“Si los patrones coordinan para
explotar,
los trabajadores coordinamos para erradicar la explotación”
1.-Antecedentes económicos del “Rodrigazo”
Luego del fallecimiento del Presidente Juan Domingo
Perón y de la asunción de su esposa Isabelita al frente del Ejecutivo Nacional,
se fortaleció el poder de José López Rega, creció la ofensiva
de la derecha peronista y de la “Triple
A” y aumentaron los desaciertos económicos; todo lo
cual fue creando un clima de crisis económica, social y política.
Las condiciones de la economía capitalista mundial
hasta principios del ‘74 permitían que los capitalistas de la Argentina vendieran
caro y compraran relativamente barato. Eso se expresó en la balanza comercial
y de pagos favorable (1.000 millones de dólares en 1973). En consecuencia, buenas
reservas de oro y en divisas; por ende, posibilidades de emisión monetaria que
no equivalía a la falsificación de billetes, expandiendo aún más el mercado;
y, por otra parte, el crédito abundante, ágil y barato era un factor más para
compensar la caída de la tasa de ganancia.
La contradicción insoluble tardó en manifestarse
por la mencionada coyuntura mundial, pero la depresión a nivel internacional
iniciada a fines del ‘73 y principios del ‘74 revirtió todo el proceso. El mercado
exterior se estrechó, especialmente el de medios de consumo; los precios de
lo que se exportaba de la Argentina cayeron más que los de las importaciones;
las reservas de oro y divisas se esfumaron; los billetes ya impresos se depreciaron
totalmente; a las nuevas emisiones que querían compensar la caída de las reservas
se agregó un presupuesto ultradeficitario pero sin respaldo; el crédito cesó,
dejando de ser abundante para transformarse en caro y tardío. De esa manera,
explotó la contradicción entre producción y cambio.
La caída de Gelbard, en octubre de 1974, fue la
expresión a nivel del Gobierno Nacional del fin de las posibilidades del “distribucionismo”
iniciado en 1973. La firma del Acta de Compromiso Nacional en febrero del ‘75
fue su certificado de defunción, ya que las “partes” que inicialmente pactaron
voluntariamente la distribución dejaron de poder concertar y el Estado -en febrero
del ‘75- impuso a las “partes” el 15%, lo que para “unos” era demasiado poco
y para “otros” excesivo.
Juan Domingo
Perón, María Estela Martínez de Perón y José López Rega
|
A partir de ese momento, el Gobierno -que nació
apoyado en la Unión Nacional de la mediana y gran burguesía industrial por un
lado y el proletariado por el otro- perdió aceleradamente el respaldo de ambos
y sólo conservó el sostén del cascarón burocrático sindical,
partidista y empresario, que fue quedando más y más vacío de contenido:
el proletariado marchaba a su constitución fabril, generando nuevas formas organizativas;
los empresarios de la CGE dejaron de responder a Broner y pasaron a seguir a
los ex dirigentes de la UIA o a los de la gran burguesía nucleados en la Asamblea
Permanente de Entidades Empresarias. El Partido Justicialista sufrió, además
de la fragmentación, los efectos de su aislamiento de la clase obrera.
Desde el agotamiento del mecanismo distribucionista,
la tendencia inexorable de la economía capitalista conducía a la caída
del salario y germinaba entonces la necesidad de organizar esa orientación
espontánea, pero como planificación distributiva inversa a la voluntariamente
acordada entre la burguesía y el proletariado en 1973.
2.-Cambios políticos y nuevamente la represión
Por otra parte, luego del 25 de mayo de 1973,
toda la legislación represiva sancionada por la Dictadura Militar fue derogada
y disuelto el Fuero Antisubversivo. Pero esa primavera duró poco y comenzó una
etapa signada por la represión. Todo empezó con el envío de un proyecto del
Poder Ejecutivo a las Cámaras para modificar el Código Penal.
La reforma fue considerada de la misma naturaleza que las leyes
promulgadas por el régimen militar que gobernó el país entre 1966 y 1973.
La primera respuesta vino del General Perón, quien
advirtió que si la ley no era aprobada se apelaría a las mismas armas que se
buscaba combatir; y el 23 de enero de 1974 declaró al diario La Nación: “Nosotros
vamos a proceder de acuerdo a la necesidad, cualquiera sean los medios. Si no
hay ley, fuera de la ley, también lo vamos a hacer y lo vamos a hacer violentamente.
Porque a la violencia no se le puede oponer otra cosa que la propia violencia.
Eso es una cosa que la gente debe tener en claro, pero lo vamos a hacer, no
tenga la menor duda”.
Después de la muerte de Perón se tomaron distintas
medidas represivas. En septiembre de 1974 se aprobó la ley de
represión del terrorismo, que penaba la difusión de información relacionada
con esos hechos y la obstrucción al trabajo cuando el conflicto era declarado
ilegal. De acuerdo a esa ley, el Ministerio de Trabajo prohibió
las huelgas por motivos salariales, los paros y las ocupaciones de plantas,
y comenzó a intimar, amenazar y suspender personerías gremiales.
Pero al poco tiempo, el Ejecutivo Nacional sancionó
el Decreto Nº 261, en el que se anunció oficialmente que se
había ordenado a las Fuerzas Armadas tomar intervención en la “lucha antisubversiva”,
firmado por la presidenta María Estela de Perón y los ministros Rocamora, Ivanissevic,
Vignes, Savino, López Rega, Gómez Morales, Otero. En el Articulo Nº 1 se decía
que “El Comando General del Ejército procederá a ejecutar todas
las operaciones militares que sean necesarias a efectos de neutralizar y/o aniquilar
el accionar de los elementos subversivos...”.
Texto de
la revista Estrella Roja Nº 38, 9 de agosto 1974
|
En octubre de ese año se sancionó el decreto 2770,
por el cual se creó el Consejo de Seguridad Interna, fijando
sus atribuciones, y el Consejo de Defensa. Ese decreto llevaba
la firma del presidente provisional Italo Luder y los ministros Arauz Castex,
Vottero, Ruckauf, Emery, Cafiero y Robledo.
Hasta ese momento, la participación de las Fuerzas
Armadas en forma abierta era “evitada” y la lucha era encabezada por grupos
paramilitares, “ejecutores del trabajo sucio”, a través de la Triple A.
En el mes de noviembre se declaró el estado
de sitio en todo el país. Fue en esa circunstancia que fueron detenidos
cientos de militantes y puestos a disposición del Poder Ejecutivo.
La represión a la clase obrera
apareció con toda su magnitud el 20 de marzo de 1975 en Villa Constitución,
a través de las fuerzas conjuntas reclutas por la SIDE, que incluían a la Policía
Federal, Provincial, Ejército y Gendarmería, grupos de choque -entre los cuales
iban armados los guardias blancos pagados por las acerías de Martínez de Hoz-
y miembros de la Triple A. Las órdenes firmadas por Rocamora, Savino y López
Rega eran claras: ahogar en sangre a los obreros y activistas
de Villa Constitución.
3.-Las luchas de junio-julio de 1975 en la zona norte del Gran
Rosario y el país
En los primeros meses de 1975, ante el deterioro
del salario tras la trepada de los precios, creció la preocupación en el movimiento
obrero. Por ese tiempo, debían reunirse las Comisiones Paritarias,
congeladas por dos años desde 1973. La convocatoria del Gobierno no estipulaba
topes en la discusión salarial; se preveía que los acuerdos no serían fáciles
de lograr. En marzo, tras la presión sindical, el Ministerio de Economía concedió
un aumento de emergencia de 400 pesos mensuales y devaluó la moneda en un 50%.
Los obreros del Sindicato de Obreros
y Empleados Petroquímicos Unidos (SOEPU) de San Lorenzo (Pcia. de Santa
Fe), durante varias semanas, discutieron en la fábrica y en el gremio la situación
que se les planteaba. Comenzaron los contactos con otros sindicatos
y las reuniones se intensificaron. El punto central de las deliberaciones era
cómo organizarse, cómo encarar la lucha por las paritarias
y, tras los debates, señalaron:
“Es indudable que la carestía
crece día a día y, por lo tanto, es lógico que los trabajadores tengan expectativas
sobre la posibilidad de conseguir importes reivindicaciones. Estas expectativas
han venido generándose especialmente a partir de las falencias que ha venido
teniendo este gobierno. Por eso los trabajadores tratan de conseguir en las
paritarias partes de esas reivindicaciones tanto tiempo postergadas. Lo del
‘arbitraje obligatorio’ no es nuevo. Ya estamos acostumbrados desde la época
de la dictadura militar y ahora lo vemos de nuevo con este ‘gobierno popular’.
Tampoco son nuevas las maniobras de la burocracia sindical contra las aspiraciones
de los trabajadores. Nosotros creemos, lo venimos sosteniendo y pregonando desde
hace tiempo: los trabajadores de base deben tener la máxima
participación en la elaboración de los anteproyectos de convenio. El proceso
de discusión debe venir desde abajo, impulsado por los delegados y activistas
de cada sección y luego a través de las asambleas de cada lugar de trabajo
y gremio. De esta manera, aparte de lo que concretamente se consiga en las paritarias,
iremos contribuyendo a reforzar la organización y la participación democrática
de los obreros en la lucha por sus reivindicaciones.” (1)
Con el antecedente inmediato de la experiencia
de la Intersindical de San Lorenzo (1969-1973) y con numerosos
gremios en conflicto en toda la zona industrial, se pensó en la “coordinación
de las luchas”. Luego de varias asambleas en la planta industrial de Sulfacid,
los obreros se pronunciaron por la instancia de aunar las distintas luchas de
la zona. En el SOEPU acordaban con lo resuelto:
“Los trabajadores de la zona tienen
características y reivindicaciones similares. Nuestro gremio no permanece ajeno
a este proceso de luchas que se va dando en toda la zona y, constantemente,
cuando han surgido conflictos por reivindicaciones concretas, hemos expresado
nuestra solidaridad permanente en cada uno de ellos. Creemos que ha
llegado el momento en que esta solidaridad efectiva se plasme en la unidad de
los trabajadores a partir de las necesidades concretas. Esto permitirá que,
frente a los problemas de insalubridad y a la lucha por mejores salarios, se
puedan encarar luchas de conjunto para facilitar el logro de
los objetivos que son comunes.
“Los distintos gremios de la zona ya han intentado en varias oportunidades constituir
a un organismo que los nuclee. Algunos de estos intentos tuvieron resultados
más satisfactorios que otros, pero hasta ahora no se ha llegado a una coordinación
solidaria efectiva y permanente. Esta ausencia ha permitido que las patronales,
que sí actúan apoyándose mutuamente, derrotaran algunas luchas de gremios de
la zona, que se desarrollaron en forma aislada. Las experiencias vividas no
pueden caer en el vacío. Es necesario concretar este viejo anhelo de los trabajadores
de la zona, que puede traducirse en la celebración de un acuerdo destinado a
asegurar la mejor defensa de las luchas obreras. No queremos la desunión actual
del movimiento obrero que se manifiesta en todo el país, y creemos que hay que
concretar la unidad de los trabajadores sobre la base de una práctica verdaderamente
democrática.” (2)
La oposición a la política del Gobierno Nacional
se expandió por todo el país. La inquietud fue en aumento y los
conflictos se centraron principalmente en Córdoba, Rosario y Buenos Aires.
Mientras tanto, en mayo, la CGT Nacional logró
un arreglo con el Gobierno: habría un aumento masivo y uniforme del 38%. El
Ministro de Economía Gómez Morales manifestó su desacuerdo y renunció antes
de que se firmaran los acuerdos de las Paritarias.
Celestino
Rodrigo
|
El 2 de junio asumió Celestino
Rodrigo, con un plan económico que constaba de la aplicación de una política
de “shock” para desacelerar la inflación y favorecer la inversión mediante el
aumento de la rentabilidad. Se trataba de lograr una contracción del salario
real y un aumento de las tarifas tanto de los servicios públicos como de los
combustibles. La devaluación impuesta por Rodrigo beneficiaba
a los exportadores de cereales y a los ganaderos y tendía a la concentración
del gran capital industrial. La mejora para los productos cárneos fue del
60% y el tipo de cambio neto para los cereales implicó un incremento del 184
al 239%. Vía devaluación y reembolsos se apoyaban las exportaciones industriales
dominadas por las multinacionales.
Tras los primeros aumentos de precios, desde el
Ministerio de Economía se ofertó un incremento salarial del 45% que no tuvo
eco.
El 14 de junio se reanudaron las paritarias. Los
aumentos logrados en las mismas por los gremios oscilaron desde el 60 u 80%
hasta el 200%; pero éstos debían ser ratificados por el Gobierno. De homologarse
lo surgido de las Paritarias se daría por tierra con el Plan Rodrigo.
La situación política, económica y social se fue
complicando, el estado deliberativo en la clase obrera aumentó
y crecieron las movilizaciones. Los titulares de los diarios anunciaron
sucesivamente un Plenario de la CGT, la marcha de ocho a diez mil obreros de
la Ford Motor Argentina de Pacheco, ánimos caldeados por aumento del costo de
la vida, los trabajadores de Mendoza protestaron por el centro de la ciudad,
la Unión Obrera de la Construcción de la República Argentina (UOCRA) logró en
su Paritaria un 45% de aumento, paritarias sin acuerdos en otros gremios, clima
de agitación en los grandes establecimientos industriales.
Por otra parte, no fue homologado
ningún convenio luego que varios Gremios firmaran sus acuerdos: UOCRA, Unión
Obrera Metalúrgica (UOM), Unión Obrera Textil, Seguros, Empleados de Comercio.
Sobre la última semana de junio, el Gobierno informó que finalizaba el plazo
para las Paritarias.
En Rosario, los afiliados
de UPCN se concentraron en la Plaza 25 de Mayo para rechazar las paritarias
del sector; se sucedieron paros de los choferes de colectivos del transporte
urbano -apoyados por los conductores de trolebuses- huelga de los docentes y
de los empleados de comercio, que reclamaban mayores aumentos de los obtenidos
en el convenio. En la zona industrial protestaron los Ceramistas y el SOEPU
dio a conocer un comunicado firmado por su Secretario General, Ernesto Sosa,
expresando que “ante la falta de aceptación por parte de la
patronal de las justas reivindicaciones peticionadas por la organización sindical,
permanecemos en estado de asamblea permanente, rechazando el aumento del 45%
ofrecido por la parte empresaria. La cifra no cubre las aspiraciones mínimas
de los trabajadores”, y destacando la masiva concentración de los Petroquímicos
ante el Ministerio de Trabajo, para lograr el aumento del 150% y otras aspiraciones.
(3)
En el plano nacional, a raíz
del estado de movilización de los trabajadores, el viernes 27 de junio se realizó
un paro con una gran concentración en Plaza de Mayo, convocado por la CGT, las
62 Organizaciones y la UOM, para obtener definiciones del Gobierno sobre las
Paritarias. Hubo agitadas gestiones sindicales ante una posible derogación de
las Convenciones Colectivas del Trabajo. Al día siguiente, la Presidenta Isabel
Perón contestó y dio a conocer su determinación: la anulación
de las Paritarias y el otorgamiento de un aumento general del 50 % y de
un 15 % más en octubre y enero de 1976. A partir de esos anuncios, las
protestas se intensificaron en todo el país y el descontento creció entre los
obreros.
Insistimos que con el Plan Rodrigo se puso de
manifiesto el primer intento serio de planificación distributiva
contra el proletariado, luego, en 1976, vendría el plan de Martinez de Hoz.
Ese ensayo de planificación culminó con la anulación de los
contratos colectivos de trabajo por decreto presidencial de Isabelita.
José Alfredo
Martínez de Hoz
|
La anulación del contrato equivale a la anulación
del derecho, al quitar al proletariado su carácter de libre vendedor de su mercancía
(la fuerza de trabajo), base de su igualdad y libertad en el plano jurídico.
La anulación de los contratos colectivos trascendía por ello el mero hecho económico
y se transformaba en la patada inicial del golpe lopezreguista,
que, anulando al ciudadano, anulaba al parlamento y transformaba
al proletariado de esclavo social jurídicamente libre en esclavo social jurídicamente
sometido: de ciudadano a súbito del lopezreguismo autocrático.
Pero, frente a la voluntad de anulación del contrato
por el Ejecutivo isabelino y manifestado en el correspondiente decreto, se
levantó la voluntad política del proletariado que con su movimiento autónomo
le dijo “No a la no-homologación de los convenios colectivos”. Ese movimiento
autónomo obligó finalmente al paro de 48 hs de la CGT, que hizo las paces con
el gobierno al parar al proletariado y las paces con el proletariado al parar
contra el gobierno. En la Zona Norte del Gran Rosario, el
estado deliberativo entre los activistas, los miembros de
comisiones internas y las conducciones sindicales aumentó, con reuniones e intercambio
de opiniones sobre las medidas a tomar. Lo sucedido fue narrado por un ex obrero
Petroquímico:
“En PASA se convocó inmediatamente
a una asamblea de fábrica. En poco tiempo nos reunimos en el galpón de mantenimiento
los obreros del turno, dejando pequeñas guardias, los de la noche no fueron
a sus casas. Fue una asamblea con pocas palabras. El ‘Negro’ Sosa, nuestro secretario
general, hizo una panorámica de la situación, concluyendo “tenemos
que sacar la lucha fuera de la fábrica. A la empresa ya la pusimos contra la
pared, ahora hay que doblegar la política del gobierno”, que había demostrado
su carácter de clase, a pesar de su careta popular. Los discursos eran encendidos
y cortos. Impactantes, muy aclamados. Paradoja: no era contra
la dictadura militar y sí contra el ‘gobierno de los descamisados’. Proponemos
medidas de acuerdo con el momento y carácter de la lucha: “Tenemos que movilizarnos
conjuntamente a los otros obreros de la zona”. Yo planteó con otros compañeros:
“Marchemos hacia Rosario, tratando de levantar las otras fábricas”. La consigna
fue “Acabar con la medida decretada, respetar los acuerdos firmados”. Todos
los trabajadores de la zona industrial recibieron nuestra visita.” (4)
Partiendo de esa iniciativa comenzó
la marcha hacia Rosario, tomando contacto con cada una de las fábricas de la
zona. Desde los aceiteros de San Lorenzo hasta los textiles en Arroyito
se fueron sumando a la caravana. “A pesar de que los químicos
de Duperial habían sido los principales compañeros de otras luchas, esta vez
no quieren acompañarnos (se unirán el día siguiente), pero otros trabajadores
se suman a la marcha. En el centro de Rosario nos encontramos con contingentes
de obreros de la ciudad y de Villa Constitución. Cantando nuestras consignas
nos apoderamos del centro de la ciudad. Finalmente nos concentramos frente a
la CGT pidiendo a grito vivo para que los burócratas salieran al balcón. Una
delegación de los sindicatos movilizados fue a pedirles que asumieran la acción
que espontáneamente -no tanto- la clase trabajadora manifestaba en la calle
el repudio a las medidas del gobierno peronista”. (5)
Las crónicas periodísticas destacaron la importante
movilización interfabril: “Un numeroso grupo de obreros procedente de la zona
industrial comprendida entre Puerto San Martín y Granadero Baigorria recorrió
en la tarde de ayer el centro de nuestra ciudad. Los manifestantes portaban
un cartel que decía: ‘Plena vigencia a la Ley 14.250’ y apoyaban con estribillos
esa petición. Según lo manifestado, se trataba de trabajadores petroquímicos,
químicos, ceramistas, del tractor, mecánicos, jaboneros y también textiles”.
A la vez, señaló que “la manifestación tenía como objetivo pedir por la plena
vigencia de la Ley 14.250, la homologación de los convenios de trabajo ya concertados
y la libre discusión de los restantes, y que la CGT ratifique el pedido elevado
el jueves pasado durante la movilización en la Plaza de Mayo”.(6)
A los obreros de la Zona Norte se sumaron los
metalúrgicos de Rosario y de Villa Constitución, en una columna que superaba
el número de tres mil personas; éstas, luego de recorrer las calles céntricas,
se dirigieron al local de la CGT, donde el Secretario General
a cargo de la Central Obrera -Hugo Ortolán- desde los balcones del primer piso
se dirigió a los trabajadores exhortándolos a mantener la calma
y reiterando la postura de la CGT Rosario de “acatamiento a
todo lo que disponga la CGT Nacional”. La mayoría de los manifestantes,
que exigían una posición más drástica por parte de la dirigencia
cegetista, respondieron con silbidos e insultos, retornando hacia la zona
bancaria y solicitando la adhesión de los trabajadores bancarios, mientras se
sumaban a la protesta los docentes.
Al día siguiente se produjo otra manifestación
de los metalúrgicos, a la que se unió la columna más numerosa proveniente del
cinturón industrial, abarcando más de cinco cuadras. Luego
de pasar por el local de la UOM, se agruparon ante el edificio de la CGT, donde
se procedió a forzar la puerta y copar ese sitio; arribaron posteriormente los
dirigentes de la CGT, produciéndose una acalorada discusión. Los manifestantes
continuaron con sus reclamos por las calles céntricas.
El panorama gremial de Rosario y la zona industrial
mostraba a los metalúrgicos en huelga, a lo que se agregaban los paros de las
grandes fábricas de San Lorenzo, Granadero Baigorria, Capitán Bermúdez, y Puerto
San Martín, cese de actividades de los docentes y los empleados judiciales.
Durante varios días, los obreros reclamaron con masivas manifestaciones
(algunas, según las crónicas periodísticas, superaban los ocho mil obreros)
la libre discusión de los convenios en el marco de la Ley 14.250
y la homologación de los ya pactados. Los dirigentes sindicales de varios gremios
fueron desbordados por las bases, como también ocurrió en muchas zonas del
país.
Ante la movilización de la clase obrera en todo
el territorio nacional, con paros regionales y zonales en Rosario, Córdoba y
el Gran Buenos Aires, la CGT Nacional adoptó la determinación de realizar un
paro por 48 horas, a partir de la hora cero del día 7 de julio. La paralización
del país fue total; mientras tanto, desde el gobierno y la burocracia sindical
se intentaba negociar y, cuando se estaba cumpliendo el segundo día del cese
de actividades, el Gobierno cedió: los acuerdos logrados
en Paritarias fueron homologados.
4.- El surgimiento de las “Coordinadoras”: su significado
En esas jornadas surgieron en los principales
centros industriales las Coordinadoras. En la Zona Norte del Gran Rosario, los
trabajadores de distintos gremios dieron vida a la “Coordinadora
de Gremios en Lucha” y los Petroquímicos, a través de su Boletín, sintetizaron
esos momentos:
“Los trabajadores petroquímicos,
ante la noticia de que no se homologarían las convenciones colectivas de trabajo
y se daría un aumento por decreto del 50 %, ganamos la calle
para defender con nuestra lucha lo que la clase dominante pretendía quitarnos
con la lapicera. En esas jornadas nos encontramos en la calle con miles
de trabajadores de distintas ramas de la producción y codo a codo luchamos hasta
abortar la política económica, arrancando de los resortes del poder a los ministros
del hambre popular.
“Pero los salarios conseguidos en las paritarias van perdiendo
día a día su poder adquisitivo ante el incesante alza del costo de la vida,
que se refleja en el aumento de tarifas e impuestos, gas, electricidad, materiales
de construcción, ropa, útiles escolares, y todos los artículos de la canasta
familiar, etc. Se nota también en la quiebra de los pequeños productores, en
la paralización de los planes de vivienda, en el estado
calamitoso de los hospitales, desabastecimiento, en la inflación
que ha alcanzado porcentajes que van desde el 200 % al 450 %; en la gran
cantidad de desocupados, que genera una mayor oferta de mano de obra y por
consiguiente una constante desvalorización de la misma; en la supresión de las
libertades democráticas; manteniendo el Estado de Sitio,
que hace que compañeros como Piccinini, Ongaro, Zamboni, etc. deban permanecer
presos o irse del país sin haber cometido otro delito que defender los intereses
de la clase trabajadora. En la intervención a sindicatos democráticos
-Luz y Fuerza, Smata (Córdoba), UOM (Villa Constitución), Cetera (Nacional),
etc.- se aprecia que nuestra victoria fue parcial en nuestros compañeros más
representativos y honestos que han regado con su sangre el camino de nuestra
emancipación definitiva, mudos testigos de la represión y la barbarie a la que
nos somete la clase dominante.
“Todo lo expuesto deja medianamente claro que la crisis social, política y económica
día a día se agudiza. Por ello se hace necesario que los trabajadores coordinemos
nuestras luchas, que nos unamos a los efectos de que unidos
y organizados demos por tierra con todos los intentos del gobierno, burocracia
sindical, milicos y explotadores de sumergirnos en la miseria física y social
que han programado para nuestra clase, y que se viene cumpliendo tal cual
lo detallamos sintéticamente en los párrafos anteriores.
“Con ese pensamiento y esa necesidad y como consecuencia de las luchas de julio,
la C.D. del Sindicato Petroquímico, junto al frente gremial docente, compañeros
de John Deere, Hanomag, Construcción, UPCN, Judiciales, Municipales, Bancarios,
Mercantiles, Metalúrgicos, Sanidad, Duperial, Ceramista, Vilver (Villa Constitución
y Rosario), Sulfacid, etc., constituyeron la Mesa Provisoria de la ‘Coordinadora
de Gremios en Lucha’ y sigue trabajando para la conformación definitiva de la
misma.
“Si los patrones coordinan para explotar, los trabajadores coordinamos
para erradicar la explotación.” (7)
Los Gremios de la Zona Industrial volvían a parir
una nueva Organización, como lo habían hecho cuando se conformó la Intersindical
en 1969. La “Coordinadora de Gremios en Lucha” estuvo integrada por algunas
conducciones sindicales, comisiones internas de varias fabricas, agrupaciones
obreras y activistas gremiales. Su funcionamiento se caracterizó por un amplio
ejercicio de la democracia obrera en todas las instancias.
Luego de las jornadas de lucha, la polémica de
lo acontecido continuó en las fábricas, en los sindicatos y en toda la zona
industrial. En el SOEPU analizaron críticamente la situación:
“Después de Gelbard, hemos tenido
cuatro ministros de Economía, de los cuales tres viajaron a los EE.UU., reincidiendo
en actitudes que anteriormente no sólo no habían solucionado el ‘subdesarrollo’
sino que terminaron encadenando aun más al país a la dependencia. Invocando
una supuesta ‘crisis mundial’, que técnicamente no es más que la crisis del
sistema capitalista mundial, el ministro Rodrigo provocó un desmesurado aumento
de los precios e invocando irónicamente los ‘intereses nacionales’ quiso implantar
una política salarial de hambre e infraconsumo. Son conocidas las consecuencias
que tuvo esta política. La clase obrera a la cabeza, junto a otros sectores
nacionales, consiguieron el desplazamiento de Rodrigo y de casi todo el grupo
Lópezrreguista, o sea de los grupos más fascistizantes y pro-imperialistas.
Sin embargo, si bien se logra un desplazamiento de personas y la firma de convenios
salariales más acordes con las necesidades, no se ha logrado
que variara fundamentalmente la política económica. A una situación de zozobra
e improvisación, el nombramiento de Cafiero pareció señalar el inicio de una
nueva etapa. Pero el nuevo equipo económico no ha presentado todavía a la Nación
un plan global que contemple esencialmente los intereses nacionales. La situación
es verdaderamente difícil; pero no debemos escaparle a esa realidad (...) debemos
estrechar filas, uniéndonos hoy más que nunca, conversando, luchando, buscando
el camino que corresponda para cada situación, dándonos sobre la marcha la organización
que nos hace falta y que nos lleve a construir, definitivamente, nuestro destino
como hombres libres, felices y fraternos.”(8)
La lucha contrael Plan de Rodrigo-Isabelita y
por la homologación de los aumentos salariales obtenidos en las paritarias fue
una de las movilizaciones obreras como quizá nunca haya vivido la Argentina
y que dejó a la burocracia sindical sin sustentación, viéndose
obligada a llamar dos veces al Paro General, el 27 de junio y el 7 - 8 de julio
de 1975.
Fueron quince días en que el país
estuvo prácticamente paralizado, con masivas y permanentes marchas obreras en
todo el territorio nacional, especialmente en los cordones industriales.
Las concentraciones en Plaza de Mayo y en las principales plazas del país, a
pesar de la burocracia, adquirieron un claro contenido político, exigiendo y
logrando la anulación del “decretazo” de Isabel Perón y la renuncia de sus Ministros
Rodrigo y López Rega.
Las movilizaciones, la organización que se dio
en esas jornadas, el estado deliberativo, la rebelión de las bases y la bronca
de toda la clase obrera hicieron fracasar el “Plan Rodrigo” y fue la base para
que la burocracia sindical negociara, para posteriormente sostener al debilitado
Gobierno de “Isabelita”.
Se fue dando un espacio donde surgieron las Coordinadoras,
formas organizativas de la clase obrera, sustentadas en la acción conjunta,
la solidaridad, los principios de la democracia de base y la defensa de sus
intereses.
“Las gloriosas jornadas de julio
muestran lo poderoso que somos cuando nos decidimos a luchar por nuestros intereses.
La producción del país, en esos días, bajó considerablemente y cuando al gobierno
se le ocurrió sacarnos lo que habíamos conseguido en la lucha, salimos
a la calle y como un solo hombre expresamos nuestra bronca contra nuestros circunstanciales
enemigos López Rega, Rodrigo, etc. Patrones, burócratas,
milicos y gobierno temblaron, marcha y contramarcha, comunicados, reuniones,
trataron de parar esta incontenible demostración de fuerza y combatividad. No
lo consiguieron. Triunfo parcial de la clase obrera. Fue parcial porque el enemigo
está asustado, pero en pie. Ya están reacomodándose: licencia
presidencial, cambio de ministros, arreglo entre partidos, discursos, palabras
y más palabras. Con un solo objetivo: que la crisis la paguen
los obreros.
“Fuertemente unidos, junto al resto de la clase obrera, discutiendo
y decidiendo en asambleas democráticas, sin delegar en otros lo que nosotros
mismos debemos resolver, nos fortaleceremos cada vez más para responderle a
la patronal ante cada atropello y a las bandas armadas ante cada amenaza.
Los petroquímicos hemos demostrado lo que somos capaces de hacer: recordemos
la presencia masiva en el Ministerio de Trabajo, la recorrida de las fábricas,
las manifestaciones en Rosario. Por ese camino iremos marchando, hasta derrotar
a nuestro enemigo, haciendo pagar la crisis a los verdaderos
culpables: los patrones.” (9)
En el caso de la “Coordinadora de Gremios en Lucha
de la Zona Norte del Gran Rosario”, a diferencia de otras surgidas en distintos
puntos del país donde las organizaciones fabriles desbordaron a los dirigentes
sindicales, ésta estuvo integrada e impulsada por varias conducciones
sindicales combativas y clasistas.
Adolfo Gilly en “Los Consejos
de Fábrica: Argentina, Bolivia, Italia” afirma: “El control por el Estado desde
arriba, a través de los dirigentes peronistas, el empuje y la organización de
los trabajadores desde abajo marcó desde entonces (1945) a los sindicatos industriales
de masas argentinas. En el ‘Cordobazo’ de 1969, pero sobre todo en la huelga
general de julio de 1975, la tensión permanente entre estas dos determinaciones
entró en conflicto antagónico. En ambas ocasiones, el factor decisivo de organización
de las luchas fueron los organismos de fábrica. Pero en 1975 éstos desbordaron
durante varios días a la alta dirección sindical, se coordinaron independientemente
de ella y entraron en contradicción directa con el gobierno peronista y con
el Estado. No tenían los medios ni la preparación, sin embargo, para ofrecer
una alternativa política a esa crisis. Este desbordamiento por los organismos
de fábrica fue posiblemente el índice más determinante en la decisión del ejército
de tomar en sus manos el Estado para reprimir y tratar de destruir al movimiento
sindical.” (10)
Las fechas en que se conformaron la Intersindical
de San Lorenzo y la Coordinadora de Gremios en Lucha fueron dos momentos de
ascenso de las luchas de la clase obrera. La primera surgió con las movilizaciones
del Cordobazo y los Rosariazos en 1969; la segunda, durante los pronunciamientos
proletarios de Junio - Julio de 1975.
Por eso afirmamos que ambas organizaciones
surgieron por y para la lucha, por la solidaridad de clase, en defensa de sus
intereses, practicando en todo momento la democracia obrera. Fueron perseguidas
y reprimidas, desde sus dirigentes sindicales, comisiones internas y militantes
obreros hasta los abogados laboralistas de la zona, con cárcel, desapariciones,
torturas e intervenciones a los Sindicatos, bastante tiempo antes del Golpe
Militar de 1976, o sea durante el gobierno de Isabel Perón.
Coincidimos con la apreciación que plantea Gilly:
“cuando el consejo sale de su fábrica y se une a los de otras
fábricas en una red que se extiende al cuerpo social, inevitablemente entra
en un conflicto con el poder del Estado (...) Cada vez que un acontecimiento
similar se ha presentado o ha amenazado presentarse, ha coincidido con un alto
nivel de la actividad huelguística, social y política del proletariado, y ha
provocado la inmediata reacción del Estado para recuperar sus prerrogativas
amenazadas y restablecer la autoridad del capital -o del Estado- en las fábricas”
(11) En los meses posteriores a junio-julio, comenzaron a aparecer frecuentemente
en el discurso de militares, empresarios, políticos y sindicalistas las apelaciones
a la lucha contra la “guerrilla fabril”, “las huelgas salvajes” y los “infiltrados
en el movimiento obrero”, tras lo cual “toda la potencia represiva del Estado
se concentró furiosamente sobre las fábricas, los trabajadores y sus aliados
con todos los medios a su alcance”.
El SOEPU denunció la represión desatada en esos
días a través de un pronunciamiento -Contra la Escalada de Terror y Matonaje-
en el cual plantearon: “La escalada terrorista que invade el
país y que invariablemente ha quedado impune (jamás se encontró un asesino a
sueldo del imperialismo), los asesinatos, cárceles, invención de falsos complots.
Secuestros, amenazas a auténticos exponentes del arte popular, a políticos,
etc. Las amenazas a nuestro asesor letrado y a uno de nuestros dirigentes, las
amenazas a un dirigente de los obreros de Sulfacid y su familia, la inmolación
del joven compañero José Polenta. No podríamos comprender la existencia del
terrorismo y el matonaje impune sin entender el poder que lo nutre”. (12)
Desde 1969 se fueron dando formas organizativas
democráticas, con gran participación de las bases obreras, estableciéndose así
profundas relaciones interfabriles con innumerables contactos regionales y nacionales.
A esto se sumó la intensificación de los vínculos y debates
en el interior de las plantas industriales, de una fábrica a otra, de las zonas
industriales a los barrios obreros. Por eso, el principal objetivo de la Dictadura
Militar del ‘76 fue frenar ese proceso en ascenso, destruir y paralizar
toda esa organización que se venía gestando. La represión más violenta fue contra
los dirigentes, militantes y cuadros obreros. Miles de miembros de comisiones
internas, sindicalistas y abogados laboralistas integran la lista de los desaparecidos;
otros tantos fueron asesinados; otros miles encarcelados;
muchos marcharon al exilio externo e interno. Los militares
genocidas continuaron lo que desde hacía un tiempo venían llevando a cabo las
bandas parapoliciales: asesinar delegados de fábrica.
Las limitaciones de esas luchas
de junio-julio de 1975 pueden ubicarse en que las Coordinadoras no pudieron
evitar que la burocracia sindical negociara con la fuerza de las movilizaciones,
a lo que se sumó la posterior derrota infligida al proletariado por parte de
la burguesía, con la represión desatada en los meses siguientes. Por otra parte,
numerosos protagonistas de esas jornadas, destacaron la falta
de formas organizativas de autodefensa, para la protección de los activistas,
militantes y miembros de comisiones directivas.
Desde esos días hasta el golpe de 1976, los fenómenos
que caracterizaron la situación del país fueron los siguientes:
Imposibilidad
de mantener la conciliación de clases en el terreno de la producción
Se puso
al rojo vivo la contradicción entre economía y política
La burguesía
se debatió en su impotencia para gobernar, que se expresó en: debilitamiento
del ejecutivo, ruptura de la prescindibilidad de las Fuerzas Armadas y necesidad
del reforzamiento de sus instituciones
Indisciplina
social y productiva. La indisciplina fabril y la anarquía social carcomían el
“cuerpo social”.
5.-Reflexiones sobre las luchas de junio-julio de 1975
La lucha por el derecho a la organización sindical
del proletariado, en tanto vendedor de fuerza de trabajo y organizado en sindicatos,
signó toda una etapa de la historia de la clase obrera en la cual se dispuso
a discutir con la burguesía el valor de cambio de su mercancía.
La clase obrera se organizó en los Sindicatos
para resistir bajo una forma que se destaca porque el proletariado pugna para
que dinero-mercancía se pague por más dinero. Por supuesto que la mercancía
es fuerza de trabajo. Pero, para entender mejor esto, ¿cómo resiste el proletariado?
Igual que el tendero, porque regatea con su mercancía: como libre vendedor de
su fuerza de trabajo exige más dinero; en el caso que se lo nieguen, no vende
y hace huelga.
En todo ese largo camino de resistencia del proletariado
a la burguesía, los libres vendedores de fuerza de trabajo fueron necesitando
de una organización externa a las fábricas. Porque: ¿Quién
organiza al proletariado dentro de la fábrica? La burguesía. ¿Dónde y cómo se
organiza el proletariado? Estar dentro o fuera de las fábricas no consiste simplemente
en un hecho geográfico; fuera están los libres vendedores de fuerza de trabajo
y dentro están los obreros desposeídos de su fuerza de trabajo. Dentro de las
fábricas, la fuerza de trabajo es posesión del capital y el salario se ha convertido
en capital variable. El vendedor de fuerza de trabajo está siendo
desplazado por el desposeído, en la que el libre ciudadano, en el plano del
intercambio, está siendo reemplazado por el esclavo asalariado en el plano de
la producción.
La Organización Sindical, organización de los
libres vendedores de fuerza de trabajo, no se proponía -por lo menos en su surgimiento-
más que el papel de resistencia a la explotación capitalista, ya fuere en lo
concerniente a las condiciones de trabajo como en el plano salarial. Y la
organización sindical por rama de la producción pasó a ser estimulada por la
propia burguesía, que necesitaba planificar la producción y, por ende, necesitaba
planificar el precio de la mercancía fuerza de trabajo. Surgieron así los
Contratos Colectivos de Trabajo, que inclusive fueron incorporados por la legislación
del Estado burgués y pasaron a ser la forma más difundida del contrato de trabajo.
Los contratados ya no eran los
obreros individuales sino el conjunto de los obreros en cada rama de la producción.
Es decir, se constituía el monopolio de los propietarios de la mercancía fuerza
de trabajo, en oposición a los intentos de monopolización de la fuerza de
trabajo por parte de la burguesía. Esto era expresión también de que se terminaba
la etapa de libre cambio entre los propios obreros y era equivalente, en lo
atinente a la venta de la fuerza de trabajo, de lo que es la expansión capitalista
en la fase de los monopolios.
El contrato colectivo de trabajo, por ley, no
es ley para el conjunto, pero sí es ley para las partes. El Estado se limita
al papel de “guardián” para que lo acordado entre las partes se cumpla. O sea,
hay una injerencia del Estado, el cual si bien no toma parte en la libre contratación,
sí vela por su cumplimiento. Pero en realidad, ¿qué es lo que
se está haciendo al firmar el convenio colectivo de trabajo? Se está planificando
la venta de la fuerza de trabajo a tiempo fijo por rama de la producción.
Con las Paritarias, como órgano de discusión, continuaron afirmándose los convenios
colectivos, conteniendo la posibilidad que arbitrase el Estado en caso de desacuerdo
entre las partes. El Estado aparece así reglando “por encima” de las clases,
claro está, de las clases “compradora y vendedora”. Esto evidencia una contradicción
mayor entre el proletariado y la burguesía -que ya no podían ponerse de acuerdo-
aunque más no sea en la esfera del intercambio. Por eso, el
guardián del “interés general” -el Estado burgués- debió comenzar a intervenir,
decidiendo lo que las partes no podían conciliar. La contradicción entre “compradores”
y “vendedores”, aunque las partes aparecen como iguales ante la ley, se expresa
primero en la esfera del intercambio, pero termina por introducirse en la esfera
de la producción: el valor de cambio de la fuerza de trabajo, vía Convenios
Colectivos y Paritarias, progresivamente se transformó en una limitación al
uso capitalista indiscriminado de la fuerza de trabajo.
Así, “los vendedores” le fueron arrancando a la
burguesía una serie de derechos laborales bajo la forma de derechos especiales
de los trabajadores, lo que significaba una profundización del reconocimiento
de que el obrero es un ser humano. Esto no representaba otra cosa que la tan
mentada “humanización” del capitalismo. Y relacionando esos conceptos con las
luchas de junio-julio de 1975 debemos preguntarnos: ¿Por qué se desató el conflicto?,
¿Cuál fue el conflicto?, ¿Qué tipo de respuesta tuvo la clase obrera ante la
No Homologación por parte del Gobierno Nacional de los aumentos salariales acordados
en Paritarias?, ¿Qué expresó la lucha en esas jornadas?
Durante esos días, el Estado no homologó lo acordado entre los compradores y los
vendedores; el Estado “reguló por encima de las partes, por sobre
las clases”. Los obreros reaccionaron como ciudadanos “libres vendedores de
su fuerza”, ante una medida política del gobierno. La lucha fue
de lo económico a lo político, se enfrentó la disposición política de “regular
por encima de las parte, por sobre las clases”. Se pasó de la discusión en Paritarias,
de los acuerdos entre “las partes”, no sin conflictos y amenazas de huelgas, a
enfrentar el Decretazo de la Presidenta Isabelita y su Gobierno Nacional. Se produjeron
grandes movilizaciones contra esa medida, en una lucha política contra el mismo
Gobierno y surgieron las Coordinadoras, como nuevas formas organizativas de la
clase obrera.
El resultado fue el logro de la homologación de
lo convenido en las distintas Paritarias y las renuncias pedidas de los Ministros
Rodrigo y López Rega. En esas jornadas se logró un nexo activo
y articulador entre los Comités de Fábricas, Comisiones Internas, delegados
de fábrica, algunas Comisiones Directivas con mandatos de Asambleas y activistas
gremiales, lo que dio lugar al surgimiento de las Coordinadoras de Gremios,
como la de la Zona Norte del Gran Rosario, La Plata, el Gran Buenos Aires y
Córdoba.
Fue el vínculo de los obreros entre si, la conexión
de los libres vendedores de su fuerza de trabajo fuera de las fábricas, la cual
enfrentó una medida arbitraria del gobierno que laudaba por sobre las partes,
por encima de las clases.
“Si los patrones coordinan para explotar,
los trabajadores coordinamos para erradicar la explotación.”
Leónidas F. Ceruti
Historiador
CITAS:
(1) Revista “Política Obrera” - Abril 1975.-
(2) El Petroquímico Nº 32.-
(3) La Capital - 17 de Junio de 1975; pág. 6.-
(4) Dowling, Juan Alfonso. “Petroquímicos. La Intersindical y la Democracia.
Una experiencia de lucha en la Zona Industrial de San Lorenzo”. En: Autores
Varios. Nuevas Tendencias en el Sindicalismo Argentina - Brasil. Editorial Biblos
/ Fundación Simón Rodríguez, 1992.-
(5) Dowling, Juan Alfonso. op. cit..-
(6) La Capital - 1º de Julio de 1975; pág. 5.-
(7) El Petroquímico Nº 33.-
(8) El Petroquímico Nº 33.-
(9) El Petroquímico Nº 33.-
(10) Gilly, Adolfo. “Los Consejos de Fábrica: Argentina, Bolivia, Italia”. En:
Coyoacan - Revista Marxista Latinoamericana Año II Nº 5 pág. 51. Ediciones El
Caballito, 1978.-
(11) Gilly, Adolfo. op cit..-
(12) El Petroquímico Nº 33.-