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Asumen Evo Morales y García Linera: Jugando con las ilusiones populares
por Movimiento al Socialismo •
Wednesday, Feb. 01, 2006 at 10:33 PM
Por Carla Punkoya Socialismo o Barbarie Bolivia, 26/01/06
Asumen Evo Morales y García Linera
Jugando con las ilusiones populares
Con un contundente 53,7% en las últimas elecciones del 18 de diciembre, Evo Morales se ha convertido en el primer presidente constitucional “indígena” del país. Este hecho, ha trascendido las fronteras y el 22 de enero del 2006, seguramente tendrá su lugar en la historia como el día en que por primera vez en 513 años un “originario” ha llegado a la presidencia con mayoría absoluta.
Simpatizantes e invitados llegaban desde todas partes. Entre ellos, once presidentes latinoamericanos (Chávez, Kirchner y Lula, infaltables), el Príncipe de Asturias, el subsecretario de Bush para Asuntos Hemisféricos, Tom Shannon, el secretario de la OEA Miguel Insulza, intelectuales y artistas como el escritor Eduardo Galeano y el cantautor argentino Piero, y partidos y organizaciones y sociales de distintos países. Todos se dieron cita y asistieron sonrientes a la transmisión del mando del país al presidente aymará. El triunfo electoral y la posesión de Morales suscitaron interés en el mundo entero y llenan de anhelo a miles y miles de bolivianos que apoyan y apuestan al proyecto del MAS. La fiesta fue de multitudes. La expectativa es grande, la ilusión desbordante.
En ese marco de entusiasmo y celebración, Evo Morales y Álvaro García Linera, ya en funciones y desde el Palacio de Gobierno primero y la Plaza San Francisco después, dirigieron al país y al mundo sus primeras palabras.
En sus respectivos discursos, fue primero García Linera quién destacó este hecho como “histórico”, señalando que “el 18 de diciembre Bolivia optó por el cambio y ha logrado resolver ese empate catastrófico”, haciendo alusión a los cinco años de crisis social, política y económica y la lucha por el gobierno “que enfrentaba a algo viejo que no moría y a algo nuevo que no nacía”. Luego, reafirmó la necesidad de construir un “Estado fuerte”, un “Estado para todos”. “No queremos más un Estado sin pueblos indígenas”, dijo, sino “un Estado donde valgan lo mismo una falda que una pollera, un poncho que una corbata”.
A su turno, Morales iniciaba su alocución haciendo referencia a los más de 500 años de opresión y exclusión a los que fueron sometidos los pueblos indígenas y originarios del país, remarcando que “había llegado la hora de los pueblos indígenas y los movimientos sociales”. Además, realizó anuncios en relación con su programa de gobierno y la Asamblea Constituyente, en la que depositó la tarea de “refundar al país”.
En este sentido, antes que nada, debemos decir que, efectivamente, el nuevo gobierno del MAS constituye un hecho político relevante en un doble sentido. Por un lado, es un claro reflejo que expresa de manera distorsionada y no directa (es decir, en el terreno electoral y de las instituciones de la democracia burguesa, no en el terreno de la lucha) el ciclo político abierto en Bolivia desde el comienzo del nuevo siglo. En este sentido es que consideramos que el gobierno del MAS es el hijo “bastardo” de la rebelión popular: es decir, algo que no existiría sin ella, pero que, al mismo tiempo y contradictoriamente, a lo que viene es a liquidarla en tanto tal.
Por otro lado evidencia también que el MAS ha sabido capitalizar o canalizar (al menos por ahora) electoralmente el descontento social y el ciclo político iniciado en el país a partir del 2000 con la Guerra del Agua, con sus picos en las dos rebeliones populares en octubre del 2003 y en mayo-junio del 2005. Picos donde, irónicamente, ni Morales ni el MAS fueron, en modo alguno, los protagonistas. Por el contrario, el rol del MAS fue el de frenar (negociando y pactando la salida electoral con los partidos de la ex mega coalición) y encauzar las rebeliones por la vía muerta de las instituciones, conduciendo las expectativas de los trabajadores y el pueblo ya no a la lucha en las calles, sino al voto al MAS.
Uso y abuso de la reivindicación originaria
Bajo ese clima de algarabía signado por el uso y abuso de una marcada simbología “indigenista” y una fraseología demagógica con una fuerte dosis de populismo, la nueva dupla gobernante daba con su mensaje a la nación claras muestras de los objetivos y las perspectivas que plantea y pretende alcanzar la nueva gestión del MAS. Lo que se dijo y cómo se lo dijo, así como lo omitido en los discursos de posesión, han puesto de manifiesto elementos de una profunda significación que revelan y corroboran la esencia frentepopulista y reformista del nuevo partido gobernante.
En primer lugar, correctamente, Evo Morales en su discurso se ha encargado de hacer un recorrido por la historia para ilustrar el hecho de la exclusión a la que por siglos han sido sometidos nuestros hermanos originarios. De hecho, el comentario que realizó recordando “que los primeros indígenas que aprendieron a leer y escribir perdieron las manos y los ojos” trayendo a la memoria el maltrato y la marginación de los indígenas por las clases dominantes, aún hoy nos corta el aire a muchos.
Pero al mismo tiempo, tramposa y engañosamente también se ha encargado de vender la ilusión (basada en sentidas y justas reivindicaciones de las mayorías excluidas) de que por el hecho de estar un indígena en el poder las condiciones materiales y de vida de millones de bolivianos pueden cambiar. A la vez, y vale aquí la anécdota, resultaba igualmente irónico ver juntos por TV en aquellos días festivos al Monseñor Juárez y al Príncipe Felipe de Asturias en El Alto durante la inauguración de un centro sanitario. La monarquía y la iglesia, dos fuertes símbolos de la Conquista en América, justamente en momentos en que “un indígena se hacía cargo del poder”. Pues no es el color, la raza, la inclinación sexual o la religión de quien esté en el poder lo que define su carácter de clase, sino sus políticas, sobre qué instituciones se basa y a quién éstas beneficien.
De hecho la historia también habla cuando nos muestra, por ejemplo, con Cárdenas y Untoja en nuestro país, en el Perú con Toledo y en el Ecuador con Gutiérrez, que la sola presencia de indígenas en el gobierno de un Estado capitalista no ha implicado verdaderas alternativas al orden vigente. Y en este sentido, el hecho de que Morales sea de origen aymará (como Lula es de origen obrero), está claro que no es garantía de transformación.
Reformas tibias, tímidas y cosméticas
Como se ha dicho anteriormente, otros de los puntos en los que se ha hecho hincapié en los discursos es la afirmación de que “ha llegado el momento del cambio”, “ha comenzado una nueva era”. Pero, contradictoriamente, los anuncios que hizo el MAS acerca de las medidas y políticas que llevará a cabo parecen indicar que sólo se trata de tibias, tímidas y cosméticas reformas, no medidas de fondo que se dirijan directamente a afectar en los hechos la propiedad privada y la ganancia de los capitalistas, terratenientes, banqueros y empresarios nacionales e internacionales, manteniendo intactas las estructuras económicas y de poder, dando luz verde y reafirmando la continuidad de la Bolivia capitalista de hoy.
Por ejemplo, al referirse al caso de los recursos naturales y la tierra, no incluyó ninguna medida que plantee la expropiación sin indemnizar a los grandes pulpos transnacionales, empresarios locales (como Goni o Doria Medina) y terratenientes. Se limitó a decir que se “recuperarán los recursos naturales”, lo que no es más que un engaño que sólo implicará en los hechos que el Estado va a “regular más”, no que los recursos pasen, efectiva y realmente, a manos de los trabajadores bolivianos. Además, como lo hizo durante la campaña electoral, ha vuelto a dar garantías y tranquilidad a las inversiones extranjeras y nacionales, públicas y privadas al repetir que “... no se puede prescindir de la inversión extranjera”, “se dará seguridad jurídica a las inversiones nacionales y extranjeras”, “todos los que han invertido tienen derecho a ganar, y vivir mejor, solo que no sobre la explotación indiscriminada de otros”.
Ha hablado de su “plan de austeridad”, que contempla la reducción de su sueldo y el de funcionarios, pero no ha dicho nada acerca de aumento de salarios. No ha dicho nada sobre cómo efectivizar la abolición del decreto 21.060, ni cómo garantizar verdaderamente salud y educación para todos. Se ha referido solamente (y en general) a “acabar con la pobreza”... pero no dijo cómo. En el caso de la salud, prometió un seguro social universal. En el caso de la educación, no habló de abolir las reformas educativas, ni de aumentar la cantidad de ítems. Solamente se ha referido (también en general) a acabar con el analfabetismo. Objetivos e intenciones loables todos, pero que no implican un cambio radical en la estructura del sistema y que por lo tanto sólo pueden ser “pan para hoy y hambre para mañana”. A lo sumo, paliativos y medidas superficiales de ese corte, tan de moda en otros gobiernos centroizquierdistas de la región.
¿“Sociedad” con Estados Unidos”?
Por ahora, ha logrado alguna “ayuda” externa. Zapatero condonó la deuda y contribuirá con planes de salud. Obviamente que a cambio de condiciones propicias para las inversiones españolas. Chávez ofrece diesel y planes de alfabetización a cambio de soja. Evo se ha referido también a mantener una relación con los organismos internacionales y con los Estados en calidad de “socios, no de patrones”. Dijo también “que trabajaremos junto con la DEA en el tema del narcotráfico”. Ni una palabra referida a la deuda externa, ni una palabra referida al genocidio estadounidense en Iraq. También se ha mostrado dispuesto, sin sonrojarse, a “discutir” los tratados con Estados Unidos como el ALCA y el TLC.
En su discurso Evo Morales ratificaba, una vez más, las “enseñanzas” de su gira post triunfo, donde se entrevistó con presidentes y empresarios de los cuatro continentes. Su conclusión es que “luego de conversar con varios mandatarios, he aprendido la lección de que el rol de un presidente debe ser el de hacer buenos negocios para su país”.
Sarcásticamente, los grandes temas, impuestos en las calles por los trabajadores y el pueblo como el Octubre boliviano, el Gas y las reivindicaciones de los trabajadores, estuvieron ausentes. De octubre se acordó al principio al pedir, “honorablemente”, un minuto de silencio por los caídos... No habló de nacionalización. En días posteriores declaraba que “se realizaría una nueva revisión de los contratos” y “se establecerían nuevos precios. Es decir, con respecto al tema del gas, su política parece reducirse a renegociar con las petroleras nuevos contratos que impliquen un poco más de lo que ya están dando en materia de impuestos y regalías, es decir, se continuará dejando en manos de estas el colosal negocio del gas y el petróleo. ¿Y las reivindicaciones de los trabajadores? Para otro momento…
No somos iguales
Se trata en el fondo de jugar con esas ilusiones y llamar a confiar en un gobierno que promete dar algo para no perder todo, un gobierno burgués de frente popular. Esto es, un gobierno, públicamente declarado por el propio Morales en Tiwanaku, “de conciliación de clases” e intereses. Un gobierno donde la representación política con origen en sectores no capitalistas (sobre todo de origen campesino y pequeño burgués intelectual) se hace cargo de gestionar el Estado y el régimen capitalista. Y, como dijo claramente desde San Francisco García Linera, “un Estado fuerte, donde estén de un lado los trabajadores y el pueblo y del otro los empresarios, los terratenientes, las Fuerzas armadas”. ¿Es esta la “inclusión” de la que hablan? De hecho se plantea, como lo afirmó Morales “respetar la propiedad privada” y la convivencia pacífica de los trabajadores y oprimidos con terratenientes, banqueros, empresarios, y compañías transnacionales. Es, en última instancia, un gobierno burgués “atípico”, encabezado por una organización política de origen campesino y plebeyo, pero que se asienta sobre la base del Estado capitalista y sus instituciones representativas (y represivas) y gobierna para mantener el statu quo. O sea, el poder seguirá estando en manos de la burguesía y las transnacionales.
Ya lo hemos dicho, pero vale la pena repetirlo, sobre todo en este período de “luna de miel” que se inicia recorrido por expectativas e ilusiones populares. El programa de gobierno el MAS no incluye verdaderas transformaciones estructurales como las planteadas con sangre en las rebeliones de octubre y de mayo-junio. Todo lo contrario, parece tratarse de mínimas reformas, parece tratarse de la administración de una serie de concesiones que pueden impactar sobre algún sector, pero que, en lo profundo, no cuestionan el carácter racista y explotador del Estado boliviano.
El engaño de la Constituyente pactada
Otro gran tema al que se refirió Morales, y al que apuesta mucho, es el de la Constituyente, ya que la mayoría de la población ve en ella la posibilidad y el ámbito donde se puedan resolver sus problemas imponiendo su mayoría numérica por la vía electoral. Es en este sentido que la Asamblea Constituyente podría, eventualmente, transformarse en una caja de resonancia frente a la fragmentación política, económica y social del país. Pues frente a ella se expresan intereses y posiciones contrapuestos.
Morales ya ha anunciado las fechas para su realización. Para febrero o marzo se espera tener la ley de convocatoria; para julio se tiene previsto la elección de los congresales constituyentes, y se espera que comience a sesionar el 6 de agosto en Sucre. Pero aún no se sabe cuales serán los criterios para determinar la representatividad ni cuáles serán los temas a tratar.
Desde el punto de vista de la derecha y los sectores más reaccionarios, está claro que buscarán insistir en atenuar el carácter “unitario” del Estado para hacer valer el peso de las autonomías, y obviamente esto se relaciona con el monopolio de los recursos naturales que buscan para sí. Por su parte, el MAS y la burguesía del altiplano afirman la “unidad” del Estado; entre otras cosas, porque necesitan que el reparto de los ingresos por los recursos petroleros llegue a todas las regiones. Pero, en todo caso, lo que no cuestiona ningún sector patronal, lógicamente, ni tampoco el nuevo gobierno, es el carácter capitalista del Estado boliviano.
Esto mismo explica que los reclamos democráticos y la Constituyente tal como la concibe el MAS es sólo una serie de reformas a nivel del régimen político –en la búsqueda de su relegitimación–, pero sin plantearse un solo objetivo de transformación social real. Lo reiteramos, la Asamblea Constituyente por sí misma no resuelve las tareas colocadas en las calles por las masas populares. Se podrá discutir de todos los temas, se podrán votar una serie de reformas o derechos democráticos, pero si no cambian radicalmente las condiciones materiales y de vida de las mayorías explotadas y oprimidas, estas medidas serán sólo formales.
Esta y no otra es la trampa de la Constituyente pactada de Morales y Linera. Porque no será de la mano de ellos que vendrá la verdadera Constituyente Revolucionaria que se exigió en los levantamientos populares. Y que aunque declare formalmente el carácter multiétnico y multicultural del país, no podrá acabar realmente con el racismo imperante en Bolivia.