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La Huella del trabajo esclavo
Por reenvío red eco alternativo - Friday, Nov. 19, 2010 at 7:08 AM

Mientras honramos deudas inventadas que benefician a “clubes” del primer mundo - pero no a la vida-, este modelo, que muchos piden profundizar, acaba de cobrarse una nueva víctima. Un niño de seis años murió de un cáncer en su cabeza producto del trabajo esclavo manipulando agrotóxicos.

(Fabiana Arencibia-Red Eco) Buenos Aires - Hoy, las tapas de los diarios nacionales reflejaban el “escándalo” durante la sesión de ayer en la Comisión de Asuntos Constitucionales del Congreso, cuando una diputada sopapeó a su colega.
En todos los canales de TV, los anti y los pro oficialistas se preocupaban por dar cuenta de las facturas que se pasaban parlamentarios, opositores y kirchneristas, por la fracasada sesión para aprobar la ley de presupuesto 2011.
Otra de las noticias del día era el rescate luego de siete horas, de una niña de 3 años que se cayó en un pozo. En las imágenes aparecía, al estilo Sebastián Piñeira, el gobernador bonaerense Daniel Sicioli listo para recibir a Vanesa cuando la sacaran.
Pero la muerte de Ezequiel no estaba en las tapas de los diarios ni en la televisión. Tenía seis años y llevaba dos trabajando junto a sus padres. Lo de “trabajando” es solo un eufemismo. Era esclavo junto a sus padres de Alejandra López Camelo, presidenta de la empresa Nuestra Huella.
Esta firma, líder en el mercado avícola y proveedora de grandes hipermercados, es responsable de trabajo esclavo e infantil, de alambrados electrificados, de trata y tráfico de personas, tal como lo denuncian integrantes de la Fundación Alameda y del Movimiento de Trabajadores Excluidos. López Camelo es prima hermana del intendente de Pilar, Humberto Zúccaro, y cuñada del secretario general de la Unión Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores local (UATRE), Jorge Herrera. El ex intendente de esa ciudad, Sergio Bivort, es ahora abogado de su empresa. ¿Alguna duda de los por qué de la impunidad que la rodea?
Ezequiel Ferreyra (… y su apellido no hizo mas que remitirme a Mariano, asesinado también pero por la burocracia sindical) murió el martes. Por su edad no forma parte de los 25 niños y niñas que, antes de llegar al año, mueren diariamente en nuestro país por causas que son evitables, especialmente derivadas del hambre.
ezequiel.jpgEzequiel llegó a Buenos Aires desde Misiones a fines de 2007 junto con su familia. Lo trajeron para que no muriera allí por la miseria y la pobreza. Pero la muerte lo alcanzó en Buenos Aires. Su padre comenzó a trabajar en “La Fernández”, una de las 70 granjas que son propiedad de la empresa Nuestra Huella. Pero para cumplir con el tope de la producción que los patrones le imponían tuvo que incorporar a la faena a toda su familia.
En esas granjas trabajan más de 200 niños y niñas, entre la sangre y el guano de las gallinas, manipulando venenos con elementos cancerígenos. Ezequiel se fue enfermando entre jornada y jornada. Se dormía en la escuela, hasta que a fines de setiembre se desmayó. Pero el tumor en su cabecita ya estaba. Y nada pudo evitar que creciera hasta matarlo.
La empresa prohibió a sus padres que hablaran de lo que sucedía con el niño. Les metieron miedo. Les dijeron que podían ser acusados penalmente por abandono de persona y que la justicia podría quitarles a sus otros hijos. Como para tranquilizar su ¿conciencia? pagaron el tratamiento del niño con premura. Con la misma rapidez que armaron el entierro para evitar que se investigara las causas de su muerte.
Desde 2008, los costureros y cartoneros de la Alameda y el Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) vienen juntando pruebas y movilizándose para denunciar la esclavitud y el trabajo infantil en Nuestra Huella. Ayer se presentaron en el juzgado para pedir la autopsia del cuerpo de Ezequiel. Mientras los funcionarios judiciales deliberaban, al niño lo enterraban. Allí estaban acompañando a sus padres, trabajadores de las granjas y también su dueña, la señora López Camelo, supervisando todo.
Gustavo Vera, de la Alameda, comentó que una hora después del entierro, el juzgado resolvió exhumarlo, poner custodia policial hasta que se terminaran los trámites, secuestrar la historia clínica para tener el certificado de defunción original, trasladar el cuerpo de Ezequiel a la morgue de la capital y resolver quienes serán los peritos.
Ni el Ministerio de Trabajo de la Nación, ni el de la Provincia de Buenos Aires hicieron absolutamente nada a pesar de las denuncias que se les presentaron hace tiempo. Este último sólo se limitó a cobrarle a Nuestra Huella una multa de un millón de pesos a pagar en cómodas cuotas a partir de enero de este año.
No es que Ezequiel haya sido el primero. No es que con él aparece la muerte de “la niñez arriesgada por la estrecha ganancia”, como decía el querido Armando Tejada Gómez.
Es el momento en que esto sucede: escándalos de palacio, un proyecto de presupuesto que prevé para el pago de deuda más del doble de lo que destina a salud, un discurso acerca de las bondades de pagarle al Club de Paris (mitad contraída por la dictadura y la otra mitad producto de un “blindaje” que permitió la fuga de capitales) y una apelación constante a que profundicemos un modelo de país que acaba de matar a este niño.

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