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Cementerio indígena de Punta Canal: Lo que Loponte y Acosta no saben
Por Claudio Peré - Wednesday, Jan. 28, 2009 at 6:59 PM
cepere2@yahoo.com.ar

En respuesta a la actitud de destruir el cementerio de Punta Canal, bajo responsabilidad del INAPL

Los humedales son los reservorios fluviales de flora y fauna presentes en la mayor parte de la región sudamericana. Nuestro Continente tiene tres ollas o cuencas inmensas y de las más importantes a nivel mundial: del Orinoco, del Amazonas y del Paraná, que a su vez y en un hecho único conectan naturalmente sus aguas entre sí.

Las poblaciones que se asentaron en estas regiones desde un principio estuvieron conviviendo con la naturaleza, crecieron paulatinamente a lo largo de su historia e incorporaron los elementos de las civilizaciones desarrolladas, de zonas mas áridas que deben imponerse al medio, adaptándolos al ecosistema local.

Los registros más antiguos de la presencia del hombre en esta región datan de 50 mil años en Brasil y 30 mil años en Uruguay. Los primeros registros de cultivos de maíz aparecen en Paraguay y son por lo menos de 5000 años de antigüedad.

Desde hace por lo menos 2000 años, época en que aparece con nitidez el período neolítico en el continente Americano, irán surgiendo hacia la cuenca del Paraná una riquísima diversidad de culturas que vinieron a sumarse a las poblaciones establecidas del cono sur originando en esta gran región tan variada de geografías y climas, una identidad basada en la amalgama y fusión de sus integrantes.

En un proceso gradual y oscilante y lleno de influencias Mayas, Cunas y Andinas, después del año 1300 el Amazonas se ve convertido en un área de transformación político, social y espiritual, apuntalado en la aceleración de su crecimiento demográfico, ritmo que conlleva aparejado la economía base de la sustentación de las Grandes Alianzas de aldeas autónomas, fluviales o terrestres, que se expanden por las Ollas antes mencionadas, promovidas en la integración inter étnica, la comunicación con mensajeros capaces de cubrir grandes distancias, la formación de vanguardias militares y guardianes de estos territorios y el posicionamiento de las igara, que demuestran el dominio de la navegavibilidad del continente por encima de la comunicación terrestre. Las igara son para Suramérica lo que el caballo le significa al Asia.

No puede entenderse la Era de las Alianzas sin el movimiento espiritual de los Pay o Arandú, la búsqueda del Paraíso Terrenal o Estado de Perfección, creencia espiritual de las más antiguas y difundidas del continente (Magrassi) A la vez este período de la región fluvial surge en un momento de decadencia andina y mesoamericana -caída del reino Coya y ocaso Maya-.

Al tiempo de la conquista los europeos se incorporan como iguales en estas Alianzas, utilizando la estructura social y política de las mismas. Algunas de ellas ocupaban:

En el Caribe - Florida, isla de Boricuá (Pto Rico), Jaragua (Dominicana), litoral de Venezuela-;

Amazonas y Brasil -Omaguás, Paraná-iba (Parnaiba), Paranambú (Pernanbuco), río San Francisco, y litoral con intermitencias desde Bahia a Guanabara (Río de Janeiro)-;

Y cuenca del Paraná – río Paranaibaté, Guayra, Tapé, y especialmente el corredor Uruguay, Cara cará (Santa Fe), Lambaré (Asunción)-.

Bajo la dirigencia compartida con los europeos se alteran los valores de vida que regían en su ecosistema, desplazando al consejo de los Arandú y promoviendo la formación del Estado, que es la adopción de las pautas sedentarias y terminales para la selva, lo que provoca la insurrección de los pueblos de la cabecera de esas Alianzas primero y de los mas alejados después, convertidos en férreas guerras de resistencia, y que salvo en las islas del Caribe en las restantes regiones perduraron por siglos en su independencia.

Esta época de resistencias a la conquista tomará distintos modos y normas en espacios tan extendidos, pero que en su mayoría conocemos porque abundan en libros e investigaciones. Lo que nos lleva a afirmar que el impulso tomado inicialmente por este movimiento de origen amazónico profundamente espiritual, de base social interétnica y militar, es incapaz de ser comprendido si no hasta después de la formación de las repúblicas, en la cual la conquista no es sino una etapa, mala y crítica por cierto, pero no su límite: aun perduran sus pautas culturales y parecen ser necesariamente imprescindibles en sus regiones originales de la cuenca del Paraná.

El territorio libre de los chiriguanos hasta después del 1800, las misiones jesuitas y la resurrección de sus cabildos en la cabeza de Guacurari, en tiempos de Artigas, la idiosincrasia de las poblaciones orilleras del Paraná Guazú, en Buenos Aires y Uruguay, durante la revolución y las dos invasiones, sumados a los protagonismos nacionales en Paraguay en su apogeo fundacional como potencia suramericana y su reconstrucción después del ataque extranjero hasta nuestros días, son ejemplos históricos a los que deberíamos sumar sociales, espirituales, tradicionales, lingüísticos que se siguen expandiendo por toda la cuenca como baja la corriente del mismo río.

Es como este resumen quiere hacer notar en primera instancia de la complejidad de los estudios del pasado de nuestra región, del delta o humedal, que necesariamente precisan ser apoyados, preservados, estimulados. Porque hubo una época que esta cultura viva, de la que todos debemos sentirnos descendientes, soñó construir un modelo de sociedad distinta, digna, resplandeciente, inclusiva. Y lo hizo. Un mundo nuevo al que fueron todos invitados a formar parte, hasta los propios conquistadores, desertores, pequeños piratas y portugueses en principio.

Cuando las decadencias de los grandes imperios americanos hicieron trastabillar a sus dirigentes frente a los conquistadores, la Alianza de Aldeas guaraníes del Paraná sin ejércitos pagos, sin banderas ni estandartes, sin coronas que servir, solo con su ideal enfrentaron la armada militar mas enorme de la que se tenga noticias: 14 naves con 2000 hombres y que luego de un enfrentamiento en el histórico Río de la Reconquista a menos de medio año de arribar a estas costas se vieron reducidos a 400 hombres. Alianza de aldeas que, citando al mismo Schmidl, desde el sur del Paraná Guazú alcanzaba la nacientes del Río Paraguay, y desde las yungas chaqueñas comunicaban al Guayrá y al Tapé.

Por eso es insoportable ver la actitud del INAPL, y su representado legal, Loponte, que detentan con impar desinterés la región arqueológica de la cual describimos infinitamente simplificada pero con muchísimo fervor en estas páginas, y actuando con total impunidad y atropello den por cerrado la importancia histórica de nuestra pasado, se burlen de su compromiso afrontado con la memoria de 38 millones de personas y permitan reventar uno, dos, tres, o cuantos cementerios les hagan falta para decir que “en todo lo que buscan no encuentran mas de lo que ya saben”. Si es así que renuncien ahora mismo a sus derechos de exclusividad, que se manden mudar y que dejen el cuidado de estos espacios a quienes sí les interesan: toda la población que vive en la cuenca del Paraná Guazú, sea del origen que sea, debe reclamarse descendiente de esta influyente cultura de la que aquí dimos testimonio y recuperar el sueño de la diversidad, de la selva pura, de la libertad y la profunda espiritualidad que fue capaz de enarbolar y cumplir en sus orígenes pasados.

28 enero 2009

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Sitio arqueológico Punta Canal: Lo que Claudio Peré no sabe
Por Dr. Daniel Loponte - Friday, Feb. 20, 2009 at 6:25 PM
dashtown@gmail.com

Esta es una respuesta que hago en carácter estrictamente personal al Sr. Claudio Peré, quien publica comentarios en este medio sobre las tareas de rescate arqueológico en el sitio mencionado, además de comentarios varios sobre las responsabilidades del Dr. Acosta, del Instituto Nacional de Antropología y de mi persona al respecto. El Sr. Claudio Peré ha escrito varios opúsculos, uno de ellos llamado: “Punta Canal, lo que Loponte y Acosta no saben”.

El Sr. Peré, luego de un profuso comentario referidos a los humedales y los procesos evolutivos de las sociedades aborígenes americanas, sobre las cuales no es aquí el lugar para comentarlo, señala básicamente que el "Cementerio Punta Canal" ha sido destruido por la negligencia del Instituto Nacional de Antropología y por nuestro accionar directo, donde ignoramos o mostramos un notable desinterés por el pasado.

Estas afirmaciones nos han dejado estupefactos. No sólo a nosotros, sino a todas las personas involucradas y a un buen número de colegas a quienes hemos mostrado dicha nota. No tiene mucho sentido detallarle al Sr. Peré el esfuerzo que el equipo de investigación que lidero junto con el Dr. Acosta ha efectuado durante la última década, como tampoco el dinero que este equipo de investigación ha aportado para el estudio y la protección del patrimonio arqueológico bonaerense. En esta sociedad donde se pone por delante lo económico, no sólo hemos dejado esta idea muy detrás nuestro, sino que nos volcamos con verdadero desprendimiento al estudio y preservación del registro arqueológico prehispánico. Sepá Sr. Peré, que estos aportes no salieron del Estado, ni de ninguna empresa privada, sino del aporte genuino de investigadores de nuestro equipo que brindaron parte de sus ingresos generados en la actividad privada o por rentas personales. Este dinero se invirtió directamente en la investigación y la conservación del patrimonio arqueológico del humedal del Paraná inferior, durante los últimos 10 años. De esto dan cuenta varias acciones comunales ejercidas con diferentes intendencias, conferencias, cursos, seminarios, una colección arqueológica que debe contarse por cientos de miles de hallazgos que han engrosado el patrimonio arqueológico nacional que se encuentra depositado en el Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano, aproximadamente 100 artículos científicos y de divulgación, diversas notas periodísticas y varios libros publicados, tanto en medios locales como internacionales, generados por este equipo de investigación. Quisiéramos saber cuál ha sido el aporte efectivo del Sr. Peré a la conservación del patrimonio arqueológico del humedal del Paraná inferior, porque en todo caso, se nos escapa. Digo esto porque ante los problemas de conservación y finalmente la destrucción del sitio Garín, no lo vimos accionar en ningún lado, como tampoco cuando debieron pararse las obras que destruyeron al sitio Punta Canal en la década de los ´90, ni lo observamos colaborando en el rescate del sector donde aún quedaba material arqueológico en este sitio, como sí lo hicieron otros vecinos.

Tampoco lo vimos gestionando obras para preservar el sitio las Vizcacheras, que está siendo erosionado continuamente por el río Luján, ni en el sitio Anahí, donde muchos aficionados destruyen sistemáticamente un sitio difícil de vigilar. Tampoco lo vemos haciendo gestiones para detener a algunos aficionados que destruyen sitios arqueológicos en las islas del Paraná, ni lo vimos intentar frenar la destrucción de los sitios de La Bellaca 1, 2 y 3. Ignoramos cuánto ha trabajado para preservar el sitio Arroyo Sarandí, por el que se ha luchado largamente, tampoco lo vimos preocupado por los problemas de conservación del sitio Guazunambí o en parar las obras que afectaron al sitio Aeródromo de Escobar. No lo vimos evitando que se destruyeran sectores del sitio Arroyo Fredes, ni lo vimos rescatando materiales en el sitio Cerro Lutz luego de que fuera devastado.

Tampoco lo vimos colaborando con los trabajos de rescate y preservación del sitio escuela 31, ni lo vimos peleando literalmente palmo a palmo con saqueadores inescrupulosos de sitios arqueológicos a los cuales las autoridades públicas tienen bien identificados, como así también a sus colaboradores, y así podemos seguir bastante más. Todos estos depósitos arqueológicos están ubicados en el área que declarativamente le interesa al Sr Peré. Nos gustaría realmente conocer las acciones que ha llevado a cabo este ardiente defensor de lengua heroica, destinadas a preservar el registro arqueológico bonaerense.

Es oportuno que sepa el Sr. Peré, quien desestima el trabajo mancomunado de arqueólogos y comunas, que este equipo de investigación da clases especiales y exposiciones en colegios de la provincia de Buenos Aires en forma gratuita. Siempre nos hemos pagado de nuestro bolsillo los gastos, el tiempo y casi siempre los materiales didácticos. Sepa el Sr. Peré que ésta es una actividad que efectuamos extracurricularmente, sólo por el interés de difundir y preservar el registro arqueológico y crear conciencia en los docentes y en los más chicos, porque acá es donde apostamos al cambio más genuino. Este no es un esfuerzo o una reunión esporádica, hecha con gente que ya piensa de la misma manera. Hay que crear la conciencia desde la nada. También sepa el Sr. Peré que instruimos a fuerzas de seguridad nacionales, provinciales y a los gobiernos municipales para que apliquen efectivamente la Ley Nacional 25.743/03 y que ésta no sea sólo declamatoria y no se “reviente” ni un solo sitio arqueológico, porque como tal, cada uno es irremplazable.

Llegados a este punto, nuevamente, nos gustaría saber cuál es el aporte del Sr. Peré a la conservación del patrimonio arqueológico bonaerense. Para esto último, no hace falta dinero o formación académica, sólo tener interés por el pasado, espíritu de colaboración y por lo tanto, un profundo respeto por el esfuerzo ajeno. Muchos vecinos nos ayudan a proteger el registro a través de una extensa red de contactos telefónicos y por e-mail; algunos nos ayudan en las tareas de excavación, a la par que se interiorizan del pasado regional. Otros hacen las denuncias pertinentes cuando los saquedores de sitios los excavan, a quienes obviamente nuestra actitud de vigilancia les perturba, o nos informan del descubrimiento de nuevos depósitos arqueológicos.

El Sr. Peré, hasta donde sabemos, no participó en ninguna de las acciones comunales tendientes a preservar algunos de los sitios que antes mencionamos, ni jamás lo vimos de voluntario trabajando en una excavación conforme a ley, en los sitios en peligro de destrucción. También es importante que el Sr. Peré sepa que en 2002 fuimos los que impulsamos una ley provincial para proteger el patrimonio arqueológico bonaerense que obtuvo media sanción y luego al ser aprobada la Ley Nacional en 2003, comprendimos que había que reformularla para adecuarla a la Ley Nacional, trabajo en el que estamos inmersos con otros colegas. Nos gustaría decirle al Sr. Peré que la media sanción del proyecto que presentamos en 2002 (Proyecto efectuado a través del Dr. Sigal) nos llevó muchos meses de trabajo, de consenso y de gestiones en el congreso provincial y de consulta con algunas intendencias que mostraron interés en el tema y algunos representantes aborígenes que invitamos para tales efectos.

Desafortunadamente, no lo vimos al Sr. Peré preocupado por sacar una ley provincial o nacional que protegiera lo que hasta ese entonces era un vacío legal. No lo vimos entonces, ni lo vemos ahora, fatigar escaleras, despachos y teléfonos para impulsar una ley que protegiera el patrimonio arqueológico. Sin embargo, a través de Instituto Cultural de la provincia de Buenos Aires y de otras organizaciones públicas, tiene ahora la oportunidad de incorporarse en forma ad-honorem a un programa que está en gestación para el cuidado de los sitios arqueológicos, a fin de denunciar a todas aquellas personas que los excavan ilegalmente, que poseen materiales arqueológicos ilegalmente recuperados o los destruyen por obras edilicias.

Volviendo al punto específico, sepa el declamativo Sr. Peré, que hay una Ley Nacional y disposiciones provinciales que regulan las tareas de rescate arqueológico. Sepa el Sr. Peré que todas ellas fueron rigurosamente observadas en las tareas de rescate del sitio Punta Canal, particularmente porque nosotros fuimos parte de quienes las impulsaron.

Si el Sr. Peré considera que se ha procedido ilegalmente o técnicamente mal, debe dirigirse a la autoridad de aplicación provincial, que es el Instituto Cultural de la provincia de Buenos Aires. Sepa el Sr. Peré que fuimos los arqueólogos los que nos preocupamos por tener una ley de protección que contemplara acciones de rescate del patrimonio de todos los argentinos. Sepa el Sr. Peré que los informes de los trabajos efectuados en el sitio arqueológico Punta Canal son de libre acceso al público y que todas las autoridades respectivas están informadas sobre el particular. Sepa el Sr. Peré que una parte activa de la comunidad local participó de las tareas de rescate de lo que quedaba del sitio Punta Canal. Que no hay nada espurio o negligente en ello y que este rescate se abrió a la prensa y allí se explicó todos los pormenores del caso.

Sepa el Sr. Peré que lo que él llama “Cementerio de Punta Canal” no es tal, ya que no se hallaron restos humanos. Le recomiendo al Sr. Peré que lea los informes que son públicos y gratuitos, que sepa lo que quedaba del sitio Punta Canal y lo que se excavó, antes de citar en forma descontextualizada frases y antes de ejercer la ofensa gratuita, hecha formidablemente a través de un teclado. Sepa también el Sr. Peré que mis padres me inculcaron algunos conceptos que para usted tal vez sean antiguos, pero que para mí son totalmente válidos, y que por ello no intento deshonrar pública y muy valientemente por internet a otras personas, y particularmente, particularmente si desconozco la historia y los hechos.

Sepa también el Sr. Peré que mis padres y la vida me dieron todo lo que hay que tener para escucharlo.

17 de febrero de 2009

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