Julio López
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Hay otra forma de hacer política más allá de los partidos
Por un trabajador - Sunday, Dec. 12, 2010 at 2:28 PM

La crítica

" El parlamentarismo apareció con la dominación de la burguesía.

Con los parlamentos aparecieron los partidos políticos.

La época burguesa encontró en los parlamentos la palestra histórica en la que tuvo sus primeros altercados con la corona y la nobleza. Se organizó políticamente y dio a la legislación una forma correspondiente a las necesidades del capitalismo.

Pero el capitalismo no es algo homogéneo. Las diversas capas y los diversos grupos de intereses en el interior de la burguesía hicieron valer cada cual sus reivindicaciones de naturaleza diferente. Para llevar a buen término estas reivindicaciones nacieron los partidos, los cuales enviaban sus representantes y sus actores a los parlamentos.

Por eso el parlamento se transformó en un foro, lugar de todas las luchas por el poder económico y político, por el poder legislativo primero, pero después también, en el marco del sistema parlamentario, por el poder gubernamental.

Pero las luchas parlamentarias, al igual que las luchas entre los partidos, no son más que combates de palabras. Programas, polémicas periodísticas, octavillas, informes, resoluciones, discursos parlamentarios, decisiones: todo palabras. El parlamento degeneró en salón para charlatanes (cada vez más, a medida que pasaba el tiempo), pero desde el primer día los partidos no eran más que máquinas para preparar las elecciones. No es una casualidad que al principio se llamasen “uniones electorales”.

Burguesía, parlamentarismo, partidos políticos se condicionan mutua y recíprocamente. El uno es necesario al otro. Ninguno es concebible sin el otro. Marcan la fisonomía política del sistema burgués, de la época capitalista-burguesa."

Otto Rühle - La revolución no es asunto de partido

"El método parlamentario burgués de comportarse en política está estrechamente relacionado con el método burgués de comportarse en economía. El método es: comerciar y negociar. Así como el burgués comercia y negocia mercancías y valores en su vida y oficio, en el mercado y en la feria, en el banco y en la bolsa de valores, también en el parlamento comercia y negocia las sanciones legislativas y medios legales para el dinero y los valores materiales negociados. En el parlamento, los representantes de cada partido intentan extraer tanto como sea posible de la legislatura para sus clientes, su grupo de interés, su "firma". Ellos también están en constante comunicación con sus asociaciones de productores, consorcios de las asociaciones patronales, asociaciones de intereses especiales o sindicatos, recibiendo de ellos instrucciones, información, reglas de comportamiento o mandatos. Ellos son los agentes, los delegados, y el negocio se hace a través de los discursos, los tratos, la disputa, las transacciones, la decepción, las maniobras en las votaciones, los compromisos. El trabajo principal del parlamento, entonces, no es realizado ni siquiera en las grandes negociaciones parlamentarias, que son sólo una especie de espectáculo, sino en los comités que se reúnen privadamente y sin la máscara de la mentira convenida.

(...)

Siguiendo el modelo del Estado burgués y de sus instituciones, el partido se organizó también sobre principios centralistas autoritarios. Todo movimiento en él va en la forma de órdenes del comité central arriba a la amplia base de sus miembros abajo. Abajo, la masa de los miembros; arriba, los grados de funcionarios a nivel local, regional, nacional. Los jefes políticos del partido son los suboficiales, los miembros del parlamento, los funcionarios. Dan las órdenes, definen los lemas, elaboran la política, son los más altos dignatarios. El aparato del partido, en la forma de oficinas, periódicos, fondos, mandatos, les da poder para dictar normas para la masa de los miembros, que no pueden evitar nada de lo último. Los funcionarios del comité central son, por así decir, los ministros del partido; emiten decretos e instrucciones, interpretan las decisiones de los congresos y de las conferencias del partido, determinan el uso del dinero, distribuyen puestos y oficinas de acuerdo con su política personal. Ciertamente, se supone que la conferencia del partido es la corte suprema, pero su composición, sesión, toma de decisiones e interpretación de estas decisiones están completamente en manos de los más elevados detentadores del poder en el partido, y la obediencia sonámbula típica del centralismo se ocupa de los necesarios ecos de subordinación.

La concepción de un partido con un carácter revolucionario en el sentido proletario es un sinsentido. Solo puede tener un carácter revolucionario en el sentido burgués, y por tanto, sólo durante la transición entre el feudalismo y el capitalismo. En otras palabras, en interés de la burguesía. Durante la transición entre el capitalismo y el socialismo tiene que fracasar, tanto más en proporción a cómo de revolucionaria haya sido su expresión en la teoría y en la fraseología.

(...)

Cada organización burguesa es básicamente una organización administrativa que requiere una burocracia para funcionar. Así es el partido, dependiente de la máquina administrativa proporcionada por una dirección profesional pagada. Los dirigentes son los funcionarios administrativos y, como tales, pertenecen a una categoría burguesa. Los dirigentes, es decir, funcionarios, son pequeñoburgueses, no proletarios."

Otto Rühle - De la Revolución burguesa a la Revolución proletaria

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el "partido revolucionario"
Por un trabajador - Sunday, Dec. 12, 2010 at 2:39 PM

"El “partido revolucionario” está basado en la idea de que la clase obrera necesita un nuevo grupo de dirigentes que venzan a la burguesía por los trabajadores y construyan un nuevo gobierno (nótese que la clase obrera no es considerada todavía apta para reorganizar y regular la producción). Pero, ¿no es ésto tal y como debe ser? Como la clase obrera no parece capaz de la revolución, ¿no es necesario que la vanguardia revolucionaria, el partido, haga la revolución por ella? ¿Y no es esto cierto en lo que respecta a las masas que soportan el capitalismo de buena gana?

Contra esto, nosotros planteamos la cuestión: ¿Qué fuerza puede tal partido alzar para la revolución? ¿Cómo es capaz de derrotar a la clase capitalista? Sólo si las masas están detrás de él. Sólo si las masas se alzan y, a través de ataques de masas, lucha de masas y huelgas de masas, derrocan el viejo régimen. Sin la acción de las masas no puede haber revolución.

Pueden suceder dos cosas. Las masas siguen en acción: no se van a casa y dejan el gobierno al nuevo partido. Ellas organizan su poder en la fábrica y el taller y se preparan para conflictos ulteriores con el propósito de la derrota del capital; a través de los consejos obreros establecen una forma de unión para apropiarse de la dirección completa de toda la sociedad --en otras palabras, ellas prueban que no son tan incapaces de la revolución como parecía--. De necesidad, entonces, surgirá un conflicto con el partido, que quiere él mismo tomar el control y que ve sólo desorden y anarquía en la autoactividad de la clase obrera. Posiblemente, los obreros desarrollarán su movimiento y barrerán al partido. O el partido, con la ayuda de elementos burgueses, derrotará a los obreros. En cualquier caso, el partido es un obstáculo a la revolución porque quiere ser más que un medio de propaganda y esclarecimiento; porque se siente llamado a dirigir y gobernar como un partido.

Por otro lado, las masas pueden seguir con la fe en el partido y dejarle la plena dirección de los asuntos. Siguen las consignas desde arriba, confían en que el nuevo gobierno (como en Alemania y Rusia) establecerá el comunismo --y vuelven a casa y al trabajo--. Inmediatamente, la burguesía ejerce todo su poder de clase, cuyas raíces no han sido quebradas; sus fuerzas financieras, sus grandes recursos intelectuales y su poder económico en las fábricas y las grandes empresas. Contra ésto el gobierno del partido es demasiado débil. Sólo a través de la moderación, las concesiones y la condescendencia puede mantenerse en el poder. Entonces se hace habitual la idea de que por el momento esto es todo lo que se puede hacer, y que sería una locura que los obreros intentasen forzar reivindicaciones imposibles. Así, el partido, privado del poder de la clase revolucionaria, se convierte en un instrumento para el mantenimiento del poder burgués."

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"... los partidos obreros actuales (...) no apuntan a ser una ayuda a la clase obrera en su lucha por la emancipación, sino a gobernar ellos y a proclamar que esto constituye la emancipación del proletariado. (...)

Tales partidos (..) deben ser estructuras rígidas con líneas de demarcación claras a través de fichas de afiliación, estatutos, disciplina de partido y procedimientos de admisión y expulsión. Pues ellos son instrumentos del poder --luchan por el poder, refrenan a sus miembros por la fuerza y buscan constantemente extender el alcance de su poder--. Su tarea no es desarrollar la iniciativa de los obreros; en lugar de eso, aspiran a entrenar a miembros leales e incondicionales de su fe. Mientras la clase obrera en su lucha por el poder y la victoria necesita de la libertad intelectual ilimitada, la dominación del partido tiene que suprimir todas las opiniones excepto la suya propia. En los partidos "democráticos", la supresión está velada; en los partidos dictatoriales es una supresión abierta y brutal."

Anton Pannekoek - Partido y Clase

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la alternativa
Por un trabajador - Sunday, Dec. 12, 2010 at 2:56 PM

"La sociedad no se desarrolla de un modo continuo, libre de retrocesos, sino a través de conflictos y antagonismos. Con la intensificación de la lucha de los trabajadores, el poderío del enemigo aumenta también y asedia a los obreros con dudas y miedos renovados acerca de cual camino es el mejor. Y cada duda acarrea divisiones, contradicciones y batallas fraccionales dentro del movimiento obrero.

Es inútil deplorar estos conflictos y divisiones como dañinos por dividir y debilitar a la clase obrera, como si creasen una situación que no debería existir y que está haciendo a los obreros impotentes. Como se ha señalado a menudo, la clase obrera no es débil porque esté dividida, sino que está dividida porque es débil.

Debido a que el enemigo es poderoso en tal medida que los viejos métodos de combate se demuestran inútiles, la clase obrera debe buscar nuevos métodos. Su tarea no se clarificará como resultado de una iluminación desde arriba; ella debe descubrir sus tareas a través del duro trabajo, a través del pensamiento y del conflicto de opiniones. Debe encontrar su propio camino; por consiguiente, la lucha interna. Debe abandonar las ideas caducas y las viejas ilusiones, y es de hecho la dificultad de esta tarea la que engendra divisiones de una magnitud y severidad tales.

Tampoco podemos engañarnos creyendo que este periodo de contienda de partido y disputa ideológica pertenece sólo a un período de transición como el actual, y que dejará paso a una unidad más fuerte que la de antes. Es cierto que, en el curso de la lucha de clases, hay ocasiones en las que todas las fuerzas se unen para un gran objetivo viable y la revolución es llevada adelante con el poderío de una clase obrera unida. Pero, después de eso, como después de cada victoria, vienen diferencias sobre la cuestión: ¿y ahora qué? Y aún si la clase obrera es victoriosa, siempre tiene que enfrentarse a tareas de la mayor dificultad: dominar ulteriormente al enemigo, reorganizar la producción, crear un nuevo orden.

Es imposible que todos los trabajadores, todos los estratos y grupos, cuyos intereses están todavía lejos de ser homogéneos, vayan en esta fase a estar de acuerdo en todas las materias y a estar listos para la acción unitaria y decisiva ulterior. Sólo encontrarán el curso acertado después de las más agudas controversias y conflictos, y sólo así lograrán la claridad de ideas.

Si, en esta situación, personas con las mismas concepciones fundamentales se unen para la discusión de las perspectivas de acción, buscan la clarificación a través de discusiones y hacen propaganda de sus conclusiones, tales grupos podrían ser llamados partidos; pero serían partidos en un sentido enteramente diferente de los de hoy.

La acción, la lucha de clases efectiva, es la tarea de las masas trabajadoras mismas, en su totalidad, en sus agrupaciones reales como la fábrica y los molinos, u otros grupos productivos, porque la historia y la economía las han puesto en la posición en la que deben y pueden librar la lucha de la clase obrera. Sería demencial si los seguidores de un partido fuesen a ir a la huelga mientras los de otro continuasen trabajando. Pero ambas tendencias defenderán sus posiciones, de sí a la huelga o de no a la huelga, en las reuniones de fábrica, dando así la oportunidad de llegar a una decisión bien fundada.

La lucha es tan grande, el enemigo tan poderoso, que sólo las masas como un todo pueden lograr una victoria, la cual es el resultado del poder material y moral de acción, de la unidad y del entusiasmo, pero también de la fuerza espiritual del pensamiento, de la claridad. En esto reside la gran importancia de tales partidos o grupos basados en las opiniones: que ellos traen claridad con sus conflictos, discusiones y propaganda. Son los órganos de la autoclarificación de la clase obrera, por medio de los cuales los obreros encuentran su camino a la libertad.

Por supuesto, tales partidos no son estáticos e invariables. Cada nueva situación, cada nuevo problema, encontrará mentes divergiendo y uniéndose en nuevos grupos con nuevos programas. Tienen un carácter fluctuante y se reajustan constantemente a las nuevas situaciones. "

Anton Pannekoek - Partido y Clase

"... los grupos revolucionarios dedicados a la autoclarificación de la clase, mediante el desarrollo y la lucha teóricos, no están en contradicción con el autodesarrollo del proletariado como sujeto político práctico, con el ejercimiento por la clase de su poder transformador inherente. Su praxis específica de grupo tiene, como fin inmanente, el crecimiento de la autoactividad y la conciencia de la clase hasta el punto en que las funciones de los grupos sean completamente asumidas por las masas mismas. En su relación con la clase, ellos funcionan como grupos de opinión y dinamizadores políticos, esto es, actúan del mismo modo que lo hacen l@s propi@s obrer@s en general, sólo que de modo consciente, colectivo y autodisciplinado. De este modo, el fin inmanente a su actividad no es otro que cambiar la situación colectiva, sólo que actuando sobre el conjunto de la clase para estimular su autodesarrollo.

La militancia en un partido político se define por su adhesión a una ideología, programa y disciplina interna. La militancia en un grupo revolucionario se define por un compromiso práctico con el desarrollo de la teoría y el programa, y este mismo trabajo práctico interno y externo es el que define la disciplina, que en esencia es siempre una autodisciplina, un aspecto de la praxis consciente y libre.

La teoría que el partido elabora es una autojustificación de su existencia; su objetivo no es comprender la experiencia de la clase como un todo interrelacionado, sino entenderla a la luz de los requerimientos de su propia función partidista. Sus "lecciones" acerca de la lucha de clases no se refieren a lo que la clase obrera necesita, sino a lo que la clase obrera necesita del partido. El planteamiento de totalidad es excluído, porque considerar a la totalidad de la clase obrera como sujeto consciente y actuante en desarrollo, es algo que se opone a la convicción de la necesidad del partido. La única solución a esto sería considerar el partido como una "necesidad provisional", pero seguirían subsistiendo las demás contradicciones y, entonces, habría que justificar esta necesidad "provisional". En el fondo, este es el papel que cumple el argumento de Lenin de que la clase obrera no puede llegar, por sí misma, a la conciencia socialista.

El militante de partido tiene por objeto difundir las ideas del partido, el militante no partidista el desarrollo de la conciencia general. El militante del partido ve en el desarrollo del partido la expresión de la maduración de la clase, el militante no partidista en el desarrollo de la autoactividad consciente de las masas. "

Roi Ferreiro - Por qué necesitamos ser anti-partido

"La organización de los grupos revolucionarios tiene que superar las formulaciones del pasado, al igual que su modo de actuar en relación al resto de la clase. Han de desarrollar una verdadera síntesis entre lo colectivo y lo individual, entre la diversidad y la unidad, entre la formalización democrática del pensamiento y de la acción (a través de programas y normas de conducta) y su flexibilización en un continuo proceso anárquico de debate, desarrollo teórico, autocrítica y enriquecimiento recíproco. Pero esto sólo puede lograrse si las cosas se ponen sobre su verdadera base, esto es, si el desarrollo individual es puesto como condición del desarrollo colectivo y no al revés, y si la heterogeneidad que implica es asumida como el verdadero punto de partida para construir una homogeneidad compartida, una auténtica comunidad libre para la acción (no una entidad uniformizada como si fuese un ejército). "

Roi Ferreiro y Ricardo Fuego - El reagrupamiento revolucionario hoy

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Muy lindo
Por Bakunin - Sunday, Dec. 12, 2010 at 4:45 PM

Muy lindo compa, pero para ser estrictamente correctos, parlamentos y partidos politicos ya habia en la Grecia clasica y en Roma
Exitos

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