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Argentina: Lo que dejó la marcha de los pueblos originarios
Por Fuente: Emilio Marín / La Arena - Wednesday, May. 26, 2010 at 12:06 AM

ALAI, América Latina en Movimiento

2010-05-22

Tierra, cultura propia y Estado Plurinacional, reclamos de la marcha nacional indígena

El jueves la Plaza de Mayo se llenó de gente. Esta vez no eran los piqueteros, gremios ni Madres de Plaza de Mayo, aunque los había de estos movimientos. Eran los pueblos originarios con sus reclamos ancestrales.

El 12 de mayo partieron tres columnas de aborígenes, que tenían por objetivo alcanzar la Plaza de Mayo ocho días más tarde. La del Noroeste salió de La Quiaca; la del Noreste lo hizo de Misiones y la del sur tuvo dos orígenes: una fracción partió de Neuquén y otra de Mendoza.

Las del Noroeste y Noreste atravesaron varias provincias hasta Rosario, donde se unieron para desde entonces ser una sola, hacia Buenos Aires. La neuquina y la cuyana entraron por el sur de Buenos, haciendo una parada grande en Mar del Plata.

Ese itinerario brevemente descrito da una idea aproximada de cuánto anduvieron los manifestantes de unas treinta etnias. A su marcha la bautizaron "Transitando hacia el camino de la verdad" -Qapac Ñanta Purista.

Lo importante no fue sólo la estación final, en la histórica Plaza. Eso fue el broche de oro de una manifestación histórica pues la vez anterior que esos argentinos habían llegado hasta la Capital Federal había sido en 1946. En esa ocasión no habían sido tantos; apenas 200 Kollas llegados a costa de mil sacrificios desde Abra Pampa (Jujuy).

Marcelo Valko, en su libro “Malón de la Paz”, editado por las Madres de Plaza de Mayo, investigó aquella “primera vez”. Contó que esos kollas pudieron dialogar con el general Perón y que al principio tuvieron buena acogida en la Capital. Sin embargo, luego fueron encerrados en el Hotel de los Inmigrantes y devueltos a Jujuy en un tren sellado, o sea despedidos con una fuerte patada en el trasero.

Desde entonces pasaron 64 años. Esta vez, por amplitud, representación y precisión de las demandas indígenas, fue mucho mejor.

También fue trascendente el recorrido por tantos pueblos, donde se hicieron actos y marchas. Eso sembró conciencia en esos lugares pero también ayudó a la autovaloración de los marchantes.

En general la población tuvo una actitud solidaria y abierta a conocer la problemática indígena. Uno de los pocos problemas se vivió en Salta, la ciudad más conservadora y “españolista” donde el gobernador Juan M. Urtubey utilizó la policía para tratar de que los caminantes no pudieran entrar a la plaza céntrica. El diario “El Tribuno”, de la familia del ex gobernador Juan C. Romero, tituló: “Caos en la ciudad por marcha de la indígena Milagro Sala”. El resto de la fauna mediática monopolista apostó al ninguneo para invisibilizar el acontecimiento, su treta preferida.

Los kollas fueron la punta de lanza en 1946 y ahora volvieron a jugar ese rol desde Jujuy, en sociedad con guaraníes (ambos sectores se juntaron en forma inédita), diaguitas, lules, mapuches, huarpes, qom-tobas, wichis, mocovíes, sanavirones, guaycurúes, etc.

Lo extraordinario es que los originarios se hicieron ver en la Plaza de Mayo. El Bicentenario tendrá que contar con ellos. Existen, vaya si existen. La suya fue una presencia política y no meramente de estadísticas que informan de 600.000 indígenas al menos en el país, 30 etnias, de que como mínimo un 20 por ciento de los argentinos tiene sangre india, etc).

El milagro

Esta marcha reunió más de 20.000 personas en la Plaza y no surgió como hongo después de la lluvia. Hubo como siempre razones objetivas que la generaron y condiciones organizativas que la hicieron posible.

Hace años se conocieron las espantosas condiciones de vida de comunidades chaqueñas, donde el hambre aniquila a hombres y mujeres a los que se podía contarles las costillas.

También se supo que los mapuches de Neuquén se quejaban de la contaminación de Repsol en sus tierras y ríos, con las consiguientes enfermedades. Así como que grandes empresas y ricachones se quedaban con sus tierras y cercaban sus lagos.

Si de desalojos de tierras se trata, el imperio de la soja hizo estragos en el norte de Córdoba, Santiago del Estero, Tucumán, Salta, Jujuy, Chaco y otras provincias. Allí se veía la combinación de propietarios truchos, jueces venales y policías “bravas”, incluso parapoliciales a cuenta de los supuestos dueños, desalojando con violencia a familias que habían habitado pacíficamente esos lugares desde siempre.

Algunas veces hubo durísima represión, como en octubre del año pasado en Tucumán, donde fue asesinado el diaguita Javier Chocobar. A propósito, la columna norte de la marcha hizo un acto en aquella ciudad y le rindió tributo.

Otros atentados contra las poblaciones se originaron en emprendimientos mineros contaminantes de Metán (Salta), Esquel (Chubut), Andalgalá (Catamarca), Calamuchita (Córdoba), San Juan, etc. O en el desmonte indiscriminado en el norte y el Litoral, para desplazar allí el ganado y dejar las tierras más fértiles a la soja, o bien para que lucrar con la madera.

Los indios estaban cabreros por toda esa suma de atentados a su modo de vivir, un etnocidio que en el fondo viene desde hace 517 años. Y no son sólo esas agresiones a sus tierras sino también a su cultura y a ellos como seres humanos. Es que la discriminación y el racismo, aunque en declive, no han desaparecido: uno de los insultos más fuertes y no sólo en las canchas es “boliviano de mierda” o “indio de mierda”.

La marcha fue posible porque se pusieron de acuerdo distintas organizaciones, entre otras la Confederación Mapuche de Neuquén, la Unión de los Pueblos de la Nación Diaguita de Tucumán), Kollamarka de Salta, el Consejo de Autoridades Indígenas de Formosa y la Tupac Amaru dirigida por Sala.

El rol de la Tupac fue decisivo por varias razones. Una, que con su ejemplo de construcción de una organización social masiva en Jujuy entusiasmó a los originarios y dio pábulo a la idea de que la marcha sería posible. Otra, Milagro fue el puente de enlace entre las comunidades y las organizaciones sociales y políticas como CTA, Madres de Plaza de Mayo, Carta Abierta, etc. Por último, un desafío tan grande necesitaba logística, ómnibus, hornos para el pan, ollas para cocinar, lugares donde dormir, prensa, etc. Milagro hizo el milagro.

Comisión no basta

Como los originarios son parte del pueblo argentino y no son dioses, tienen problemas internos como el resto de los mortales.

Uno de ellos son las diferencias políticas. La marcha fue protagonizada por una mayoría de organizaciones que presentaron un pliego de reivindicaciones muy correcto y avanzado.

Allí reclaman tierras aptas, defensa de su cultura, fin de los desmontes y de la contaminación de las mineras y petroleras, cambio del feriado del 12 de octubre, universidades bilingües, etc.

Y con esas banderas fueron a la entrevista con la presidenta de la Nación, que los recibió y les anunció la creación de una comisión para analizar el extenso petitorio. La misma funcionará en junio próximo.

Uno de los integrantes de la comitiva informó que Cristina Fernández les había dicho que con algunas cosas estaba muy de acuerdo y con otras en desacuerdo. El indígena reflexionó que las diferencias presidenciales podían venir por el lado de los cuestionamientos a las empresas mineras y petroleras; ellos saben cómo los Kirchner han aceptado los negocios de Repsol, Petrobras, Shell, Barrick Gold, Minera Alumbrera, Ledesma, Benetton, etc. El mapuche y sus compañeros saben de las tupidas relaciones del gobierno nacional con esas multinacionales y del peso político de los gobernadores Urtubey, José L. Gioja, Mario Das Neves, Jorge Sapag, etc.

Esos intereses empresariales y políticos adversos al sentido de clase de las reivindicaciones preanuncia que la lucha deberá proseguir. La marcha del 12 al 20 de mayo fue un jalón extraordinario pero por sí misma no podrá remover tales obstáculos. Crea sí un antecedente muy valioso que esos manifestantes y nuevas camadas prosigan organizándose y clamando por lo suyo.

Uno de los puntos del programa, que pide la conversión de Argentina en una “nación plurinacional”, seguramente también habrá tenido un primer efecto negativo en la presidenta, a pesar de ser tan amiga de Evo Morales. ¿Acaso esa idea es procedente en el Altiplano pero no en nuestro país?

Por fuera de la gran manifestación y la comitiva oficial de los indígenas, la jefa de Estado recibió aparte a algunos dirigentes afines para una ceremonia en Casa de Gobierno. Por otro lado, un sector de los originarios se oponía a esta marcha tildándola de inútil (carta de la mapuche Moira Millán). Según ésta, sólo se debía hablar con los piqueteros y sindicalistas, no con el gobierno.

Milagro Sala y sus compañeros y aliados, tendrán que hacer un balance de la histórica marcha, unir más a los pueblos participantes, zurcir más alianzas con los trabajadores y sectores populares, y redoblar la presión sobre el gobierno nacional. Tendrán que venir otros “malones de paz” para que los huincas o “caciques blancos” saquen sus alambrados, dejen de talar y envenenar los ríos, y bajen los monumentos a genocidas como Julio A. Roca.

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