Uniòn Europea : la peor crisis de su historia.
Por EL MILITANTE -
Friday, Jul. 01, 2005 at 9:39 PM
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La Unión Europea se enfrenta a la crisis
más profunda de su historia |
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Autor : Maarten
Vanheuverswyn Fecha : ( 30-Junio-2005 ) Categoria : Europa
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“Las
naciones no tienen amigos o enemigos permanentes, sólo
intereses permanentes”. Lord Palmerston (Ministro de
Exteriores británico, 1846-1851)
“La gente dirá que Europa no está en
crisis, pero está en una profunda crisis”, estas son las palabras
del primer ministro luxemburgués, Jean-Claude Juncker, que
actualmente ejerce la presidencia de la UE. La cumbre europea de la
semana pasada acabó en lágrimas al colapsar las negociaciones sobre
el presupuesto de la Unión Europea. Resulta significativo que
Juncker comenzara su rueda de prensa con un vaso de agua:
“Discúlpenme porque beba primero, no bebo porque haya hablado mucho
sino porque he escuchado demasiado. Otros probablemente estarán
sedientos porque han hablado demasiado y han escuchado muy poco”.
El discurso diplomático habitual no se ha visto por
ninguna parte en la que será conocida como la cumbre donde todo el
proceso de integración en la UE quedó interrumpido. Jacques Chirac,
el presidente de Francia, dio a entender claramente que la culpa del
fracaso de la reunión era del primer ministro británico Tony Blair,
al que acusó de “egoísmo nacional”. Blair, a su vez, utilizó su
rueda de prensa para responder a las acusaciones de que Gran Bretaña
carecía de “espíritu europeo”, pronunciado el agrio comentario de
que “Europa no es propiedad de nadie”.
¿Todo esto era
la consabida historia? A juzgar por las apariencias, el fracaso de
la cumbre era el resultado de los desacuerdos sobre la financiación
del presupuesto de la UE para 2007-2013. Sin embargo, el presupuesto
fue sólo un tema particular del orden del día de los que dividieron
a las diferentes naciones que participaron en la cumbre.
Como señala The Economist: “Las discusiones sobre el
presupuesto, aunque a menudo amargas, han sido una característica
regular de la política europea durante muchos años. El rechazo a la
Constitución Europea en los recientes referendos de Francia y
Holanda ha planteado cuestiones mucho más profundas. Esas
votaciones, en países que tradicionalmente habían sido fundamentales
para el devenir de la unidad europea, suscitaron cuestiones más
profundas sobre la legitimidad política de la UE y su utilidad
subyacente. Pero, entrando en la cumbre, el presupuesto y las
cuestiones constitucionales están unidas. Intentando resarcirse de
su humillación política en casa, Chirac ha optado por pasar a la
ofensiva contra ‘el cheque británico’, la rebaja de la que ha
disfrutado Gran Bretaña en sus contribuciones al presupuesto europeo
desde mediados de los años ochenta, cuando Margaret Thatcher
insistió en que se le devolviera algo de su dinero”. (The Economist.
18/6/2005).
La Constitución está muerte, ¡larga
vida a la Constitución!
Decir que el reciente
rechazo a la Constitución Europea, tanto en Francia como Holanda,
tiene tremendas ramificaciones es decir algo obvio. Ciertamente,
hace tres semanas, el tren Thalys que une París con Ámsterdam a
través de Bruselas, el tan cacareado símbolo de la Europa sin
fronteras que los líderes de la Unión Europea supuestamente querían
construir, descarriló violentamente. La ruta
París-Bruselas-Amsterdam se ha convertido en la falla de un
terremoto político europeo. A pesar de la insistencia de José Manuel
Barroso y Josep Borrell, presidentes de la Comisión Europea y el
Parlamento europeo respectivamente, en que la constitución no estaba
muerta y que la ratificación debe continuar, después del “no”
francés y holandés la constitución ahora está totalmente muerta.
Al menos, eso es lo que se podría pensar después del
terrible golpe que ha provocado temblores en las espinas dorsales
del establishment europeo. Después de todo, para que la constitución
pueda aplicarse los 25 miembros de la UE necesitan ratificarla. Con
el reciente rechazo en dos países clave, parece que finalmente la
constitución está al borde del abismo. Sin embargo, el año pasado se
adjuntó una declaración en la que se decía que si, dos años después,
cuatro quintas partes de los países habían ratificado la
constitución, porque algunos países se hubieran “encontrado con
dificultades” (es decir, cuando su población haya rechazado
democráticamente este pedazo de papel reaccionario que se les ha
atragantado), se celebraría una cumbre de la UE para “considerar la
situación”. Lo que hace falta ahora, aparentemente, es un período de
“balance, debate y explicación”. La declaración del año pasado se
hizo por la insistencia de Juncker en que la ratificación debía
continuar. No importa que nueve países hayan ratificado ya la
constitución y que sólo España lo hiciera a través de un referéndum.
Oficialmente, los líderes de la UE dicen que han
alcanzado un acuerdo sobre la constitución en la cumbre de la semana
pasada. El mismo Juncker, reconociendo que Europa estaba atravesando
por una seria de crisis importantes, dijo que la constitución
todavía está viva y puede entrar en vigor. ¿Cómo solucionar esta
contradicción? El argumento es que el documento fue un compromiso
cuidadosamente equilibrado y que no se puede enmendar, a pesar de
los veredictos negativos de los votantes franceses y holandeses, que
según él estaban “confundidos” y “mal informados”. Por lo tanto,
anunció que habría una pausa en el proceso de ratificación “para
permitir un debate más amplio entre los ciudadanos europeos”. En
otras palabras, ¡qué la población de Francia y Holanda se lo piense
de nuevo! Aunque a la mayoría de los líderes europeos les gustaría
ver a los franceses y holandeses votar de nuevo la misma
constitución, es poco probable que eso ocurra porque pondría al
presidente Chirac y al primer ministro Balkenende en una posición
muy difícil en sus propios países. Sin embargo, como decía The
Economist: “Está claro que en la mente de Juncker -su argumento
contó con el apoyo de los presidentes de la Comisión Europea y el
Parlamento europeo- sólo puede haber un resultado aceptable para
este debate: la ratificación final de la constitución”. (Ibíd.,).
La democracia, como se puede ver, es algo peligroso.
Desde el punto de vista de la burguesía está bien que las personas
ejerzan su derecho a voto siempre y cuando sus intereses permanezcan
inalterables. Como dijo en cierta ocasión un sabio: “A los oprimidos
se les permite cada pocos años decidir qué representantes concretos
de las clases opresoras les representarán y reprimirán”. En junio de
2001, por ejemplo, se produjo el espectáculo de Irlanda celebrando
un referéndum sobre el Tratado de Niza, pero para sonrojo del
gobierno los votantes lo rechazaron. Eso no impidió que el mismo
gobierno celebrase de nuevo el mismo referéndum, de este modo,
artificialmente, consiguieron que saliera el “sí”.
Las cosas no van a ser diferentes con la Constitución
Europea. Al principio, los representantes gubernamentales tenían
mucha confianza en que conseguirían fácilmente aprobar la
constitución, así que ¿por qué no celebrar algunos referendos y así
dar una imagen de democracia? Nadie estaba realmente interesado en
esta constitución y con una masiva campaña de propaganda en los
medios de comunicación no se esperaban dificultades reales. Las
cosas sucedieron de manera diferente porque la burguesía europea
subestimó el agitado resentimiento existente entre su propia
población. Después de los desastres electorales de casi todos los
partidos en el gobierno en las elecciones europeas deberían haber
esperado que esto ocurriera. Una cosa es controlar los medios de
comunicación y utilizarlos para diseminar una corriente interminable
de propaganda, y otra bien distinta es mantener el control de lo que
realmente piensa la gente después de los incesantes ataques contra
sus niveles de vida, pensiones, seguridad social, etc.,
Tácticas dilatorias
El punto
crucial del problema es que el “no” francés y holandés puede haber
sentado un precedente. Los referendos en Polonia, República Checa,
Dinamarca o Gran Bretaña probablemente habrían supuesto nuevos
rechazos. Luxemburgo había pensado en cancelar su referéndum
previsto para el 10 de julio, aunque finalmente decidió seguir
adelante, mientras que Gran Bretaña, República Checa, Dinamarca,
Irlanda y Portugal probablemente se decidan a no celebrarlos. Los
líderes temen a sus propias poblaciones.
Una vez más
citaremos a The Economist: “... Los líderes de la UE habían asumido
que los potenciales no-ratificadores serían los países pequeños,
como Dinamarca o la República Checa -cuyas armas podrían ser votar
de nuevo- o un país más escéptico como Gran Bretaña. Si eso
ocurriera se le podría invitar a una frambuesa más, es decir, se
podría celebrar otra votación sobre un texto que hubiera sido
revisado o cambiado de alguna forma... Pero si la renegociación y la
segunda votación son impensables, menos aún lo es la posibilidad de
prescindir de Francia. A diferencia de Gran Bretaña, Francia ha sido
políticamente (y geográficamente) uno de los centros de Europa. Como
Holanda, Francia es uno de los seis fundadores, y también uno de los
doce que se han unido a la moneda única europea, el euro. Una UE sin
Francia es simplemente inimaginable”. (The Economist. 2/6/2005).
¿Entonces cuál es salida? Alistarse en el ejército de
abogados y tecnócratas localizados en Bruselas que ganan mucho
dinero encontrando una salida a crisis como esta. Una opción que fue
provisionalmente considerada sería cambiar ciertos aspectos de la
constitución e introducirlos después por la puerta trasera. De esta
manera se podría evitar la molestia de los referendos. La dificultad
de esta opción es que algunas regulaciones clave como la abolición
de ciertos vetos (que siempre ha sido un obstáculo para los países
más grandes que no quieren ser bloqueados por los más pequeños)
requeriría enmendar el tratado ¾
llegar a un acuerdo adecuado para todos se ha convertido en
algo más difícil que nunca debido a la división actual de la UE ¾ . Hay pocas dudas de que los
abogados de la UE especializados en el arte de la sofistería tarde o
temprano, sólo temporalmente, conseguirán una salida “legal”.
Por ahora, parece que los líderes europeos han
decidido posponer cualquier decisión sobre el tema. El acuerdo de la
cumbre podría haber sido una resolución sobre el proceso de
ratificación de la constitución pero debido a su vaguedad la
resolución no deja de ser una declaración de “buenas intenciones”.
Los estados miembros se supone que tienen libertad para definir su
propio ritmo de ratificación de la constitución. La fecha tope de
noviembre de 2006 para ratificar la carta se ha descartado y en su
lugar se hará una nueva “evaluación”. Aquellos que quieran ir más
rápido se les permitirá hacerlo. Aquellos que quieran ir más
lentamente serán también libres de hacerlo. Sobre todo, el texto
dice que es necesario un período de reflexión para ganarse la
“confianza de los ciudadanos”. En otras palabras, nada se ha
solucionado y todas las contradicciones subyacentes regresarán de
forma más virulenta en el futuro.
Los antagonismos
nacionales al descubierto
El principal contenido
de la cumbre era esencialmente la cuestión monetaria. Gran Bretaña,
hasta ahora, consigue que dos tercios de su contribución neta al
presupuesto de la UE les sean devueltos. Esto es lo que intentó
utilizar Chirac para atacar a Gran Bretaña cuando exigió la
eliminación de esta rebaja, diciendo que sino Gran Bretaña no
pagaría su parte del coste de la ampliación de la UE. Sin embargo,
cómo rápidamente respondió Blair, Gran Bretaña sigue siendo todavía
el segundo contribuyente neto más grande al presupuesto. Blair
contestó al argumento abriendo el bote de las lombrices, también
conocido como la política agraria común (PAC). Gran Bretaña tiene un
sector agrícola pequeño y las granjas consiguen más del 40 por
ciento del gasto de la UE a través de la PAC, por lo tanto, la
devolución estaría justificada. Así que Blair dijo que sólo
aceptaría con la condición de que toda la PAC fuera reformada, algo
que Chirac, cuyo país es uno de los grandes beneficiados de la
política agrícola, obviamente se negó a considerar esta posibilidad.
El hecho de que el presidente Chirac lanzara un
ataque frontal contra el cheque británico se puede explicar sólo en
parte como una táctica para desviar la atención del fiasco
constitucional en Francia. Independientemente de las distintas
razones del colapso de la cumbre, las causas reales se encuentran en
las contradicciones económicas básicas que existen entre los estados
miembros de la UE. Estas se han exacerbado durante los años de
crisis económica prolongada que ha padecido Europa. Por encima de
eso, los diferentes estados miembros también están aplicando
políticas exteriores contradictorias. La guerra de Iraq dividió por
la mitad a la UE, y fue sólo el ejemplo más obvio de esta situación.
Como escribieron el año pasado Roberto Sarti y Fred
Weston: “Estas crecientes tensiones políticas finalmente estallaron
en un conflicto abierto entre las principales potencias y dentro de
la misma Unión Europea, cuando sólo hace dos o tres años se hubiera
llegado a algún tipo de compromiso. Habríamos visto un período de
negociación sobre diferentes puntos de este o aquel tratado o pacto
que hubiera acabado en alguna clase de acuerdo. Un país u otro
habría renunciado a sus ‘principios’ a cambio de alguna compensación
monetaria. Esto ya no es posible.
Esto nos da una
indicación de cómo funcionará la ‘diplomacia’ en el futuro. Ya no
veremos el guante de terciopelo. Más bien, habrá amenazas y
enfrentamientos abiertos en una situación donde los países más
fuertes utilizarán toda su fuerza, con buenas o malas maneras, para
prevalecer sobre los demás. De la misma manera que el imperialismo
estadounidense se comporta como un rufián incontrolable en el mundo,
Francia y Alemania intentarán utilizar su peso dentro de la UE para
amenazar y engatusar a los miembros más débiles de la UE para que
acepten su política”.
Esto se está desarrollando
ahora ante nuestros propios ojos. Después del colapso de las
conversaciones, Chirac describió la posición británica sobre el
presupuesto como “patética y trágica”. Ahora tenemos el espectáculo
de los líderes europeos haciéndose recriminaciones entre sí cuando
supuestamente pretenden dar un mensaje de unidad sobre el “proyecto
europeo”.
De la noche a la mañana, la UE ha pasado de
ser una organización con ambiciones supranacionales a una
organización más débil y desoladora como fue la Liga de las Naciones
en el período entreguerras. Ayer el ministro de bienestar italiano,
Roberto Maromi, pidió de nuevo un referéndum para que el país
abandone el euro y retome la lira. Incluso antes del “no” en Francia
y Holanda, Stern, una revista de noticias alemana, informó de que
Hans Eichel, ministro de economía alemán, y Axel Weber, presidente
del Bundesbank, habían discutido la ruptura de la unión monetaria
con economistas independientes. Esto fue inmediatamente desmentido
por los líderes políticos y empresariales alemanes que insistieron
en su compromiso con el euro. Sin embargo, este tipo de noticias, en
la frenética atmósfera política posterior a los rechazos francés y
holandés a la Constitución Europea y después del colapso de la
cumbre, siembra muchas dudas sobre el futuro a largo plazo de la
moneda única.
¿Cómo podría ser de otra manera? Las
economías más débiles en particular son las que han sufrido con la
adopción de la moneda común. En el pasado ellas podían salir de la
crisis económica recurriendo a la devaluación. Ahora esto es
imposible porque cada gobierno tiene que buscar una solución en
casa, que inevitablemente significa una política de deflación
salvaje y desempleo. En ese sentido, las palabras de Maroni son
simplemente el reconocimiento de que el euro ha puesto límites
severos a la política del gobierno italiano y de las clases
dominantes de Europa en general.
Después de todo, la
UE no es un estado federal, ni tiene perspectiva de serlo.
Simplemente no puede funcionar de la misma manera que EEUU que, en
caso de crisis, puede canalizar fondos centrales a cualquier estado
que se encuentre en dificultades. Lo mismo ocurre con un estado
federal como Canadá, donde el gobierno federal garantiza las deudas
de las provincias más pobres. En la Unión Europea toda la carga de
una recesión debe soportarla cada uno de los estados miembros sin
ninguna ayuda. La intención es obligar a cada gobierno a mantener
unas “finanzas sanas” a través del viejo buen método de reducir el
gasto público y vender los bienes públicos.
La UE
se encamina hacia una frenada en seco
Para
comprender lo que está ocurriendo ahora, es importante tener en
mente lo excepcional que fue el período de los últimos cincuenta
años. En la actualidad, la idea de una guerra entre las potencias
europeas ha desaparecido en la conciencia de las masas europeas.
Hace cien años el anarquista Kropotkin dijo que “la guerra es la
condición natural de Europa” que, históricamente hablando, era cien
por cien correcta. Sólo debido a la peculiar correlación de fuerzas
surgida de la Segunda Guerra Mundial la guerra desapareció del orden
del día de las principales potencias europeas. Esa época de
“cooperación pacífica” basada en el masivo auge económico de la
posguerra llegó a su final. Las tensiones que ahora existen entre
los diferentes estados miembros de la UE en otro período habrían
llevado directamente a una guerra. En el pasado, incluso incidentes
más inocentes que el ocurrido recientemente entre Chirac y Blair,
fácilmente podrían haber provocado una guerra. Este obviamente no es
el caso actual -probablemente la democracia reinará de nuevo en los
próximos meses- pero está claro que algo fundamental ha cambiado en
las relaciones entre las diferentes naciones europeas.
Como escribió Alan Woods en Una alternativa
socialista a la Unión Europea: “El Mercado Común se creó en un
intento de la burguesía europea para superar las estrecheces del
Estado nacional, con sus respectivos mercados nacionales limitados.
Históricamente el Estado nacional jugó un papel esencial en el
desarrollo del capitalismo, al proteger y desarrollar el mercado
nacional. Sin embargo, con la división internacional del trabajo y
el desarrollo de las comunicaciones, la técnica, la ciencia, las
compañías multinacionales y el mercado mundial, las fuerzas
productivas entraron en conflicto con la limitación de las fronteras
del Estado nacional, así como con la propiedad privada de los medios
de producción. Esta contradicción se reflejó en las guerras
mundiales de 1914-18 y 1939-45 y la crisis del período entre ambas.
El desarrollo del comercio mundial en la posguerra permitió al
sistema capitalista superar esta contradicción parcial y
temporalmente. Los mercados nacionales separados de Gran Bretaña,
Francia, Alemania y los demás países del viejo continente eran
demasiado pequeños para los monopolios. El Mercado Común fue creado
para intentar superar esa limitación. Los grandes monopolios
esperaban con ilusión un mercado regional ilimitado de cientos de
millones de consumidores y, además, el mercado mundial. Debido al
auge económico, los capitalistas europeos tuvieron en gran parte
éxito en esa gloriosa unión aduanera, donde la abolición de las
tarifas entre los países del Mercado Común y una tarifa común con el
resto del mundo sirvió para estimular y desarrollar el comercio
mundial.”
Después de la Segunda Guerra Mundial Europa
quedó hecha cenizas. Su debilidad fue el principal factor que llevó
a la creación del Mercado Común Europeo, también conocido como
Comunidad Económica Europea. Las naciones europeas como Francia y
Alemania, totalmente arruinadas después de la guerra, tenían que
establecer un contrapeso político y económico frente a EEUU y Japón.
Por sí solas las potencias europeas separadas no eran capaces de
competir eficazmente con el dominio económico de EEUU y Japón, que
habían surgido fortalecidos de la guerra. Era necesaria unir
recursos y llegar a un acuerdo para compartir un mercado común,
primero en el acero y el carbón, después en otros productos. Esto
era un reconocimiento tácito de que en las condiciones modernas el
estado nacional se ha convertido en un freno reaccionario para el
desarrollo de las fuerzas productivas.
Aunque el
amplio análisis elaborado por los marxistas ha demostrado ser
correcto (la crisis actual lo demuestra), la expansión de la Unión
Europea de sus seis países originales a 25 y la integración de sus
economías ha ido más allá de lo que originalmente preveíamos. Esto
principalmente fue debido al desarrollo del comercio mundial y al
auge general del capitalismo mundial en el período de 1948-1974, del
que todos se beneficiaron.
Todo esto se consiguió con
una tasa elevada de crecimiento económico. Esto permitió un
desarrollo significativo de las fuerzas productivas. En este
contexto, la mayor integración de las principales potencias europeas
iba en interés de todas ellas. A finales de 2004, diez países más,
principalmente de Europa del Este, se unieron a la UE. Más que nunca
existía la ilusión de un movimiento irresistible en dirección a una
Europa unida. Sin embargo, las contradicciones eternas permanecen e
inevitablemente resurgirán en un período de recesión económica. La
crisis actual probablemente detenga el proceso de ampliación de la
UE. Los políticos dudan abiertamente de que una nueva ampliación sea
una buena idea, parece improbable que ahora un país como Turquía se
convierta en miembro pleno de la UE.
Es poco probable
que la UE se rompa totalmente debido a la necesidad de defender sus
mercados frente a EEUU y Japón. Tienen que golpear juntos porque no
tienen otra alternativa. Los capitalistas europeos están obligados a
mantenerse unidos para no acabar colgados por separados. Todo lo que
les queda es una serie de acuerdos bilaterales y alianzas, con
Alemania mirando incluso más al Este, y Francia acercándose, después
alejándose, de Gran Bretaña y los estados europeos más débiles para
intentar equilibrarse ante el creciente poder de Alemania. Esta
situación será lógicamente inestable y estará llena de todo tipo de
explosiones.
Lógica propia
El
hilo común que une a todos los países de la UE es que tienen que
tratar con una economía que está en declive. En todas partes hay
exceso de capacidad, hay demasiado acero, demasiados automóviles e
incluso el espectáculo bochornoso de demasiada comida que tirar. Es
necesario recortar, cerrar, dejar de producir y, sobre todo, en el
caso de las enormes subvenciones agrícolas, ¡incluso pagar a la
gente para que no produzca! Las fábricas se cierran como si fueran
cajas de cerillas, millones se quedan sin empleo, comunidades
enteras condenadas a la miseria.
En cada uno de los
estados miembros de la Unión Europea, los gobiernos están reduciendo
el gasto público. ¿Cómo pretenden los capitalistas europeos reducir
el desempleo? Reduciendo impuestos que sólo benefician a los ricos,
recortando los beneficios sociales y subsidios de desempleo para
obligar a los desempleados a que acepten empleos muy mal pagados,
eliminando todas las restricciones al despido de trabajadores
[“flexibilidad laboral”], promoviendo el trabajo a tiempo parcial y
los “Macempleos” sin protección y bajos salarios, a expensas de
empleos reales.
En 1992 el Tratado de Maastricht no
trataba de la unidad europea, sino que servía simplemente como
excusa para llevar adelante un ataque sobre los niveles de vida y
reducción del gasto público. La verdadera razón era la ardiente
necesidad de reducir la enorme deuda pública que estaba absorbiendo
una cantidad desproporcionada de la riqueza de la sociedad y que se
había convertido en una úlcera sangrante en los intestinos del
sistema. La deuda pública en Italia ahora alcanza el 105 por ciento
de su PIB, la de Bélgica el 130 por ciento. Esto no se puede
sostener. El pago de los intereses de estas deudas absorbe una gran
parte del presupuesto nacional y pende como una espada de Damocles
sobre los gobiernos individuales, que ahora tienen muy poco margen
de maniobra. Sin estos pagos de intereses la mayoría de los países
tendrían plusvalía.
En realidad, el criterio de
Maastricht era un reconocimiento de que si Europa continúa con sus
déficit y deudas públicas cada vez mayores, se produciría una
explosión de la inflación. Desde el punto de vista capitalista, la
única opción es poner la carga de esta situación sobre los hombros
de la clase obrera de Europa. Sin embargo, cada acción tiene su
reacción, el intento de dar marcha atrás al período “clásico” del
capitalismo, provocará una explosión sin precedentes de la lucha de
clases.
En los últimos años se ha producido un
aumento enorme de las contradicciones sociales, un aumento del
abismo entre ricos y pobres, los inicios de un profundo cambio en la
conciencia de todas las clases. Justo hace un mes hubo una masiva
huelga general en Grecia, en España el gobierno del PP ha sido
expulsado del gobierno e incluso en la normalmente tranquila Holanda
el año pasado hubo manifestaciones de masas, por no mencionar la
oleada tras oleada de luchas sindicales en Francia. Incluso Alemania
ha visto grandes movimientos, como el de los metalúrgicos. Italia ha
presenciado una serie de luchas localizadas amargas y varias huelgas
generales.
Estamos entrando en un período totalmente
nuevo de la historia, un período más similar al período
entreguerras, un período de convulsiones y crisis. Al final, como
sean las condiciones serán los resultados. Las recientes huelgas y
manifestaciones son sólo un síntoma de lo que vendrá. Cada uno de
los países europeos se enfrentará a una crisis económica, social y
política, todos lo sufrirán tarde o temprano.
¡Por
los Estados Unidos Socialistas de Europa!
Si
alguien interpreta las líneas anteriores como una posición
antieuropeísta estaría equivocado. Los socialistas no estamos en
contra de una Europa unida. Estamos cien por cien a favor de la
unidad y luchamos contra el veneno nacionalista y racista que está
detrás del debate. La cuestión clave es: ¿unidad sobre qué base? Es
necesario abordar esta cuestión de manera muy concreta y mirar la
diferencia actual entre la teoría y la práctica.
En
teoría, el “proyecto europeo” parece muy bonito y lógico. El
problema es que el sistema capitalista es cualquier cosa menos
lógico. Tomemos el ejemplo del euro. En abstracto, la idea de una
moneda europea común tiene mucho sentido. Ahorra mucho dinero,
agiliza el comercio, facilita la planificación económica a largo
plazo y las decisiones de inversión, elimina toda una serie de
operaciones innecesarias y costosas. Sin embargo, en la práctica,
sobre bases capitalistas, está demostrando ser un desastre. En este
momento todas las monedas nacionales están encorsetadas en un
sistema rígido. Ningún gobierno nacional puede alterar el tipo de
cambio ni puede salir de la crisis devaluando su moneda. Si un país
como Italia mañana sometiera a referéndum el regreso a la lira,
muchas personas, indudablemente, lo apoyarían y por una simple
razón, la gente ha podido ver que desde la introducción del euro los
precios han subido a pasos agigantados. Por esa razón la cuestión
del euro no se puede tratar en abstracto. ¿Quién lo ha introducido y
por qué? Todo el que tenga ojos para ver comprende que la
implantación se está utilizando para atacar los niveles de vida.
Sí, estamos a favor de una Europa unida porque el
estado nacional ha superado su papel histórico y sólo es un freno
para un nuevo desarrollo. ¿Pero queremos el actual organismo
capitalista que es ajeno a la población que vive dentro de sus
fronteras? Hay buenas razones para que las personas miren con recelo
a los “burócratas de Bruselas”. Sienten que ese organismo no es
suyo. Está bajo el control de los imperialistas europeos, en
particular los capitalistas alemanes, franceses y sus socios más
jóvenes de Italia y España. El camino actual es un callejón sin
salida y no puede ofrecer ninguna solución a los trabajadores,
campesinos, desempleados, pensionistas y pequeños comerciantes.
Cuando decimos que la idea de la unidad europea sobre
bases capitalistas es una utopía reaccionaria, no es simplemente una
forma retórica de decir las cosas. Es utópica porque no se puede
llevar hasta el final. ¿Qué unidad hay en este momento? La
existencia de profundos conflictos de interés entre los capitalistas
de los diferentes estados nacionales, que en esencia están
compitiendo por los mercados y esferas de influencia, ha salido a la
superficie. El grado de integración conseguido por el establishment
europeo simplemente significa un mayor grado de dominación de los
bancos y monopolios sobre la vida de las personas. Por lo tanto no
sólo es una utopía, sino también una utopía reaccionaria. No hay
absolutamente nada progresista en ello.
“De hecho, la
única vez que se logró una Europa capitalista unida fue bajo Hitler.
Los nazis lograron temporalmente la ‘unidad’ de la Europa
continental bajo la dominación del capital alemán. La naturaleza
reaccionaria de esa unión no necesita mayor comentario. Pero debe
entenderse que, bajo el capitalismo, los antagonismos entre las
diferentes clases dirigentes hacen que cualquier unión
necesariamente signifique la dominación de una potencia sobre las
otras. Vemos elementos de esto en la situación actual. A lo largo de
décadas, el imperialismo alemán ha logrado por medios económicos lo
que no pudo conseguir en dos guerras mundiales: la unidad europea
bajo su dominación. Pero tras la fachada de unidad, todas las viejas
contradicciones entre los Estados nacionales continúan existiendo e
intensificándose”. (Alan Woods. Op. cit.,).
Los que
se llaman de izquierda que tienen ilusiones en la “naturaleza
progresista” de la UE (normalmente lo plantean como una “alternativa
amistosa” a los Estados Unidos) olvidan testarudamente la razón de
que la existencia de la UE es también el objetivo de continuar la
explotación de las antiguas colonias europeas en África, el Caribe,
etc., La única diferencia es que se trata de explotación conjunta
frente a la vieja relación de dos entre la colonia y su amo
imperial. En esta ocasión el saqueo se realiza a través del
mecanismo del comercio, frente al saqueo directo perpetrado bajo el
dominio militar. Las antiguas colonias son utilizadas como una
fuente de materias primas baratas. En el período de auge económico,
los capitalistas europeos también necesitaban mano de obra barata y
por esa razón favorecieron la inmigración de un gran número de
trabajadores de las antiguas colonias africanas, asiáticas y
caribeñas. Ahora, en el declive, ya no los pueden utilizar y se
quieren librar de ellos. En su lugar, se convierten en el chivo
expiatorio del desempleo de masas y el objetivo de la demagogia de
los políticos de derecha. El racismo es el gemelo inseparable del
imperialismo y la dominación de un pueblo sobre otro.
La oposición a la Europa de los bancos no significa
que debamos apoyar el tipo de “independencia nacional” defendida por
los oponentes nacionalistas a la Unión Europea. La política de
autosuficiencia nacional ha fracasado allí donde se ha intentado, e
inevitablemente fracasará en la época moderna cuando todo está
dictado por la economía mundial. El intento de construir el
“socialismo en un solo país” llevó a un desastre en Rusia y China,
aunque se trataba de economías poderosas basadas en los recursos de
subcontinentes. ¿Qué futuro hay para los pequeños estados como Gran
Bretaña, Francia o incluso Alemania aislados? La idea de combinar
los recursos económicos de Europa -y de todo el mundo- es un
objetivo progresista y es la única salida seria a la crisis actual
de la humanidad. Los dos principales obstáculos que impiden un nuevo
desarrollo de la industria, la agricultura, la ciencia y la técnica
a escala mundial son la propiedad privada de los medios de
producción y el estado nacional. Sólo eliminando estos obstáculos la
sociedad puede romper los grilletes que frenan su desarrollo. De
este modo, la alternativa real a la UE capitalista no es la
“independencia nacional”, sino los Estados Unidos Socialistas de
Europa.
Terminaremos con unas palabras no muy
conocidas del viejo Engels: “Por último, la confraternización entre
naciones tiene hoy, más que nunca, un significado puramente social.
Las fantasías sobre una República Europea, la paz perpetua bajo la
organización política, se han convertido en algo tan ridículo como
las frases sobre la unidad de las naciones bajo la tutela del
comercio libre universal, y mientras todo tipo de sentimentalismos
quiméricos se vuelven totalmente irrelevantes, los proletarios de
todas las naciones, sin demasiada ceremonia, ya están realmente
comenzando a confraternizar bajo la bandera de la democracia
comunista. Y los proletarios son los únicos que realmente son
capaces de hacer esto; la burguesía de cada país tiene sus propios
intereses especiales, y como estos intereses son los más importantes
para ella, nunca pueden trascender la nacionalidad, y el puñado de
teóricos no consigue nada con sus finos ‘principios’ porque
simplemente siguen estos intereses contradictorios -como todo lo
demás- que continúan existiendo y no pueden hacer nada excepto
hablar. Pero los proletarios en todos los países tienen un único y
mismo interés, un único y el mismo enemigo, una única y la misma
lucha. La gran masa de proletarios está, por su propia naturaleza,
libre de prejuicios nacionales y su disposición y movimiento es en
esencia humanitario y no nacionalista. Sólo los proletarios pueden
destruir la nacionalidad, sólo el despertar del proletariado puede
traer la confraternización entre las diferentes naciones”. (Federico
Engels. El festival de las naciones en Londres (Para conmemorar el
establecimiento de la república francesa, 22 de septiembre de 1792)
en las Obras Completas de Marx y Engels, Volumen 6, p. 6. En la
edición inglesa).
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que shismosos
Por margareth -
Sunday, Jul. 03, 2005 at 10:21 PM
magy_chan_94@hotmail.com 3625979 los jilgueros 361
los peroiodistas son muy chismosos que no pueden dejar aunquesea 1 año enpaz a las personas?