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Goya y su tiempo.
Por EL MILITANTE -
Sunday, Aug. 14, 2005 at 10:59 AM
Fundación Federico Engels
.. Arte y
revolución La vida
y la época de Goya Un
autorretrato Alan Woods
Francisco José de
Goya y Lucientes (1746-1828) fue uno de los más grandes artistas de todos
los tiempos. Pero fue más que un pintor. Sus pinturas son un documento
inapreciable de la historia del pueblo español. Pintó el mundo en el que
vivió, lo pintó en función de un realismo sin compromiso. Toda su
perspectiva se formó con los dramáticos acontecimientos que se
desarrollaban a escala mundial. La obra de Goya no es la de un artista
aislado sino la de un gran ser humano comprometido con la causa de la
humanidad. Se formó con los grandes acontecimientos históricos, la
Revolución Francesa, las guerras napoleónicas, la feroz lucha de
independencia nacional y el movimiento por la reforma liberal que siguió,
un movimiento que fue brutalmente aplastado por las fuerzas de la
oscuridad, el oscurantismo y la reacción. El viejo mundo en
Europa fue destruido por la Revolución Francesa, que despertó las
esperanzas y conformó las aspiraciones de los mejores elementos de la
sociedad española, incluido Goya. Ellos anhelaban el progreso, la libertad
y una constitución. Pero la invasión de España por los franceses puso en
movimiento una serie de acontecimientos que fueron una pesadilla viviente
para la población española, una pesadilla que encontró su reflejo en las
pinturas de Goya. Nacido en el seno de
una familia humilde, en el pedregoso pueblo de Fuendetodos en la región de
Aragón, estudió bajo las órdenes de José Martínez en Zaragoza, de donde
tuvo que huir después de un conflicto con las autoridades. Este hombre,
aparte de un genio artístico, nació también rebelde. Hay un componente de
testarudez en el hombre que es un rasgo típico del carácter aragonés. A la
edad de 29 años se fue a Madrid, que desde ese momento se convertiría en
el centro de su mundo personal y artístico. En 1785 Goya se convirtió en
el subdirector de la Real Academia de San Fernando. Después, en 1788,
llegó a su gran avance decisivo: Carlos IV ascendió al trono, junto con su
esposa italiana, María Luisa, y Goya se convertiría en el pintor de la
corte de Carlos IV y más tarde de Fernando VII. Es imposible
comprender a Goya sin tener un conocimiento de la situación en España en
aquella época. A finales del siglo XVIII, España era una parte muy
atrasada de Europa, rezagada económica, política y culturalmente, por
detrás de Inglaterra y Francia. Después de haber perdido la mayor parte de
su imperio, España se instaló en lo que Marx denominó "un largo e innoble
declive". Como explica Trotsky: "El descubrimiento de
América, que al principio fortaleció y enriqueció a España, se volvió
pronto contra ella. Las grandes rutas comerciales se apartaron de la
Península Ibérica. Holanda, enriquecida, tomó la delantera a España.
Después de Holanda fue Inglaterra quien adquirió una posición aventajada
sobre el resto de Europa. Era la segunda mitad del siglo XVI, España se
aproximaba a la decadencia. Después de la destrucción de la Armada
Invencible (1588), esta decadencia revistió ¾ por así decirlo¾ un carácter
oficial. Nos referimos al advenimiento de ese estado de feudalismo burgués
en España que Marx llamó ‘la putrefacción lenta y sin
gloria’". (Trotsky. La
revolución española y las tareas de los comunistas. 24 de enero de
1931). Sin embargo, los
monarcas Borbones de España, como otros monarcas europeos, habían
intentado introducir elementos de la Ilustración, copiados de la
Ilustración francesa. Esta fue, sobre todo, una época donde los monarcas
absolutistas como Federico de Prusia y Catalina de Rusia flirteaban con la
Ilustración, tocaban instrumentos musicales y mantenían correspondencia
con Voltaire. Esta era la moda, al menos hasta 1789. Carlos III incluso
aprobó una ley ordenando la expulsión de España de los jesuitas. Pero las
masas, el campesinado, permanecían hundidos en el pantano del
oscurantismo, bajo la nefasta influencia de sacerdotes ignorantes y
fanáticos. El siglo XVIII en
España no fue como el otros países europeos. Marx escribió que fue más
similar al despotismo asiático. El régimen burocrático centralizado de
absolutismo descansaba sobre una miríada de autoridades locales y
regionales, cada una defendiendo celosamente sus poderes y privilegios
particulares. La lucha entre las tendencias centrífugas y centrípetas
comenzó en la Edad Media y todavía no se ha resuelto. Aparece en
diferentes formas en cada etapa de la historia española, primero como la
lucha por los fueros, después en las guerras carlistas del siglo XIX y,
por último, en la cuestión nacional de los vascos, catalanes y gallegos.
En el fondo, la incapacidad de la monarquía centralizada de Madrid para
unir exitosamente España también fue el producto del atraso económico, que
se manifestó, entre otras cosas, por la pobre situación de las carreteras
que impidieron el comercio y las comunicaciones durante siglos. A pesar de su atraso
crónico, España siempre fue consciente de su pasado glorioso e intentó
mantener las apariencias. En 1746, Fernando VI llegó al trono, que ocupó
hasta 1759, y siguió esta línea de asimilación cultural, pero con
resultados desastrosos. En parte por el orgullo nacional, pero también en
parte como resultado de siglos de ignorancia y superstición, el pueblo
español se resentía de la intrusión de influencias extranjeras. Incluso se
opusieron a imposiciones extranjeras como la iluminación y limpieza de las
calles, etc., Arrancaban los árboles que se habían plantado en las calles.
Esta rebeldía estuvo activamente alentada por el clero y un sector de la
nobleza hostil a los Borbones. La temperatura
revolucionaria de la población en algunas ocasiones se revelaba de la
manera más extraordinaria. En las primeras pinturas de Goya la imagen del
majo fanfarroneando con la cara oculta con su capa es una imagen muy
frecuente. Un ejemplo típico es la pintura de La maja y el enmascarado.
Estos hombres eran muy característicos de España en aquella época.
Aunque vestían como dandis, con zapatos lujosos, calcetas, pantalones
bombachos, una faja larga y ancha, capa larga, eran realmente pícaros
duros y pendencieros. Los majos y las majas eran miembros de las clases
más bajas, pero no se veían como tal. Orgullosos e insolentes, eran
capaces de explotar ante la más mínima provocación. Eran personas que eran
mejor dejarlas solas. Pero los extranjeros
en la corte no tenían una buena comprensión del temperamento de la
población española, a quien consideraba más o menos bárbara. Para el
ministro italiano del rey, Esquilache, limitar la largura de las capas y
el tamaño de los sombreros era sólo una medida destinada a mejorar la
seguridad en las calles de Madrid, donde los asesinos y ladrones podían
ocultar sus cuchillos e identidades detrás de sus capas y sombreros
anchos. Pero para la población normal de Madrid, esta ley era una medida
que iba demasiado lejos. Casi provocó una insurrección. En 1766 la furia
de la población finalmente estalló en una seria revuelta en Madrid contra
la ley de Esquilache. Aquí tenemos una de
las muchas contradicciones que conforman la historia de España como un
fascinante calidoscopio de tendencias en conflicto, parecida a los
mosaicos árabes que decoran la Alambra con sus complejos remolinos.
Frecuentemente se observan tendencias reaccionarios mezcladas con
acontecimientos progresistas y revolucionarios. En ninguna parte fue esto
más claro que en el período de la lucha de liberación nacional de España
contra la Francia napoleónica. Vemos el mismo fenómeno en otros estados
europeos de la época, pero en ninguno de ellos de una manera tan profunda.
El heroísmo feroz desplegado por las masas campesinas españolas en la
lucha por la independencia nacional estaba mezclado con un seguimiento
fanático a las "viejas formas" y la vieja religión. Esto garantizó que la
victoria popular contra Napoleón no llevara a la libertad sino a un nuevo
período de esclavitud absolutista, interrumpido por revoluciones, guerras
civiles, convulsiones y pronunciamientos militares. Trotsky lo caracterizó
como "absolutismo degenerado limitado por golpes militares". Al principio de la
carrera de Goya, cuando era un joven artista en auge, la monarquía parecía
estar firmemente en el cargo e incluso parecía una especie de Renacimiento
tardío. Carlos III no fue el peor de los reyes Borbones de España. Había
renunciado al trono de Nápoles a favor de un bocado más jugoso como era la
Península Ibérica. Trajo con él a sus arquitectos italianos favoritos que
diseñaron los monumentos más conocidos que se pueden ver hoy en Madrid,
incluidas las célebres fuentes de Cibeles y Neptuno, la Puerta del Sol y
la Puerta de Alcalá. En 1788, un año antes de la revolución francesa,
introdujo la iluminación en las calles, el alcantarillado y un sistema de
vigilantes nocturnos conocidos como serenos. La corte aspiraba a
una vida cultural y artística similar a la de París y Versalles, y estaba
dispuesta a pagar por ello. Esto explica la rápida promoción de Goya. Pero
en la época del nacimiento de Goya, la pintura había declinado casi tanto
como el propio país. La gran tradición de Velázquez se había perdido y los
Borbones se limitaron a importar pintores extranjeros para llenar el
vacío. Con Goya vemos el asombroso renacimiento del arte español. No sólo
el joven Goya tenía una técnica extraordinaria. Sus temas eran originales
y, lo más importante de todo, arraigados en la población española,
reflejaban certeramente su estilo de vida, sus actitudes y tradiciones.
Sin embargo, el inicio de su carrera fue modesto, consistiendo
principalmente en el diseño de tapicerías. Creó aproximadamente 50 dibujos
de tapicerías que ya contenían el germen de su futuro
desarrollo. La imagen de Madrid
de aquella época queda expresada con la viveza y el color maravillosos de
las pinturas del joven Goya. Aquí encontramos una visión alegre de la vida
donde el sol siempre estaba brillando y los cielos siempre eran azules.
Aquí las personas eran jóvenes y felices, disfrutaban de la vida sin
importarles el mundo, sin pensar en el futuro, como ocurre en general con
la gente joven. Los hombres ¾ los típicos machos de Madrid o más bien
majos¾ son orgullosos y guapos. Las mujeres ¾ las majas¾ son todas jóvenes
y bonitas. Resulta conmovedor
pensar que sólo en pocos años este sueño maravilloso se desvanecería.
Estos hombres y mujeres jóvenes no se dieron cuenta que están bailando en
el borde de un volcán. Más allá del horizonte, invisible al ojo, se
amontonaban las nubes negras de tormenta. Los chinos dicen que es una
desgracia nacer en tiempos interesantes. La mala fortuna personal de Goya
fue haber vivido en una época de tormenta y tensión. Fue un período de
guerras y revolución. Desde otro punto de vista, convirtió a un buen
artista en un genio. Quizá mejor que cualquier otro artista de la
historia, Goya expresaba el espíritu de los tiempos revolucionarios en los
que vivía. Al estudiar sus excepcionales obras se puede sentir el aliento
caliente de la guerra y la revolución, el terror y la pasión, la miseria y
la desesperación, todo ello expresado con una intensidad
abrasadora. Sin embargo, las
pinturas del primer período de Goya apenas insinúan este futuro oscuro. Es
un mundo maravilloso de color, luz del sol y risas. Vemos escenas
despreocupadas de campesinos borrados en el tiempo de la cosecha, jóvenes
cortesanas y cortesanos, racimos de uvas, jóvenes jugando a la gallinita
ciega, personajes sobre zancos. Aquí todo es dulzura y luz, abundancia de
luz, el brillo que constantemente caracteriza al sol de España y el brillo
de la vida de su población. La fuerza luz del sol nos proporciona colores
brillantes y estas primeras pinturas están llenas de color, movimiento y
vida. Como revolucionario
tanto en la vida como en el arte, Goya debe haberse resentido de gastar la
mayor parte de su tiempo pintando retratos del rey y su familia. Goya
habría preferido pintar a personas normales, pero ganaba dinero pintando
retratos de la aristocracia y la familia real. ¡Y qué retratos! Sus
retratos de la familia real son observados exquisitamente, reflejando
hasta el último detalle el encaje y la seda bordada. Aquellos retratos son
magistrales, pero también está claro que se vengó de sus patrones reales
de la manera más cruel posible, pintándoles exactamente como eran. Su
realismo despiadado los muestra como criaturas estúpidas y
pomposas. Su cuadro La
familia de Carlos IV es un modelo de burla. La magnificencia de su
vestido, demostrado en cada detalle, no puede por un momento ocultar su
vacío como seres humanos. El famoso rasgo Borbón ¾ una "caída idiota del
labio inferior"¾ es más que evidente. Gautier decía que eran como
"pinturas de un tendero al que le había tocado la lotería". Pero la sátira
es tan sutil que hace que los sujetos no sospechen nada. En realidad,
aceptaban sus retratos con gratitud. ¡Esto sugiere que en la vida real
había incluso más fealdad y estupidez que con la que aparecen en estas
pinturas! Hasta 1792 parece que
la vida personal de Goya era como la de las personas representadas en sus
pinturas. Parece haber sido tan despreocupado como ellos, un vividor y un
mujeriego. Goya pintó numerosos retratos de la Duquesa de Alba, una mujer
muy guapa y había rumores de un lío amoroso. Estas historias no están
comprobada, aunque hay pistas que sugieren al menos un apego por parte del
artista en una de las pintura, donde la duquesa es pintada con ropas de
luto negras (su marido acaba de morir). Ella lleva dos anillos. Uno de
ellos lleva la inscripción de "Goya" y el otro "Alba", y
ella está señalando una dedicatoria donde se lee: "Sólo Goya". Sin
embargo, podría ser que el tema de los dos famosos anillos de la pintura
de la maja, una sin ropas y la otra con ellas, no fuera la duquesa y fuera
otra mujer, posiblemente una de las amantes de Godoy, el primer ministro
español. Goya nunca reveló su identidad pero, fuera quien fuera, la hizo
inmortal. Hoy es difícil darse
cuenta de lo revolucionaria que fue esta pintura en la época. España
apenas contaba con tradición de pinturas de mujeres desnudas (la famosa
Venus del espejo de Velazquez es una excepción), era algo muy
atrevido de hacer. Goya estaba desafiando las órdenes de la Iglesia y la
Inquisición. Por su incitante sensualidad, la Maja desnuda tiene pocos
iguales en el mundo del arte. Aquí vemos aún ese maravilloso mundo de
dulzura y luz, de juventud y amor, de belleza irradiante y color que
celebra la forma humana en toda su gloria, desafiando los prejuicios de la
religión y la sociedad. Parece decirnos: vivamos la vida el amor porque la
vida es corta. Sin embargo, Goya no se dio cuenta de cómo de corta. El
mundo ya estaba condenando, tambaleándose hacia el abismo. Incluso en estas
primeras pinturas, a pesar de su tono generalmente alegre, hay
insinuaciones de oscuridad y la fragilidad de la vida humana. Hay una
pintura maravilloso de un accidente laboral, donde el trabajador de la
construcción herido está siendo cuidadosamente arrastrado por sus
compañeros. Y hay incluso una pintura aún más excepcional, que en su
estilo y contenido anticipa las pinturas de Picasso del período azul, con
un grupo de personas caminando con dificultad por la nieve haciendo frente
a un fuerte viendo. El sentido del frío es intenso y es acentuado por la
presencia de un pequeño perro, encogiéndose por el viento. Estas pinturas
están llenas de humanidad y el sentimiento del sufrimiento de las personas
corrientes. En 1792 pintó su autorretrato a los 46 años de edad. Está
vestido con una chaquetilla de torero, es una representación del artista
como un hombre del pueblo. Su interés en las corridas de toros era natural
para los españoles de la época, cuando ocupaban una posición análoga a la
que hoy ocupan los partidos de fútbol. Pero también aquí hay un elemento
simbólico: la idea de una lucha interminable del hombre contra la bestia,
que desarrollaría en su famosa seria de aguafuertes conocida como
Tauromaquia. La lucha entre el hombre y el toro también es la lucha
contra las fuerzas del salvajismo y los instintos animales. Es una lucha
que enfatiza la fragilidad de la existencia humana, como el matador
aislado se enfrenta al enorme tamaño del toro, enloquecido de dolor. Es un
tema que se repitió y desarrolló en la obra de Picasso, el más célebre en
el Guernica. La fase alegre de la
vida de Goya llegó a su final en 1792, cuando una seria enfermedad le dejó
totalmente sordo. El comienzo de la sordera debió tener un profundo efecto
en su perspectiva de la vida. En lugar de la antigua alegría hay una
aproximación más pensativa de la vida, un grado de introversión, la
"interioridad" que antes estaba ausente. Privado de uno de los sentidos
clave, el artista lo compensa con una penetración más profunda en su
comprensión del mundo y su ser más íntimo. Mientras que en las primeras
pinturas la vida es vista a través de los ojos inocentes de la juventud,
no contaminada por las tragedias de la existencia humana, ahora vemos un
elemento más oscuro. Como si anteriormente Goya sólo viera las apariencias
y ahora comienza a penetrar en la esencia que reside más allá del mundo de
la simple apariencia. El resultado no siempre es bonito, pero es más
verdadero. En la serie conocida
como Los caprichos hay un salto cualitativo. El mundo de las majas
y los majos, la luz del sol y las uvas, el amor y la risa, ha
desaparecido. En su lugar tenemos un mundo de brujas y demonios. Tenemos
la Inquisición que todavía dominaba España con sus torturas y autos de fe,
la masas ardiendo de herejes que llenaban las plazas públicas con el hedor
acre de la carne quemada. Incluso en sus primeras pinturas Goya mostraba
su odio hacia la Inquisición. Sus pinturas de los autos de fe eran una
denuncia silenciosa de la ignorancia y la superstición desde el punto de
vista de la Ilustración. Hay una visión oscura
similar de las relaciones humanas. En las primeras pinturas las relaciones
entras los hombres y las mujeres están representadas alegremente, casi de
una manera frívola. En los caprichos las cosas están representadas con una
luz totalmente diferente. Hay escenas de violación y la venta de la virtud
de la doncella por dinero. En el cuadro llamado ¡Qué sacrificio!,
el matrimonio no es visto como una cuestión sagrada sino como una simple
transacción económica. Goya siempre fue
enemigo de las tendencias irracionales, especialmente de la superstición
religiosa. Sus fuertes actitudes anticlericales se pueden ver pinturas
como La procesión de los flagelantes el Viernes Santo, pintada en
el período en que se recuperaba de su enfermedad que le dejó completamente
sordo. Se ve un mensaje similar en El entierro de la sardina, una
comentario mordaz del tipo de superstición popular que existía en muchas
partes de España y en diferentes formas. El ambiente de estas pinturas es
ya una anticipación del ambiente oscuro y sombrío de su última
obra. En otra famosa
pintura, Ciego tocando una guitarra, vemos a un mendigo ciego con
una guitarra cantando para un grupo de damas y caballeros jóvenes bien
vestidos. La descripción de estos personajes tienen el estilo habitual de
Goya de ese período. Pero cuando examinamos la cara del mendigo ciego
podemos discernir claramente los personajes pesadillescos de sus últimas
obras. En su cara no hay nada humano. Tras de la fachada amable de la
sociedad gentil se esconden las fuerzas de la barbarie y la
ignorancia. Es una observación
acertada y es corroborada por cada etapa decisiva de la historia, incluido
el período actual. Nos gusta pensar en nosotros mismos como seres humanos
civilizados, opuestos a los salvajes. Sin embargo, la historia de la
última década, por no hablar de los últimos cien años, no suministra
muchas evidencias de esta creencia. En realidad, la civilización que tan
cuidadosamente se ha construido durante los últimos mil años tiene una
capa muy delgada. Debajo de esta capa delgada, las fuerzas de la barbarie
todavía existen y pueden estallar en la superficie en cualquier momento.
En realidad, las contradicciones del capitalismo moderno global están
reproduciendo estas tendencias a una escala sin precedentes y las están
dando un carácter particularmente convulsivo y destructivo. Goya siempre nos
habla en un lenguaje que podemos entender. Es un arte que inmediatamente
se comunica con nosotros, un arte que conecta, porque tiene algo que
decir. El arte de Goya tiene un alcance tremendo, desde la luz pura,
translúcida y los colores frescos de las primeras pinturas a la total
oscuridad del final. El arte del último período es bastante diferente.
Este es un mundo de humanos que han sido arrojados a la total oscuridad,
donde el único color es el negro y los únicos sonidos son los lamentos y
el rechinar de dientes, el único olor es el de la muerte y la decadencia.
Es una imagen de horror sin fin. Los temas son los curas corruptos,
prostitutas, mendigos y brujas. Este es un mundo de demonios y pesadillas,
gobernado por la ignorancia, las superstición y el caos. La razón por la que
este arte aún nos impacta de una forma tan poderosa es por que nos
recuerda el mundo en el que vivimos. Eso hace estas imágenes tan
perturbadoras. No reflejan un mundo muy lejano en la remota antigüedad.
Reflejan el mundo del capitalismo en la primera década del siglo XXI. La
impresión de violencia y brutalidad incontrolada es expresada
enérgicamente en la pintura de un hombre apuñalando a una mujer desnuda.
Este es un mundo de turbulencia, guerra y convulsiones, como lo es nuestro
propio mundo. Nada ha cambiado, excepto que los horrores descritos por
Goya se han reproducido ahora a una escala mucho mayor y
aterradora. Goya estaba ya en el
pico de su fama. Había conseguir ser un artista de la corte con éxito, muy
conocido y acomodado. Pero su mundo iba a ser destruido. Un año después de
que Carlos IV llegara al trono, la Revolución Francesa explotó sobre la
cabeza de una Europa atónita. La Revolución Francesa con su mensaje
inspirador de Libertad, Igualdad y Fraternidad alimentó la imaginación de
todos los que vivían en la sociedad española. Bajo su influencia se
formaron sociedades secretas, como la Cerrillo de San Blas. Los
progresistas ansiaban el cambio. Había un fermento de
agitación. La clase dominante
española estaba aterrorizada. El ministro de Carlos IV, Floridablanca,
reaccionó a la Revolución Francesa con severas medidas de represión: se
prohibió a la prensa publicar cualquier información sobre los
acontecimientos que se estaban desarrollando al otro lado de los Pirineos.
La policía tenía orden de confiscar todas las publicaciones procedentes de
Francia. Las autoridades tenían una buena razón para estar preocupadas. La
corta era impopular, especialmente la reina, María Luisa, sobre la que
circulaban historias de lo más escandalosas. A una crisis seguía otra.
Floridablanca fue sustituido por el Conde de Aranda, que a su vez dimitió
sin avisar en 1794 y fue sustituido por el famosos Manual Godoy, el
favorito de 25 años de edad (y amante) de la reina. Como la fruta pasada
que ha comenzado a pudrirse, la monarquía española pendía de un hilo. La
llegada al poder de Napoleón Bonaparte hizo sonar el toque de difuntos de
la camarilla real de Madrid. Carlos IV, un hombre débil y nada
inteligente, intentó salvarse con una política de concesiones. En 1807
España firmó un tratado con Francia, que permitía a Napoleón estacionar
tropas francesas en suelo español, con el pretexto de preparar una
invasión de Portugal. Al final, la que fue invadida fue España. Los
elementos liberales progresistas miraban a Francia en busca de salvación,
ya que Napoleón parecía ser el azote de todas las cabezas coronadas de
Europa. Pero Napoleón, ese aventurero, advenedizo y sepulturero de la
Revolución Francesa, tenía sus propias ambiciones dinásticas y España
formaba parte de ellas. España era un caldero
hirviendo. Con la connivencia de Maria Luisa, el aventurero Godoy tomó en
efecto el poder en Madrid. El príncipe coronado, Fernando, conspiró para
echar a Godoy con el apoyo de la población y la mayoría de la nobleza.
También intentó establecer buenas relaciones con Francia. Como parte del
plan, Fernando iba a casar a una demacrada "princesa" del clan
Bonaparte. En 1808, el 17 de
marzo, en Aranjuez, el patio de recreo de la monarquía española a pocos
kilómetros de Madrid, todo explotó. Una multitud furiosa, con la típica
impulsividad española, alentada por los agentes de Fernando, salió en
tropel a las calles y quemó la casa de Godoy. Mientras la muchedumbre
saqueaba su casa, el primer ministro yacía escondido en un rollo de
alfombra. Godoy sólo consiguió salvarse por la intervención de la guardia.
Aunque el objetivo inmediato era Godoy, el motivo era el descontento
popular ante la presencia de las tropas francesas en España. Desde este punto de
vista los acontecimientos se sucedieron rápidamente. El 23 de marzo, el
segundo de Napoleón, Murat, entró en Madrid. Al día siguiente Carlos
dimitió a favor de su hijo que, como Fernando VI, fue bienvenido por la
población con escenas de salvaje entusiasmo. Algunos incluso lanzaron sus
mejores ropas bajo las pezuñas de su caballo, otros lucharon para tocar su
persona. Sin embargo, una monarquía española fuerte no formaba parte de
los planes de los franceses. Carlos IV buscó la
protección de su "amigo y aliado" Bonaparte, pero acabó como prisionero de
Murat, que le envió a El Escorial, la residencia tradicional de los
monarcas españoles en las montañas de Madrid. El nuevo rey inmediatamente
chocó con los franceses que se estaban comportando como un ejército de
ocupación en un país derrotado. Carlos fue llevado a Paris "para mantener
conversaciones con el emperador". Napoleón había
ofrecido amistosamente actuar como árbitro entre Fernando y su padre. En
realidad, Napoleón estaba preparando el envío de su hermano José a Madrid
como el César español. La familia real fue tomada prisionera por los
franceses en Bayona. Bonaparte jugó con ellos como un gato juega con un
ratón cautivo. Primero obligó a Fernando a renunciar al trono a favor de
su padre, después consiguió que Carlos renunciara a favor de sí mismo,
después a unos alojamientos en Francia (en realidad prisiones), habiendo
ya ofrecido el trono español a su hermano José. Napoleón calculó mal
en España porque imaginaba que España era degenerada e impotente como la
monarquía borbónica que la gobernaba. No consiguió entender el
temperamento revolucionario del pueblo español, como explicó Marx en su
magistral serie de artículos conocidos como España
revolucionaria: "Así ocurrió que
Napoleón, que, como todos sus contemporáneos, consideraba a España como un
cadáver exánime, tuvo una sorpresa fatal al descubrir que, si el Estado
español estaba muerto, la sociedad española estaba llena de vida y
repleta, en todas sus partes, de fuerza de resistencia [...]no ver nada
vivo en la monarquía española, salvo la miserable dinastía que había
puesto bajo llaves, se sintió completamente seguro de que había confiscado
España. Pero pocos días después de su golpe de mano recibió la noticia de
una insurrección en Madrid". (Carlos Marx, Federico Engels. España
revolucionaria). Es importante
observar que si se hubiera dejado a la familia real y la clase dominante
española, Napoleón habría ocupado España sin la más mínima dificultad. Los
Borbones y la aristocracia se comportó de la manera más abyecta, adulando
y gateando sobre sus barrigas ante los franceses. El 7 de junio de 1808 el
rey José recibió en Bayona una delegación de los grandes de España y el
Duque del Infantado, el amigo más íntimo de Fernando, se dirigió en los
siguientes términos: "Señor, los grandes
de España en todo momento han festejado por su lealtad a su Soberano, y en
ellos vuestra Majestad encontrará ahora la misma fidelidad y
adhesión". El real Consejero de
Castilla garantizó al usurpador francés que "él era la rama principal de
una familia designada por el Cielo para reinar". Y así sucesivamente. Sin
embargo, el destino de España fue inmediatamente sacado de las manos de la
nobleza cobarde y traidora. Las masas salieron a escena para salvar su
país del invasor extranjero. Bonaparte había
estacionado 40.000 tropas francesas dentro y en los alrededores de Madrid.
Esta fue la fuente de un serio descontento popular entre la población
española. Los soldados españoles tuvieron que ceder sus barracones a los
extranjeros. Hubo enfrentamientos entre franceses y españoles, con muertos
y heridos. Una serie de pequeños incidentes indicaban que la situación se
estaba deteriorando rápidamente. Se aprobó una orden para prohibir los
aumentos de los precios de la comida y un panadero fue castigado por
vender pan a los soldados franceses a precios elevados. La población ahora
desconfiaba totalmente de los franceses. Existía un ambiente de furia y
malhumor que en cualquier momento podía estallar en violencia. Los
españoles respondieron a la propaganda de La Gaceta de Madrid,
controlada ahora por Murat, pegando sus propias noticias en los muros de
la capital. Esta cadena fatídica de acontecimientos llevó inexorablemente
a la insurrección sangrienta del 2 de mayo. La chispa que
encendió el fusible fue un intento de los franceses de remover a los miembros restantes de la familia real
española. Estas noticias fue la gota que colmó el vaso. La furia de la
población hervía. El 2 de mayo 1808 la población de Madrid se levantó
contra sus torturadores en una insurrección heroica pero condenada. Como
los trabajadores de Barcelona en 1936, lucharon con cuchillos de cocina,
palos, viejos rifles de caza, con sus manos desnudas y con los dientes,
contra los soldados profesionales. Atacaron a los franceses con un loco
valor. Los soldados de Murat contraatacaron, siguiendo un plan organizado
de antemano. Llevaron a cabo una masacre terrible donde la caballería
egipcia de los mamelucos y los lanceros polacos jugaron un papel
particularmente brutal. La población exigía
armas pero las autoridades aterrorizados se negaron. A mediodía los
franceses, que contaban con una superioridad militar aplastante, habían
rodeado a los rebeldes que se encontraban acorralados en una trampa mortal
en el centro de la ciudad. Algunos oficiales del ejército valerosos
comenzaron a distribuir armas a la población, demasiado tarde. Los
franceses ordenaron un asalto frontal que aplastó a los insurgentes, que
fueron masacrados sin piedad. A través de esa noche mortal en los
distritos de Moncloa y Príncipe Pío, los escuadrones de ejecución
franceses realizaron incansablemente su trabajo de carnicería. Unas mil
personas fueron masacradas en estos acontecimientos. La insurrección es
reflejada llamativamente en las dos famosas pinturas de Goya. Se dice que,
acompañado por su criada agarrando una linterna, el artista visitó los
escenarios de la carnicería, donde gravó en su memoria cada uno de los
monstruosos detalles. Independientemente de si esto es cierto o no, las
pinturas representan los acontecimientos con un realismo violento. La
primera muestra los terribles acontecimientos del 2 de mayo, una lucha
confusa con hombres apuñalándose ciegamente entre sí. Un hombre
desesperado ataca un caballo con una daga, mientras un mameluco ricamente
vestido lucha por su vida cuando es sacado de su caballo. Un joven ataca
al caballo desde un lado, pero parece vacilar para hundir su cuchillo en
el lomo del caballo. La segunda pintura es
una representación conmovedora de los fusilamientos de la noche del 2 de
mayo, una pintura de horror constante, desarrollándose en la total
oscuridad, rota sólo por la fantástica figura de un hombre con una camisa
blanca con los brazos hacia el cielo en protesta por su destino mientras
la hilera de soldados franceses le tienen como objetivo su pecho
desprotegido. Los ejecutores son representados desde la parte trasera, así
que no es visible ninguna cara humana. Ya no son humanos sino sólo una
estúpida máquina de matar, obedeciendo ciegamente la orden de matar. En
contraste, las caras de las víctimas son conmovedoramente humanas, una
figura con camisa blanca parecido a Cristo como el punto central de una
pintura llena de drama y patetismo. Los charcos de sangre en el suelo son
tal reales que casi se pueden oler. Aquí tenemos arte comprometido en su
forma más poderosa: no sólo la representación de los acontecimientos sino
un lamento apasionado de protesta. Sólo hay una pintura similar a ésta: el
Guernica de Picasso. La Guerra
Independencia (1808-1814) fue el primer ejemplo de lo que en nuestra época
llamamos una guerra de guerrillas (en realidad un término inventado por
los españoles que significa "guerra pequeña"). Los intentos iniciales del
ejército español de luchar contra los franceses en sus propios términos
fue un completo fracaso. Pero la guerra de guerrillas era otra cuestión.
El terreno español, con sus mesetas y montañas accidentadas, es perfecto
para este tipo de guerra de resistencia y es parte de la tradición
española. Los dirigentes guerrilleros incluían a sacerdotes, nobles y
contrabandistas. Lucharon no sólo contra los franceses, sino también
contra los josefinos ¾ aquellos españoles que colaboraban con José
Bonaparte¾ . El conflicto por lo tanto adoptó el aspecto de una guerra
civil dentro de la guerra. Esto dio al conflicto un carácter especialmente
feroz. "No fueron", escribía
el Abad de Pradt, "ni las batallas hostiles ni los acuerdos lo que
agotaron a las fuerzas francesas, sino las molestas incesantes de un
enemigo invisible que, si era perseguido, se perdía entre la población,
para reaparecer posteriormente con renovada fuerza. El león de la fábula
atormentado hasta la muerte por un mosquito nos da una imagen certera del
ejército francés". Estas palabras son
igualmente aplicables a la situación que se enfrentan todos los ejércitos
extranjeros de ocupación cuando se enfrentan a una guerra de guerrillas
apoyada por toda la población, incluidas las fuerzas de EEUU hoy en Iraq.
Como el ejército norteamericano, el ejército francés de la época era la
fuerza militar más formidable del mundo. Pero finalmente fue derrotado,
torturado hasta la muerte por un mosquito, como señalan los testigos. Las
fuerzas guerrilleras realizaban ataques relámpago y después se desvanecían
entre la población, como explica Marx: "En cuanto se
consumaba la empresa, cada cual seguía su camino, y la gente de armas se
dispersaba en todas direcciones; menos los campesinos agregados a las
partidas, que volvían tranquilamente a sus ocupaciones habituales ‘sin que
nadie hiciera ningún caso de su ausencia’. De este modo resultaban
cortadas las comunicaciones en todos los caminos. Había miles de enemigos
alerta aunque no se pudiera descubrir a ninguno. No podía mandarse un
mensajero que no fuese capturado, ni enviar provisiones que no fueran
interceptadas. En suma, no era posible realizar un movimiento sin ser
observado por un centenar de ojos. Entretanto, no había manera de atacar
la raíz de una organización de esta índole. Los franceses se veían
obligados a permanecer constantemente armados contra un enemigo que,
aunque huía continuamente, reaparecía siempre y se hallaba en todas partes
sin ser realmente visible en ninguna, pues las montañas le servían de
otros tantos escondrijos". (Ibíd..,) Las guerras en España
¾ y especialmente las guerras civiles¾ siempre han ido acompañadas por la
crueldad más feroz y el fanatismo. Las largas guerras entre los cristianos
y los musulmanes que duraron cientos de años inyectaron una nota de
fanatismo religioso en estos conflictos que establecieron una tradición
que sobrevivió sus causas originales. La Guerra Independencia estuvo
caracterizada por la extrema brutalidad. La población civil fue la que más
sufrió. En este largo y sangriento conflicto, que en muchos aspectos se
parece a la guerra de Vietnam, no existían los no combatientes, hombres,
mujeres y niños, jóvenes y viejos, todos participaban. Las atrocidades
eran la norma. Nadie se salvaba. La bestialidad de esta guerra está
representada por la siguiente descripción de la escena de la caída de
Badajoz. "Badajoz era un lugar
terrible después de esa noche. Edward Costello del 95 recordaba: ‘Los
gritos y las palabrotas de los soldados borrachos en busca de más licor,
las noticias de armas de fuego y el derribo de puertas, junto con los
chillidos de las desventuradas mujeres, podrían haber inducido a cualquier
a creerse en las regiones de los condenados’. El soldado raso John Spencer
Cooper de la 7ª de Fusileros admitió que: ‘Todas las órdenes cesaron. El
saqueo estaba a la orden de la noche. Algunos cargaban con platos, etc.,;
después brutalmente borrachos, y por último, eran robados por los tros.
Esto duró hasta dos días después’. El teniente William Grattan estaba
igualmente conmocionado por los hombres que caían ‘sobre las mujeres ya
profundamente heridas y las lágrimas de los baratijas que adornaban sus
cuellos, dedos y orejas. Y finalmente, les despojaban de todas sus
indumentarias [...] Muchos hombres fueron azotados, pero aunque se decía
que en el país que no se ahorcaba a nadie, la realidad es que cientos eran
dignos de ello". (R. Holmes. Wellington, the Iron Duke, p.
161). Está bien recordar
que estas atrocidades fueron perpetradas con el pueblo español por tropas
británicas, que supuestamente habían sido enviadas a España para
"liberarla" de Napoleón. Esta historia sonará muy familiar para la
población actual de Iraq. Las atrocidades realizadas por los franceses
contra los españoles y de los españoles contra los franceses eran aún
peor: "Un oficial francés
vio un hospital donde 400 hombres habían sido cortados en pedazos y 53
quemados vivos, en otra ocasión un solo soldado francés quedó vivo, aunque
con las orejas cortadas, para dar fe del asesinato y la mutilación de
1.200 compañeros heridos: la experiencia le enloqueció". (Ibíd.., p.
105). Esta fue la terrible
realidad que Goya representó en su serie de pinturas en blanco y negro
conocida como Los desastre de la guerra. En esta excepcional serie
vemos escenas de una inhumanidad inimaginable, una espantosa brutalidad y
una inexplicable crueldad, tortura, asesinato y violación. Aunque es poco
probable que Goya presenciara por sí mismo estas cosas (¡no habría podido
salir vivo!) debe haberse basado en noticias. En cualquier caso, la guerra
es presentada aquí como un horror constante, sin adornos ni versiones
asépticas. Esto se debe comparar con la forma en que se presenta la guerra
de Iraq ante el mundo. De la noche a la
mañana toda la situación se transformó y con ella el arte de Goya. Se
fueron las escenas de alegría bajo cielos sin nubes. En su lugar reinaba
la larga pesadilla en la que los hombres se convierten en bestias y todo
lo humano era desterrado, todo la luz se extinguía. En lugar de la luz
brillante del sol había oscuridad, en lugar de color sólo diferentes
matices del negro. La impenetrable oscuridad que es la principal
característica de la pinturas de Goya de estos últimos años era sólo una
expresión de toda la negrura dominante y que él veía a su alrededor. La
razón de esta asombrosa transformación no se puede encontrar en el arte.
Es un reflejo directo de los procesos que se estaban desarrollando en la
sociedad. La guerra
independencia terminó con la expulsión de España del ejército francés,
pero los horrores no terminaron con el regreso de Fernando VII a Madrid
después de la retirada de los franceses. Aquí tenemos una colosal
paradoja. Los cobardes y degenerados Borbones no hicieron nada para salvar
su país. La guerra contra Francia sólo consiguió sacarla de las manos de
la monarquía y la nobleza para convertirse en una guerra popular. Pero la
comprensión de las masas campesinas era primitiva. En sus mentes confusas
el movimiento de resistencia nacional se identificaba con "su" rey y "su"
Iglesia. Como señala Marx: "El rey aparecía en
la imaginación del pueblo con la aureola de un príncipe novelesco
agraviado y encarcelado por un bandolero gigante. Las épocas más
fascinadoras y populares del pasado estaban envueltas en las tradiciones
sagradas y milagrosas de la guerra de la cruz contra la media luna; y una
gran parte de las clases inferiores estaba acostumbrada a vestir el hábito
de los mendicantes y a vivir del santo patrimonio de la Iglesia".
(Ibíd..,) Las contradicciones
que permanecían ocultas cuando los españoles se levantaron contra los
franceses ahora salían a la superficie con consecuencias explosivas.
Muchos españoles cultos ¾ incluido Goya¾ esperaba que de alguna manera el
final de la guerra trajera consigo una mejora del régimen político. Aunque
estaban dispuestos a luchar para expulsar al ejército francés de suelo
español, esos patriotas no estaban en contra de los ideales políticos
franceses. Miraban hacia la Revolución Francesa en busca de inspiración.
En un discurso de la Junta Central de Sevilla fechado el 28 de octubre de
1809 podemos leer lo siguiente: "Un despotismo
imbécil y decrépito preparó el camino para la tiranía francesa. Dejar el
estado hundido en los viejos abusos sería un crimen tan enorme como
entregarte en las manos de Bonaparte". Pero estos ideales no
eran compartidos por todos. Fernando y la camarilla reaccionaria de la
corte no tenían ninguna intención de compartir el poder, tenían seguidores
poderosos en la Iglesia y las masas campesinas atrasadas, políticamente
ignorantes, que odiaban todo lo francés. Después de la batalla de Bailén,
los franceses tuvieron que pasar a la defensiva. José huyó de Madrid a
Burgos. La revolución avanzaba hacia su punto más alto. Simultáneamente,
la alta nobleza que había capitulado ante Bonaparte juzgó prudente
regresar cautelosamente al "campo patriótico" y esperar el regreso de los
Borbones para ajustar cuentas con los liberales. El colapso de la
autoridad central llevo al surgimiento de comités revolucionarios locales
o juntas, por utilizar el término español. En muchas de estas juntas
predominaban los liberales y los revolucionarios, abogados progresistas,
profesores y estudiantes que anhelaban hacía tiempo un cambio. En 1812 la marea
comenzó a dirigirse fuertemente en dirección a la reforma: se aprobó la
Constitución de Cádiz. En 1812 la Constitución se convirtió en la causa y
la bandera de aquellos hombres y mujeres que más tarde lucharían y
morirían. Pero los debates sobre la Constitución rápidamente revelaron una
profunda hendidura en la nación, entre los reformistas y los
conservadores, los liberales y los serviles, como se conocían
popularmente. La población de Madrid se levantó repetidamente contra el
ejército al grito: "¡Viva Riego! ¡Viva la Constitución!" En esta atmósfera
de odio estaba el principio de un renacimiento literario, encabezado por
escritores como Larra, dramaturgos como el Duque de Rivas y poetas como
Espronceda. El renacimiento
liberal chocaba con las fuerzas conservadoras de la reacción. Goya se
posicionó con los liberales. El sinvergüenza reaccionario de Fernando
firmó la Constitución liberal. Su regreso significaba el retorno de la
reacción y el oscurantismo. Con la ayuda de la Santa Alianza se restauró
el absolutismo en España. "La persona del rey es sagrada e inviolable, no
está sometido a responsabilidad", esto es lo que afirma el documento que
le proclamó rey. Había una fricción constante entre el rey y las Cortes
(parlamento). Esté llegó a su punto álgido en 1813 por la proclamación de
un decreto que suprimía la Inquisición. El clero reaccionario y fanático
agitó a las masas ignorantes contra los reformistas. Siguió un período de
negra reacción. Como siempre ocurre,
aquellos gobernantes reaccionarios que se comportaban como cobardes frente
a los enemigos poderosos demuestran ser los opresores más despiadados de
su propio pueblo cuando tienen la oportunidad. Fernando se comportaba como
un cobarde gimoteador que se arrastraba ante Napoleón e incluso felicitó a
los franceses por sus victorias en España, y ahora iniciaba una campaña
feroz de represión contra los liberales españoles. En un solo decreto
sentenció a 12.000 de sus compatriotas a castigos perpetuos. "Olvidó"
convenientemente su promesa de reconocer las Cortes e introdujo una
estricta censura de la prensa y puso en movimiento a todo un ejército de
espías e informadores. Las multitudes de monárquicos fanáticos gritando
"Muerte a la libertad y la Constitución" arrasaban el país. Fernando anuló todas
las decisiones de las Cortes. Reestableció la Inquisición y llamó a los
jesuitas que habían sido prohibidos por su abuelo. La pena de muerte se
aplicaba a todo aquel que se atreviera a apoyar la Constitución o la
supresión de la Inquisición. Los liberales fueron acosados, perseguidos y
encarcelados. Destacados miembros de las Cortes fueron enviados a las
galeras o a las prisiones africanas. Muchos oficiales liberales se fueron
a América. Finalmente, los dirigentes guerrilleros más famosos, Porlier y
de Lacy, fueron sentenciados a muerte. "El reino del
privilegio y el abuso había regresado, incluso hasta el restablecimiento
de la jurisdicción señorial sobre miles de ciudades y aldeas [...] Los
seis años siguientes se encontraban entre los más negros de la historia de
España. Fernando, el monarca más despreciable que jamás ocupara el trono,
dio marcha atrás al reloj, no al siglo XVIII sino al XVII, a los peores
días de Felipe IV". (W. A. Atkinson. A History of Spain and
Portugal.268). Goya era un verdadero
hijo de la Ilustración del siglo XVIII. Se opuso consistentemente al
atrasado, al oscurantismo reaccionario que caracterizaban la vida social y
la política española, y dio expresión a esto en el arte. Deseaba una
España ilustrada que finalmente arrojara al cubo de la historia toda la
basura medieval y feudal, que entrara firmemente en el camino del
progreso. En realidad, el
espíritu de libertad no murió en España sino que sólo pasó a la
clandestinidad. Las sociedades secretas, incluida la francmasonería,
afloraron, organizando conspiraciones patrióticas. Cuatro meses después
del regreso al trono de Fernando, la bandera de la rebelión se levantó en
Pamplona. Los insurgentes exigieron la Constitución de 1812. Hubo otro
intento en Coruña en 1815. Se descubrió un complot contra el propio
Fernando en Madrid en 1816. Al año siguiente hubo otro intento en
Valencia. Todos fracasaron y muchos pagaron con su vida. Pero finalmente,
el 1 de enero de 1820 un comandante del ejército ¾ Don Rafael de Riego¾
levantó el grito de la Constitución y encontró eco entre la población y el
ejército. Había comenzado el primer pronunciamiento. Fernando sintió
moverse la tierra bajo sus pies. Llegaban noticias de insurrecciones por
toda España: Coruña, Oviedo, Zaragoza, Barcelona, Valencia, Pamplona. Pero
el éxito de la rebelión sólo estaba garantizado por la acción de las
masas. La población de Madrid tomó el palacio. El rey sólo consiguió
salvarse restableciendo el ayuntamiento (el consejo democrático de la
población de Madrid). Con la astucia típica de un Borbón, capituló y
estuvo de acuerdo en jurar la Constitución. "Emprendamos francamente, yo
el primero, el camino constitucional", esto es lo que decía el manifiesto
en el boletín oficial. La revolución había
triunfado. Las prisiones se abrieron. Los refugiados políticos regresaron.
El rey había jurado la Constitución. Pero en la práctica, se trataba de un
simple subterfugio corrompido. Fernando nunca tuvo ningún problema en
hacer juramentos porque tenía un confesor real que siempre le garantizaba
la absolución. Detrás de bambalinas el rey estaba intrigando, ayudado por
las divisiones y escisiones en las filas de los liberales que se habían
polarizado en derecha e izquierda. Riego fue destituido con engaños y
muchas sociedades patrióticas se disolvieron. Finalmente, las
fuerzas de la reacción en España se reforzaron con el rey francés Luis
XVIII, que envió un ejército de 100.000 hombres a España, seguido de un
ultimátum de la Santa Alianza en enero de 1823. El trienio liberal
terminó. Se restauró el poder absolutista, Fernando se vengó de sus
opositores. Todas las promesas se olvidaron y se desató un reinado de
terror que duró para todos los tres años, seis meses y veinte días de
"esclavitud más ignominiosa". Miles se fueron al exilio. Riego fue
ahorcado. Otros cientos fueron enviados a las galeras y sometidos a un
tratamiento tan bárbaro que incluso las fuerzas de la Santa Alianza
protestaron horrorizadas. El trabajo del joven
Goya contrasta totalmente con su última época. Es como si estuviéramos en
presencia de dos artistas diferentes, o dos mundos diferentes. Tomemos por
ejemplo dos versiones diferentes del mismo tema, las fiestas de San
Isidro, el patrón de Madrid. La primera pintura de San Isidro muestra una
merienda en la rivera del río Manzanares. Todavía tiene un estilo francés,
mostrando la influencia de Bayeau y Mengs. Aquí tenemos una escena
cuidadosa de personas jóvenes disfrutando de una fiesta. Todo es luz del
sol y color, damas jóvenes con parasoles y sus jóvenes admiradores con
atavíos gallardos, los majos y las majas. Treinta años después
regresa al mismo tema en La peregrinación a San Isidro ¡pero qué
diferencia! Este es otro mundo, un mundo de oscuridad y sombras negras,
personas como monstruos, prostitutas, brujas, sacerdotes corruptos,
asesinos y mendigos tullidos. Gatean en una procesión siniestra y
tortuosa, como unas serpientes monstruosas. El paisaje es sombrío y
desolador. No hay un solo elemento sano aquí. No hay Dios ni Redentor. Es
una pintura sombría, oscuridad constante, pero no es una fantasía. Las
caras están distorsionadas hasta no reconocerlas. Son caras de lunáticos e
histéricos, macabras y amenazadoras. Aquí está la imagen de la realidad de
España invadida por las fuerzas de la reacción oscurantista después de
1812. En realidad, estamos
ante la presencia tanto de un artista diferente como de un mundo distinto.
Es una visión del mundo desgarrado por años de guerra y revolución, un
mundo boca abajo. Y es una visión de la vejez, de un hombre que ha
presenciado demasiado sufrimiento humano y no tiene idea de donde
terminará. Es una visión desoladora y pesimista de la realidad. Goya está
ya viejo y muy sordo. La sensación de aislamiento que conlleva la sordera
debe haber profundizado más su depresión. Estas últimas pinturas ¾ sus
grandes obras maestras¾ están pintadas no para la venta o ni siquiera para
la exposición pública. Pintaba para sí mismo en las paredes de su casa.
Son una expresión de la angustia existente en la profundidad de su alma.
Es también la expresión del sufrimiento de todo un pueblo. Aquí no
encontramos caras felices y risas, sólo la cara medio enloquecida de una
vieja bruja con su graznido y cacareo antipático. La oscuridad ha
penetrado en las mentes y las almas de estas personas, que no tienen
atributos humanos. Aquí tenemos dos ancianos, donde la figura principal es
un anciano decrépito, su cara contorsionada y agitada, con un demonio
susurrándole a la oreja. Por otro lado hay un hombre y una mujer
sonrientes, que dan aún más ambiente de pesadilla. En la pintura
conocida como Destino, el destino aparece como viejas brujas
macabras. Están flotando en el aire, apoyando la figura atada de un
hombre. Una de estas grotescas brujas está agarrando una pequeña figura.
La segunda examina la figura a través de una lupa, mientras que la tercera
sostiene un par de tijeras, cuando se prepara para cortar el frágil hilo
de la vida humana. El destino es a menudo representado como ciego. Expresa
la naturaleza aparentemente fortuita de los acontecimientos que parecen no
tener una explicación racional. Una inspección más cercana de los
acontecimientos que parecen estar gobernados no por la ley sino por el
accidente realmente se pueden explicar de una manera racional. La tragedia
de la mayoría de los hombres y mujeres es que no tienen ninguna concepción
de las fuerzas que dominan sus vidas y por lo tanto son víctimas pasivas
de la historia, en lugar de ser agentes conscientes que luchan por
comprender la sociedad y luchan para cambiarla. En palabras de Hegel:
"La necesidad es ciega sólo en la medida que no es comprendida". Pero el
mismo Hegel también escribió: "La razón se convierte en sinrazón". Hay
períodos en la historia en que la vieja sociedad se desmorona y todas sus
leyes, la moralidad y la religión ya no corresponden con la necesidad
objetiva del nuevo período. Comenzando con las capas más conscientes y
revolucionarias, la gente se siente descontenta con las viejas ideas, pero
al principio no tiene una idea clara de cómo sustituirlas. Además, el
viejo orden se niega a morir y lucha tercamente para mantenerse. La lucha
de lo viejo contra lo nuevo, la vida contra la muerte, sólo puede durar un
tiempo, provocando convulsiones a una escala inmensa. Si las personas no
entienden la razón de estas convulsiones, que son sólo retortijones
iniciales del nuevo orden, inevitablemente sacarán conclusiones pesimistas
y desesperanzadoras. Goya pintó el mundo
como él lo veía, lo pinto con una honestidad audaz. Su defecto no fue que
el orden social existente haya sobrevivido su utilidad y se haya
convertido en un freno al progreso. En tales períodos a menudo lo racional
se convierte en irracional y viceversa. En tales períodos las mentes de
los hombres y las mujeres caen presa del misticismo y la superstición. Las
tendencias irracionales afloran, como ocurre hoy en día. Algunas personas
pensaban que Goya estaba loco. No era locura, sino que describía fielmente
la locura que veía a su alrededor. La fuente de horrores
parecía no tener final. Aquí tenemos dos brujas sorbiendo sopa. Aquí dos
hombres apaleándose entre sí con palos hundiéndose en un pantano o en
arenas movedizas. Aquí está Saturno devorando a sus propios hijos en una
comida sangrienta, caníbal y antinatural. La cara de Saturno, con su
alocada expresión, es suficientemente inquietante. Pero para añadir más
horror vemos el cuerpo de un hijo medio comido, su cabeza ya devorada y el
resto de su cuerpo mutilado goteando en sangre. Es tal horror que esta
pintura probablemente no tiene igual en la historia del arte. Es posible
pintar un cuadro de horro con la intención de simplemente conmocionar a la
gente. El arte de nuestra propia época está lleno de este sensacionalismo.
Pero la representación de Goya del horror no tiene sólo la intención de
conmocionar. Contiene un mensaje poderoso sobre el mundo donde los hombres
y las mujeres se comportar entre sí como caníbales, explotando, robando y
asesinando. Una de las imágenes
más turbadoras de este arte es la imagen de un perro hundiéndose en las
arena movedizas. El animal está siendo arrastrado irremediablemente por
una enorme ola, el color de ésta es un marrón amarillento sucio, el color
del vómito. Esta imagen violenta y al mismo tiempo patética expresa mejor
que ninguna otra cosa el sentimiento de impotencia de una nación
arrastrada y condenada por unas fuerzas que no controla y no puede
comprender. Irónicamente, la cara del perro, con su expresión conmovedora,
es más humana que algunas de las caras de los seres humanos de sus últimas
pinturas. Esta criatura patética representa el destino de todo el pueblo
español y el del propio Goya. Hay un aguafuerte de
Goya, realizado más de una década antes, que anticipa vívidamente su humor
en esta época. Es uno de los Caprichos de El sueño de la razón
produce monstruos. Representa a un hombre sentado en su escritorio en
la oscuridad, sosteniéndose la cabeza en un sueño obviamente angustiado.
Está rodeado por criaturas de pesadilla, lechuzas, murciélagos y otras
similares, que amenazan en las sombras con atacarle. El mensaje de este
imponente aguafuerte es como un manifiesto de la Ilustración. Cuando la
razón humana duerme, las fuerzas de la oscuridad emergen y amenazan con
hundir a la sociedad. Esta es la pesadilla de Goya, pero no es una
pesadilla privada, es un mensaje social. Este aguafuerte es
una anticipación exacta de su propia vida. En el período de negra reacción
que siguió a la segunda restauración de los Borbones españoles, España fue
arrojada a la negra noche del oscurantismo. El odio de Fernando a la
libertad y el progreso se expresó muy bien en las palabras a la corona de
la universidad de Cervera que comienzan: "Lejos de nosotros la peligrosa
novedad del pensamiento". Incluso estas domesticadas universidades fueron
cerradas durante los dos años de reinado mientras que la "Sociedad
Exterminadora de Ángeles" tenía rienda suelta para el fanatismo y la
intolerancia del clero que ahora controlaba la situación. España vivía una
pesadilla donde las fuerzas del progreso (Razón) estaban empantanadas en
un sucio pantano de reacción, ignorancia, superstición y
fanatismo. En 824 Goya abandona
España, siguiendo su propia frase: "Si no puedes encender fuego en tu
propia casa, abandónala". Igual que Picasso no regresó jamás a España bajo
la dictadura de Franco, Goya acabó sus días exiliado en Francia donde
murió en 1828, sólo dos años antes de la Revolución de Julio de 1830.
Tenía 82 años de edad y no podía hablar una sola palabra de francés. Solo
y sordo, apartado del mundo, continuó pintando hasta el final, en una de
sus últimas pinturas escribió las palabras: "Aún aprendo". De todos los artistas
de los siglos XVII y XIX, Goya fue el más contemporáneo, el que más tiene
que decirnos. Si la tarea del gran arte es buscar debajo de las
manifestaciones superficiales y descubrir la realidad que hay debajo,
entonces este es el verdadero gran arte. Por debajo de la fina capa de
civilización residen las fuerzas oscuras, las fueras de la ignorancia y la
barbarie, que en momentos críticos en la historia pueden desatarse de su
correa y amenazar el tejido mismo de la civilización humana. Esto es
verdad, no sólo para la época de Goya, sino también para la nuestra. Este
arte es una imagen exacta de nuestro propio mundo, el mundo en la primera
década del siglo XXI. ¿Por qué encontramos
esas imágenes inquietantes tan familiares? En la época de Goya, el viejo
orden feudal estaban en decadencia en todas partes. Sobre todo en España
había sobrevivido a su utilidad y se había convertido en un terrible
obstáculo para el progreso. Este obstáculo tenía que ser removido por
métodos revolucionarios si España quería avanzar. En aquella época, todo
lo mejor de la sociedad española, todo lo que estaba vivo, era
inteligente, honesto y noble, estaba luchando para sustituir el régimen
corrupto del absolutismo feudal con una nueva sociedad. El capitalismo en
aquella época significaba progreso. Pero desde entonces
han pasado dos siglos. El capitalismo ya pasó su adolescencia y juventud.
Ha desarrollado las fuerzas productivas y ha cumplido su función histórica
progresista. Pero durante la mayor parte de los últimos cien años ha
superado ese papel. El mundo entero está dividido entre un puñado de
potencias imperialistas y gigantescos monopolios, está reducido a una
lucha permanente por los mercados, las fuentes de materias primas y
esferas de influencia. Los medios de producción están estancado, el
desempleo aumenta y hay una guerra tras otra. Lenin dijo en una
ocasión que el capitalismo es horror sin fin. Los horrores que vemos en
los lienzos de El Prado son reproducidos cada día a una escala colosal por
la crisis del capitalismo en su período de decadencia senil. Millones
mueren de hambre mientras un puñado de ricos parásitos sacian su apetito
por la plusvalía sobre la sangre de niños pequeños. Comparado con esto, el
Saturno de Goya parece un anciano inocente. El callejón sin salida de los
medios de producción provoca monstruosidades aún peores que las
representadas en Los desastres de la guerra. Sólo en el Congo,
durante los últimos tres años cuatro millones y medio de personas han sido
masacradas, mientras que la comunidad mundial "civilizada" mira hacia otro
lado. Los niños son reclutados para el asesinato y andan por las calles
con los huesos humanos como adornos. Estas convulsiones son infligidas a
una tierra potencialmente rica debido a la crisis mundial del
capitalismo. El arte
verdaderamente grande tiene una naturaleza que no se hace viejo y sigue
revelándonos profundas realidades siglos después de su creación. Las
pinturas del último y más grande período de Goya nos dicen más ahora,
después de la experiencia del último siglo, de lo que decían a los
contemporáneos de Goya. Y como en los tiempos de Goya, todas las fuerzas
vivas de la sociedad unidas en la lucha revolucionaria contra el
absolutismo feudal, hoy todos aquellos que desean defender la cultura
deben unirse con la clase obrera en la lucha revolucionaria contra el
capitalismo contra el nuevo absolutismo que busca someter a todo el mundo
a la dictadura del Capital. El objetivo del gran
arte no es entretener, no es sólo mostrar de una manera superficial y
neutral, sino penetrar debajo de la superficie y exponer la realidad que
reside debajo. Para describir nuestra propia jungla capitalista, este
mundo despiadado, feo e irracional, necesitaríamos algo del talento y la
convicción apasionada de Goya. ¡Qué pena no tener un artista con este
genio en nuestra época! La crisis orgánica del capitalismo está amenazando
el futuro de la civilización y la cultura. Pero siempre hay voces
valientes que protestarán contra la barbarie dominante. La época actual es la
más turbulenta y convulsiva de la historia. Esto es sólo un reflejo del
hecho de que el capitalismo ha superado su utilidad histórica. Tarde o
temprano, debe abandonar la escena de la historia y dejar libre el camino
para una forma de sociedad nueva y superior, el socialismo. De las
actuales convulsiones emergerá una nueva cultura. Los artistas y los
escritores comprenderán que su lugar es luchar hombro con hombro con la
clase obrera por la construcción socialista de la sociedad. Los próximos
acontecimientos revolucionarios proporcionarán un amplio material para la
nueva generación de artistas progresistas. Naturalmente, tendrán como
punto de partida la maravillosa obra de este gran artista
español. 14 de julio de
2003
ODA A UN PINTOR LIBERAL
Por WOOD IS OUT -
Sunday, Feb. 26, 2006 at 2:37 PM
ESTO DEBE SER UNA CARGADA
GOYA APOYÓ LA INVASIÓN NAPOLEÓNICA A ESPAÑA POR QUE ERA MÁS LIBERAL QUE ESPAÑOL, ADEMÁS LUEGO DE JURAR FIDELIDAD A JOSÉ BONAPARTE, EN 1814 DEBIÓ RETRACTARSE ANTE FERNANDO VII, Y PINTÓ LOS CUADROS 2 Y 3 DE MAYO DE 1810 PARA CONGRACIARSE
UN VERDADERO SINIESTRO.
bibliografía sobre Goya?
Por Valderrama -
Sunday, Feb. 26, 2006 at 5:18 PM
No conozco bien la biografía de Goya pero en general aprecio lo que escribe Alan Woods.
¿Podés pasarme algo de bibliografía sobre Goya?
Leíste los artículos de Woods sobre Cervantes y sobre el Fígaro? Yo acabo de bajarlos pero todavía no los leí.
Saludos.