Quiero ver a Gimnasia campeón (si Ávila nos deja) : Argentina Indymedia (( i ))

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Quiero ver a Gimnasia campeón (si Ávila nos deja)
Por Rubén Bocasucia (((i))) - Thursday, Dec. 01, 2005 at 8:26 AM
autroja@hotmail.com

¡A mí me gusta ser de Gimnasia
azul y blanco es mi corazón,
voy a morir siendo de Gimnasia
pero antes quiero verlo campeón!

Este cantito (con una pegadiza melodía tanguera) lo escuché todos los campeonatos desde los 5 ó 6 años, cuando empecé a ir a la cancha del Lobo con mi papá y mi hermano, a finales de la década del ‘60. Es que Gimnasia y Esgrima de La Plata es el club más viejo del fútbol argentino (fue fundado el 3 de junio de 1887) y jamás ha podido salir campeón. Debe pesar bastante para esto, el hecho de que el Lobo es uno de los equipos considerados «chicos» (es decir, no es Boca ni River) y por lo tanto para el negocio del fútbol (cada vez más grande y corporativo) no resulta conveniente que campeonee. Pero el sentimiento y la pasión no conocen mucho de rating y merchandising, así que cada temporada este cantito infaltable hace aflorar, irreverente, ese deseo loco y robinjudesco de querer arruinarle el festejo a los grandes y colarse primero en la tabla. Esa ilusión, siempre está.
En mi caso, cuando hablo de Gimnasia, confluyen dos sensaciones distintas en el mismo término: el club de fútbol y el club de barrio. Es que, hasta que mis padres me echaron de casa (a los 26 años) viví en 61 entre 2 y 3, a sólo 5 cuadras de la cancha, pegadito al barrio Mondongo. Allí, en la cancha y en el club, pasé momentos inolvidables de mi infancia y de mi juventud; practiqué diversos deportes (tenis, taekwondo, atletismo, basquet, yudo, etc...), fui nadador federado varias temporadas y hasta jugué de 10, un par de partidos de fútbol, en la décima división. Allí pasaba, en verano y en la pileta, más tiempo al día que en mi propia casa. Allí festejé varias veces mi cumpleaños (en las mesas y bancos que están sobre calle 118) y allí hasta me enamoré y le di el primer beso (a los 12 años) a Natalia, una nadadora también de 12, muy bonita, que me cortó el rostro pronto porque pegó un estirón, me sacó media cabeza y se puso de novia con un chico de 15 (grrr...).
Allí comencé a disfrutar la mística de los domingos cuando salíamos bien temprano (para no perdernos ni el partido de tercera) un montón de gente del barrio, hombres y mujeres, grandes y chicos, en una caravana azul y blanca a veces de 20 personas, otras de 30 y alguna vez de hasta 40 personas, que se parecía bastante a una murga de carnaval. Toda un fiesta. Allí vibré de emoción alentando al equipo, saltando en los tablones como si fuera un trapecista. Allí, en la década del ‘70, me asustaba cuando llegaba el Negro José Luis (famoso jefe barrabrava durante muchos años, al que los Redonditos de Ricota le dedicaron el tema «La Gran Bestia Pop») con su cadena, los trapos, las cajitas de vino tinto Uvita y todos los malandras detrás. Asustaba y fascinaba. Allí lloré hasta el desconsuelo, aquella tarde del ‘79 cuando en la definición por penales perdimos con Platense y nos fuimos a la B. Allí me emocioné, a finales del ‘84, cuando le ganamos a Racing la primera final para volver definitivamente a primera división. Allí en la década del ‘90 conocí al Loco Fierro, el siguiente jefe barrabrava, que fundó «La 22», la hinchada más loca. Subido al paravalancha y varias veces con la pistola 22 en la cintura, se robaba (con su carisma) toda la atención de la tribuna. Fue la época en que las armas y las drogas inundaron la popular y no sólo fumé porro solidario en pleno partido sino que también había LSD, lo que provocaba que dos por tres se cayera del paravalancha y de nuca algún integrante de la 22, y se lo llevaran urgente y grave en una ambulancia, pero con una sonrisa en la cara. Después de que lo asesinara la policía rosarina por la espalda, las cenizas del Loco Fierro fueron enterradas en la cancha justo debajo de dónde casi siempre se subía al alambrado, en una sentida ceremonia en la que incluso, se tiraron varios tiros al aire.
Pienso en ellos dos y pienso en tantos miles y miles de hinchas triperos, que a través de estos más de cien años de Historia se murieron sin poder ver al Lobo campeón, pienso en el cantito, pienso en el garrón del ‘95, cuando perdimos el campeonato en la última fecha con Independiente (lloré una semana entera), pienso que desde entonces ya no fui más a la cancha, y pienso en este momento, el momento de poder ver al Lobo campeón. Y me agarra algo de cosa, dan ganas de ir contra Ñuls. ¡Qué se yo, a ver si soy yeta!
Bueno, esta nota ya decididamente se fue al carajo. Me parece que me pegó el darky-tanguero-viejazo que cada tanto me brota, ese que vio a The Cure en la cancha de Ferro en marzo del ‘87. Qué vamo’ a hacer. A lo que iba cuando empecé a escribir esto, era a lo siguiente: en la fecha número 15 de este campeonato, esa que se jugó entre el martes 15 y el jueves 17 de noviembre, sucedió algo que me permitió reflexionar un poco (algunas veces el fútbol deja pensar). El martes a la noche había jugado Gimnasia de visitante contra Quilmes y le ganó 1 a 0 con un penal dudoso. El miércoles, en el noticiero de canal 13 (a las 7 de la mañana) quise ver si fue o no fue penal y me encontré con que Marcelo «Doña Tota» Bonelli junto al comentarista deportivo trataban de explicar la jugada de la manera más verídica y creíble (jugada que ellos habían visto) como para que entendiéramos todos. ¿Y las imágenes para que cada uno pueda opinar? Ah, no, hasta el jueves a la noche no se pueden ver. ¿Por qué? Porque la empresa Torneos y Competencias (TyC) de Carlos Ávila tiene el derecho exclusivo sobre las mismas y él decide cuándo se ven y cuándo no. ¿Qué tal, eh? Igual de patético resulta el asunto cuando durante el sábado y el domingo, los canales mandan flashes en vivo desde los estadios y sólo pueden enfocar las tribunas, por el derecho de exclusividad que tiene TyC sobre el partido. ¡Qué televisión de mierda!
Una pregunta: ¿por qué el supuesto derecho a la libre circulación de la información, excluye a la información deportiva? Esta verdadera dictadura mediática de la empresa de Ávila (quien a esta altura podríamos renombrarlo como «Águila») es una muestra más de lo que es el capitalismo: restricciones, prohibiciones, frustraciones, impotencia. Leyendo el excelente libro de Naomi Klein «Vallas y Ventanas» (otro más de la larga lista de «expropiados») me vengo a enterar que el mayor ingreso de divisas del imperio yanqui no es producto de la pornografía, ni de la venta de armas, ni del tráfico de drogas; es por el cobro de patentes, royalties, copyright y otras porquerías por el estilo. Fortunas incalculables a cambio de cárceles virtuales en las que vivimos miles de millones de personas. Realmente, no quiero un mundo así para mis hijos. Pero... ¿qué se puede hacer?
Hace unos años y aprovechando inteligentemente algunas contradicciones legales, la diputada Alicia Castro logró mediante una ley, que los partidos de la selección argentina sean televisados por aire y en directo para que todos (en especial nosotros, los más pobres, los que como no podemos pagar el cable seguimos capturando imágenes con nuestras maltrechas antenas) podamos ver los partidos sin problemas, más allá de que la selección de Pekerman sea una lágrima. Este es un camino.
Otro camino (el que prefiero) es el de la radicalidad anticapitalista y la autonomía del Estado. Por ejemplo, se podría usar Indymedia u otro sitio de internet para colgar libremente las imágenes de los partidos (goles, jugadas, incidentes, etc.), filmados por cualquier espectador o habitante de un alto edificio vecino a la cancha, para poder verlas mucho antes que el domingo a las 22 hs., durante el programa Fútbol de Primera. Sería una forma de empezar a socavar este monopolio castrador e ir arrinconándolo como sucede con la industria discográfica, tan justamente atacada por el MP3, el CD grabable y el download. Incluso las experiencias de TV clandestinas, que ya existen y son varias, podrían aportar bastante al sabotaje de este feudo.
En la ciudad de La Plata y alrededores vivimos aproximadamente 700.000 habitantes. Digamos que la mitad de esa cifra (mayoritariamente clase media) es de Estudiantes y digamos que la otra mitad (mayoritariamente pueblo pobre) es de GELP. Es decir que somos alrededor de 350.000 hinchas de Gimnasia. Este domingo, el Lobo puede consagrarse campeón en el Bosque; y en la cancha entran sólo 30.000 personas. El resto ¿deberemos conformarnos con escuchar la radio o tendremos el derecho histórico y merecido de ver a Gimnasia campeón, aunque sea por tele?
No te hagás ilusiones, que este sistema no se hizo para que tengamos satisfacciones, sino para tener cargadas las pistolas.