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¿Hay mucho futuro para el estado-nación?
Por K. Raveli - Thursday, Jun. 29, 2006 at 6:50 PM

A partir de la revolución soviética, con su afirmación del principio de autodeterminación de los pueblos, han surgido más de la mitad de los actuales estados oficialmente reconocidos, y estamos sólo en el comienzo del proceso de autodeterminación general de las más de 5000 naciones y culturas nacionales que poblamos la Tierra.

¿Hay mucho futuro para el estado-nación?


Claro, la pregunta tiene algún significado, si sabemos exactamente qué es el famoso “estado-nación”. Y si nos percatamos de que Bolivia, Francia, China, o los mismos EEUU, Argentina, Chile, Canadá, Italia, y un listado larguísimo de estados son “estado-nación”, la mayoría de los estados del planeta. Es decir, realmente, no estados nacionales, de una sola nación, sino estados objetivamente multinacionales, que sin embargo se presentan como una única nación a través de la forma estado.

Todos estas instituciones, casi cada una de manera distinta, son resultados de procesos históricos que han llevado a la formación de una estructura centralizada de poder por encima de diferentes nacionalidades o naciones (o partes de ellas) existentes en su marco de poder. Una institución que, como dice la palabra “estado-nación”, quiere presentarse como “nación” superior a todo tipo de realidades nacionales históricas subyacentes.

Simplificando bastante para entendernos, en EEUU por ejemplo, esto se realizó sobre la base de un genocidio generalizado de muchas naciones originarias. En Canadá, con otra integración forzada de los pueblos indígenas, menos sanguinaria y diferente del caso USA. En China, por un largo proceso de varios miles de años de dominio de una nación sobre otros centenares de naciones, que hoy todavía existen en la RPC, y que están lentamente resurgiendo y reafirmándose. La consolidación del estado-nación francés se ha hecho a su vez de otra manera, con el progresivo domino de los invasores francos, de origen alemánico, sobre varias nacionalidades de la Galia, a lo largo de más de mil años, y de las que todavía sobreviven algunas: la bretona, la vasca, la catalana, la corsa y la occitana...

Así también el estado español es un estado multinacional (Castilla, Catalunya, Galiza, Euskalherria, Canarias, etc.) con una aparente unidad lograda desde hace algo menos de 500 años gracias al conocido transcurso visigodo-castellano, inculto, bruto y sanguinario. Como también muy bien conocen las naciones de Aby Ayala, por desgracia. Y si todavía perdura, bajo el nombre de “España”, lo hace con crecientes crisis, a pesar de ciertas mejoras del capital-parlamentarismo, que no obstante sigue negando derechos fundamentales a las naciones sometidas.

¿Y Bolivia? ¿Y el estado boliviano? Bueno, hay que ser ciegos y totalmente ignorantes para no saber que este estado-nación, dibujado con sangre indígena en la etapa colonial y aledaños, incluye a varias naciones, casi todas recortadas y repartidas entre otros estados-nación de la región, a pesar de su gran importancia histórica y demográfica.
Justamente, estos estados colindantes, tampoco son estados mono-nacionales, sino que coexisten en sus fronteras estas y otras naciones originarias: en Chile, Perú, Ecuador...

Hay otra peculiaridad que hay que poner en evidencia en este contexto. No hemos asistido a la simple consolidación de una única supremacía nacional (o étnica) sobre las demás en todos los estados-nación, como en China, Francia, etc. Muchas veces, sobre todo en los estados de origen colonial, como lo han sido también los EEUU para el imperio británico, se han formado casi siempre nuevas poblaciones mestizadas, alrededor del grupo o de los grupos coloniales llegados desde el exterior, con sus nuevas tecnologías militares, económicas, legales, etc. y con las que se han asentado en el poder central.

Cuando, como en Bolivia, se han generado nuevas formaciones sociales de poder, ha sido sobre la base de mestizajes con una o más naciones originarias, para garantizar al poder centralista neocolonial una base social suficientemente sólida de apoyo. Y casi siempre se ha intentado, por parte de estas formaciones mestizadas, confundir la noción de “estado” con la de “nación”, unos conceptos evidentemente muy distintos. Como ahora mismo, en el debate constituyente. Por esto se habla también de “estado-nación”. Es decir: un término que intenta obviar la persistencia de las demás naciones internas, para superponer un nuevo abstracto simbólico “nacional”, y su cultura de tipo neocolonial o directamente colonial. Asimismo, con la intención de afirmar una pretendidamente nueva idea de “nación”, pero en realidad absolutamente contradictoria con la existencia de naciones históricas en el mismo territorio.

Todo esto además, suele estar acompañado de operaciones de sicología social de masas, haciendo hincapiés sobre la idea de “Patria”, o sobre una sacralidad (absurda) de “La Bandera Nacional”, recreando nuevas mitologías “nacionales”, basadas a menudo en el universo simbólico-cultural metropolitano, de marcado carácter patriarcal, a veces religioso y militar, para que sirvan de soporte a la invención cultural del estado-nación como verídica “Nación”, y con otras triquiñuelas histórico-culturales liberadoras que conocemos.

Por lo tanto, podemos ver como en general un estado-nación es en realidad un estado plurinacional que intenta presentarse con una nueva identidad “nacional” propia, a veces construida o elaborada por algún grupo de poder local, en algunos casos más o menos “libertador” con relación a etapas históricas anteriores, es decir, más “único”, y que no siempre corresponde a la identidad de alguna de las naciones dominantes en el estado. Es decir, que se intenta construir “ex novo” una noción de “nación”, a partir de la salvaje ruptura de la colonización, como en México por ejemplo, donde existen más de cincuenta naciones originarias, “democráticamente” subyugadas bajo la capa de una ideología “nacional” patriotera, de tipo poco más o menos fascista (himnos, banderas, simbologías y rituales machistas, paramilitares, lenguas coloniales castellana y yanqui, etc.).

Por supuesto, uno de los elementos esenciales de la construcción de la unidad del estado-nación es la lengua (y una cultura “cosmopolita”), además de la policía y del ejército. Casi siempre se trata de la lengua más hablada, la del grupo nacional más numeroso, o del poderoso grupo colonizador, más o menos mestizado con una o más naciones locales. Una lengua que siempre intenta superponerse a las demás por medio del poder estatal, marginándolas y despreciándolas, para que los ciudadanos de todas las naciones del estado vayan asumiendo su predominancia como un hecho lógico, normal e inevitable. Como se existieran realmente lenguas de segunda o tercera categoría.
Como sigue ocurriendo actualmente con el castellano en casi toda América del Sur, cuando se trata en realidad de una lengua internacional impuesta con verdaderas masacres nacionales y, justamente, rompiendo, dividiendo y sometiendo a los pueblos y culturas originarias. Y como se sigue haciendo.

Este antiguo fenómeno histórico ha empezado a entrar en crisis hace cien años, con el surgimiento del principio de autodeterminación, difundido en el imperio ruso zarista por la revolución soviética, y en parte puesto en práctica a partir de entonces.
A pesar de la manipulación del principio autodeterminista impuesta luego por el gobierno norteamericano de Wilson.

Sin embargo, la autodeterminación ha ido extendiéndose poco a poco, hasta que hoy se llega a plantear una posible superación general del estado-nación. Cada vez hay más naciones originarias que consiguen plasmar sus necesidades culturales y sociales por encima de la tradición y del poder de los estados de viejo cuño colonial o neocolonial. Y cada vez más están surgiendo nuevos estados uninacionales. En la Unión europea, ya se reconocen veinte lenguas oficiales, al margen de las lenguas internacionales tradicionales.
A partir de la revolución soviética, han nacido más de la mitad de los actuales estados oficialmente reconocidos, y estamos sólo en el comienzo del proceso de autodeterminación general de los más de 5000 pueblos que viven en la Tierra.

Las luchas de autodeterminación de las colonias del siglo XX, en África, América y Asia sobre todo, han acelerado esta evolución. A pesar de que, casi siempre, muchas naciones han tenido que pasar por el mantenimiento de las antiguas fronteras coloniales.
El sistema imperialista del capitalismo ha sido siempre extremadamente duro e intolerante hacia la ruptura de las fronteras oficiales, que son las que le garantizan una repartición económica estable y segura del poder y, por supuesto, de los mercados y del consumo. La misma ONU, se ha constituido como garante del derecho mundial del “estado-nación”, para encauzar la “desregulación” del sistema inter-estatal provocada por el natural empuje independentista de las naciones.

Los más acérrimos enemigos de los procesos de autodeterminación nacional, son siempre los poderes ligados al sistema económico-legal dominante. Y esto es lógico, visto que el estado-nación ofrece de por sí una estructura de poder y de dominio más controlable y experimentada, para la división y el sometimiento (divide et impera) de los pueblos. Sobre todo para mantener derecho y leyes de mercado y de producción “seguras” y dependientes de los poderes transnacionales, por medio de unas instituciones de estado ya de por sí mismas implicadas a fondo, explícita o implícitamente, en el modelo de opresión y explotación de los pueblos. Y a través de la imposición mundial del derecho positivo capitalista (muy buen ejemplo: la OMC).

Al contrario, unos estados nacionales homogéneos, uninacionales, con su específico potencial equilibrado, con su concreta dialéctica socio-cultural de crecimiento, y con el correspondiente desarrollo de las propias y peculiares dinámicas legales, culturales, sociales, económicas y ecológicas, resultan más difíciles de someter a poderes exteriores. Sus formas institucionales, más naturales, armónicas y conformes a su situación e historia, a su propio derecho original, se prestan con más dificultad a un domino imperial exterior.

Actualmente además, un tercer factor está tomando fuerza en los procesos de autodeterminación: la importancia biorregional de las instituciones, la relación entre biodiversidad, cultura y derecho, el potencial de gestión natural del ecosistema que cada pueblo, cada nación, puede llevar adelante de manera más cabal y menos sometida a las leyes del mercado, a partir de sus especificidades histórico-geográficas.
Aunque sólo sea por una cuestión de proximidad, cultura y tradiciones.
Hasta que a menudo se identifica en los poderes del estado-nación la causa o la mayor responsabilidad de la degradación medioambiental, por ser factor de desequilibrios interregionales y también más fácil correa de transmisión del los poderes mercantiles internacionales, en general los más violentos enemigos de los específicos intereses biorregionales de pueblos y regiones.

Y no estamos hablando de un fenómeno que concierne únicamente las “periferias” imperiales. Al contrario, hay cada vez más pueblos originarios de Europa, por ejemplo, que se están organizado, o que ya han logrado un propio estado, rompiendo la dinámica del estado-nación: en la antigua URSS, en Yugoslavia, en Checoslovaquia, en el estado español, francés, británico, etc.
Además, actualmente se están reconectando pueblos quebrados y fragmentados como los kurdos (35 millones de personas, separadas entre cuatro estados), o los amazigh (beréberes), divididos entre nueve estados norteafricanos; y el fenómeno acaba de empezar también en India, China, África, etc.

Sin olvidar uno de los mayores potenciales de recomposición de otras antiguas naciones originarias: los procesos de autodeterminación que se están progresivamente desarrollando en Aby Ayala, América del Sur (que no “latina”, también otro absurdo término de imposición colonial). Donde existe una creciente conciencia de la necesidad de reencontrar instituciones correspondientes a las naciones originarias.

Por supuesto, es de esperar que todos estos procesos no lleven únicamente hacia una superación de la falsa “nación” del estado-nación, sino que generen también formas de estado realmente democráticas, donde el poder popular, la base democrática biorregional local, tenga cada vez más protagonismo, frente al desastre planetario en el que nos ha metido el obsoleto sistema mercantil capitalista, opresor y destructor de culturas y biodiversidad.

No se trata únicamente de profundizar en la superación del concepto antidemocrático nacional de estado-nación, sino de desarrollar un creciendo de nuevas y realmente democráticas formas de estado y de instituciones generales, donde los poderes centrales sean cada vez más condicionados por los poderes de las comunidades democráticas locales y sus clases mayoritarias, y el estado mismo resulte progresivamente como una forma de servicio subsidiario, cooperativo y federativo para la democracia popular de base de cada nación.

Sobre estos asientos, entonces sí serán posibles verdaderos procesos federativos y cooperativos regionales o mundiales, realmente solidarios, cuando a cada cultura y nación se le reconozca la total paridad de derechos y de posibilidades de desarrollo.
Al contrario, muchas de las actuales “federaciones” resultan simples coberturas de “estados-nación” muy poco democráticos y nada respetuosos del desarrollo nacional específico de todos los pueblos, grandes o pequeños.

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No Y Si
Por Observador de Afuera - Monday, Jul. 03, 2006 at 8:40 AM

Muy bueno Articulo.

Sin embargo hay que relativizar porque siquiera si en estado es monoetnica puede ser manipulado por poderes externos como se ve en Europa del Este.

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Por supuesto
Por AS - Friday, Jul. 07, 2006 at 5:52 PM

Pero lo que indica es la importancia de la manipulación semántica del concepto de "NACION", así como se hace con "democracia", libertad, etc.

Esto me parece muy importante. Para luchar hay que tener las ideas claras desde el principio.

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Si
Por Observador de Afuera - Monday, Jul. 10, 2006 at 10:12 AM

Es verdadero, porqué la limita entre los conceptos de Nación y etnia es poca clara...

El estado - nación tiene futuro pero debe evolucionar y pensarse mucho más como federativo y defensor de todo lo que lo compone, y no solo del poder economico, sobre todo cuando se piensa che varias culturas differentes comparten mísmas regiones... Y hay que relativizar también cuando se habla de algunos países Europeos como plurinacionales... al igual, como lo he escrito varios estados de Europa del Este sono monoculturalesz a 100 o 70 o 80 % y eso no impide que esten bajo influencias de potencias exterioras..;


Pero el articulo es muy bueno y interesante y hace bién reflexionar

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SI
Por KR - Wednesday, Aug. 30, 2006 at 8:32 AM

Estoy de acuerdo contigo, Observ. de afuera.

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plirinacional
Por F - Sunday, Nov. 19, 2006 at 8:59 AM

El concepto de plurinacional, tiene en cuenta que actualmente existen en el Planeta unos 6ooo pueblos que, objetivamente, podrían ser considerados cada uno como una nación, por muy pequeños que sean númericamente . Es un concepto de nación mucho más natural que otras ideas nacionales, por ejemplo la concepción alemana o francesa, que están en las bases de casi todas las teorías y filosofías del estado de esta época.

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