Julio López
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Chaco: LA MUERTE Nº 20
Por Centro de Estudios Nelson Mandela - Wednesday, Nov. 07, 2007 at 4:44 PM
centromandela@yahoo.com.ar

MÁS INHUMANA Y AÚN MÁS ESCANDALOSA QUE LA MUERTE DE VALENTINA

Valentina Oriburo, de 21 meses, falleció el sábado 27 de octubre, en el fatídico hospital de J.J.Castelli. Murió de o con tuberculosis y severamente desnutrida, tal cual le resta señalar al Dr. Carlos Eduardo Lotero, jefe del programa de lucha contra la tuberculosis, que es una de las síntesis del profundo fracaso del sistema sanitario chaqueño. Habría sido mejor que no intentara aclarar a través de su nota publicada en página 32 de la edición del pasado 3 de noviembre; en realidad, oscureció aún más el sombrío futuro de los enfermos de tuberculosis del Chaco. Es de poca escruposibilidad achacar a los "efectores locales" el fracaso completo del sistema de salud pública, en este caso del equipo que opera en el seno del programa.

Existen decenas de enfermos de tuberculosis que no están detectados, ni cuentan con diagnósticos; por lo tanto, no tienen tratamientos antituberculosis. Están todas las evidencias al alcance del sistema; es cuestión de que cesen en la ceguera y sordera selectiva que impidió planificar y ejecutar una política sanitaria acorde con las verdaderas necesidades de las comunidades indígenas y de criollos pobres. Es que no hace falta apropiarse ilegalmente de un papel para fracasar en las acciones públicas. Tampoco es necesario contar con fondos especiales para trabajar con seriedad, responsabilidad, sensibilidad y eficiencia; todo esto es posible, siempre y cuando se pueda comprender que se asiste a otro ser humano, nada más que muy pobre, hambriento y enfermo, hasta desolado y discriminado. Creemos que esto no se entendió a lo largo de muchos años. Hoy los resultados están a la vista. El ministerio ya no es una ocupación o un empleo público que genera responsabilidades concretas y directas, sino el inmenso espacio de las grandes desidias y de las profundas deshumanizaciones, con impunidad.


Ernesto Andrada

El pasado sábado 3 falleció Ernesto Andrada, cuando tenía 3 años de edad, una semana después de que falleciera Valentina. Este niño, de la etnia wichí, era hijo de Horacio Andrada y de Ernestina Pajar. Vivió con su familia en el Paraje Rosa Supaz, ubicado a tres kilómetros de Misión Nueva Pompeya. Este niño no debió morir. Falleció por la extraordinaria decidía del sistema sanitario.

La familia sobrevive rodeada de la más profunda pobreza, condicionada por limitaciones extremas. Frecuentemente no tiene para comer. A veces deben tomar tomta Ilií, que se elabora combinando agua con azúcar, como único alimento.


Familia de alto riesgo

El papá, Horacio Andrada, no tiene trabajo. Cobra 150 pesos a través del plan jefes de hogar. No cuenta con ninguna otra ayuda. Ha sido y es discriminado políticamente por el intendente de Nueva Pompeya, por no alinearse. Las consecuencias están a la vista.

La mamá, Ernestina Pajar, es analfabeta; tiene reducido o escaso signos de alertas. Durante los últimos días le daba leche con azúcar a su hijo, que luego vomitaba. El bebé comía tierra. Comentó que recibió leche hasta que Ernesto cumplió dos años; que después interrumpieron la entrega. Actualmente no le brindan ninguna ayuda.

Ernesto tenía seis hermanos, con quienes compartió muchas privaciones. Hace mucho que la familia quiere construirse una casita, al lado del aljibe que se construyó con el financiamiento del Inai, que contó con el acompañamiento de la congregación marista. Sin embargo, el municipio no los asiste por discriminación política. Las últimas semanas vieron pasar frente a su rancho arena, cemento y ladrillos para los punteros políticos y adictos al intendente González.

La familia Andrada es de alto riesgo. Se ubica a gran distancia de la población informada. El sistema sanitario no efectuó los controles adecuados. Por lo menos debió evaluar diez veces a Ernesto, desde que naciera. Mamó insuficientemente, con lo cual se redujeron sus chances de salud.


Una historia de terror

Ernesto Andrada ingresó al hospital de Nueva Pompeya el miércoles 31 de octubre. Fue atendido por los enfermeros en la sala de guardia. Le suministraron suero; pero como se le hinchó el brazo, se lo sacaron y no se lo instalaron nuevamente. No lo atendieron hasta que se agravó su cuadro de situación.

El sábado, se dispuso su derivación al fatídico hospital de J.J.Castelli. Cuando ya estaba muy grave. Se comenta que no llegó vivo. Los padres entregaron un niño enfermo y retiraron un cadáver.


Una muerte altamente evitable

El desenlace fue el producto de una historia de horror. Ernesto murió por deshidratación grave, cursando una severa gastroenterocolitis, con desnutrición de grado II.

La muerte de este niño indígena refleja y representa acabadamente el fracaso completo del sistema sanitario. Este fallecimiento se produjo por la desidia del sistema. La pereza y el descuido negligente han sido las verdaderas causas de esta muerte, altamente evitable.

Ernesto era un niño distrófico, o sea que presentaba un peso y una talla que no se correspondía con su edad. Siempre le faltó comida suficiente y nutritiva; por lo tanto, su mecanismo de defensa estaba menguado y era muy poco eficaz. Hasta el efector más distraído debió comprender que carecía de balance hidroelectrolítico cuando ingresó al hospital de Nueva Pompeya. En palabras sencillas, producto de la diarrea y de los vómitos había perdido agua, potasio y sodio, en grado tal que cursaba riesgo de vida puesto que su organismo ya venía diezmado por el hambre.


¿Desde cuando comenzó a morir?

La duda fundamental consiste en cuándo verdaderamente Ernesto comenzó a morir. La única certeza que se tiene, es que murió el sábado 3. Es que por falta de comida, este niño estaba desnutrido y, por lo tanto, no contaba con balance hidroelectrolítico desde hace bastante tiempo, lo que se profundizó como consecuencia de la gastroenterocolitis que no fue abordada eficientemente.

Ante este panorama, cuando ingresó al hospital de Pompeya se lo debió rehidratar, de manera inmediata y sostenida, con controles permanentes. Hasta el menos avezado de los miembros del sistema sanitario sabía que tenía que proporcionar sales de rehidratación oral; el sobre cuesta dos pesos, que se diluye en un litro de agua que el paciente toma tranquilamente durante las 24 horas, porque el organismo se lo pide. Suponiendo que no tolera la ingesta, con mucha facilidad se le debe instalar un sonda nasogástrica, que la pone cualquier agente del servicio; este sistema es altamente bondadoso porque genera una tolerancia del 90 por ciento. Y aún si se presentara un inconveniente (rarísimo), todavía queda el procedimiento de rehidratación por vena, que se suministra a través de la instalación un perfus y un buterfly. Recordemos que cualquier servicio sanitario, por más modesto y precario que fuere, cuenta o debe contar con estos elementos, de manera que nunca se puede justificar una muerte por diarrea y deshidratación. Estas muertes se producen por el fracaso del sistema y por la desidia absoluta de quienes lo integran, con responsabilidades directas.


Las sepulturas

A Ernesto lo enterraron en un cementerio familiar, ubicado en cercanías del rancho donde vive la familia Andrada. La entrega de los restos del niño y el sepelio también se rodearon de pobreza y necesidades. Mariano Sinus, concejal justicialista en el municipio de Pompeya, también se borocotizó; hoy no solo es adicto al intendente González, sino que se olvidó de sus representados.

Faustina Lazarte, vecina de la familia Andrada, tiene un bebé de dos años. Por discriminación política le interrumpieron la entrega de leche. Su bebé está desnutrido. Puede terminar como Ernesto Andrada.
Un poco al norte, en el Sauzalito, vivía María Luisa Maza. Falleció ayer, en el fatídico hospital Castelli. Antes había fallecido su mamá. Estaba al cuidado de su tía Evangelina Navarrete. La muerte de esta bebé se produjo en medio de muchas dudas. Su padre, Juan Maza, que estaba viendo en Formosa, debió volver para retirar los restos de María Luisa. Dicen que esta muerte se está investigando, aunque las dudas crecen. Siguen las sepulturas.-


RESISTENCIA, 06 de noviembre de 2007

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