“Aquellos que
esperan ver una revolución social ‘pura’ nunca vivirán para verla.
Esas personas prestan un flaco servicio a la revolución al no
comprender qué es una revolución”. (Lenin)
Hay marxistas de todo
tipo: algunos leen mucho, otro no tanto. Algunos se han tomado la
molestia de penetrar en la esencia del método marxista, estudian
cuidadosamente la dialéctica, mientras que otros simplemente se
quedan en la superficie, se limitan a un tipo de determinismo
económico vulgar que podría ser útil para la agitación pero que
realmente es ajeno al marxismo.
Al leer los escritos
de este tipo de “marxismo” siempre se tiene la impresión de entrar
en el sótano oscuro de una biblioteca que ha permanecido cerrado
durante muchos años. Está lleno de pedazos de conocimiento sin
asimilar, sin aire, polvorientos y estériles. Se trata de un
marxismo desnudo de dialéctica, es decir, despojado de su alma
revolucionaria. Esta clase de “marxismo” en esencia es bastante
compatible con el reformismo y la pasividad, puesto que, a pesar de
su terminología radical, nunca abandona el sillón y las
pantuflas.
Esta desviación es
particularmente común en Gran Bretaña y que cuenta con un linaje que
se remonta a Hyndeman. En parte, refleja la tradición británica del
estrecho empirismo y la aversión hacia las generalizaciones teóricas
amplias, en parte, también es fruto de la presión de las ideas
reformistas y la rutina del movimiento obrero que nunca es capaz de
ver más allá del bosque.
Un revolucionario
debe “sentir” el movimiento de las masas y debe tener en su alma la
revolución. En contraste, los pedantes estudiosos ven el proceso
histórico como una cuestión de “fuerzas objetivas” que determinan
todo por adelantado. Este tipo de personas no son revolucionarias
sino observadores eternos cuyo punto de vista tiene más común con la
noción calvinista de la predestinación que con la dialéctica
revolucionaria del marxismo.
La idea de la
predestinación, durante los siglos XVI y XVII, jugó un papel
progresista en las primeras etapas de la revolución burguesa en
Holanda e Inglaterra, pero hoy en día está totalmente anticuada. La
dialéctica marxista deja mucho margen de maniobra al papel creativo
de los hombres y las mujeres en el proceso histórico. Pero también
explica que los hombres y las mujeres nunca son completamente libres
de las circunstancias objetivas del período histórico en el que
viven.
Un revolucionario
debe tener una comprensión del método dialéctico que represente su
punto de partida no a partir de definiciones abstractas o axiomas,
sino de la realidad viva, con toda su concreción, riqueza y
contradicciones. Él o ella debe tomar el movimiento de masas tal
como es, como se ha desarrollado históricamente y luchar con todos
los medios a su disposición para entrar en contacto con él,
establecer un diálogo con él y fertilizarlo con las ideas del
marxismo.
Un revolucionario que
no está dispuesto a seguir a las masas a través de este proceso
contradictorio y que en su lugar intenta alabarlas desde los
márgenes del movimiento no será en absoluto un revolucionario, sólo
será un lamentable formalista. Una actitud mecánica y doctrinaria
respecto al movimiento de masas descarta cualquier posibilidad de
influir en él.
El factor subjetivo
El marxismo nunca ha
negado el papel del individuo en la historia, y los individuos o
grupos de individuos pueden jugar un papel absolutamente decisivo en
determinadas coyunturas del proceso histórico. Marx explicó ¾y en esto tenía absolutamente
razón¾ que en última
instancia la viabilidad de un sistema socioeconómico determinado
depende de su capacidad de desarrollar las fuerzas productivas. La
crisis general del capitalismo mundial en el momento actual refleja
en el fondo la incapacidad del capitalismo de desarrollar las
fuerzas productivas al mismo nivel que hizo en el pasado.
Este hecho innegable
proporciona el amplio contexto histórico en el que se está
desarrollando el gran drama de la política mundial. Determina
absolutamente los procesos generales y también sus límites.
Pero dentro de estos procesos generales puede haber todo tipo de
encrucijadas, flujos y reflujos, donde el carácter de los individuos
puede jugar, y lo hace, un papel decisivo. En realidad, la debilidad
del factor subjetivo a escala mundial está teniendo un efecto
decisivo, retrasando y distorsionando el movimiento hacia la
revolución socialista.
El factor más
importante en la situación actual es la ausencia a escala mundial de
una dirección marxista fuerte y con autoridad. La tendencia del
genuino marxismo ha retrocedido décadas y actualmente representa una
pequeña minoría. Todavía no puede llevar a las masas a la victoria.
Pero los problemas de las masas son atroces. No pueden esperar
hasta que estemos preparados para dirigirlas. Intentarán por
todos los medios cambiar la sociedad, lucharán por encontrar una
escapatoria al callejón sin salida. Esto es particularmente cierto
en los países ex-coloniales de África, Asia y América Latina, donde
sobre bases capitalistas la sociedad no tiene ninguna posibilidad de
avanzar.
En ausencia de una tendencia marxista de masas
es posible la aparición todo tipo de variantes peculiares, en
realidad son inevitables. Para comprender la naturaleza de estos
acontecimientos y distinguir en cada etapa lo que es progresista y
lo que es reaccionario, es necesario tener una aproximación
creativa.
Para una
mentalidad sectaria la revolución debe seguir el siguiente
esquema preestablecido:
tiene que estar
dirigida por un partido marxista.
Ahora no vamos a discutir la importancia vital de la dirección y el
partido revolucionarios en la revolución. Pero para construir este
partido es necesario hacer una evaluación realista de la etapa que
ha alcanzado el movimiento y nuestro papel dentro de él. Más tarde
regresaremos a este punto.
El problema de
esta aproximación es que no utiliza procesos vivos, sino fórmulas y
definiciones abstractas y normas universales. Es decir, es
idealista y no materialista, es metafísica y no dialéctica. Establece la norma ideal de lo que debería ser una revolución,
rechazando sistemáticamente cualquier cosa que no se atenga a esta
norma. En la mente de un idealista esto es perfecto. Pero la
perfección ideal frecuentemente choca con la realidad, como ya
sabemos desde Platón.
Para los
objetivos de una definición todo sabemos qué es un ser humano: es
masculino o femenino, tiene dos ojos, dos piernas y así
sucesivamente. Pero en la vida real algunos humanos nacen con un
solo ojo o pierna, o con ninguna, e incluso el sexo de algunos
humanos no se puede determinar con exactitud. En realidad, en la
vida cotidiana y en la naturaleza es normal encontrarse con cosas
que se salen de las normas y debemos aprender a convivir con ellas
por que si no lo hacemos, nos aquejará la mistificación y la
incomodidad.
El éxito de la
revolución estaría realmente garantizado si existiera un partido
marxista de masas que pudiera proporcionar la guía necesaria a las
capas dirigentes de la clase y armarlas con un programa político.
Pero la construcción de este partido no se puede hacer por decreto.
La vanguardia revolucionaria sólo puede ganar a la mayoría
sometiéndose a la prueba de los acontecimientos y a la aprobación de
las masas. Nunca se puede conquistar esta posición alabando a las
masas desde los márgenes del movimiento. Y antes de que podamos
llegar a las masas primero es necesario comprender la naturaleza del
movimiento de masas, la etapa en la que está, las diferentes
tendencias (contradictorias) que existen dentro de él y en qué
dirección se está moviendo. Es decir, hace falta una
aproximación dialéctica.
La primera ley
de la dialéctica es la objetividad absoluta: cuando nos aproximamos
a un fenómeno determinado no debemos partir de ideas o
definiciones preconcebidas, sino de
un examen cuidadoso de los hechos, no de los ejemplos o las
digresiones, sino del hecho en sí mismo. Si queremos comprender los
acontecimientos de Venezuela, el papel de los movimientos y los
individuos en estos acontecimientos, es necesario partir de los
propios acontecimientos. Una definición en el sentido
dialéctico debe partir de un examen cuidadoso de los hechos y los
procesos, no con imposiciones desde fuera.
Este fue el
método de Trotsky. En el prefacio de Historia de la
Revolución Rusia, Trotsky escribe
lo siguiente:
“La historia de la revolución, como toda
historia, debe, ante todo, relatar los hechos y su desarrollo. Mas
esto no basta. Es menester que del relato se desprenda con claridad
por qué las cosas sucedieron de ese modo y no de otro. Los sucesos
históricos no pueden considerarse como una cadena de aventuras
ocurridas al azar ni engarzarse en el hilo de una moral
preconcebida, sino que deben someterse al criterio de las leyes que
los gobiernan. El autor del presente libro entiende que su misión
consiste precisamente en sacar a la luz esas leyes”. (León Trotsky.
Historia de la Revolución Rusa).
Las líneas
anteriores representan un ejemplo excelente del método de análisis
dialéctico. En contraste, los pensadores formalistas no se molestan
en hacer un estudio cuidadoso de los hechos y los procesos. No se
toman la molestia de descubrir las leyes del movimiento de una
revolución determinada, porque ya saben (o imaginan saber) las leyes
de la revolución en general. Así que una vez, armados, no
necesitaban malgastar el tiempo estudiando los hechos. Simplemente
aplican sus ideas y definiciones preconcebidas a los hechos, como un
químico aplica un papel tornasolado a un fluido. Si el papel se
vuelve rojo estamos ante un ácido y si se vuelve azul es un
álcali.
Este método es
simple ¾un simple juego de niños, en realidad, y por lo tanto muy
adecuado para niños pequeños¾. Armado con un conocimiento tan potente,
el formalista puede decidir por anticipado si caracteriza los
acontecimientos de Venezuela (o en cualquier otro país del globo
terráqueo) como una revolución o no. Desde las cmas del Olimpo,
se niegan a dar un certificado de nacimiento a la revolución
venezolana. Desgraciadamente para
ellos, la revolución no sabe de esta excomunión e incluso se cuida
mucho de ella.
¿Qué es una
revolución?
La debilidad
de la posición de las sectas con relación a Venezuela (en cuanto a
lo que se han tomado la molestia de observar) es que se basan en
ideas preconcebidas, por ejemplo, como “debería ser” la revolución, mientras que al mismo
tiempo les traiciona su completa ignorancia de lo que es una revolución.
¿Qué es una revolución? Esta pregunta evidente raras veces se
hace. Pero a menos que la preguntemos y respondamos, nunca estaremos
en posición de determinar lo que está ocurriendo en Venezuela, ni en
ninguna otra parte Una revolución, como explica Trotsky en la
Historia de la Revolución Rusa, es una situación donde las masas
comienzan a tomar el destino en sus propias manos. Este es el caso
de Venezuela ahora. El despertar de las masas y su participación
activa en la política es la característica más decisiva de la
revolución venezolana y el secreto de su éxito.
En el mismo
prefacio de León Trotsky citado anteriormente ¾quien, después de todo, conocía unas
cuantas cosas sobre las revoluciones¾ responde de la siguiente
forma:
“El rasgo
característico más indiscutible de las revoluciones es la
intervención directa de las masas en los acontecimientos
históricos. En tiempos normales, el Estado, sea monárquico o
democrático, está por encima de la nación; la historia corre a cargo
de los especialistas de este oficio: los monarcas, los ministros,
los burócratas, los parlamentarios, los periodistas. Pero en los
momentos decisivos, cuando el orden establecido se hace insoportable
para las masas, éstas rompen las barreras que las separan de la
palestra política, derriban a sus representantes tradicionales y,
con su intervención, crean un punto de partida para el nuevo
régimen. Dejemos a los moralistas juzgar si esto está bien o mal. A
nosotros nos basta con tomar los hechos tal como nos los brinda su
desarrollo objetivo. La historia de las revoluciones es para
nosotros, por encima de todo, la historia de la irrupción violenta
de las masas en el gobierno de sus propios destinos”. (Ibíd., El
subrayado es mío).
En períodos normales
las masas no participan en la política. Las condiciones de vida bajo
el capitalismo sitúan barreras inconmensurables en su camino: largas
horas de trabajo, cansancio físico y mental, etc., Normalmente,
estas personas se contentan con dejar a otros las decisiones que
afectan a sus vidas: al concejal, a los políticos profesionales, al
dirigente sindical, etc.,
Sin embargo, en
determinados momentos críticos, las masas irrumpen en la escena de
la historia, toman su vida y su destino en sus manos, pasan de ser
agentes pasivos a protagonistas del proceso histórico. Hay que ser
particularmente ciego u obtuso para no ver que ésta es precisamente
la situación que se está produciendo en Venezuela. En los años
recientes, pero especialmente desde el intento de golpe de estado de
abril de 2002, millones de trabajadores y campesinos han empezado a
moverse, a luchar para cambiar la sociedad. Si esto no es una
revolución, entonces nunca más lo veremos. Sólo el sectario más
acérrimo no comprenderá esto.
Es necesario entender
que las masas, ya sea en Venezuela o en cualquier otro país, sólo
aprenden gradualmente a través de la experiencia. La clase obrera
tiene que pasar por la experiencia de la revolución y la crisis
social para distinguir entre las diferentes tendencias, programas y
dirigentes. Aprende a través del método de aproximaciones sucesivas.
Como explica Trotsky:
“Las distintas etapas
del proceso revolucionario, consolidadas por el desplazamiento de
unos partidos por otros cada vez más extremos, señalan la presión
creciente de las masas hacia la izquierda, hasta que el impulso
adquirido por el movimiento tropieza con obstáculos objetivos.
Entonces comienza la reacción: decepción de ciertos sectores de la
clase revolucionaria, difusión de la indiferencia y consiguiente
consolidación de las posiciones adquiridas por las fuerzas
contrarrevolucionarias. Tal es, al menos, el esquema de las
revoluciones tradicionales”. (Ibíd.,)
Y además añade:
“Sólo estudiando los
procesos políticos sobre las propias masas se alcanza a comprender
el papel de los partidos y los caudillos que en modo alguno queremos
negar. Son un elemento, sino independiente, sí muy importante, de
este proceso. Sin una organización dirigente, la energía de las
masas se disiparía, como se disipa el vapor no contenido en una
caldera. Pero sea como fuere, lo que impulsa el movimiento no es la
caldera ni el pistón, sino el vapor”. (Ibíd.,)
Estas observaciones
reflejan exactamente la situación de Venezuela, donde el movimiento
desde abajo de las masas constituye la principal fuerza motriz de la
revolución. Es imposible comprender el proceso limitándose sólo a un
análisis de los dirigentes, sus orígenes de clase, declaraciones y
programas. Esto es como la espuma de las olas del océano, que son
sólo un reflejo superficial de las corrientes profundas que existen
debajo de la superficie.
Las masas y Chávez
“La dinámica de los
acontecimientos revolucionarios se halla directamente informada por
los rápidos, tensos y violentos cambios que sufre la sicología de
las clases formadas antes de la revolución”. (Ibíd.,)
En ausencia de un
partido marxista revolucionario de masas, las fuerzas de la
revolución se han congregado alrededor de Chávez y el Movimiento
Bolivariano. Hugo Chávez es el hombre en el centro de la tempestad.
No importa lo que se piense sobre este hombre, él ha roto la presa y
abierto las compuertas. Él solo se ha atrevido a enfrentarse al
poder de la oligarquía y desafiar al poderoso imperialismo
norteamericano. Incluso sus enemigos declarados y sus críticos no
pueden negar que ha demostrado un valor colosal. Dando un ejemplo de
coraje ha conjurado unas fuerzas tremendas que durante generaciones
han estado latentes en las profundidades de la sociedad venezolana.
Esto es un hecho de tremenda importancia.
Por primera vez en
los casi doscientos años de historia de Venezuela, las masas
sienten que el gobierno está en manos de personas que desean
defender sus intereses. En el pasado, el gobierno siempre era un
poder ajeno en contra de ellas. Las masas no querían el regreso de
los viejos partidos corruptos. Las masas, los habitantes de los
pobres barrios de chabolas, los parados, trabajadores, campesinos,
indígenas, negros, han salido de su apatía y se han puesto de pie.
Han descubierto que la vida tiene un nuevo significado, una nueva
esperanza. De la noche a la mañana, se han convertido en chavistas,
aunque no comprendan muy bien qué significa esto.
Quizá las masas
tienen sólo una idea muy vaga de lo que realmente quieren, pero sí
tienen muy clara la idea de lo que no quieren. No quieren el regreso
del viejo orden, los antiguos partidos y dirigentes burgueses. Han
tenido una prueba de lo que significa ser libres y no desean
regresar a la vieja esclavitud. Con cada fibra de su ser añoran un
cambio fundamental de sus condiciones de vida. Para ellos, esto es
lo que significa el chavismo. Y este gran sueño de cambio en sus
vidas, en su mente se resume en un solo hombre: Hugo Chávez.
Muchas personas se
sorprendieron por el fervor ¾casi un fervor religioso¾ con que las masas miran a su
presidente. Están dispuestas a sufrir hambre y pobreza, sacrificar
todas sus posesiones, arriesgar su vida (como hicieron hace dos
años) por él. Esto representa una poder tremendo y explica por qué
Chávez ha sido capaz de derrotar todos los intentos de derrocarle.
El verdadero secreto de su éxito no está dentro de sí mismo, sino en
las masas, y es la fuerza de las masas lo que determina todo el
rumbo de la revolución y también es su principal fuerza motriz.
Los enemigos de
Chávez por la derecha no pueden comprender la razón de esto. No
pueden entenderlo porque son orgánicamente incapaces de comprender
la dinámica de la propia revolución. La clase dominante y sus
prostitutas intelectuales nunca aceptan que las masas tengan una
mente y personalidad propias, que son una fuerza tremendamente
creativa capaz no sólo de cambiar la sociedad sino también de
administrarla. Nunca pueden admitir tal cosa porque si lo hacen,
admitirían su propia bancarrota y delataría que no son una agente
social necesario e indispensable dotados de un derecho divino para
gobernar, sino que son una clase parasitaria y superflua, un
obstáculo reaccionario para el progreso.
Los sectarios incapaces de comprender
Pero no sólo los
enemigos burgueses de la revolución muestran una absoluta
incapacidad de comprender la revolución venezolana. Muchos en la
izquierda (incluidos algunos que se llaman marxistas) han demostrado
una incapacidad similar para entender lo que está ocurriendo.
Después de proclamarse los dirigentes de la clase obrera, ante el
espectáculo que muestra el apoyo entusiasta de las masas por Chávez
están desconcertados. Se quejan por las esquinas, musitando algo
sobre el “populismo”, pero demuestran una absoluta
incapacidad de conectar con el movimiento real de las masas. Pero
esa es la principal característica de los sectarios en todas
partes.
Lo que no han
comprendido ninguno de estas damas y caballeros es la relación
dialéctica entre Chávez y las masas. Ellos tienen en común su
aproximación formalista y mecánica a la revolución. No la ven como
un proceso vivo, lleno de contradicciones e irregularidades. No se
ajusta a sus esquemas preconcebidos que dicen cómo debería ser una
revolución y por lo tanto, la dan la espalda con desprecio. Se
comportan como los primeros europeos que vieron una jirafa y
exclamaron: “¡No me lo creo!”
Desgraciadamente,
para nuestros amigos formalistas, la revolución no se desarrolla
suavemente, no se produce de acuerdo a ningún plan preconcebido, no
es como un ensayo de orquesta que sigue la batuta del director.
Sigue sus propias reglas y obedece a sus propias leyes internas que
no se encuentran en ningún libro de cocina revolucionario, sino que
están arraigadas en las contradicciones de la sociedad y que
gradualmente se elaboran a través de la acción colectiva de las
propias masas que no aprenden en los libros de texto, sino a través
de la experiencia de la lucha y por un proceso difícil de pruebas y
errores.
“Pero Chávez es un
burgués”, protestan. Estas personas siempre piensan en términos
simplistas: blanco o negro, sí o no, burgués o proletario. El viejo
Engels tenía en mente este tipo de mentalidad formalista cuando citó
las siguientes palabras de la Biblia: “Que todo tu entendimiento
sea: Sí, sí o no, no, porque cualquier cosa que sea más que esto
viene del diablo”. Estas exigencias de una definición nítida parecen
a primera vista ser razonables y sabias. Pero no es posible en
todas las circunstancias exigir definiciones nítidas.
Incluso como
definición sociológica, la caracterización anterior es incorrecta.
El antecedente social del que procede Hugo Chávez no es burgués sino
más bien de clase media. Él se califica a sí mismo como un
campesino. Sin embargo, esto no agota la cuestión desde un punto de
vista marxista. La clase media no es homogénea. En sus capas
superiores, los abogados ricos, los médicos y profesores
universitarios, están más cerca de la burguesía y la sirven. En sus
capas más bajas, los pequeños tenderos, pequeños campesinos, las
filas más bajas de los intelectuales, están más cerca de la clase
obrera y, en determinadas circunstancias, pueden ponerse al lado de
la revolución socialista.
Sin embargo, los
orígenes de clase de los dirigentes no son concluyentes a la hora de
decidir la naturaleza de clase de un partido o movimiento
particular. Lo que en última instancia determina la naturaleza de
clase de un movimiento político es su programa, su política y su
base de clase. Podemos describir ampliamente el programa y la
política del Movimiento Bolivariano como el de una democracia
pequeño burguesa revolucionaria. Como tal, no va más allá de los
límites de una democracia burguesa muy avanzada. La revolución ha
llevado a cabo un programa ambiguo de reformas en interés de las
masas, pero no ha abolido el capitalismo. Esto constituye su
principal debilidad y la mayor amenaza para su futuro.
La cuestión del estado
“¡Pero el estado
todavía es burgués!” insisten nuestros amigos formalistas. En
cuanto a que la oligarquía todavía no ha sido expropiada, en cuanto
a que una gran parte del poder económico todavía está en sus manos,
entonces Venezuela todavía sí es capitalista y debemos definir la
naturaleza de clase del estado de acuerdo con ello. Además, una gran
parte de la vieja burocracia todavía permanece en su lugar; la
judicatura es la heredada de antes, la policía metropolitana actúa
como un estado dentro del estado, la lealtad de sectores de los
oficiales de clase media no está clara. Esto significa que todavía
no se ha producido un cambio cualitativo y por lo tanto la situación
actual se puede volver en su contraria. Sin embargo, esto no se
puede hacer sin una lucha feroz y una guerra civil.
Sin embargo, la
definición general del estado como burgués no nos dice nada sobre la
verdadera correlación de fuerzas o la realidad concreta del estado,
o la forma en que se está desarrollando la situación. En
realidad, el estado en Venezuela ya no está controlado por la
burguesía. Por eso la oligarquía está obligada a recurrir a
métodos ilegales y extraparlamentarios para recuperar el control. La
mayoría de las fuerzas armadas, incluido un sector importante de los
oficiales, apoyan la revolución. Esto crea enormes problemas para la
contrarrevolución y produce unas condiciones potencialmente
favorables para aquellos que desear llevar la revolución hasta el
final.
Al principio de este
artículo hicimos la siguiente pregunta: ¿qué es una
revolución? Pero también es necesario preguntar: ¿qué es el
estado? Esta pregunta fue respondida hace mucho tiempo por Lenin
(siguiendo a Engels) cuando dijo que el estado, en última instancia,
son cuerpos de hombres de armados, el ejército, la policía,
etc., En períodos normales el estado está controlado por la clase
dominante. Pero en períodos excepcionales, cuando la lucha de clases
alcanza su máxima intensidad, el estado puede adquirir un grado
importante de independencia, elevándose por encima de la sociedad.
Esta es la situación actual en Venezuela.
El argumento final de
los sectarios hace referencia a las fuerzas armadas. “No debemos
hacer hada con los oficiales del ejército”. Este realmente no es
un argumento sino un prejuicio estúpido. La idea de que no es
posible ganar al ejército para la revolución es absurda. Si esto
fuera cierto, no se podría haber realizado ninguna revolución en la
historia. El ejército está formado por hombres y mujeres uniformados
que pueden ser influidos por los acontecimientos de la sociedad.
(Tener que hacer estos comentarios resulta más bien embarazoso pero
parece que hoy en día no se puede dar nada por sentado).
En cada gran
revolución de la historia el ejército se ha visto afectado por el
movimiento de las masas. Tiende a dividirse en líneas de clase.
Si no ocurriera así la revolución en general sería imposible.
El fermento revolucionario afecta no sólo a los soldados y los
suboficiales, también a parte de los oficiales. En circunstancias
especialmente favorables, una gran parte de los oficiales se pueden
ver afectados y negarse a luchar por el viejo régimen o incluso
pasarse al lado de la revolución, como ocurrió con Tujachevsky, que
era un oficial zarista.
Además, en más de una
ocasión ha ocurrido que un movimiento revolucionario empezó primero
por arriba, con una revuelta de un sector de los oficiales y después
se extendió a las masas. Esto ocurre particularmente cuando el viejo
régimen ha quedado al descubierto como completamente corrupto y en
bancarrota. La historia de España en el siglo XIX está llena de este
tipo de acontecimientos, que son conocidos como
pronunciamientos, y que frecuentemente abrieron las
compuertas de la revolución. Pero también hay ejemplos más recientes
del mismo proceso.
La revolución portuguesa
La idea de que la
revolución bolivariana es absolutamente única no es correcta. Por
supuesto que tiene peculiaridades específicas, pero está lejos de
ser única. En realidad, cada revolución tiene características que
son comunes a todas las revoluciones. Si no ocurriera así sería
imposible aprender algo útil del estudio de las revoluciones
pasadas, pero este no es el caso. Hace exactamente treinta años en
Portugal vimos un proceso extraordinariamente similar al de
Venezuela.
Más de medio siglo
después de dominio fascista, la población de Portugal derrocó a la
odiada dictadura de Caetano y emprendió el camino de la revolución.
¿Cómo empezó? Empezó con un golpe llevado a cabo por oficiales de
izquierdas del ejército. Esta situación está completamente en
contradicción con la situación normal, donde los oficiales del
ejército casi siempre juegan un papel contrarrevolucionario. Aquí
ocurrió el caso contrario. En 1975 Ted Grant escribía lo
siguiente:
“La
verdadera peculiaridad de la Revolución Portuguesa en comparación
con cualquier otra revolución del pasado es la implicación de la
masa de oficiales bajos y medios ¾incluso algunos
generales y almirantes¾ en la
revolución.
Si
el poder del Estado como han explicado Marx y Lenin se reducen al
control de cuerpos de hombres armados, entonces la decadencia del
régimen portugués se mostraban con toda su desnudez. La burguesía se
lo jugó todo a la carta de la represión feroz y totalitaria de las
masas. Más de dos generaciones sufrieron sus consecuencias, la
burguesía perdió todo el apoyo de la clase media y, por contagio,
incluso el de una gran parte de la casta de oficiales. La guerra sin
sentido en África jugó un papel importante, pero no es la única
explicación. La masacre aún más lunática perpetrada durante la
guerra de 1914-18 no hizo que la casta de oficiales (rusos)
abandonara mayoritariamente al zarismo. No dudaron en pasarse al
lado de la contrarrevolución y en apoyar las guerras de intervención
contra su propio país.
En
1918 la revolución alemana se encontró con la oposición del grueso
de la oficialidad. La contrarrevolución de Hitler contó con el apoyo
de la abrumadora mayoría de los oficiales.
En
la revolución española de 1931-37, el 99 por ciento de los oficiales
se pasaron al bando de Franco. Y aún más cerca, en 1926 la inmensa
mayoría de la casta militar apoyó a Salazar.
En
el péndulo político ha habido un giro enorme a la izquierda. Durante
tres décadas, la pequeña burguesía ha ido girando más a la izquierda
¾como demuestra el movimiento estudiantil¾. En
Portugal el callejón sin salida del capitalismo y el odio hacia las
camarillas del capital monopolista que acuñaron su dinero con la
sangre y el sufrimiento de la población y los soldados, se ha
reflejado en el aislamiento de los círculos más ricos. Ellos
apoyaron y se beneficiaron hasta el último momento del
régimen totalitario. El odio hacia estos parásitos se extendió a
sectores de la oficialidad. Esto es una indicación de que el
capitalismo ha agotado su misión histórica y se ha convertido en un
obstáculo cada vez más importante para la producción. En Portugal,
como demuestra el desafortunado episodio de Spinola, incluso el
Estado Mayor estaba dividido”.
Estas líneas podían
haberse escrito ayer ¾con
relación a la revolución venezolana¾. La tendencia marxista explicó
este fenómeno hace décadas, pero sigue siendo un libro sellado para
todos los sectarios y formalistas, por lo tanto son incapaces de
entender la revolución venezolana y menos aún intervenir en ella.
Están cegados por su propio método formalista que les impide ver lo
que está ocurriendo delante de sus narices. Constantemente hacen
referencia a definiciones y citas confeccionadas de los clásicos
marxistas (“debemos aplastar el viejo estado”, etc.,) que en
sus manos han pasado de ser declaraciones científicas a clichés
vacíos o sortilegios religiosos. En lugar de ayudarnos a
comprender el proceso real, actúan como una barrera para el
entendimiento. En su documento de 1975 sobre la Revolución
Portuguesa Ted Grant escribía lo siguiente:
“Marx escribió que en
los escritos aparentemente pesados y oscuros de Hegel se podía ver
la revolución en determinada etapa de la historia. ¡Ahora el genio
inventivo de la historia nos ha presentado el espectáculo de la
revolución moviéndose en el vehículo de los generales y almirantes
militares! Esto ha ocurrido porque el capitalismo se ha agotado en
Portugal ¾un país
semicolonial y semiimperialista¾ que bajo el capitalismo no es
capaz de avanzar después de la pérdida del imperio. Al mismo tiempo,
el camino de la dictadura militar burguesa abierta ha quedado
totalmente desacreditado, incluso entre sectores de la casta
militar, como resultado de los cincuenta años de experiencia de la
dictadura.
Pero la razón
principal para el enorme papel de los militares ha sido la parálisis
de las organizaciones obreras, debido a la ausencia de un genuino
partido y dirección marxistas. En realidad, desde el principio de la
revolución ¾el poder
real ha estado en manos de los trabajadores y los soldados¾ el MFA ha llenado el vacío
provocado por el fracaso de la dirección de las organizaciones del
PSP y PCP”.
La naturaleza
aborrece el vacío, y ocurre lo mismo en la sociedad y la política.
En ausencia de un partido revolucionario de masas otras tendencias
pueden llenar el vacío político en unas condiciones concretas
determinadas. Pero una vez que los oficiales portugueses iniciaron
el proceso, cuando se abrieron las compuertas, las masas y la clase
obrera las traspasó y puso su sello en la revolución. En Portugal
existían todas las condiciones para una revolución pacífica,
especialmente después de la derrota del golpe reaccionario del
general Spinola en marzo. Fue un golpe muy similar al del 11 de
abril en Venezuela y como explica Ted terminó de la misma forma:
“Cuando se produjeron
las manifestaciones de masas de los trabajadores, las fuerzas del
contragolpe se desvanecieron. Los paracaidistas y los comandos
siempre son la fuerza más conservadora del ejército, formada
habitualmente por los elementos más aventureros y salvajes de la
población, normalmente es una fuerza de elite de las tropas de
choque, los más fiables y el último recurso para aplastar, como los
cosacos en Rusia. Ahora los paracaidistas aseguraron a los
manifestantes que ellos ‘no eran fascistas’. Confraternizaron con
los trabajadores y las tropas del Regimiento de Artillería. Incluso
algunos entregaron sus rifles a los manifestantes como prueba de
buena fe.
Pocas horas después
del golpe fue tomada la base aérea. Spinola y muchos de la camarilla
de oficiales apoyaron su huida a España. El golpe fracasó. Se podría
reconocer en minutos más que en días. Quizás es el intento de
contrarrevolución más cómico y absurdo de la historia. Pero fue
un fiasco precisamente porque la atmósfera ardiente de la revolución
afectó no sólo a los trabajadores y campesinos, sino prácticamente a
toda la base de las fuerzas armadas. No había un solo regimiento en
todo Portugal que pudiera ser utilizado para el propósito de la
contrarrevolución”.
De nuevo, se pueden
aplicar las mismas líneas a Venezuela hace dos años. Sólo hay que
cambiar los nombres. Como en Portugal, habría sido posible llevar a
cabo la transformación pacífica de la sociedad después del colapso
del golpe. Pero no se hizo y se perdió una oportunidad muy
favorable. Este hecho, en sí mismo, demuestra la necesidad de una
dirección revolucionaria consistente con una estrategia y línea
claras. Estos errores se pagarán en el futuro y la factura será muy
cara.
Nuestros amigos
sectarios gritarán triunfalmente: “¡Esto demuestra que no podemos
confiar en los oficiales!” Pero no es cuestión de confianza. Esa es
una categoría moral y no científica. Lo que es decisivo no es el
carácter moral de los dirigentes, sino el programa y la política.
Muchos de los oficiales en Portugal eran hombres honrados que se
pusieron sinceramente al lado de las masas. Muchos de ellos incluso
querían llevar a cabo una transformación social profunda en
Portugal, pero no sabían como hacerlo.
La verdadera
responsabilidad del fracaso de la Revolución Portuguesa reside, no
en el sector de izquierdas de los oficiales del ejército, sino en la
política reformista de los dirigentes de los partidos socialista y
comunista que se interpusieron e hicieron naufragar la revolución.
Además debemos añadir que las sectas ultraizquierdistas
seudo-marxistas también jugaron un papel lamentable y fueron
incapaces de dar una alternativa a los trabajadores y a los
oficiales radicalizados que, en realidad, la estaban buscando.
La crisis del capitalismo
La causa de estos
acontecimientos es la crisis orgánica del capitalismo a escala
mundial, hace veintinueve años Ted Grant escribía:
“Uno de los factores
clave del desarrollo de la revolución es la desmoralización de la
propia clase dominante. Actualmente, en los países decisivos del
capitalismo han aparecido fisuras y divisiones en el seno de la
clase dominante. Miran con terror los procesos que están teniendo
lugar en Europa y el resto del mundo. El estado capitalista más
poderoso de todos, EEUU, que pensaban que tenían por delante un
siglo de dominación mundial, que se sentían el policía de los países
coloniales y capitalistas, está tan desmoralizado como el
resto”.
Estas líneas son
perfectamente aplicables a la situación actual.
La situación mundial
está caracterizada por la turbulencia general. Desde 1974 se han ido
acumulando profundas contradicciones. Este es ciertamente un período
de insurrecciones, cambios profundos y giros repentinos en todos los
continentes y países. Los capitalistas tienen muchas dificultades
para sacar al mundo de la recesión. Sólo EEUU ha experimentado algo
de crecimiento, pero es extremadamente frágil y se basa en el
consumo, el crédito y un endeudamiento sin precedentes.
A escala mundial el
sistema capitalista está en una crisis profunda. Hay muchos síntomas
¾guerras, terrorismo,
inestabilidad social, política y diplomática¾ pero estas son todas
manifestaciones de la crisis central. Los apologistas del Capital
intentan presentarla como una crisis coyuntural, un ajuste menor o
una “corrección”. Pero no es tal cosa. Las convulsiones que vemos en
todas partes son un reflejo del callejón sin salida en el que se
encuentra el capitalismo. En el fondo, expresa la rebelión de las
fuerzas productivas contra las barreras gemelas de la propiedad
privada y el estado nacional.
La crisis se expresa
con una fuerza especial en los antiguos países coloniales de Asia,
África y América Latina. Todos están experimentando convulsiones sin
precedentes, económicas, financieras, sociales y políticas. No hay
un solo régimen burgués estable en toda América Latina.
Si existieran
partidos marxistas de masas poderosos, los trabajadores de
Argentina, Bolivia, Perú, Ecuador, podrían haber tomado fácilmente
el poder durante el último período. Pero estos partidos no existen.
A la degeneración de la Segunda y Tercera Internacional, debemos
añadir la incapacidad total de esas organizaciones sectarias que
pretenden reivindicar la bandera del trotskismo, que han cometido
todo tipo de errores tanto de carácter oportunista como
ultraizquierdista, y que hace tiempo abandonaron cualquier derecho a
ser considerados seriamente una fuerza revolucionaria.
En ausencia de un
partido marxista fuerte, era inevitable que la revolución en los
países capitalistas subdesarrollados se manifestara en todo tipo de
formas peculiares. Este es el resultado del retraso de la revolución
socialista en los países capitalistas desarrollados. Los
trabajadores y los campesinos de Asia, África y América Latina no
pueden esperar. Necesitan encontrar una solución ahora para sus
problemas más acuciantes. Y si no existe un partido marxista a mano,
buscarán alguna alternativa. Simplemente no existe respuesta a esta
lógica.
En su teoría de la
revolución permanente, Trotsky explica que en las condiciones
modernas estas tareas de la revolución democrático burguesa no se
pueden realizar sin la expropiación de la burguesía. La única forma
de salvar a la sociedad del estancamiento, el hambre y la miseria es
aboliendo el latifundismo y el capitalismo. La imposibilidad de
desarrollar plenamente las fuerzas productivas bajo el
capitalismo-latifundismo fue lo que impulsó la revolución colonial.
Por el camino del capitalismo no hay salida.
En ausencia de un
partido marxista pueden hacerse notar otras fuerzas. Lo vimos en
Portugal en 1974-75 cuando un grupo de oficiales del ejército
radicalizados derrocó al dictador fascista Caetano y abrió las
compuertas de la revolución. En su artículo Ted dice lo
siguiente:
“Consecuentemente,
como el desarrollo de las fuerzas productivas se topa con el estorbo
del capitalismo y las grandes empresas, que están subordinados y que
son colaboradores del imperialismo, entonces barren a un lado estos
estorbos. Como si fuera una versión deformada de la revolución
permanente esta casta más baja de oficiales se convierte ¾durante un período¾ en el agente inconsciente de la
historia, para llevar adelante las tareas necesarias de la
estatalización de la economía”.
Por supuesto, esta
afirmación va al punto central de la idea, que determinados grupos
“marxistas” han convertido en un prejuicio algo, como el Arch del
Contract para los judíos ortodoxos o la doctrina de la infalibilidad
papal para los católicos devotos, es decir, que los oficiales del
ejército son inevitablemente reaccionarios y que todos los golpes
militares son de derechas. Si partimos de estas proposiciones
simples, entonces no sólo Chávez, sino que también deberíamos haber
condenado de antemano a los líderes de la revolución portuguesa.
Pero la historia no es tan simple como para ajustarse a patrones
ordenados. Sin embargo, recurriendo a un viejo refrán inglés, a las
mentes simples les gustan las cosas simples.
La revolución
portuguesa fue muy lejos. The Times de Londres incluso
publicó un editorial titulado: El capitalismo en Portugal está
muerto. Esto podría haber sido cierto. Bajo la presión de la
clase obrera el Movimiento de las Fuerzas Armadas nacionalizó los
bancos y las compañías de seguros, que en la práctica suponía la
nacionalización del 80 por ciento de la economía. Desgraciadamente,
las conquistas de la revolución fueron socavadas por los dirigentes
de los partidos comunista y socialista y se perdió la
oportunidad.
Ahora vemos un
proceso similar en Venezuela. Durante generaciones la población
venezolana ha estado mal gobernada por partidos burgueses que
representaban a los intereses de la oligarquía y el imperialismo.
Después, en 1996 encontraron una alternativa en la forma de un nuevo
movimiento político ¾el
Movimiento Bolivariano formado por Hugo Chávez¾. El programa de Chávez era
modesto: contra la corrupción, reformas, etc., Pero inmediatamente
entró en conflicto con la oligarquía y el imperialismo.
Lo que estamos
presenciando en Venezuela es una variante peculiar de la teoría de
la revolución permanente. Es imposible consolidar las conquistas
de la revolución dentro de los límites del sistema capitalista.
Tarde o temprano, habrá que elegir: o la revolución liquida el poder
económico de la oligarquía, expropia a los banqueros y a los
capitalistas y emprende la dirección al socialismo, o la oligarquía
y el imperialismo liquidarán la revolución.
Chávez y las masas
En una situación en
la que el viejo orden está en una crisis profunda, cuando claramente
no hay salida excepto un cambio fundamental, pero donde no existe un
partido revolucionario de masas, es posible todo tipo de variantes
peculiares. En estas circunstancias el fermento revolucionario puede
llegar a los lugares más inesperados. Ya hemos señalado que
caracterizar a Hugo Chávez como un burgués es inexacto
sociológicamente. Pero incluso aunque fuera cierto, eso
automáticamente no descartaría una evolución en dirección a la
revolución socialista y a una política proletaria. Debemos recurrir
una vez más al fundador del socialismo científico para que nos
ayude. Marx escribe lo siguiente:
“Finalmente, en aquellos períodos en que la
lucha de clases está a punto de decidirse, es tan violento y tan
claro el proceso de desintegración de la clase gobernante latente en
el seno de la sociedad antigua, que una pequeña parte de esa clase
se desprende de ella y abraza la causa revolucionaria, pasándose a
la clase que tiene en sus manos el porvenir. Y así como antes
una parte de la nobleza se pasaba a la burguesía, ahora una parte de
la burguesía se pasa al campo del proletariado; en este tránsito
rompen la marcha los intelectuales burgueses, que, analizando
teóricamente el curso de la historia, han logrado ver claro en sus
derroteros”. (Marx y Engels. El Manifiesto Comunista)
¡Con qué claridad se expresaba Marx! Para
alguien que realmente ha absorbido el método de Marx, que se opone a
repetir mecánicamente unos cuantos clichés sin asimilar, lo que está
ocurriendo en Venezuela no representa una gran dificultad. No es la
primera vez que presenciamos un fenómenos similar. Hace unos días
publicamos en nuestra web un artículo de Ted Grant: La revolución
Ibérica. El marxismo y el desarrollo histórico de la situación
internacional, escrito en mayo de 1975. Comienza con las
siguientes palabras:
“El marxismo sería una teoría muy simple si lo
único necesario fuera repetir servilmente las ideas del pasado. Los
sectarios y los oportunistas de todas las camarillas y sectas
diferentes ignoran los métodos y principios que conservan su
validez, y que se pueden extraer lecciones incalculables de las
obras de los grandes maestros. Ellos repiten unas cuantas frases
recogidas del pasado y piensan que eso les convierte en brillantes
estrategas. Las obras de Marx, Engels, Lenin y Trotsky son una
herencia preciosa y debemos animar a los jóvenes compañeros a
estudiarlas asiduamente. Pero no proporcionan proyectos elaborados
para el proceso de la historia”.
La prueba decisiva para los revolucionarios es
su actitud ante la revolución. Las sectas seudo-trotskistas fueron
totalmente incapaces de orientar y reorientar ante el desarrollo de
los acontecimientos. No comprenden que sin un partido marxista es
posible todo tipo de cosas. Como dijo correctamente Ted sobre estas
supuestas camarillas “trotskistas”: “Se han convertido en algo cada
vez más lejano, sin la más mínima posibilidad de convertirse en una
organización de masas de la clase obrera”.
En la historia la relación entre los factores
objetivo y subjetivo es altamente compleja y contradictoria. Sólo el
método dialéctico puede ayudarnos a desenmarañar las contradicciones
de la situación en Venezuela. En ausencia de una genuina corriente
marxista es inevitable que aparezcan otras tendencias. Y en la
medida que la clase obrera no tiene la dirección otras clases se
hacen notar. ¡Realmente esto no es tan difícil de comprender!
La relación entre Hugo Chávez y las masas es
muy completa y dialéctica. Tuve ocasión verlo por mí mismo cuando
asistí a un mitin de masas el 12 de abril en el centro de Caracas.
No es una apreciación equivocada el colosal entusiasmo y la devoción
que ellas demostraban. Pero el secreto de esto no se encuentra en la
personalidad de Chávez, sino en las relaciones de clase. Las masas
se ven reflejadas en Chávez. Se identifican con él, le consideran el
hombre que las despertó a la vida política y que dio voz a sus
aspiraciones. La revolución está personificada en él. Para ellas
Hugo Chávez y la revolución son una y la misma cosa.
Por supuesto, una cosa es la percepción de las
masas y otra es la lógica objetiva de los acontecimientos. En una
revolución los acontecimientos se suceden a una velocidad de vértigo
y la dirección tiene dificultades para seguir su frenético ritmo. El
péndulo gira continuamente a la izquierda durante todo un período.
Todos los partidos, tendencias, programas e individuos son puestos a
prueba. Por eso el progreso de la revolución está marcado por el
ascenso y la caída de los dirigentes y los partidos, en el cual las
tendencias más radicales tienen a desplazar a los elementos más
moderados.
El látigo de la contrarrevolución
Las masas no van a la revolución con un plan
preparado de reconstrucción social, sino con profundo sentimiento de
que no pueden soportar el antiguo régimen. Las primeras etapas de la
revolución inevitablemente están caracterizadas por una visión
confusa e incoherente. Existe un sentido de euforia, de triunfo y de
irresistible avance. Esto va acompañado por la idea de unidad, que
“estamos todos juntos” en una especie de marcha universal hacia la
libertad y la justicia social.
Sin embargo, esto es una ilusión. La
revolución choca inevitablemente con las barreras del orden social e
instituciones existentes. Esto provoca enfrentamientos. Cada acción
provoca una reacción igual pero en sentido contrario, esta ley es
igual de buena para las revoluciones como para la mecánica
elemental. La victoria de Chávez en las encuestas no significó una
revolución social, sino que alteró totalmente el orden social y creó
un fermento social generalizado. La oligarquía, consciente de que no
podría sobornar o presionar a Chávez, decidió eliminarle por la
fuerza. Esto llevó directamente al golpe contrarrevolucionario del
11 de abril de 2002.
Exactamente hace dos años las fuerzas
contrarrevolucionarias de la oligarquía venezolana prepararon un
golpe de estado con el apoyo de los oficiales de derechas del
ejército. Chávez fue arrestado y se proclamó una “dictadura
democrática”. Pero las masas se levantaron con sus brazos desnudos y
derrocaron el gobierno reaccionario, preparando el camino para un
nuevo avance de la revolución. Una vez más las masas se unieron al
sector revolucionario del ejército. La reacción colapsó en cuarenta
y ocho horas como un castillo de naipes.
Marx dijo que la revolución necesita para
avanzar el látigo de la contrarrevolución. En Venezuela cada
intento contrarrevolucionario ha servido para provocar un movimiento
colosal de las masas que lo ha arrastrado todo a su paso. En cada
ocasión el ambiente de las masas se ha endurecido, se ha hecho más
decidido y militante. La exigencia de una acción decisiva para
acabar con los contrarrevolucionarios cada vez es más alta e
insistente: “¡mano dura!” es lo que dicen desde abajo.
Después de la derrota del golpe habría sido
posible llevar a cabo la revolución socialista de una forma
tranquila e incruenta. Desgraciadamente, la oportunidad se perdió y
los reaccionarios pudieron reagruparse y organizar un nuevo intento
con la llamada “huelga” (en realidad un cierre patronal) que provocó
un daño serio a la economía. El nuevo intento fue derrotado por los
trabajadores que tomaron el control de las fábricas y las
instalaciones petroleras echando a los reaccionarios. De nuevo
existía la posibilidad de una transformación radical sin una guerra
civil. Otra vez se perdió la oportunidad.
La situación ahora está completamente
polarizada a derecha e izquierda. Se ha abierto un abismo insalvable
entre clases antagónicas: ricos y pobres, chavistas y
escuálidos, revolucionarios y contrarrevolucionarios,
enfrentados entre sí en una estado de hostilidad permanente. La
sociedad vive en una situación de alarma y agitación constantes. El
aire es denso con rumores de golpes, conspiraciones, agresión
externa. La atmósfera es eléctrica, como antes de una tormenta.
Tarde o temprano la tormenta debe estallar.
Las masas aprenden rápidamente en la escuela
de la revolución. Están sacando conclusiones. La principal
conclusión es que el proceso revolucionario debe seguir adelante,
debe enfrentarse a sus enemigos y eliminar todos los obstáculos.
Este ardiente deseo de las masas sin embargo se enfrenta con la
resistencia de los elementos conservadores y reformistas que
constantemente piden cautela, y que, en la práctica, quieren poner
frenos a la revolución. El destino de la revolución depende de la
solución de esta contradicción.
La revolución está en peligro
La revolución venezolana ahora se enfrenta a
una dura elección. La revolución está rodeada de enemigos, interna y
externamente, que intentan acabar con ella. Para derrotar a las
fuerzas de la contrarrevolución es necesario un programa y una
política claros. Estos sólo pueden ser proporcionados por una
tendencia marxista.
La revolución venezolana se encuentra ahora en
una encrucijada. Las masas han derrotado a la reacción en tres
ocasiones durante los últimos dos años. Pero las fuerzas de la
reacción no han sido totalmente derrotadas. La oligarquía continúa
controlando los puntos clave de la economía, está continuamente
intrigando contra la revolución. Washington está participando
activamente en estas intrigas contrarrevolucionarias. Bush ha
declarado que no descansará hasta ver el derrocamiento de Chávez.
Recientemente un general estadounidense dijo públicamente que
Venezuela representa una amenaza para EEUU. Todas estas son señales
de peligro.
El imperialismo estadounidense está
empantanado en Iraq. Esto hace difícil por ahora una intervención
militar directa en Venezuela, incluso a la misma escala que su
aventura haitiana. Pero hay otras muchas opiniones. Están intentando
que la Organización de Estados Americanos (OEA) organice un bloqueo
contra Venezuela, en las mismas líneas que el bloqueo a Cuba. Por
ahora no lo han conseguido. Pero ahora la amenaza más urgente
procede de la vecina Colombia.
El imperialismo quiere utilizar Colombia como
una base para sus operaciones en América Latina. Con el pretexto de
la “guerra contra las drogas” Washington ha enviado armas, dinero y
“asesores militares” a Colombia. Esto ha alterado totalmente el
equilibrio militar de la región. El monstruoso Plan Colombia es un
disfraz para encubrir una intervención imperialista a escala masiva.
Representa una grave amenaza para la revolución venezolana. Justo
antes de que fuera echado por la población española, Aznar envió un
cargamento de tanques a Colombia. Estos tanques son poco útiles para
la lucha antiguerrillera, así que sólo puede dar lugar a una
interpretación: los tanques son para utilizarlos contra su país
vecino. El nombre de ese estado es Venezuela.
En los últimos meses han aparecido evidencias
de la intensificación de las actividades de los grupos paramilitares
de derechas colombianos en suelo venezolano. Estos son los célebres
escuadrones de la muerte fascistas que durante décadas han
asesinado, torturado y aterrorizado a la población con el apoyo
encubierto del estado y las fuerzas armadas colombianas. Ahora están
actuando como mercenarios a sueldo de la CIA. Su objetivo es el
asesinato de Chávez y organizar provocaciones violentas para
justificar un conflicto armado entre Venezuela y Colombia.
En artículos anteriores hemos explicado que el
imperialismo estadounidense está preparándose para organizar alguna
provocación en la frontera con Colombia. Después del ignominioso
colapso de su campaña por el referéndum, la oposición interna está
desorganizada, rompiéndose en sus partes componentes, acusándose
entre sí de planear otro golpe y otras cosas por el estilo. La
revolución está en peligro. Pero como ocurrió en la gran Revolución
Francesa del siglo XVIII, y hoy ocurre en Venezuela, la amenaza
externa puede servir para llevar más allá la revolución.
Correlación de fuerzas de clase
La correlación de fuerzas de clase dentro de
Venezuela todavía es extremadamente favorable para llevar a cabo una
revolución proletaria clásica. Lo que hace falta es una aplicación
enérgica de la política del frente único. Pero esto no significa la
disolución del movimiento de los trabajadores o la disolución del
ala marxista en un “frente popular” en general. Eso significa sólo
que la clase obrera y su vanguardia tienen el deber de llegar a un
acuerdo de lucha con la pequeña burguesía revolucionaria, los
campesinos pobres, los pobres urbanos y todos los demás elementos
revolucionarios de la población para llevar a cabo una lucha contra
el imperialismo y la oligarquía.
¿Esta política está en contradicción con el
objetivo de una revolución socialista? Sólo un doctrinario
desesperado puede decir tal cosa. Esa persona no tiene la más mínima
idea de lo que es una revolución socialista. Vamos a remitirnos a
Lenin en esta cuestión:
“La revolución socialista no es un acto único,
ni una batalla en un frente aislado, sino toda una época de agudos
conflictos de clases, una larga serie de batallas en todos los
frentes, es decir, en todos los problemas de la economía y de la
política, batallas que sólo pueden culminar con la expropiación de
la burguesía. Sería por completo erróneo pensar que la lucha por la
democracia pueda distraer al proletariado de la revolución
socialista, o relegarla, posponerla, etc. Por el contrario, así como
es imposible un socialismo victorioso que no realizara la democracia
total, así no puede prepararse para la victoria sobre la burguesía
un proletariado que no libre una lucha revolucionaria general y
consecuente por la democracia”. (Lenin. La revolución socialista
y el derecho de las naciones a la autodeterminación. Enero-
febrero 1916).
¿Qué significan estas líneas? La revolución
socialista es impensable sin la lucha cotidiana por la mejora de la
situación de la clase obrera y las masas explotadas. Sólo con esta
lucha el proletariado puede acumular y reunir la fuerza de masas
necesaria para llevar adelante la transformación socialista de la
sociedad. Esto incluye no sólo la lucha por salarios más altos,
reducción de la jornada laboral, más viviendas, hospitales y
escuelas, etc., sino también la lucha por la democracia. En el curso
de esta lucha, la clase obrera tiene la oportunidad de ganar la
dirección y ponerse a la cabeza de la nación. Sin eso no será
posible ni en mil años.
En Venezuela el secreto del éxito es la unidad
militante del proletariado socialista con la democracia
revolucionaria ¾los
campesinos pobres, los pobres urbanos y la pequeña burguesía
revolucionaria en general¾.
Los enemigos de la revolución intentan constantemente romper esta
unidad. Los marxistas luchan para mantenerla. Pero esto no significa
que debamos aceptar la dirección de la pequeña burguesía o esconder
nuestras diferencias con ella. Por utilizar una expresión
española: “juntos pero no revueltos”.
El Movimiento Bolivariano no es un partido
estalinista monolítico, sino esencialmente un movimiento amplio de
masas donde hay diferentes tendencias y corrientes. El ala de
izquierdas, reflejando las aspiraciones revolucionarias de las
masas, intenta llevar hacia delante la revolución, superar la
resistencia de la oligarquía y armar al pueblo. El ala derechas
(reformistas y socialdemócratas), en la práctica, desean poner un
freno a la revolución, o al menos ralentizarla y llevar a un acuerdo
con la oligarquía y el imperialismo.
En realidad, la segunda opción no existe. No
hay compromiso posible con los enemigos de la revolución, de la
misma forma que no se pueden mezclar el aceite y el agua. La lógica
de la situación se mueve en dirección a un enfrentamiento abierto
entre las clases. De la resolución de este conflicto depende el
destino de la revolución.
¿Qué actitud deberían tener los marxistas ante
esta situación concreta? ¿Deberíamos mantenernos apartados,
argumentando que, como la revolución es “burguesa” entonces no
tenemos nada que ver en ella? Pero eso equivaldría a mantenernos
neutrales en la lucha entre la revolución y la contrarrevolución.
Esta posición sería una traición a la revolución y la clase
obrera. Esa posición desacreditaría a cualquier grupo o partido
que la defienda. Deberían ser considerados ¾con toda justificación¾ desertores y traidores.
Para aquellos que constantemente nos recuerdan
que los marxistas y la clase obrera deben mantener su independencia,
les respondemos: Nos estáis recordando el ABC del marxismo. Os
agradecemos este recordatorio, pero también nos gustaría decir que
después del ABC hay otras letras en el alfabeto. Por supuesto es
necesario que el proletariado mantenga su independencia de clase en
todo momento y en cualquier circunstancia. Por eso decimos a los
trabajadores de Venezuela que fortalezcan y construyan sus
organizaciones de clase ¾sindicatos, comités de fábrica,
control obrero, etc.,¾.
El mismo principio básico es válido para una
tendencia marxista. Estamos a favor de la colaboración con otras
tendencias del movimiento revolucionario, pero la condición previa
es: no a la mezcla de banderas, programas o ideas. En todo momento
debemos mantener las ideas, la política y el programa del marxismo,
y luchar por ellos dentro del movimiento. Es decir, la única
posición correcta es la siguiente:
1)
Defensa incondicional de la revolución venezolana contra la
oligarquía y el imperialismo.
2)
Apoyo crítico a la democracia revolucionaria y a Hugo Chávez
contra la oligarquía y el imperialismo.
3)
Dentro del movimiento de masas general (el Movimiento
Bolivariano) apoyamos al ala de izquierdas frente a los reformistas
y socialdemócratas.
4)
Dentro del ala de izquierdas los marxistas defenderán sus
ideas, política y programa, y lucharán para ganar a la mayoría con
el trabajo y la superioridad de nuestras ideas.
5)
Dentro del movimiento luchar por construir organizaciones del
proletariado fuertes e independientes, y extender su influencia,
empezando por los sindicatos.
La necesidad de un partido marxista
“¡Debemos construir un partido! ¡Debemos
construir un partido!” es lo que repiten los sectarios como si
fueran papagayos. Pero cuando los marxistas venezolanos preguntamos
exactamente como se construirá el partido, los papagayos guardan
repentinamente silencio. “¿Cómo? ¡Declarándolo, por
supuesto!” Esto es bastante asombroso. Tres hombres y un perro (o un
papagayo bebido) se reúnen en un café de Caracas y proclaman el
partido revolucionario. Bien. ¿Después qué? “¡Decimos a las masas
que se unan a nosotros!” Excelente. ¿Y si las masas no se unen a
vosotros y prefieren mantenerse dentro de las organizaciones
bolivarianas? “¡Ese es su problema!”
Estas personas tremendamente “inteligentes”
que imaginan que la participación de los marxistas en el movimiento
bolivariano representa un abandono de la lucha por un partido
marxista revolucionario, simplemente demuestran que no tienen la
más mínima idea de cómo se construye tal partido, ni en Venezuela ni
en ningún otro país. En esta idea no hay un átomo de
liquidacionismo u oportunismo, sino sólo la aplicación de los
genuinos métodos de Marx, Engels, Lenin y Trotsky. Citaremos
un famosos pasaje del documento fundacional de nuestro movimiento,
El Manifiesto Comunista. En el capítulo titulado
Proletarios y comunistas podemos leer lo siguiente:
“¿Qué relación guardan los comunistas con los
proletarios en general? Los comunistas no forman un partido aparte
de los demás partidos obreros.
No tienen intereses propios que se distingan
de los intereses generales del proletariado. No profesan principios
especiales con los que aspiren a modelar el movimiento proletario.
Los comunistas no se distinguen de los demás
partidos proletarios más que en esto: en que destacan y reivindican
siempre, en todas y cada una de las acciones nacionales proletarias,
los intereses comunes y peculiares de todo el proletariado,
independientes de su nacionalidad, y en que, cualquiera que sea la
etapa histórica en que se mueva la lucha entre el proletariado y la
burguesía, mantienen siempre el interés del movimiento enfocado en
su conjunto.
Los comunistas son, pues, prácticamente, la
parte más decidida, el acicate siempre en tensión de todos los
partidos obreros del mundo; teóricamente, llevan de ventaja a las
grandes masas del proletariado su clara visión de las condiciones,
los derroteros y los resultados generales a que ha de abocar el
movimiento proletario”. (Marx y Engels. El Manifiesto
Comunista).
Se podría pensar que está suficientemente
claro para un niño con una inteligencia media. Desgraciadamente, hay
algunos marxistas “inteligentes” que no poseen este nivel de
inteligencia. Después de haber leído con atención los escritos de
algunos autodenominados marxistas, Carlos Marx protestó y dijo que
si eso era marxismo, entonc
argentina.elmilitante.org
Pregunta
Por Trotskista de Filo (ex-PO) -
Thursday, Oct. 20, 2005 at 3:34 AM
Compañeros, una pregunta.
¿En Filo están?.
Si
Por El Militante -
Friday, Oct. 21, 2005 at 3:08 PM
elmlitante@ciudad.com.ar
Tenemos algunos compañeros en Filo y estuvimos haciendo charlas este año. Si te interesa escribinos a elmilitante@ciudad.comn.ar