:31 AM

hijos foto editorial...
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foto chiquita

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Luc
Por adherente a la mesa de escrache - Thursday, May. 26, 2005 at 11:02 AM

gracias por el comentario, Luc.
de todos modos lo más importante, como decís, no se borra. ver a los vecinos del genocida aplaudiendo con la marcha estuvo groso. aguante los hijos y el barrio, también.

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