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Natalia Gaitán, víctima de un crimen de género
Por en critica - Monday, Mar. 15, 2010 at 9:45 AM

Tenía 27 años y fue asesinada en Córdoba por el padrastro de su novia, que no aceptaba la relación.

En la cruda exposición de los hechos, las páginas policiales pueden ocultar más de lo que revelan. Etiquetas remanidas como “crimen pasional” evitan ir al fondo y preguntarse por el caldo social en que se cocina la muerte de una persona. Con una lucidez insólita para su situación, Graciela Vázquez llama la atención sobre ese proceso. Y cuenta por qué cree que el asesinato de su hija Natalia Gaitán es un crimen de género. Sucedió hace ocho días, en el barrio cordobés de Parque Liceo. En el multitudinario velorio, nadie entendía cómo y por qué pasó lo que pasó.

A las 7 de la tarde del 6 de marzo, Graciela se enteró de lo que nunca hubiera querido saber. Un vecino llegó corriendo y le dijo que a su hija de 27 años le habían pegado un tiro, apenas a cuatro cuadras. Todo había empezado con un gesto de buena voluntad. Una amiga de Natalia había ido a la casa de la mamá de su novia, de 17, para terciar en la relación: ni la mujer ni su esposo, padrastro de la adolescente, aceptaban que su hija –a la que habían echado de la casa– saliera con otra chica. Hacía un año vivían juntas, solas y felices. Pese a la prohibición, habían sido novias durante un año. La discusión no salió bien. Hubo gritos y amenazas. Preocupada por no tener noticias de su amiga, Natalia también fue a lo de su suegra. La disputa se hizo más fuerte, hasta que entró en escena el hombre de la casa.

Daniel Torres, de 31 años, había escuchado todo en el umbral. Una reacción intempestiva, la bronca acumulada por una relación que lo avergonzaba, disparó su locura. Sin mediar palabra, apuntó su escopeta .16 a Natalia y –a sólo medio metro– le pegó un tiro en el hombro derecho. Después de dar unos pocos pasos, la joven se desplomó. Cuando llegó su hermana la policía estaba ahí, pero la ambulancia tardó casi una hora. Natalia entró al quirófano del Hospital Municipal de Urgencias casi a las 9 de la noche. Graciela debió ir a la guardia por una descompensación de su diabetes. Pasaban las horas, no llegaban los informes médicos y el pesimismo le ganó a toda la familia. A la 1.40 de la madrugada del domingo, los cirujanos que trataban de salvar a Natalia les dijeron que había muerto. Las perdigonadas habían afectado órganos vitales. Torres se entregó, confesó todo y le secuestraron el arma, pero su abogado pidió una autopsia. Graciela se encontró con el cuerpo de su hija, en pésimo estado, recién 30 horas después.

“Pepa era tan querida en el barrio que al velorio fueron sus ex parejas con sus maridos actuales. ‘¡Qué revuelo que armaste!’, pensé cuando vi esa escena”, confiesa Graciela, cuyo marido murió hace cuatro años. Para Natalia Milisenda, que milita en la ONG Encuentro por la Diversidad de Córdoba, su tocaya “tenía el respeto y el cariño de todo el barrio. En el velorio cada dos por tres se desmayaba alguien, te dabas cuenta de que ella no era una más”. La gente llegaba caminando, sin colectivos que la dejaran cerca (Liceo es un barrio de la periferia) y faltando a trabajos a los que no se puede faltar. Eran los homenajes individuales a alguien que “sin conocerte –grafica la mamá– no te preguntaba de dónde eras y te defendía a los golpes”.

Nunca hizo falta un diálogo madrehija para explicitar lo obvio. Ya a los 12, Natalia usaba pantalones de hombre y el pelo bien corto. “Ella era muy feliz (con su condición), siempre se hizo aceptar en la familia”, resume Graciela. Había trabajado toda la vida junto a su madre, que desde hace tres décadas lleva adelante la ONG Lucía Pía, una de las tantas en el país con la tríada salvadora: guardería, comedor, copa de leche. Natalia se ganó el amor de los chicos de cero a cinco años con su rol multifuncional. “Maestra jardinera, profesora de gimnasia, jugadora de fútbol… le gustaban las partes más de hombre, obvio”, enumera la mamá.

Pero enseguida se desmarca del prejuicio propio: “Esto no ha sido un drama pasional, sino de género. El asesino no aceptaba una relación mujer-mujer”. Muchas veces Graciela fue testigo de situaciones discriminatorias hacia su hija. Cuando las paraba la policía caminera, por ejemplo, le pedían el documento, lo estudiaban, volvían a mirar a la chica. La mujer solía perder la paciencia al grito de “¡Es mujer!”. La respuesta de los uniformados era: “Sírvase, caballero”. Fabiola Tello, amiga de Natalia, fue testigo de escenas similares. “La miraban raro en la calle, siempre fue discriminada”, recuerda. Pero ella no se acobardaba. Más bien todo lo contrario: “Si había un chico en la calle, o simplemente alguien que se sentía mal, Natalia se acercaba para ayudar”. Con el paso del tiempo, Graciela fue enterándose de que otras amigas de su hija no conseguían trabajo o las echaban a los dos días por ser homosexuales. “Más allá del dolor de alma que tenemos todos –agrega– uizá su muerte sea el detonante para que la sociedad entienda que las personas deben ser aceptadas como son”.

A la salida del velorio, Natalia –a cargo de la asistencia de los Vázquez-Gaitán– ratificó que el deseo por ahora es sólo eso: “Habíamos caminado cuatro cuadras y un tipo nos venía cogoteando, como desafiante. De repente le pegó un codazo a mi amigo… por puto”. La abogada ensaya una explicación, plausible pero insuficiente: “Por algo le dicen ‘Córdoba de las campanas’. Acá hay una comunidad religiosa muy fuerte y tenemos al Opus metido en la Justicia”. En julio pasado, otra persona les partió el labio y la nariz a dos conocidos que hacían pintadas en el Paseo de las Artes (una zona roja de la ciudad) contra la represión a las travestis. El patrullero quería detener a las víctimas. Cuando intervino la letrada cambiaron de opinión, pero los dejaron sangrando en la calle, sin llamar a la ambulancia.

“En las provincias, las mismas familias invisibilizan las razones de los actos violentos, por vergüenza social. Si matan a sus hijos por ser gay o lesbiana, se tiende a no hablar de eso como un motivo del crimen”, plantea Martín Apaz, referente cordobés de la Federación Argentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans (FALGBT). El encubrimiento se extiende a otros círculos sociales: “Si la policía mata a una travesti, dice que murió un hombre en una situación dudosa”. Martín plantea la necesidad de abrir un archivo provincial que registre estos casos y habilite así políticas de prevención efectivas. “Lo de Natalia fue un extremo, pero hay que saber que, aunque las víctimas no sean heterosexuales, esto le pasa todos los días a a gente real, de carne y hueso”, ratifica la abogada de Encuentro por la Diversidad. También cree que el problema empezará a resolverse cuando se amplíen algunos conceptos clave, ya que “seguimos entendiendo la cuestión del género únicamente desde el punto de vista de los varones y las mujeres heterosexuales”. Un buen comienzo sería reformar la ley antidiscriminatoria, para que haya castigos explícitos a quienes marginen a los demás por su orientación sexual o la identidad de género. Esa actitud, recordó el dirigente de la FALGBT Esteban Paulón, “se suma a otras formas de violencia que diariamente sufren especialmente la s mujeres lesbianas y travestis-transexuales, como el difícil acceso a la Justicia, la pobre implementación de programas de salud sexual y reproductiva, los estragos de la violencia intrafamiliar y las arcaicas formas de discriminación, desigualdad y maltrato que debemos erradicar urgentemente”.

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Por Nati - Monday, Mar. 15, 2010 at 10:42 AM

http://www.facebook.com/group.php?gid=364457176530

el grpo se llama Justicia para Natalia Gaitán

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