Julio López
está desaparecido
hace 6438 días
versión para imprimir - envía este articulo por e-mail

Quiero un mundo sin justicia
Por Elaine Tavares – periodista en OLA - Saturday, Feb. 17, 2007 at 2:31 AM
ola@cse.ufsc.br

Entre los grupos sociales de la etnia kichwa, en Equador, cuenta el abogado, profesor y rector de la Universidad Intercultural Amawtay Wasi, Luis Fernando Sarango, las personas no tienen la menor noción del significado de la palabra justicia. Porque, lo saben bien los autóctonos, este es un concepto que ha nacido con el adviento de la sociedad burguesa, por su vez originaria en Europa. La idea de justicia está colgada al llamado contrato social que las personas celebran para vivir en el espacio del burgo, de la ciudad. Está ligada a la idea de un código expreso de leyes y normas hechas por una parcela específica da la sociedad citadina (los que dominan), y que organiza la vida de todos. Tiene, por tanto, carácter universal, aunque su contenido mayoritario sea del interés de una clase en particular. Un ejemplo de eso es la intocabilidad de la propiedad particular. Bueno, si la mayoría de la gente no tiene una casa suya, ¿porque debe respetar la intocabilidad de la casa de los otros? ¿No parece paradoxal? Pues no lo es en los códigos de leyes que comandan las sociedades.

Así, la regla se vuelve muy simple. Seguimos con el mismo ejemplo de arriba. Quién no tiene tierra no puede tomar la tierra de quién la tiene. Esto es la ley. Pero los que tienen tierra y, por tanto, dinero, pueden tomar las tierras de los que no la tienen. Es lo que se puede mirar, todos los días, en los campos del país, Brasil. ¿Quién son los “grilleros” (terratenientes que toman la tierra do los que la producen)? Entonces, la idea de justicia se vuelve obscurecida, aunque juristas de toda la orden existan para hacer con que la dicha ley sea cumplida. Pero hay que dejar claro que uno que roba una mantequilla se va al cárcel, pero un juez que roba de los jubilados u un presidente de banco que roba el dinero del pueblo tienen toda la suerte de subterfugios para no quedaren en la prisión. Esta es, en fin, la justicia de la sociedad capitalista.

Entre los kichwas no hay idea de justicia porque entre ellos la práctica vivencial es la comunitaria, o sea, las tierras son comunales, los trabajos colectivos, toda la gente cuida de los niños, los viejos son respectados como sabios. Cuando uno comete una falta dentro del código que, según ellos, garantiza en equilibrio del cosmos – por tanto no hay justicia pero equilibrio - la persona es llamada al centro de la comunidad y toda la gente habla de lo que hizo de errores. Nadie se queda en cárceles llenos de gente, donde se puede transformar en hiera. Las personas son llevadas a asumir la responsabilidad delante del quién perjudicaran. Si roban a alguien, lo que es raro, ya que casi todo es de todos, necesita devolver. Si matan, tienen la obligación de sustentar la familia de la víctima hasta en final de sus días, y así por delante. Las reglas existen, las leyes, normas, códigos, pero todo es hecho colectivamente, en la fuerza de ancestral convivencialidad comunal.

¿Eso parece un sueño mítico? ¿Una utopia? Si, es lo que parece. Pero en muchas comunidades en Ecuador, Bolivia, Colombia, Brasil, en fin, hasta en los Estados Unidos, donde aún sobre-viven las gentes originarias, eso es real. Ya nosotros, ciudadanos de la polis moderna, los hijos del sistema capitalista/burgués, tenemos la justicia. Aquella de la cual hablaba yo. Con sus leyes definidas por pocos, para todos. Con un sistema de punición y no de recuperación, de superación de los errores. Y con una manera de vivir que se basa en la competencia, en el egoísmo, en la propiedad, en el desequilibrio, en la desarmonía, en el sálvese quien pueda.

Lo que resulta es lo que tenemos. Ciudades com su tejido social esfacelado, produciendo una multitud de prescindidos, gentes que ni al sistema importa más. Ejércitos de desvalidos. Seres a los pedazos. Gente que se mantiene viva – en un mundo de caos y miseria - colgada en la droga, en la caña, en la fe ciega, en la ilusión de que pude “llegar allá”, ni que sea por la fuerza del revólver. Gente prisionera de la ideología religiosa del capital, que no mide esfuerzos para se igualar aquéllos que la tele muestra, incesantemente, tal cual una lavaje cerebral, como modelo de suceso.

Entonces, cuando los que consiguen ultrapasar, de alguna forma, las barreras de la miseria de la ciudad, se encuentran cara-a-cara con los desvalidos, ¿que tipo de encuentro puede haber? ¿Un encuentro amoroso entre diferentes que se respetan? ¡Claro que no! Hay mucho odio, mucho dolor, mucho rencor, mucho miedo. Entonces, cuando toca a nosotros vivir algunos de esos desafortunados encuentros, pasamos a gritar por justicia. Pero, al fin, ¿de que justicia estamos hablando? ¿De que derechos? Los nuestros, solo los nuestros? En el mundo de hoy son muy comunes las caminadas por justicia. Y, en lo más de las veces, ellas son compuestas por quién ya ha tenido una experiencia mala. Pocos son aquellos, que sin jamás haber vivido un encuentro con la tragedia, se levantan en busca de la justicia. La justicia, en el mundo capitalista se ha tornado un derecho individual.

Yo, de estúpida que soy, sueño con un mundo sin justicia. Un mundo de equilibrio, donde nadie sea lobo del otro. Un mundo bonito, de riquezas repartidas, de jardines, donde todos puedan tener la oportunidad de vivir feliz, compartiendo con la naturaleza e con el cosmos. Y, soñando, camino yo... construyendo...construyendo...



O OLA es un proyecto de observación y análisis de las luchas populares en América Latina. http://www.ola.cse.ufsc.br

agrega un comentario